Una de las enseñanzas más incomprendidas del Señor Jesús es esta. Este pasaje es claro y va al punto sin rodeos, pero los falsos maestros han tergiversado estas Escrituras y han negado su claridad para preservar la herejía de la seguridad incondicional de la salvación (salvo siempre salvo).
El Señor Jesús dice:
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Jn. 15: 1,2).
Lo primero que debemos notar aquí es que el Señor le está dirigiendo ésta vital enseñanza a los apóstoles. El Señor no está enseñándole esto sólo a Sus discípulos (que eran muchos más que doce), o a las multitudes en las calles, sino a los apóstoles: nada más y nada menos quienes pondrían el fundamento doctrinal para la iglesia del Señor (Ef. 2:20) y cuyos nombres están inscritos sobre los doce cimientos del muro de la Nueva Jerusalén (Ap. 21:14). Es decir, ésta enseñanza está destinada a ser fundamental para todos los creyentes en Cristo Jesús, nuestro Señor.
El Señor ya les había lavado los pies a los apóstoles (Jn. 13:1-5), y les había dicho: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos” (Jn. 13:10).
La frase “aunque no todos” se refiere a Judas. “Porque sabía que le iba a entregar; por eso dijo: No estáis limpios todos” (Jn. 13:11). Y nadie en su sano juicio discutirá que el Señor se está refiriendo a la salvación cuando le dice a los apóstoles “vosotros limpios estáis”.
A estos apóstoles el Señor les dice que Él es la vid, que todos los creyentes somos las ramas y que el Padre celestial es el jardinero. A estos apóstoles el Señor les dice que el Padre corta de la vid las ramas (los pámpanos) que no dan fruto, y que poda las ramas que producen fruto para que sean aún más fructíferas. Claramente, Dios quiere fruto en sus hijos, y ese es un requisito vital para permanecer en la vid: mantenerse salvo.
Nótese que el Señor Jesús dice que las ramas sin fruto están en Él. Por lo tanto, está hablando de personas que fueron salvas en un momento. Esto debería poner fin al eslogan salvo siempre salvo, que se refiere a una seguridad incondicional y a permanecer salvo aun cuando se esté viviendo en pecado (falta de fruto). Claramente, esta no es una comprensión correcta de la enseñanza del Señor.
“Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Jn. 15:3)
El Señor Jesús se está dirigiendo a los apóstoles que Él ha escogido para que lleven el evangelio de la salvación a todo el mundo (Mt. 28:19-20), y por lo tanto se está dirigiendo a través de ellos a todos los creyentes, a todos aquellos que somos salvos (perdonados, limpios espiritualmente). Todos los creyentes debemos recibir esta advertencia de vida o muerte sobre dar fruto. Los que hemos recibido el perdón de Dios somos las ramas (los pámpanos) de la vid. Todos nacemos de nuevo por la Palabra de Dios, cuando la escuchamos y obedecemos. Pedro dice:
“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P. 1:23)
La Palabra de Dios es imperecedera, viva y eterna. Debe ser enseñada para que otros nazcan de nuevo.
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Jn. 15: 4)
La voluntad de Dios es que todos los pámpanos permanezcamos en la vid, pero el mismo Dios también cortará estos mismos pámpanos si ellos, por su propia negligencia, no dan fruto.
Si permanecemos en la vid, la savia de la vid permanecerá en nosotros dándonos vida eterna. Depende de nosotros permanecer en el Señor (la vida) y es para nuestro beneficio obedecer este mandato de permanecer en Él. Como creyentes debemos permanecer en Cristo (la vid) para ser fructíferos, la única fuente de vida espiritual.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15: 5).
Una vez más, el Señor menciona que Su relación con Sus seguidores es como una vid con ramas que se pueden cortar. Que las ramas sean podadas por el Jardinero (el Padre) les permitirá dar más fruto. En otras palabras, si una rama sobrevive a la inspección del Jardinero y no es cortada sino que sólo es podada, será muy fructífera.
Si una rama podada pudiera hablar, ciertamente diría que ser podada es una experiencia muy dolorosa. Algunas de las cosas dolorosas que les ocurren a los cristianos fructíferos son parte del proceso de poda.
“El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn. 15:6)
Aquí el Señor Jesús habla claramente de aquellos que no permanecen (o continúan) en Él. Los cristianos que no producen fruto, son cortados por el Padre. Ya están muertos espiritualmente, por eso no producen fruto. Murieron en algún momento por su propio descuido, y ahora el Padre simplemente los saca de la vid y los arroja al
fuego.
Los que enseñan la doctrina de
salvo siempre salvo quieren que creamos que las ramas que son cortadas no eran personas realmente salvas, que nunca lo fueron. Estos falsos maestros de la religión tienen que explicar: ¿Cómo es que estas ramas están en la vid, es decir, en Cristo, lo mismo que los otros pámpanos que continúan en la vid porque están dando fruto? Nadie puede
estar en Cristo sin ser salvo. Ambos tipos de ramas tuvieron la misma oportunidad de dar fruto en algún momento.
Las ramas cortadas de la vid son cortadas porque se secaron antes, no es que se sequen después de ser cortadas. Que una rama se marchite (o muera) demuestra que tenía vida antes de esa fecha o sería imposible que se marchitara. Las cosas muertas y sin vida, como una roca, no pueden marchitarse.
Estas ramas se sostienen por su conexión con la vid. Las ramas cortadas (cristianos que perdieron su salvación por falta de fruto) murieron espiritualmente y por eso son arrojadas al
fuego. Su destino es muy diferente al de las ramas que permanecen en y con la vid. Las ramas que quedan en la vid continúan viviendo y dando fruto gracias a la vid:
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Jn. 5:12)
El Señor Jesús es la vida eterna. Es imposible tener vida eterna si no tenemos al Señor.
“Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Jn. 15: 7)
El versículo 7 es una promesa de oración especial para los cristianos fructíferos, los que no son cortados. A los tales se les ordena pedir (a Dios) y se les dará. Un cristiano que tiene la Palabra de Dios en él no va a pedir cosas fuera de la voluntad de Dios.
“En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Jn. 15: 8)
El Padre es glorificado por la fecundidad espiritual de Sus hijos adoptados—nosotros los creyentes. Debiéramos preguntarnos:
¿Qué es dar fruto, según el Señor? Porque muchos creyentes asegurarían que ellos están
en Cristo. Pero como dijimos en el séptimo párrafo arriba: “Nótese que el Señor Jesús dice que las ramas sin fruto
están en Él”. Tanto las ramas que dan fruto como las que no dan
están en Cristo. Pero éstas últimas serán cortadas. Así que es crucial que sepamos si estamos dando fruto, no que nos pongamos a la defensiva y aseguremos que estamos en Cristo.
De nuevo: ¿Qué es dar fruto, SEGÚN EL SEÑOR?
Así es también como se puede reconocer a uno como discípulo de Cristo. Esta enseñanza del Autor y Consumador de la fe (He. 12:2) destruye la que dice que una vez salvo siempre se es salvo: que la salvación no se puede perder. Estas son dos enseñanzas diametralmente opuestas. Y depende de cada uno de nosotros tomar la decisión de a quién le vamos a creer. ¿Vamos a creer la enseñanza que sostiene exactamente lo opuesto de lo que dice el Señor, para estar con la mayoría?
Un creyente que no da el fruto que el Señor desea será condenado al
fuego, según el Autor y Consumador de la salvación (He. 12:2).