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jueves, 23 de marzo de 2023

UNA VEZ SALVO, ¿SIEMPRE SALVO?

Hay dos puntos de vista sobre la gracia: uno llamado gracia soberana, y el otro llamado gracia gratuita. Un asunto en el que ambos están de acuerdo es: “Una vez salvo, siempre salvo”, pero por razones completamente diferentes. La gracia soberana dice que la gracia es irresistible. Te obligará a ser salvo, y te obligará a perseverar. Y te forzará hasta el punto en que estés completamente salvado, y no puedas hacer nada al respecto. Dios lo ha decidido. Él te ha elegido a ti, y por lo tanto, serás “Una vez salvo, siempre salvo”.

La gracia gratuita también está de acuerdo con esto. La gracia gratuita proviene más de la escuela dispensacional, mientras que la gracia soberana proviene de la escuela calvinista o escuela reformada. La gracia gratuita también dice que cuando vienes a Cristo, no solo son perdonados todos tus pecados pasados, sino también todos tus pecados futuros. Por lo tanto, nada de lo que puedas hacer puede detener el proceso de salvación. Hagas lo que hagas, ya está todo firmado, sellado y entregado. Estás salvado.

El problema con esa frase—salvo siempre salvo—no es solo que no está en la Biblia, sino que no es posible estar de acuerdo con la primera parte. 

Mi problema como creyente en Cristo Jesús es todavía no soy una vez salvo y, por lo tanto, tampoco soy salvo para siempre. Un día voy a poder decir: “Una vez salvo, siempre salvo”, pero todavía no puedo decirlo. Cuando mi salvación sea completa, cuando tenga un cuerpo resucitado y glorificado como el del Señor Jesús, entonces voy a poder gritar: “¡Una vez salvo, siempre salvo!”

Porque lo más importante es lo que crees que significa “salvo”. Ser salvo significa estar libre de todo pecado, de todos los pecados, y ser exactamente lo que Dios quiso que yo fuera cuando me hizo: restaurado a la imagen perfecta de Cristo.

Dado que Cristo es la imagen perfecta de Dios, significa que cuando en realidad yo sea como Jesús de principio a fin, y cuando estemos uno al lado del otro, tú no podrás notar la diferencia entre nosotros. Ese es el objetivo de la salvación. Dios quiere restaurarnos de tal manera que reflejemos la gloria del Hijo.

Y todo eso viene desde el mismo comienzo de la creación, porque una de las preguntas que debemos hacernos es: “¿Para qué nos hizo Dios?”. Esa es una pregunta muy importante. Y la respuesta es: Él ya tenía un Hijo, y lo disfrutó tanto que quiso una familia más grande. No se puede explicar más simplemente por qué Dios te creó a ti y a mí. Dios quería una familia más grande: como Su Hijo.

Y hasta que seamos como Su Hijo, Dios no puede disfrutar plenamente de esa familia. Su Hijo le fue perfectamente fiel, confiado y obediente; entonces, cuando también nosotros seamos perfectos en el Hijo, el Padre podrá disfrutar plenamente de la vida familiar con nosotros. Por eso hizo Dios el mundo. Por eso nos hizo, para tener una familia más grande, a la imagen de Su Hijo. Esa fue la intención de Dios en la creación.

Cuando vas directo al final de la historia, encuentras el otro extremo de ese propósito, porque encuentras que la intención de Dios es restaurar completamente el universo hasta el punto en que nunca más conocerá el pecado, nunca más será contaminado, nunca será estropeado por la Caída. Es por la Caída que Él ha descartado este universo actual y lo va a restaurar, a redimir, como nos redimió a ti y a mí por la fe en Cristo Jesús.

Por lo tanto, si Él va a poner personas en ese universo renovado, debe perfeccionarlas antes de hacerlo. Porque si no, sería igual que este universo caído. 

Cuando miramos hacia adelante (Ap 21:1), vemos un cielo nuevo y una tierra nueva y gente nueva para habitarla, gente que nunca estropeará esa recreación; un lugar donde no hay pecado ni tentación, y todo se puede disfrutar al máximo. Esa es la idea de Dios. Él quiso que el jardín del Edén fuera así, pero se echó a perder muy rápido. Él va a restaurarlo todo, a redimirlo todo, pero esta vez Él está preparado para tomar a las personas que han arruinado este mundo y convertirlas en criaturas restauradas a Su imagen y ahora perfectas y capaces de cuidar de Su mundo apropiadamente. Esa es una gran idea, y ese es el futuro.

Entonces, ya sea que miremos al comienzo de la creación o al futuro de la nueva creación, vemos el plan y el propósito de Dios hasta el final: el de tener una familia más grande que lo agrade y con quien pueda Él tener verdadera comunión. Ese es el propósito de Dios.

Y por eso debemos enfatizar que la salvación es un proceso que lleva tiempo. Es un proceso de tomar a personas viejas y pecadoras como nosotros y convertirnos en personas nuevas. Eso es porque Dios nos amó. Podría haber dicho: “Voy a acabar con este mundo y acabar con todas las personas que hay en él y empezar todo de nuevo”. Una vez estuvo a punto de hacer eso, en los días del diluvio de Noé. Él acabó con esa generación, pero salvó a una familia.

Por desgracia, una de las primeras cosas que hizo Noé cuando salió del arca fue emborracharse y exponerse ante sus propios hijos. Y toda la triste historia comenzó de nuevo. Es casi como si Dios dijera: “Esto no funciona, tendré que idear un plan mejor que este”. Y el plan que ideó fue salvar a los pecadores y convertirlos en santos y luego hacer lo mismo con el mundo.

¿Te das cuenta de que la creación está ocurriendo de nuevo, pero en orden inverso? En la primera creación, Él hizo los cielos y la tierra, y luego puso a las personas en ella. Esta vez, Él está haciendo personas nuevas primero. Y cuando haya preparado suficientes personas nuevas, hará que habiten en un cielo nuevo y una tierra nueva. Es la creación al revés.

Dios sigue trabajando en y con Su creación, con Sus criaturas: las está creando de nuevo. 

¿Qué Significa Ser Una Vez Salvo? 

Significa ser perfectos; significa ser las personas que Dios quería que fuéramos. Y eso le tomará tiempo a Él, y nos tomará tiempo a nosotros.

¿Recuerdas las tres etapas de la salvación? Éstas ocurren cuando somos liberados de la paga del pecado, lo que se llama justificación; cuando somos liberados del poder del pecado, lo que se llama santificación; y cuando somos liberados de la posibilidad del pecado, que se llama glorificación. Y estas son las tres etapas que Dios quiere para nosotros, y las tres comprenden la salvación, por lo que no puedes decir “Fui salvo”, hasta que hayas pasado por las tres etapas. 

Y esto coincidirá con el regreso del Señor a la tierra para efectuar la primera resurrección y el arrebatamiento. Hay un versículo en Hebreos que dice que Él aparecerá por segunda vez, no para tratar con el pecado, sino para traer salvación a aquellos que lo esperan (He 9:28), y yo lo estoy esperando. Y eso es futuro. Estoy esperando mi salvación completa, definitiva. Tengo muchas ganas de ser salvo, y ahí es cuando voy a poder decir: “Una vez salvo, siempre salvo”, cuando la obra de Dios en mí esté completa.

Si lo dices antes, entonces crees que la obra es algo del pasado. Cuando usas el verbo “salvar” solo en tiempo pasado, mirando hacia atrás, y dices “Fui salvo entonces”, estás hablando como si la obra hubiera terminado, como si todo estuviera completo. Nunca deberíamos decir: “Fui salvo en ese momento”, sino a decir: “Empecé a ser salvo en ese momento”. O, Me convertí entonces. (Ver ¿Salvación, O Sólo Conversión?)

Y cuando dices esto, qué diferencia hace en tu forma de pensar. Empecé a ser salvo en 1989 y, sin embargo, es obvio para cualquiera que me conozca que aún la obra no está completa. Todos saben que todavía no estoy allí, pero los que conocen mi pasado también saben que no soy lo que era. Amo al hombre que oró: “Señor, no soy lo que debería ser.  No soy lo que voy a ser. Pero, ¡alabado seas Señor! No soy lo que era”. Y aquí es donde estamos todos. Todavía no estoy donde debería estar. No soy lo que voy a ser. Pero, alabado sea el Señor, ¡no soy lo que era! Ese es el proceso de salvación que Dios está haciendo en ti y en mí. Él está haciendo una buena obra en mí, y completará la obra que ha comenzado, siempre que yo coopere con Él.

La pregunta que tenemos ante nosotros es:

¿Puedo Interrumpir El Proceso De Salvación? 

¿Puedo retrasarlo? ¿Puedo detenerlo por completo o, como la gente generalmente pregunta, “¿Puedo perder mi salvación?”

¿O es la salvación algo automático, inevitable, se completará en ti a pesar de tu falta de cooperación o fe práctica?

Nótese que cada vez que la Escritura habla de la completación del proceso, no hay una expresión de certeza, sino de confianza. Pablo, escribiendo a los filipenses, dice: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Fil 1:6).

Y en la carta a los Hebreos hace lo mismo. Después de dar una advertencia solemne de que los que apostatan no pueden regresar a la fe porque no pueden arrepentirse, agrega: “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así” (He 6:9). Ahora bien, eso no es decir: “Estoy seguro de que no lo harán”. Está diciendo: “Tengo grandes esperanzas de que en su caso el trabajo se complete”. Y necesitamos notar esa palabra: persuadido. La traducción literal del griego al castellano debiera ser confiado. No es la palabra “seguro. Significa que confío en que, tengo grandes esperanzas de que en tu caso la obra se complete.

Una de las cosas que deberíamos hacer es estudiar un poco más la Biblia y ver algunos de los pasajes que enseñan que el proceso de salvación puede interrumpirse y retrasarse e incluso detenerse por completo de tal manera que nunca se complete.

¿Encontraste eso en tu Biblia? Hay alrededor de 80 pasajes en el Nuevo Testamento que nos advierten en contra permitir que el proceso de la salvación se detenga en nuestras vida. ¡Ochenta pasajes separados!

Cada escritor del Nuevo Testamento tiene una advertencia a los cristianos en cuanto a que no pierdan lo que han recibido en Cristo. Eso debiera ser suficiente para un creyente desprejuiciado: ¡80! No tenemos tiempo ni espacio en este formato para revisar los 80 pasajes, pero puedes buscarlos por ti mismo(a).

Estos pasajes de advertencia rara vez son enseñados por los predicadores. Nos encantan los textos que nos dan seguridad sobre el futuro. Nos encantan textos como “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 8:38-39). Esto está al final de Romanos 8, y escucharás la cita una y otra vez de boca de los que quieren que te sientas seguro. Incluso tú mismo(a) te lo citarás a menudo.

Pero lo que los predicadores no señalan es que hay una cosa que falta en esa lista de cosas que no pueden separarnos del amor de Dios, y esa cosa eres TÚ MISMO, TÚ MISMA. ¿Alguna vez notaste eso?

Cuando el Señor Jesús dice: “Nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10:28), no dice que tú mismo no te puedas soltar o deslizarte de Su mano. Toda esa lista de cosas que no nos pueden separar del amor de Dios no te incluye a ti, no eres una de ellas. Es un consuelo saber que nada ni nadie externo a ti puede detener el proceso de tu salvación, pero tú sí puedes. Y eso es lo serio y lo solemne de este tema que se trata con tanta ligereza por los asalariados del púlpito.

Porque la Escritura invariablemente equilibra el cuadro, y cuando hay un versículo como ese, no está lejos otro versículo que dice algo muy diferente. Uno de los pasajes de esos ochenta en el Nuevo Testamento está en Romanos 11 donde dice: “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Ro 11:22), como muchos de los judíos fueron cortados. Eso está solo en la página siguiente después de esa maravillosa declaración en Romanos 8:38-39.

Ahora bien, este es el problema con nuestra Biblia. Dios no puso números de capítulos y versículos en ella. Estos cortan y dividen el texto donde a los editores de tal o cual versión les parece bien hacerlo. Y por lo tanto muchas veces no podemos ver el contexto de los pasajes citados: y el contexto lo es todo. Si tuvieras una Biblia sin números de versículos y números de capítulos podrías ver el contexto en que tus pasajes favoritos aparecen. ¿Se ha publicado una Biblia así? Ahora se puede obtener la Nueva Versión Internacional sin números de capítulos y sin números de versículos. Un profesor de derecho en una universidad en Malibú en California, su nombre es LaGard Smith, produjo esa Biblia sin capítulos ni versículos. Obtén un ejemplar de ella porque así podrás conocer la Biblia un poco mejor.

Para encontrar cualquier cosa en la Biblia tienes que conocer el contexto, tienes que entender el contexto. No se puede elegir un pasaje como una especie de prueba para una doctrina. Hay que tomar el texto en su contexto.

En la Biblia, donde hay un versículo que nos dice que Él puede guardarnos, hay otro versículo que nos dice que debemos guardarnos a nosotros mismos. ¡Eso es equilibrio! ¡Eso es el balance que evita los extremos!

Toma la pequeña carta de Judas. Al final de la carta de Judas dice: “ Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”(Jud 1:24). Él es capaz, es poderoso para…. pero solo tres versículos más arriba de esa maravillosa promesa hay otro versículo que dice: “Conservaos en el amor de Dios”(Jud 1:21). Aquí está el equilibrio, y si solo citas uno de esos dos pasajes, estás desequilibrado, desbalanceado, te encaminas hacia el error doctrinal.

Considera la carta de Pablo a Timoteo. En un versículo dice: “Porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Ti 1:12) Pero si solo lees ese versículo, no leerás el versículo compañero en la misma página que dice: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe (2 Ti 4:7).

Seguir adelante es una cooperación entre tú y Dios. Él guardará si tú guardas. Y este equilibrio está en todas partes en las Escrituras, pero si solo citas pasajes aislados, (tus textos favoritos), obtienes desbalance, desequilibrio. Dondequiera que leas sobre el poder protector de Dios, encontrarás también una exhortación a que te guardes a ti mismo.

Y mientras nos mantenemos en el amor de Dios, Él guardará lo que le hemos encomendado. Ese es el equilibrio. Esa es toda la verdad y no una peligrosa verdad a medias.

Así que tenemos la responsabilidad de seguir cooperando con Dios, de seguir creyendo en Él, de seguir respondiendo a Su bondad, de seguir hasta el final y resistir. Son los que perseveran hasta el fin los que se salvan (Mt 24:13).

En otras palabras, para decirlo sin rodeos: no son los que comienzan la vida cristiana los que serán salvos, sino los que terminan la carrera de la fe: los que cruzan la meta. ¡Qué lección es esta! Muchas, muchas personas comienzan pero no terminan.

Y el Nuevo Testamento está lleno de advertencias para aquellos que comienzan y no terminan. La fe es una relación continua de confianza y obediencia. Y mientras nos mantengamos en la fe, Él nos guardará.

Veamos uno o dos de los 80 pasajes que dicen este tipo de cosas. Ya hemos mencionado Romanos, pero comencemos en los Evangelios.

¿Qué Pasa Con Juan 15? 

Vamos a parafrasear para mayor claridad en el uso de nuestro castellano.

“Yo soy la vid verdadera”, dice el Señor Jesús, “y mi Padre es el labrador. Él corta en Mí toda rama que no da fruto, mientras que toda rama que da fruto la limpia para que sea aún más fructífera. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado”. Luego dice: “Permaneced en mí, y yo permaneceré en vosotros” (Jn 15:1-4). Ahí está el equilibrio otra vez. Tú permaneces en Mí (dice el Señor), Yo permaneceré en ti. Pero la advertencia subyacente es: Si no permaneces en Mí, Yo no permaneceré en ti

Entonces, ¿qué pasará si no permanecemos en Él? “Ninguna rama puede dar fruto por sí misma; debe permanecer en la vid. No podéis dar fruto si no permanecéis en Mí. yo soy la vid; ustedes son las ramas. Si el hombre permanece en Mí y Yo en él, dará mucho fruto; separados de Mí no podéis hacer nada” (Jn 15:5).

Y ahora la advertencia: “Si alguno no permanece en Mí, es como una rama que se tira y se seca; tales ramas se recogen, se echan al fuego y se queman. Si permanecéis en Mí y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será dado. En esto es para la gloria de Mi Padre que llevéis mucho fruto, mostrándo que sois Mis discípulos” (Jn 15:6-8).

Ahí está muy claro. Tú permaneces, vives en Mí y Yo permaneceré en ti, y juntos daremos fruto.

[Lee también Fruto O Fuego]

Debemos tener esto muy claro: la vida eterna no está en nosotros, está en Cristo, y sólo si permanecemos en Cristo tenemos vida eterna. Él no nos ha dado la vida eterna. La vida eterna está en Él, como dice Juan en otro lugar. Esta vida está en Su Hijo (1 Jn 5:11) No tengo vida eterna en mí, sólo la tengo en Cristo: si permanezco en Él.

Una rama no tiene vida en sí misma. La vid tiene la vida, y si la rama permanece en la vid, seguirá viviendo, pero si la rama se seca, morirá, y será finalmente cortada. Así que tengo vida eterna en Cristo. Y sólo si permanezco en Cristo, sigo teniendo vida eterna. Eso es lo que realmente dice Juan 3:16. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito para que todo aquel que siga creyendo en él no se pierda jamás, sino que siga teniendo vida eterna” [paráfrasis de acuerdo al tiempo verbal en griego].

Ahí está. Si permaneces en Cristo tienes vida, pero si no, morirás. Y las ramas muertas se recogen y se echan al fuego.

Ahora, este es solo un pasaje y está en el mismo Evangelio donde lees al Señor Jesús diciendo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10:27-28). Pero debemos equilibrar ambos pasajes para captar toda la verdad en conjunto. Todo el Evangelio te dice toda la verdad. Parte de él es sólo una parte de la verdad. (Ver Mis Ovejas Oyen Mi Voz)

Pasemos ahora a Romanos. Ya hemos citado ese versículo maravilloso: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 8:37-39).

Maravillosa promesa, pero ahora pasemos solo una página adelante y leamos el capítulo 11 en el que Pablo habla a los creyentes gentiles acerca de los judíos. Señala que no todos los judíos lo lograron. De hecho, de dos millones y medio de judíos que salieron de Egipto, SOLO DOS entraron a la Tierra Prometida. Y dos veces Pablo nos dice que los eventos y las personas registradas en el AT, son una advertencia para nosotros:

“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza en la carta a los Corintios, dice que es una lección que debemos aprender (Ro 15:4).

“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Co 10:11).

Salir de Egipto es solo el comienzo. Entrar en Canaán fue el final de la redención para ellos, pero la mayoría de ellos nunca lo lograron. Y Pablo dice que esto es una advertencia para nosotros. No es salir del mundo, es entrar lo que cuenta. No es salir de Egipto, sino entrar a la Tierra Prometida. No es empezar el proceso de la salvación; sino terminarlo correctamente lo que más importa.

Así que habiendo hablado de algunos de los judíos, muchos de ellos que fueron cortados del pueblo de Dios de una forma u otra, pero Pablo añade: 

“No te jactes contra las ramas [los judíos que fueron cortados]; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Ro 11:18-22).

Él está hablando de los judíos a los gentiles creyentes en Jesús. Y él dice que los judíos fueron cortados, pero no dejes que esto te haga arrogante o seguro, porque Dios te tratará de la misma manera que los trató a ellos. Él es el mismo Dios y si no continúas en Su bondad, tú también serás cortado.

No creo que puedas torcer esas palabras. Solo pueden tener un mensaje, y es que no estamos más seguros que los judíos si no seguimos cultivando nuestra relación con Dios. Ese es un pasaje muy serio; muy solemne.

¿Con qué frecuencia has escuchado un sermón sobre él? El gran problema con todos los predicadores es que seleccionan los versículos sobre los que predican, y no predican sobre el contexto. Seleccionan los pasajes que saben que a la gente le gusta escuchar: los pasajes reconfortantes. Y de los otros no hablan. Por eso es que no le puedes confiar tu vida espiritual a un predicador, o a un pastor, o a una iglesia. Tienes que aprender a procurar tu propio alimento de las Escrituras. Si sólo estudiaras UNA doctrina en profundidad—la doctrina de la salvación—tendrías toda la armadura de Dios para protegerte de las medias verdades y las mentiras enteras que se difunden hoy en el nombre de Cristo. ¡Empieza hoy!

Se debe predicar toda la Biblia, toda la Palabra de Dios, todo el consejo de Dios. De hecho, Pablo les dijo a los efesios cuando salió de Éfeso: “Ustedes saben cómo les he enseñado. Les he declarado todo el consejo de Dios” (Hch 20:27). Toda la verdad, no sólo parte de ella. Esta debería ser la ambición y gloria de todo predicador del evangelio. Y la ambición y gloria de todo creyente en Cristo promedio debe ser conocer por sí mismo(a) la doctrina de la salvación al revés y al derecho. Si no dominas esta doctrina, no tiene ni sentido ni valor que sepas nada más de la Biblia. Porque, al final, de esto es de lo único que se trata el cristianismo: de ser salvo. El nombre Jesús significa Dios salvaY [María] dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1:21).

Pasemos a Hebreos. Y no, no vamos a leer Hebreos 6, aunque ese es el pasaje que tú piensas que íbamos a leer porque en él se dice que si te apartas de Cristo después de haberle pertenecido, no hay arrepentimiento posible, no hay vuelta atrás .

Algunos cristianos preguntan: “¿Hasta dónde puedo caer antes de que no pueda volver a levantarme?” No lo preguntan así, por supuesto; adornan la pregunta. Pero el asunto es que esa es una pregunta muy peligrosa; ni siquiera corras el riesgo de hacerla.

Había una dama rica en Inglaterra que solicitaba un chofer para conducir su Rolls Royce, y le preguntó a cada solicitante para el puesto: “¿Qué tan cerca podría usted conducir del borde de un acantilado sin que el automóvil caiga en él o se vuelque?”

Un solicitante dijo: “Bueno, llegaría hasta unos seis metros del borde”. Otro dijo: “Llegaría hasta unos tres metros”. Pero un solicitante dijo: “Señora, usted es tan valiosa que no me acercaría jamás al borde de ningún precipicio”. Él consiguió el puesto.

Preguntar qué tanto puedo apartarme del Señor, qué tan bajo puedo caer, qué tanto puedo pecar antes de llegar al punto de no retorno... ¡Eso es alguien jugando con el fuego del infierno! Es alguien que dice: “¿Qué tan cerca puedo acercar el fuego a mi pecho sin quemarme”. Salomón responde esa pregunta en Proverbios 6:27-35. No juegues con fuego porque está bastante claro de la enseñanza bíblica que hay un punto de no retorno: y nadie lo conoce sino el Señor. ¡No corras el riesgo! Ni siquiera pienses en lo lejos que puedes apartarte del Señor. ¡Quédate en Cristo! 

No estamos leyendo el capítulo 6 de Hebreos aunque ya hemos notado que termina diciendo: “Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así”. Aunque Pablo les está dando una advertencia del punto de no retorno, dice: “Estamos persuadidos”. Es decir, no estamos seguros, pero confiamos en que no se acercarán a ese punto. Pero la paciencia de Dios cuando lidia con un espíritu humano terco, puede agotarse muy pronto, y debemos recordar eso. (Lee la historia de Saúl.)

Pasemos al capítulo 10, donde hay para nosotros una advertencia mucho más seria, aunque muchas personas no la han notado. Versículo 26:

“Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (He 10:26-31).

Uno o dos versículos más adelante dice: “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón (He 10:35) [No deseches tu confianza]. Esta es una advertencia seria. Escucha cuidadosamente. Si deliberadamente sigues pecando después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ni siquiera la cruz de Cristo está disponible para salvarte. Pablo está tomando esta enseñanza del libro de Levítico.

Todos los sacrificios en Levítico eran por pecado accidental, pecado no intencional, en el que simplemente caíste pero no tenías la intención de hacerlo. Y luego traías un sacrificio por el pecado no intencional. Pero aquí estamos tratando con alguien que deliberadamente, sabiendo lo que está haciendo, teniendo el conocimiento de la verdad, sigue viviendo de la misma manera: practicando el pecado, y por lo tanto se aparta de la eficacia de la Cruz. ¡Esta es una advertencia muy, muy seria: No la minimices!

Pasemos a la segunda carta de Pedro.

“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: ‘El perro vuelve a su vómito’, y ‘la puerca lavada vuelve a revolcarse en el lodo’” (2 P 2:20-22).

¿Alguna vez has escuchado un sermón sobre este pasaje? ¿Has escuchado a algún predicador decirle a su audiencia: Si después de haber escapado del mundo conociendo a Jesús como tu Salvador, vuelves a la antigua forma de vida, estás peor que si nunca hubieras conocido el camino de la salvación?

Ahora bien, si la apostasía o la reincidencia en el pecado simplemente te robó tu recompensa en el cielo (como enseñan desde el púlpito), pero aun así pudiste llegar allí, entonces, francamente, no estás peor de lo que estabas antes.

Pero Pedro dice que estarás peor. Habiendo comenzado la vida cristiana y escapado del mundo y de tu pecado, y luego regresar a él, estás peor porque ahora eres más responsable. Has conocido el camino de la salvación, y ahora le has dado la espalda al Señor, sabiendo lo que hizo por ti. Esta es una advertencia muy seria, que debemos subrayar, destacar en nuestras Biblia. ¡Es la Palabra de Dios no la de los hombres!

Por lo tanto, las personas que han comenzado y conocido la salvación inicial en Cristo, la libertad del pecado que Él ofreció, y luego recaen, vuelvan atrás, como es característico de los perros cuando están enfermos, que regresan y lamen su vómito, y que hacen lo que hacen los cerdos, que les encanta volver a revolcarse en el lodazal, su postrer estado viene a ser peor que el primero, dice Pedro. Estás peor que si nunca hubieras sabido, lo que no significa que todavía vas al cielo pero perderás tu galardón, sino que significa que no vas al cielo. Has conocido la salvación de Cristo, y ahora le has dado la espalda. ¡La has perdido!

¡Ahora podría llevarte a ochenta pasajes del Nuevo Testamento como los que hemos leído! ¡Ochenta! Un pasaje de cada escritor del Nuevo Testamento tiene una advertencia como esta en alguna parte.

Si lees los Evangelios, verás que el Señor Jesús mencionó esta advertencia más de una vez. Cuando contó la parábola del sembrador, dijo que es posible recibir la palabra del reino y que ésta comience a crecer en ti y luego que se ahogue con los afanes de este mundo. (La Parábola Más Importante) Advertencia tras advertencia en las Escrituras, que ignoramos a nuestro propio riesgo.

¿Estoy tratando de asustar? Sí, porque “el temor del Señor es el principio de la sabiduría”. El Nuevo Testamento no deja en el Antiguo el temor del Señor. Está allí también en el Nuevo, una y otra vez: temed al Señor.

¿Qué hay que temer del Señor? La respuesta es el infierno. Debemos temer al infierno. No debemos ser de esos cristianos que nunca hablan ni creen en el infierno. Tampoco debemos ser de esos que les  dicen a otros: “Ustedes, incrédulos, se van a ir todos al infierno, pero yo voy al cielo”.

Pero debemos predicar sobre el infierno y pensar en él porque tenemos miedo de ir a parar allí. Esta clase de temor es bíblico y es espiritualmente sano (no les hagas caso a los psicólogos). Pablo escribió: “No sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Co 9:27). ¡Pobre Pablo! ¡No sabía del eslogan: Salvo siempre salvo! Si lo hubiera conocido, como lo conoce esta generación buena y fiel, se podría haber ahorrado todas sus epístolas haciendo en vez una pegatina con la frasecita. 

El miedo al infierno es muy saludable, y es bíblico. El Señor Jesucristo lo enseñó. Está relacionado con el temor a Su juicio, el temor al rechazo final. Ese es un miedo saludable, y necesitamos más de él en nuestra cristiandad.

Hay una especie de “familiaridad” con Dios que es muy perturbadora entre los creyentes de hoy en día. Esta se puede ver muy claro en el tipo de adoración que prevalece hoy, como si estuvieran de fiesta con Dios y Él es un gran tipo y todos se están divirtiendo mucho con Él.

“Horrenda cosa es”, dice el autor de Hebreos, “caer en manos del Dios vivo”.

Y he oído a predicador tras predicador tergiversar este versículo y decir: “Horrenda cosa es caer de las manos del Dios vivo”. Eso puede ser cierto también, pero en este versículo dice: “Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo”.

¿Cuántas veces has estado en una iglesia donde la gente haya temblado ante la presencia de Dios? Un grupo de cristianos que temblaban ante Dios se llamaban los cuáqueros, porque literalmente temblaban en sus reuniones al darse cuenta de que el Dios Todopoderoso estaba entre ellos. Ahora se llaman la Sociedad de los Amigos. La palabra “cuáqueros” [del inglés quake, temblor] ya no se usa. Ahora hasta los antiguos cuáqueros son amigos de Dios. ¡Ya no existe el temor a Dios! El pueblo que estaba tan consciente de la presencia de Dios ahora no sabe ni lo que es el temor a Dios ni el temor al infierno. 

Pablo dice: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil 2:12). ¿Cuándo fue la última vez que viste a un creyente ocupado en su salvación con temor y temblor porque se da cuenta de que el Dios Todopoderoso está en él (o ella)?

Estamos enfatizando un lado de las cosas, pero es el lado que se ha descuidado, porque es el lado del que la gente no quiere oír hablar. Y estamos de este lado para darles a las personas lo que necesitan escuchar, no lo que quieren escuchar, porque nos preocupamos por la salvación de las personas que visitan este blog.

A ti que lees, quiero darte lo que necesitas escuchar, y estas son las cosas que necesitas escuchar. Ahora, por supuesto, esto plantea muchas preguntas en la mente de las personas. Una de esas preguntas es la cuestión de la seguridad, así que permíteme tocar el punto.

La Seguridad De La Salvación

¿Quiere decir todo esto que no podemos estar seguros de la salvación, que no podemos estar seguros del amor de Dios? ¿Quiere decir que tenemos que despertarnos todas las mañanas preguntándonos si todavía estamos en o fuera de la Vid verdadera?

No, eso es neurótico. No me despierto todas las mañanas preguntándome: “¿Me voy a salvar o no?” Dios quiere que estemos seguros de Él, seguros en Él, de Su propósito en nosotros. 

El Nuevo Testamento está lleno de promesas tranquilizadoras para darte seguridad, pero muchos cristianos están basando su seguridad en cosas equivocadas. Quieren una garantía escrita en la Palabra de Dios que les dé seguridad.

Muchas personas no quieren ser salvas, pero sí quieren seguridad. Están entrando en la fe como si estuvieran tomando una póliza de seguro de vida. Se les ha dicho: “Si mueres esta noche, ¿te irás al cielo o al infierno?” Y no quieren irse al infierno, entonces contratan un seguro de vida con Dios. Y la Biblia les asegura que están a salvo.

No te engañes. Te hemos probado por las Escrituras que no estás a salvo hasta que llegues allí, pero puedes estar seguro de que vas, porque nuestra seguridad no se basa en las promesas de las Escrituras. Los primeros cristianos no tenían las Escrituras, no tenían el Nuevo Testamento, por lo que no basaban su seguridad en la Escritura.

La seguridad se basa en el Espíritu, no en las Escrituras sino en el Espíritu. Y es el Espíritu mismo quien da testimonio de que somos hijos de Dios, y mientras andemos en el Espíritu estaremos seguros de adónde vamos. (Ro 8:16)

Tan pronto como no estés caminando en el Espíritu y comiences a caminar por tu propio camino, perderás tu seguridad. Así es como sabes cuando te estás desviando del camino de Dios, pero mientras estés en el camino de la salvación y el Espíritu te esté guiando, tendrás el testimonio en tu espíritu de que vas camino al cielo y que a medida que sigues en el camino, puedes tener confianza [estar persuadido] de llegarás a tu destino.

Lo estamos poniendo de una manera muy simple. Es como si el navegador satélital (GPS) te dijera: “Estás en el camino correcto. Sigue por este camino y llegarás”. Este es el tipo de seguridad que te da el Espíritu de Dios. Es la seguridad del Espíritu Santo. Él es la fuente de mi seguridad, y si contristo al Espíritu lo primero que se va es mi seguridad, mi seguridad de que voy por el buen camino.

Esa es nuestra comprensión de la seguridad, y el testimonio del Espíritu será confirmado por el testimonio de mi conciencia. Si lees la carta de Juan, encontrarás que está llena de esta frase “para que sepas”, “para que sepan” y él señala primero al Espíritu.

¿Cómo sabemos que esta enseñanza correcta? Porque Él nos ha dado Su Espíritu (1 Jn 4:13). 

¿Pero cómo se que el Espíritu está dentro de mí? Porque mi conciencia me es testigo de que estoy viviendo la vida nueva que Cristo me ha dado. Los dos testigos, el Espíritu dentro de nosotros y la conciencia en nosotros, nos harán estar muy, muy confiados de que estamos en camino al cielo. Este es nuestro entendimiento de la seguridad, no el tipo de deducción de un texto que dice: la Biblia lo dice; Yo lo creo; eso lo resuelve. Eso no es una garantía. No es la seguridad que se nos ofrece.

No hay una garantía absoluta de que lo lograrás, pero aún puedes estar muy seguro de que estás en el camino de la salvación que conduce al cielo.

No estamos seguros de que hemos sido salvos, sino que estamos seguros de que estamos siendo salvos. Lo sabemos dentro de nuestro corazón renovado, por medio de la conciencia y el Espíritu dentro de nosotros: Voy por el camino, y llegaré si sigo por este camino. Es esa pequeña palabra si. Subraya este si condicional en tu Biblia. Cada texto que tiene un si condicional en él.

Por ejemplo, al comienzo de 1 Corintios 15 encontramos a Pablo delineando los fundamentos de la fe cristiana. Hay tres. Dice la muerte de Cristo, la sepultura de Cristo, y la resurrección de Cristo. Estos son los tres fundamentos de la fe.

Él dice: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Co 15:1-2).

Este es uno de los versículos con el si condicional, y podríamos citar muchos más que tienen este si condicional. Hay un si y siempre va seguido de una exhortación a aferrarse, a sostenerse en la fe. Estás en una carrera, y no es bueno decir: “He comenzado la carrera, así que te aseguro que la terminaré”.

No, sigues hasta el final de la carrera y llegas al final de la carrera. Eso es lo que hizo el Señor Jesús, Pablo y todos los apóstoles. Incluso cuando lo peor le sucedió al Señor Jesús, siguió adelante. A pesar de la humillación de la que fue objeto, siguió adelante, pasó y terminó. Pudo decir en la cruz: “Consumado es”. Terminé. Peleé la buena batalla, corrí la carrera, guardé la fe hasta el final. 

Pero, me preguntarán, ¿cómo puedes estar seguro de que lo que dices es lo correcto? ¿Cómo puedes tener seguridad de que estás en lo cierto? Ese es el tipo de seguridad por escrito que la gente quiere. Pero es la seguridad interior del Espíritu Santo y de tu conciencia de que estás en el camino correcto que te lleva al cielo la que Dios da. Si te mantienes en este camino lo lograrás, llegarás al destino final.

La Predestinación

¿Qué hay de la predestinación? Creemos en la predestinación de Dios, pero la gente dice: “Si Dios ha predestinado algo para ti, te sucederá”. No, eso es un malentendido de la palabra predestinación, tratando esa palabra como si fuera lo mismo que predeterminación. Esta es una palabra muy diferente.

Desafortunadamente, la mayoría de las personas no ven la diferencia. Predeterminar algo es hacer que suceda, forzarlo a suceder. Tiene que suceder si está predeterminado. Pero Dios no predetermina, Él predestina.

¿Qué Es La Predestinación? 

Es preparar un destino para alguien. Pero no es predeterminación. Hay una diferencia entre los dos términos que los cristianos a menudo confunden.

Predeterminar es lo que hacen, por ejemplo, los diseñadores de software. Actualmente hay un gran alboroto asociado con la Inteligencia Artificial. Personas ingenuas promueven la idea de que los computadores, por así decirlo, van a tomar control del mundo y transformarnos a nosotros los humanos en sus esclavos: como en las películas 2001: Odisea del Espacio y Matrix. ¡Esa es una muy vieja fantasía de la ciencia ficción! Sin embargo, por la forma en que las personas dependen hoy de sus smartphones y sus aplicaciones pareciera que la pesadilla se va a hacer realidad algún día no muy lejano.

Lo que muchos no entienden es que la IA (Inteligencia Artificial) es una creación humana. Cientos de miles de programadores han sido contratados por empresas líderes en el mercado de la informática para diseñar partes de un software gigantesco que han llamado IA. Cuando todas estas cientos de partes se unen y se conectan a la base de datos de la Internet, pareciera que la IA fuera omnisciente. Pero no es ni que sea omnisciente ni que se maneje sola, sino que ha sido predeterminada (programada, interrelacionada) para funcionar con una base de información universal: la Internet. Base, dicho sea de paso, que nosotros alimentamos y actualizamos a diario con nuestro uso de smartphones y otros dispositivos digitales. Cuando la inteligencia de una persona se compara a la IA, esa persona queda con la boca abierta ante el gran caudal de conocimiento e información que la IA “posee”. Pero no es que la IA “posea” dicho conocimiento; sino sólo que tiene acceso a él. En realidad cualquier persona podría acceder a dicha información o conocimiento, si no estuviera restringida para las personas comunes y corrientes, y accesible sólo para la IA.

La IA es un software que ha sido predeterminado, programado, para “actuar” de una manera. Y muchos cristianos creen que la predestinación bíblica es en realidad que Dios nos ha predeterminado (programado) para actuar de cierta manera y tomar ciertas decisiones. 

La predestinación de la que habla la Biblia no es sinónimo de predeterminación. Los seres humanos no somos un software, no somos robots ni autómatas. Dios nos ha hecho con libre albedrío. La historia de Adán y Eva debiera bastar para dejar esto en claro,

La predestinación de la que la Biblia habla es el plan de Dios. Cristo Jesús es el plan de Dios. Conformar a todos los redimidos a la imagen (espiritual) del Hijo es el plan de Dios. Él nos ha predestinado a ser como el Hijo. Él nos ha predestinado, no nos ha predeterminado. Dios predestinó a Adán y a Eva a comer del fruto del árbol de la vida, pero ellos decidieron comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal en vez. Ellos decidieron desobedecer a Dios. No se cumplió en ellos aquello para lo que Dios los había predestinado. Así también, tú y yo podemos fracasar en cumplir aquello para lo que Dios nos ha predestinado: ser conformados a la imagen del Hijo. 

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Ro 8:29).

He aquí la presciencia (a los que antes conoció) y la predestinación en un sólo pasaje. Conocer, en el lenguaje bíblico, es sinónimo de salvar. Los que hemos sido conocidos somos los que estamos siendo salvos. (Ver No Os Conozco y Nunca Os Conocí).

Dios no nos predeterminó. Y en efecto, nosotros podemos decidir no ser conformados a la imagen del Hijo. Pero si decimos que sí, podríamos hablar de predestinación: lo que el Padre decidió de antemano será mi destino. Eso es lo que significa la predestinación. No significa que Dios me trate como a un títere y me predetermina para hacer esto o aquello. Cuando acepto Su plan, y es un plan mucho mejor que el mío, cuando acepto Su plan, puedo decir: “Él me predestinó para esto”. Preparó el plan. Lo acepté y ahora sé que mucho antes de aceptarlo, Él lo había planeado todo para mí.

Cuando miro hacia atrás en mi vida, no estoy orgulloso de nada de lo que he hecho ni de lo que he sido. Me arrepiento de muchas cosas, por no decir que todo mi pasado. Pero cuando Dios me abrió el corazón para creer en Cristo Jesús, y entré en Su plan; este para mí ha sido absolutamente correcto, absolutamente perfecto. Él me predestinó para eso. Él tenía el plan mucho antes de que yo lo supiera, pero a la edad de veinticuatro años me sometí a ese plan y fue como decirle: “Está bien, Señor, haré lo que Tú quieras”. No lo seguí al comienzo, y me arrepiento de eso. Pero hoy, no cambiaría de lugar con nadie. Es hermoso llegar al final de tu vida y darte cuenta de que cumpliste con el plan que Dios tenía para ti, a pesar de que al principio fuiste una oveja descarriada. Él adapta el plan a cada persona, y puedo ver que incluso antes de aceptar Su plan, Él me estaba preparando para él.

Como adolescente me hice adicto a la lectura y en mi casa paterna había una gran biblioteca con muchos libros, varios tipos de literatura. Yo devoré gran parte de esos libros. Cuando mi hermana mayor entró a la universidad a estudiar pedagogía en inglés, me familiaricé con las obras de Shakespeare que a ella le habían asignado a leer, Así que cuando me convertí a Cristo lo más natural para mí fue leer la Biblia de tapa a tapa. Dios había usado esos libros seculares para prepararme para leer de manera sistemática e inteligente. Puedo ver que Él tenía ese plan. Me estaba preparando para el plan y estaba preparando el plan para mí. Eso es predestinación, pero no es predeterminación. Él no me obligó a hacerlo. Yo podría haberlo resistido. Podría haber dicho que no, y haberme ido a jugar a la calle o al campo de fútbol en vez de quedarme en casa y aprender a leer de manera inteligente. Pero no lo hice, y ahí fue donde encajó la predestinación. Así que no me arrepiento por eso.

El temor del Señor es parte de nuestro caminar con Dios. Un día, cuando seamos perfectos en el amor, todo el miedo se irá. No habrá necesidad de ello. El amor perfecto echa fuera el miedo, pero mientras tu amor sea imperfecto, existe un sano temor de no cumplir con las expectativas divinas. Y eso no nos hace neuróticos. No me levanto todas las mañanas preguntándome si todavía estoy siendo salvo, pero sé que si me salgo del camino de Dios y mi seguridad interior comienza a desaparecer—gracias Señor por advertirme—volveré al camino rápidamente. Me levanto cada mañana para renovar mi voto al Señor de perseverar hasta el fin (Mt 24:13), y para pedirle Su ayuda para hacer esto.

Por eso John Bunyan escribió un libro llamado Pilgrims Progress, el Progreso del Peregrino. Y vio la vida cristiana como un camino. Otras personas comenzaron a caminar por ese camino, y aun otras habían comenzado a transitarlo antes que él. Y cuando Cristiano (así se llama el peregrino) llega al río Jordán al final del camino y ve la Ciudad Celestial en la distancia, y se da cuenta de que todo lo que necesita hacer es cruzar ese río, tiene un amigo junto a él. Ese amigo mira al río en lugar de a la ciudad, y dice: “Ese río es profundo, oscuro y peligroso. No me gusta la idea de intentar cruzarlo”. El amigo gira a la izquierda y hay un camino por el que se aleja de Cristiano. El amigo deja a Cristiano y baja por el camino. Y John Bunyan escribe esto: “Vi entonces que hay un camino al infierno incluso desde las puertas mismas del cielo”

¿Puede alguien que ha comenzado a transitar el camino de la salvación intentar tomar un atajo y perderse al final? La respuesta es un rotundo y solemne ¡SÍ!.

Incluso al final de tu peregrinaje, aún podrías salirte del camino predestinado para ti. Quizás cuando llegues a mi edad, tengas que tener el doble de cuidado de no dejar pasar las cosas y salirte de ese camino. Hay que esforzarse por terminar triunfalmente. Debemos ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor hasta el último aliento de vida (Fil 2:12). ¡Eso es lo que enseña la Biblia!

El escritor de himnos Charles Wesley, hermano del predicador de la seguridad condicional John Wesley, produjo himnos que están llenos de la Escritura. En un verso de ocho líneas se pueden mencionar dieciséis versículos de las Escrituras. Estaba empapado de la Biblia y tenía un gran don para la poesía. Alguien le dijo una vez a un conocido predicador: “Si no puedes encontrar un himno de Charles Wesley para que lo canten después de que hayas predicado, debes preguntarte: ¿Debería haber predicado sobre eso?”. Porque él cubrió toda la Biblia en seis mil himnos maravillosos. Se han perdido a la mayoría de ellos, pero hay un cántico bastante corto que escribió. Y quiero incluirlo ahora aquí para probar que he estado enseñando las cosas correctas porque él escribió un cántico sobre eso. Y aquí está la letra:

Ah Señor, con temblor confieso, 

Un alma llena de gracia puede caer de la gracia; 

La sal puede perder su sazón, 

Y nunca, nunca, encontrarla más. 

Llévame al monte de arriba, a través del valle bajo del amor humilde.

¿No es encantadora la sencillez de la verdad? 

Este es el mensaje. Me temo que la gran mayoría de los predicadores evangélicos no predicarán lo que hemos dicho aquí. No lo creas, en todo caso, porque lo has leído aquí. Estudia en la Palabra de Dios el tema de la salvación: después de todo es de tú salvación de lo que estamos hablando. Métete en tu Biblia y averigua si lo que te hemos dicho está ahí. Entonces ve y dile a la gente lo que dice la Biblia, lo que dice la Palabra de Dios, no lo que predican desde los púlpitos.

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