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EL VALLE DE LOS HUESOS SECOS

“La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová” (Ez 37:1-6).

La visión de Ezequiel del valle de los huesos secos (Ez 37:1-14) le llegó después de que Dios le había ordenado profetizar el renacimiento de Israel en el capítulo 36. Dios anunció, a través del profeta, que la nación de Israel sería restaurada a su tierra en bendición bajo el liderazgo de “Mi siervo David” (Ez 37:24), claramente una referencia al futuro de la nación bajo el reinado de Jesucristo, el Mesías, descendiente de David (Is 7:14; 9:6-7; Lc 1:31-33). Sin embargo, esta promesa parecía imposible a la luz de la condición actual de la nación. Estaba “muerta” como nación, privada de su tierra, su rey y su templo. Había estado dividida y dispersa durante tanto tiempo que la unificación y la restauración parecían imposibles. Así que Dios le dio a Ezequiel la visión de los huesos secos como señal de lo que Él haría en el futuro.

Dios transportó a Ezequiel, probablemente en una visión, a un valle lleno de huesos secos y le dijo que se dirigiera a los huesos. Ezequiel les iba a decir a los huesos que Dios haría que el aliento entrara en los huesos y cobrarían vida, tal como en la creación del hombre cuando Él insufló vida en Adán (Gn 2:7). Ezequiel obedeció, los huesos se unieron, la carne se desarrolló, la piel cubrió la carne, el aliento entró en los cuerpos y se levantaron en un gran ejército. Esta visión simbolizaba a toda la casa de Israel que entonces estaba en cautiverio. Como esqueletos insepultos, la gente estaba en un estado de muerte en vida, languideciendo sin que se vislumbrara el final de su juicio. Pensaron que su esperanza se había ido y fueron cortados para siempre. Los israelitas sobrevivientes sentían que sus esperanzas nacionales se habían desvanecido y que la nación había muerto en las llamas del ataque de Babilonia sin esperanza de resurrección.

El revivir de los huesos secos prefiguraba el plan de Dios para la futura restauración de Israel. La visión también, lo que es más importante, demostraba que la nueva vida de Israel dependía del poder de Dios y no de las circunstancias por las que estuviera pasando en ese momento. Poner “aliento” por el Espíritu de Dios en los huesos demostraba que Dios no solo los restauraría físicamente sino también espiritualmente

Los israelitas que residen hoy en Tierra Santa no son el cumplimiento de esta profecía. Esta se cumplirá cuando Dios vuelva a reunir a los israelitas creyentes en la tierra (Jer 31:33; 33:14-16) y Cristo regrese para establecer Su Reino Milenial (Mt 24:30-31).

Aplicación: Resurrección Personal

La palabra de Dios fue proclamada, y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos (Ez 37:7,8).

Al oír la palabra de Dios los huesos se juntaron cada uno con su hueso, y tendones los cubrieron, y sobre ellos la carne subió, y luego la piel los cubrió por encima a todos haciéndolos lucir como cuerpos humanos perfectos e incorruptos. Pero todavía necesitaban más que la palabra de Dios, pues aún no había vida en ellos.

Entonces Dios le habló de nuevo a Ezequiel, y le dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo (Ez 37:9,10).

Muchos cristianos están hoy en alguno de estos tres estados. Unos están completamente muertos en un valle de huesos secos (otros como ellos): “he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera”

Otros han escuchado la Palabra de Dios, y ésta los ha unido a quienes guardan las doctrinas correctas y viven vidas decentes: “los huesos se juntaron cada hueso con su hueso”. Hay un cierto grado de estabilidad y seguridad en haber pasado de ser un montón de huesos sueltos, a convertirse en un cuerpo cubierto de piel renovada, junto a otros en igual condición.

Pero hay un tercer estado, que es el completo, y el único que es conforme a la voluntad de Dios. ¿Cómo conseguirlo, en un plano personal

Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo”.

Nótese que Ezequiel es dirigido por el Señor a invocar al Señor: di al espíritu ... ven de los cuatro vientos

Esto es lo mismo que dice el Señor cuando habla de la oración: 

¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lc 11:11-13).

¿Has nacido de nuevo? No hay vida espiritual, eterna, sin el nuevo nacimiento. Y este es la recepción del Espíritu de Dios. Nacemos de nuevo cuando recibimos el Espíritu de Dios. 

¿No sabes si lo has recibido? ¿Puedes llamar a Dios Padre? Todos los que han nacido de nuevo pueden llamar a Dios Padre, y dirigirse a Él como Padre nuestro (Mt 6:9; Lc 11:2. Lee también Mr 14:36; Ro 8:15; Gl 4:6).

¿Puedes llamar a Jesús, Señor“Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo (1 Co 12:3).

“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro 10:9-10).

¿Todavía con dudas?

Ora.

Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mt 6:6).

“Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquel, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Lc 11:5-10)

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