El Señor Jesús estaba de pie ante Poncio Pilato, el gobernador romano que ya lo había declarado inocente de cualquier pena digna de muerte (Lc 23:15). Pilato sabía que el Maestro estaba siendo acusado falsamente y que era “por interés propio que los principales sacerdotes le habían entregado a Jesús” (Mr 15:10), así que buscó una manera de liberarlo y aún así mantener la paz. Pilato le ofreció a la multitud una elección: la liberación de Jesús o la liberación de Barrabás, un conocido criminal que había sido encarcelado “por una insurrección en la ciudad y por homicidio” (Lc 23:19).
Hay una gran muestra de ironía de parte de Pilato al escoger a Barrabás. El nombre, en arameo, es Bar Abba, que literalmente significa: hijo del padre. Por si esto fuera poco, en algunos manuscritos de Mateo 27:16-17, se hace referencia a Barrabás como “Jesús Barrabás”. Esto dejaría su nombre completo en “Jesús, hijo del padre”. Si Barrabás también era llamado “Jesús”, eso haría que la oferta de Pilato a la multitud no sólo fuera una ironía, sino que tuviera una carga espiritual en extremo significativa que muy pocos han visto o han querido ver.
La elección fue entre Jesús, el hijo del padre; y Jesús, el Hijo del Padre.
La liberación de un prisionero judío era costumbre antes de la fiesta de la Pascua (Mr 15:6). El gobernador romano concedió clemencia a un criminal como un acto de buena voluntad hacia los judíos a quienes gobernaba. La elección que Pilato puso ante ellos no podría haber sido más clara: un asesino de alto perfil y agitador que era incuestionablemente culpable, o el Maestro y hacedor de milagros que era demostrablemente inocente. La multitud eligió a Barrabás para ser liberado.
Pilato parece haberse sorprendido por la insistencia de la multitud de que Barrabás fuera puesto en libertad en lugar del Señor Jesús. El gobernador declaró que los cargos contra Jesús no tenían fundamento (Lc 23:14) y apeló a la multitud tres veces para que eligieran con sensatez (Lc 23:18-22). “Pero con grandes gritos exigían con insistencia que fuera crucificado, y sus gritos prevalecieron” (Lc 23:23). Pilato liberó a Barrabás y entregó a Jesús para ser azotado y crucificado (Lc 23:24).
Evangélicamente hablando, la historia de Barrabás y su liberación de la condenación es un notable paralelo a la historia de cada creyente. Somos culpables ante Dios y merecedores de muerte (Ro 3:23; 6:23a). Pero luego, sin ninguna influencia nuestra, el Señor Jesús fue entregado para morir en nuestro lugar. Él, el Inocente, llevó el castigo que merecíamos. A nosotros, como a Barrabás, se nos permitió irnos libres sin condenación (Ro 8:1). Y Jesús “padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 P 3:18).
¿Qué pasó con Barrabás después de su liberación? La Biblia no da ninguna pista, y la historia secular no ayuda. ¿Volvió a su vida delictiva? ¿Estaba agradecido? ¿Con el tiempo se convirtió en cristiano? ¿Le afectó en algo el intercambio de prisioneros? Nadie sabe. Pero las opciones disponibles para Barrabás están disponibles para todos nosotros: rendirse a Dios en reconocimiento agradecido de lo que Cristo ha hecho por nosotros, o rechazar el regalo y continuar viviendo apartados del Señor.
Por otro lado, la breve historia de Barrabás nos proporciona una lección que es una advertencia Mesiánica.
Jesús, el hijo del padre (Barrabás) era un rebelde violento, un revolucionario que fomentó una insurrección contra la ocupación romana y que, según Mateo, era una figura bastante popular. ¿Y por qué no? Todos los judíos nacionalistas odiaban la ocupación.
Barrabás era un hombre de acción. Él no solo tomaba lo que quería, se defendía para evitar que se lo quitaran. Con la espada atada a su costado, tuvo las agallas para liderar un ataque a una instalación romana (nos cuenta Josefo). Mucha gente debe haberlo aclamado. Aquí hay un hombre que actuaba de acuerdo con sus convicciones nacionalistas, y que luchaba a muerte por ellas.
El Maestro evangelista, en cambio, debe haberles parecido a la mayoría de los judíos de su tiempo un cobarde, un pusilánime. “Si el soldado romano te pide que lleves su carga una milla, llévala dos”. Enseñó en contra la insurrección, diciéndoles a sus compatriotas judíos que solo los conduciría a ser aplastados, que es exactamente lo que les sucedió.
Jesús, el Hijo del Padre, no fue arrestado en medio de una batalla revolucionaria, fue “entregado” a las autoridades nada menos que por uno de sus discípulos, algo que no es exactamente heroico. De pie frente a ellos, ensangrentado por los golpes, el blanco de las burlas, en rendición silenciosa, ni siquiera se defendió con palabras, ni levantó el puño, y mucho menos denunció el supuesto juicio como la farsa que era.
Barrabás, el símbolo de la masculinidad, el luchador, la encarnación del nacionalismo judío. En el extremo opuesto, el Cordero de Dios, manso hasta la extenuación, el predicador de la no violencia y de dar la otra mejilla, creyendo en el poder del amor de Dios por sobre el poder de la espada del hombre. ¿No están los escritores de los evangelios tratando de decirnos algo más importante aquí, además del hecho de que el Señor Jesús murió por nuestros pecados?
Esta sutil elección entre Jesús, el hijo del padre [Barrabás] y Jesús, el Hijo del Padre permanece hasta el día de hoy en nuestras vidas, tanto en el plano doméstico, personal, espiritual, eclesial, como nacional. Y con demasiada frecuencia, el pueblo de Dios elige la acción sobre la pasión, el poder de la espada del hombre por encima del poder de Dios.
Es difícil no sentirse atraído por la gente de acción que es dura e inflexible y consigue lo que quiere y logra lo que se propone. Líderes que combatirán el fuego con fuego, que se mantendrán firmes frente a la amenaza.
Sí, Jesús el Hijo del Padre, murió por nuestros pecados en la cruz, pero también nos llamó a tomar nuestra cruz y seguirlo, eligiendo el camino de Dios sobre el camino del hombre, la moderación sobre la acción apresurada, confiar en Dios en lugar de en nuestras armas.
No hay respuestas fáciles a las preguntas que todo esto plantea si vamos aún más al fondo del breve relato, pero elegir a Barrabás ciertamente representa una advertencia solemne para todos nosotros.
Un incidente clave parece particularmente importante para la vida eclesiástica y nacional. Los primeros tres evangelios nos dicen que las multitudes, alentadas por sus líderes religiosos, exigen que Pilato libere a Barrabás y crucifique al Señor Jesús en su lugar.
¿Cómo llama la Cristiandad de hoy en día a sus líderes religiosos? Si sustituimos en el texto bíblico la palabra que responde esta pregunta, el breve relato se transforma en una profecía que se ha estado cumpliendo por casi dos mil años en la historia de la cristiandad. Una profecía cuyo cumplimiento final está a las puertas.
El que tenga oídos para oír... (Ap 2:11)
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Principales publicaciones período 2020-2022 (al final del artículo).
Principales publicaciones período 2011-2019.
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