La vida de Sansón es una vida contradictoria, como la de los cristianos de hoy. En primer lugar, él tenía que ser “nazareo [consagrado] a Dios desde su nacimiento” (Jue. 13:5).
Para cumplir el voto de consagración o nazareato, detallado en Números 6:1-21, la persona debía cumplir con sus tres requisitos principales: (1) “se abstendrá de vino y de sidra; no beberá vinagre de vino, ni vinagre de sidra, ni beberá ningún licor de uvas, ni tampoco comerá uvas frescas ni secas. Todo el tiempo de su nazareato, de todo lo que se hace de la vid, desde los granillos hasta el hollejo, no comerá” (Nm. 6:3-4). (2) “Todo el tiempo del voto de su nazareato no pasará navaja sobre su cabeza; hasta que sean cumplidos los días de su apartamiento a Jehová, será santo; dejará crecer su cabello” (Nm. 6:5). Y (3) “Todo el tiempo que se aparte para Jehová, no se acercará a persona muerta. Ni aun por su padre ni por su madre, ni por su hermano ni por su hermana, podrá contaminarse cuando mueran; porque la consagración de su Dios tiene sobre su cabeza” (Nm. 6:6-7).
La tentación a pecar
La historia de Sansón comienza con una violación a su consagración (Jue. 14:1-3). Él desea casarse con una mujer filistea, a pesar de las protestas de sus padres y de que la ley de Dios prohibía a los israelitas casarse con paganos. Su madre y su padre lo acompañan pasando las viñas de Timnat (Jue. 14:5) para proponerle matrimonio a su novia ilegal cuando un león lo ataca y Sansón lo mata. Cuando Sansón regresó a ver el cuerpo muerto del león más tarde, el cadáver del animal tenía un panal de miel en su interior, del cual Sansón comió. Esto constituye una clara violación de la segunda condición de la ley del nazareato (Nm. 6:6). Sansón sabía muy bien que lo que estaba haciendo estaba mal, porque cuando les dio la miel a sus padres, “no les descubrió que había tomado aquella miel del cuerpo del león” (Jue. 14:9).
El banquete descrito a continuación (Jue. 14:10) era, literalmente, una “banquete de borrachera”. Como un nazareo, Sansón debía cumplir las condiciones de su consagración (Nm. 6:1-21). Aunque las Escrituras no indican si Sansón bebió vino o bebida fermentada, asistir a esta fiesta fue otra fuente de tentación que lo condujo finalmente al pecado. En este caso, Sansón ofrece una apuesta en la forma de una adivinanza, y su mujer recién casada con él lo traiciona y da la respuesta a sus compatriotas, los filisteos. Como consecuencia, Sansón mata a treinta filisteos para pagar su apuesta.
“Aconteció después de algún tiempo, que en los días de la siega del trigo Sansón visitó a su mujer con un cabrito, diciendo: Entraré a mi mujer en el aposento. Mas el padre de ella no lo dejó entrar. Y dijo el padre de ella: Me persuadí de que la aborrecías, y la di a tu compañero. Mas su hermana menor, ¿no es más hermosa que ella? Tómala, pues, en su lugar. Entonces le dijo Sansón: Sin culpa seré esta vez respecto de los filisteos, si mal les hiciere. Y fue Sansón y cazó trescientas zorras, y tomó teas, y juntó cola con cola, y puso una tea entre cada dos colas. Después, encendiendo las teas, soltó las zorras en los sembrados de los filisteos, y quemó las mieses amontonadas y en pie, viñas y olivares. Y dijeron los filisteos: ¿Quién hizo esto? Y les contestaron: Sansón, el yerno del timnateo, porque le quitó su mujer y la dio a su compañero. Y vinieron los filisteos y la quemaron a ella y a su padre. Entonces Sansón les dijo: Ya que así habéis hecho, juro que me vengaré de vosotros, y después desistiré. Y los hirió cadera y muslo con gran mortandad; y descendió y habitó en la cueva de la peña de Etam” (Jue. 15:1-8).
Ambas venganzas de Sansón fueron por razones puramente personales y no fueron de parte de Dios, pero Dios las utilizó como un medio para liberar a Israel del yugo filisteo.
Un ejército filisteo parte en busca de Sansón, y él “hallando una quijada de asno fresca aún, extendió la mano y la tomó, y mató con ella a mil hombres” (Jue. 15:15). Al tomar Sansón la “quijada de asno fresca aún” volvió a quebrantar la condición de su voto que le impedía tocar un cadáver, pero a estas alturas el hombre fuerte en él era ya imparable. Sansón iba en caída libre hacia su perdición.
Luego “fue Sansón a Gaza, y vio allí a una mujer ramera, y se llegó a ella. Y fue dicho a los de Gaza: Sansón ha venido acá. Y lo rodearon, y acecharon toda aquella noche a la puerta de la ciudad; y estuvieron callados toda aquella noche, diciendo: Hasta la luz de la mañana; entonces lo mataremos. Mas Sansón durmió hasta la medianoche; y a la medianoche se levantó, y tomando las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo, se las echó al hombro, y se fue y las subió a la cumbre del monte que está delante de Hebrón” (Jue. 16:1-3).
Sansón siguió haciendo su voluntad hasta cuando conoció a Dalila y ella le rogó que le diera a conocer el secreto de su fuerza. Fue aquí cuando Sansón rompió la última condición de la ley nazarea que todavía quedaba intacta: “Todo el tiempo del voto de su nazareato no pasará navaja sobre su cabeza; hasta que sean cumplidos los días de su apartamiento al Señor, será santo; dejará crecer su cabello” (Nm. 6:5). Después que los compatriotas de Dalila cortaron su cabello, Sansón todavía esperaba que Dios estuviera con él. “Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que el Señor ya se había apartado de él” (Jue. 16:20). Cuando Sansón finalmente quebrantó todas las condiciones de su nazareato, tuvo que enfrentarse a las amargas e inesperadas consecuencias de sus acciones. “Los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel” (Jue. 16:20).
En los tiempos de Sansón, la tarea de moler grano en un molino era realizada sólo por mujeres, principalmente por las esclavas y sirvientas de bajo rango. Aquí vemos al que se creía el consentido de las mujeres filisteas, al que estaba destinado a ser juez de Israel y liberar a su pueblo de sus enemigos, ciego, rapado, encarcelado, en paños menores, y cumpliendo la función de las esclavas.
Muerte de Sansón
“Entonces los principales de los filisteos se juntaron para ofrecer sacrificio a Dagón su dios y para alegrarse; y dijeron: Nuestro dios entregó en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo. Y viéndolo el pueblo, alabaron a su dios, diciendo: Nuestro dios entregó en nuestras manos a nuestro enemigo, y al destruidor de nuestra tierra, el cual había dado muerte a muchos de nosotros. Y aconteció que cuando sintieron alegría en su corazón, dijeron: Llamad a Sansón, para que nos divierta. Y llamaron a Sansón de la cárcel, y sirvió de juguete delante de ellos; y lo pusieron entre las columnas. Entonces Sansón dijo al joven que le guiaba de la mano: Acércame, y hazme palpar las columnas sobre las que descansa la casa, para que me apoye sobre ellas. Y la casa estaba llena de hombres y mujeres, y todos los principales de los filisteos estaban allí; y en el piso alto había como tres mil hombres y mujeres, que estaban mirando el escarnio de Sansón. Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos. Asió luego Sansón las dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la casa, y echó todo su peso sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano izquierda sobre la otra. Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y los que mató al morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida. Y descendieron sus hermanos y toda la casa de su padre, y le tomaron, y le llevaron, y le sepultaron entre Zora y Estaol, en el sepulcro de su padre Manoa. Y él juzgó a Israel veinte años” (Jue. 16:23-31).
Sansón nunca comprendió su verdadero propósito. “Entonces clamó Sansón al Señor, y dijo: Señor mi Dios, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos” (Jue. 16:28). Vemos en este versículo que Sansón hasta el fin de su vida estuvo más preocupado por su venganza personal que por hacer la voluntad de Dios.
Sansón hoy
La voluntad de Dios de diezmar el poder filisteo se cumplió a través de Sansón, pero las muchas bendiciones que él podría haber experimentado nunca se cumplieron, porque no tuvo ni respeto por la Palabra de Dios ni sumisión a ella. Por un lado, estas palabras del Señor lo describen de cuerpo entero: “El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (Jn. 14:24). Por otro lado, su debilidad por las mujeres prohibidas es la clave para entender la manera en la que Dios lo disciplinó. “Fosa profunda es la boca de la mujer extraña; aquel contra el cual Jehová estuviere airado caerá en ella” (Pr 22:14). “Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos ligaduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador quedará en ella preso” (Ec. 7:26).
Las lecciones que podemos aprender de la vida de Sansón son: si voluntaria y repetidamente nos exponemos al pecado, sufriremos las trágicas consecuencias de nuestra desobediencia, aunque Dios nos haya usado para cumplir Su voluntad.
Sansón fue un consagrado a Dios. Nosotros, los cristianos también hemos sido consagrados al Señor. Cualquiera que sea tu situación, condición, género o circunstancia, si eres creyente le perteneces al Señor. Él tiene pleno derecho de disponer de ti y de toda tu vida, porque te ha comprado con Su sangre (1 Co. 6:20 y 7:23; 1 P. 1:18-19). Es decir, estás en la misma condición de Sansón. El Señor te dice: “Mío eres tú” (Is. 43:1).
Sansón fue un bendecido del Señor: “Y el niño creció, y Jehová lo bendijo” (Jue. 13:24b). Tú también has sido bendecido, y con bendiciones más grandes que las de Sansón:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Ef. 1:3-14):
La tragedia de muchos consagrados a Dios hoy en día comienza cuando le quitan a Dios Su derecho de disponer de sus vidas: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Jn. 1:11). Y la manera en que Dios dispone de la vida de los Suyos ya la ha dejado registrada en las páginas de la Biblia, Su Palabra. “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15).
Pero conocer la Palabra de Dios no es suficiente; junto con el conocimiento y el correcto entendimiento de ella debemos “guardarla”, esto es, ponerla por obra. Y esto no lo podemos hacer sin el Espíritu de Dios en nosotros. Y esta es la lección más importante que debemos aprender de la vida de Sansón.
El Espíritu y la Palabra de Dios
No puede haber contradicción entre el Espíritu y la Palabra de Dios. Sin embargo, en la vida de Sansón esto es algo que vemos a cada rato.
Por ejemplo, recuérdese cuando Sansón usa su fuerza y el texto nos dice que “y el espíritu del Jehová vino sobre Sansón” (Jue. 14:6). La mayoría de los lectores asume que el Espíritu del Señor vino sobre Sansón para darle fuerza. Pero nótese con qué frecuencia aparece la frase.
Sansón usó su fuerza 10 veces. Y sólo 3 veces se nos dice que “el espíritu del Señor vino sobre él”:
(1) cuando Sansón mató al león (Jue. 14: 6),
(2) cuando mató a los 30 hombres por sus ropas (Jue. 14:19)
(3) y cuando mató a los 1,000 hombres con una quijada (Jue. 15:14-15).
No todas las veces el Espíritu desciende sobre él.
¿Qué nos dice esto?
La fuerza de Sansón no es algo que él recibió cuando el Espíritu del Señor vino sobre él. Entonces, ¿por qué el Espíritu del Señor vino a Sansón en estas 3 situaciones particulares?
Vimos que hay 3 condiciones asociadas con el voto nazareo: (1) No cortarse el pelo, (2) no beber bebidas fermentadas y (3) no tocar a los muertos. Para las dos últimas condiciones, había incluso mayores restricciones. Los nazareos no podían beber jugo de uva ni comer uvas secas ni frescas, ni siquiera el hollejo. Además de no poder tocar a los muertos, no podían matar.
¿Por qué Dios le dio a Sansón el voto de nazareo de no matar y también le dio fuerza para matar?
Cuando el ángel del Señor anunció su nacimiento nunca mencionó nada sobre la fuerza sobrenatural. Tampoco tenemos evidencia de que Sansón haya usado su fuerza al principio de su vida. La primera vez que vemos la fuerza de Sansón es cuando mata al león y fue ahí cuando “el espíritu del Señor vino sobre él” por primera vez.
Su fuerza parece haber sido simplemente un regalo de Dios (un don) que lo ayudara a mantenerse con vida en un medio hostil. David recibió una fuerza similar que él usó para salvar la vida de los corderos del rebaño de su padre cuando era pastor. “David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba” (1 S. 17:34-36). David, también con la sola fuerza de sus manos, mató a un oso y a un león; pero lo hizo para proteger la vida y la propiedad de otros: en servicio a otros. Como con todos los dones de Dios, quien los recibe decide cómo usarlos: para bien o para mal, para servir a otros o para servirse a sí mismo.
¿Aprobó Dios (el Espíritu en el texto) las acciones de Sansón?
En Jueces 14:5-6, el Espíritu vino sobre Sansón poderosamente. Este es el Espíritu del Señor. El Espíritu Santo no puede dirigir a nadie a actuar en contra de la Palabra de Dios. El Espíritu no puede actuar contra sí mismo ni contra Sus caminos ya revelados en las Escrituras. Esto significa que que si Dios quería que Sansón siguiera el estilo de vida nazareo, este no tenía permitido matar ni siquiera a un animal. Entonces, cuando Sansón mata a un animal o una persona, Dios no lo está aprobando.
La frase que dice “el espíritu del Señor vino sobre él” en 3 ocasiones en que Sansón mató (Jue. 14:6; 14:19 y 15:14) ha sido interpretada como que el Espíritu vino sobre él para que matara, algo que contradice totalmente el propósito que Dios tenía para Sansón al hacerlo cautivo del voto nazareo. O era nazareo, o era un hombre de fuerza descomunal que andaba provocando a sus enemigos para luego matarlos cruentamente. No podía ser ambas cosas. Tenía que elegir. Y la elección era ésta: ¿Voy a ser el Juan Bautista (otro nazareo) del tiempo de los Jueces, o voy a ser un poderoso héroe cuyas hazañas de fuerza van a ser contadas por generaciones?
Si Dios no aprobaba que Sansón matara debido al voto nazareo, entonces ¿por qué el Espíritu del Señor vino sobre Sansón en esos 3 momentos específicos ya mencionados?
¿Qué pasaría si sugerimos que el Espíritu del Señor descendió poderosamente sobre Sansón para tratar de detenerlo, convencerlo, suplicarle que pensara en lo que iba a hacer y se detuviera? Pero Sansón no era la clase de hombre que daba la otra mejilla. Él eligió seguir su propio camino, hacerlo a su manera. No escuchó al Espíritu.
Sabemos que el Espíritu Santo ha venido para convencernos de pecado, de justicia y de juicio (Jn. 16:8-11). Dios estaba tratando de hacer lo mismo con Sansón. Quería que se detuviera y cambiara sus caminos. Quería que Sansón recordara que él estaba consagrado a Dios por el voto de nazareo. Pero Sansón se negó. Su fuerza, que era un don adicional de parte Dios, se transformó en su dios. Uno que usó demasiadas veces para sus propios fines egoístas.
Sansón no es retratado como un siervo fiel de Dios, orando para que el Espíritu venga sobre él con fuerza. Su fuerza era su propio don para usar, y lo usó como y cuando él quiso, sin la aprobación de Dios, como lo mostró el Espíritu cuando vino sobre él para detenerlo de su pecado (Jue. 14:6; 14:19 y 15:14).
Esta es una idea difícil de asimilar de una vez, pero es la correcta. Recomendaría volver a leer la historia de Sansón, mientras se ora por sabiduría y entendimiento.
Así como Dios nos ha dado inteligencia, y algunos la usan para el bien de otros, y algunos para conspirar el mal contra otros, Dios le dio fuerza a Sansón para probarlo y saber si estaba dispuesto a hacer Su voluntad expresada en el voto de nazareo. Si Dios le ha dado a algunos talentos físicos, se pueden usar para inspirar a otros a superar sus limitaciones físicas, o para la propia fama personal. Dios nos ha dado muchas cosas. ¿Qué te ha dado a ti y qué estás haciendo con eso? Ten presente que no puede haber contradicción entre el Espíritu y la Palabra de Dios. Si en tu caso parece haberla, puede que sea tu propio espíritu el que estás siguiendo; u otro aún peor.
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