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viernes, 27 de mayo de 2011

UNA ADVERTENCIA A LA CRISTIANDAD



Resultaría difícil sobre-enfatizar la urgencia de este mensaje: Es de suma importancia tanto práctica como espiritual lo que creen los cristianos sobre los últimos tiempos, especialmente cuando es evidente que ya estamos en ellos. Lamentablemente un sinnúmero de cristianos han abandonado todo interés en el retorno de Cristo, o están seriamente equivocados en su entendimiento al respecto. Ambas clases carecerán de preparación para los eventos trascendentales que ocurrirán cuando Satanás descargue destrucción sobre la tierra e intente derramar su venganza, en especial sobre los creyentes, durante la gran tribulación del Anticristo.

Como las Escrituras lo enseñan, no hay razón para no estar preparados. El grado en el cual los cristianos sean perseguidos por el Anticristo y sus fuerzas impías en los últimos días (especialmente durante la gran tribulación) dependerá directamente de la medida de su preparación espiritual. Por eso nos ha dado el Señor Su Palabra para proveernos de todo lo que necesitamos profundizar en nuestra comprensión y preparación para los últimos días. Referente a ello hay una enseñanza esencial en Sus cartas a las siete iglesias, en Apocalipsis 2 y 3, en las cuales Cristo da tanto advertencias como ánimo a Su pueblo en cuanto a la preparación necesaria para este tiempo de prueba sin par por medio de la persecución. 

Consideraremos ahora este mensaje oportuno con su uso “cercano” para la iglesia del primer siglo y su importantísima aplicación “lejana” para los últimos tiempos.

Las Siete Iglesias del Apocalipsis

El libro de Apocalipsis comienza con la salutación de Juan a las siete iglesias, e incluye este testimonio: “He aquí, viene [Cristo mismo] con las nubes y todo ojo le verá, aún los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por él” (Ap. 1:7). El penúltimo versículo del Apocalipsis termina de la misma manera: “Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20). Del principio al fin, de eso se trata este libro profético, del retorno de Cristo.

Por eso nuestro Señor dio una serie de mensajes a Su amado apóstol Juan para que fueran enviados a las siete iglesias que existían en Asia Menor (la actual Turquía occidental) a fines del primer siglo. Cristo empieza Su revelación exhortando a sus lectores, las iglesias de todos los tiempos, para que escuchen y obedezcan fielmente “las palabras de la profecía y guarden las cosas que están escritas en ellas” (Ap. 1:3). Cerca del fin de este último libro de Su Palabra revelada, el Señor le recuerda a Juan: “Yo, Jesús, he enviado a mi ángel a fin de daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz de David, el lucero resplandeciente de la mañana” (Ap. 22:16). El libro de Apocalipsis es dirigido a las “iglesias;” no sólo a las siete de Asia Menor de los días de Juan, sino a todas a través del mundo que enfrentarán las pruebas y aflicciones de origen satánico en los últimos tiempos.

Mediante los ángeles designados, cada carta fue dirigida específicamente a la iglesia que llevaba su nombre (ver Ap. 2:1-3:22). No, obstante, todos los mensajes incluyen un llamamiento a todos los que profesan el nombre de Cristo, especialmente para aquellos que vivirán en los últimos días, para que piensen y presten atención con toda seriedad a los mensajes a todas las siete iglesias. “El que tiene oído”, amonesta el Señor al fin de todas las cartas, “oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (Ap. 2:7; 2:11,17, 29; 
Ap. 3:6,13,22).

Estas cartas ilustran perfectamente el tipo de profecía cercana/lejana que es común tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Las siete congregaciones no representan etapas en la historia de la iglesia, sino más bien retratan iglesias históricas del Nuevo Testamento que ilustran varias características que hallamos en ellas durante todos los periodos de la historia eclesiástica. Como el lenguaje señala claramente, caracterizan especialmente la condición de la cristiandad de los últimos días.

Tres Tipos Representativos de Iglesias

Al estudiar las cartas cuidadosamente, se hace evidente que las siete iglesias pueden ser agrupadas en tres tipos básicos representados por la iglesia muerta (Sardis) a mano izquierda, la iglesia fiel (Filadelfia) a mano derecha, y las iglesias transigentes (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, y Laodicea) en el medio, representando varios grados de infidelidad espiritual. También es obvio que estos tres tipos básicos son especialmente representativos de las iglesias (y de los individuos que ellas representan) que tendrán que sufrir las adversas condiciones de los últimos días.

La iglesia muerta: Sardis

Cuando examinamos la iglesia de Sardis vemos que no hay promesas de protección ni siquiera para los pocos creyentes genuinos de esta iglesia muerta. La carta de Cristo a ella está en marcado contraste con la de Filadelfia. Para los de esta última sólo tiene palabras de elogio, pero casi ninguna para los de Sardis.

El Señor les dice: “Tienes nombre de que vives, pero estás muerto” (Ap. 3:1). O sea, espiritualmente muerto. Son la cizaña (los creyentes falsos) que ha sido sembrada entre el trigo (los verdaderos creyentes) y que crecerá junto a él (en la cristiandad) hasta el tiempo de la siega de Dios. Debido a que tienen conocimiento del verdadero evangelio, Cristo les amonesta: ‘‘Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete’’ (Ap. 3:1a). Pero su falta de vida espiritual les privará de poder escuchar la verdad espiritual. El Señor añade entonces una severa advertencia: “Por tanto si no velas [si no te arrepientes y te vuelves a tu Señor y Salvador] vendré a ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (v. 3b). Cristo de nuevo avisa a la iglesia muerta para que se despierte o se encarará a la condenación. Y de nuevo el contexto se refiere a Su segunda venida, indicando que la advertencia se aplica específicamente a la iglesia en general o cristiandad de los últimos tiempos.

Los miembros incrédulos de (o representados por) la iglesia de Sardis sufrirán la terrible destrucción de la ira de Dios que vendrá dentro de poco, cuando el Señor caiga sobre los incrédulos en Su segunda venida. Durante los últimos días estarán ciegos a la inminencia del Señor que vendrá sobre ellos “como un ladrón en la noche; que cuando estén diciendo: Paz y seguridad, entonces la destrucción vendrá sobre ellos repentinamente, como dolores de alumbramiento a una mujer que está encinta, y no escaparán” (1 Tesalonicenses 5:2, 3; cf. 2 Pedro 3:10).

Las características y la experiencia de la iglesia espiritualmente muerta (o los individuos espiritualmente muertos, la cizaña) aparecen en contraste bien marcado con la perseverancia de los fieles. Los que están espiritualmente muertos permanecerán insensibles ante las consecuencias de adorar al Anticristo (la bestia), o a su imagen y de recibir su marca (Ap. 14:9). Muchos lo harán sin vacilar, todavía pensando que son “buenos cristianos”, conformándose al mundo por el deseo de sobrevivir en vez de confiar en Cristo. Pero las consecuencias de ello serán desastrosas. Cuando la ira de Dios sea derramada sobre el mundo satánico regido por el Anticristo, caerá sobre los miembros no regenerados de la iglesia “como ladrón en la noche”. De manera que el destino de éstos aparece en trágico contraste con el de los fieles, a quienes Dios promete protección durante la hora de la prueba (la gran tribulación) y liberación fuera de aquella hora justo antes del aterrador día del Señor.

La Iglesia Transigente: Tiatira

Surge la pregunta, ¿qué hay acerca de la iglesia transigente que no está espiritualmente muerta pero que tampoco es enteramente fiel, compuesta por creyentes transigentes, que aunque han nacido de nuevo en Cristo no obedecen Su voluntad, aquellos que mejor caracterizan a la iglesia decadente de los últimos tiempos?

Esta era la condición de la iglesia de Tiatira, que es la que mejor resume la condición de las otras cuatro iglesias nominales (Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Laodicea). Muchos, quizá la mayoría de los creyentes en aquella iglesia, buscaron sinceramente ser fieles y activos en las cosas del Señor. Cristo los elogió al decir: “Yo conozco tus obras, tu amor, tu fe, tu servicio y tu perseverancia” (Ap. 2:19a). Es evidente que muchos cristianos estaban creciendo espiritualmente y el Señor continuó Su reconocimiento diciendo: “Tus obras recientes son mayores que las primeras” (
Ap. 2:19b). Pero es también una iglesia consentidora, débil y permisiva que transige con el error y se acomoda a la influencia contaminante de este.

A semejanza de muchas iglesias evangélicas a través de la historia, las iglesias transigentes hoy en día no son cuidadosas en relación con lo que se le está enseñando a los creyentes. Más bien prefieren maestros que racionalizan, alegorizan, espiritualizan, culturizan o semitizan las Escrituras, todo menos tomarlas por lo que realmente quieren decir. Por tanto el Señor les dice: “Pero tengo esto contra ti: que toleras a esa mujer Jezabel, que dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a que cometan actos inmorales y coman cosas sacrificadas a los ídolos” (Ap. 2:20).

La trágica enseñanza de este versículo es que falsos maestros en la iglesia estaban y estarán corrompiendo el evangelio y causando que muchos verdaderos creyentes, siervos fieles de Cristo, se descarríen de la creencia y vida rectas, y la iglesia todo lo permite. Es probable que el nombre Jezabel, aunque en singular, represente a un grupo de líderes cristianos no regenerados, quienes a semejanza de la impía reina Jezabel de 1 de Reyes 16 y 2 de Reyes 9, estaban dedicados a socavar la obra del Señor y a corromper al pueblo de Dios. Este es ciertamente el caso en relación con la aplicación lejana de esta profecía. Hay una lección en este versículo para todos los creyentes de toda época, especialmente para aquellos de los últimos tiempos: la verdadera salvación no es en sí misma una protección contra la falsa doctrina. El creyente que no se preocupa de alimentarse de la Palabra de Dios con regularidad y no busca la guía y la fortaleza del Espíritu Santo es una presa fácil de aquellos que enseñan falsedades bajo la capa del cristianismo.

Satanás el padre de mentira, engaña con medias verdades, usando frecuentemente las Escrituras fuera de contexto, como lo hizo con el Señor en las tentaciones en el desierto (Mateo 4:1:11). Si creía que esa estrategia resultaría con Cristo, con toda seguridad la usará contra Sus seguidores, incluyendo a aquellos en los últimos días que enfrenten gran peligro y sean más vulnerables al engaño y la confusión. El cristiano que cree que las profecías bíblicas relacionadas con los últimos días sólo pueden ser entendidas de forma alegórica, o que la profecía es menos que enteramente objetiva, será presa fácil de las artimañas de Satanás. Lo mismo les acontecerá a aquellos que hayan sido enseñados que estos pasajes deben ser considerados literalmente pero que no tienen ninguna aplicación directa para ellos, porque confían en la falsa seguridad de que el arrebatamiento ocurrirá antes de que sucedan estos eventos. Una vez que estos cristianos descubran su error será demasiado tarde para evitar lo peor de la persecución del Anticristo. Los verdaderos creyentes que están debilitados por su transigencia padecerán increíble persecución y sufrimiento, de los cuales la fidelidad al Señor y a Su palabra los habría protegido, como a los de la iglesia de Filadelfia (Ap. 3:10). De este modo los verdaderos creyentes de las iglesias transigentes experimentarán lo que nuestro Señor describió en el Discurso del Monte de los Olivos como la “gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás” (Mateo 24:21).

Es en este contexto de la gran tribulación que Cristo amonesta tanto a la iglesia que toleraba el error en Tiatira como a los cristianos no comprometidos que vivirán durante los últimos tres años y medio de la historia de la humanidad como la conocemos: “Mira, la postraré en cama, y a los que cometen adulterio con ella los arrojaré en gran tribulación, si no se arrepienten de las obras de ella” (Ap. 2:22). Cristo nos revela que les ocurrirán dos cosas a aquellos que transigen en los últimos días. La primera será que los falsos maestros serán postrados en cama por su corrupción de los siervos fieles. La segunda será que los creyentes verdaderos, pero infieles, que han cometido adulterio espiritual por haber seguido a los falsos maestros sufrirán “gran tribulación, si no se arrepienten”. Es decir, sufrirán la más cruel de las persecuciones satánicas de todos los tiempos contra los cristianos; la aflicción que el Señor Jesús llama la “gran tribulación”.

Es especialmente importante que notemos que aquí la iglesia definitivamente permanecerá todavía en la tierra durante la gran tribulación del Anticristo, pese a lo que muchos creen. Esto se muestra claramente en el Apocalipsis 2:22 cuando Cristo habla primero de la “gran tribulación” que la iglesia transigente experimentará, y entonces en el versículo 23 dice que “todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña las mentes y los corazones”. En otras palabras, “todas las iglesias” estarán presentes en, y sabrán de, la “gran tribulación” (v. 22) de los cristianos no comprometidos a manos del Anticristo y sus fuerzas impías. Y “todas las iglesias” se darán cuenta entonces que Dios es aquel que “escudriña las mentes y los corazones” (Ap. 2: 23), al ser testigos de primera mano de lo que sucederá.

Por último, el mensaje de Cristo a la iglesia de Tiatira se aplica también claramente a los últimos días debido a Su promesa absoluta de que regresará por los suyos: “Lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga” (Ap. 2:25), que corresponde perfectamente con la referencia que hace a Su segunda venida que hace en la carta de Sardis (Ap. 3:3) y Filadelfia (Ap. 3:11). Estas congregaciones fueron avisadas acerca del retorno de Cristo, y por esa razón es obvio que los mensajes a tres clases de iglesias—la fiel, la muerta y la transigente—son relevantes para los últimos días, es decir, para nosotros.

A las iglesias (y/o creyentes) en conformidad con el error, que entrarán en los últimos tiempos, se les promete que serán libradas de la ira del Señor (Romanos 5:9; 1 Tesalonicenses 1:10; 5:9), pero no de la persecución del Anticristo durante su gran tribulación de los elegidos de Dios. La experimentarán porque creerán lo que se les ha ensañado falsamente, sin comparar las palabras de los hombres con la Palabra de Dios. No obstante, antes de que Cristo corte la aflicción, la usará conforme a Su voluntad y amor para “presentaros sin mancha en presencia de Su gloria” (Judas 24). Por esta razón Pedro amonestó a los que esperan el día del Señor: “Procurad con diligencia ser hallados por él en paz, sin mancha e irreprensibles” (2 Pedro 3:14). De igual manera el autor de Hebreos escribió: “Porque el Señor al que ama disciplina, y azota a todo aquel que recibe por hijo. Es para vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos” (He. 12:6,7). La santidad de Dios demanda que la esposa de Cristo sea absolutamente santa y pura. Esta verdad se confirmó a la iglesia carnal de Corinto, cuando les escribió: “… celoso estoy de vosotros con celo de Dios; pues os desposé a un esposo para presentarnos como virgen pura a Cristo” (2 Corintios 11:2).

De manera semejante, Pablo declara en su primera carta a los Corintios que debido a que habían sido enriquecidos en todo por Cristo, quien estaba confirmado en ellos, por tanto debían estar "esperando ansiosamente la revelación de de nuestro Señor Jesucristo; el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios 1:7, 8). ¡Cuánto más debería ser aplicada esta amonestación a los muchos cristianos acomodadizos que entrarán en los últimos tiempos!

De nuevo vemos el agudo contraste entre los cristianos (y/o iglesias) no comprometidos y los fieles. Aquéllos cuyas vidas reflejan a la iglesia transigente, la congregación típica de los últimos días, serán probados y limpiados antes de estar listos para asumir el papel de esposa de Cristo. No es cuestión de su necesidad de perdón de pecados, lo cual todo creyente verdadero recibe en el momento de la salvación, sino de libertad de la sumisión voluntaria a la influencia y poder continuos del pecado, que todavía reina en ellos. Por otro lado, los creyentes que estén espiritualmente preparados (la iglesia fiel) para la venida de Cristo para ser rescatados y recibidos en el cielo, también lo estarán para la venida del Anticristo, quien vendrá para atormentarlos y perseguirlos mientras estén todavía en la tierra. El cristiano fiel estará protegido del Anticristo y de sus ataques con la excepción de aquellos cristianos que renuncien voluntariamente a esa protección y arriesguen sus vidas para ganar a otros para Cristo antes de que pase el tiempo de la salvación (ver Mateo 10:16-23; cf. Apocalipsis 6:9).

La iglesia fiel: Filadelfia

La iglesia de Filadelfia es una joya espiritual entre las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis 2 y 3. La carta a ella contiene varias amonestaciones, pero no advertencias ni reprensiones. El Señor empieza Su elogio diciendo: “Yo conozco tus obras. Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie puede cerrar, porque tienes un poco de poder, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. He aquí…yo te he amado” (Ap. 3:8,9). Cristo continuó alentando a aquellos creyentes con la promesa: “Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, yo también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo el mundo para probar a los que habitan sobre la tierra” (Ap. 3:10). Más adelante en el libro aprendemos el significado de la verdadera perseverancia. Juan observó que: “… los siguió otro ángel, el tercero, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe una marca en su frente o en su mano, él también beberán del vino del furor de Dios, que está preparado puro en cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y en presencia del Cordero. Y el humo de su tormento asciende por los siglos; y no tienen reposo, ni de día ni de noche, los que adoran a la bestia y a su imagen, y cualquiera que reciba la marca de su nombre. Aquí está la perseverancia de los santos que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús
 (Ap. 14:9-12).

Cristo dice a los vencedores de Filadelfia que debido a su perseverancia Él los “guardar[á] de la hora de la prueba” (Ap. 3:10b). “Guardar” traduce un verbo griego que conlleva la idea básica de protección dentro de una esfera de peligro, y “de” tiene el significado básico de liberación “fuera de”, o “fuera de dentro”. En otras palabras si tomamos el griego original en su sentido exacto, Dios promete a las iglesias fieles que Él las guardará mientras que estén dentro de esta esfera en particular de peligro en el contexto de la “hora de la prueba”, prometiéndoles que finalmente serán liberados “fuera de dentro” de peligro.

¿Cuál es exactamente la esfera de peligro de la que las iglesias fieles (los verdaderos cristianos) recibirán protección? La mayoría de los estudiantes de la profecía están de acuerdo en que la hora de la prueba sólo puede referirse a la gran tribulación, la aflicción sin paralelo del hombre contra el hombre que el Anticristo desatará contra aquellos que rehúsen llevar su marca. Esta “hora” terminará cuando Cristo acorte la gran tribulación en Su segunda venida (Mateo 24:22) y entonces descargue Su juicio inexorable contra los impíos que queden en la tierra. “El Señor entonces, sabe rescatar de tentación [del mismo término griego que se traduce prueba en Apocalipsis 3:10] a los piadosos, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio” (2 Pedro 2:9).

Por tanto, y debido a su perseverancia o sea, su fidelidad a Cristo por no negar su nombre por medio de adorar ni a la bestia ni a su imagen, tampoco recibiendo la marca del Anticristo, se le promete a la iglesia fiel la protección de Dios dentro de una esfera de gran peligro (esto es, durante la gran tribulación del Anticristo) y finalmente el traslado fuera de aquel peligro.

Al final de la carta a la iglesia de Filadelfia hallamos esta amonestación: “Vengo pronto; retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona” (Ap. 3:11). Debido a que el libro de Apocalipsis fue escrito más de medio siglo después de la primera venida de Cristo, esa afirmación sólo puede referirse a Su segunda venida. Así el Apocalipsis da claramente a “las iglesias” a las cuales fue escrita todo lo necesario para comprender que el mensaje de Cristo a los creyentes de Filadelfia fue una profecía con sentido cercano/lejano. Lo cercano tiene que ver con la iglesia histórica que existía cuando el libro fue escrito pero que desapareció corto tiempo después. Lo lejano se relaciona con las iglesias fieles (o creyentes fieles) que se enfrentarán a los eventos de los últimos tiempos según se revelan en los capítulos del Apocalipsis que siguen de inmediato.

¿Cuáles son los principales rasgos que observamos en la iglesia fiel y su experiencia durante los últimos tiempos? Primero, vemos que perseverará, guardará la Palabra de Cristo, y no negará su nombre. En otras palabras, no recibirá la marca de la bestia ni adorará su imagen (Ap. 14:9). Segundo, a causa de su fidelidad, recibe la promesa del Señor de que Él la guardará y protegerá mientras está dentro de la esfera de peligro (es decir, durante la hora de la prueba, la gran tribulación), y que finalmente la rescatará de dicho peligro cuando Él vuelva para “acortar” aquellos días de horrible calamidad (Mateo 24:21,22), arrebatar a los creyentes genuinos, y derramar Su santa ira sobre los injustos. Por último, Cristo promete que dará a los fieles una corona y un lugar de gran honor e íntimo compañerismo con Dios en Su reino eterno (Ap. 3:11, 12).

Tres Verdades Esenciales

De las referencias de Cristo a Su segunda venida en las cartas que dirige a las iglesias en Apocalipsis 2 y 3, que acabamos de considerar, aprendemos tres verdades esenciales acerca de la iglesia en general, o cristiandad, que entrará en los últimos días: 

(1) Se les dice a aquellos que están espiritualmente muertos que si no se arrepienten y se vuelven a Cristo, perderán toda oportunidad de salvación y padecerán todo el peso de la ira del Señor, el cual se dejará caer sobre ellos como “ladrón en la noche”. 

(2) A los creyentes genuinos, pero infieles, que representan la iglesia transigente, se les dice que sufrirán toda la intensidad de la gran tribulación del Anticristo, la terrible “hora de la prueba” como un testimonio a todas las iglesias de que Cristo es el único y verdadero Señor que escudriña los corazones y las mentes de los hombres. El premia o castiga con perfecta justicia, y permite la persecución del Anticristo para purificar y preparar a Su esposa para que esté pura y sin mancha en el día de nuestro Señor Jesucristo. 

(3) A las iglesias fieles (los cristianos obedientes a la Palabra) se les ofrece la protección de Dios dentro de una esfera de peligro, es decir, protección durante la gran tribulación del Anticristo en la que él intentará matar a todos aquellos que no adoren a la bestia, el Anticristo, o a su imagen. Como ya vimos antes, serán liberados fuera de dentro de la gran tribulación justo antes de que descienda la ira del Señor sobre los impíos.

Una Advertencia de Parte del Señor

Cuando estas verdades son tomadas seria y literalmente, como es la intención de Dios, deberían aterrar a aquellos que componen las iglesias muertas o transigentes. No obstante, dichas verdades son una evidencia de la gracia de Dios porque Él avisa a los Suyos por medio de Su palabra para que entiendan y se preparen para los terribles eventos del porvenir.

Vemos este mismo principio y su relevancia para los últimos días en la manera en que Dios trató con Sodoma y Gomorra. Justo antes de la completa y terrible destrucción de estas ciudades, un evento hasta ese momento desconocido por Abraham, el Señor dijo a los ángeles que estaban visitando al patriarca “¿Ocultaré a Abraham lo que voy a hacer, puesto que ciertamente Abraham llegará a ser una nación grande y poderosa y en él serán benditas todas las naciones de la tierra? Porque yo lo he escogido para que mande a sus hijos y a su casa después de él que guarden el camino del Señor haciendo justicia y juicio, para que el Señor cumpla en Abraham todo lo que Él ha dicho acerca de él” (Génesis 18:17-19). En otras palabras, la advertencia de la inminente destrucción de Sodoma y Gomorra, y la razón para ello, le fue dada a Abraham no sólo por su propio beneficio, sino también por el de “sus hijos y su casa después de él que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio”.

Así como la terrible destrucción de Sodoma y Gomorra es usada como un ejemplo del terrible día del Señor que un día acortará la gran tribulación del Anticristo, así Dios también ha optado por advertir a Su iglesia elegida de aquel juicio amenazador “para que [mandemos] a [nuestros] hijos y a [nuestra] casa después de [nosotros] que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio”.

Por esta razón los cristianos son amonestados, una y otra vez, para que vivan piadosamente esperando el retorno de Cristo. Como el apóstol Pedro escribe:

“Puesto que todas estas cosas han de ser destruidas de esta manera, ¡qué clase de personas no debéis ser vosotros en santa conducta y en piedad, esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor! Pero, según Su promesa nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia. Por tanto, amados, puesto que aguardáis estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por El en paz, sin mancha e irreprensibles… sabiendo esto de antemano, estad en guardia, no sea que arrastrados por el error de hombres libertinos, caigáis de vuestra firmeza; antes bien, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.” (2 Pedro 3:11-14, 17,18)

El reto de Pedro al creyente no puede ser más claro. Todos los creyentes han de esperar el día del Señor. Todos los creyentes han de ser “[santos] en… conducta y piedad”; “con diligencia… sin mancha e irreprensibles”; “en guardia”; “[creciendo] en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. En la medida que el creyente no responda a esta amonestación, estará sin preparación para los eventos en lo venidero.

En el discurso del Monte de los Olivos, Cristo hace la misma amonestación a los discípulos de estar atentos a las señales de Su venida para que no sean sorprendidos desprevenidos: “Y de la higuera aprended la parábola: cuando su rama ya se pone tierna y echa las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que él está cerca a las puertas” (Mateo 24:32, 33).

El último comentario de Cristo en Su discurso hallado en Lucas 21, lo resume todo: “Mas velad en todo tiempo, orando para que tengáis fuerza para escapar de todas estas cosas que están por suceder, y podáis estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc. 21:36).

Cuatro Inquietudes para Concluir

Empezamos este artículo subrayando la urgencia de nuestro mensaje, y hemos visto su tremendo significado para los creyentes en el pasado así como en nuestro propio tiempo. Nunca se enfatizará excesivamente la urgencia de este mensaje, especialmente cuando consideramos que ya estamos en los últimos tiempos. Para concluir, llamaremos la atención a estas cuatro inquietudes.

Primera, lo que pensemos acerca de los últimos tiempos es de crucial importancia. Muchos cristianos evangélicos se han hecho “agnósticos” tocante a la segunda venida del Señor. Sin ningún interés o entendimiento concerniente a los eventos finales, los han espiritualizado o alegorizado de tal manera que no ven su aplicación para la cristiandad contemporánea. Otros muchos tienen un conocimiento equivocado que los dejarán completamente desprevenidos; pensando que los eventos bosquejados por Cristo en Su discurso en el Monte de los Olivos o dados por Juan en el Apocalipsis tienen que ver sólo con el Israel impenitente, no con la iglesia. A ambos les da e apóstol Pablo una severa advertencia: “Que nadie os engañe en ninguna manera” (2 Tesalonicenses 2:3). La segunda carta a los Tesalonicenses contiene el pasaje más claro de las Escritura acerca del tiempo de la segunda venida de Cristo.

Segunda, al grado que el cristiano genuino esté preparado tendrá la protección de Dios durante la gran tribulación del Anticristo o sufrirá el embate completo de la furia del Anticristo en su intento de destruir a todos aquellos que no se inclinen ante él. Por tanto la teología del creyente concerniente a los últimos días es de inmensa importancia, especialmente para todos aquellos que específicamente entren a los siete últimos años de esta era.

Tercera, cualquier iglesia no da lo mismo. Hoy en día hay cientos sino miles de organizaciones eclesiásticas que dicen ser iglesias cristianas, mientras combinan ciertas creencias bíblicas básicas con ambiciones materiales e influencia política. Las denominaciones y sectas de la cristiandad exigen la lealtad y el apoyo de sus adherentes, quienes no ven que estas representan en realidad una visión pervertida e infiel de la iglesia que el Señor dice sólo Él está edificando (Mateo 16:18). Si la promesa del Señor de que las puertas del Hades no prevalecerían contra Su iglesia fuera una garantía de que los que creen en Él nunca serán engañados, entonces tendríamos que aceptar todas las divisiones del cristianismo como partes de Su iglesia. Pero Él no garantizó tal cosa. Todo lo contrario, a Sus discípulos les advirtió: “Se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos” (Marcos 13:22). Tiempo después, el apóstol Pablo hizo manifiesta su preocupación con respecto a que, por la predicación de los “falsos apóstoles”, los cristianos de su día pudieran ser “de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Corintios 11:3, 13). El Señor habló aún más claro al decir: “…estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis…” (Mateo 7:14-16). El cristiano genuino debe examinar los frutos que identifican a la verdadera iglesia del Señor y compararlos con su iglesia local. 

También debe examinar los frutos que identifican a los que son guiados por un espíritu diferente y predican un evangelio diferente. Debe aprender, no de tradiciones humanas sino directamente de la Palabra de Dios, cómo distinguir “la iglesia del Dios viviente” (1 Timoteo 3:15) de quienes siguen a los “falsos profetas” vestidos de ovejas. Porque por doquier en la cristiandad se ve alejamiento de la Palabra, fracaso y ruina espiritual y moral. La sencillez, el celo y la espiritualidad de la iglesia descrita en el libro de los Hechos es cosa rara para una cristiandad leudada con la levadura del modernismo teológico. Una y otra vez el Señor mismo y sus apóstoles predijeron que esta sería la condición de la cristiandad en los últimos días (Mateo 13: 31-33; Hechos 20:16-17, 28-31; 2 Corintios 11:4, 13-15; Judas 3-4; 1 Juan 2:18-19; 1 Juan 4:1; Apocalipsis 2-3, 17). En el mismo mensaje dado a las siete iglesias del Apocalipsis el Señor presenta la solución para aquellos que tengan oído para oír. Obedecerlo es la solución (Apocalipsis 18:4).

Cuarta, ¡Podemos estar preparados! Dios amorosamente nos ha dado Su Palabra para amonestarnos e instruirnos, a fin de que estemos preparados para los eventos monumentales de los últimos tiempos. Por lo tanto, Él nos llama a comprender, a perseverar, a estar “esperando y apresurando la venida del día de Dios” (2 Pedro 3:13), y en especial a vivir santa y piadosamente en esperanza y expectación mientras los días finales se desarrollan.

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