En Mateo 24:7, el Señor Jesús mencionó algunas señales que precederían Su venida. Él dijo: “Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares…”
Sin lugar a dudas hemos visto terremotos devastadores en años recientes. El terremoto en Indonesia en diciembre del 2004 fue uno de los más poderosos de las últimas décadas, desatando un tsunami que cobró la vida de alrededor 300.000 personas. Menos de un año más tarde, otro terremoto en el sudeste asiático mató a 30,000 personas.
En Mateo 24:7, la palabra griega que se traduce “terremotos” es seismos, de la cual se derivan en español palabras tales como “sismología”, que se refiere al estudio de los terremotos. El diccionario de términos bíblicos Vine, define la palabra como una conmoción (del aire), una tormenta, un temblor (de tierra), un terremoto, una tempestad. Como se ve, seismos tiene en el griego original un significado mucho más amplio que aquel que se refiere a un movimiento telúrico. Mateo 8 registra una violenta tempestad que se desató mientras el Señor y Sus discípulos navegaban en el Mar de Galilea, y que amenazó con hacer naufragar la embarcación y ahogarlos. Fue entonces que el Señor le ordenó al viento y a las aguas que se calmaran. La palabra usada en el versículo 24 para referirse a esta violenta tormenta es seismos, la cual se traduce en español “tempestad”. Cuando el Señor Jesús predijo que “habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares…”, Sus palabras incluyen lo que hoy día llamamos terremotos, huracanes, tornados y otra clase de tormentas mortales y devastadoras
Como se vio en el caso del huracán Katrina, estas tormentas pueden ser enormemente destructoras. Katrina cobró la vida de más de 1.200 personas y causó un daño material estimado en 200 mil billones de dólares, sin contar las pérdidas en embarques, y producción de petróleo, gas, y en la industria pesquera y agrícola. New Orleans, devastada por el huracán, no se recobrará totalmente si no en décadas— si es que alguna vez logra hacerlo. Un huracán como Katrina, que alcanzó grado 5 antes de debilitarse, puede producir vientos superiores a 250 kilómetros por hora, y levantar una muralla de agua de alrededor de 540 metros o más, capaz de arrasar literalmente con todo lo que se encuentre en su paso.
¿Están aumentando los desastres naturales como estos, tal como lo predijo el Señor Jesús? La edición del 16 de septiembre del 2005 de la revista Science informa sobre una investigación realizada por científicos del Georgia Institute of Technology and the National Center for Atmospheric Research. Tal investigación concluye que mientras el número total de huracanes y ciclones no ha aumentado, sí ha habido “un marcado aumento en los pasados 35 años en la intensidad de los ciclones tropicales de 4 y 5 grados, las tormentas más peligrosas por ser las que más daño causan en las costas” (Richard Kerr, “¿Es Katrina un Precursor de Huracanes Aun Más Poderosos?,” pág. 1807).
La frecuencia de las tormentas más peligrosas y destructoras — aquellas de grados 4 y 5 — aumentó en un 80 por ciento desde los años setenta hasta la última década. Esta información debiera hacernos reflexionar seriamente. El Señor, en Lucas 21:25-28, un relato paralelo a la profecía de Mateo 24:7, añade: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.”