Creer “que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día” (1 Co. 15:3-4). “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro. 10:9-10).
La palabra clave de estos pasajes es “creer”, que significa “confiar en”; “tener fe en”. Es una palabra enfática, muy fuerte en griego. Va más allá de un mero asentimiento o reconocimiento intelectual. La persona que de veras cree en Cristo Jesús confiesa su fe en Él no sólo con la boca, sino con sus acciones y vida diaria.
El mismo Señor Jesús igualó “creer” a comer, a beber (Jn. 6:56); es decir, a acciones vitales y evidentes tanto para quien las realiza como para todos los que lo vean realizarlas.
El aspecto más importante de “creer” es que NO es una confesión de fe que realizas una sola vez en la vida. “Creer”, como lo define el Señor, es una acción que llevas a cabo a cada momento. Es una fe constante, vital, que no sólo te cambió la vida una vez, sino que continúa su proceso cambiando y moldeando tu carácter...hasta el fin. Hasta tu último aliento de vida.
El apóstol inspirado por Dios nos dice que a través de la fe en Cristo hemos sido reconciliados con Dios: “Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio” (Col 1:22-23).
Esta es una acción imperativa: permanecer, estar firmes, sin que nos movamos del fundamento. Es permaneciendo en Cristo Jesús que llevamos fruto (Jn. 15:4-5). La savia vital de la vid fluye de forma natural a través de las ramas y las hace producir fruto.
El Señor Jesús enseñó esta verdad a través de muchas parábolas. Una parábola es una historia con una enseñanza espiritual. La primera parábola que enseñó es la parábola del sembrador (Mt. 13:1-23; Mr. 4:1-9; Lc. 8:4-8). Cuando los discípulos le preguntaron en privado acerca del significado de esta parábola el Señor les respondió: “¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?” (Mr. 4:13). En otras palabras: Si no entienden ÉSTA parábola, no podrán entender las demás.
Esta parábola es clave. Debes entenderla correctamente, o nada más de lo que creas entender tendrá en realidad el sentido exacto.
El Señor nos cuenta la historia de un sembrador que siembra semilla a destajo: arrojándola vastamente con su mano, con un movimiento fuerte y amplio del brazo, sin preocuparse de dónde cae.
4 Tipos de Tierra—4 Tipos de Personas—4 Tipos de Corazones
La interpretación correcta de la historia nos la da el Señor mismo.
La semilla es la Palabra de Dios (Mt. 13:19a).
- Parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron (Mt. 13:4). La semilla que cayó junto al camino nunca caló profundo; quedó en la superficie brevemente y luego se perdió. Algunas personas oyen el evangelio pero no lo entienden o lo entienden mal (Mt. 13:19). No los afecta. No lo reciben. Nunca experimentan la salvación.
- Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó (Mt. 13:5-6). La semilla que cayó en pedregales representa a alguien que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo (cree, recibe la salvación); pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración. Al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza (Mt. 13:20-21). La persona se entusiasma momentáneamente poniendo atención sólo al aspecto positivo del evangelio. Cree, recibe la salvación. Pero cuando la cruda realidad de la vida se impone, cae de la fe, y se aparta del Señor. Pierde su salvación.
- Parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron (Mt. 13:7). La semilla que cayó entre espinos representa a quien el afán de esta vida y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa (Mt. 13:22). Al principio cree y recibe la salvación. Pero luego ve que el costo del evangelio es demasiado: tiene mucho que perder. Nunca desarrollará su total potencial humano. Nunca alcanzará la prosperidad material si no se empeña en ello con afán. Deja el evangelio y, por ende, pierde su salvación.
- La semilla que cayó en buena tierra, y da fruto en diferentes grados (Mt. 13:23) representa a quien persevera hasta el fin, y retiene su salvación (Mt. 24:13)
La enseñanza de la parábola es: ara la tierra de tu corazón. Saca de él todo lo que estorbe el crecimiento de la Palabra. Batalla por permanecer en la fe (Jud 1:3). Entiende que estás en medio de una batalla espiritual (1 P. 5:8). Es tu responsabilidad alimentar al Espíritu con la Palabra de Dios diariamente—estudiarla, entenderla, no sólo leerla pasivamente. Conviértete en un discípulo, en una discípula; trabaja para que tu fe desarrolle raíces profundas. Pedro lo describe de esta manera:
“Poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
“Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.
“Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P. 1:5-11).
Nótese cómo debemos poner estas 8 cualidades una sobre la otra:
Primero fe;
luego virtud;
luego conocimiento;
después dominio propio;
después paciencia,
luego piedad,
luego amor fraternal,
y finalmente amor.
El punto de partida es diligencia. Esto es, dedicación, consagración, visión túnel, total convencimiento de estar haciendo lo correcto, fervor, celo, intransigencia en la decisión tomada, sacrificio de lo que sea necesario (Mt 5:29-30).
El Señor Jesús no dice que esta sea la parábola más importante sin motivo: Es una solemne advertencia.
¡Cristiano, has sido advertido!
¡Cristiana, has sido advertida!
Nuestra fe debe ser cuidada. Trabajada. Preservada. Desarrollada de manera sistemática, diariamente, de día y de noche.
¿Es este principio mencionado en otras partes del Nuevo Testamento? Sí, lo es.
En el libro de Hebreos hay 5 ejemplos e ilustraciones que nos ponen en guardia acerca de los peligros de descuidar nuestra salvación: porque el resultado de este descuido es la perdición eterna. Los veremos próximamente.
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