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viernes, 16 de junio de 2023

JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Séptima Parte (Resumen y Comentario)

 


UN RÍO INELUDIBLE & LA GLORIOSA CIUDAD DE DIOS

Una vez que pasan la Tierra-encantada, los peregrinos ingresan al abundante país de Beulah, que representa lo que algunos cristianos maduros experimentan en la última etapa de la vida. Se trata de un tiempo donde se siente la cercanía del cielo, cuando la belleza y la gloria de Dios los abruma y los ángeles les traen gracia espiritual. La autoridad de las promesas de Dios y la luz de su presencia eliminan cualquier vestigio de duda, temor y tentación. Las ansiedades y problemas de la vida terrestre comienzan a desaparecer. Dios les otorga paz profunda, les reafirma que pertenecen a Él, y los hace conscientes de Su gozo y atención, Sienten la presencia del cielo en sus corazones y el amor de Dios los inunda. Si bien tan solo pueden ver “por espejo, oscuramente” (1 Co 13:12), tienen la profundísima confianza de que pronto estarán en el hogar celestial.

La palabra Beula significa “desposada”, y aparece en Isaías 62:4 para indicar la unión íntima y vital de Dios con su pueblo. Dios había rechazado a Israel cuando ella estaba en el exilio por causa de su pecado, pero Isaías profetizó que Dios restauraría plenamente la relación con su “desposada”. Dios la apartaría para Sí Mismo; la favorecería, protegería y se alegraría por ella (Is 62:4,12). Esta profecía señala el tiempo cuando, por medio de la reunión del Novio con la novia, Dios bendeciría a Su pueblo. En la versión que Bunyan nos ofrece de Beula, se renueva el contrato matrimonial, y los peregrinos anticipan con emoción el día de la boda. Pensando en el ferviente afecto que leen en el Cantar de los cantares, Cristiano y Esperanza comienzan a sentir añoranza por su amado Dios.

El episodio del río, que representa la muerte, tiene el propósito de asegurarle a los creyentes que no debemos temerle a la muerte. Estamos unidos a Cristo por medio de Su resurrección y victoria sobre la muerte, y nada puede separarnos de Su amor (Ro 8:35). Nos ha prometido que nunca nos abandonará. La muerte es el umbral a una gloriosa vida eterna con Dios, llena de paz y gozo. Bunyan deseaba ayudar a los creyentes a estar preparados para la muerte, y a hacerlo de una manera que honrara a Dios, recordando que solamente tenemos una oportunidad de hacerlo. Cada uno de nosotros tendrá una experiencia única frente a la muerte, pero en cada caso será la prueba pública y final de nuestra fe. ¿Lograremos recordar Su bondad, poder, y amor en esa hora ineludible? ¿Confiaremos en que Él nos dará valor y fortaleza para derrotar a nuestro último enemigo? ¿Confiaremos en Su amor y Sus promesas en vez de sucumbir ante nuestras emociones? ¿Creeremos en Él en la hora final?

Mientras que Esperanza está firme en sus convicciones, a Cristiano lo confunde el temor a la muerte, lo cual lo hace vulnerable a un ataque más del Enemigo. Se siente culpable y razona que quizás Dios lo abandone a causa de sus pecados pasados. Al ceder ante sus emociones, comienza a sufrir ataques de pánico y se olvida de cuán bueno y misericordioso ha sido Dios con él; prevé que su futuro con Dios tal vez no sea tan bueno después de todo. Pero Dios lo rescata de su debilidad por medio de la ayuda que le ofrece Esperanza, quien lo sostiene y le recuerda las Escrituras. Luego de que Cristiano vuelve a creer que Dios está con él y que nunca lo dejará, recupera su paso firme y logra terminar el viaje gracias al consuelo y la fuerza que Dios le ha dado.

Bunyan ofrece compasión pastoral a los lectores por medio de los principales protagonistas de su obra, que han demostrado tener una fe firme en medio de la muerte. Efectivamente, hemos sido llamados a ser como Esperanza y confiar en Cristo, que venció a la muerte y destruyó su aguijón. Pero si el temor nos debilita cuando nos enfrentamos a lo desconocido, debemos recordar que Dios siempre será fiel a Sus promesas. Con Su eterno amor, Dios salva a todos los que creemos en Cristo Jesús, Señor nuestro; grandes y pequeños, todos estamos en Sus manos. ¡Cuán gran confianza, esperanza y ánimo debe darnos esto: que Dios lleva al hogar celestial incluso a aquellos que flaquean al final, si lo que les queda de fe la depositan en Él!

En el hogar celestial de Dios, el cual está lleno de su hermosura, gozo y victoria, nos reuniremos finalmente con el Novio. Allí veremos toda la gloria de Dios y la disfrutaremos, seremos como Él y nos regocijaremos en Su justicia, virtudes y privilegios en calidad de coherederos. Viviremos en medio de una adoración pura a nuestro gran Rey. Le daremos el honor verdadero y experimentaremos el gozo de estar con Él. Jubilosas alabanzas, celebraciones y profundos vínculos llenarán la dulce comunión del pueblo de Dios que allí gozará de total perfección; todos habremos sido sanados, fortalecidos, rejuvenecidos y tendremos una infinita paz en nuestros corazones. En ese espléndido hogar celestial, a donde realmente pertenecemos y a donde nos dirigimos, seremos realmente como fuimos destinados a ser antes de que nuestros progenitores cayeran en el Huerto; viviremos para lo que fuimos creados: para adorar y vivir en bendita unión con nuestro Creador y Padre, y con su pueblo, nuestros hermanas y hermanos en Cristo.

Al confiar en su propia naturaleza y en sus obras, según él, buenas, Ignorancia no lucha contra la muerte; no tiene temor ni arrepentimiento, carece de fe excepto en sí mismo. El barquero Vana-esperanza lo ayuda a cruzar el río fácilmente. Esto representa que Vana-esperanza piensa igual que Ignorancia, por eso le ofrece consuelo y ánimo (la barca) mientras pasa por el umbral de la muerte sin que esta provoque cambio alguno en su actitud. Cuando Ignorancia llega a las puertas del cielo, al no poder mostrar las pruebas de su fe Cristo, se le niega la entrada a pesar de decir: “He comido y bebido en la presencia del Rey, ha enseñado en nuestras calles”. Aún si con diligencia nos esforzamos por entrar al cielo y estamos muy cerca del reino de Dios, a las puertas, pero no nos sometemos a las verdades del Evangelio de Cristo, recibiremos no sólo expulsión del reino eterno si no el merecido pago por nuestros pecados en el lago de fuego y azufre, “y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos” (Ap 14:11). 

Bunyan termina su inmortal alegoría con una advertencia final: 

“Esto me sorprendió; pero me fue de importante enseñanza, pues aprendí que hay camino para el infierno desde la misma puerta del cielo, lo mismo que desde la ciudad de destrucción

¡Arrepiéntete! Entrégate a la gracia de Dios y a la fe en Jesús ahora, el único mediador entre Dios y los hombres. “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Jn 11:25).

LA CONCLUSIÓN

Ya, lector, que mi sueño he referido,

Interpretarlo para ti procura,

Y explícale a quien puedas su sentido.

Mas muestra en entenderlo tu cordura,

Pues te daña si es mal interpretado;

Mas si lo entiendes bien es tu ventura.

Lo exterior de mi sueño, ten cuidado

Que no te preocupe en demasía,

Como si fuera cosa de tu agrado.

Ni risa ni furor ni alegría

Te cause cual a niño o a demente,

Mira bien su sustancia y su valía.

Aparta la cortina, y fijamente

Mira lo que se esconde tras mi velo:

Es cosa que te anime y que te aliente.

Al leer este símil, sin recelo,

Tira la escoria, toma el oro puro,

Y colmado verás así tu anhelo.

El oro está con mineral impuro...

“El oro está con mineral impuro”, nos dice Bunyan, invitando al lector a que encuentre los tesoros escondidos en su alegoría (o símil, como él la llama). De hecho, sus contemporáneos así lo hicieron y respondieron con un profundo respeto hacia su amado pastor por su sabiduría, especialmente hacia el final de su vida. En una de sus cartas escritas en sus últimos días, anima a los creyentes a que con paciencia soporten los sufrimientos. Durante un juicio que sufrió, dijo que “descubrimos realmente quienes somos” y recibimos gracia espiritual por medio de cualquier experiencia “que nos pruebe, nos humille y nos haga postrarnos delante de Dios”. Dando ejemplo de una fe valiente dijo: “El Dios de misericordia me preparó para cumplir su voluntad. No busco el sufrimiento adrede, pero si la piedad me expone a ello, entonces que Dios me haga más piadoso; porque creo en un mundo futuro”. Luego, comentó respecto a la sabiduría de 1 Pedro 4:19: “De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien”.

¡Que el Dios de toda gracia, que capacitó a John Bunyan, ese soñador inmortal, para escribir esta obra maestra de biografía espiritual, conceda que cada uno de los que lean estas páginas puedan llegar a conocer, amar, y servir al bendito Señor Jesucristo, cuya muerte, resurrección y ministerio incesante a la diestra de la Majestad en las alturas, hacen posible el PROGRESO del peregrino de este mundo al venidero! Amén.

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EL PROGRESO DEL PEREGRINO

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RESUMEN & COMENTARIO

PRIMERA PARTE

SEGUNDA PARTE

TERCERA PARTE

CUARTA PARTE

QUINTA PARTE

SEXTA PARTE