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QUÉDATE EN LA CASA DEL LUTO



Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón
 (Ec 7:2).

“Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón” (Ec 7:3).

“El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría” (Ec 7:4).

El escritor de Eclesiastés da a conocer algo que es muy interesante, inquietante, ya que contra todo convencionalismo social hace un llamado a ir a la casa del luto. Es decir, ir a un lugar donde podamos lamentar, meditar y reflexionar sobre la muerte. Contrasta este lugar con la casa de la alegría, y la coloca a esta como la habitación de la insensatez: la reunión de los necios.

Cuando el escritor da a conocer esto lo hace para dar a entender la importancia de la transformación del pensamiento, y que este pensamiento puede enmendar tu camino; no así el que vive en banquete continuo o solo en la alegría, porque allí no hay un pensamiento que te lleve a meditar, y, en consecuencia, a que enmiendes tu camino.

Por esto mismo Eclesiastés 7:3 dice que es mejor el pesar que la risa, porque la tristeza del rostro corregirá el corazón.

La ventaja que tenemos de llevar nuestro corazón a la casa del luto es que podemos experimentar transformaciones, correcciones, razones de prudencia y sabiduría para nuestra salvación eterna.

“Has cambiado mi lamento en baile; Desataste mi silicio, y me ceñiste de alegría” (Sal 30:11).

“Porque un momento será su ira, Pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, Y a la mañana vendrá la alegría” (Sal 30:5).

“Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Sal 126:6).

Cuando vemos esto desde la perspectiva de Cristo comprendemos mejor esta palabras del Señor Jesús:

De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por le gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo” (Jn 16:20-22). 

El Señor dijo esto porque iba a ser crucificado, indicando que vendría su muerte, y que ellos llorarían y lamentarían, pero que luego esto iba a ser transformado en gozo.

Indica lo que el Señor padeció en el Gólgota cuando fue crucificado. Debemos lamentar que un Hombre Justo diera su vida en un madero, porque este era el fin que te esperaba a ti y a mí. Debemos ser de corazón sabio y colocar nuestra atención en lo que le sucedió al Señor en el calvario, y depositar nuestro corazón ahí porque el Gólgota junto con la crucifixión de Cristo revelan la casa del luto. 

Ya que el Gólgota es un lugar de muerte y ahí fue crucificado nuestro Salvador, debemos velar; es decir, meditar en la muerte, y aprehender lo que Él padeció por causa de nuestras rebeliones. Él fue hecho pecado para que nosotros fuésemos justificados ante Dios en Él.

Seamos sabios y vayamos al Gólgota, y veamos al Señor crucificado, y propongamonos no pensar en ninguna otra cosa sino en el Señor Jesucristo, y este crucificado: porque este es el fin de todos nosotros. 

Pongamos el pensamiento de la muerte en nuestro corazón, porque, aunque la tristeza pueda llenar nuestras almas, esto enmendará nuestro corazón, además de que nuestra tristeza será transformada en gozo y este gozo no nos será quitado.


“Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Co 2:2).

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co 5:21).

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is 53:5).  

“Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota” (Jn 19:17).

Si ir a la casa del luto—si visitar el lugar en que pensamos en la muerte: la de nuestro Salvador, la de nuestros seres queridos y la que nos ha de sobrevenir a nosotros mismos cualquier día—es algo que la Palabra nos exhorta a hacer... ¡Cuánto mejor es quedarnos ahí!

Si tu casa esta pintada con el color de las grandes penas y desgracias, regresa a ella de la vana esperanza, desde donde fuiste llevado, a la desierta mesa, a la ruinosa sala. Porque mejor es el pesar que la risa. Mejor es permanecer en la casa del luto que en la casa del banquete. Porque donde estás, no hay ni propósito ni conocimiento ni sabiduría.

Mejor el día de la muerte que el día del nacimiento” (Ec 7:1b).

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