A menudo uno escucha: “El Señor me habló”. O, “Me contestó a través de un sueño” (... o una visión, un éxtasis, una voz).
La más popular es: “El Señor me habló a través de Su Palabra”. Pero con esto, la persona a menudo quiere decir que abrió la Biblia al azar después de invocar al Señor, y lo primero que vio en la Biblia lo aplicó a su situación en particular como una respuesta dada por el Señor. Lejos están muchos de saber que tal práctica es ocultista, no cristiana, y que recibe el nombre de bibliomancia.
La bibliomancia es la práctica de la adivinación por medio de un libro. En términos generales, la bibliomancia implica pasar a una página aleatoria de un libro “sagrado” para encontrar la respuesta a una pregunta planteada. En la antigüedad, se utilizaron las obras de Homero y Virgilio.
Ahora bien, la bibliomancia a menudo se refiere a la adivinación por medio de la Biblia. Pero, de ninguna manera es la Biblia el único libro que se usa en bibliomancia. Otros libros que se utilizan a veces son el I Ching, El Mahabharata y El Corán. El proceso de bibliomancia implica hacer una pregunta clara, abrir el libro en una página al azar y arrastrar un dedo en círculos lentos hasta que “el espíritu” dice que se detenga. El verso donde apunta el dedo del interrogador supuestamente contiene la respuesta.
La Palabra de Dios condena todas las formas de adivinación en términos inequívocos (Deuteronomio 18:10; Hechos 16: 16-19). Las prácticas ocultistas no se hacen menos malas simplemente porque se use la Biblia en el proceso. Sí, Dios nos habla a través de Su Palabra. Sí, Dios resalta para nosotros versículos bíblicos específicos que nos hablarán en un momento de necesidad. Pero nótese que en estos casos es el Espíritu de Dios quien toma la iniciativa cuando estamos en contacto con la Palabra, leyéndola y/o estudiándola. Porque la Palabra de Dios está destinada a ser estudiada, comprendida y aplicada. Debemos estudiar la Palabra de Dios intencionalmente, no al azar. La nuestra es una fe razonable, no una basada en interpretaciones esotéricas de versos al azar. Nuestra sabiduría viene de Dios (Santiago 1:5), no de costumbres paganas.
La Biblia es la Sagrada Palabra de Dios y como tal merece nuestra reverencia, obediencia y sumisión. Aquellos que por Su misericordia ahora somos hijos de Dios, la amamos y respetamos incondicionalmente porque ES la Palabra de nuestro Dios.
El mandamiento divino que hemos recibido es que la escudriñemos (Juan 5:39), esto significa que debemos leerla con suma reverencia, por ser Palabra de Dios, y al mismo tiempo con mucha atención, escudriñando cada palabra dentro de su propio contexto.
Es un acto de insolencia y profanación emplear la Palabra del Dios Santo, en una práctica esotérica que se puede comparar solamente al agorero que consulta el tarot, para saber “cómo le irá ante tal o cual situación”.
Otro tanto se podría decir de aquellos que gustan las migajas de los mal llamados “Pancitos de vida”, que son versículos aislados que los han transformados en el “Horóscopo cristiano”. Las radioemisoras que se auto denominan “cristianas” son las que principalmente difundieron este mal. Motivan a sus auditores para que llamen y les lean “un pancito de vida” (un versículo). Y son muchos los que antes de tomar una decisión o emprender alguna actividad, llaman para saber cómo les irá o qué les depara el señor-futuro.
Esta practica de los agoreros, que gustan abrir la Biblia al azar y leer “donde indica el dedo”, siempre trae a la memoria el caso de aquella persona que tenía este método ocultista de consultar la Palabra de Dios. Un día como otros, abrió su Biblia y su dedo indicó Mateo 27: 5 “Judas fue y se ahorcó”. Como no le gustó, intentó por segunda vez, ahora leyó Lucas10: 37: “Ve, y haz tú lo mismo”. Dijo como muchos supersticiosos, la tercera es la vencida, pero ahora su dedo indicó Juan13: 27: “Lo que vas a hacer, hazlo más pronto”. Fácil resulta imaginar la cara de sorpresa que pondría ante este supuesto “mensaje de Dios”.
Las personas que gustan vaticinar, pronosticar y anunciar sus presagios con este método, argumentan: “Pero esto es lo que dice la Palabra de Dios”. Es verdad que podemos leer muchas cosas si las extraemos de su contexto, como fue el caso recién mencionado, pero nadie en su sano juicio podrá afirmar que eso proviene de Dios. Satanás empleó el mismo método contra el Señor Jesucristo, le dijo: “Escrito está”, pero le citaba solamente parte de lo que estaba escrito, y el Señor lo reprendió con TODO lo que decía el pasaje.
Por esta razón el Señor nos manda a “Escudriñar las Escrituras”, a leerlas con suma atención y reverencia, JAMÁS a que leamos versículos aislados como quien mira el tarot. Dios manifiesta Su voluntad de una forma coherente a través de una lectura inteligente, coordinada y correlativa de Su Palabra. Se ha dicho, y con mucho acierto, que “Un texto fuera de su contexto sirve como pretexto para cualquier cosa”.
Daniel 9: 2 Describe cómo Daniel, cuando leyó atentamente en los escritos del profeta Jeremías, recibió de Dios el conocimiento de grandes revelaciones. Por esta razón también dice en Apocalipsis 1:3: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas”.
No existe ninguna bendición para los ocultistas que consultan la Palabra de Dios de esta forma esotérica, al azar, donde indica el dedo. Tampoco para los irreverentes que suben al púlpito sin saber de qué van hablar y utilizan este mismo método de abrir la Biblia al azar, sin haber tenido previamente una lectura reverente de la Palabra de Dios, escudriñándola en oración en plena dependencia del Espíritu Santo, para poder entregar un alimento consistente y basado exclusivamente en las Sagradas Escrituras.
Por esta razón se ven forzados a leer ese pasaje y luego cerrar su Biblia, para hablar de cualquier cosa que su imaginación les lleve, menos de lo que han leído. Se pasean por las “experiencias” y vuelan hasta donde sus propias emociones e imaginación los transportan. Apelan a la excitación de su audiencia para que lo aprueben con sus gritos de “Amén” y “Gloria a Dios” para crear de esta manera una efervescencia generalizada, para luego culpar al Espíritu Santo de esa orgía emocional que ellos han desarrollado en forma artificial, del mismo modo que lo hace un showman en los espectáculos del mundo.
Necesitamos, como Daniel, leer atentamente las Escrituras ANTES de predicar, no solamente para saber de qué vamos hablar, sino para llenar la despensa de nuestro corazón, para que desde allí el Espíritu Santo pueda sacar alimento sano y nutritivo, de lo contrario nos encontraremos con una despensa vacía y necesariamente deberemos recurrir a nuestra imaginación, y solamente podremos entregar alimento contaminado con pensamientos humanos.
El mandamiento del Señor fue muy claro: “Escudriñad las Escrituras” (Juan 5:39). Y esto difiere absolutamente de esas prácticas cabalísticas que tanto gustan al desobediente y carnal que no está interesado en agradar al Señor. Podrán recibir un mensaje, pero no provendrá de Dios, como fue el caso del que siguió este método del azar y leyó los pasajes referentes a Judas.
Y con respecto a los que dicen que el Señor les habló o contestó a través de un sueño, o una visión, o un éxtasis, o una voz, baste decir que los estudiantes serios de la Biblia concuerdan en definirlos como “formas inferiores y primitivas de comunicación que Dios utilizó en la antigüedad” (Biblical Hermeneutics, Terry, Milton R.)
Estas “formas inferiores y primitivas de comunicación” no tienen lugar hoy en día en que el canon de la Biblia está completo. Es decir, ahora que Dios ha completado la revelación de Su mente y propósito a la humanidad por medio de la Biblia, ya no hay ninguna necesidad de otros medios.
El Espíritu de Dios dice de la Palabra de Dios (la Biblia):
“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos” (Salmos 19:7-8).
“Porque mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá... La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá...” (Isaías 28:10, 13).
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16 ).
La verdad bíblica debe ser presentada en forma clara y lógica, aunque esté esparcida un poquito allí y otro poquito allá. Un punto debe llevar naturalmente al otro, sin contradicciones. Sólo así podrán las personas conocer a fondo la verdad. Debe darse la instrucción como si se la enseñara a niños, repitiendo el mismo punto una y otra vez, avanzando de un tema a otro fluidamente, de modo natural, sin forzar nada, de manera que las personas cuyas mentes han sido oscurecidas por el pecado puedan comprender de a poco. Esta instrucción puede parecer repetitiva, pero por eso mismo es efectiva.
Dios ya ha dicho todo lo que tenía que decir en esta etapa de la redención. Judas y el escritor de Hebreos nos aseguran esto al afirmar que:
“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3)
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1-2a).
Las personas que creen recibir o haber recibido revelaciones particulares del Señor se han expuesto a falsificaciones demoníacas y carnales por ignorar voluntariamente la Palabra de Dios, y pagarán en sí mismas las consecuencias de su extravío. PARTE II
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