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jueves, 23 de marzo de 2023

¿ORAS?



[Adaptado de Un Llamado A La Oración de J. C. Ryle (1816-1900). Publicado por primera vez aquí jueves 13 de febrero de 2014]

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“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres” (1 Ti 2:1).

“Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Ti 2:8).

1. La oración es necesaria para la salvación del hombre

¿Oras?

Tengo una pregunta para hacerte. Está contenida en una palabra, ¿oras? Es una pregunta que sólo tú puedes responder, pues cuando tú asistes a la adoración pública, tu ministro lo sabe, y si tienes tiempo de oración familiar, tu familia lo sabe. Pero si oras en privado o no, es un asunto entre tú y Dios.

Te suplico con todo cariño que atiendas el tema que traigo. No digas que mi pregunta es demasiado directa. Si tu corazón es recto ante los ojos de Dios, no hay nada por qué sentir temor. No evadas mi pregunta respondiéndome que tú “dices tus oraciones”. Una cosa es “decir”, y otra es orar. No me digas que mi pregunta es innecesaria. Escúchame por unos minutos y te daré unas buenas razones para preguntártelo.

Es necesaria para la salvación

Te pregunto si oras porque la oración es absolutamente necesaria para la salvación del hombre.

Digo, absolutamente necesaria, y lo digo con conocimiento de causa. No hablo como para infantes o personas incapaces de entender. No me refiero a la condición de los paganos porque a  todo aquel que se la ha dado poco, poco se le demandará. Estoy hablando específicamente de aquellos que se llaman a sí mismos cristianos, en una nación como la nuestra. Y por eso digo, ningún hombre o mujer puede esperar ser salvo si no ora.

Creo en la salvación por gracia tan fuertemente como cualquiera. Con mucho gusto le ofrecería perdón gratuito y completo al pecador más grande que jamás haya existido. Yo no dudaría en pararme al lado de su lecho de muerte y decirle: “Cree en el Señor Jesucristo, [incluso ahora] y serás salvo” (Hch 16:31). Pero que una persona pueda ser salva sin pedirlo, no lo veo en la Biblia. Que una persona reciba el perdón de sus pecados, sin levantar su corazón interiormente diciendo: “Señor Jesús, dame la salvación”, esto no lo puedo encontrar. Puedo encontrar que nadie será salvado por sus oraciones, pero no puedo encontrar a nadie que sin la oración, sea salvo.

No es absolutamente necesario para la salvación que una persona lea la Biblia. Una persona puede no saber leer o ser ciego y, sin embargo, tener a Cristo en su corazón. No es absolutamente necesario que una persona escuche la predicación pública del vangelio. Puede vivir donde el evangelio no es predicado o puede estar postrado en cama o ser sordo. Pero no se puede decir lo mismo acerca de la oración. Pues es absolutamente necesario para la salvación que una persona ore.

Responsabilidad personal

No hay camino real ni para la salud, ni para el aprendizaje. Príncipes y reyes, pobres y campesinos, todos por igual deben atender a las necesidades de sus propios cuerpos y de sus propias mentes. Ninguna persona puede delegar a otro para que coma, beba o duerma por él. Ninguna persona puede aprender el alfabeto por otro. Todas estas son cosas que cada uno debe hacer por sí mismo o no se harán en absoluto.

Al igual que sucede con la mente y el cuerpo, sucede con el alma. Hay ciertas cosas absolutamente necesarias para la salud y el bienestar del alma. Cada uno debe ocuparse de estas cosas por sí mismo. Cada uno debe arrepentirse por sí mismo. Cada uno debe apelar a Cristo por sí mismo. Y cada uno, por sí mismo, hablar con Dios y orar. Tienes que hacerlo por ti mismo, debido a que nadie más puede hacerlo por ti.

Vivir sin oración es estar sin Dios, sin Cristo, sin gracia, sin esperanza y sin cielo. Es estar camino al infierno. Ahora no te sorprenderá si te hago la pregunta: ¿Oras?

2. El hábito de la oración: La marca de un verdadero cristiano

Los que oran

De nuevo, te pregunto: ¿Oras? Porque el hábito de la oración es una de las marcas más seguras de un verdadero cristiano.

Todos los hijos de Dios en la tierra son iguales en este aspecto. Desde el momento en que hay algo de vida y verdad en su religión, oran. Así como el primer signo de la vida de un bebé cuando nace en el mundo es respirar, así mismo el primer acto de los hombres y las mujeres cuando han nacido de nuevo es orar.

Ésta es una de las marcas comunes de todos los elegidos de Dios, pues tienen la necesidad “de orar siempre, y no desmayar” (Lc 18:1) El Espíritu Santo, quien los hace nuevas criaturas, obra en ellos el sentido de adopción y los hace clamar: “¡Abba, Padre!”. (Ro 8:15). Cuando el Señor Jesús les da vida, les da voz y lengua, y les dice: “No estarás más sin palabras”. Dios no tiene hijos sin palabras. Orar es una parte tan importante de su nueva naturaleza, así como lo es el llorar en un bebé. Ellos ven su necesidad de misericordia y gracia. Sienten vacío y debilidad. No pueden hacer cosa distinta. Deben orar.

He examinado cuidadosamente las vidas de los santos de Dios en la Biblia. No he podido encontrar una sola historia desde el Génesis hasta el Apocalipsis, de alguien que no fuera un hombre de oración y eso nos dice mucho. Lo encuentro registrado como una característica de los santos, quienes llaman al Padre (1 P 1:17) que “invocan el nombre del Señor Jesucristo” (1 Co 1:2). Mientras que una característica de los impíos, es que “…a Jehová no invocan…” (Sal 14:4).

He leído la vida de muchos cristianos eminentes que han estado en la tierra desde los tiempos bíblicos. Algunos de ellos eran ricos y otros pobres. Algunos fueron enseñados y algunos indoctos. Algunos de ellos eran episcopales y algunos eran cristianos de otras denominaciones. Algunos eran calvinistas y algunos eran arminianos. A algunos les gustaba usar liturgia, otros ninguna. Pero una cosa veo que todos tenían en común. Todos ellos han sido hombres de oración.

He estudiado los informes de las sociedades misioneras en nuestros días. Veo con gozo que los hombres y mujeres perdidos reciben el Evangelio en diversas partes del mundo. Hay conversiones en África, en Nueva Zelanda, en la India, en China. Los convertidos son, naturalmente, diferentes unos a otros en todos los aspectos. Pero una cosa sorprendente es observar que en todas las estaciones misioneras, las personas convertidas siempre oran.

Los que no oran

No niego que una persona puede orar sin corazón y sin sinceridad. No creo, ni por un momento pretendo decir que el mero hecho de orar demuestra todo lo relacionado con su alma. Como en cualquier otro elemento de la religión, también en esto, puede haber engaño e hipocresía.

Pero esto digo: Que no orar es una prueba clara de que un hombre no es todavía un verdadero cristiano. Él no está convencido realmente de sus pecados. Él no puede amar a Dios. No puede sentirse deudor de Cristo. No puede anhelar la santidad. No puede desear el cielo. Él aún no ha nacido de nuevo. Él aún no ha sido hecho una nueva criatura. Puede jactarse de confianza de la elección, la gracia, la fe, la esperanza y el conocimiento, y engañar a la gente ignorante. Pero puedes estar seguro de que todo lo que dice es vano si él no ora.

Evidencia real

Y digo además, que de todas las evidencias de la verdadera obra del Espíritu, el hábito de la oración privada abundante es uno de los más satisfactorios que se pueden nombrar. Un hombre puede predicar con falsas motivaciones. Un hombre puede escribir libros y dar buenos discursos, y parecer diligente en las buenas obras, y aun así, ser un Judas Iscariote. Pero es raro que un hombre que va a su lugar de oración y derrama su alma delante de Dios en secreto, no sea sincero. El Señor mismo ha puesto su sello en la oración como la mejor prueba de una verdadera conversión. Cuando envió a Ananías a Saulo en Damasco, él no le dio otra prueba de su corazón regenerado que esto: “He aquí, él ora”. (Hch 9:11)

Sé que muchas cosas pueden pasar por la mente de un hombre antes de ser llevado a orar. Puede tener muchas convicciones, deseos, anhelos, sentimientos, intenciones, resoluciones, esperanzas y temores. Pero todas estas cosas son evidencias muy inciertas. Estas también se encuentran en las personas impías y, a menudo, llegan a nada. En más de un caso no es más duradera que la nube de la mañana y el rocío que se desvanece. Una oración verdadera, de corazón, que viene de un espíritu contrito y humillado, es más valiosa que todas estas cosas juntas.

Yo sé que el Espíritu Santo, quien llama a los pecadores de sus malos caminos, en muchos casos, los conduce muy lenta y gradualmente al conocimiento de Cristo. Sin embargo, el ojo humano sólo puede juzgar por lo que ve. No puedo llamar a nadie justificado hasta que él crea. No me atrevo a decir que nadie cree hasta que ora. No puedo entender una fe sin palabras. El primer acto de fe será hablar con Dios. La fe es para el alma lo que la vida es para el cuerpo. La oración es para la fe lo que la respiración es para la vida. ¿Cómo puede un hombre vivir sin respirar? No lo puedo comprender. Y, ¿cómo un hombre puede creer y no orar? Tampoco lo puedo comprender.

No te sorprendas si escuchas a los ministros del evangelio insistiendo mucho sobre la importancia de la oración. Éste es el punto al que queremos llevarte: Queremos confirmar que oras. Tus puntos de vista doctrinales pueden ser correctos. Tu amor por el protestantismo puede ser cálido e inconfundible. Pero aun así, esto puede no ser más que conocimiento intelectual y un espíritu dividido. Queremos saber si en realidad estás familiarizado con el trono de la gracia y si puedes hablar con Dios, así como hablar de Dios.

¿Quieres saber si eres un verdadero cristiano? Entonces, asegúrate de responder mi pregunta, que es de primera importancia: ¿Oras?

3. La oración: El deber más descuidado

Algunos nunca oran

Me pregunto si oras porque no hay un deber más descuidado en la religión que la oración privada.

Vivimos en días de abundante profesión religiosa (expresión verbal o escrita de la fe en Cristo). Ahora hay más lugares de culto público que antes. Hay más personas que asisten a ellos que antes. Y, sin embargo, a pesar de toda esta religión pública, creo que hay un gran descuido de la oración privada. Es uno de esos asuntos privados entre Dios y el alma que ningún ojo ve. Por lo tanto, uno que los hombres están tentados a pasar por alto y dejar de hacer. Creo que cientos de miles nunca pronuncian una palabra de oración en absoluto. Ellos comen. Ellos beben. Ellos duermen. Ellos se levantan. Ellos van a su trabajo. Regresan a sus hogares. Respiran el aire de Dios. Caminan sobre la tierra de Dios. Ellos disfrutan misericordias de Dios. Tienen cuerpos que están muriendo. Tienen juicio y eternidad por delante. Pero nunca le hablan a Dios. Viven como las bestias que perecen. Se comportan como criaturas sin alma. Ellos no tienen una palabra que decir a Aquel en cuya mano está su vida y aliento, y todas las cosas, y de cuya boca deben recibir algún día su condena eterna. “¡Cuán terrible es esto!; pero si tan sólo se conocieran los secretos de los hombres, nos daríamos cuenta de cuán común es”.

Algunos usan sólo fórmulas

Creo que hay cientos de miles de personas cuyas oraciones no son más que meras fórmulas, un conjunto de palabras que se repiten de memoria, sin un pensamiento acerca de lo que significan. Algunos dicen más que unas pocas frases apresuradas aprendidas en el jardín infantil cuando eran niños. Algunos se contentan con repetir el Credo, olvidando que no hay peticiones en el mismo. Algunos se apegan a la oración del Padre Nuestro (Mt 6:9-13), pero sin el menor deseo de que estas peticiones solemnes puedan ser concedidas.

Incluso, muchos de aquellos que utilizan las buenas fórmulas, balbucean sus oraciones después de que han ido a la cama, mientras se bañan o se visten por la mañana. La gente puede pensar lo que le plazca, pero no pueden depender de aquello que a los ojos de Dios no es orar. Las palabras dichas sin corazón son completamente inútiles para nuestras almas como el sonido del tambor del pobre pagano delante de sus ídolos. Donde no hay corazón, puede haber trabajo de labios y de lengua, pero no hay nada que Dios escuche, pues esto no es oración. Saulo, no tengo dudas, pronunció muchas largas oraciones antes que el Señor le encontrase en el camino a Damasco. Pero no fue hasta que su corazón fue quebrantado que el Señor dijo: “Él ora” (Hch 9:11).

¿Esto te sorprende? Escúchame y te mostraré que no estoy hablando sin razón alguna. ¿Piensas que mis afirmaciones son extravagantes e injustificables? Dame tu atención y pronto te demostraré que sólo estoy diciendo la verdad.

¿Por qué los hombres no oran?

¿Has olvidado que no es natural para cualquiera orar? “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios” (Ro 8:7) El deseo del corazón del hombre es alejarse de Dios y no tener nada que ver con Él. Sus sentimientos hacia Dios no son de amor, sino de miedo. ¿Por qué entonces, un hombre oraría cuando no tiene un verdadero sentido del pecado, ni ningún sentimiento real de las necesidades espirituales o ninguna creencia profunda en las cosas que no se ven, ni deseo de la santidad y el cielo? La gran mayoría de los hombres no conocen ni sienten nada acerca de todas estas cosas. Las multitudes andan por el camino ancho (Mt 7:13). No puedo olvidar esto. Por eso te digo audazmente, creo que pocos oran.

¿Has olvidado que orar está pasado de moda? Es una de esas cosas que muchos estarían más bien avergonzados de admitir. Hay cientos de personas que preferirían ir a una batalla que ya está perdida o enfrentarse a una situación sin esperanza alguna, que confesar públicamente que tienen el hábito de orar. Hay miles de personas que, cuando se vieran obligados a dormir en la misma habitación con un extraño, irían a la cama sin una oración. Vestir bien, ir al teatro, creerse listo y agradable, todo esto está de moda, pero no orar. No puedo olvidar esto. No puedo pensar que un hábito común como éste, para muchos sea algo de que avergonzarse. Por eso creo que pocos oran.

¿Has olvidado las vidas que muchos viven? ¿Podemos realmente creer que la gente está orando contra  el pecado de noche y de día, cuando los vemos hundirse en él? ¿Podemos suponer que oran en contra del mundo cuando están completamente absortos y ocupados en sus actividades? ¿Podemos pensar que realmente le piden a Dios la gracia para servirle, cuando no muestran para nada el más mínimo deseo de servirle? Oh no, es claro como la luz del día que la gran mayoría de la gente no pide nada a Dios o realmente no desea de corazón lo que pide, que no es más que lo mismo. El orar y el pecar nunca vivirán juntos en el mismo corazón. La oración consumirá al pecado o el pecado ahogará la oración. No puedo olvidar esto. Miro la vida de los hombres y creo que pocos oran.

¿Has olvidado las muertes que muchos mueren? ¿Cuántos, cuando se acercan a la muerte, parecen completamente extraños para Dios? No sólo son tristemente ignorantes de su Evangelio, sino carentes de poder para hablarle a Él. Hay una dificultad terrible y timidez en sus esfuerzos por acercarse a Él. Parecieran abordar algo nuevo, como si quisieran ser presentados ante Dios y como si nunca antes hubiesen hablado con Él. Recuerdo haber escuchado de una dama, quien estaba ansiosa de que un ministro la visitara en el último tiempo de su enfermedad. Deseaba que él orara por ella. Él le preguntó por qué cosas quería que él orase. Ella no lo supo y no pudo decírselo. Ella se encontraba totalmente incapacitada para nombrar cualquier cosa que deseaba que él pidiera a Dios por su alma. Todo lo que ella parecía desear era que el ministro cumpliera con sus oraciones de manera formal. No puedo entender esto. Los lechos de muerte son grandes reveladores de secretos. No puedo olvidar lo que he visto en los enfermos y moribundos. Esto también me lleva a creer que pocas personas oran.

No puedo ver tu corazón. No conozco tu historia privada en cuanto a los asuntos espirituales. Pero en cuanto a lo que veo en la Biblia y en el mundo, estoy seguro de que no puedo hacerte una pregunta más necesaria que ésta: ¿Oras?

4. La oración produce gran aliento

Dios está listo

Me pregunto si oras porque la oración es un acto de la religión en el que encontramos un gran aliento.

Si los hombres sólo lo intentan, de parte de Dios encontrarán todo para facilitar la oración. Todo está de su lado. Se anticipa a cada objeción. Cada dificultad está prevista. Los caminos torcidos se enderezan y lo áspero se hace suave. No hay excusa para la persona que ha dejado de orar.

Hay un camino por el cual cualquier hombre, aun el pecador e indigno, puede acercarse a Dios el Padre. Jesucristo ha abierto ese camino por el sacrificio que hizo por nosotros en la cruz. La santidad y la justicia de Dios no tienen por qué asustar a los pecadores y alejarlos. Solamente déjenlos clamar a Dios en el nombre de Jesús, solamente déjenlos suplicar por la sangre expiatoria de Jesús y encontrarán a Dios en un trono de gracia, dispuesto y listo para escuchar. El nombre de Jesús es un pasaporte infalible para nuestras oraciones. En ese nombre, un hombre puede acercarse a Dios con valentía y pedir con confianza. Dios se ha comprometido a escucharlo. Piense en esto. ¿No es esto de mucho ánimo?

Hay un abogado e intercesor siempre a la espera de presentar las oraciones de aquellos que vienen a Dios por medio de Él. Ese abogado es Jesucristo. Él mezcla nuestras oraciones con el incienso de su propia todopoderosa intercesión. Y esa mezcla sube como un olor grato delante del trono de Dios. Pobres como son en sí mismas, son fuertes y poderosas en la mano de nuestro Sumo Sacerdote y Hermano Mayor. El cheque sin firma no es más que un pedazo de papel sin valor. El trazo de un lapicero le confiere todo su valor. La oración de un pobre hijo de Adán es algo débil en sí misma, pero respaldada por la mano del Señor Jesús, adquiere mucho valor. Había un oficial en la ciudad de Roma que fue designado para tener sus puertas siempre abiertas, para recibir a cualquier ciudadano romano que solicitara ayuda. Así mismo el oído del Señor Jesús está siempre abierto al clamor de todos los que necesitan misericordia y gracia. Es su oficio ayudarlos. Su oración es su deleite. Piensa en esto. ¿No es esto un aliento?

El Espíritu Santo siempre está dispuesto a ayudar en nuestra débil oración. Es parte de su oficio especial ayudarnos en nuestros esfuerzos para hablar con Dios. No tenemos que estar abatidos y angustiados por el miedo de no saber qué decir. El Espíritu nos dará palabras si buscamos su ayuda. Las oraciones del pueblo del Señor son inspiración del Espíritu de Dios, la obra del Espíritu Santo que habita en ellos como el Espíritu de gracia y súplica. Sin duda, el pueblo del Señor tiene la esperanza de ser escuchado. Ellos no están solos en la oración, sino que el Espíritu Santo está suplicando con ellos. Piense en esto. ¿No es esto aliento?

Promesas

Hay grandes y preciosas promesas para aquellos que oran. ¿Qué quiso decir el Señor Jesús cuando pronunció palabras como éstas: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla, y al que llama, se le abrirá” (Mt 7:7, 8). “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mt 21:22). “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”? (Jn 14:13,14) ¿Qué quiso decir el Señor cuando pronunció las parábolas del Amigo a la medianoche y la viuda inoportuna? (Lc 11:5;18:1) Piensa en estos pasajes. Si esto no es un aliento para orar, estas palabras no tienen sentido.

Ejemplos

Hay ejemplos maravillosos en las Escrituras del poder de la oración. Nada parece ser demasiado grande, demasiado duro o demasiado difícil de hacer para la oración. Con oración se ha conseguido lo que parecía imposible y fuera de alcance. Se han logrado victorias sobre fuego, tierra, aire y agua. La oración abrió el Mar Rojo. La oración trajo agua de la roca y el pan del cielo. La oración hizo que el sol se detuviera. La oración trajo fuego del cielo sobre el sacrificio de Elías. La oración convirtió el consejo de Ahitofel en necedad. La oración derrocó al ejército de Senaquerib. Bien pudo decir la reina María de Escocia: “Temo las oraciones de John Knox más que un ejército de diez mil hombres”. La oración ha sanado a los enfermos. La oración ha resucitado muertos. La oración ha procurado la conversión de las almas. “El hijo de la oración”, dijo un viejo cristiano a la madre de Agustín, “nunca perecerá”. La oración, los dolores y la fe pueden hacer cualquier cosa. Nada parece imposible cuando un hombre tiene el espíritu de adopción. “Ahora, pues, déjame en paz, para que mi ira arda contra ellos”, es la frase notable de Dios a Moisés cuando Moisés estaba a punto de interceder por los hijos de Israel. La versión caldea dice: “Deja de orar”. (Éx 32:10). Mientras Abraham pidió clemencia para Sodoma, el Señor la dio. Él nunca dejó de darla hasta que Abraham dejó de orar. Piensa en esto: ¿No es esto un aliento?

¿Qué más puede un hombre desear para dirigir sus pasos hacia la verdadera religión, que las cosas que acabo de decir sobre la oración? ¿Qué más se podría hacer para facilitar el camino hacia el propiciatorio y eliminar todas las ocasiones de tropiezo del camino del pecador? Seguramente, si los demonios del infierno tuviesen esta puerta abierta delante de ellos, saltarían de regocijo y llenarían ese abismo de alegría.

Pero, ¿dónde esconderá su cabeza la persona que es indiferente a estos gloriosos alientos? ¿Qué puede decirse del hombre que, después de todo, muere sin oración? Estaría muy angustiado si tú fueras esa persona. Seguramente yo podría preguntarte: ¿Oras?

5. Diligencia en la oración: Secreto de la santidad

La gran diferencia

Te pregunto si oras porque la diligencia en la oración es el secreto de la santidad eminente.

Indiscutiblemente, hay una gran diferencia entre los verdaderos cristianos. Hay un inmenso intervalo entre los de la vanguardia y los de la retaguardia en el ejército de Dios. Todos están peleando la misma buena batalla, pero ¿cuánto más valientemente batallan unos que otros? Todos están haciendo la obra del Señor, pero ¿cuánto más hacen unos que otros? Todos son luz en el Señor; ¿pero cuánto más brillan unos que otros? Todos corren la misma carrera, ¿pero cuánto más rápido avanzan unos que otros? Todos aman al mismo Señor y Salvador, pero ¿cuánto más le aman unos que otros? Le pregunto a cualquier verdadero cristiano si éste no es el caso. ¿No son estas cosas así?

Hay algunos del pueblo del Señor que parecen incapaces de continuar desde el momento de su conversión. Ellos han nacido de nuevo, pero siguen siendo bebés toda la vida. Escuchas de ellos la misma experiencia de siempre. Observas en ellos la misma falta de apetito espiritual, la misma falta de interés en cualquier cosa más allá de su pequeño círculo, que observó hace diez años. Son peregrinos en efecto, pero peregrinos como los gabaonitas de la antigüedad, su pan es siempre seco y mohoso, sus zapatos siempre viejos, y sus vestidos siempre rotos y desgarrados (Jos 9). Lo digo con tristeza y dolor, pero le pregunto a cualquier cristiano verdadero, ¿no es esto cierto?

Hay otros del pueblo del Señor que parecen estar siempre avanzando. Crecen como la hierba después de la lluvia, aumentan como Israel en Egipto. Continúan como Gedeón, aunque a veces se debilitan, pero siempre prosiguen (Jue 8:4). Ellos están siempre añadiendo gracia a la gracia y fe a la fe, y fuerza a la fuerza. Cada vez que te encuentras con ellos su corazón parece más grande y su estatura espiritual más alta y más fuerte. Cada año parecen tener mejor visión, saber más, creer más y sentir más su religión. No sólo tienen buenas obras para demostrar la realidad de su fe, sino que son celosos de ellas. Ellos no sólo hacen el bien, sino que son incansables en hacer el bien. Tratan de hacer grandes cosas y hacen grandes cosas. Cuando fallan, lo intentan otra vez, y cuando caen son prontos en levantarse de nuevo. Y siempre piensan de sí mismos como pobres siervos inútiles y creen que no hacen nada en absoluto (Lc 17:10). Estos son los que hacen la religión preciosa y bella delante de los ojos de todos. Ellos arrancan elogios, incluso de los no convertidos y ganan buenas opiniones, incluso de las personas egoístas del mundo.

Es bueno verlos, estar con ellos y escucharlos. Cuando te encuentras con ellos, podrías pensar que como Moisés, acaban de salir de la presencia de Dios (Éx 34:29-35). Cuando compartes con ellos, te sientes calentado por su compañía, como si su alma hubiera estado cerca de un fuego. Sé que personas así son poco frecuentes de encontrar. Sólo me pregunto, ¿por qué no hay más así?

La razón de la diferencia

Ahora, ¿cómo podemos explicar la diferencia que acabo de describir? ¿Cuál es la razón de que algunos creyentes son mucho más brillantes y más santos que los demás? Creo que la diferencia, en diecinueve casos de un total de veinte, surge de hábitos diferentes acerca de la oración privada. Creo que los que no son eminentemente santos oran poco y los que son eminentemente santos oran mucho.

Me atrevo a decir que esta opinión sorprenderá a algunos oyentes. No dudo de que muchos ven la santidad eminente como una especie de don especial, al cual nadie, excepto unos pocos deben pretenden alcanzar. Lo admiran a la distancia en los libros. Creen que es hermoso cuando ven un ejemplo cercano a ellos. Pero en cuanto a que sea una cosa al alcance de cualquiera, sino de muy pocos, tal noción no parece entrar en sus mentes. En resumen, lo consideran una especie de monopolio concedido a pocos creyentes favorecidos, pero ciertamente no para todos.

Ahora, creo que esto es un error muy peligroso. Creo que la grandeza espiritual y natural depende en gran medida del uso fiel de los medios de gracia al alcance de todos. Por supuesto, no digo que tengamos derecho a esperar una ayuda milagrosa de dotes intelectuales, pero esto si digo, que cuando un hombre es una vez convertido a Dios, su progreso en la santidad estará muy de acuerdo con su propia diligencia en el uso de los medios designados por Dios. Y afirmo con seguridad, que el principal medio por el cual la mayoría de los creyentes se han convertido en grandes en la gran iglesia de Cristo es el hábito de la oración privada diligente.

La oración es poder

Mira a través de las vidas de los más brillantes y mejores de los siervos de Dios, ya sea en la Biblia o no. Vea lo que está escrito de Moisés, David, Daniel y Pablo. Nota lo que se registra de los Reformadores Lutero y Bradford. Observa lo que está relacionado con las devociones privadas de Whitefield, Cecil, Venn,  Bickersteth y McCheyne. Dime de uno de toda esta buena cantidad de santos y mártires, que no haya tenido esta marca prominente–ellos eran hombres de oración. Depende de ello: La oración es el poder.

La oración obtiene efusiones frescas y continuas del Espíritu. Sólo Él comienza la obra de la gracia en el corazón del hombre. Sólo Él puede llevarlo adelante y hacerlo prosperar. Pero al buen Espíritu le plació que le rueguen. Y a los que más piden, tendrán más de su influencia.

La oración es el remedio más seguro contra el diablo y los pecados que nos asedian. Ese pecado no se mantendrá firme en el corazón si se ora fervientemente contra él. Ese demonio nunca mantendrá el dominio sobre nosotros, cuando se ruega al Señor que sea echado fuera. Pero entonces, debemos exponer todo nuestro caso ante nuestro Médico celestial, si ha de darnos un alivio diario.

6. La oración y las recaídas

Las recaídas realmente suceden

¿Quieres crecer en la gracia y ser un cristiano devoto? Te aseguro, que si lo deseas, no podrías hacerte una pregunta más importante que ésta: ¿Oras? Me pregunto si oras porque el descuido de la oración es una gran causa de las recaídas.

Es cierto que existen las recaídas después de haber hecho una buena profesión de fe. Los hombres pueden correr bien durante una temporada, al igual que los gálatas, y luego apartarse tras los falsos maestros (Gl 6:1). Los hombres pueden profesar su fe en voz alta, mientras que sus sentimientos son cálidos, como lo hizo Pedro, y luego en la hora de la prueba negar a su Señor (Mt 26:74-75). Los hombres pueden perder su primer amor como lo hicieron los efesios (Ap 2:4). Los hombres pueden enfriarse en su celo por hacer el bien, como Marcos, el compañero de Pablo (Hch 15:37-38). Los hombres pueden seguir a un apóstol por una temporada y como Demas, volver al mundo (2 Ti 4:10). Todo esto lo hacen los hombres.

Es una cosa miserable tener recaídas. De todas las cosas tristes que le pueden pasar a un hombre, supongo que esto es lo peor. Un barco varado, un águila con las alas rotas, un jardín invadido de maleza, un arpa sin cuerdas, una iglesia en ruinas, todos estos son panoramas tristes, pero un reincidente es un espectáculo aún más triste. Una conciencia herida, una mente hastiada de sí misma, un recuerdo lleno de remordimiento, un corazón atravesado por las flechas del Señor, un espíritu roto con una carga de acusaciones internas; todo esto es una prueba del infierno. Es un infierno en la tierra. En verdad, el dicho del sabio es solemne e importante: “De sus caminos será hastiado el necio de corazón [el reincidente]” (Pr 14:14).

La causa de las recaídas

Ahora, ¿cuál es la causa de la mayoría de las recaídas? Creo que, por regla general, una de las principales causas es el descuido de la oración privada. Por supuesto, la historia secreta de las caídas no se conocerá sino hasta el último día. Sólo puedo dar mi opinión como ministro de Cristo y un estudiante del corazón. Mi opinión es, lo repito claramente, que las recaídas en general, primero se inicia con el abandono de la oración privada.

Biblias leídas sin oración; sermones escuchados sin oración; matrimonios contraídos sin oración; viajes realizados sin oración; residencias elegidas sin oración, amistad formada sin oración, la práctica diaria de la oración apresurada o hecha sin el corazón: Estos son los pasos hacia atrás por los cuales, muchos cristianos descienden a un estado de parálisis espiritual o llegan al punto en el que Dios les permite tener una caída tremenda. Éste es el proceso que da a luz Lots persistentes, los Sansones inestables, los Salomones que idolatran esposas, los Asas inconsistentes, los Josafats flexibles, las Martas con exceso de cuidado, de los cuales muchos se encuentran en la iglesia de Cristo.  A menudo, la historia simple de tales casos es la siguiente: Se volvieron descuidados con la oración privada.

Oculto al principio

Puedes estar seguro que los hombres caen primero en privado mucho antes de que caigan en público. Son reincidentes en sus rodillas, mucho antes de que reincidan abiertamente ante los ojos del mundo. Al igual que Pedro, primero ignoran la advertencia del Señor de velar y orar, a continuación, al igual que Pedro, su fortaleza espiritual se va, y en la hora de la tentación niegan a su Señor (Mt 26:40-75).

El mundo toma nota de su caída y se burla ruidosamente. Pero el mundo no conoce la verdadera razón. Los paganos ofrecen en sacrificio, como incienso a sus ídolos, a un muy reconocido cristiano, amenazándolo con un castigo peor que la muerte. Ellos triunfaron en gran medida al ver su cobardía y apostasía. Pero los paganos no conocieron el hecho de que la historia nos informa que, en esa misma mañana, había salido de su alcoba a toda prisa y sin haber terminado sus oraciones habituales.

Si eres realmente un cristiano, confío en que nunca reincidirás en antiguos pecados. Pero si no deseas ser un cristiano reincidente, recuerda la pregunta que hago: ¿Oras?

7. La oración y el contentamiento

La tristeza abunda

Me pregunto, por último, si oras porque la oración es uno de los mejores medios para la felicidad y contentamiento.

Vivimos en un mundo donde abunda la aflicción. Así ha sido siempre desde que él entró en el pecado. Donde hay pecado hay aflicción. Y hasta que el pecado sea expulsado del mundo, es inútil para cualquiera suponer que pueda escapar de la aflicción.

Algunos, sin duda, tienen una porción más grande de aflicción que otros, pero se encuentran pocos que vivan largo tiempo sin penas o preocupaciones de un tipo u otro. Nuestros cuerpos, nuestras propiedades, nuestras familias, nuestros hijos, nuestras relaciones, nuestros sirvientes, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestras necesidades físicas, todas y cada una de ellas requieren atención. Enfermedades, muertes, pérdidas, decepciones, despedidas, separaciones, ingratitudes, calumnias, todas estas son cosas comunes. No podemos existir sin vivir estas cosas. Un día u otro las sufrimos. Cuan mayores son nuestros afectos, más profundas son nuestras aflicciones, y cuanto más intensamente amamos, más intensamente lloraremos.

La respuesta a la aflicción

¿Y cuál es el mejor medio para estar alegre en un mundo como éste? ¿Cómo atravesar este valle de lágrimas con el menor dolor? No conozco mejores medios que la práctica regular y habitual de entregar todo a Dios en oración.

Éste es el consejo claro que da la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. ¿Qué dice el salmista? “… invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honrarás” (Sal 50:15). “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (Sal 55:22). ¿Qué dice el apóstol Pablo? “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4:6-7). ¿Qué dice el apóstol Santiago? “¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración” (Stg 5:13).

Ésta era la práctica de todos los santos, cuya historia está registrada en las Escrituras. Esto es lo que hizo Jacob cuando temió a su hermano Esaú. Esto es lo que hizo Moisés cuando la gente estaba lista para apedrearlo en el desierto. Esto es lo que hizo Josué cuando Israel fue vencido delante de los de Hai. Esto es lo que hizo David cuando estaba en peligro en Keila. Esto es lo que hizo Ezequías cuando recibió la carta de Senaquerib. Esto es lo que hizo la Iglesia cuando Pedro fue puesto en prisión. Esto es lo que hizo Pablo cuando fue lanzado en el calabozo de Filipos.

Nuestro amigo es Jesús

La única manera de ser realmente feliz en un mundo como éste, es entregar todas nuestras preocupaciones a Dios. A menudo, los creyentes están afligidos porque tratan de llevar sus propias cargas. Si le cuentan sus problemas a Dios, Él les permitirá sobrellevar sus cargas tan fácilmente como cargó Sansón las puertas de Gaza (Jue 16:3). Pero si los hombres están decididos a cargarlos por sí mismos, hallarán un día que un saltamontes es una pesada carga.

Siempre hay un amigo esperando para ayudarnos, si recurrimos a Él para desahogar nuestra aflicción. Un amigo que se compadeció de los pobres, enfermos y afligidos, cuando estuvo en la tierra; un amigo que conoce el corazón del hombre porque vivió treinta y tres años como hombre entre nosotros; un amigo que puede llorar con los que lloran porque Él era un varón de dolores, experimentado en quebranto; un amigo que puede ayudarnos porque nunca hubo dolor terrenal que no pudiese curar. Ese amigo es Jesucristo. La manera de ser feliz es estar siempre con nuestros corazones abiertos a Él. ¡Oh, si todos fuéramos como el pobre cristiano que cuando fue amenazado y castigado, sólo respondió: “Debo decirle al Señor”!

Jesús puede hacer felices a los que confían en Él y lo invocan, sea cual sea su condición. Él puede darles paz de corazón en una prisión, contentamiento en medio de la pobreza, consuelo en medio de los duelos, alegría al borde de una tumba. Hay una poderosa plenitud en Él para todos los creyentes, una plenitud que está lista para ser derramada sobre todos los que la pidan en oración. ¡Oh, que los hombres entiendan que la felicidad no depende de circunstancias externas, sino del estado del corazón!

Resultados de la oración

La oración puede hacer livianas nuestras cruces, por más pesadas que sean. Puede traer a nuestro lado a Aquel que nos ayudará a sobrellevarlas. La oración puede abrirnos una puerta cuando nuestro camino parece estar cerrado. Puede traer a Aquel que dirá: “Este es el camino, andad por él” (Is 30:21). La oración puede dejar entrar un rayo de esperanza cuando todas nuestras perspectivas terrenales parecen oscuras. Puede traer a Aquel que dice: “No te desampararé, ni te dejaré” (He 13:5). La oración puede darnos alivio cuando aquellos que más amamos son quitados y el mundo se siente vacío. Puede traer a Aquel que puede llenar el vacío en nuestros corazones con Él mismo y decir a las olas en nuestro interior: “Calla, enmudece” (Mr 4:39). ¡Oh, que los hombres no fueran tan parecidos a Agar en el desierto, ciegos al pozo de agua vivas cerca de ellos! (Gn 21:14-19)

Quiero que seas feliz. Confío en haber presentado ante ustedes cosas que serán consideradas seriamente. Ruego de todo corazón a Dios que esta consideración sea bendición para tu alma.  Sé que no puedo hacerte una pregunta más útil que ésta: ¿Oras?

8. Un consejo a los inconversos

No hay excusa

Permítanme decir una palabra de despedida para aquellos que no oran. No me atrevo a suponer que todos los que leen estas páginas son personas que oran. Si eres una persona sin oración, permíteme que te hable hoy en el nombre de Dios.

Lector sin oración, sólo puedo advertirte, pero lo advierto con la mayor solemnidad. Te advierto que estás en una posición de peligro terrible. Si mueres en tu estado actual, eres un alma perdida. Sólo te levantarás otra vez para ser eternamente miserable. Te advierto que entre todos los cristianos profesantes, tú estás totalmente sin excusa. No hay ni una sola buena razón que puedas mostrar para vivir sin oración.

Es inútil decir que no sabes cómo orar. La oración es el acto más simple en todas las religiones; es simplemente hablarle a Dios. No se necesita aprendizaje, ni sabiduría, ni conocimientos de libros para empezar; sólo se necesita el corazón y la voluntad. El bebé más débil puede llorar cuando tiene hambre. El pobre mendigo puede estirar su mano pidiendo limosna y no espera encontrar buenas palabras para eso. El hombre más ignorante encontrará algo que decirle a Dios, sólo debe tener una mente que piense.

Es inútil decir que no tienes un lugar conveniente para orar. Cualquier hombre puede encontrar un lugar lo suficientemente privado, si está dispuesto. Nuestro Señor oró en una montaña; Pedro en la azotea, Isaac en el campo; Natanael bajo la higuera; Jonás en el vientre de la ballena. Cualquier lugar puede convertirse en un lugar secreto, en un oratorio, en un Bet-el (Gn 28:10-22) y donde esté con nosotros la presencia de Dios.

Es inútil decir que no tienes tiempo. Hay mucho tiempo, si los hombres lo emplean. El tiempo puede ser corto, pero siempre es suficiente para orar. Daniel tenía los asuntos de un reino en sus manos y, sin embargo, oraba tres veces al día (Dn 2:48; 6:10). David gobernaba una nación poderosa y, sin embargo, dice: “Tarde y mañana y a mediodía oraré” (Sal 55:17). Cuando realmente se busca, siempre se puede encontrar algo de tiempo.

Es inútil decir que no puedes orar hasta que tengas fe y un nuevo corazón, y que debes sentarte quieto y esperar por ellos. Esto es añadir pecado sobre pecado. Ya es bastante malo ser un inconverso e irse al infierno. Es aun peor decir: “Yo lo sé, pero no voy a llorar por misericordia”. Éste es un tipo de argumento para el que no hay justificación en las Escrituras. “Buscad a Jehová”, dice Isaías, “mientras puede ser hallado” (Is 55:6). “Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová”, dice Oseas (Os 14:2). “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios”, dice Pedro a Simón el Mago (Hch 8:22). Si deseas fe y un nuevo corazón, clama al Señor por ellos. El mismo intento de orar con frecuencia ha sido el despertar de un alma muerta.

Oh, lector sin oración, ¿quién y qué eres para no pedirle nada a Dios? ¿Has hecho un pacto con la muerte y el infierno? ¿Estás en paz con el gusano y el fuego? ¿No tienes pecados para ser perdonado? ¿No tienes miedo al tormento eterno? ¿No tienes deseos del cielo en el futuro? ¡Oh, que despertaras de tu actual locura! ¡Oh, que consideraras tu destino final! ¡Oh, que te levantaras y clamaras a Dios! Por desgracia, habrá un día cuando muchos oraran en voz alta: “Señor, Señor, ábrenos” (Mt 25:11), pero será demasiado tarde. Entonces, quienes nunca clamaron a Dios, clamarán a las rocas para que caigan sobre ellos y a las colinas para que los cubran. Con todo cariño te advierto: Cuidado que no sea éste el final de tu alma. La salvación está muy cerca de ti. No pierdas el cielo por falta de pedirlo.

¿Deseas la salvación?

Déjame hablar a aquellos que tienen verdaderos deseos de salvación, pero no saben qué pasos dar o por dónde empezar. No puedo sino esperar que algunos lectores puedan estar en este estado de ánimo y si hay sólo uno, debo ofrecerle un consejo afectuoso.

Cada viaje debe iniciar con un primer paso. Debe haber un cambio de estar quieto a avanzar adelante. El peregrinaje de Israel desde Egipto a Canaán fue largo y agotador. Cuarenta años pasaron antes de que cruzaran el Jordán. Sin embargo, hubo alguien que marchó de primero cuando marcharon desde Ramá a Sucot. ¿Cuándo un hombre da realmente el primer paso para salir del pecado y del mundo? Lo hace en el día en que, por primera vez, ora con su corazón.

En cada edificio se debe poner la primera piedra y dar el primer golpe. El arca se demoró ciento veinte años en construirse. Sin embargo, hubo un día en que Noé puso su hacha en el primer árbol que cortó para iniciar. El templo de Salomón era un edificio glorioso; pero hubo un día en que se colocó la primera y enorme piedra en lo profundo del monte Moriah. ¿Cuándo empieza a edificar el Espíritu en el corazón de un hombre realmente? Se inicia, hasta donde podemos juzgar, cuando él derrama por primera vez su corazón a Dios en oración.

Qué hacer

Si deseas la salvación y quieres saber qué hacer, te aconsejo que vayas este mismo día al Señor Jesucristo, en el primer lugar privado que puedas encontrar y que le ruegues ferviente y sinceramente por la salvación de tu alma.

Dile que tú has oído que Él recibe a los pecadores y que ha dicho: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn 6:37). Dile que eres un pobre y vil pecador, y que vienes a Él por la fe de su propia invitación. Dile que te pones, completa y enteramente, en sus manos; que te sientes vil, impotente y sin esperanza en ti mismo y que, excepto que Él te salve, no tienes ninguna esperanza de ser salvo en absoluto. Ruega a Dios que te libre de la culpa, el poder y las consecuencias del pecado. Suplícale que te perdone y te lave en su propia sangre. Ruégale que te dé un corazón nuevo y plante el Espíritu Santo en tu alma. Ruega que te dé la gracia y la fe, y la voluntad y el poder para ser su discípulo y siervo desde este día y para siempre. Oh, lector, ve hoy mismo y dile estas cosas al Señor Jesucristo, si eres sincero acerca de tu alma.

Dile a tu manera y con tus propias palabras. Si un médico viene a verte cuando estás enfermo, puedes decirle dónde has sentido dolor. Si tu alma se siente enferma, seguramente puedes encontrar algo que decirle a Cristo.

No dudes

No dudes de su voluntad para salvarte porque eres un pecador. Es el oficio de Cristo salvar a los pecadores. Él mismo dice: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lc 5:32).

No esperes porque te sientes indigno. No esperes nada. No esperes a nadie. Esa espera viene del diablo. Así como eres, ve a Cristo. Cuanto peor estés, más necesidad tienes de recurrir a Él. Si permaneces alejado, tú mismo nunca podrás enderezar tu vida.

No temas porque tu oración sea tartamuda, tus palabras débiles y tu lenguaje pobre. Jesús te puede entender. Así como una madre entiende los primeros balbuceos de su bebé, así también nuestro bendito Salvador comprende a los pecadores. Él puede leer un suspiro y ver un significado en un gemido.

No te desesperes porque no recibes una respuesta de inmediato. Mientras que estás hablando, Jesús está escuchando. Si se demora la respuesta, es sólo por razones sabias y para probar si eres sincero. La respuesta seguramente vendrá. Aunque tardare, espérala. Seguramente vendrá.

Oh, lector, si tienes el deseo de ser salvo, recuerda los consejos que te he dado en este día. Teniéndolos en cuenta, actúa honesta y sinceramente, y serás salvo.

9. Consejo a los santos

La lucha

Permítanme hablar, por último, a los que oran. Confío en que algunos de los que leen este texto saben bien lo que es la oración y tienen el Espíritu de adopción. A todos ellos, les ofrezco algunas palabras de consejo fraternal y exhortación. Se ordenó que el incienso ofrecido en el tabernáculo se hiciera de una manera particular; no todo tipo de incienso serviría. Recordemos esto y tengamos cuidado con el motivo y la forma de nuestras oraciones.

Hermanos que oran, si algo sé del corazón de un cristiano, es que se cansa con frecuencia de sus propias oraciones. Esto significa que no has comprendido las palabras del Apóstol: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí” (Ro 7:21) y sólo lo harás profundamente cuando estés de rodillas. Puedes entender las palabras de David: “Los pensamientos vanos aborrezco” (Sal 119:113 [RVA 1909]). Puedes simpatizar con Hottentot, ese pobre convertido a quien se escuchó orar: “Señor, líbrame de mis enemigos y, sobre todo, de ese hombre malo que soy yo mismo”. Hay pocos hijos de Dios que, a menudo, no asimilan el tiempo de la oración como un tiempo de conflicto. El diablo tiene una ira especial contra nosotros cuando nos ve de rodillas. Sin embargo, creo que debemos tener gran desconfianza de esas oraciones que no nos costaron ningún problema. Creo que somos jueces muy pobres de la bondad de nuestras oraciones y que la oración que nos agrada menos, a menudo, es la que más agrada a Dios. Sufre conmigo como compañero en la lucha cristiana y permite que te ofrezca unas palabras de exhortación. Una cosa, al menos, que todos sentimos: Debemos orar. No podemos renunciar. Debemos continuar.

La posición

Recomiendo tu atención acerca de la importancia de la reverencia y la humildad en la oración. Nunca olvidemos lo que somos y lo solemne que es hablar con Dios. Tengamos cuidado de apresurarnos a su presencia con descuido y ligereza. Digámonos: “Estoy en tierra santa. Ésta no es otra que la puerta del cielo. Si yo no deseo lo que digo, estoy jugando con Dios. Si oro con iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará”. Tengamos en cuenta las palabras de Salomón: “No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra” (Ec 5:2). Cuando Abraham habló a Dios, dijo que él era “…polvo y ceniza” (Gn 18:27). Cuando Job habló con Dios, dijo: “yo soy vil” (Job 40:4). Hagamos nosotros lo mismo.

Te recomiendo la importancia de orar espiritualmente. Quiero decir con esto que debemos trabajar siempre para tener la ayuda directa del Espíritu en nuestras oraciones y tener cuidado de no convertirlo en un formalismo. La oración privada es una de las cosas espirituales que más fácilmente se pueden convertir en un formalismo. Podemos, sin darnos cuenta,  caer en el hábito de usar las palabras más aptas posibles y ofrecer las peticiones más escriturales y, sin embargo, hacerlo todo de memoria sin sentirlo y caminar todos los días alrededor de un viejo camino trillado. Deseo tocar este punto con cuidado y delicadeza. Sé que hay ciertas cosas importantes que a diario necesitamos y que no es necesariamente formalismo el pedir estas cosas con las mismas palabras. El mundo, el diablo y nuestros corazones, son lo mismo todos los días. Necesariamente tenemos que repasar todos los días el antiguo terreno. Pero esto digo: Debemos ser muy cuidadosos en este punto. Si el esqueleto y el esquema de nuestras oraciones, por el hábito, son casi una fórmula, esforcémonos para que las vestiduras y el contenido de nuestras oraciones, se eleven en el Espíritu lo más alto posible. En cuanto a la oración siguiendo un libro en nuestras devociones privadas, es un hábito que no puedo alabar. Si podemos decir a nuestros médicos el estado de nuestros cuerpos sin un libro, deberíamos ser capaces de decir el estado de nuestras almas a Dios. No tengo ninguna objeción a que un hombre use muletas cuando se está recuperando de una extremidad rota. Es mejor usar muletas, que no caminar en absoluto. Pero si lo vemos toda la vida en muletas, pienso que no es algo que deba ser alabado. Me gustaría verlo lo suficientemente fuerte como para dejar las muletas.

La práctica

Te recomiendo además, la importancia de hacer de la oración una actividad cotidiana de vida. Podría decir algo sobre el valor de las horas que se dedican con regularidad durante el día para la oración. Dios es un Dios de orden. Las horas de sacrificio de la mañana y de la tarde en el templo judío no se establecieron sin ningún sentido. El desorden es eminentemente uno de los frutos del pecado. Pero yo no voy a condenar a nadie en este sentido. Sólo digo esto: Es esencial para la salud de tu alma hacer de la oración una parte de lo que haces cada veinticuatro horas del día. Así como dedicas tiempo para comer, dormir y trabajar, así también dedica tiempo a la oración. Elige tu propio horario y tus propios tiempos. Por lo menos, habla con Dios en la mañana, antes de hablar con el mundo, y habla con Dios en la noche, después de haber terminado con el mundo. Pero establece en tu mente que la oración es una de las grandes cosas de todos los días. No lo lleves a un rincón. No le des las sobras y desperdicios de tus deberes diarios. Cualquier otra cosa se convierte en un deber, convierte a la oración en un deber.

Te recomiendo la importancia de la perseverancia en la oración. Una vez que hayas iniciado el hábito, nunca te des por vencido. Tu corazón a veces dirá: “Ya tuviste la oración en familia: ¿qué daño podrías tener si dejas de hacer la oración privada?”. Tu cuerpo a veces te dirá: “Estás enfermo o con sueño o cansado, no es necesario orar”. A veces tu mente dirá: “Tienes asuntos más importantes que atender hoy, acorta tus oraciones”. Mira todas las sugerencias que vienen directamente de Satanás. Todas son tan buenas como decir: “Descuida tu alma”. No digo que las oraciones siempre deben ser de la misma duración, pero sí digo, no permitas que ninguna excusa te haga renunciar a la oración.

Pablo dijo: “Perseverad en la oración” y “Orad sin cesar” (Col 4:2; 1 Ts 5:17). Él no quiso decir que los hombres deben estar siempre de rodillas, pero sí quiso decir que nuestras oraciones deberían ser como el holocausto permanente, con constancia y perseverancia todos los días; que deberían ser como la sementera y la siega, el verano y el invierno, que se presentan sin cesar en temporadas regulares; que deberían ser como el fuego sobre el altar, que no siempre consume sacrificios, pero que nunca se apaga por completo. Nunca olvides que puedes unir tus oraciones matutinas con las vespertinas, por medio de una cadena interminable de continuas y cortas oraciones durante todo el día. Incluso en compañía, en tu lugar de labores o en la misma calle, puedes enviar silenciosamente pequeños mensajeros alados a Dios, como lo hizo Nehemías en la misma presencia de Artajerjes (Neh 2:4). Y nunca pienses que se pierde el tiempo que se le da a Dios. Una nación no se empobrece porque pierda un año por cada siete de trabajo, por guardar el Día de reposo. A la larga, un cristiano nunca encuentra que sea un perdedor por perseverar en la oración.

La actitud

Te recomiendo la importancia de la sinceridad en la oración. No es necesario que un hombre grite o levante la voz o haga mucho ruido para demostrar que habla en serio. Pero es deseable que seamos sinceros, fervorosos y cálidos, y preguntarnos si realmente estamos interesados en lo que estamos haciendo. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Stg 5:16).  Ésta es la lección que nos enseñan las expresiones utilizadas en las Escrituras acerca de la oración, ésta es asociada con: “Llorar, golpear, luchar, trabajar y esforzarse”.

Ésta es la lección que nos enseñan los ejemplos de las Escrituras. Jacob es uno de ellos. Él le dijo al ángel en Peniel: “No te dejaré, si no me bendices” (Gn 32:26). Daniel es otro. Escucha cómo le suplicó a Dios: “Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío” (Dn 9:19). Nuestro Señor Jesucristo es otro. Está escrito de Él: “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas” (He 5:7). ¡Ay, qué diferente es esto a muchas de nuestras súplicas! Que mansas y tibias parecen en comparación. Cuan verdaderamente Dios podría decirnos a muchos de nosotros: “Realmente no deseas por lo que oras”.

Tratemos de corregir esa falta. Toquemos con fuerza a la puerta de la gracia, como Misericordia en El Progreso del Peregrino, como si fuésemos a perecer, a menos que seamos escuchados. Determinemos en nuestras mentes que las oraciones frías son un sacrificio sin fuego. Recordemos la historia de Demóstenes el gran orador, cuando alguien se le acercó y éste quería defender una causa. Él lo escuchó sin prestar atención, mientras que le contaban la historia sin sinceridad. El hombre notó esto y gritó con ansiedad que todo era verdad. “Ah”, dijo Demóstenes, “ahora te creo”.

Te recomiendo la importancia de orar con fe. Debemos esforzarnos por creer que nuestras oraciones son escuchadas y que si pedimos cosas de acuerdo a la voluntad de Dios, Él va a contestar. Éste es el claro mandato de nuestro Señor Jesucristo: “Os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá” (Mr 11:24). La fe es a la oración lo que es la pluma para la flecha: sin ella la oración no da en el blanco.

Deberíamos cultivar el hábito de suplicar promesas en nuestras oraciones. Deberíamos llevarnos con nosotros algunas promesas y decir: “Señor, aquí está tu propia palabra prometida. Haz por nosotros lo que has dicho”. Éste era el hábito de Jacob, Moisés y David. Salmos 119 está lleno de peticiones “según tu palabra”. Sobre todo, debemos cultivar el hábito de esperar respuestas a nuestras oraciones. Deberíamos hacer como el comerciante que envía sus barcos a la mar: No deberíamos estar satisfechos, a menos que regresen. Por desgracia, éste es uno de los temas en el cual los cristianos se quedan cortos. La iglesia en Jerusalén hacia oración sin cesar por Pedro en prisión, pero cuando la oración fue contestada, ¡difícilmente lo creyeron! (Hch 12:15). Ésta es una frase solemne de Robert Traill: “No hay una señal más segura de trivialidad en la oración que cuando los hombres descuidan lo que obtienen con la oración”.

El pedir

Te recomiendo, además, la importancia de la valentía en la oración. Hay una familiaridad indecorosa en las oraciones de algunos hombres que no puedo alabar. Pero existe algo como la valentía santa, que es extremadamente deseable. Me refiero a la valentía de Moisés cuando le suplica a Dios que no destruya a Israel: “¿Por qué”, dice él, “han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira” (Éx 32:12). Me refiero a tanta valentía como la de Josué cuando los hijos de Israel fueron derrotados ante los hombres de Hai: “¿Qué”, dice él, “harás tú a tu grande nombre?” (Jos 7:9). Ésta es la valentía por la cual Lutero fue notable. Alguien que lo escuchó orar dijo: “¡Qué espíritu, qué confianza había en sus propias expresiones! Con tal reverencia dijo, como un mendigo ante Dios; y, sin embargo, con tanta esperanza y seguridad, como si hablara con un padre o un amigo amoroso”. Ésta es la valentía que distinguió a Bruce, un gran escocés y respetado teólogo del siglo XVII. Se decía que sus oraciones eran “como rayos disparados al cielo”. Aquí también me temo que, lamentablemente, nos quedamos cortos: No nos damos cuenta suficientemente de los privilegios del creyente. No suplicamos tan a menudo como pudiésemos: “Señor, ¿no somos tuyos? ¿No es para tu gloria que seamos santificados? ¿No es para tu honor que tu evangelio debería aumentar?”.

Te recomiendo la importancia de la plenitud en la oración. No olvido que nuestro Señor nos advierte contra el ejemplo de los fariseos que, por pretexto, hacían largas oraciones, y nos ordena que al orar no usemos vanas repeticiones (Mt 6:7). Pero no puedo olvidar, por otra parte, que Él ha dado su propia aprobación a las grandes y largas oraciones devocionales cuando Él mismo pasaba toda la noche en oración a Dios. En todo caso, no es probable que hoy erremos por orar demasiado. ¿No debería temer que muchos creyentes en esta generación oren demasiado poco? ¿No es la cantidad de tiempo efectivo que muchos cristianos dedican a la oración, en conjunto, muy pequeña? Me temo que estas preguntas no pueden responderse satisfactoriamente. Me temo que las devociones privadas de muchos de ellos son terriblemente escasas y limitadas, lo suficiente como para demostrar que están vivos y nada más. Realmente parecen querer poco de Dios. Parecen tener poco que confesar, poco pedir y poco que agradecerle. Por desgracia, esto está completamente mal. Nada es más común que escuchar creyentes que se quejan porque no van bien. Nos dicen que no crecen en la gracia, como ellos desearían. ¿No es más bien sospechar que muchos tienen toda la gracia que ellos piden? ¿No es el relato verídico de muchos que tienen muy poco porque piden muy poco? La causa de su debilidad se encuentra en sus propias atrofiadas, enanas, recortadas, contraídas, apresuradas, estrechas y diminutas oraciones. No tenéis porque no pedís (Stg 4:2). Oh, no estamos limitados por Cristo, sino por nosotros mismos. El Señor dice: “Abre tu boca, y yo la llenaré” (Sal 81:10). Pero somos como el Rey de Israel que golpeó tres veces el suelo y se detuvo, cuando debería haber golpeado cinco o seis veces (2 R 13:14-19).

Te recomiendo la importancia de la particularidad en la oración. No debemos contentarnos con peticiones generales. Deberíamos especificar nuestras necesidades ante el trono de la gracia. No debería ser suficiente confesar que somos pecadores, debemos nombrar los pecados de los cuales nuestra conciencia nos dice que somos más culpables. No debería ser suficiente pedir por santidad, debemos nombrar las gracias en las que somos más deficientes. No debería ser suficiente decirle al Señor que estamos en problemas, debemos describir nuestro problema y todas sus peculiaridades. Esto es lo que hizo Jacob cuando temió a su hermano Esaú. Él le dijo a Dios exactamente cuáles eran sus temores (Gn 32:11). Esto es lo que hizo Eliezer cuando buscaba una esposa para el hijo de su amo. Él manifiesta delante de Dios precisamente lo que necesita (Gn 24:12). Esto es lo que hizo Pablo cuando tenía un aguijón en la carne: Suplicó al Señor. (2 Co 12:8).

Ésta es la verdadera fe y la verdadera confianza. Debemos creer que nada es demasiado pequeño para ser dicho ante Dios. ¿Qué deberíamos pensar del paciente que dijo a su médico que estaba enfermo, pero nunca entró en detalles? ¿Qué deberíamos pensar de la esposa que le dijo a su marido que ella no era feliz, pero no especificó la causa? ¿Qué deberíamos pensar del niño que le dijo a su padre que estaba en problemas, pero nada más? Cristo es el verdadero esposo del alma, el verdadero médico del corazón, el verdadero padre de todo su pueblo. Demostremos que sentimos esto viniendo sin reservas en nuestra comunicación con Él. No le ocultemos ningún secreto; digámosle todo lo que hay en todos nuestros corazones.

Te recomiendo la importancia de la intercesión en nuestras oraciones. Todos somos egoístas por naturaleza y nuestro egoísmo es muy hábil para adherirse a nosotros, incluso cuando estamos convertidos. Hay una tendencia en nosotros a pensar sólo en nuestras propias almas, nuestros propios conflictos espirituales, nuestro propio progreso en la religión y olvidar a los demás. Contra esta tendencia que todos tenemos, debemos vigilar y esforzarnos, y hacerlo enfático en nuestras oraciones. Deberíamos estudiar para que nuestro espíritu se enfoque más en lo público. Deberíamos inquietarnos  y mencionar otros nombres además del nuestro ante el trono de la gracia. Deberíamos tratar de llevar al mundo entero en nuestros corazones, los paganos, los judíos, los católicos romanos, el cuerpo de verdaderos creyentes, las iglesias protestantes profesantes, el país en el cual vivimos, la congregación a la que pertenecemos, el hogar con los que habitamos, los amigos y parientes con los que estamos en contacto. Por todos y cada uno de ellos debemos pedir.

Ésta es la mayor caridad. Él que me ama mejor, me ama en sus oraciones. Esto es para la salud de nuestra alma. Se amplían nuestras simpatías y se expanden nuestros corazones. Esto es para el beneficio de la Iglesia. Las ruedas de toda la maquinaria para la extensión del evangelio se mueven por la oración. Hace tanto por la causa del Señor quien intercede como Moisés en el monte, como los que luchan como Josué en el fragor de la batalla. Esto es ser como Cristo. Él lleva el nombre de su pueblo, como su sumo sacerdote, ante el Padre. ¡Oh, el privilegio de ser como Jesús! Esto es ser un verdadero ayudante fiel a los ministros. Si tengo que elegir una congregación, dame un pueblo que ore.

Acción de gracias

Te recomiendo la importancia de la acción de gracias en la oración. Sé muy bien que pedirle a Dios es una cosa y alabar a Dios es otra. Pero veo una conexión tan estrecha entre la oración y la alabanza en la Biblia que no me atrevo a llamar oración verdadera, si la acción de gracias no está presente. No es por nada que Pablo dice: “…sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil 4:6). “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4:2). Es por misericordia que no estamos en el infierno. Es por misericordia que tenemos la esperanza del cielo. Es por misericordia que vivimos en una tierra de luz espiritual. Es por misericordia que hemos sido llamados por el Espíritu y no nos haya dejado cosechar el fruto de nuestros propios caminos. Es por misericordia que aún vivamos y tengamos la oportunidad de glorificar a Dios de manera activa o pasiva. Seguramente estos pensamientos deberían agolparse en nuestras mentes cada vez que hablamos con Dios. Seguramente nunca deberíamos abrir nuestros labios en oración sin antes bendecir a Dios por la libre gracia por la cual vivimos, y por esa bondad amorosa que perdura para siempre.

Nunca ha existido un santo eminente que no estuviese lleno de agradecimiento. San Pablo casi nunca escribe una epístola sin comenzar con agradecimiento. Hombres como Whitefield, en el siglo pasado, y Bickersteth en nuestro tiempo, abundaban en agradecimientos. Oh, lector, si queremos ser brillantes y radiantes luces en nuestros días, deberíamos abrigar un espíritu de alabanza. Que nuestras oraciones sean oraciones de agradecimiento.

En guardia

Te recomiendo la importancia de vigilar en tus sus oraciones. La oración es el punto en la religión en la que más debes estar en guardia. Aquí es donde comienza la verdadera religión, aquí florece y aquí se desintegra. Dime cuales son las oraciones de un hombre y pronto te contaré el estado de su alma. La oración es el pulso espiritual. Por esto, la salud espiritual puede ser probada. La oración es el barómetro espiritual. Por medio de ella podemos saber que está bien o mal en nuestros corazones. Oh, vigilemos continuamente nuestras devociones privadas. Ésta es la sustancia y la médula de nuestro cristianismo práctico. Los sermones, libros, folletos, reuniones de comité y la compañía de hombres piadosos son buenos en cierta manera, pero nunca compensarán el abandono de la oración privada. Identifica muy bien los lugares, sociedades y compañías que perturban la comunión con Dios en tu corazón y haz que tus oraciones prevalezcan fuertemente.

Hay que estar en guardia. Observa estrictamente que amigos y que ocupaciones dejan tu alma en un marco más espiritual y más dispuesto para hablar con Dios. A estos aférrate. Si cuidas tus oraciones, nada irá mal con lo que respecta a tu alma.

Te ofrezco estos puntos para tu consideración privada. Lo hago con toda humildad. No conozco a nadie que necesite más que se le recuerde de esto que a mí mismo. Pero creo que son la verdad de Dios y deseo que, tanto yo como todos los que amo, podamos apreciarlos más.

Deseo que los tiempos en que vivimos sean tiempos de oración. Deseo que los cristianos de nuestro tiempo sean cristianos que oran. Deseo que la Iglesia sea una Iglesia que ora. El deseo de mi corazón y mi oración al enviar este tratado es promover un espíritu de oración. Deseo que aquellos que nunca han orado, se levanten y pidan a Dios, y quiero que los que oran vean que no están orando mal.

“… les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar…” (Lc 18:1).

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Preguntas para reflexión personal y discusión grupal

Las siguientes preguntas están diseñadas para reforzar la comprensión y la aplicación.

1. ¿Cuáles son algunos de los resultados de la falta de oración?

2. Describe la conexión entre la oración y la fe.

3. ¿Cómo afecta la mundanalidad a nuestra oración?

4.  a. ¿Quién es nuestro abogado ante el Padre?

b. ¿Cómo se convirtió en tal?

c. ¿Cómo nos ministra en este papel?

5. ¿Cuál es el recurso principal que Dios usa para que progresemos en santidad? Enumera algunas de las consecuencias de esto.

6. “La oración obtiene frescas... efusiones del Espíritu”. ¿Por qué es esto importante?

7. ¿Describe la relación entre la oración y las recaídas?

8. ¿Cuáles actividades determinan el estar feliz y cuáles el estar triste?

9. ¿Cuáles son algunos resultados de la oración?

10. Enumera algunas de las respuestas para dudar, esperar, temer, desesperar acerca de la oración.

11. ¿Por qué los santos a menudo sienten que sus oraciones no son dignas?

12. Enumera algunas de las razones por las cuales la oración debe ser regular, reverente y humilde, valiente, completa, particular y vigilante.

13. Para cada uno de los siguientes versículos, discute el significado y el impacto en la vida de oración.

a. Efesios 6:18

b. Filipenses 4:6-7

c. 1 Samuel 12:23

d. Lucas 18:1

e. Santiago 5:16-17

f. Mateo 6:31-33

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“No digas: Como me hizo, así le haré; Daré el pago al hombre según su obra” (Pr 24:29).

Ya conoces la “regla de oro”: haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti. Pero, ¿conoces la regla del diablo? Es el pecado de este proverbio: Haz a los demás lo que te han hecho a ti. La primera promueve el amor y la bondad; la segunda promueve el odio y la venganza. La sabiduría trae paz y unidad, pero la insensatez orgullosa trae malicia y guerra.

Hay dos respuestas al ser agraviado por una persona: la manera principesca que agrada a Dios y trae paz, o la manera egoísta que sigue al diablo y crea conflictos. Puedes aplacar la ira, ignorar una ofensa en tu contra y mostrar perdón y bondad (Pr 19:11; 25:21-22). O puedes enojarte, recordar la ofensa en tu contra y tramar venganza.

Las ventajas de la sabiduría en esta área de la vida son maravillosas. Si recuerdas la ofensa de otro contra ti, entonces él o ella se convierte en tu amo. Día y noche te atormenta el recuerdo de lo que te hizo. Día y noche planeas lo que podrías hacer a cambio para vengarte y defenderte. La amargura devora lentamente tu alma como un cáncer.

Si te vengas, te destruyes de adentro hacia afuera, pero tu ofensor es libre y feliz. Si te vengas, has puesto en marcha un conflicto serio y vicioso que te costará muy caro (Pr 15:18; 17:14; 26:21; 29:22; 30:33). Si matas tu orgullo y entierras el problema, prosperarás en paz con las bendiciones de Dios (Pr 28:25; 1 P 5:6-7).

Si temes que un enemigo te destruya a menos que luches, te has olvidado de Dios, tu defensor (Pr 16:7; 20:22; Sal 27:1-6). Si temes que un enemigo se salga con la suya con una crueldad injusta hacia ti, te has olvidado del Dios de la venganza (Sal 3:7; 94:1; Ro 12:19). En lugar del enfoque infiel de seguir los sentimientos, pon tu confianza en el Dios Fuerte.

Jesucristo enseñó lo mismo que Salomón. Las ofensas personales menores, como ser abofeteado en la mejilla, deben ser totalmente ignoradas (Mt 5:38-42). Enseñó que los enemigos personales deben ser tratados con amabilidad, así como Dios trata generosamente a sus enemigos personales todos los días (Mt 5:43-48). Enseñó que Dios atormentará a aquellos que no perdonen de corazón a sus enemigos (Mt 18:21-35). Libera tu alma siguiendo la doctrina de Jesús.

Pablo enseñó lo mismo. Advirtió contra la venganza privada, recomendó dejar la venganza en manos de Dios y exaltó el poder de devolver bien por mal a tus adversarios personales (Ro 12:17-21). En lugar de devolver mal por mal, enseñó que se debe seguir una buena conducta de perdón y bondad con todos los hombres (1 Ts 5:15).

¿A quién puedes perdonar hoy? ¿Qué amargura, rencor o venganza puedes cancelar hoy? Si lo perdonas, Dios te perdonará a ti; si no lo haces, Dios no te perdonará (Mt 6:14-15; 18:21-35). Dios te ha perdonado, así que ¿por qué no perdonar a los demás? (Ef 4:31-32) ¡Hazlo ahora! Sé principesco, principesca; y toma el camino elevado, el camino de la justicia del Dios Todopoderoso.





LA PERSEVERANCIA CONDICIONAL DE LOS CREYENTES (de John Wesley)

Mas si el justo se apartase de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó y por el pecado que cometió, por ello morirá (Ez 18:24).

“Hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás (2 P 1:10).

“El justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (He 10:38-39).

“El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden (Jn 15:6).

INTRODUCCIÓN

El punto de debate es si la perseverancia de los creyentes es condicional o incondicional, o si es posible para los creyentes el caer totalmente de la fe. La idea de la perseverancia incondicional de los creyentes, o sea, “La Seguridad Eterna” no pude derivarse de la Escritura; pero es parte de una teoría general. El contenido de muchísimos pasajes Bíblicos está claramente en contra de esta doctrina y está a favor de que la perseverancia de los creyentes es condicional.

Sobre el tema no podemos hacer mejor que presentar para su debido estudio, el siguiente tratado escrito por John Wesley ofrecido, según el autor “a quienes Dios ha dotado de amor y sabia mansedumbre”.

Para las personas que desean un estudio más amplio, se les recomienda el artículo Una Vez Salvo, ¿Siempre Salvo? y los artículos citados al final de él, donde se presenta un examen detallado de esta doctrina de mucha importancia práctica.

PENSAMIENTOS SERIOS SOBRE LA

PERSERVERANCIA DE LOS SANTOS por  John Wesley

Muchos tomos se han escrito e impreso sobre este importante tema. Pero su dilatación viciosa los hace difíciles de entender y aun costosos para comprar. Un tratado corto y claro sobre este tema es lo que, hace tiempo, muchos han pedido y es lo que aquí ofrezco a quienes Dios ha bendecido con amor y mansedumbre de sabiduría.

Por “los santos” entiendo aquellos que son santos o justos según el criterio de Dios mismo; aquellos que han alcanzado la fe que purifica el corazón, que produce buena conciencia; son aquellos pámpanos de la vid verdadera, de la cual Cristo dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”; aquellos que por el conocimiento eficaz de Cristo han “escapado de las contaminaciones del mundo”; aquellos en cuyos corazones ha resplandecido la luz para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, y que han sido hechos partícipes del Espíritu Santo, de sus frutos y su testimonio; aquellos que viven con fe en el Hijo de Dios; aquellos que han sido santificados por la sangre del pacto. Por aquellos descritos por algunos o todos los detalles ya mencionados, yo doy a entender la palabra “santos”.

¿Pueden estos recaer? Por recaer, yo quiero decir “simplemente caer en pecado”.

Todos admitimos que esto es muy posible. Pero ¿pueden ellos recaer total y finalmente?

¿Pueden ellos caer de la gracia y perderse eternamente?

Tengo muy presente que los dos lados de esta pregunta encierran grandes dificultades, tales como la razón humana no los puede resolver. Por lo tanto, acudamos “a la ley y al testimonio”. Permitamos que los Oráculos Vivos decidan; y si ellos nos hablan, ni buscaremos ni desearemos otro testimonio.

Basándome en esta autoridad, yo creo que “un santo” puede caer totalmente; que uno que es santo y justo según el criterio de Dios mismo, no obstante puede caer de la gracia de tal manera que perezca eternamente.

I. Porque así dice el Señor: “Si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, por el pecado que cometió, por ello morirá” (Ez 18:24).

Que la muerte de que habla este versículo es la muerte eterna, se echa de ver del versículo 26: “Apartándose el justo de su justicia, y haciendo iniquidad, él morirá por ello (aquí es la muerte física); por la iniquidad que hizo, morirá” (aquí está la muerte eterna).

Además que la muerte mencionada es la muerte eterna, se deduce del capítulo entero cuyo fin es probar, “El alma que pecare, esa morirá” (versículo 20). Si dijere: “El alma significa el cuerpo”, respondo: El cuerpo de todas maneras, ha de morir, sea que peque o no.

Además, el Señor dice: “Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en sus justicias (o sea aún en alguna promesa absoluta e incondicional) e hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo” (Ez 33:13).

Además: “Cuando el justo se apartare de su justicia, e hiciere iniquidad, morirá por ello” (Ez 33:18). Por lo tanto uno que es santo y justo según el criterio de Dios mismo, puede recaer y perderse eternamente.

“Pero, ¿cómo concuerda esto con la que Dios en otras Escrituras ha declarado?: Si dejaren sus hijos mi ley, y no anduvieron en mis juicios, si profanaren mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades. Mas no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad. No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David” (Sal 89:30-35).

Yo respondo: No hay contradicción alguna entre las dos declaraciones. El profeta Ezequiel anuncia el juicio justo de Dios contra todo hombre justo que cae de su justicia.

El Salmista declara la misericordia que Dios prometió a David: “Hallé a David” dice Dios, “mi siervo; lo ungí con mi santa unción. Mi mano estará siempre con él, mi brazo también lo fortalecerá . . . y pondré su descendencia para siempre y su trono como los días de los cielos” (Sal 89:20-21,29). Pero sigue Dios diciendo: “Si dejaren sus hijos mi ley y no anduvieren en mis juicios, si profanaren mis estatutos, y no guardaren mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades, mas no quitaré de él mi misericordia; ni falseare mi verdad. No olvidaré mi pacto . . . y no mentaré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mí” (Sal 89:30-36).

No cuesta ver que el pacto del cual aquí se habla, tiene que ver completa y únicamente con David y s u descendencia o hijos. ¿Dónde, entonces, está la contradicción entre la promesa incondicional y absoluta dada a una sola familia en particular, y la declaración hecha por Dios acerca de su modo de tratar con la humanidad en general?

Además, el mismo pacto mencionado en estas palabras, no es absoluto, es decir, sin restricción alguna. Es condicional. Que Dios se arrepentiría y el pacto quedaría nulo en el caso que Israel no guardara las leyes de Dios, aunque no es formalmente expresado, es claramente sobrentendido; con tanta claridad, que por el incumplimiento de parte de Israel, Dios rompió el pacto con David. Dios “mudó lo que había salido de sus labios” y eso sin ninguna imputación de mentira. Versículo 38 declara que él desechó y menospreció a su ungido; menospreció a los hijos de David, cuyo trono, si ellos se hubieran arrepentido, fuera como los días de los cielos. El, sí rompió el pacto con su siervo y profanó su corona hasta la tierra (versículo 39). Así es vano buscar alguna contradicción entre las palabras del Salmista y el testimonio claro del profeta Ezequiel.

Tampoco existe alguna contradicción entre el testimonio de Dios por boca del profeta Ezequie1 y las palabras que él mismo dijo por su profeta Jeremías: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” ¿No enseñan estas palabras que el justo jamás se apartará de su justicia? De ninguna manera. Ni tratan del mismo tema, sino simplemente declaran el amor de Dios para con la Iglesia de los Judíos. Para que se eche de ver con toda su claridad, se necesita solamente leer la oración completa: “En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellos me serán a mí por pueblo. Así a dicho Jehová: El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo. Hace ya mucho tiempo, Jehová se manifestó a mí (dice el profeta hablando en la persona de Israel) diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.

Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel” (Jer31:1-4).

Permítame de una vez por todas, notar la falacia de casi todos los autores que escriben sobre este punto. Casi siempre dan por admitido el punto que se discute por aplicar a personas, particulares o creyentes individuales las declaraciones y profecíasque se refieren expresa y únicamente a la Iglesia en general; y algunas de ellas que únicamente se aplican a la Iglesia y nación de los judíos, personas distintas de todas las demás gentes.

Hay quienes dicen: “Pero de todas maneras a mí me fue revelado en particular, que Dios me ha amado con un amor eterno”. A ellos yo les respondo: Supóngase que así fue (cosa que está lejos de ser sin disputa). Lo único y lo más que esta revelación prueba es que tú en particular perseverás hasta el fin; sin embargo esto no tiene nada que ver con la pregunta general de la perseverancia o la perdición de otros.

II. Es posible que uno que goza de la fe que purifica el corazón, produciendo una buena conciencia, puede caer finalmente y perderse eternamente.

Porque así ha dicho el apóstol inspirado: “Te encargo que . . . milites la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos" (1 Ti 1:18-19).

Observe, 1. Estos hombres (tales como Himeneo y Alejandro) una vez tuvieron la fe que purifica el corazón, es decir que producía o fructificaba en una buena conciencia, cosa que ellos una vez tenían, porque de otra manera les fuera imposible desecharla.

Observe, 2. Ellos “naufragaron en cuanto a la fe”, palabras que expresan su pérdida total y final porque se entiende que un barco naufragado jamás se puede recuperar. Su pérdida es total y final.

Y el apóstol mismo en su Segunda Epístola a Timoteo, menciona que uno de estos dos se perdió irremediablemente. Dice el Apóstol: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pagará conforme sus obras” (2 Ti 4:14 según los mejores manuscritos, varias versiones, y algunos de los padres griegos). Por lo tanto uno que tiene la fe que purifica el corazón, produciendo la buena conciencia, puede caer y perderse eternamente.

“Pero, ¿cómo pueden concordarse estas palabras con las de nuestro Señor: ‘El que creyere . . . será salvo’?”

¿Crees que estas palabras significan, “El que cree” en ese momento, seguro e inevitablemente “será salvo?” Si esta interpretación fuera buena, entonces de acuerdo con todas las reglas gramaticales, la otra parte de la misma oración, tendría que significar: “El que” en ese momento “no cree” seguro e inevitablemente será condenado. Por lo tanto esta, tu interpretación, no es correcta. El significado claro del texto completo es: “El que cree (si continua creyendo) será salvo; y el que no cree (es decir si persiste en su incredulidad) será condenado”.

“Pero ¿no dice Cristo en Juan 3:36: ‘El que cree . . . tiene vida eterna’ y: ‘El que cree al que me envió tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida’ (Jn 5:24)?”

Yo respondo, 1. El amor de Dios es “vida eterna” (“Y esta es la vida eterna: Que te conozcan a tí, el único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado” Jn 11:3).

El amor de Dios, o sea esta “vida eterna”, es en esencia la vida celestial. Y ahora en esta vida, todo hombre que cree, ama a Dios, y por lo tanto disfruta “la vida eterna”. 2 . El que cree, por lo tanto “ha pasado de muerte (la muerte espiritual) a vida. 3. “El no vendrá a condenación” si persevera en fe hasta el fin, de acuerdo con Las palabras del mismo Señor: “El que persevere hasta el fin será salvo” y “De cierto de cierto os digo, el que guarda mis palabras nunca verá muerte” (Jn 8:51).

III. El que ha sido injertado en el buen olivo o sea en la Iglesia invisible y espiritual, puede, no obstante, recaer y perderse eternamente. Porque, así dice el Apóstol: “Algunas de las ramas, fueran desgajadas, y tú has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó l a s ramas naturales, a títampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Ro 11:17, 20, 22).

Aquí podemos observar:

1. Las personas mencionadas fueron, en realidad, injertadas en el buen olivo.

2. El buen olivo no es simplemente la Iglesia visible, sino la invisible, compuesta de creyentes santos. Porque así dice el contexto: “Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas” (versículo 16). Y “Por su incredulidad, fueron desgajadas pero tú por la fe estás en pie” (versículo 20).

3. Estos creyentes santos todavía estaban expuestos a ser cortados o desgajados de la Iglesia invisible, en la cual, en aquel tiempo estaban injertados.

4. Aquí, ni se menciona la posibilidad de que los injertados, una vez cortados, volviesen a ser injertadas de nuevo. Por lo tanto aquellos que fueron njertados en el buen olivo o sea en la Iglesia invisible y espiritual, pueden, sin embargo, caer de la gracia y perderse eternalmente.

“Pero ¿concuerda esta interpretación con el versículo 29: ‘Irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios’?” “La elección”, (es decir la elección incondicional de la nación de los judíos) “son amados por causa de los padres” o sea por amor a sus ascendientes. Y se declara, en prueba de que todavía son amados por ese amor hacia su ascendencia, que Dios todavía tiene reservadas bendiciones para la nación de los judíos: “Porque irrevocable son los dones y el llamamiento de Dios”; porque Dios no se arrepiente de haberles bendecido, ni se negará darles privilegios prometidos. Las palabras que estamos considerando, fueron dichas originalmente respecto a esas bendiciones nacionales ofrecidas a la nación de los judíos. “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta” (Nm 23:19).

“Pero ¿no hace en esta forma que Dios sea variable porque ‘en él no hay mudanza, ni sombra de variación (Stg 1:17)’?” En ninguna manera. Dios es inmutablemente santo; y por lo tanto él siempre “ama la justicia, y aborrece la maldad”. El es inmutablemente bueno; y por lo tanto él perdona a todo aquel que se arrepienta y cree en el evangelio. Y él es inmutablemente justo; por lo tanto paga a cada hombre según sus obras. Pero todo eso no impide que resista, cuando se ensoberbeciesen, a aquellos a quienes les había dado gracia siendo ellos humildes.

A lo contrario, la misma inmutabilidad de Dios exige que a los que se ensoberbeciesen, él los destruya a fin de que no haya ningún cambio en todas las dispensaciones divinas hacia ellos.

“Pero ¿cómo entonces es Dios fiel?” Respondo: En cumplir cada promesa, a cada persona a quién él ha prometido, a cada persona que cumple las condiciones de tales promesas. Aclarando aún más, 

1. “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentado más de lo que podéis resistir” (1 Co 10:13). 

2. (Si ponéis vuestra confianza en él) “Fiel es el Señor, que os afirmará y os guardará de todo el mal que de otra manera os sobrevendría departe de los hombres perversos y malos” (2 Ts 3:2-3). 

3. “No apaguéis el Espíritu . . . retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal . . . y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo será “guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, “porque fiel es él que os llama, el cual también lo hará” (1 Ts 5: 19-24). 

4. No seáis desobedientes a la vocación Celestial; y “fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados, para confirmaros irreprensibles hasta el fin (véase 1 Co 1:8-9). Y a pesar de toda vuestra fidelidad; si vosotros no cumplís con l a s condiciones, no podréis obtener la promesa.

“Pero ¿no son todas las promesas de Dios en él Sí, en él Amén?” Yo contesto: Son tan firmes como lo son los mismos cimientos de los cielos. Cumplid las condiciones y las promesas son segurísimas. “Creed y seréis salvos”.

“Pero ¿no son muchas de las promesas absolutas e incondicionales?” En muchos casos la condición es expresada. Pero eso de ninguna manera prueba que ninguna cosa es sobrentendida. No es posible expresar en una forma más absoluta las promesas que acabamos de citar del Salmo 89. Aún en este caso vimos que la condición es sobrentendida, aun que no formalmente expresada.

“Pero, no existe ninguna condición, sea expresada o sobrentendida en las palabras del apóstol Pablo: ‘Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, . . . nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro’” (Ro 8:38-39).

Supongamos que así sea, (cosa que se puede disputar). ¿Qué cosa con esto se prueba? Solamente eso: Que el Apóstol en ese momento estaba persuadido de su propia perseverancia. Y no dudo de que muchos creyentes el día de hoy gozan de esta misma confianza llamada en la Escritura, “la plena certeza de la esperanza”.

Esta, sin embargo, no prueba que todo creyente persevera. Tampoco prueba que todo creyente- actualmente goza de la plena confianza de su perseverancia.

IV. Personas que ahora son pámpanos de la vid verdadera, de la cual Cristo dice:

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”, pueden caer de la gracia y perderse eternamente.

Porque así dice el mismo bendito Señor nuestro: “Yo soy la vid verdadera, y mi padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; . . . Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; . . . el que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (véase Jn 15:1-6).

Aquí podemos observar: 

1. Las personas de las cuales se hablan, están en Cristo – pámpanos de la vid verdadera: 

2. Algunos de los pámpanos no permanecen en Cristo, porque, el labrador, el mismo Padre, los quita. 

3. Los pámpanos que no permanecen, son quitados, separados de Cristo y su Iglesia. 

4. No solamente son echados fuera sino que se secan; y por lo tanto, no vuelven a ser injertados; a lo contrario, 

5. No solamente son echados fuera y se secan ; sino son echados en el fuego; y 

6. Arden. No es posible que palabras declaren más expresivamente, que aquellos que ahora son pámpanos pegados en la vid verdadera, pueden caer de tal modo que se pierden eternamente.

De acuerdo con esta declaración clara e indisputable de nuestro Señor, podemos interpretar otras palabras del divino Maestro que de otra manera admitirían disputa. Estemos seguros de una cosa: Sea lo que él quería decir, en ninguna manera él se contradice. Por ejemplo: “Esta es la voluntad del Padre . . . : Que de todo lo que él me diere, no pierda yo nada” (Jn 6:39). Seguramente de todo lo que Dios me diere o tal como se expresa en el versículo siguiente, que “todo aquel . . . que cree en é1” (es decir, continua creyendo hasta el fin, tal como el tiempo del verbo lo indica) “yo le resucitaré en el día postrero” para que reine conmigo para siempre.

Otra vez dice Cristo: “Yo soy el pan vivo . . . ; si alguno comiere de este pan”, (por fe) “vivirá para siempre” (Jn 6:51). Claro que sí, si continua comiendo ¿y quién lo puede dudar?

Otra vez dice Cristo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen, y yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10:27:28).

En el versículo anterior la condición es sobretendida; en este, es claramente expresada. Son mis ovejas aquellas “que oyen mi voz” (tiempo presente que indica acción continua) “y me siguen” en toda santidad. Y “haciendo estas cosas no caerán jamás”. Tampoco “nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.

Otra vez dice las Escritura: “Como había amado a los suyos que estaba en el mundo, les amó hasta el fin” (Jn 13:1). Habiendo “amado a los suyos” (es decir a los apóstoles, tal como aclaran las mismas palabras siguientes: los suyos que estaban en el mundo) “los amó hasta el fin” de su vida, y les manifestó ese amor hasta el fin.

Otra vez: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Jn 17:11).

Mucha importancia se ha dado a este texto; y de él se ha deducido que todas aquellos que el Padre le había dado a Cristo (frase frecuente en este capítulo) tenían que perseverar sin caída hasta el fin.

Sin embargo en el mismo versículo siguiente, nuestro Señor mismo declara que uno de aquellos que el Padre le había dada, no perseveró hasta el fin sino pereció eternamente. Las mismas palabras de Cristo son: “A los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición” (Jn 17:12). Así es que ¡Aún uno de los doce se perdió eternamente! He aquí la evidencia clara de la frase, “los que me diste” significa en este versículo y en la mayor parte de los otros versículos, a los doce apóstoles únicamente.

No puedo hacer más que notar otra equivocación muy corriente, la de dar, por admitido el punto que se discute: Corrientemente se enseña como verdad indisputable que todas las palabras dichas por nuestro Señor a sus apóstoles o acerca de ellos, sepuede aplicar a todo creyente. Pero de ninguna manera es aceptable este modo de interpretar las Escrituras para el hombre que las escudriña imparcialmente. Tales personas no admiten, excepto en casos probados clara y particularmente, que algunos de estos textos que hablan en primer lugar de los apóstoles, pueden aplicarse, a todo creyente.

V. Aquellos que por un, conocimiento eficaz de Cristo han escapado las contaminaciones del mundo, puede recaer en estas contaminaciones y perderse eternamente.

Porque así ha dicho el Apóstol Pedro: “Si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo,” (la única manera posible de escaparlas) “enredándose otra vez en ellas las son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (2 P 2:20-21).

Que el conocimiento del camino de la justicia que ellos habían logrado, fue un conocimiento personal y experimentado, se echa de ver por l a s palabras del versículo anterior “habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo” una expresión paralela a aquella en el capítulo anterior versículo 4, “habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo”. En ambos capítulos, el afecto se adscribe a la misma causa - llamada en el capítulo uno “El conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”; y en el segundo capítulo, aún más expresivamente “El conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo”.

Y a pesar de todo, echaron a perder el conocimiento experimental de Cristo y del camino de justicia; se enredaron otra vez en las mismas contaminaciones que habían escapado y “enredándose otra vez en ellas, son vencidos”. Ellos volvieron atrás del santo mandamiento que les fue dado y así “su postrer estado viene a ser peor que el primero”. Por lo tanto es posible que aquellos, que por su conocimiento eficaz de Cristo han escapado las contaminaciones del mundo, puedan enredarse de nuevo en estas contaminaciones y perderse eternamente.

Y esto concuerda perfectamente con las palabras de San Pedro en el primer capitulo de su Epístola anterior: Que son “guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación”. Y sin duda alguna, así son todos los que logran la salvación eterna. Es el poder de Dios únicamente y no el nuestro que nos guarda, sea por un día o una sola hora.

VI. Aquellos que iluminados del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo y que han sido hechos “partícipes del Espíritu Santo”, de su testimonio y de los frutos suyos, pueden recaer y perecer eternamente. Porque así ha declarado el autor inspirado en su Epístola a los Hebreos: “Porque e s imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renopvardao s arrepentimiento crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (He 6:4-6).

Toda persona sin perjuicios, puede entender que el autor por sus palabras tanclaras y descriptivas, habla de creyentes verdaderos. Solamente con grande y palpable perversión pueden estas palabras aplicarse a gente no creyente.

“Una vez fueron iluminados” es una expresión frecuente del Apóstol que se refiere siempre y solamente a creyentes. Porque así dice: “El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación . . . alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de s u herencia en los santos” (Ef 1:17-18). Y en otro lugar: “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese es él que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co 4:6). Esta iluminación es una iluminación que ningún incrédulo conoce. Los incrédulos completamente desconocen tal iluminación. “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Co 4:4).

“Ellos gustaron del don celestial”, (claramente así llamado) “y fueron hechos participes del Espíritu Santo”. El mismo apóstol San Pedro une en una sola oración estas dos experiencias: “Bautícese cada uno de vosotros . . . para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2:38). Es por medio del Espíritu Santo que el amor de Dios es derramado en los corazones, juntamente con todos los demás frutos suyos. Y es muy notable que el mismo Señor nuestro en la gran comisión dada a San Pablo, (palabras que probablemente el autor tenía presente al escribir) comprende todos estos tres detalles: “Ahora te envío para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios;” frases expresadas por una sola expresión, “fueron iluminados”) “para que reciban, . . . perdón de pecados, (‘el don celestial’) y herencia entre los santificados” (Hch 26:18). Son estos “santificados” los que son “hechos partícipes por el Espíritu Santo”, es decir, de todas las influencias santificadoras del Espíritu.

La expresión: “Gustaron del don celestial” es prestada del Salmista: “Gustad y ved que es bueno Jehová” (Sal 34:8). Es como si hubiera dicho: “Estad tan seguros de su amor como estáis seguros de cualquier cosa que veis con vuestros ojos; y que tal confianza sea tan dulce para vuestra alma como la miel lo es para vuestro paladar”.

Y a pesar de que ellos “habían sido iluminados”, habían “gustado del don celestial”, y habían “sido partícipes del Espíritu Santo”, “recayeron” de tal modo que les fue “imposible renovarlos otra vez para arrepentimiento”.

Tal como se ve por el tiempo pasado de los cinco verbos principales aquí, el Apóstol no supone la posibilidad de una recaída, sino declara un hecho, positivo, “recayeron” y nos asegura que es imposible que “sean otra vez renovados para arrepentimiento”. Por lo tanto tales personas perecen eternamente.

“Pero, si es así, ¡Adiós todo mi consuelo!”

Entonces tu consuelo reposa sobre una base muy insegura. El consuelo mío no se basa sobre cualquier opinión, sea la que el creyente puede perderse o no puede perderse; no sobre la memoria de una obra que se efectuó en mí ayer; sino sobre lo que disfruto hoy; el conocimiento actual que Dios en Cristo me reconcilia consigo mismo; que en este momento estoy contemplando la luz de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo; que ando en la luz como é1 está en luz y tengo comunión con el Padre y con el Hijo. Mi consuelo es, que por la gracia ahora creo en el Señor Jesucristo, y que su Espíritu da testimonio a mi espíritu que soy hijo de Dios. Me consuelo únicamente en esto que yo veo a Jesús a la derecha de Dios; que yo personalmente, por mi mismo y por ningún otro, tengo una esperanza plena de inmortalidad; que yo siento el amor de Dios ya derramado en mi corazón, estando crucificado al mundo, y e l mundo me está crucificado a mí. Mi gloria es esta: El testimonio de mi conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, si no por la gracia de Dios, yo me he conducido en el mundo.

Anda, busca y ve si puedes encontrar un gozo más sólido y glorioso en todo el mundo. Este consuelo no se conmueve ni por la veracidad ni por la falsedad de la creencia que los hijos de Dios pueden caer o no caer. Si tu confianza es menor, tu confías en el báculo de caña cascada, que no te sostendrá y si te entrara por la mano, la traspasará.

VII. Los que en este momento viven por fe pueden caer de la gracia y perderse eternamente.

Porque así declara el mismo autor inspirado: “ El justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma” (He 10:38). “El justo” o sea la persona justificada, “vivirá por fe” aun ahora en esta vida; él vive la vida que está escondida con Cristo en Dios; y s i é l persevera hasta el fin, él vivirá con Dios para siempre. Pero retrocediendo dice Dios, “ no agradará mi alma”, es decir: “yo le echaré fuera” y de acuerdo con la palabra “retroceder” mencionada en el siguiente versículo, ese retroceso es “para perdición” (He 10:39).

“Pero la persona de quien se supone que retrocede no es la misma persona de quien se declara ‘vive por fe’”.

Contesto, 1. ¿Quién es él, pues? ¿Puede un hombre retroceder de la fe si jamás la hubiera alcanzado? 2. Si el texto inglés fuera traducido correctamente, no habría base de la suposición errada de que el Apóstol habla de dos personas. El original y la correcta traducción como aparece en la Versión 1960, dicen que “el justo que vive por fe es quien retrocede”. En el original, solamente aparece un solo sujeto en el caso nominativo. Es el justo quién retrocede, en quién el alma de Dios no hay agrado.

“Pero el Apóstol agrega: ‘Nosotros no somos de los que retroceden para perdición’”. ¿Y, qué es lo que quieres deducir de eso? Tan lejos es de contradecir lo que hemos dicho que lo confirma claramente. Es prueba que aquellos que retroceden, “retroceden para perdición” aunque el Apóstol no es uno de ellos. Por lo tanto los que ahora viven por fe pueden caer de la gracia y perderse eternamente.

VIII. Los que fueron santificados por la sangre del pacto, pueden caer de la gracia y perderse eternamente.

Porque así dice el mismo autor de la Epístola a los Hebreos: “Si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en el cual fue santificado, e hiciere afrente al Espíritu de gracia?” (He 10:26-29).

Es innegablemente claro, 1. Que la persona mencionada de estos versículos, una vez había sido santificada por la sangre del pacto. 2. Y que él, después por pecado conocido y voluntario, pisoteó al Hijo de Dios. 3. Y que por su pecado, merece un castigo mayor que la muerte física o sea la muerte eterna.

Así es que concluimos que personas santificadas por la sangre del pacto, puedan caer de la gracia y perderse eternamente.

“¡Qué! ¿Puede la sangre de Cristo arder en el infierno? 0 ¿puede lo comprado por su sangre llegar allá?” Yo contesto, 1. La sangre de Cristo no puede arder en el infierno, como tampoco se puede derramar en la tierra. El cielo mismo ha recibido, tanto su carne como su sangre, hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas. Sin embargo, 2. Si la Palabra de Dios es verídica, alguien que fue, comprado por la sangre de Cristo, sí, puede llegar al infierno. Porque el que fue santificado por la sangre de Cristo claramente fue comprado por la sangre de Cristo. No obstante, uno que fue santificado por la sangre de Cristo, puede llegar al infierno, es decir: Puede recaer y sufrir “el hervor de fuego que para siempre ha de devorar a los adversarios”.

“¿Entonces, puede un hijo de Dios llegar al infierno? ¿Puede un hombre ser hijo de Dios hoy e hijo del Diablo mañana? ¿Si Dios es su Padre una vez, no es siempre su Padre” Contesto, 1. Un hijo de Dios, es decir: Un creyente verdadero, (porque el que cree es nacido de Dios), mientras continua siendo creyente verdadero no puede llegar al infierno. 2. Si el creyente hace naufragio de su fe, él ya no es hijo de Dios; y entonces puede llegar al infierno y seguramente lo hará si persiste en su incredulidad. 3. Si es posible que un creyente haga naufragio de su fe, entonces uno que hoy cree puede llegar a ser incrédulo en el futuro; ¡bien!, muy posiblemente mañana mismo; si es así, el que es hijo de Dios hoy puede llegar a ser hijo del Diablo mañana. 4. Dios es Padre de los que creen en tanto que creen; pero el Diablo es padre de los que no creen, sea que una vez hayan creído o que nunca creyeron.

En resumen de todo lo que hemos dicho es: Si las Escrituras son veraces, aquellos que ahora son santos y justos según el criterio de Dios mismo; aquellos que ahora gozan de la fe que purifica el corazón, produciendo buena conciencia; aquellos que ahora son injertados en el buen olivo o sea injertados en la Iglesia invisible y espiritual; aquellos que son ahora pámpanos de la vid verdadera, de la cual Cristo dice, “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”; aquellos que ahora, por su conocimiento eficaz de Cristo, han escapado las contaminaciones del mundo; aquellos que han visto la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, y son hechos partícipes del Espíritu Santo, gozando de su testimonio y de los frutos suyos; aquellos que hoy viven por su fe en el Hijo de Dios; aquellos que son santificados por la sangre del pacto, pueden, a pesar de todo, caer de la gracia y perderse eternamente.

Advertencias del Nuevo Testamento que Enseñan que la Salvación Puede Perderse

Advertencias de Cristo:

1. “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mt 5:13: Mt 5:14-16).

2. “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt 10:22: Mt 24:13: Mr 13:13).

3. “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mt 12:30: Mt 12:31-33).

4. “Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mt 13:19-22/Lc 8:12-14).

5. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt 16:24-26).

6. Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo... Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco” (Mt 25:1-13).

7. “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a este señaló Dios el Padre” (Jn 6:27).

8. “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Jn 8:31).

9. “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre” (Jn 8:34-35).

10. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10:27: Mt 10:38 [seguir]).

11. “ El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él... El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn 14:21-23).

12. “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn 15:4-6).

14. “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Jn15:10).

15. “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15:14).

Advertencias de Pablo:

1. “Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios” (Hch 13:43 [perseverar]).

2. “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch 14:22 [permanecer]).

3. “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravíoY como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Ro 1:21-32).

4.  “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?” (Ro 2:1-3).

5. “... el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios” (Ro 2:6-11).

6. “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6:16-23).

7. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6:23).

8. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Ro 8:1-8).

9. “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Ro 8:12-14).

10. “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Ro 11:20-22).

11.  “ ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Co 3:16-17).

12. “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Co 6:9-10).

13. “Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió” (1 Co 8:11).

14. “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado   ” (1 Co 9:24-27).

15. “... si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Co15:2).

16. “No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes” (2 Co 1:24).

17. “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables” (2 Co 5:9).

18. “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios” (2 Co 6:1).

19. “ Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co 11:3).

20. “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Co 13:5).

21. “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gl 1:6-9).

22. “Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago” (Gl 2:18).

23. “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gl 2:21).

24. “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? ... Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gl 3:1; Gl 5:7-8).

25. “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ...  Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gl 3:3; Gl 5:19-21).

26. “... mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años... Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros” (Gl 4:9-11).

27. “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros ” (Gl 4:19-20).

28. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gl 5:1).

29. “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gl 5:4).

30. “Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gl 5:9; 1 Co 5:7-8).

31. “Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gl 5:15).

32. “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gl 5:16-18).

33. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gl 6:7-8).

34. “... el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Ef 2:2).

35. “Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Ef 5:6).

36. “... para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo” (Fil 1:10).

37. “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil 2:12).

38. “Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor” (Fil 4:1).

39. “... si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído” (Col 1:23a).

40. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; 7 arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Col 2:6-7).

41. “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col 2:8).

42. “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (Col 2:18-19).

43. “aced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia” (Col 3:5-6).

44. “Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas” (Col 3:25).

45. “ Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano” (1 Ts 3:5).

46. “... porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor” (1 Ts 3:8).

47. “... en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Ts 1:8-9).

48. “Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros ... Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ese señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence” (2 Ts 3:6,14).

49. “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman” (1 Ti 1:5-7).

50. “Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar” (1 Ti 1:18-20).

51. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Ti 4:1).

52. “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Ti 4:16).

53. “... ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Ti 5:8).

54. “Pero viudas más jóvenes no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse, incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe” (1 Ti 5:11-12).

55. “Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás” (1 Ti 5:15).

56. “... porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Ti 6:10).

57. “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos...  atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Ti 6:12,19).

58. “... la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo” (1 Ti 6:21).

59. “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Ti 1:6-7) .

60. “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él” (2 Ti 2:11).

61. “Si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará” (2 Ti 2:12).

62. “...  que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos” (2 Ti 2:18).

63. “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti 3:14-15).

Advertencias de Santiago:

1. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg 1:13-15).

2. “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” (Stg 2:22-25).

3. “... y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Stg 4:17).

4. “ Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Stg 5:19-20).

Advertencias de Pedro:

1. “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch 10:34-35).

2. “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal” (1 P 3:12).

3. “Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?” (1 P 4:18).

4. “Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados” (2 P 1:9).

5. “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 1:10-11).

6. “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío” (1 P 2:4-10).

7.  “Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad” (2 P 2:15).

8. “Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 P 2:18-19).

9. “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 P 2:20-22).

10. “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 P 3:14).

11. “ Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza” (2 P 3:17).

Advertencias de Juan:

1. “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad” (1 Jn 1:6).

2. “... pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn 1:7).

3. “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Jn 2:3).

4. “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Jn 2:4).

5. “ El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn 2:6).

6. “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas” (1 Jn 2:9).

7. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn 2:15-17).

8. “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna” (1 Jn 2:24-25).

9. “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn 2:28).

10. “ Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn 3:3).

11. “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Jn 3:4; Ez 18:4; Gl 5:21).

12. “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido” (1 Jn 3:6).

13. “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Jn 3:8).

14. “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn 3:9).

15. “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Jn 3:10).

16. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1 Jn 3:14).

17. “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn 3:15). 

18. “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn 3:17-18).

19. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Jn 4:7-8).

20. “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Jn 5:1-5).

21. “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte” (1 Jn 5:16-17). Esto prueba que cuando alguien peca incurre en la pena de muerte (Stg 5:19-20; Ez 18:4; Gl 5:21).

22. “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese sí tiene al Padre y al Hijo” (2 Jn 1:9).

23. “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios” (3 Jn 1:11).

Advertencias de Judas:

1. “Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron” (Jud 1:5; 1 Co 10:1-33).

2. “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Jud 1:6-7). Si Dios los condenó por pecar, también condenará a otros que pequen.

3. “... conservaos en el amor de Dios...” (Jud 1:21).

4. “... , esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”  (Jud 1:21).

Advertencias del Apocalipsis (Cristo y Juan):

1. “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Ap 2:4-5).

2. “ No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap 2:10).

3. “Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Ap 2:16-17).

4. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Ap 2:26)-  

5. “El que venciere será vestido de vestiduras blancas...” (Ap 3:5a).

6. “... y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Ap 3:5b; Ap 22:18-19; Ex 32:32-33; Sal 69:25-29).

7. “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Ap 3:11).

8. “ Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Ap 3:15-16).

9. “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Ap 16:15).

10. “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap 21:8).

11. “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap 21:27; Ap 22:15,19).

12. “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Ap 22:11).

13. “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro” (Ap 22:18).

14. “Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Ap 22:19).

15. “Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Ap 22:19).

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A menos que el creyente comience a “andar en el Espíritu” (Ro 8:1, 8:4; Gl 5:16, 5:25) y complete con éxito “la carrera que tenemos por delante” (He 12:1) y obtenga el “premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:14), NO tiene la Salvación.










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Una Vez Salvo, ¿Siempre Salvo?