Buscar este blog

viernes, 16 de junio de 2023

JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Sexta Parte (Resumen y Comentario)

 


REVELACIONES EN LAS MONTAÑAS DE LAS DECLICIAS

Esta es la segunda descripción que Bunyan nos ofrece respecto a la comunión espiritual de los creyentes (la primera fue el Palacio Hermoso). Los peregrinos llegan a este lugar el día domingo, día que los puritanos valoraban muchísimo y al que denominaban el día de abastecer el alma”. Aquí Bunyan ilustra el sustento, aliento y deleite respecto a lo que Dios ofrece en este día de adoración y de santo encuentro con el pueblo de Dios. Los pastores representan a los ministros que ofrecen atención pastoral y enseñanzas bíblicas; participan en la obra de Cristo, quien es el “pastor y obispo de nuestras almas” (1 P 2:25). Los nombres CienciaExperienciaVigilancia y Sinceridad señalan las cualidades que todo ministro debe poseer.

Muchos viajeros se alejan de la senda a la Ciudad Celestial, incluso en la etapa final. Durante un tramo de escenas alarmantes, los pastores comparten consejos que permiten a los peregrinos evitar la tentación y la muerte, y lograr perseverar para obtener la vida eterna (Mt 10:22; Mt 24:13: Mr 13:13). El peligroso precipicio de la montaña Error revela el calamitoso resultado que produce aceptar doctrinas que contradicen las Escrituras. En la montaña Cautela hay hombres cuyos ojos les fueron arrancados por el Gigante Desesperación. Estos constantemente deambulan entre los sepulcros, lo cual demuestra que aquellos que persisten en dudar y divagar terminan entre los muertos. Hay una tercera montaña donde se encuentra la puerta al infierno para aquellos que no tienen una fe sincera y rechazan a Cristo. A pesar de que estas escenas son alarmantes, sirven para que los peregrinos se mantengan humildes y perseverantes, alertas y obedientes. “Preciso nos es llamar a Aquél que es poderoso para pedirle fuerzas”.

Para inspirar a los peregrinos a que tengan esperanza y sabiduría de eterna calidad, los pastores los invitan a ver la Ciudad Celestial a través de un “anteojo” o telescopio. No se sabe si por causa de su debilidad humana o su poca fe o sus recuerdos del pecado, la visión de los peregrinos es borrosa y débil, pero lo poco que logran ver les causa alegría. Habrían terminado ciegos si se hubieran quedado en el Castillo de la Duda, pero ahora han podido ver un poco de la gloria del cielo. El anteojo representa las Escrituras y cuando vemos a través de ellas con fe, especialmente en el contexto de la comunión espiritual, la sabiduría y el consejo de los hermanos, podemos ver un destello del cielo. Las Escrituras nos dicen que el Espíritu Santo nos ayuda a entender la belleza y los dones del cielo mientras estamos en esta tierra (1 Co 2:9-12). Y si bien “ahora vemos por espejo, oscuramente”, habrá un día en el que veremos “cara a cara” (1 Co 13:12).

LA FE FALSA FRENTE A LA FE DÉBIL

Luego de reanudar su viaje, Cristiano y Esperanza tienen una breve conversación con Ignorancia, que viene del país de las Ideas fantásticas, y que carece de humildad y sabiduría. Confiado de sus buenas obras y su carácter, Ignorancia se enorgullece de sus propias ideas y rechaza las enseñanzas de los Evangelios.

Vuelve-atrás solía profesar fe en Cristo, luego abandonó la fe. Hemos visto a otros como él, tal como el hombre en la jaula de hierro en la casa del Intérprete, y Demas en la mina de plata. Luego de haber negado a Cristo, Vuelve-atrás está ahora poseído por un demonio, y se dirige a la tercera montaña que los pastores mostraron a Cristiano y Esperanza, la que tiene la puerta a la destrucción. A Vuelve-atrás lo contrastan con Poca-fe, quien posee una fe débil pero sincera.

Cuando Poca-fe tontamente se queda dormido en un camino peligroso, CobardíaDesconfianza y Culpa lo capturan. Le quitan su dinero, lo golpean y lo dejan abandonado. Sin embargo, no pudieron robarle sus joyas (que representan los tesoros eternos en el cielo). El dinero que le robaron representa los beneficios presentes por pertenecer a Cristo. Estos dones pasajeros hacen que el viaje sea menos arduo y más llevadero. Pero los que son débiles, con poca fe y llenos de sentimientos de culpa los perderán. El grado en que disfrutemos de ellos depende del grado de nuestra fe.

Si nuestra fe es débil, seremos más vulnerables a la hora de la prueba. Si nos olvidamos de las promesas de Dios y dejamos que el temor nos domine, nos dominará también la incredulidad. Si solo confiamos en nuestras emociones, las promesas de Dios no tendrán ningún efecto en nuestras vidas. Todo el que se deje dominar por un corazón débil durante su peregrinaje, pronto dejará de confiar en la consolación de la Palabra de Dios.

Poca-fe se queja durante todo el camino hacia la Ciudad Celestial. Su queja se debe a que no ha podido comprender lo que Dios tiene para él. Está unido a Cristo, tiene un brillante futuro en el cielo, y el Espíritu Santo le ha dado bendiciones espirituales: tiene toda la ayuda que necesita para sanarse y vivir una vida plena. Pero dado que tiene un corazón carente de gozo y una mentalidad de derrota, ha elegido la actitud de una víctima amargada que sólo se enfoca en sí misma y en su trauma, en vez de contentarse con lo que Cristo le ha dado, poniendo así su atención en la gracia de Dios. Poca-fe se mantiene malnutrido y débil, pese a que Dios le ha preparado un banquete.

“Hermanos, ¡sean grandes creyentes! Poca fe podrá llevar sus almas al cielo, pero una gran fe traerá el cielo a sus almas”.

En un extremo de la fe se encuentra Poca-fe, y en el otro está Gran-gracia, el paladín del Rey. Este personaje lucha decidida y ferozmente contra los enemigos, gracias a la fuerza de su glorioso Dios, el Todopoderoso, no según su propia fuerza. Su confianza proviene de la identidad que goza en Cristo, y sabe que la gracia de Dios siempre está disponible y es suficiente para que resista y venza en la lucha (2Co 12:9). Sin embargo, sus cicatrices delatan que sus batallas no son nada fáciles. No todos son como Gran-gracia, pero Dios honra cualquier fe verdadera, ya sea débil o fuerte. Todos hemos sido llamados a poner en práctica la fe que tenemos y confiar en Dios para que continúe fortaleciéndonos.

Desde la tribuna de espectadores, quizás se nos haga fácil juzgar y descartar al que tropieza, tal como lo hizo Esperanza. En cambio, Cristiano muestra empatía: “Nadie puede decir lo que le pasará en tal combate, sino el que ha pasado por él”. Cristiano no olvida cuán aterradoras y confusas fueron sus propias batallas, casi muere en ellas. No se puede “jactar” de su valentía en esas luchas. Todos tenemos debilidades y somos vulnerables. Si creemos que jamás podremos ser como Poca-fe, nos estamos engañando y preparando para el fracaso. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Co 10:12). Debemos revestirnos “de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 P 5:5).

Parece que Poca-fe saca de quicio a Esperanza. Si bien quizás sea difícil lidiar con peregrinos débiles y sea fácil criticarlos, los creyentes debemos animarnos y edificarnos unos a otros en cualquier circunstancia. Los miembros del cuerpo de Cristo debemos preocuparnos “los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (1Co 12:25-26). Los más fuertes deben sostener y ayudar a los más débiles (Ro 15:1). Sea cual sea el nivel de debilidad de estos creyentes en el camino, los demás deben orar por ellos y demostrarles la compasión de Dios, en vez de ser críticos e impacientes con ellos. Quién sabe si quizás uno de ellos recibirá una mayor medida de fe, la cual lo hará un creyente victorioso.

EL ENGAÑO HALAGADOR & UN LUGAR QUE DA SUEÑO 

Cuando Cristino y Esperanza no saben cuál sendero tomar, deciden seguir a un embustero disfrazado, alguien de quien los pastores les habían advertido; uno llamado Adulador. En un momento de confusión, a los peregrinos se les olvida consultar el mapa (“guía para el camino”) que los pastores les dieron. Cometen el error de no recurrir a la Palabra de Dios. Por ello, no saben discernir y aceptan la dirección de alguien que convenientemente hace su aparición. No se dan cuenta de las señales de advertencia, incluso cuando el camino comienza a desviarlos de su destino. El pecado de los peregrinos es descuidar la sabiduría de Dios y aceptar las mentiras del Enemigo. Terminan atrapados en la red de Adulador.

Luego de que uno de los mensajeros de Dios libera a Cristiano y a Esperanza de la red de Adulador, los lleva de regreso al camino correcto. Los reprende por sus pecados y les recuerda cómo pueden evitar cometer estos errores otra vez. Muy acorde con la perspectiva puritana del siglo diecisiete, la imagen que Bunyan proyecta es muy estricta, en donde muestra la firmeza de alguien que impone disciplina como muestra del verdadero amor cristiano. Dios nos disciplina “para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad” (He 12:10). Si el Padre no amara a Sus hijos, no tendría interés alguno en atraerlos a Su lado y ayudarlos a que sean como Él. En lugar de abandonarnos en nuestro pecado, Dios nos muestra misericordia por medio de la corrección y la reorientación.

Con su espalda contra la ciudad de Sión, el personaje Ateo se encuentra con los peregrinos y luego de enterarse de a dónde se dirigen, decide sabotear su viaje. Se burla con desdén por la estupidez de tratar de encontrar la Ciudad Celestial, de la que está convencido que no existe luego de haberla buscado durante veinte años. Con un menosprecio agresivo, una actitud de superioridad y amargura, se mofa de ellos por seguir creyendo en algo tan absurdo. Luego, los deja para irse en búsqueda de placeres pecaminosos.

Cristiano y Esperanza no se dejan engañar por Ateo. Saben que la Ciudad Celestial es real porque la vieron por un instante, gracias a su fe, cuando estuvieron en las Montañas de Delicias. Por momentos, Dios revela a Su pueblo realidades que normalmente no se ven y que causan gozo y fortalecen la fe (Lc 10:21; 1 Co 2:10-11). Así como la fe es creer lo que no se ve y la recompensa es ver lo que creemos, Ateo no pudo encontrar la ciudad porque jamás la buscó con una fe sincera o incluso con un corazón dispuesto a creer en Dios. Con su naturaleza humana pecaminosa y un corazón endurecido que dirige su vida, “el dios de este siglo” ha cegado la vista de Ateo.

Sin vergüenza alguna, los peregrinos comparten a Ateo la fe que tienen en Cristo, pero no insisten en defenderla. Resueltos a seguir creyendo, a pesar de las críticas de Ateo, deciden abandonar su necio consejo y reafirman que la verdad en la que ellos creen salva vidas. Habiendo decidido caminar por fe, prosiguen a la meta del cielo y “se regocijan en la esperanza de la gloria de Dios”.

Los peregrinos ahora se encuentran en una región que causa que los que la visitan se vuelvan soñolientos y muchos jamás despiertan. Los sabios pastores les advirtieron acerca de este sueño profundo. La Tierra-encantada representa temporadas de paz y prosperidad, tiempos cuyo propósito es ampliar nuestra capacidad de contemplar la bondad de Dios. Pero también se corre el peligro de caer en una vida espiritual inactiva. A menos que estemos alertas a este peligro, no nos daremos cuenta de que nuestros corazones gradualmente comienzan a alejarse de Dios. Una vez que nos sintamos cómodos y distraídos, nos volveremos ociosos y dejaremos de adorar a Dios. Puede que nos aventuremos en asuntos que nos alejan de la santidad y con facilidad nuestros pensamientos se olviden de Dios, lo cual nos hará de dejemos de amarlo con todo nuestro ser (Mt 22:37).

¿Cómo podemos protegernos del letargo espiritual y la falta de vida? Saturando nuestra mente con la Palabra de Dios y mensajes llenos de vida espiritual que estimulen nuestra alma a adorar a Dios. El antídoto que Cristiano y Esperanza usaron para evitar caer en ese sueño fatal fue empezar “un buen discurso”; es decir, mantener una conversación centrada en la verdad, las buenas obras y la devoción a Dios. Este tipo de conversaciones agudiza nuestro entendimiento y nos mantiene despiertos frente a la tentación. Nos permite mantenernos enfocados en Dios, y nos motiva a perseverar. Mientras recordamos Su fidelidad y nos ayudamos a entender mejor Su Palabra, el Espíritu Santo nos da gozo y reaviva nuestro corazón, fortalece nuestra unión con Cristo y entre nosotros. No resulta extraño que Esperanza le diga a Cristiano que su piadosa compañía en la Tierra-encantada les ha dado misericordia e incluso les ha salvado la vida. 

Bunyan comparte su propia experiencia por medio del testimonio de Esperanza, e incluso a lo largo de todo El Progreso del Peregrino. Se entregó de lleno a este libro para plasmar por medio de su gran imaginación su amor por la Palabra de Dios, y su sabiduría obtenida por medio de la gente que conoció y las vicisitudes de su propia vida. No olvidemos nunca que esta no es otra ficción literaria, es una obra maestra de la literatura universal que se basa tanto en personas reales que Bunyan conoció, como en las intensas y profundas batallas espirituales que sufrió a causa de su fe en Cristo Jesús.

Esperanza cuenta cómo quiso alcanzar la salvación tratando de reformar su ser exterior, experiencia similar a la que Bunyan describió de sí mismo: “En lo exterior logré cambiar un poco, tanto en mi forma de hablar como en mi vida, y pensé que si cumplía los Diez Mandamientos lograría entrar al cielo ... mis vecinos pensaban que yo era un buen tipo ... luego de ver sorprendidos el gran cambio en mi vida y mi conducta. Por cierto, yo también lo creía así ... Pero, finalmente me di cuenta que, si bien era sincero... no conocía a Cristo, ni su gracia ni la fe ni la esperanza” [Gracia Abundante].

Lleno de gratitud y admiración, Esperanza anhela “hacer algo para la honra y gloria del nombre del Señor Jesús. Confiesa que ha entregado su corazón completamente a Cristo. Minutos antes de que Bunyan fuese arrestado por predicar sin el permiso del Estado para hacerlo, sus amigos le advirtieron que un juez había emitido una orden judicial contra él. Su respuesta fue inquebrantable: “Por ninguna causa me moveré de este lugar, tampoco cancelaré esta reunión ... Alegrémonos porque no seremos intimidados; nuestra causa es justa y no tenemos por qué avergonzarnos; predicar la Palabra de Dios es una obra tan noble que seremos recompensados si logramos perseverar en ello” [Grace Abounding & Other Spiritual Autobiographies, p. 98].

VIAJEROS PRESUROSOS QUE RESBALAN 

Ignorancia rebosa de petulancia mientras ofrece un brillante informe de su propia vida y presume que sus “buenos” pensamientos y “buenas” obras (las cuales ni siquiera lo distinguen de los demonios o los incrédulos) lo acreditan delante de Dios. Usando su corazón como su guía definitiva, Ignorancia sencillamente se ha autoconvencido de que cualquier asunto que él determine que es la verdad se vuelve verdadero: ¡Si quiere ir al cielo y ser lo suficientemente bueno, pues, lo es y ya!

Usando las Escrituras como fuente de la verdad, Cristiano define la bondad como todo lo que Dios ha dicho que es bueno, correcto y verdadero. Sabe a partir de las Escrituras que nadie es bueno y que no podemos confiar en nuestro mentiroso corazón ((Jer 17:9; Mt 15:19). Debemos someternos a la Palabra del Altísimo, el Dios que todo lo sabe. “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia  (Pr 3:5). Si nuestra opinión de nosotros mismos y la Palabra de Dios no concuerdan, entonces somos como Ignorancia, que ignora la verdad.

Ignorancia comparte unas creencias increíblemente creativas acerca de la justificación, una “fe fantástica” que no se encuentra en ninguna parte de las Escrituras. No nos sorprende que venga de alguien que tomó atajos para llegar al camino del Peregrino. Al ver a Cristo como alguien que justifica sus actos, Ignorancia cree que por combinar esfuerzos con las justicia de Cristo, de alguna manera hará que su obediencia sea bien recibida por Dios. Testarudamente rechaza que solo la obediencia de Cristo, sin inclusión de ninguna “buena” obra humana, puede pagar la deuda del pecado. La fe de este personaje está en sí mismo.  “Sabio en su propia opinión” (Pr 26:5,12,16; Pr 28:11), ignora su propio pecado y lo que realmente sabe, lo cual contrasta con “el que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Co 1:31; 2 Co 10:17).

El verdadero cristiano se halla en una posición diferente de la de aquellos que están tratando de ser buenos: estos esperan agradar a Dios siendo buenos. El verdadero cristiano sabe que lo bueno que él hace proviene de la vida de Cristo que hay en su interior. No cree que Dios nos ama porque somos buenos, sino que Él nos hace buenos porque nos ama.

Ignorancia piensa que si uno no necesitara esforzarse para agradar a Dios, entonces se tiene demasiada libertad. Si solo se confía en Cristo para lograr la justicia, se corre el riesgo de sentirse demasiado libre para vivir de acuerdo a sus pasiones pecaminosas. Ignorancia desconoce que la gracia salvadora causa que los creyentes amen la bondad, deseen la santidad y se deleiten en todo lo que Dios se deleita. Logramos cambiar cuando llegamos a conocer la belleza y bondad de Dios. Esperanza ofreció un testimonio de todo esto en el capítulo anterior, cuando dijo que la revelación de Dios provocó en él un corazón lleno de gozo y afecto por los caminos y el pueblo de Cristo, y un deseo de honrar a Dios con toda su vida. Depositar nuestra fe en Dios significa reconocerlo como nuestro Señor y entregar nuestras vidas para Su causa, tal como Él entregó Su vida por nosotros. Su amor nos compele para vivir y morir por Él.

“... Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Co 1:30). Este es uno de los tantos pasajes de las Escrituras que ayudaron a Bunyan a comprender e internalizar la doctrina de la justificación. Al respecto escribió: “Me di cuenta de que ni el buen o mal estado de mi corazón harían que mi justicia fuera mejor o peor, porque mi justicia depende de la justicia del propio Cristo Jesús, que es el mismo ayer, hoy y por los siglos (He 13:8). Cristo lo es todo: todo mi conocimiento, toda mi justica, mi santificación y redención” [Gracia Abundante].

Los peregrinos reconocen que a Ignorancia le falta un requisito crucial: temor de Dios. El proceso de aprender a tener sabiduría espiritual comienza encontrándose con Dios y correspondiéndole con temor. Este temor es el que luego nos ayuda a dar los siguientes pasos en nuestro camino espiritual. Nos ayuda a reconocer las normas divinas de santidad; nos hace conocer nuestro pecado y cómo arrepentirnos de este; nos conduce a depositar nuestra fe en Cristo para la salvación; nos hace que respetemos y obedezcamos las Escrituras; que seamos sumisos y que sigamos la dirección del Espíritu Santo para evitar contristarlo y apagarlo. El acercarnos al Dios santo y misericordioso produce en nosotros un sentimiento de admiración, respeto y adoración, lo cual nos motiva a rendirle culto y promueve el deseo de tener constante comunión con Él. Los que, como Ignorancia, desconfían y suprimen cualquier remordimiento de la consciencia, endurecen sus corazones y se van alejando de la verdad y la vida que Dios nos ofrece.

Luego de haber conversado sobre la falta de temor de Dios, los peregrinos pasan a su siguiente tema de conversación en la Tierra-encantada: caer de la fe. Recuerdan a Temporario, que provenía del pueblo llamado Singracia, y que alguna vez tuvo temor de Dios. Conocía la paga del pecado y creyó en la gracia salvadora de Dios. Pero dejó la fe y se encantó con la autosuficiencia bajo el influjo de un tal Sálvese-él-mismo. Temporario refleja lo que el Señor enseñó por medio de la parábola del sembrador: algunos creen en el Evangelio pero lo abandonan una vez que enfrentan pruebas, tribulaciones y distracciones del mundo (Mt 13:1-15, 18-23; Lc 8:4-15). Temporario estaba tan ensimismado en su forma de pensar, que dejó de creer que necesitaba un Salvador, y aprovechó este embeleso para apagar cualquier sentimiento de temor de Dios que alguna vez tuviera.

Esperanza ofrece una lista de cuatro contundentes razones por las que los que una vez creyeron abandonan el camino de verdad, como negarse a sufrir menosprecio y persecución, y la falta de un verdadero arrepentimiento y deseo de dejar de pecar para vivir una vida santa. Se insensibilizan a cualquier temor de juicio o convicción por su pecado porque no quieren enfrentar su culpa, pensando que pueden postergar su arrepentimiento para después (quizás en su lecho de muerte), y por ello optan por vivir una vida sin Dios. Cristiano, a su vez, presenta nueve maneras en que las personas caen de la fe. La lista está en el CAPÍTULO XIX del libro; el cual dice en su resumen introductorio que contiene una conversación, la cual es un aviso terrible y saludable para el lector

Bunyan, como dijimos anteriormente, creía que la seguridad de salvación es condicional. Esta es la premisa básica y fundamental por la cual escribió El Progreso del Peregrino; y en este pasaje está la prueba más clara y evidente.

Caer de la fe comienza en la mente, cuando el creyente deja de pensar en el Señor, en la muerte, en el juicio y en la condición de su corazón delante del Señor; lo cual produce apatía hacia la santidad. El creyente, luego, deja de orar y de adorar a Dios y de examinarse a sí mismo a través del estudio de la Palabra. Comienza a disfrutar de, o a justificar, sus pecados ante sí mismo y después ante los demás (todo va de lo privado a lo público). Al alejar su corazón de Dios, se endurece frente a la realidad que eventualmente lo alcanzará: “El que cree en el Hijo de Dios tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre Él” (Jn 3:26). El creer bíblico es una acción y un estado que se ejecuta y existe sólo en tiempo presente. Dios es el Dios del presente: YO SOY EL QUE SOY (Ex 3:14). 

Ver, Nacer De Nuevo.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - 

SÉPTIMA PARTE & FINAL