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miércoles, 4 de agosto de 2021

¿JUZGAR O NO JUZGAR A OTROS?

El mandato del Señor Jesús de no juzgar a los demás podría ser el más ampliamente citado de sus dichos, aunque casi invariablemente se cita descuidando totalmente su contexto. Aquí está la declaración del Señor: “No juzguéis, para que no seáis juzgados (Mateo 7:1). Muchas personas usan este versículo en un intento por silenciar a sus críticos, interpretando que el Señor Jesús quería decir “No tienes el derecho de decirme que estoy equivocado”. Tomado en forma aislada, el mandato del Señor Jesús, No juzguéis parece en efecto excluir toda evaluación negativa. Sin embargo, hay mucho más respecto a este pasaje que esas dos palabras.

El mandamiento bíblico de que no juzguemos a los demás no significa que no podamos mostrar discernimiento. No mucho después de que el Señor dijo: No juzguéis”, afirmó: No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos (Mateo 7:6). Poco después en el mismo sermón, dice: Guardaos de los falsos profetas… Por sus frutos los conoceréis(Mateo 7:15-16). ¿Cómo vamos a discernir quiénes son los perros, los cerdos y los falsos profetas a menos que tengamos la capacidad de hacer un juicio sobre las doctrinas y los hechos? El Señor Jesús nos está ordenando que distingamos entre el bien y mal.

Además, el mandamiento bíblico de que no juzguemos a los demás no significa que todas las acciones sean igualmente morales o que la verdad sea relativa. La Biblia claramente enseña que la verdad es objetiva, eterna e inseparable del carácter de Dios. Cualquier cosa que contradiga la verdad es mentira, pero desde luego llamar a algo mentira es juzgar. Decir que el adulterio o el asesinato son pecados es igualmente juzgar, pero también lo es estar de acuerdo con Dios. Cuando el Señor Jesús habló de no juzgar a los demás no quería decir que no debamos identificar el pecado como lo que es, con base en la definición de pecado que da Dios.

Y el mandamiento bíblico de que no juzguemos a los demás no significa que no deba haber ningún mecanismo para lidiar con el pecado. La Biblia tiene todo un libro titulado Jueces. Los jueces del Antiguo Testamento eran levantados por Dios mismo para juzgar (Jueces 2:18). El moderno sistema judicial, incluyendo a sus jueces, es una parte necesaria de la sociedad. Al decir No juzguéis el Señor no estaba diciendo: “Déjalo ser.

En otro pasaje, el Señor Jesús ordena directamente juzgar: No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio (Juan 7:24). Aquí tenemos una pista sobre el tipo correcto versus el tipo incorrecto de juicio. Usando este versículo y varios otros, podemos elaborar una descripción del tipo de juicio que es pecaminoso:

El juicio superficial es malo. Juzgar a alguien con base sólo en las apariencias es pecado (Juan 7:24). Es absurdo sacar conclusiones antes de investigar los hechos (Proverbios 18:13). Simón el fariseo juzgó a una mujer con base en su apariencia y reputación, pero no pudo ver que la mujer había sido perdonada; por tanto, se hizo merecedor de la reprensión del Señor Jesús por su juicio injusto (Lucas 7: 36-50).

El juicio hipócrita es malo. El mandato del Señor Jesús de no juzgar a los demás en Mateo 7:1 está precedido por comparaciones con los hipócritas (Mateo 6: 2, 5, 16) y seguido por una advertencia contra la hipocresía (Mateo 7: 3-5). Cuando señalamos el pecado de otros mientras cometemos el mismo pecado, nos condenamos a nosotros mismos (Romanos 2: 1).

El juicio destructivo e implacable es malo. Debemos [mostrar] toda mansedumbre para con todos los hombres (Tito 3: 2). Los misericordiosos alcanzarán misericordia (Mateo 5: 7), y, como el Señor advierte: Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido (Mateo 7:2).

El juicio santurrón es malo. Estamos llamados a la humildad y Dios resiste a los soberbios (Santiago 4: 6). El fariseo de la parábola del Señor sobre el fariseo y el publicano confiaba en su propia justicia y desde esa orgullosa posición juzgó al publicano; sin embargo, Dios ve el corazón y se negó a perdonar el pecado del fariseo (Lucas 18: 9-14).

El juicio falso es malo. La Biblia claramente prohíbe dar falso testimonio (Proverbios 19: 5). Que a nadie difamen (Tito 3: 2).

A los cristianos se nos acusa a menudo de juzgar o de ser intolerantes cuando hablamos contra el pecado que cometen otras personas. Pero oponerse al pecado no es malo. El hecho de mantener la norma de la justicia define naturalmente la injusticia y atrae los golpes y los dardos de los que optan por el pecado más bien que por la vida que agrada a Dios. Juan el Bautista incurrió en la ira de Herodías cuando habló en contra del adulterio de ella con Herodes (Marcos 6: 18-19). Con el tiempo ella silenció a Juan, pero no pudo silenciar la verdad (Isaías 40: 8).

A los creyentes se nos advierte contra juzgar a los demás en forma injusta o parcial, pero el Señor Jesús elogia el juicio justo (Juan 7:24, Biblia Reina Valera). Debemos discernir (Colosenses 1:9; 1 Tesalonicenses 5:21). Debemos predicar todo el consejo de Dios, incluyendo la enseñanza de la Biblia sobre el pecado (Hechos 20:27; 2 Timoteo 4: 2). Debemos enfrentar con mansedumbre a los hermanos o hermanas en Cristo que se han desviado (Gálatas 6: 1). Debemos practicar la disciplina de la iglesia (Mateo 18:15-17) y decir la verdad con compasión por el pecador (Efesios 4:15). 

El apóstol Pablo le dedica dos capítulo enteros a la enseñanza práctica de juzgar al o a los hermanos que andan en pecado (1 Corintios 5 y 6), y termina el primer pasaje diciendo: Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros (1 Corintios 5:9-13). 

El segundo pasaje lo comienza así: ¿Osa alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, ir a juicio delante de los injustos, y no delante de los santos? ¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia? Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanossino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos? (1 Corintios 6:1-6).

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