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viernes, 16 de junio de 2023

JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Primera Parte

 


Puede ser bueno, antes de que consideremos la historia de El Progreso del PeregrinoViaje de Cristiano a la Ciudad Celestial bajo el símil de un sueño, dedicar un poco de tiempo a la historia del hombre que escribió este libro, que ha sido clasificado, por aquellos bien calificados para juzgar, como el segundo mejor libro después de la Biblia. Su biografía es tan interesante como su libro, y veremos más tarde cuánto de la historia de su propia vida se ha entretejido en la textura de su alegoría inmortal.

En algún momento durante el año 1628 John Bunyan nació en la pequeña aldea de Elstow, cerca de la ciudad de Bedford, en Bedfordshire, Inglaterra.

Sabemos muy poco de sus progenitores excepto que su padre era un hojalatero de oficio y extremadamente pobre. John Bunyan, en años posteriores escribió “Mis progenitores eran de una clase baja e insignificante. El oficio de mi padre era la más despreciada ocupación de esos días”.

Podemos estar agradecidos de que “Dios no hace acepción de personas”, y que Él ha declarado en Su palabra: “Mirad, pues, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Co 1:26-27).

No importa cuán pobre sea un hombre, o cuán humilde sea su posición en la vida; en el momento en que ese hombre se vuelve un hijo de Dios, es hecho heredero de Dios y coheredero con el Señor Jesucristo. “Él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo” (Sal. 113:7-8).

Su educación fue tal como la gente pobre de ese día podía permitirse. Apenas había captado los principios básicos de la lectura y la escritura cuando fue sacado de la escuela para trabajar con su padre reparando ollas y sartenes, y así ayudar a mantener al siempre presente lobo del hambre alejado de la casa. 

Pronto olvidó lo poco que había aprendido en la escuela, y rápidamente se volvió un muchacho ocioso, que para jurar, mentir y blasfemar tenía pocos competidores en el barrio. Era unos de los cabecillas en Pueblo Impío. No le importaba nada la palabra de Dios ni el amado Hijo de Dios; ni pensaba jamás en su estado eterno ante Dios, o dónde pasaría la eternidad. Deseaba seguir su propio camino, y nada le complacía más que cuando se entregaba a todo tipo de placeres pecaminosos. 

Esta es una descripción gráfica de la condición natural de todos. Podemos no haber llegado a los mismos extremos en el pecado como lo hizo John Bunyan, pero nada cambia el hecho de que Dios en Su palabra ha declarado: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro 3:10-12).

En su juventud, Bunyan se enlistó como soldado y participó en la Guerra civil que entonces se estaba librando entre el Parlamento y el Rey. En el sitio de Leicester estuvo entre los que recibieron la orden de dar un asalto, pero otro hombre obtuvo permiso para ir en lugar de él, y en la primera parte de la batalla fue acribillado. Esto le hizo pensar seriamente en las cosas eternas, pero como muchos otros trató de desechar estos pensamientos sumergiéndose más profundamente en los placeres del pecado, hasta que se hizo notorio en el campo de batalla por su impiedad y vicio. Una y otra vez Dios lo llamó. Fue rescatado de morir ahogado muchas veces y en otras ocasiones fue librado de la muerte de una manera maravillosa; pero a pesar de todas estas señales del amor, la paciencia, la bondad y la longanimidad de Dios, no se arrepintió (Ro 2:4). Parecía decidido a ir por su cuenta y convertirse en “el amo de su destino y el capitán de su alma”.

A la temprana edad de diecinueve años, John Bunyan se casó. Toda la dote que su mujer aportó al matrimonio fueron dos buenos libros que su padre, un hombre muy pobre pero piadoso, le dio. Estos libros eran El Camino Sencillo al Cielo, del puritano Arthur Dent y La Práctica de la Piedad, de Lewis Bayly. Para entonces, Bunyan ya había perdido prácticamente la facultad de leer; así que su mujer comenzó a leérselos con frecuencia, aprovechando la oportunidad para explicarle la vida santa que su padre había llevado. Más adelante ella lo animó y ayudó a leer estos dos excelentes libros por sí mismo, y lo convenció a que diera vuelta la página de su vida y adoptara una vida religiosa. A Bunyan esto le pareció una muy buena idea, y comenzó a asistir cada domingo dos veces a la iglesia, repitiendo en voz alta los pasajes de la Biblia que se recitaban en los servicios y cantando lo mejor que podía los himnos. Pero continuó aferrándose a sus pecados. Tuvo que aprender, como todos los que esperamos estar en el cielo un día, que reformarse y profesar la religión no son sustitutos del nuevo nacimiento o la regeneración espiritual. Las palabras de nuestro Señor Jesús, dirigidas al más moral y religioso hombre de su tiempo, necesitan ser cuidadosamente ponderadas por nosotros: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn 3:3).

Apenas tomó su bate para jugar un juego llamado “gato”, cuando de repente le pareció oír una voz del cielo que le decía: “¿Quieres dejar tus pecados e ir al cielo; o retener tus pecados e ir al infierno?” Le pareció que Cristo estaba de pie frente a él, y estaba a punto de sentenciarlo a su bien merecido castigo eterno. Dejó el juego por un unos momentos, y reflexionó sobre esto. Finalmente concluyó: “Si ya estoy condenado, es lo mismo que sea condenado por muchos pecados como por unos pocos”. Tras su temeraria decisión, volvió a su juego otra vez, y ninguno de sus amigos adivinó ni por un momento qué horrible transacción había tomado lugar en su corazón. Así Bunyan volvió a rechazar la graciosa oportunidad del Dios que lo amaba. Antes de juzgarlo por esto, preguntémonos a nosotros mismos: “¿He rechazado alguna vez el mensaje de Dios para mí?” Piensa en las muchas veces que Dios te ha hablado a través de alguna predica, o por medio de algún tratado del evangelio, o por la muerte de algún pariente y amigo. ¿Hemos prestado atención al mensaje y nos hemos vuelto hacia el Salvador?¿O, como Bunyan, hemos endurecido nuestros corazones y hemos vuelto en vez a apartar nuestros oídos de la verdad? Presta atención a la voz de Dios que te habla diciendo: “Por lo cual teme, no sea que en su ira te quite con golpe, el cual no puedas apartar de ti ni con gran rescate” (Job 36:18).

Sin embargo, la conciencia de Bunyan no estaba tranquila. A pesar de su rechazo a las advertencias celestiales, Dios misericordiosamente continuó tratando con él, y trató de llevarlo al arrepentimiento. Un día mientras maldecía y juraba con algunos de sus impíos amigotes, una de las peores mujeres del pueblo pasó por su lado, y al oír su lenguaje aterrador y vulgar lo reprendió con estas palabras: “¡Miserable impío! Nunca escuché tal
vulgaridad en mi vida! Eres suficiente para arruinar toda la juventud del pueblo con tu sucia boca”. Esta reprensión lo avergonzó, viniendo como lo hizo de una mujer de mala reputación. Una vez más, decidió convertirse en un hombre mejor y dejar esa conducta vil. Esta vez persistió hasta el punto en que todos se maravillaban del cambio y hablaban bien de él. Esto le complació considerablemente, y se volvió bastante orgulloso de su logro. Practicó la abnegación, pensando que al hacerlo ganaría más favor con Dios. Dejó de frecuentar salones de baile y juegos, por mucho que anhelara continuar visitándolos en secreto. Era muy aficionado al juego de hacer sonar la campana, pero esto también se negó a continuar haciéndolo, pensando que al negarse él ganaría el favor de Dios. A menudo se paraba fuera del salón de juego y miraba con anhelo hacia adentro dentro mientras sus amigos tocaban las campanas; pero él tenía miedo de entrar, no sea que en el juicio de Dios se hiciese venir sobre él y una de las campanas cayera de su lugar y lo matara.

Su decisión de renunciar a los salones finalmente lo tranquilizó, y se mantuvo alejado de esos lugares por completo, y a los ojos de los vecinos se convirtió en el modelo de lo que debe ser un cristiano.

¡Ay de John Bunyan! Estaba cometiendo el error que muchos, tanto antes y como desde su día, han cometido. Él estaba tratando de salvarse a sí mismo sobre la base de sus propias buenas obras, resoluciones y ejercicios religiosos; mientras que Dios clara y detalladamente ha declarado en Su palabra: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef 2:8-9). 

Y de nuevo: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tit 3:5). 

Dios no salva a los pecadores por las buenas obras que han hecho o alguna vez harán; si no debido a la obra que Su Hijo amado ha realizado en la cruz del Calvario, cuando cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, y murió en lugar de nosotros, cumpliendo así el juicio de Dios contra el culpable pecador. El que busca ser justificado por sus propias obras, por lo tanto, ignora y rechaza la única provisión que Dios en Su gracia ofrece a los hijos perdidos y culpables de hombres: Cristo Jesús y su sacrifico en la cruz.

De hecho, el mismo John Bunyan luego describió su condición durante este período con estas palabras: “Yo no era más que un pobre hipócrita. Hice todo lo que hice, ya sea para ser visto o para que los demás hablaran bien de mí. No conocía yo ni a Cristo, ni la gracia, ni la fe, ni la esperanza”.

No caigamos nosotros en este mismo error, sino que dándonos por perdidos para siempre a causa de nuestros pecados, y reconociendo tan miserable condición, confiemos en la obra acabada del amado Hijo de Dios, y recibámoslo con fe sencilla para que sea nuestro Salvador personal, y podamos declarar: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro 5:1).

Sin embargo, se avecinaban tiempos mejores para Bunyan porque un día, mientras caminaba por las calles de Bedford, gritando como su oficio lo exigía: “¡Ollas y sartenes reparooo...!”, vio a algunas mujeres pobres sentadas a la puerta de una casa que hablaban entre sí de tal una manera como Bunyan nunca había oído antes. Hablaban con convicción de la salvación de su alma; de lo precioso del Señor Jesús; de su conocimiento de Él como su Salvador personal; y al mismo tiempo, de la miseria de su estado, por naturaleza pecaminoso, de sus corazones. Todo esto era nuevo para él, y las escuchó con gran atención, y luego se acercó a ellas para obtener su consejo en cuanto a su propio estado ante Dios.

Ellas le mostraron ante todo su necesidad del Salvador. Allí se le reveló por primera vez en su vida que todas sus propias justicias, en las cuales había estado confiando, eran a los ojos de Dios como trapo de inmundicia (Is 64:6); que a pesar de todos sus esfuerzos por agradar a Dios esto era algo completamente imposible de lograr, porque “los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Ro 8:8). Le señalaron que esto es así “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Ro 10:3). En otras palabras, Bunyan vio su verdadero estado a los ojos de Dios: el de un pecador condenado, indefenso, perdido y culpable.

A continuación, le señalaron el maravilloso amor de Dios al dar a su único Hijo, quien vino del cielo para buscar y salvar a los perdidos y quien, en la cruz del calvario sufrió el justo juicio de Dios que debería caer sobre nosotros, los injustos. Él murió por nosotros para poder llevarnos a Dios sólo por aceptar su muerte a nuestro favor. La Biblia muestra que toda la obra necesaria para la salvación de los pecadores perdidos y arruinados, el Señor Jesús la había hecho a través del sacrificio de Él mismo. Luego le señalaron el plan fácil, sencillo y sin trabas de la salvación por medio de la fe en la obra terminada de Cristo y la aceptación de Él como Salvador, y la confesión de Él como Señor: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro 10:9-10).

Así John Bunyan, por primera vez en su vida, escuchó el evangelio de la gracia de Dios, quien usó el testimonio de estas mujeres sencillas pero piadosas para despertarlo a la conciencia de su profunda necesidad de salvación. Ahora comenzó a leer la Biblia por sí mismo, y se confirmó en su creencia de que lo que las mujeres le habían dicho era verdad. El resultado de esta lectura de las Escrituras fue producir en él un profundo sentido de culpa y pecado. Al ver cuánto el Dios santo, justo y recto odiaba el pecado, y cuán gravemente había él pecado contra Dios, comenzó a darse cuenta de que sus pecados eran en verdad una carga, y que a los ojos de Dios solo merecía Su justa ira, la condenación y destierro de Su presencia por toda la eternidad. Me pregunto cuántos de mis lectores han descubierto esto por sí mismos. Tal vez algunos estén tratando, como Bunyan, de hacerse aptos para la salvación mediante sus buenas obras y observancias religiosas, e ignorando que Dios ha dicho: “Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él” (Ro 3:20). Recuerda eso: Nunca podrás saber que eres salvo, hasta que reconozcas que estás completamente perdido.

Bunyan luego comenzó a hacer preguntas a estas mujeres cristianas que ellas no pudieron responder. Estaba poseído por inquietudes muy apremiantes, y lo que habría satisfecho a la mayoría de la gente fracasó por completo en darle la paz que estaba buscando. Tan pronto como se resolvía una dificultad, otra tomaba su lugar, hasta que perdió la esperanza de encontrar alguna vez la paz que buscaba. Las mujeres le aconsejaron que acudiera al pastor de ellas, un hombre llamado Sr. Gifford, que conocía las Escrituras mucho mejor que ellas, y él probablemente resolvería todas sus inquietudes. Así aconsejado, Bunyan fue a ver al Sr. Gifford, y este fue de gran ayuda por su juicio sobrio y su excelente comprensión de la palabra de Dios. Se le dijo que estudiara la Biblia más detenidamente y que descansara con la fe de un niño en lo que encontrara registrado en ella; porque sólo entonces podría tener un fundamento seguro sobre el cual descansar para la convicción de su salvación eterna.

El resultado de este estudio adicional de las Sagradas Escrituras fue impresionarlo más profundamente con el sentido de su culpa; a menudo se retiraba a la privacidad de su pequeño ático y clamaba a Dios por misericordia. Le parecía que cuanto más se esforzaba por obtener la paz, más profunda se volvía su angustia; y cuanto más buscaba llegar a Dios, más Dios parecía apartarse de él. Tenía que aprender, como todo el que se salva, que no nos salvamos por intentarlo; de nosotros mismos no puede venir ninguna ayuda. Debemos hacer lo que nos dice la Escritura inspirada: “No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Is 45:21-22).

A menudo vagaba por los campos al anochecer, para estar a solas con Dios y clamar desde lo más profundo de su corazón: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hch 16:30). A veces pensaba que estaba poseído por un demonio. Habría cambiado gustosamente su vida por la de un perro. Lamentó el día en que había nacido y fue el más miserable de todos los hombres. A veces estuvo tentado a quitarse la vida, pero tenía miedo de hacerlo, porque sabía que esto no haría más que sellar su destino eterno. Verdaderamente, no hay mayor angustia que la angustia del alma: “Un espíritu herido, ¿quién puede soportarlo?” (Pr 18:14). Sin embargo, podemos dar gracias a Dios por la profunda experiencia por la que pasó Bunyan, porque cuando llegó la liberación, pudo de una manera peculiar entrar en las dificultades del alma de otros, y así ser de gran ayuda para ellos.

En una ocasión, cuando estaba particularmente deprimido, le vino a la mente el pensamiento de que había cometido el pecado imperdonable y, en consecuencia, no podía ser salvado, por mucho que lo deseara. En este estado de ánimo consultó a un anciano cristiano y le confió esta nueva inquietud. Para su consternación, este cristiano, que debería haber sabido mejor, le dijo que probablemente tenía razón, que probablemente había cometido el pecado imperdonable. Así Bunyan probó la verdad de la Escritura que dice: “Vana es la ayuda del hombre” (Sal 108:12). El efecto de esta experiencia fue llevarlo más y más a la infalible palabra de Dios que es la única que puede hacer al pecador “sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti 3:15).

Quizás Dios esté tratando contigo, lector, en este mismo momento. Quizás está mostrándote tu necesidad de regeneración, y también tu impotencia para salvarte a ti mismo. Dios hace esto para que puedas ser llevado al final de ti mismo, y llevado a ver que tu única esperanza para el tiempo y la eternidad está en la obra que el Señor Jesús realizó en la cruz cuando quitó el pecado por el sacrificio de sí mismo (He 9:26). Un hombre dijo una vez que le tomó cuarenta años aprender tres cosas: Primero, que no podía hacer nada para salvarse a sí mismo. Segundo, que Dios no quería que él hiciera nada para salvarse a sí mismo. Tercero, que el Señor Jesús había terminado, total y completamente, a entera satisfacción de Dios, toda la obra necesaria para salvar al pecador perdido y culpable que simplemente confiara en Él.

Fue mientras Bunyan pasaba por este período de profundo examen de su alma, que llegó a su posesión un libro que fue de gran ayuda para a él. Era el Comentario Sobre la Epístola de Pablo a los Gálatas de Lutero. ¡Este libro describía tan de cerca su condición, dificultades, dudas y temores que pensó que Lutero debió haber escrito este libro para su beneficio personal! Puso este libro al lado de su Biblia, y pasó horas leyéndolo y comparándolo muy diligentemente con la Biblia. No es de extrañar que cuando Bunyan fue salvo por la gracia de Dios, Dios lo usó poderosamente para ayudar a otros en el camino de la salvación. Dios ha dicho: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros” (Jer 29:13-14). Si Dios está tratando contigo ahora, no te des descanso ni paz hasta que llegues a la convicción de la salvación revelada en la preciosa palabra de Dios a través de la fe en el Hijo de Dios crucificado y resucitado.

Es difícil decir cuándo la verdad salvadora del alma irrumpió en el corazón oscurecido de John Bunyan, porque el diablo con sus dardos de fuego de duda siempre estaba listo para apagar cualquier pequeña luz que recibiera de la palabra de Dios. Su libro, Abundante Gracia Para El Más Grande De Los Pecadores, registra sus experiencias y debe ser leído por todos los que deseen un conocimiento más completo de su conversión. En esta autobiografía, habla de una ocasión en la que le preguntó a su mujer si recordaba un pasaje de las Escrituras que contenía las palabras “Sino que os habéis acercado a Jesús”. Ella no podía recordarlo, así que él comenzó a leer su Nuevo Testamento hasta que llegó a esas palabras: “Sino que os habéis acercado...  a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (He 12:22-24). 

Al leer estas palabras, un torrente de luz divina pareció llenar su alma al darse cuenta de que el Señor Jesucristo era el único Salvador y Mediador, y que la salvación, plena, gratuita y eterna, es posesión de todos los que confían en Él y descansan en Su obra terminada. Creyó en el alegre mensaje, y esa noche apenas pudo dormir por el gozo que lo llenó en el sentido consciente del perdón de los pecados. Sin embargo, después de esta maravillosa experiencia, estaba de nuevo plagado por muchas dudas y, a menudo, se encontraba en lo más profundo de la desesperación.

La liberación llegó completa y finalmente un día mientras pasaba por un campo. Mientras meditaba, esta frase cayó sobre su alma: “Tu justicia está en los cielos”. Con el ojo de su alma vio que el Señor Jesucristo a la diestra de Dios era su Justificador. Percibió que Su obra en la cruz había satisfecho a Dios completamente en su nombre, en señal de lo cual Él había sido resucitado de entre los muertos y exaltado para ser Príncipe y Salvador. Vio por primera vez la gloriosa verdad de 2 Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Descubrió que su buen estado de ánimo no mejora su justificación ante Dios, ni tampoco su mal estado de ánimo lo empeora. Su justicia, su justificación, es una Persona, aquél que lo había amado y se había entregado por él y quien era el mismo ayer, hoy y siempre.

Todas las dudas de Bunyan ahora se disolvieron como la niebla al salir el sol del amanecer. Fue total y finalmente liberado de sus miedos viles, y trasladado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios. De ahora en adelante dejó de estar ocupado con sus propias preocupaciones, miedos, dudas, e inquietudes, y desvió la mirada de sí mismo hacia la Persona y la obra del Señor Jesús. ¡Quiera Dios que esta sea la experiencia de cada lector! Necesitamos que recuerdes, sin embargo, que no todas las personas tienen las mismas dificultades, dudas y temores, ni la misma profundidad de convicción de pecado que Bunyan experimentó. Pero todos los que son real y verdaderamente salvos han reconocido su lugar ante Dios como pecadores perdidos y culpables; y como tal han creído que Cristo murió por sus pecados, tomó su lugar en el Calvario y sufrió en su lugar. Lo han aceptado como su Salvador personal, y tienen la confianza de la palabra de Dios de que son salvos. 

Estimado lector, lee estas Escrituras por ti mismo (Ro 10:9-10; Jn 3:16; 5:24; Hch 16:30-31; Ef. 2:8-9) y no descanses hasta que estés seguro que el Señor ha lavado tus pecados con Su sangre.

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JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Segunda Parte


Bunyan ahora comenzó a confesar a Cristo como su Salvador ante los hombres; y viendo por la palabra de Dios que los creyentes eran bautizados tras su confesión de fe en Cristo, deseó así obedecer al Señor con el bautismo. En consecuencia, fue sumergido en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28:19; Mr 16:16; Hch 10: 47; Hch 16:30-33; Ro 6:3-11). 

En el pueblo de Bedford había una compañía de cristianos que eran llamados inconformistas” disidentes” porque no se ajustaban a las normas y reglamentos de la Iglesia Estatal. Estos hermanos creían, y con justa razón, que la palabra de Dios es la única regla para la fe y la práctica. Con esta compañía Bunyan se asoció y dio testimonio de la gran alegría que sentía mientras se sentaba alrededor de la mesa del Señor con el pueblo del Señor recordando Su muerte hasta que venga otra vez por los Suyos (Lc 22:19,20; 1 Co 11:23-26; Hch 20:7). 

Amigo lector, medita cuidadosamente estas Escrituras, y si eres hijo de Dios te alegrarás de escuchar la voz del Pastor (Jn 10:27) y así obedecerle en estas dos ordenanzas que Él instituyó para todos los que han confiado en Él como su Salvador. 

La experiencia por la que había pasado John Bunyan ahora le resultaba muy útil; y comenzó, cuando se le presentaba la oportunidad, a hablar del Señor Jesús tanto a los salvos como a los no salvos. No se adelantó al tiempo de Dios, sino que gradualmente floreció hasta convertirse en un claro y tosco predicador del glorioso Evangelio de la gracia de Dios, hasta que los llamados a escuchar llegaron a ser tantos que, después de considerarlo en oración, decidió abandonar su trabajo y dedicar todo su tiempo al ministerio de la palabra de Dios. Cientos vinieron a escucharlo de todas las clases y condiciones de la sociedad. A la gente sencilla le encantaba escucharlo predicar porque usaba un lenguaje que ellos podían entender; y su áspera elocuencia, nacida del sincero amor por sus almas, atraía y retenía su atención. Los ricos y educados también solían venir y escuchar al “hojalatero predicador”, como lo llamaban; y se maravillaban de la habilidad para predicar viniendo de alguien que había recibido tan poca educación. Muchas almas profesaron ser salvas bajo su ministerio, y los hijos de Dios fueron fortalecidos en la fe y crecían “en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 3:18).

Dio la casualidad, sin embargo, que había una ley en Inglaterra en esos días que decretaba que a sólo los ministros ordenados o a aquellos que pretendieran serlo, se les debía permitir predicar. Bunyan negó el derecho del Estado de decidir quién podía o no podía predicar. Lo suyo era producto de la poderosa ordenación de las manos traspasadas (Jn 15:16) y esto, en su mente, era todo lo que era necesario. Él había recibido su comisión del Comandante en Jefe de los Ejércitos de Dios, quien había dicho: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr 16:15) y en obediencia a su Señor iba por todas partes predicando el evangelio.

Esto atrajo la atención de las autoridades y la denuncia fue presentada contra él, pero debido a que los hermanos se unieron para apoyarlo, se abandonó la acusación. Luego vino la restauración de los Stuart al trono de Inglaterra, y un ministerio como el de Bunyan fue prohibido bajo severas penas de cárcel. Durante un tiempo, Bunyan solía disfrazarse para pasar desapercibido hasta llegar al lugar donde iba a predicar; pero pronto decidió prescindir de todo disfraz y predicar audazmente la palabra, prefiriendo obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch 5:29). Se le pidió predicar en el pueblo de Samsell y aceptó la invitación. Sus amigos le advirtieron que las autoridades de allí lo sabían y que iban a tomar medidas para detenerlo, pero él continuó audazmente, determinado a que nada ni nadie debía intimidarlo. Tenía la promesa de la presencia de su Señor, entonces, ¿por qué debería tener miedo de lo que el hombre le hiciera? (Mt 10:28)

Fue a Samsell para dirigir la reunión, y después de que comenzó el servicio con oración, leyó este texto: ¿Crees en el Hijo de Dios? (Jn 9:35). Y mientras procedía a hablar de él un policía entró y, mostrando una orden judicial, lo arrestó en el lugar. Fue llevado ante un juez de paz llamado Wingate quien trató de hacerle prometer que dejaría de predicar, y de encontrar fiadores que se comprometieran a ver que cumpliera su palabra. Pero Bunyan se negó resueltamente a hacerlo. En consecuencia, el juez Wingate el 13 de noviembre de 1660, lo encomendó a los tribunales de lo penal para que se viera cuándo sería llevado a juicio.

Unas semanas más tarde, cuando se reunieron los jueces, Bunyan fue llevado ante el tribunal en el que se sentaron los siguientes jueces: Keeling, Chester, Blundale, Beecher y Snagg. Luego se leyó su acusación: John Bunyan, de la ciudad de Bedford, trabajador, endiablada y perniciosamente se abstuvo de ir a la iglesia (estatal) a escuchar el servicio divino, y es el cabecilla y principal orador de varias reuniones ilícitas y convenciones religiosas, con gran perturbación y distracción de los buenos súbditos del reino, lo cual es contrario a las leyes de nuestro soberano señor, el rey.

Sin examinar a los testigos de las defensas, se le encontró culpable, y el juez Keeling lo condenó salvaje y amargamente como sigue: Escucha vuestra sentencia. Debéis ser devuelto a prisión, y allí yacer durante los tres meses siguientes; y al cabo de tres meses, si no os sometéis y vais a la iglesia (estatal) a escuchar el servicio divino y te vais a predicar por tu cuenta, debéis ser desterrado del reino; y si después de tal día que se os señale para iros fuereis hallado en este reino, seréis estirado por el cuello por ello. La respuesta de Bunyan es digna de recordar. Sin miedo y sin temor por estos jueces que tan injustamente lo habían condenado, él respondió: Si yo estuviera fuera de la cárcel hoy, predicaría de nuevo mañana. ¡Así que ayúdame Dios!

Bien podemos agradecer a Dios por hombres como John Bunyan. Los horrores de la prisión junto con la separación de su mujer e hijos no lo hizo transigir en sus convicciones. Es a tales hombres, que nosotros, en años posteriores, les estamos en deuda por la libertad religiosa que ahora disfrutamos. Estos hombres valoraban una buena conciencia con Dios más que una buena reputación entre los hombres. Valoraron más la libertad del cielo que la libertad de la tierra. Este es el tipo de cristianismo que el mundo respeta. Hay demasiados supuestos cristianos que son llevados de aquí para allá por opiniones y amenazas de los hombres, y adaptan su hablar a lo que le gusta y a lo que le disgusta a sus audiencias, y que aman la alabanza de los hombres más que la alabanza de Dios. En verdad, los tales tienen su recompensa, pero no en el cielo. Es debido a hombres como Bunyan que se nos permite predicar el evangelio libremente, sin que nadie se atreva a atemorizarnos. Recuerda, estimado lector, que estos privilegios que ahora disfrutamos han costado la sangre y lágrimas de miles que gustosamente sufrieron torturas, encarcelamientos, destierro y muerte, antes que negar la fe o mancillar su buena conciencia ante Dios. Nos corresponde a nosotros valorar y seguir su noble ejemplo.

La prisión donde estuvo confinado Bunyan era tan diferente de las prisiones modernas como la noche lo es del día. Era un lugar oscuro y húmedo situado al nivel del río Ouse, y a menudo estaba superpoblado, lo que lo convertía en uno de los lugares de confinamiento más asquerosos y repugnantes de Inglaterra. Bunyan pasó doce largos años en ese terrible lugar. Por alguna razón la sentencia de destierro nunca se ejecutó. Su caso provocó bastante lío y llegó a los juzgados en varias ocasiones; pero esto no lo ayudó, ya que los jueces parecían temerosos de ejecutar su sentencia, aunque ninguno tampoco tuvo el coraje de soltarlo, por lo que fue confinado en la cárcel de Bedford durante ese largo período. ¡Solo piénsalo! Muchos de los lectores del Peregrino aún no tienen doce años de edad y, sin embargo, durante este período de tiempo Bunyan era un prisionero de Cristo Jesús” (Ef 3:1), todo porque, como Daniel, él se atrevió a tener un propósito firme, y se atrevió a darlo a conocer.

Alguien ha dicho muy acertadamente que “La experiencia cristiana de alguien vale sólo lo que le costó. Le costó al apóstol Pablo la pérdida de todas las cosas y, en definitiva, su propia vida. A Bunyan le costó doce años en un calabozo repugnante. ¿Qué te ha costado a ti? ¿Qué has sufrido por causa del Evangelio?

¿Debemos nosotros ser llevados al cielo en un lecho de rosas mientras otros luchan por terminar la carrera y navegan por mares sangrientos?

En cualquier momento, si lo hubiera deseado, Bunyan podría haber obtenido su libertad prometiendo no predicar más; pero estaba hecho de una materia más dura que esto, y consideró un honor sufrir por Cristo y el evangelio.

No olvidemos que tenía mujer e hijos. ¿Cómo iba a sobrevivir su familia si el sostén de la familia estaba en la cárcel? Bunyan pudo ganar algo de dinero haciendo flecos y cordones para zapatos, pero esto no era suficiente para mantener a su familia. Entonces, ¿cómo fueron atendidos? El mismo Dios que da a las aves del cielo sus nidos, y a las flores del campo su vestidura, se aseguró de que durante todo el tiempo de la vida de su siervo en encarcelamiento todas las necesidades de su familia fueran satisfechas y no les faltara nada vital. Verdaderamente, las promesas de Dios no son meras palabras vacías, sino reales verdades de las que Sus hijos pueden  depender implícitamente. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil 4:19). Sobre estas preciosas y grandísimas promesas (2 P 1:4) Bunyan descansó con fe sencilla; y demostró, como miles de otros, que aquellos que confían en Dios completamente, lo encuentran completamente verdadero.

Mientras sus enemigos se regocijaban por haber acallado su voz disidente al ponerlo en prisión, no se dieron cuenta de que estaban cumpliendo el propósito de Dios. Todavía tenían que descubrir que Dios obra todas las cosas para el bien de los que le aman, que los son llamados conforme a Su propósito (Ro 8:28) y que Dios hace que la ira de Sus enemigos sea para Su alabanza, 

Es muy cierto que Bunyan fue excluido de entre los hombres, pero es igualmente cierto que fue reservado para Dios quien, de manera maravillosa, le abrió las Escrituras en la prisión. Como resultado de su mucho estudio de la Biblia y la oración persistente, la maravillosa historia de El Progreso del Peregrino comenzó a ser escrita mientras Bunyan estaba en la cárcel de Bedford, realizando una obra que Dios nunca podría haber hecho si él hubiera estado en libertad.

La prisión, por así decirlo, se convirtió en la universidad de Dios en la que John Bunyan fue educado por Él a través de Su palabra, y así capacitado por Dios mismo para escribir esta obra maestra de la literatura inglesa; esta, la mayor de las alegorías que ha sido utilizada para el despertar y la salvación de muchas miles de almas. ¡Que Dios en su gracia se complazca en usarla para tu salvación si aún no te has convertido! 

Cowper tenía razón cuando cantó:

Dios se mueve de una manera misteriosa,

Él planta sus pasos en lo profundo,

Y cabalga sobre la tormenta.

Profundo en minas insondables,

De habilidad que nunca falla,

Él atesora sus diseños brillantes

y obra su voluntad soberana.

Vosotros, santos temerosos, tomad nuevo valor,

Las nubes que tanto teméis

Son grandes en misericordia y se romperán

¡En bendiciones sobre vuestras cabezas!

A través de los años que han pasado, un número cada vez mayor de cristianos, por siglos y a lo largo y ancho del mundo, han encontrado en las páginas de El Progreso del Peregrino consuelo en los problemas, guía en dificultad y liberación de la esclavitud del legalismo. De hecho, toda la Iglesia ha sido edificada por esta hermosa alegoría en que la vida cristiana de principio a fin ha sido representada tan brillantemente.

El Progreso del Peregrino no se publicó hasta 1678, seis años después de que Bunyan había sido puesto en libertad. La manera en que él, junto con un gran número de otros inconformistas, como se les llamaba, obtuvieron su libertad es interesante. 

Algún tiempo después del regreso al trono de Carlos II, quien durante la Guerra Civil había huido a Francia, era esperado por una delegación de cuáqueros, uno de los cuales era un hombre llamado Carver. Este hombre le recordó al rey que durante su huida de Inglaterra después la batalla de Worchester, él lo había ayudado en su escape a Francia, y había sido él quien lo había llevado a tierra en un pequeño bote cuando un corsario había estado a punto de capturarlo. El rey recordó el incidente con emoción, entonces el viejo marinero intercedió ante él por los inconformistas en las prisiones inglesas. Le dijo: Ahora vengo a pedirte, rey, que seas amable con mis hermanos en su angustia, como yo fui bueno contigo en la tuya.

El rey respondió que Carver podría renovar su petición en otro momento y él la consideraría. Sin demora, Carver, junto con otros cuáqueros, apeló por la liberación de todos los inconformistas bajo todos los nombres por los que eran conocidos, y el resultado fue que el 13 de septiembre de 1672, Bunyan, junto con muchos otros, fue puesto en libertad. 

Habiendo ya muerto el Sr. Gifford, la iglesia que este pastoreara le solicitó a Bunyan convertirse en el pastor de la pequeña congregación en Bedford. Después mucha oración, decidió hacerlo y así reanudó su predicación del evangelio glorioso del Dios bendito, y fue otra vez poderosamente usado para la cosecha de muchas almas preciosas y la edificación de los creyentes en la santísima fe de Cristo Jesús.

Así libró Dios a su siervo conforme a todos Sus propósitosEl Progreso del Peregrino había sido escrito en la cárcel, entre lágrimas, oraciones y privaciones sin nombre. Bunyan había aprendido las cosas profundas de Dios en la soledad de su celda de prisión, y salió de ella un hombre transformado para mejor. El conocía a Dios mejor; conoció más íntimamente al Señor Jesús; conocía las Escrituras más plenamente, y podía decir como Pablo, por experiencia y no sólo aprendido de memoria: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil 4:11). En verdad, los muros no hacen una prisión, ni los barrotes de hierro una jaula. Los muros de piedra no pueden encerrar a un hijo de Dios, ni las barras de hierro a quien el Hijo de Dios ha hecho libre. El espíritu de John Bunyan estuvo sin trabas, su conciencia fue libre, y su lengua se convirtió en la pluma de un hábil escritor. Así, la cárcel de Bedford, oscura, húmeda y lúgubre, se convirtió en el lugar de nacimiento del segundo mejor libro después de la Biblia.

La primera edición de El Progreso del Peregrino fue publicada en 1678 por Nathaniel Ponder; y la portada dice lo siguiente:

“El progreso del peregrino de este mundo al venidero. Entregado bajo la semejanza de un sueño en donde se descubre la forma de su partida, su peligroso viaje y su llegada segura a la país deseado. Por John Bunyan. Licenciado e ingresado de acuerdo a orden. Londres, impreso por Nathaniel Ponder en el Peacock en el Poultrey cerca de Cornhill 1678.

Su popularidad quedó inmediatamente asegurada. Viejos y jóvenes, educados y incultos, clérigos y disidentes por igual, compraron el libro, y en diez años se habían publicado doce ediciones. Antes de que Bunyan muriera, se habían vendido más de 100.000 copias solo en Inglaterra. Desde entonces, ha sido traducido a más de cien idiomas y tiene una venta sólo superada por la Biblia. 

Se han erigido monumentos a la memoria de Bunyan, pero éstos, como todos los monumentos, se derrumbarán y caerán. El mayor monumento a su memoria es el libro que ha escrito, que vive en el corazón y en la vida de miles que, a través de la lectura de sus páginas, han sido llevados a ver su necesidad del Señor Jesús, y guiados a aceptar y confesar como Salvador y Señor, al Único cuya sangre preciosa aseguró nuestro perdón.

Posteriormente, Bunyan escribió muchos más libros, siendo el más grande de ellos La Guerra Santa, un libro que todo cristiano debería leer. Lord Macauley declaró que si El Progreso del Peregrino no se hubiera escrito, La Guerra Santa habría sido la alegoría más grande que existiera. 

Entre sus otros libros destacan como los más conocidos: La Vida y Muerte del Señor Malhombre, y Abundante Gracia para el Más Grande de los Pecadores. En total, Bunyan escribió y publicó unos sesenta volúmenes.

Durante los dieciséis años entre su liberación y su llamada a la Ciudad Celestial, Bunyan fue un hombre ocupado. Multitudes acudían a escucharlo predicar. A veces tenía 1.200 personas a las siete en punto de la mañana en el invierno, y dondequiera que iba, la gente se agolpaba para escucharlo. Muchos no podían acceder a los lugares a los que era invitado porque se repletaban hasta hacer imposible que una sola persona más pudiera entrar. 

Y Bunyan solo tenía un mensaje que predicar: La Suficiencia de la Palabra viviente, Cristo, y la Suficiencia de la Palabra Escrita—las Escrituras, para satisfacer todas las necesidades tanto del pecador como del santo; y estas verdades, predicadas en el poder del Espíritu Santo de Dios, fueron bendecidas para la salvación y edificación de miles de almas.

John Bunyan murió en el año 1688. La causa de su partida de este mundo fue como sigue. 

Un joven se había escapado de su casa, incurriendo así en el disgusto de sus padres. El joven deseaba una reconciliación con sus padres, y le preguntó al Sr. Bunyan si intentaría usar su influencia para lograr esto. Bunyan le prometió que lo intentaría. Viajó a la comarca en cuestión a caballo para ver a los padres del joven y se aseguró de su promesa de recibirlo de vuelta en el hogar. En el viaje de regreso fue alcanzado en un severa tormenta que le dio un fuerte resfrío. Debido al debilitamiento de su constitución física producto de sus experiencias carcelarias, rápidamente el resfrío se convirtió en algo más serio, y después de una enfermedad relativamente corta, el Soñador Inmortal, como se le llamaba, pasó a la presencia del Señor que había amado y servido tan bien. Mientras sus amigos lloraban junto a su cama, viendo cómo la vida de su querido amigo se desvanecía lentamente, Bunyan juntó sus fuerzas para decirles: No lloren por mí. Nos reuniremos todos dentro de poco para cantar un cántico nuevo y permanecer eternamente felices en un nuevo mundo sin fin.

El lugar de su muerte fue Snow Hill y su cuerpo fue puesto en el Bunhill Fields, el cementerio inconformista. Ahí espera el momento cuando su espíritu, que ya está con Cristo, en la venida del Señor Jesucristo, sea unido a un cuerpo transformado y glorificado, conforme al poder con que el Hijo de Dios atraerá todas cosas para sí mismo (Fil 3:21; 1 Ts 4:13-17). La sencilla inscripción de la lápida es: John Bunyan, autor de El Progreso del Peregrino, nació en 1628. Murió en 1688.

Que el libro que escribió, al estudiar sus páginas, se convierta para nosotros en la bendición ha sido para tantos antes que nosotros. Que su ejemplo cristiano de fortaleza y sincera devoción al Señor Jesús sea para cada lector una inspiración y aliento para no sólo comenzar el viaje de este mundo al que está por venir”, sino para que ese viaje de vida glorifique a Aquel cuya preciosa sangre hace posible El Progreso del Peregrino. ¡Qué sea para todos nosotros, los santos, el peregrinar por este mundo ingrato y condenado en verdad un progreso!

La historia está llena de verdad bíblica y grandes porciones de la misma son citadas prácticamente en cada párrafo. Que la buena semilla de las Sagradas Escrituras encuentre un lugar permanente en el corazón del lector; porque estamos seguros que los que son hijos de Dios se han hecho tales al nacer de nuevo, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre (1 P 1:23).

El Progreso del Peregrino es un libro sumamente importante por tres razones. Primera, porque nos habla del viaje más importante que cualquier persona puede hacer, a saber, un viaje de esta vida a la venidera, del tiempo a la eternidad. Segunda razón, porque revela a las personas más importantes que encontraremos en este viaje, y nos advierte o aconseja sobre cómo debemos recibir o rechazar sus conversaciones. 

Y, por último, este libro describe el tema más importante a saber en este mundo y en esta vida, que es: 

La salvación de la paga del pecado (que es la muerte, la separación eterna de Dios) a través de la fe en la obra consumada del Señor Jesucristo; la salvación del poder del pecado por la morada del Espíritu Santo en el creyente; y la salvación de la misma presencia y posibilidad del pecado al estar en casa con Cristo al final del viaje.

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TERCERA PARTE
















JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Tercera Parte (Resumen y Comentario)

 


EL PRÓLOGO APOLOGÉTICO DE BUNYAN

Anticipando las críticas que pudiera suscitar esta obra, Bunyan incluyó un largo prólogo apologético, al estilo de poema, ofreciendo razones por las que había decidido publicarla. Sus amigos puritanos, por lo general, no valoraban las historias alegóricas y desconfiaban de cualquier enseñanza que no fuera clara (literal) y que no derivara directamente de las Escrituras.

Cuando se publicó el Progreso del Peregrino, en 1678, alcanzó un éxito editorial inmediato. En su primer año se imprimieron tres ediciones y quince años después ya se habían vendido cien mil copias. En los siglos siguientes, tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, se convirtió en un clásico de lectura obligatoria, y aun sigue siendo la obra más popular en el mundo cristiano. Aparte de la Biblia, ha vendido más copias y ha sido traducida a más idiomas que cualquier otra obra. Además, se convirtió en un recurso literario indispensable para la obra misionera: los misioneros de antaño tenían la costumbre de traducir la Biblia a la lengua nativa en la que les correspondiera ministrar, e inmediatamente traducían también El Progreso del Peregrino.

Cuando Bunyan se presentó ante el impresor con su libro, le dijo: “Tengo un manuscrito que vale muy poco”.

Bunyan afirmó que no se propuso escribir una alegoría y que se topó con el tema cuando escribía otra obra (es muy posible que fuera The Heveanly Footman) y que inicialmente lo hizo para satisfacción personal. Sin embargo, defendió el valor de esta obra, señalando que la Biblia contiene metáforas y parábolas, y que tanto el Señor como los profetas enseñaron verdades espirituales por medio de lenguaje figurado. Afirmó, también que las historias se recuerdan más fácilmente y que nos ayudan a entender mejor las enseñanzas espirituales profundas.

Las alegorías encarnan mejor las doctrinas eternas. Demuestran que el mundo visible no lo es todo si no que, al contrario, hay una realidad que trasciende este mundo y esta vida natural. Estos son sólo sombras de verdades espirituales.

La publicación y el éxito editorial de El Progreso del Peregrino le abrió paso a la Biblia para ocupar un lugar de importancia entre la literatura inglesa, y sirvió de inspiración posteriormente a grandes escritores como Robert Luis Stevenson, Charles Dickens, Mark Twain, George Eliot, Jane Austen, Charlotte Brontë, Samuel Johnson, Benjamín Franklin y Nathaniel Hawthorne.

Robert Luis Stevenson apreciaba mucho El Progreso del Peregrino, y lo describió como un libro que exhala enseñanzas hermosas y valiosas, y reconoció que le había otorgado sabiduría y gozo”.

Charles Spurgeon escribió: “Junto a la Biblia, el libro que atesoro con más aprecio es la obra de John Bunyan El Progreso del Peregrino. Creo que lo he leído por lo menos unas cien veces. Es una obra que no me canso de leer; y el secreto de su originalidad es que consiste mayormente en una compilación de las Escrituras”.

El teólogo J. I. Packer leyó El Progreso del Peregrino por más de cincuenta años y lo hizo por lo menos una vez al año. Lo consideraba una clásico de la vida cristiana, superior a todos los demás.  

Básicamente, el prólogo de El Progreso del Peregrino muestra que la intención de Bunyan al escribir fue influenciar “a aquellos que sufren de letargo y dejadez en su fe [...] y presentar el evangelio con tal urgencia y fervor que los perdidos se arrepientan ante la Cruz”. Su alegoría de un peregrino que debe sortear incontables peligros en una tierra extraña haría que sus lectores se convirtieran también en peregrinos y así podría guiarlos a su verdadera patria celestial.

PRINCIPIA EL SUEÑO DEL AUTOR

[Nota: El orden de este resumen y comentario es cronológico, pero más de un capítulo del Peregrino ha sido incluido en cada parte presentada aquí. Para una lectura con la distribución de capítulos separados, ver la obra original.]

La cueva a la que se refiere Bunyan en el inicio es la cárcel de Bedford en Inglaterra. Bunyan escribió por lo menos ocho obras más durante los doce años que pasó encarcelado (veinte por ciento de su vida, desde los treinta y dos hasta los cuarenta y cuatro años) por predicar el evangelio de Jesucristo sin permiso del Estado, y por negarse a dejar de hacerlo.

El hombre viste andrajos, como los trapos de inmundicia de nuestra justicia propia, la cual jamás podrá igualar la santidad que Dios demanda de nosotros (Is 64:6). Su referente es la Biblia. Ella le ha mostrado su pecado y lo ha convencido de él porque “es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He 4:12). Su carga es que ahora conoce su pecado. Ahora vive lo mismo que el salmista: Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí (Sal 38:4).

Para Bunyan, el mensaje de la salvación comienza cuando, por medio de las Escrituras, reconocemos nuestro pecado y cuán grave es.

Evangelista ilustra a cualquier creyente que guía a otro a Cristo, pero podría estar basado en su querido pastor y consejero, a quien Bunyan llamaba el santo Señor Gifford. La predicación de Gifford sobre el amor de Cristo, junto a su recomendación del comentario de Lutero sobre Gálatas, ejerció bastante influencia en la conversión de Bunyan. Este personaje revela el verdadero significado del término evangelistamensajero de las buenas nuevas, porque sufre por los perdidos y les muestra el camino al Salvador por medio de las Escrituras.

Tal como le sucedió a Bunyan, Cristiano se embarca en un largo y tortuoso camino hacia su conversión. Bunyan sufrió durante años la carga de su culpa sin poder librarse de su consciencia aguijoneada, dejar de vivir en el pecado o escapar de su miseria emocional. Cuando Cristiano admite que le es imposible ver la puerta estrecha que le señala Evangelista, este le menciona la luz y le aconseja que siga buscando la luz de la Palabra hasta que Dios se le revele por medio de ella.

Obstinado representa a aquellos que testarudamente se niegan a considerar la perspectiva de otros, que se mofan de las convicciones cristianas y confían en lo que el mundo les ofrece. Flexible representa a aquellos que fácilmente se inclinan tanto hacia el bien como hacia el mal. Al no estar consciente de su propio pecado, Flexible decide acompañar a Cristiano por simple curiosidad y liviandad. Los brillantes galardones del destino final han cautivado temporalmente su atención, pero no tiene la voluntad de soportar ningún sufrimiento.

Recordemos que Bunyan nació en 1628, en el seno de una familia pobre, en un pueblo llamado Elstow, cercano a Bedford, Inglaterra. Luego de que su familia ya no pudiera vivir del trabajo agrícola, su padre se dedicó al oficio de hojalatero, reparando ollas y sartenes. Era el oficio de las clases más bajas y marginadas. Su padre lo sacó de la escuela para que lo ayudara. Nadie habría apostado que Bunyan escribiría una obra tan importante en la historia de la literatura universal, obra que serviría de guía y de aliento a millones de creyentes a lo largo de los siglos. Una de las principales razones por la que no se necesita una educación especial para destacar como cristiano, es que el cristianismo es en sí mismo una educación. Es por ello que un hombre como Bunyan pudo escribir un libro que dejó pasmado a todo el mundo.

El Pantano del Desaliento representa la preocupación, el sentimiento de vergüenza y el desánimo que aparecen cuando estamos conscientes de la santidad de Dios y de nuestro propio pecado. Situaciones particulares del momento como las pruebas, las tentaciones y la confusión, pueden agravar la condición. Lo que alivia esto son las promesas de Dios que nos aseguran que Él ha perdonado nuestros pecados (en caso de arrepentimiento genuino y confesión). A Cristiano le cegaba tanto su temor y le paralizaba tanto su ansiedad y desesperada situación, que no se daba cuenta de que las promesas de Dios estaban allí para él, al alcance de la mano. El Rey no desea ver a nadie atascado en el lodo cenagoso, ni mucho menos que exista el Pantano del Desaliento.

Auxilio representa al creyente maduro en la fe, que conoce la voluntad de Dios y que sabe por experiencia propia que Sus promesas son ciertas. Este personaje afirma la fe de los débiles recordándoles que pueden confiar en el Dios de la gracia y la bondad, y que los pecadores arrepentidos pueden confiadamente depositar sus vidas en las manos de Dios. La escena donde Auxilio rescata a Cristiano del lodazal es una alusión al Señor cuando evitó que Pedro se hundiera en las aguas (Mt 14:31), al “brazo del Señor cuando salva, y a las palabras del salmista: “Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Sal 40:2).

Sabio-según-el-mundo representa a todos los que depositan su fe en sus propias obras y truecan la santidad de la cruz por una vulgar decencia humana. Rechazan la doctrina del pecado y el evangelio y optan por seguridad y comodidad en contraste con la paz de Dios. Sabio-según-el-mundo demuestra ser más refinado, hábil y sutil en sus críticas que Obstinado, y logra convencer a Cristiano que debería deshacerse de su carga por medio de sus propios esfuerzos y asentarse en una cómoda vida en el mundo.

Luego de seguir el consejo de Sabio-según-el-mundo y dirigirse a Moralidad, Cristiano se encuentra con una montaña alta que representa el monte Sinaí y la ley de Moisés. La ley causa que el pecado salga a la luz y la carga de Cristiano se vuelve aún más pesada, pues su pecado se hace más evidente. Continuar en esta senda legalista termina siendo algo imposible de cumplir; es imposible que fabrique su propia justicia, no hay manera de escapar de la condenación y la esclavitud. Se encuentra en una senda que lo llevará a la muerte en vez de ir hacia la vida. Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn 14:6).

La madre de Bunyan murió cuando este tenía dicisésis años; su hermana murió unos meses más tarde. Un mes después, el padre de Bunyan se volvió a casar, lo cual causó un distanciamiento entre padre e hijo. Luego, dejó el hogar para unirse al ejército de Cromwell durante la Guerra Civil Inglesa, en la que Cromwell luchó contra Carlos I para lograr la libertad religiosa (entre otras libertades y derechos políticos). Durante su servicio en el ejército, Bunyan entró en contacto con el pensamiento puritano, que valoraba la experiencia individual de la gracia de Dios en contraste con las tradiciones religiosas de carácter público.

Luego de su servicio militar, Bunyan retornó a su pueblo natal, comenzó a trabajar como hojalatero, y se casó. Si bien su mujer provenía de una familia pobre, trajo consigo bendiciones espirituales que cambiarían la vida de Bunyan para siempre: dos libro puritanos (su modesta dote), memorias de la vida piadosa de su padre y su dinámica fe. El interés de Bunyan por el cristianismo despertó. Su conocimiento de la Biblia comenzó a aumentar, pero igual pasó muchos años con dudas que lo hacían pensar mucho más en la ira de Dios que en Su gracia. No fue hasta que conoció al santo señor Gifford y a su iglesia (que estaba compuesta por creyentes que conocían el amor de Dios y testificaban de Su gracia transformadora) que llegó a comprender que la gracia de Dios también era para él, y que era mayor que su pecado.

LA PUERTA ANGOSTA & INTÉRPRETE

Evangelista no le restaba importancia al pecado de Cristiano: “Tu pecado es muy grande”. Al haberse alejado del “consejo del Altísimo”, y haber hecho mal, ofendió al Dios santo, entristeció el corazón del Señor, y se perjudicó a sí mismo. Sin embargo, es indudable que Buena Voluntad, que representa al Señor Jesús, estaría dispuesto con todo su corazón a perdonar y recibir de vuelta a Cristiano. Evangelista le dice a Cristiano que crea esto, y así lo hace él. En la puerta estrecha (Mt 7:13-14), finalmente Cristiano recibe por la fe, en un momento crucial de su conversión, la generosa gracia de Dios.

La carga de Cristiano no le fue quitada de inmediato luego de su conversión. Esto parece describir que Bunyan, como muchos otros al igual que él, creía que la conversión precede a la justificación (¿Salvación, o sólo conversión?), que no siempre son la misma cosa. En el caso de Cristiano, como el mismo Bunyan lo experimentó, continuará llevando su carga de culpa hasta que llegue al lugar de su liberación—la cruz.

Intérprete representa al Espíritu Santo, cuya tarea consiste en revelar al creyente la Palabra de Dios. Así como Dios se revela a sí mismo por medio de la persona de Cristo, quien revela su mente, voluntad y amor por medio del Espíritu de verdad. Intérprete lleva a Cristiano a un conocimiento más profundo de la verdad de Dios por medio de siete visiones.

La imagen del Hombre Sobrio señala las cualidades que hay que buscar en un maestro confiable de la Biblia, lo que le ayuda al creyente a identificar a los verdaderos y a los falsos maestros.

La escena de la sala llena de polvo, que contrasta la ley y el evangelio, tiene relación con la experiencia de Pablo descrita en Romanos 7:7-10. La ley señala el pecado, y vivir ciñéndose a la ley aumenta el poder del pecado en nuestras vidas y la conciencia que tenemos de este. La ley es incapaz de quitar nuestro pecado; solo el agua del evangelio lo puede lavar.

Los dos niños, Pasión y Paciencia, nos ofrecen una lección en cuanto a desarrollar deseos piadosos y una visión de la eternidad. Los que son de Dios no negociarán “las mejores cosas—las bendiciones de Dios y los tesoros del cielo, el hogar verdadero—por una gratificación inmediata y los bienes temporales de este mundo.

La visión del fuego encendido representa la manera en que se aviva la vida al interior del creyente. Las tentaciones de Satanás, el antagonismo del mundo y los apetitos carnales amenazan con apagar la llama en el corazón del creyente. Pero una fuente secreta vuelve esa débil llama en una más intensa. Con el aceite de su infinita gracia y amor, que tiene más poder que cualquier otra amenaza, Dios reaviva al creyente y le da el poder de cumplir Su voluntad.

La imagen del Guerrero que sale victorioso de la batalla describe el conflicto y la oposición que el creyente debe esperar en la vida cristiana. Los creyentes han recibido órdenes de participar en la derrota del Enemigo, bajo el poder del que ha vencido al mundo. Solo los que no abandonen la buena batalla de la fe podrán entrar en el reino.

Enjaulado nos ilustra las enseñanzas que leemos en Hebreos 6:4-6 y Hebreos 10:26-39. Una vez que hemos sido iluminados y hemos gustado del don celestial, y hemos sido hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustamos de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, debemos evitar volvernos tibios, descuidados o atrevidos y arrogantes, y olvidarnos del camino de Dios. Aquellos que así lo hacen, desprecian a Cristo, manifiestan su incredulidad y no serán justificados en el juicio final. El mensaje para el creyente es: no consideres poca cosa el pecado, amar a Dios significa vencer el pecado. Mantente firme en tu fe. Cultiva un espíritu quebrantado y un corazón contrito y humillado. Colabora con el Espíritu en tu santificación y esfuérzate por retribuir el amor de Dios por medio de tu obediencia.

La escena final muestra a un Hombre Angustiado, que ha soñado que enfrenta el juicio de Dios y que no ha recibido el perdón por sus pecados porque jamás se arrepintió de ellos. Nos sirve de recordatorio de que debemos prepararnos para el día en que Dios, quien conoce los corazones, nos pedirá cuentas. Es un llamado a que tomemos en serio las advertencias de las Escrituras, porque el Señor recibirá en su reino solamente a quienes se hayan arrepentido y unido a Cristo por medio de la fe y la obediencia.

Si bien Cristiano se encuentra en la gracia de Dios, es obvio que sus problemas no han desaparecido. Estará viajando en este difícil camino que conduce a la vida eterna, camino que todo el que obedece a Dios debe transitar desde el presente hasta la eternidad (Mt 7:14). En este camino todos nos enfrentamos a pruebas, tentaciones, enemigos y falsos amigos. Debemos ser prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10:16). “¿Has considerado bien todas estas cosas?”, le pregunta Intérprete a Cristiano, refiriéndose a las siete visiones que le ha mostrado. Finalmente agrega: “Grábalas en tu memoria”. La orden de Intérprete le permite a Cristiano prepararse para el difícil camino que tiene por delante, y lo ayuda a armarse de valor y precaución, fortaleza y perseverancia.

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CUARTA PARTE