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LA IGLESIA NUEVOTESTAMENTARIA

(Actualizado Febrero 4 de 2023. Publicado por primera vez Mayo de 2011).

Estudio ampliado. Se le ha incluido al final el libro CRISTO AMÓ A LA IGLESIA en formato pdf para leer en línea, para descargar o para imprimir.
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Las Tradiciones de la Iglesia

Para sentar un precedente que nos ayude en nuestro estudio sobre la iglesia, echémosle un vistazo a las tradiciones de esta. Primero, veamos lo que el Señor Jesús les dijo a los religiosos de su tiempo acerca de sus tradiciones. Aunque muchas tradiciones son inofensivas, el Señor Jesús condenó a los fariseos por enseñar tradiciones y mandamientos humanos como si fueran enseñanzas de la Biblia. “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mt. 15: 9). Los fariseos estaban enseñando tradiciones y mandamientos humanos como doctrina. Nadie se les opuso hasta que llegó el Señor Jesús. Los fariseos eran los líderes religiosos y el pueblo aceptaba lo que sus líderes les decían porque pensaban: “Bueno, esa es la manera en que siempre se ha hecho. Todos lo hacen así”.

El Señor Jesús reprendió a los fariseos por cosas como los lavamientos ceremoniales de las manos antes de comer, y por negarse a hacer el bien incluso el día de reposo. Es correcto lavarse las manos antes de comer y no hacer nada el día de reposo, pero los fariseos enseñaban esto como doctrina bíblica. Eso era lo que el Señor Jesús condenó. “Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mt. 15: 9). “Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes” (Mr. 7:9). El Señor Jesús detestaba esta práctica y los condenó por su hipocresía; porque le hacían creer al pueblo que estas cosas eran la voluntad de Dios, cuando Él nunca había dicho tal cosa. Muchas de estas cosas que fueron añadidas como doctrinas no eran mencionadas en la Escritura. Otras enseñanzas, tales como las leyes del día de reposo, habían sido torcidas y sacadas de contexto. Sin embargo todo esto y“otras muchas cosas semejantes” se enseñaban como si fueran doctrinas bíblicas.

Puede ser que alguien crea que no hay nada de malo con que la iglesia tenga tradiciones. Dios no condena todas las tradiciones de la iglesia, tales como reuniones de bienvenida, y cosas así. Pero Dios condena cualquier tradición si esta se enseña como si fuera una doctrina bíblica, como si fuera algo que DEBE hacerse para agradar a Dios. El daño que se causa cuando se enseñan tradiciones y mandamientos humanos como doctrina bíblica es que terminan por apartar a las personas de la verdad. “No atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres QUE APARTAN DE LA VERDAD” (Tit. 1:14). Cuando los hombres enseñan que se debe hacer ciertas cosas o que no se deben hacer otras que no se encuentran mencionadas en la Escritura, estas terminan por apartarnos de la verdad.

Por ejemplo. ¿Qué diremos sobre la membresía en las iglesias de hoy? Esta es una de esas tradiciones que no tiene ninguna base Escritural. Recordemos que a Dios no le importan las tradiciones de una iglesia al menos que estas se vuelvan doctrinas. La pregunta es, ¿es la calidad o condición de “miembro en la iglesia” un mandamiento humano? Así es. Muchos concordarían en que este sistema que no tiene ninguna base bíblica no es tan importante, así que a Dios no le molesta. De nuevo, recordemos que el Señor Jesús condenó a los fariseos por enfatizar las tradiciones de los hombres y por hacerlas pasar como si fueran cosas que los cristianos tienen que hacer. El hecho es que alguien no puede formar parte de la membresía de una iglesia actualmente a menos que se convierta en “miembro” de ella según el sistema eclesiástico imperante; y este es, que la iglesia vote a favor de su inclusión en el libro de miembros. ¿Dónde aparece tal cosa en la Escritura? No hay ningún mandamiento sobre el tema. Sin embargo, si un creyente no está inscrito en el libro de miembros de una iglesia entonces no es miembro de ella. El sistema actual es un engaño. ¿A quién se le habrá ocurrido? Y, lo que es peor, ¿cómo es posible que todos caigan en el engaño? Creemos que es porque el lenguaje es deliberadamente confuso. Cuando alguien hoy en día es salvo, se le dice que debe “unirse a la iglesia”. ¿Dónde aparece tal cosa en el Nuevo Testamento? Este enseña claramente que cuando una persona es salva se hace inmediatamente parte de la Iglesia (universal), porque Dios lo “une” al cuerpo de Cristo. “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían ser salvos” (Hch. 2:47b). Este pasaje no dice nada sobre la petición del nuevo convertido a la iglesia para que esta lo “una” a su membresía, tampoco dice nada sobre la iglesia votando para ver si lo aceptan como miembro. Este es uno de los problemas en que se meten los que creen que sólo existe la iglesia local, y que no hay tal cosa como la iglesia universal. Ambas existen, y tienen que existir para que no haya inconsistencias; el Nuevo Testamento enseña que ambas existen. El pasaje citado dice que el Señor añadía cada día a la iglesia (local de Jerusalén) los que habían ser salvos. Nótese que era Dios quien los “añadía” a la iglesia local de Jerusalén. La iglesia local de Jerusalén no votaba para ver si aceptaba como miembros a los que se convertían. Dios los hacía miembros de ella cuando se convertían al Señor Jesucristo.

Alguien podría decir que la diferencia no es tan importante. Si no lo es, ¿por qué entonces las iglesias de hoy no aceptan a una persona salva como miembro a menos que esta se “una” según la tradición que ellas imponen? El Señor Jesús no dijo: “Donde dos o tres se ‘unan’ como miembros, allí estoy yo en medio de ellos”. Dijo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). Si ya pertenecemos a Cristo somos parte de Su cuerpo. No tenemos que unirnos a nada. Ya estamos “unidos” a Él. Fuimos unidos a Él cuando fuimos salvos, Dios fue quien hizo la “unión”. Satanás es un maestro del lenguaje confuso, el engaño, la hipocresía y en la creación de falsificaciones e imitaciones. Todas sus obras están diseñadas para quitarle algo a la obra de Dios. “No atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad” (Tit. 1:14). La iglesia es el cuerpo de Cristo; no es un club al que alguien pueda unirse. Sin embargo, muchas iglesias de hoy en día son exactamente eso, “clubes”. Primero somos “miembros” del Cuerpo de Cristo, luego entramos en “comunión” con una iglesia local. “Comunión”, no “membresía”. Podemos tener “comunión” con una iglesia local o podemos dejar de tenerla, pero no podemos dejar nuestra “membresía” del Cuerpo de Cristo. Usemos los términos correctamente.

Y puede que haya mucho más involucrado en este asunto de inscribirse en el “libro de miembros” de una iglesia. Cuando nos unimos a una colectividad es como si hiciéramos un pacto con ellos, un acuerdo, el compromiso de guardar las reglas del grupo, imitar su conducta y asumir ciertas responsabilidades. Las iglesias se rigen por una constitución interna. Esta podría estar diseñada para “monopolizar” a los individuos, para quitarles la libertad que tienen en Cristo y hacerlos siervos de la iglesia en vez de siervos del Señor. Las Escrituras dicen: “… y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Co. 3:17b). No libertad para hacer cualquier cosa, sino libertad para hacer lo que las Escrituras enseñan. Satanás quiere quitarnos esta libertad a cualquier precio, de tal manera que no podamos tener libertad para hacer lo que la Biblia dice. “…y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud” (Ga. 2:4). “¿Qué esclavitud?” Bueno, cuando una persona está “unida” a un grupo u organización que demanda de ella una acción “oficial”, esa persona está atada a dicho grupo. Sin embargo, como cristianos se supone que sólo debemos estar atados a Cristo; y ya lo estamos si somos salvos. El pasaje arriba citado se aplica a ciertos hombres que estaban tratando de someter a esclavitud a los cristianos de Galacia diciéndoles que si no se circuncidaban no eran salvos. Y hoy, nos dicen: “Si tu nombre no está en el ‘libro de miembros’ de nuestra iglesia, entonces no eres miembro de nuestra iglesia”. ¿Significa esto que no eres salvo? Si su lenguaje no fuera ambiguo contestarían directamente: “Sí. Si no eres miembro de la iglesia entonces no eres salvo, porque la iglesia es el cuerpo de Cristo; y si no eres miembro de la iglesia entonces no eres miembro del cuerpo de Cristo”. Pero no responden directamente. Su lenguaje es deliberadamente confuso y engañoso a la hora de responder.

En 1 Corintios, capítulo 5, la iglesia no fue llamada a “votar” para ver si expulsaban al fornicario fuera de ella; fue llamada a lamentarse delante de Dios, para que Dios se hiciera cargo del fornicario de la manera más dura si este no se arrepentía. Si un hermano falla en cooperar con la iglesia, ¿debe esta votar para ver si lo expulsan o lo borran de su libro de miembros para que así aprenda el transgresor? No, el Nuevo Testamento enseña: “Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mt. 18:17). Se da este tercer paso una vez que los dos primeros no dan ningún fruto, entonces se considera al transgresor como a una persona perdida; no se menciona nada sobre echarlo o borrar su nombre del libro de miembros de la iglesia. Lo tratas como a un perdido, oras por él, intentas hacer que acepte la salvación y se reintegre a la “comunión” con la iglesia. Cuando eres salvo, te haces “miembro” del cuerpo de Cristo, la Iglesia. Dios te “unió” a la iglesia cuando te redimió. Fue ahí cuando te convertiste en “miembro” de la “congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (He. 12:23). De tal manera que cuando nos reunimos con hermanos cristianos en una localidad, todos ya somos “miembros” del mismo Cuerpo. No estamos haciendo otra cosa que expresar a ese Cuerpo a través de la “comunión” con otros hermanos en Cristo, con Él en nuestro medio. “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). Si somos salvos y estamos allí, entonces somos miembros de la iglesia en esa localidad también. Es así de sencillo. “Comunión” es un tema diferente. La diferencia entre Membresía y Comunión tiene que ver con la diferencia que existe entre Su Cuerpo, universal, y Su Cuerpo, local.

Aquellas personas que imponen tradiciones sobre lo que los cristianos pueden y no pueden hacer terminan por quebrantar los verdaderos mandamientos que menciona la Biblia. Los fariseos lo hicieron al enseñar mandamientos humanos sobre lavamientos y “otras muchas cosas semejantes”que no tenían base bíblica. “Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes” (Mr. 7:8). Por ejemplo, para evitar obedecer el mandamiento de Dios que dice: “Honra a tu padre y a tu madre”, ellos replicaban “corbán”, que significaba que su dinero y su tiempo estaba dedicado a Dios, así que estaban libres de la responsabilidad de ayudar a sus padres con estos bienes. El Señor Jesús les dijo: “Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición” (Mr. 7:9). El mandamiento inventado por los fariseos -“corbán”- cancelaba el mandamiento de Dios. ¿Se ve cómo los mandamientos humanos terminan apartando a sus practicantes de la verdad?

Debemos comprender que tenemos libertad para decidir por nosotros mismos sobre todo aquello que Dios no menciona en la Escritura. Por ejemplo. En una reunión de miembros en una iglesia denominacional, un hermano confesó que no había dado el diezmo últimamente porque estaba apoyando financieramente otra obra cristiana que no tenía relación directa con la iglesia local. Inmediatamente se levantó un anciano que le aclaró a todos los reunidos que ningún hermano estaba en libertad de hacer eso. Dar el diezmo a la iglesia local era sagrado. Si el hermano quería continuar apoyando financieramente esa “otra obra cristiana”, podía hacerlo sólo después de haber entregado el diezmo correspondiente a “la” iglesia de la que era miembro. Luego el anciano se dirigió al pastor en busca de aprobación. El pastor le aseguró al anciano que sus palabras eran correctas.

Dios no dice nada en la Biblia sobre el apoyar financieramente “otras obras cristianas” y dejar de apoyar a la iglesia local. El Nuevo Testamento no dice nada sobre dar el diezmo. Si se le dice a alguien que no puede dar a quien y cuanto él quiera, entonces el tema se ha convertido en un mandamiento humano, no de Dios. La obediencia a los mandamientos humanos y la enseñanza de ellos terminarán por apartar a los creyentes de las verdades de la Biblia. Ya no se estará obedeciendo a la Palabra de Dios, si no que se estará enseñando tradiciones de los hombres como si fueran doctrinas bíblicas. Esto es lo que el Señor Jesús odiaba y reprobó.

Otro ejemplo: ¿Qué hay sobre usar traje y corbata para poder participar en las reuniones de la iglesia? ¿Dice Dios algo en Su Palabra sobre esto? No, no lo dice, así que evidentemente a Él no le importa si usas o no traje y corbata. Se sobreentiende que todo verdadero creyente se vestirá siempre decentemente, ya sea que se reúna o no con los hermanos. Pero hay iglesias en las que los hermanos no pueden participar a menos que estén vistiendo traje y corbata. Pueden asistir a la reunión, pero no pueden participar; es decir, no pueden hablar, orar o leer la Palabra en público, porque la tradición de esa iglesia es que todos los que participen públicamente en las reuniones deben estar vistiendo traje y corbata. Esta no es una enseñanza bíblica. Si los hombres de esa iglesia quieren vestir así durante sus reuniones, está bien, que lo hagan. Pero si alguien comienza a decir que los hermanos no deberían hablar si no están vestidos con traje y corbata dando a entender que eso no le gusta a Dios, eso es un mandamiento humano, porque Dios nunca ha dado un mandamiento al respecto en la Escritura. Obedecer o enseñar (como doctrina bíblica) mandamientos y tradiciones de los hombres confundirá e impedirá que se crea las verdades que sí se mencionan en la Palabra de Dios.

¿Por qué las personas no predican sólo la Biblia? La Biblia está llena de mandamientos; no hay ninguna necesidad de inventar los nuestros y hacerlos pasar como si fueran la voluntad de Dios. ¿Por qué querría alguien enseñar tradiciones y mandamientos de hombres como si fueran doctrinas bíblicas? ¿Por qué lo hacen? El Señor Jesús les dijo a los fariseos por qué lo hacían ellos:“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mt. 15: 7-9). ¿Por qué enseñan mandamientos de hombres como si fueran doctrinas bíblicas? Léase el versículo citado; porque “su corazón está lejos de mí (Dios)”. Sí, si enseñan mandamientos de hombres como si fueran doctrinas bíblicas (mandamientos de Dios) es porque sus corazones están lejos de Dios. No aman al Señor. No lo decimos nosotros. Lo dice el Señor. En este versículo el Señor Jesús dice que los que enseñan mandamientos de hombres como si fueran doctrinas bíblicas son 1) hipócritas, 2) honran a Dios en vano, y 3) lo hacen porque sus corazones están lejos de Dios.

Por otro lado, el Señor dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15) Él le dice a los que lo aman “guardad mis mandamientos”. No los mandamientos del predicador, no mis mandamientos, no tus mandamientos, no los mandamientos de la iglesia, sino Sus mandamientos. Guardemos los mandamientos del Señor Jesús. ¿Cómo se sabe cuando alguien ama al Señor? El que ama al Señor, guardará Sus mandamientos, y los enseñará y practicará todo lo que está claramente fundamentado por la Escritura. Sin embargo, si no ama al Señor, enseñará tradiciones, mandamientos de hombres, y hará que sus opiniones suenen como si fueran la voluntad de Dios. Puede que hasta tuerza algunas escrituras para hacerlas decir lo que él quiere enseñar. Si enseña que Dios prefiere que uses corbata y que te vistas formalmente para asistir a la iglesia, o que tienes que hacer esto o aquello, y nada de esto es mencionado en la Biblia, entonces se debe tener mucho cuidado. Si quien dice esto no tiene pasajes de la Escritura que apoyen sus enseñanzas, está admitiendo que su corazón está lejos del Señor. ¡Cómo se atreve alguien a decirle a otro cristiano que haga esto y no haga aquello para agradar a Dios si no tiene ninguna Escritura que pruebe que lo que está diciendo proviene de Dios?

Enfrentémoslo, a nosotros no nos parece que sea muy importante seguir esta regla, pero el Señor Jesús dice que los que no lo hacen son hipócritas, que sus corazones están lejos de él, que lo honran sólo de labios, en vano. Para el Señor, es mucho más importante de lo pensamos. Las tradiciones y los mandamientos de hombres son los que pusieron al Señor Jesús en la cruz. La religión de aquel día fue la que clavó los clavos en las manos del Hijo de Dios. Sí, en el plan redentor de Dios, el Señor Jesús murió por los pecados de todo el mundo sobre la cruz. Fueron nuestros pecados los que lo pusieron en la cruz. Pero, ¿cuáles fueron los pecados específicos de aquel tiempo que hicieron que el Señor Jesús fuera crucificado? Fueron los pecados religiosos de aquel tiempo los que lo clavaron sobre la cruz. Cada uno de los clavos que atravesó la carne del Señor Jesús puede describir un tipo de pecado que lo puso en la cruz. Los mandamientos de los hombres enseñados como doctrina bíblica están representados por el primer clavo en una de sus manos. ¿Cómo? El Señor Jesús sanó en el día de reposo, ¿no es así? Esto enfureció a los líderes religiosos de aquel día, porque ellos enseñaban que esto no estaba permitido. Así que el Señor Jesús denunció como falsos estos mandamientos humanos que estaban siendo enseñados como doctrina. “Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn. 5:18).

El clavo que traspasó la otra mano del Señor Jesús representaba a las tradiciones que eran enseñadas como doctrina. Cada vez que el Señor Jesús dijo o hizo algo que iba en contra de las tradiciones religiosas de su tiempo, los líderes religiosos se reunían y planeaban cómo matarlo; más tarde lo hicieron, clavándolo en la cruz. Así que las tradiciones que eran enseñadas como doctrina representan al segundo clavo que traspasó la otra mano del Señor.

El tercer clavo, que traspasó los pies del Señor, bien podría representar los pecados de envidia, celos y odio. “Porque [Pilatos] conocía que por envidia los principales sacerdotes le habían entregado” (Mr. 15:10). La envidia religiosa, los celos y el odio pusieron ese tercer clavo en la carne del Señor Jesús. Así que no digamos que estas cosas no son importantes. No digamos que el enseñar las tradiciones y los mandamientos de los hombres como doctrina no es importante, no digamos que el hacerlo no es tan importante. ¡Lo es! Eso fue lo que clavó al Señor Jesús a la cruz. El Señor apareció hablando en contra de la enseñanza de las tradiciones y los mandamientos de los hombres como si fueran doctrina bíblica. Habló en contra de ellos, y lo clavaron en una cruz. Escuchemos de nuevo lo que les dijo: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo:Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.” (Mt. 15: 7-9).

También les dijo: “Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Mr. 7:8). ¿Cuál es la excusa por enseñarle a otros que deben obedecer las opiniones y los mandamientos de los hombres? No importa cuán insignificante pensemos que es esto, o cuán bien creamos que honramos al Señor con nuestros labios; si enseñamos tradiciones y mandamientos de los hombres como si fueran doctrina de Dios, entonces o estamos perdidos aún o somos unos apóstatas; en cualquier caso necesitamos arrepentirnos ante el Señor. Pero si no somos culpables de esto, y de verdad amamos al Señor, entonces querremos mostrarle a otros cómo agradarle, y lo haremos con la Biblia abierta ante sus ojos para que aprendan que deben mostrarle su amor al Señor guardando Sus mandamientos.

La mayoría de las personas piensan exactamente igual como pensaban las personas en el tiempo de los fariseos, a los que el Señor Jesús reprendió: (1) “Todos en nuestra sociedad lo hacen así”, y (2) “Así es como siempre se ha hecho. Así que debe ser la manera correcta.” Pero si la Biblia enseña que debemos o no debemos hacer algo de cierta manera, entonces debemos obedecerla sin tomar en cuenta lo que dice la tradición o la mayoría. Cuando los hombres no concuerdan con la Biblia, Dios les responde “antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso” (Ro. 3:4). Creámosle a la Palabra de Dios, no a las tradiciones ni a los mandamientos de los hombres. Si Dios les da a las iglesias ciertos mandamientos, entonces debemos obedecerlos y hacer las cosas de esa manera, sin importar si nadie más lo hace. No debemos dejarnos llevar por los que dicen “Eso era para la iglesia primitiva, pero no se puede hacer así hoy en día en nuestra sociedad moderna”. No, el modelo que Dios le dio a la iglesia primitiva es todavía válido para la iglesia actual: Él todavía quiere que se haga así hoy. Funcionó muy bien entonces, y si seguimos el modelo de Dios, funcionará muy bien hoy en día.

¿Somos salvos, o sólo religiosos? Hay una gran diferencia entre estas dos clases. Los fariseos eran muy religiosos, pero no eran salvos. La religión está por todo el mundo, incluso podemos encontrar religión en la Cristiandad. La religión engendra personas que profesan creer pero que no poseen la salvación. Pablo se refiere a ellos cuando dice “que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita” (2 Ti. 3:5). El Señor Jesús dice sobre las personas religiosas que profesan ser cristianos: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Estas personas son muy religiosas, y todo lo hicieron en el nombre del Señor. Sin embargo, el Señor les dirá: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt. 7: 22-23). Nótese que el Señor Jesús les dice que nunca los conoció. Nunca habían sido salvos. Eran muy religiosos, sí, pero no salvos.

Ser salvo es un gran inicio, pero deberíamos procurar también llegar a ser una masa sin levadura.“Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Co. 5:7-8) ¿Qué es esta levadura que no deberíamos tener? En Mateo el Señor Jesús les dijo a sus discípulos: “Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos  y de los saduceos” (Mt. 16: 6). Los discípulos se preguntaron qué era lo que quería decir el Señor con esto. Él les explicó luego: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lc. 12:1). Aparentemente, los fariseos vivían y enseñaban todo según la Palabra de Dios; aparentemente. Pero en realidad sus corazones estaban lejos de Dios porque le añadían muchas cosas a Su Palabra, tales como las tradiciones y los mandamientos de los hombres. Si no fuera posible que la levadura de la hipocresía nos afectara, entonces el Señor Jesús no les habría dicho a sus discípulos que se cuidaran de ella.

¿Somos una masa con o sin levadura? ¿Nos ha infectado en algún grado la hipocresía? ¿Seguimos las tradiciones y los mandamientos de los hombres que se enseñan como doctrina bíblica? El Señor Jesús nos dice que si es así, entonces estamos infectados por la levadura de la hipocresía. “Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Co. 5:8). ¿Qué verdad? La Palabra de Dios. La Palabra de Dios es la Verdad. Aceptémosla tal y como es, pura y sencilla, el pan de Dios sin levadura. Vivámosla y practiquémosla. Cuando los hombres le añaden tradiciones o mandamientos a la Palabra lo que están haciendo es añadirle levadura al Pan de Dios. ¿Estás celebrando con el Pan de Dios sin levadura, o te estás dejando leudar por todas las demás cosas que los hombres le han añadido? ¿Estás viviendo por la Palabra de Dios, o estás viviendo por Su Palabra más las tradiciones y los mandamientos de los hombres? “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lc. 12:1) “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo.” (Col. 2:8). “Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” (Col. 2:20-23).
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Nombres y Denominaciones

Una de las grandes diferencias que hay entre las iglesias nuevotestamentarias y las iglesias de hoy en día es que ninguna de las iglesias del Nuevo Testamento tiene nombre, en cambio todas las que existen hoy lo tienen.

Pablo le escribió a la iglesia que está en Corinto, o a la iglesia que está en Éfeso, y así sucesivamente. Hay docenas de cartas dirigidas a las iglesias mencionadas en el Nuevo Testamento, y en cada ocasión el remitente se dirige a ellas llamándolos “los santos” que están en Jerusalén, o la iglesia que está en Tesalónica, o los hermanos que están en Colosas. Nunca se menciona tal cosa como, por ejemplo, Iglesia Bautista La Gracia. ¡Nunca! Dicen: “¡Qué importa! Cada iglesia es libre de usar el nombre que quiera. En estos tiempos todas tienen que tener un nombre.” Así que Dios, cuando escribió el Nuevo Testamento, no sabía cómo iban a ser las cosas en nuestros tiempos. ¡Error! Si Él dice que no debemos hacer algo, entonces no debemos hacerlo.

Hablando de la iglesia en Mateo, el Señor Jesús declara: “Porque donde están dos o tres congregados EN MI NOMBRE, allí estoy yo en medio de ellos” (18:20). Nótese que dice “en mi nombre” ¿En el nombre de quién? ¿En el nombre de los bautistas, o los metodistas? ¿En cualquier otro nombre? ¡No! El Señor dice “en Mi nombre”. Nos hemos de congregar en el nombre del Señor Jesús.

“En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu” (1 Co. 5:4). ¿Debemos reunirnos en el nombre de una secta, en el de una iglesia, o una denominación? ¿En el nombre de quién nos hemos de reunir? “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.

“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo EN EL NOMBRE DEL SEÑOR JESÚS, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col. 3:17). Esta es una orden, un mandamiento de Dios que nos dice que todo lo que hagamos, debemos hacerlo en el nombre del Señor Jesús. “En Su nombre” significa en Su autoridad. ¿Quiere alguien servirle en Su nombre o en el nombre de una iglesia o denominación?

“Y en su nombre esperarán [confían] los gentiles” (Mt. 12:21). “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará EN MI NOMBRE, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho (Jn. 14:26). El Padre no enviará al Espíritu Santo en el nombre de los Pentecostales, sino en el del Señor Jesús. “Y todo aquel que invocare EL NOMBRE DEL SEÑOR, será salvo” (Hch. 2:21).

Hay algo importante sobre este Nombre. ¿Por qué querría alguien añadirle otros nombres al Suyo? Es como provocar a celos a Dios, porque Él dice que es un Dios celoso. Hasta puede ser que Él lo vea como adulterio espiritual. ¿No se pondría celoso un hombre si su esposa no quisiera usar su apellido y prefiriera usar el de cualquier otro? Y lo que hacen muchas mujeres no es mejor, cuando usan el apellido de su marido sin renunciar al de soltera; usan ambos a la vez. No, la manera correcta es que una mujer deje de usar su apellido de soltera y se identifique totalmente con el de su marido, puesto que ahora ambos son un solo cuerpo. Ambos son un cuerpo, una carne, con el hombre como cabeza. Así es con el Señor. Él es la cabeza del cuerpo. Nosotros tomamos Su nombre y no debemos añadirle apellidos a este. Como individuos continuamos usando nuestros nombres, pero como miembros de Su iglesia, que es Su cuerpo, debemos usar solamente el Suyo. No debemos decir reunámonos como iglesia y pongámonos otro nombre.

Hay quienes dicen que todo eso es sólo cuestión de semántica. Pero es más importante que eso. La Biblia dice que aquellos que dicen pertenecer a Cristo, y que se identifican con otros nombres, son carnales y caminan en la carne. “Os ruego, pues, hermanos, POR EL NOMBRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones,[sectas o denominaciones] sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los [que se congregan en la casa] de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos;  y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? [en diferentes denominaciones] ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? (1 Co. 1:10-13).

Sabemos que la iglesia de Corinto era muy carnal. Pablo tuvo que corregir a estos creyentes en varias áreas. Uno de sus problemas era que eran exclusivistas (estaban divididos en grupos). Estos creyentes estaban tratando de inventar las primeras denominaciones. Así fue como se originó el sectarismo en la iglesia (la división de los creyentes en denominaciones o sub-grupos). Algunos decían “Yo soy de Pablo”. Otros, “Yo [soy] de Cefas [Pedro]”. Unos, “Yo [soy] de Apolos”. Y otros decían “Yo [soy] de Cristo”. La mayoría quería identificarse con hombres en vez de hacerlo con Cristo. Una de las razones que alguien podía tener para escoger identificarse con un hombre era que había recibido el evangelio a través de ese hombre, o tal vez porque había sido bautizado por él. Por esto el apóstol les pregunta “¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” Y más adelante añade: "Doy gracias a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado, sino a Crispo y a Gayo, para que ninguno diga que fuisteis bautizados en mi nombre. También bauticé a la familia de Estéfanas;  de los demás, no sé si he bautizado a algún otro. Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo” (1 Co. 1:14-17). Nótese que Pablo expone que aquellos a los que él había guiado al Señor y bautizado estaban identificándose con él, denominándose como sus seguidores y separándose de otros que a su vez estaban identificándose con otros hombres. Los que seguían a Pablo podríamos llamarlos “paulinos”. Aquellos que preferían a Apolos podríamos llamarlos “apolíneos”, y a los que habían escogido seguir a Pedro, “petrinos” o “cefitas”. Suena tonto, ¿no es cierto? Sin embargo, eso es exactamente lo que los cristianos hacen hoy en día. Unos dicen “Yo soy Bautista”; otros, “Yo soy Metodista”; otros “Yo soy Pentecostal”. Cada una de estas denominaciones fue fundada por un hombre. Un bautista también podría decir “Yo soy de John Smith” (el primer hombre en fundar una iglesia bautista); o un grupo de Bautistas podría decir “Nosotros somos de Juan”, y con esto quieren decir que remontan sus orígenes a Juan el Bautista.

Además, aquellos de la secta Bautista pueden dividirse todavía más, diciendo “Yo soy de la Iglesia Bautista Fundamentalista Independiente”, o “Yo soy de los Bautistas del Sur”, o de la Asociación Bautista, o de la Sociedad Misionera Bautista, o de cualquiera de las docenas de los otros grupos Bautistas que hay. Y cada uno de estos grupos Bautistas pueden sub-dividirse aún más anteponiendo al nombre de la denominación las escuelas de pensamiento que prefieren. Y es que ciertas personas creen que mientras más se dividen, más espirituales son, pero Dios dice exactamente lo opuesto: que mientras más se dividen los creyentes, más carnales se vuelven; porque lo que están haciendo en realidad es dividir el cuerpo Cristo. Pablo reprendió a los corintios por esta práctica, y les dijo que las divisiones y el identificarse con hombres en vez de sólo con Cristo es evidencia de que son carnales (1 Co. 3). Nótese que los corintios se estaban identificando con buenos hombres, tales como Pablo, Pedro, Apolos, etc., pero aún así fueron reprendidos, y reprendidos por uno de esos buenos hombres. De aquí se desprende que sólo hombres malos e ignorantes permitirían que una iglesia se dividiera para seguirlos a ellos e identificarse con ellos. “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda;  porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois CARNALES?” (1 Co. 3:1-4) Nótese que esta vez el apóstol omite el “Yo [soy] de Cristo”, que incluyó en 1 Corintios 1:12-13. Sólo los que se identifican con hombres (Pablo, Apolos, etc.) son carnales.

Aplicando todo esto a nuestros días podemos asegurar que la Palabra de Dios enseña que cuando alguien dice que es Bautista, o Aliancista, o de cualquier otra denominación cristiana, tal persona es carnal y no espiritual. Este es el juicio de Dios. Si nos dividimos tras un nombre sectario, entonces somos carnales. Dios dice que todo lo que hagamos en palabra u obra debemos hacerlo en el nombre del Señor Jesús. Cuando dos o tres se reúnen en Su nombre (JESÚS), Él estará en medio de ellos. ¿Por qué querría alguien añadirle otros nombres o apellidos al NOMBRE en el cual se reúne? Esto tiene tanta vigencia hoy en día como la tuvo antaño. ¿Por qué, mientras el mundo va hacia el infierno, hay iglesias carnales en la actualidad? Sirven a Dios en el nombre de Cristo y en el de otros hombres u organizaciones; no son seguidores sólo del Señor, y el mundo se da cuenta. Por ejemplo, cuando un cristiano va a testificar o a visitar a algún posible converso, se presenta diciendo “Soy Fulano de tal, de la iglesia X, y me gustaría invitarlo a nuestra iglesia”. Inmediatamente esa persona piensa “Este quiere convertirme en X”. Es mucho más fácil invitar a alguien a una iglesia X que decir simplemente: “Soy cristiano (un seguidor de Cristo), y quisiera hablar con usted acerca del Señor”. Cuando se hace esto último el aludido se da cuenta que quieres convertirlo a Cristo, y no añadirlo a una denominación. No debiéramos avergonzarnos de Su nombre, y escondernos detrás del nombre de una denominación; debiéramos presentarnos sólo en el nombre de Cristo. Pero debemos saber que podemos sufrir persecución por causa de Su nombre. El Señor nos advierte que esto les pasará a todos los que se identifiquen con Su nombre. “Y seréis aborrecidos de todos por causa de MI NOMBRE” (Mt. 10: 22).

La mayoría de los creyentes en nuestros países son de una denominación. ¿Por qué no son sólo del Señor Jesús? ¿Son del Señor Jesús? ¿Aman al Señor Jesús? ¿Lo siguen sólo a Él? ¿Lo sirven sólo a Él? ¿Cómo se puede amar y servir a dos señores? La Biblia dice que no se puede. “Y si mal os parece servir al SEÑOR, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses (¿denominaciones?) a quienes sirvieron vuestros padres . . . o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis (el mundo); pero yo y mi casa SERVIREMOS AL SEÑOR” (Jos. 24:15).

Todas las denominaciones se originaron durante los últimos 200 o 300 años. Han pasado más de 2.000 años desde que Cristo anduvo en la tierra y la existencia de las denominaciones se remonta a los últimos 200 o 300 años. ¿Qué hubo durante los primeros 1.700 años después de la fundación de las primeras iglesias nuevo testamentarias? La corrupta Iglesia Católica y las verdaderas iglesias cristianas, la cuales se reunían casi clandestinamente en la mayoría de los países. Así fue la vida para los verdaderos cristianos durante los primeros 1.700 años. ¿Cuáles eran los nombres o las denominaciones de esas verdaderas iglesias? No tenían ninguna. Como personas se identificaban sólo por sus nombres geográficos o étnicos (como los gálatas, los efesios y los colosenses mencionados en la Biblia). Así que la mayoría de las denominaciones protestantes que conocemos actualmente son de origen reciente; la mayoría de ellas surgieron después de la Reforma. Esta situación corresponde a la declaración hecha por el apóstol: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque [ese día] no vendrá sin que ANTES VENGA LA APOSTASÍA” (2 Ts. 2:3).

Hay quienes dicen: “Bueno, ‘cristiano’ es una denominación”. Se ha transformado en eso, pero en un principio fue una palabra descriptiva que los enemigos del evangelio le dieron a los seguidores de Cristo. “Y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hch. 11:26). La palabra significaba “semejante a Cristo”, y en el Nuevo Testamento es mencionada sólo 3 veces. Los salvos son más comúnmente llamados “santos”(98 veces), “hermanos” (542 veces), “discípulos” (259 veces), y con otros términos descriptivos. Pero en ninguna parte del Nuevo Testamento se menciona que los seguidores de Cristo hayan tomado sólo uno de estos nombres o lo hayan dado a otro grupo de creyentes como una denominación particular. Todos los salvos se reunían sólo en el nombre del Señor Jesús. Todos estos términos: cristianos, santos, hermanos, representaban a los salvos. ¿De qué manera denominaciones como la Bautista, la Metodista, la Pentecostal, representan a los salvos? De ninguna manera. No todos los Bautistas son salvos, y hay salvos que no son Bautistas. Sin embargo, todos los verdaderos cristianos son salvos. Todos los santos son salvos. Todos los hermanos son salvos.

Otro ejemplo. El Señor Jesús tiene sólo un nombre, Jesús. Ese es su nombre. Su nombre no es Jesucristo. Jesús es Su nombre, y Cristo es Su título. “Cristo” es una palabra griega equivalente al hebreo “mesías”, que significa “el ungido”. Jesucristo entonces significa Jesús el Mesías, o Jesús el Ungido, o Jesús el Cristo. Cuando nos llamamos “cristianos” entonces estamos diciendo que somos “semejantes a Cristo”, o que somos los “ungidos”. El Señor posee otros títulos: “Y se llamará su nombre admirables, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Is. 9:6). Todos estos son diferentes títulos, pero todos se refieren a Jesús. ¿Es el término Bautista un título del Señor Jesús? No. ¿Es el término Metodista un título del Señor Jesús? No. ¿Es el Señor Jesús Bautista, o Metodista… ? Ninguna de estas denominaciones es apta para los salvos tampoco. ¿Por qué querrían los salvos ser conocidos por, o congregarse en, alguno de estos nombres? Si los describieran entonces estarían diciendo que prefieren ser llamados Bautistas en vez de cristianos. De igual forma podría llamárseles “bautizadores” (eso es lo que la palabra Bautista significa) en vez de cristianos. Y los Metodistas prefieren identificarse como “metódicos” en vez de identificarse como cristianos. Somos llamados a servir al Señor en Su nombre, y debemos hacerlo como cristianos, como aquellos que son “semejantes a Cristo” (o “ungidos”), lo cual nos identifica y nos asocia con Él. La palabra descriptiva “santo” significa “santificado, o apartado”, que es lo que el Señor ha hecho con nosotros. La palabra “discípulo” significa “seguidor”, que es lo que somos, seguidores del Señor Jesús. La palabra “hermanos” significa que somos parte de una sola gran familia, la familia de Dios. La palabra “creyentes” significa que creemos en Él; y así sucesivamente. Todas estas son palabras bíblicas que describen a personas salvas. Sin embargo, aún estas palabras han sido apropiadas por ciertos grupos para usarlas como denominaciones.¿Acaso está dividido Cristo? ¡No! ¿Está está dividido Su cuerpo? ¡No! Todos los salvos somos parte de Él.

Hay quienes se sienten orgullosos de estas denominaciones no bíblicas hechas por los hombres. Eso es porque quieren hacerse un nombre para que todo el mundo los conozca por él. Quieren que todos conozcan el nombre de su denominación. Quieren ver el nombre de su iglesia sobre lápices, sobres para cartas, tratados, anuncios publicitarios, gorros, poleras, etc. . Hoy en día, la mayoría de las iglesias son manejadas como si fueran empresas. Pero, ¿debemos exaltar a las denominaciones, o el nombre del Señor Jesús? Las iglesias primitivas no tuvieron que preocuparse sobre este asunto porque ellas no tenían nombres que exaltar. Es mucho más fácil promover el nombre de una secta que el nombre del Señor Jesús. ¿Hemos de difundir el nombre de una denominación o el nombre del Señor Jesús? Recordemos que la iglesia primitiva no tuvo que preocuparse sobre nada de esto porque ellos no tenían denominaciones que promover, sino sólo el nombre del Señor. La Biblia nos cuenta que Nimrod tuvo este problema. ¿Por qué él y sus seguidores quisieron construir la Torre de Babel? Porque eran orgullosos y deseaban tener un nombre que los hicieran famosos. “Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (Gn. 11:4). Querían que los conocieran por su denominación. Querían ser conocidos. Querían ser famosos.

Los cristianos deberían querer exaltar el nombre del Señor Jesús, no el de su denominación. El nombre de Juan el Bautista se estaba haciendo famoso cuando él dijo: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Jn. 3:30). ¿Qué nombre está creciendo y qué nombre está menguando en nuestras vidas: el nombre de una denominación, o el nombre del Señor Jesús? Algunos Bautistas dicen que ellos han tomado su nombre de Juan el Bautista, porque ese es un nombre bíblico. Bueno, entonces debieran seguir el ejemplo de Juan y decir: “Es necesario que nosotros mengüemos y que el nombre del Señor Jesús crezca”. El Señor Jesús dijo: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Jn. 12:32). Levantemos Su nombre y atraeremos a los hombres hacia Él. Levanta el nombre de tu denominación y alejarás a los hombres del Señor Jesús. Él nos dio el ejemplo perfecto. Él ni siquiera exaltó Su nombre cuando estuvo en la tierra. Dijo que no había venido en Su nombre, sino en el nombre del Padre. “Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros” (Jn. 5:42). No glorificó Su propio nombre, sino el nombre del Padre. “Padre, glorifica tu nombre” (Jn. 12:28). Pero ahora las cosas son diferentes. Dios ha glorificado al Señor Jesús y nosotros debemos ir y venir no en el nombre del Padre sino en el nombre del Señor Jesús. Hemos de glorificar el nombre del Señor Jesús. Hemos de reunirnos en Su nombre. “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros…” ( 1 Co. 5:4). “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col. 3:17). Debemos cuidarnos de no glorificar otros nombres, porque Dios es un Dios celoso. Es celoso sobre todo lo que se relacione con Su Hijo, Jesús. ¿Por qué querríamos quitarle la gloria debida a Su nombre? Eso es lo que hacemos cuando le añadimos otros nombres al Suyo. “…porque yo soy el SEÑOR tu Dios, fuerte, CELOSO…” (Éx. 20:5). “Porque el SEÑOR tu Dios es fuego consumidor, Dios celoso” (Dt. 4:24). “Porque os celo con celo de Dios…” (2 Co. 11:2).
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La posición del Pastor

Echémosle un vistazo a la posición del pastor de nuestros días. Tal y como es actualmente, la posición no tiene base bíblica. En ninguna parte de la Biblia se puede encontrar una iglesia gobernada por un solo hombre. ¡En ninguna parte! Sin embargo, la mayoría de las iglesias actuales son lideradas por un pastor. ¿Dónde dice la Biblia que una iglesia debe ser liderada por un solo hombre? En ninguna parte.

La palabra que se traduce como pastor (poimen, en griego) y que es usada sin fin hoy en día, es mencionada una sola vez en el Nuevo Testamento para referirse metafóricamente a aquellos que ejercen el pastorado: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Ef. 4:11). La palabra poimen significa “apacentar” o “conducir”. Según el contexto de Efesios 4, “pastorear” es un don espiritual, no una posición o profesión. La palabra más comúnmente usada en la Biblia para referirse a los líderes es “ancianos” (presbuteros, que significa anciano) y “obispos” (episkopos, que significa supervisor). “Anciano” y “obispo” son dos nombres para un mismo ministerio o servicio, y son intercambiables. Un “anciano” es un hombre mayor, y “obispo” es la palabra para su ministerio dentro de la iglesia local, como supervisor. Ambas palabras describen a la misma persona.

Esto es confirmado por Pablo: “Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia” (Hch. 20:17). Ahora léase el versículo 28: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”. Nótese que en este versículo Pablo se refiere a los ancianos (presbuteros) del versículo 17 como “obispos” en el versículo 28. Pablo llama a estos hombres “ancianos” y dice que su ministerio es ser “obispos”. La palabra griega usada aquí para referirse a los “obispos” es episkopos, la misma palabra que también se puede traducir “supervisor”. Es decir, Pablo llama a los líderes de la iglesia “ancianos” en el versículo 17 y los llama “obispos” (supervisores) en el versículo 28.

Las palabras son intercambiables. El ministerio o servicio que cumplían los “ancianos” era “supervisar” la iglesia. Esto refuta la idea de que el pastor de la iglesia es el único obispo de ella, y que los otros cristianos maduros que sirven en ella son los ancianos. No, este versículo dice que Pablo llamó a los ancianos de la iglesia de Éfeso, y no se menciona a ningún pastor o a un anciano aparte del grupo. Era el trabajo de todos los ancianos ser supervisores u obispos de la iglesia. No se menciona, ni siquiera se da a entender, que hubiera un solo pastor en esta iglesia de Éfeso. Cada vez que se mencionan a los líderes de las iglesias, estos siempre son varios; varios líderes en cada una de las iglesias. Nótese en Hechos 20:17, que Pablo llamó a los ancianos (plural) de la iglesia. Una iglesia (Éfeso), pero varios ancianos u hombres espiritualmente maduros que sirven como líderes en ella.

Veamos otros ejemplos donde se menciona que el liderazgo en la iglesia primitiva era un servicio que realizan varios hombres. “Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Fil. 1:1). La iglesia en Filipo tenía varios ancianos u obispos (supervisores), y diáconos (siervos). No hay mención de un solo pastor. “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído” (Hch. 14:23). Nótese que ellos constituyeron ancianos (plural) en cada iglesia (singular). No se menciona que un solo líder haya sido constituido sobre una sola iglesia.

“Y llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos…” (Hch. 15:4). Este versículo menciona a una iglesia en Jerusalén, pero los ancianos son varios. De nuevo, no se menciona a un solo pastor o supervisor. Más tarde, cuando los apóstoles murieron, los ancianos de la iglesia la pastorearon. “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tit. 1:5). Cada una de estas ciudades en Creta tenía una sola iglesia. “

¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia (Stg. 5:14). Una iglesia, varios ancianos o supervisores en ella.

“Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra” (1 Ts. 5:12-13). Pablo le escribe a la iglesia de Tesalónica y les dice que reconozcan a los (plural) que “trabajan entre vosotros, y os (plural) presiden… y os (plural) amonestan”. Pablo está hablando de los ancianos de la iglesia de Tesalónica. No menciona la existencia de un solo pastor. No le dice a la iglesia que reconozca al que trabaja entre ellos, al que los preside, al que los amonesta, ni quelo tengan en mucha estima por causa del trabajo que él hace.

Hay muchos otros versículos similares, pero los mencionados deberían bastar. Si alguien está en desacuerdo, que nos muestre a una sola iglesia en la Biblia que tenga a un solo hombre como líder. Lo ayudaremos. Hay una iglesia con un solo líder. Se menciona en 3 Juan 1:9-11: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia. Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios”.

A este hombre, Diótrefes, le encantaba tener la preeminencia (el primer lugar) en la iglesia. Él gobernaba a la iglesia, les prohibía a los miembros de ella que recibieran a otros hermanos, y expulsaba a todos los que se le oponían. ¿Suena familiar? Esta era una iglesia dirigida por un solo hombre, y Juan la condena. Hoy en día un pastor ostenta oficialmente un CARGO en la iglesia que lo pone en un sitial de preeminencia. Ni siquiera Diótrefes ostentaba oficialmente el “cargo” del líder, como la mayoría de los pastores lo hacen actualmente. Él, como uno de los ancianos de dicha iglesia, fue ganando autoridad por encima de los demás y se convirtió en el más importante, hasta hacerse su líder. El pastor de nuestros días puede ser un buen o un mal hombre, pero el cargo que ostenta inmediatamente lo pone en un sitial de preeminencia. La pregunta es: “¿Debe haber en una iglesia local un cargo que le permita a un solo hombre ejercer toda la autoridad?” La Biblia enseña que no.

No hay una sola instancia en que se hable de un solo anciano en una iglesia local... Los ancianos son designados en las iglesias por el Espíritu Santo (Hch. 20:28). Al principio fueron ordenados por un apóstol (Hch. 14:23), pero en Tito y 1 Timoteo las condiciones que debe reunir un anciano son parte de las Escrituras divinamente inspiradas dadas para guiar a las iglesias. El anciano apóstol le había escrito a una iglesia que permitía que un tal Diótrefes ejerciera una autoridad que sería común en los siglos venideros, pero que era totalmente nueva en las iglesias primitivas. Esta carta marca el comienzo del clericalismo (sistema que pone a los sacerdotes por encima de los demás hermanos): el momento en la historia en que el orden nuevotestamentario de la iglesia comienza a desaparecer. Juan dirige esta carta a un hombre fiel en dicha iglesia, con el fin de consolar y alentar a los que se mantienen firmes en la simplicidad original.

Algunos dicen que el pastor puede tener varios pastores asistentes o asociados, y que así se cumple el que haya varios ancianos en la iglesia. Pero esto hace del primer pastor el que está a la cabeza, el pastor con mayor autoridad. Esto es una blasfemia. La Biblia dice que el Señor Jesús es el que está a la cabeza, Él es el único Pastor con mayor autoridad. “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor (el Señor Jesús, el Pastor o poimen) y Obispo (Supervisor) de vuestras almas (1 P. 2:25). “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores(el Señor Jesús), vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 P. 5:4). Todos los ancianos de una iglesia local son iguales entre sí y están por debajo del Señor. En la Biblia no hay nada que permita o aliente la costumbre de un pastor profesional con varios pastores asistentes debajo de su autoridad, o de un pastor profesional que está por encima de los ancianos en autoridad.

El pastor no es la cabeza (autoridad) de la iglesia. “Y él (el Señor Jesús) es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Col. 1:18). ¿Cómo pueden el Señor y el pastor de una iglesia tener ambos la preeminencia? Dicen: “Bueno, el pastor ocupa ese cargo para servir al rebaño. Él representa a Cristo en la iglesia. Él está por debajo del Señor. Cristo no puede ser literalmente la cabeza de la iglesia, así que el pastor lo representa en forma visible en la iglesia”. ¿Cuán peligrosas son esas palabras? Es lo mismo que dicen los católicos sobre el Papa, que él representa a Cristo en la tierra y en la iglesia haciendo la voluntad del Padre. ¿El pastor ocupa el mismo lugar de Cristo? Con toda seguridad nadie puede creer que un hombre pueda ocupar el lugar de Cristo en la iglesia, ¿o sí? La Biblia dice que el Señor Jesús ES la Cabeza de la iglesia. Si al pastor le fuera permitido representar al Señor en la iglesia, la Biblia lo diría. Pero no lo dice. Y los hombres no deberían torcer las Escrituras para que parezca que dicen tal cosa.

Alguien podría decir: “Bueno, el pastor no es la cabeza si no un siervo de la iglesia”. Si él es un siervo o no, depende del hombre, no del cargo que tenga. Puede ser un siervo y servir a la iglesia sin ostentar tal elevado cargo de autoridad. Esta manera de pensar es probable que provenga del término “obispado” que aparece en la Biblia. “Palabra fiel: si alguno anhela obispado, buena obra desea” (1 Ti. 3:1). Pero ya vimos que la palabra obispo significa supervisor y que es sinónimo de anciano. El obispado es un servicio o ministerio que se presta a la iglesia. El servicio o ministerio que se presta a la iglesia es el de vigilar o proteger a la iglesia. Nadie puede decir que este es un cargo único de autoridad. Este servicio lo puede realizar cualquier anciano que lo desee y que esté calificado para ello. De ninguna manera representa un cargo de autoridad en la iglesia que está por encima de los demás hermanos, porque tal cosa dividiría a la hermandad contradiciendo las palabras del Señor Jesús que dijo: “… y todos vosotros sois hermanos” (Mt. 23:8).

Cuando la Biblia habla de “obispado”, no se está refiriendo a un cargo de autoridad que está por encima de los otros miembros de la iglesia. Por ejemplo, Judas era un obispo. Él también cumplió el ministerio de un obispo. Pero Judas no fue el pastor de ninguna iglesia. Refiriéndose a Judas, Hechos 1:20 dice: “Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, y no haya quién more en ella; y: otro tome su oficio”. La palabra “oficio” en este pasaje es una traducción del griego episkope, que significa obispado, el servicio que presta un obispo. Judas era uno de los doce obispos, pero no tuvo una iglesia, ni ejerció ninguna autoridad sobre una ni sobre los otros apóstoles. El Señor Jesús lo llamó a un servicio, a un ministerio, a cumplir una función; y lo envió con los otros discípulos a predicar el evangelio. Los ancianos de una iglesia local, sin embargo, no eran “llamados” al servicio o a cumplir la función de obispo, sólo tenían que desearlo: “Si alguno anhela obispado”. Pero un anciano u obispo debía reunir ciertos requisitos para prestar dicho ministerio, y estos son dados en 1 de Timoteo y Tito. Así, cualquier hombre de la iglesia que lo quisiera y fuera espiritualmente maduro y moralmente calificado podía servir como obispo o anciano (como supervisor) en la iglesia local. “Y constituyeron ancianos en cada iglesia” (Hch. 14:23). ¿A quiénes? A los hombres de la iglesia que lo quisieran y fueran espiritualmente maduros y moralmente calificados. Esto de ninguna manera describe un cargo de autoridad ejercido por un pastor en una iglesia local.

Así que este cargo en la iglesia actual donde el pastor gobierna sobre todos los hermanos no es el verdadero ministerio de un obispo, es una distorsión de él. Seamos justos. No es el pastor solamente quien está equivocado, es el cargo de pastor, la posición misma dentro de la iglesia. Una posición así corrompe a los hombres, ya que paulatinamente el pastor ganará mayor autoridad en la iglesia mientras el resto de los hermanos será cada vez más responsable ante él y menos responsable ante Cristo. Esa es la razón por la que Pablo les dice a los corintios que los seguidores de los hombres son carnales. Un hombre sólo tiene la autoridad que le es dada por otros. Mientras más autoridad la iglesia le da al pastor, más autoritario este se vuelve. En muchos casos él gana esta autoridad de los hermanos recordándoles cuán alto es el cargo que él ostenta, cuán importante es la “posición” de pastor que ocupa dentro de la iglesia; y hace esto torciendo el significado de las Escrituras. Un único líder en la iglesia tendrá la preeminencia dentro de ella y dividirá a una hermandad de iguales en un sistema clerical, no bíblico, donde el clérigo está por encima de los laicos. “Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos” (Mt. 23:8). Sí, todos somos hermanos; no hay entre nosotros tal cosa como clérigos por encima de laicos.

En el sistema eclesiástico imperante, los santos de la iglesia son más responsables ante el clérigo que ante Cristo. El clérigo, el eclesiástico profesional, ha tomado el lugar de Cristo. Este sistema no proviene de la Biblia sino que, como muchas cosas dentro de la iglesia actual que se basa solo en la tradición, proviene de la Iglesia Católica: ella es la que por tradición tiene a los clérigos en un nivel más alto que el ocupan el resto de los feligreses. La Iglesia Católica fue la que desarrolló una jerarquía consistente en un papa, cardenales, obispos, sacerdotes, etc., hasta llegar a la base de la pirámide compuesta por los laicos o gente común. El hacerse llamar “pastor” en vez de “sacerdote” no cambia nada. La Biblia, sin embargo, dice que el Señor Jesús tiene la preeminencia en la iglesia y en todas las cosas. Él es la Cabeza. Sólo Él debe estar en ese lugar. Cada santo en la iglesia es responsable ante Cristo. El servicio, el ministerio y el liderazgo son las funciones de una hermandad de ancianos trabajando entre y para el pueblo de Dios en la iglesia.

Pedro la condena

Veamos lo que dice Pedro sobre el tema. “No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey” (1 P. 5: 3). Una mejor traducción de la frase “…los que están a vuestro cuidado” es: “… el clero de Dios” puesto que la palabra griega utilizada aquí eskleros, de donde proviene el término en castellano “clero”. El comentario de Mathew Henry es quetodos los hijos de Dios reciben el título de “clero de Dios”. (Véase también el Diccionario Expositivo Vine). Los ancianos no deben hacerse señores de “el clero de Dios”, sino que deben ser ejemplos ante él. No deben tener la preeminencia, no deben ostentar un cargo que los ponga en el primer lugar o por encima de sus hermanos. No deben hacerse señores. Un señor puede ser bueno o malo, pero igual es un señor. Los ancianos deben servir sólo como ejemplos al “clero de Dios”.

Pablo la condena

Veamos lo que pasó en la iglesia de Éfeso. “Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia. Cuando vinieron a él, les dijo: … Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch. 20:17-18, 28-30).

Nótese que los líderes de la iglesia debían: (1) ser varios, ( 2) supervisar (proteger) al rebaño, y (3) alimentar (apacentar) a la iglesia. Leamos el versículo 29, donde Pablo dice que después de su partida se levantarían hombres que hablarían cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Estos perversos acianos harían que los hombres los siguieran a ellos para que ellos tuvieran la preeminencia. Todo ocurrió como Pablo lo predijo. Veamos lo que pasó en la iglesia de Éfeso alrededor del año 96 D.C. “Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos … Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco” (Ap. 2:1-2, 6).

El Señor Jesús dice “has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos”. Estos son los “lobos rapaces” que Pablo menciona en Hechos 20, los que dicen ser apóstoles y atraen hacia sí mismos a los demás. Nótese que es justo después de que el Señor menciona a los que dicen ser apóstoles que aparece por primera vez la palabra “nicolaítas”. Léase como en el versículo 6 el Señor elogió a los efesios por odiar las obras de los nicolaítas. La palabranicolaíta es una palabra compuesta por níke que significa “victoria” o “conquista”, y laos que significa “pueblo”. De manera que nicolaítas significa “los que han conquistado al pueblo”. La secta trataba de exaltar a los clérigos y el orden sacerdotal por encima de los demás hermanos. Suena familiar, ¿no es cierto? Sabemos que tuvieron éxito porque las “obras” de los nicolaítas de la iglesia en Éfeso (Ap. 2:6) se transformó en la “doctrina” de los nicolaítas en la iglesia de Pérgamo (Ap. 2:15). El Señor Jesús condena la idea de un clero que divide una hermandad que debiera ser de iguales. Nótese que en los versículos 6 y 15 de Apocalipsis 2 Él dice que aborrece “las obras” y la “doctrina” de los nicolaítas. Si el Señor Jesús “aborrece” las obras y las doctrina de los nicolaítas, entonces éstas deben ser bastante malas a Sus ojos. El Señor les menciona el tema a dos iglesias locales de esa época, Éfeso y Pérgamo. Recordemos que el Señor Jesús dice: “Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y TODOS VOSOTROS SOIS HERMANOS” (Mt. 23:8). No debemos tener un maestro ni un líder espiritual porque Cristo es nuestro único Maestro y Líder espiritual. El Señor nos dice que no podemos servir a dos señores. Los ancianos no deben hacer que los hermanos de la iglesia los obedezcan a ellos, ni a su denominación, sino a Cristo. Ellos deben ser ejemplos de la grey y liderar con sus vidas y práctica de la Palabra de Dios. Un clérigo intentará liderar desde su cargo o posición de autoridad. “Yo soy el hombre de Dios. Dios habla a través de mí. Dios los dirige a través de mí”. Un hombre así se hace el mediador entre Dios y los hombres, se transforma en un sacerdote que divide a una hermandad de iguales. El clero por encima de los laicos.

La Distorsionada Posición del Pastor

Es importante que nos demos cuenta de que había una pluralidad de ancianos en la iglesia porque un solo hombre podía fácilmente ser tentado a gobernar la iglesia, a convertirse en la cabeza de la iglesia. Pero el pastor no es la cabeza de la iglesia; el Señor Jesús lo es. La Biblia enseña claramente que el Señor Jesús es la cabeza de la iglesia, y que ésta no debe ser liderada por un solo hombre. Es importante que recordemos que la iglesia está compuesta por personas salvas y que solo el Señor Jesús es el Pastor de los santos. Los clérigos de nuestros días dicen que ellos están por debajo del Pastor, que sirven a la iglesia local en lugar de Cristo. Sustentan la idea con esta cita: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores (el Señor Jesús), vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria” (1 P. 5:4). Pero al leer los versículos previos vemos que Pedro les está escribiendo a los ancianos, no a pastores. Los ancianos no tienen permiso para enseñorearse del pueblo de Dios, si no que deben ser ejemplos para él. Tampoco deben servir “por ganancia deshonesta” (1 P. 5:2). Otros versículos dicen que los ancianos deben apacentar el rebaño, servir como supervisores y cuidar a la iglesia. Esto suena más como ser un ayudante, no un líder o un señor. La posición se ha distorsionado porque la iglesia se ha distorsionado: es más como una empresa que necesita un gerente que la dirija. Dios no organizó a Su iglesia como una empresa, de tal manera que la posición de un eclesiástico profesional actuando como un ejecutivo no tiene ninguna base bíblica.

No hay en la Biblia ni un solo ejemplo de un ministro que reciba sueldo. Ni uno. Aunque la Biblia enseña que los cristianos deben apoyar financieramente a los pobres y dar ofrendas para el sostenimiento de aquellos que trabajan a tiempo completo en el ministerio de la predicación y la enseñanza bíblica, no enseña que estos deban recibir un sueldo o salario. Incluso el Señor Jesús recibió ofrendas para solventar Su ministerio itinerante cuando estuvo en la tierra (ofrendas, no diezmos; los diezmos los exigía el Templo; tampoco sueldo, porque Él no era un asalariado). Pablo trabajaba con sus propias manos construyendo tiendas y sostenía tanto a su ministerio como a aquellos que colaboraban con él, nunca recibió un sueldo. A veces recibía ofrendas, pero nunca un salario porque tampoco era un asalariado. Hoy en día tenemos pastores profesionales, clérigos de toda clase, eclesiásticos y misioneros que reciben un salario fijo. De nuevo, la Biblia enseña que se debe ayudar financieramente a los hermanos en necesidad, pero eso no quiere decir que deban recibir un sueldo. Igualmente, la Biblia enseña que los que predican el evangelio y enseñan la Palabra deben recibir ayuda financiera, pero que un ministro reciba salario lo pone al mismo nivel de aquel que trabaja “por ganancia deshonesta” (1 P. 5:2). La idea de un ministro sirviendo por salario fijo a una congregación es ajena al Nuevo Testamento (sólo en el Antiguo Testamento, a los levitas, Dios les dio el privilegio de recibir los diezmos del pueblo, pero esto era así porque ellos no tenían heredad en Israel). En el Nuevo Testamento no hay siervos de Dios educados desde la infancia y entrenados profesionalmente para el ministerio.

Tres tipos de iglesias diferentes y sus líderes

1) Primero, está la iglesia que se basa en su propia justicia, y es gobernada por el pueblo. La Biblia la llama la iglesia de Laodicea (laos = pueblo; dike = justicia). Esta justicia propia es ostentada por los laicos, el pueblo que conforma dicha iglesia. Aquí todas las decisiones son hechas por el pueblo que se jacta de su autosuficiencia. Los miembros de la iglesia votan sus decisiones y las ejecutan. Huelga decir que no hay escrituras que apoyen este sistema.

2) Segundo, está la iglesia que es gobernada por un solo hombre, el pastor. Algunas iglesias tienen una jerarquía de clérigos con uno de ellos a la cabeza. Pero la mayoría tiene solo un hombre a la cabeza, el pastor, quien gobierna sin intermediarios o asistentes. En este último caso, el pastor a menudo pretende que comparte el liderazgo con otros que actúan como sus consejeros, pero a fin de cuentas siempre queda claro que él es quien está a cargo: él es “el hombre de Dios”. La Biblia llama “nicolaíta” a este sistema eclesiástico donde un solo hombre ha vencido al pueblo. Él toma todas las decisiones, y el pueblo lo apoya y lo sigue en todo porque él es el “siervo del Señor”, el hombre a través del cual Dios los dirige. Casi todas las iglesias de nuestros días son gobernadas por uno de los dos sistemas mencionados, casi nadie se da cuenta de que hay un tercer sistema, el correcto, el bíblico.

3) La iglesia que no es gobernada ni por el pueblo ni por un solo hombre, sino por el Señor Jesús. Este es el tipo correcto de gobierno, puesto que Él es la cabeza de la iglesia. Es Su iglesia. Admitimos que este tipo de iglesias no son fáciles de hallar hoy en día, pero son las únicas que se congregan de acuerdo a la Escritura. En la iglesia de Laodicea el Señor Jesús está a la puerta, y llama: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”(Ap. 3:20). Aquí se describe al Señor hablándole una iglesia típica de nuestros tiempos, Laodicea, la iglesia gobernada por el pueblo. Nótese que el llamado del Señor a esta iglesia es de la misma índole que el que le hace a las iglesias de los nicolaítas: Él se dirige al individuo, al que tenga oídos para oír. Esto indica que las iglesias como un todo no oirán ni obedecerán Su llamado, sino sólo algunos en ellas lo harán.

Pero, ¿cómo gobierna el Señor Jesús a Su iglesia? Las Biblia indica que Él guía a la iglesia primeramente a través de la misma Escritura, y en segundo lugar a través de un grupo de hombres espiritualmente maduros y calificados, llamados ancianos, a quienes el Espíritu Santo a designado para esta labor. Estos ancianos son iguales en rango al resto de los hermanos, no son “profesionales” contratados sino que han surgido de la misma iglesia a la que sirven. Tienen la misma autoridad entre ellos, con nadie a la cabeza excepto el Señor Jesús. La tarea de estos hombres es la de ayudar a los demás cristianos, la de enseñarles a seguir al Señor; ninguno de ellos ocupa un lugar de preeminencia sobre otros ni los gobiernan en lugar de Cristo.

El sistema clerical que prevalece en nuestros días, el orden sacerdotal imperante, el gobierno de “los ungidos”, o como sea que se llame, no hace otra cosa que dividir a una hermandad que debiera ser de iguales. Estos hombres se hacen llamar “los hombres de Dios”, y dicen haber sido “llamados” por el Señor, dicen ser Sus ungidos. Es curioso que un llamado tan especial no se pueda encontrar en el Nuevo Testamento, salvo el llamado a ser un apóstol o un predicador. No hay llamados especiales para los pastores, los ancianos, o los obispos. Sí, la iglesia debe reconocer a estos hombres que el Espíritu Santo levanta para este servicio desde el interior de la misma, pero el Nuevo Testamento enseña que el ministerio de obispo está a disposición de cualquiera que lo “desee” y cumpla los requisitos; no se menciona ningún llamado especial de Dios. Sin embargo, el clero profesional de nuestros días dice haber recibido un llamado y un ungimiento especial (que otros no han recibido) para ocupar un lugar especial (al que otros no tienen derecho), y, ¿quién eres tú para contradecirlos? Puesto que en el Nuevo Testamento no hay nada que justifique el sistema clerical que prevalece en nuestros días, la inescapable conclusión es que ellos mismos lo han creado, y lo llaman “el cargo de pastor”. Pero, ¿qué usan como modelo para sustentar su existencia? Es indudable que han tomado de la Biblia uno de los siguientes oficios, y lo han rebautizado con el nombre de “pastor”.

(1) ¿El Profeta del Antiguo Testamento?

Muchos de los pastores de hoy en día se comparan a sí mismos con Moisés o con otros hombres de Dios mencionados en el Antiguo Testamento. Cada uno de ellos se considera “el ungido” que guía al pueblo de Dios. Citan el Salmo 105:15: “No toquéis, dijo [el Señor], a mis ungidos, ni hagáis mal a mis profetas”. Este es uno de los versículos favoritos de los clérigos de nuestros días, y se lo repiten a menudo a sus oyentes para que no lo olviden. Si tan solo aprendieran a leer la Escritura en su contexto. En primer lugar, el versículo “No toquéis a mis ungidos” se refiere a la nación de Israel, no a un hombre (léanse los versículos 9-14). Dios llama “mis ungidos” a toda la nación de Israel, Su pueblo.

En el Nuevo Testamento, en 1 de Juan 2:27 se llama ungidos a todos los cristianos: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él”. Este versículo nos enseña que todos los cristianos han recibido la unción del Señor, el Espíritu Santo, y que es Él quien nos enseña todas las cosas, de tal manera que no tenemos necesidad de que ningún “hombre de Dios” actúe como nuestro sacerdote o mediador. El Espíritu Santo y la Palabra de Dios nos guían. Otros pueden ayudarnos a entender mejor lo que la Palabra nos enseña si usan bien la palabra de verdad (2 Ti. 2:15), pero si realmente aprendemos algo que es “espiritual” es porque el Espíritu Santo nos lo revela. En otras palabras, cada uno de nosotros puede aprender de Dios a través del Espíritu Santo tanto como cualquiera otro hombre lo hace, los líderes de la iglesia incluidos. Dios no le revela cosas espirituales solo a un pastor para que otros reciban iluminación de él, todos los redimidos son “espirituales” y pueden discernir las cosas del Espíritu. “Pero Dios nos la reveló a nosotros por el Espíritu … no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” (1 Co. 2:10 y 13). Esto de ninguna manera significa que estas cosas espirituales son comprendidas sólo por los líderes de la iglesia, sino que enseña claramente que todos los salvos pueden conocer, y reconocer, la verdad cuando esta les es revelada. Incluso un cristiano carnal puede reconocer la verdad si esta le es revelada. Puede no lo la obedezca, ni la acepte, ni le guste; pero si es salvo sabrá que es la verdad porque el Espíritu Santo que vive en él le dará testimonio de la verdad. La Biblia dice que el Espíritu Santo es el Espíritu de verdad, y que Él nos guiará (a los salvos) a toda la verdad. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad; él os guiará a toda verdad” (Jn. 16:13). No que puede guiarnos. El Señor Jesús dice que Él nos guiará a toda [la] verdad. “Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:27).

Por ejemplo. Un “hombre de Dios” dice que el Señor le ha revelado algo nuevo sobre la salvación, puede tratarse de la elección de algunos para ella, o que esta se puede perder, o que es por obras, o cualquier otra idea sobre ella. ¿Qué es lo que la mayoría de las personas en la iglesia dirían? “Bueno, él es el ‘hombre de Dios’, así que debe ser cierto que Dios le ha hablado. No lo entiendo completamente, pero Dios lo guía a él para que él nos guíe a nosotros, y como yo debo ser un cristiano obediente y apoyar a mi pastor, lo obedeceré”. Muchas personas en las iglesias actúan así, y así es como iglesias enteras abrazan herejías. Pero la Biblia dice que todos los creyentes somos sus ungidos, no sólo los clérigos profesionales. Dios nos enseña y nos habla a todos a través de Su Palabra y del Espíritu Santo, y cada uno de nosotros es responsable ante Dios. Todos los santos somos Sus sacerdotes. “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa spiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 P. 2:5). Todos somos responsables ante Dios, cada cristiano es un sacerdote de Dios.

Hay a quienes les gusta la idea de que un hombre sea su líder espiritual porque así se evitan que Cristo sea directamente la Cabeza de sus vidas. Esto los hace sentirse más cómodos y menos comprometidos. Este tipo de personas siempre serán cristianos carnales, porque escuchan al líder equivocado, sin considerar seriamente que un día tendrán que responderle al Señor en persona por qué no fueron nunca cristianos responsables, buenos mayordomos. Y puede que las consecuencias de hacer a un hombre el pastor de tu alma sean aún más serias. Está bien aprender de hombres buenos, considerar sus enseñanzas y seguir su ejemplo; pero sólo Cristo es nuestro Líder, sólo Él es nuestra Cabeza.

El versículo termina diciendo: “Ni hagáis mal a mis profetas”. ¿Se consideran los pastores de hoy en día iguales a los profetas del Antiguo Testamento? Los profetas del Antiguo Testamento tenían un oficio especial, eran llamados por Dios para proclamar Su palabra y Su voluntad para la nación de Israel. A menudo realizaban grandes milagros y predecían el futuro. Dios les dio revelaciones especiales: “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Am. 3:7). En el pasado, Dios hablaba a los profetas con voz audible y a través de sueños y visiones. La mayoría provenía del desierto y su vestidura era de pelo de camello o cilicio, como Elías y Juan el Bautista. Tenían una vida errante, austera y frugal. Y por último, la mayoría de los profetas del Antiguo Testamento fueron martirizados. Estos eran los requisitos que debían cumplir estos hombres para ser considerados como verdaderos profetas de Dios. ¿Se consideran los pastores de hoy en día iguales a los profetas del Antiguo Testamento? Simplemente no reúnen los requisitos. Además, tal oficio no es para nuestros días.

(2) ¿El Apóstol del Nuevo Testamento?

Será que los pastores de hoy en día se comparan a sí mismos con los apóstoles del Señor mencionados en el Nuevo Testamento? Pero el requisito para ser un apóstol era que debía ser “llamado” y asimismo testigo de la vida del Señor Jesús y de Su resurrección. “¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro? ¿No soy vosotros mi obra en el Señor?” (1 Co. 9:1). Pablo lo vio camino a Damasco. Eso le quita el honor a cualquiera hoy en día. No hay apóstoles en la actualidad. No hay, tampoco, muchos que admitirían que se quieren hacer pasar por apóstoles; son más listos: sólo se comportan como si lo fueran y quieren que los demás los traten así. O le ponen otro nombre al oficio: en vez de ser llamados apóstoles aceptan ser llamados “hombres de Dios”. Así, no aceptan abiertamente ser llamados apóstoles, aunque aceptan el cargo con otro nombre. Dicen: “Sed imitadores de mí, como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). Un momento. Pablo fue quien dijo esas palabras, y él era un verdadero apóstol. En aquel tiempo el Nuevo Testamento aún estaba siendo escrito así que para que las iglesias pudieran conocer la voluntad de Dios tenían que preguntarle a los apóstoles, ya que Dios hablaba a través de ellos. Dios habla a través de ellos todavía, a través de sus escritos, no a través de los pastores, así que no hay ninguna necesidad ahora de apóstoles modernos u “hombres de Dios” especiales, porque Dios ya ha hablado. Él nos habla a través de Su Palabra. Es muy peligroso que alguien diga: “Voy a escuchar a mi pastor porque él es el ‘hombre de Dios’”. Lo mejor es escuchar a las Escrituras. Somos responsables ante Dios por cómo guardamos Su Palabra, no las interpretaciones de un hombre. Cuando comparezcamos ante el Tribunal de Cristo no tendremos que rendir cuenta sobre cómo obedecimos a tal o cual hombre, sino sobre cómo obedecimos a las Escrituras. Nuestra vida entera será probada de acuerdo a nuestra obediencia a las Escrituras. La Biblia dice: “Mejor es confiar en el SEÑOR, que confiar en el hombre” (Sal. 118:8); y: “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Ti. 4:3-4). Un anciano u obispo debe ayudarnos, asistirnos declarándonos las Escrituras. Su actitud no debiera ser: “Obedéceme”, o Sígueme”; sino “Permíteme ayudarte a seguir al Señor”. El Señor Jesús es nuestra cabeza. Él es la Cabeza del cuerpo, la iglesia. Él es quien guía y enseña por el Espíritu de Verdad (el Espíritu Santo) y nos hace crecer como cristianos. El Señor Jesús es nuestra cabeza. Él es nuestra única autoridad. ¿Cómo ejerce Él su autoridad? A través de la Palabra de Dios, las Escrituras. Seguimos y servimos al Señor Jesús hoy obedeciendo Su Palabra.

Los Pastores de Hoy Ejercen Más Autoridad que la que Ejercieron los Apóstoles en la Biblia

Muchos de los pastores u “hombres de Dios” de hoy demandan más de lo que los apóstoles demandaban. Ni siquiera los apóstoles demandaron de otros la obediencia que los pastores demandan hoy de sus feligreses. Véase lo que Pablo, un verdadero apóstol, dice: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo. Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué. Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón” (1 Co. 11:1-3). Nótese que Pablo dice que lo imitemos a él tal y como él imitaba al Señor, y que retengamos las instrucciones tal como él las entregó, pero a continuación añade: “PERO QUIERO QUE SEPÁIS QUE CRISTO ES LA CABEZA DE TODO VARÓN”. Él, como verdadero apóstol que era, nos recuerda que sólo el Señor Jesús es nuestra cabeza o autoridad, no él, Pablo. Así que debemos imitar a Pablo, sí, pero sólo el Señor Jesús es nuestra autoridad. Es ante el Señor Jesús que compareceremos un día, no ante Pablo. Todos tendremos que dar cuentas aquel día sobre cómo seguimos al Señor Jesús, no a un hombre. Pablo también dijo (y recuérdese que él era un verdadero apóstol): “No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes” (2 Co. 1:23). De tal manera que los ancianos, los que sirven como líderes en la iglesia, deben ser colaboradores, no señores, porque un señor es uno que tiene autoridad sobre otros. Pablo también dijo: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: YO SOY DE PABLO; y yo de Apolos;  y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Co. 1: 12, 13) Pablo reprendió a los corintios por decir que eran seguidores de los colaboradores del Señor.

A propósito, ¿a quién puso el Señor Jesús en Su lugar cuando se fue? A nadie. Sin duda que Pedro habría sido un buen líder, y es probable que los otros apóstoles lo vieran como tal, pero él no tuvo una posición de liderazgo sobre los demás. El Señor Jesús no dijo: “Bueno, estoy listo para irme así que voy a dejar a Pedro a cargo mientras yo no esté. Él va a tomar mi lugar, y ustedes deben obedecerlo en todo”. No, el Señor Jesús no dijo eso. Él no creó una posición de autoridad para que alguien la ocupara. Los demás siempre seguían a Pedro, como cuando dijo: “Voy a pescar” y todos partieron detrás de él (Jn. 21:3). Tenía influencia sobre los demás. Había permanecido siempre muy cerca del Señor; era un líder natural. Pero el Señor Jesús jamás lo designó como el líder. ¿Por qué? Porque el Señor dejó a alguien más, a alguien mejor para que ocupara Su lugar. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:13,14). El Señor Jesús no designó a ningún hombre para que ocupara Su lugar cuando Él no estuviera, sino que envió al Espíritu Santo; el Espíritu Santo es quien ocupa el lugar del Señor en la tierra.

No estamos en contra del liderazgo, porque la Biblia enseña que los hombres más espirituales deben liderar en la iglesia; la Biblia llama a estos hombres “ancianos” y “obispos”. Sin embargo, estamos en contra de la única posición (o cargo) de autoridad que existe hoy en la iglesia: la del pastor, porque no es bíblica. Muchos pastores dicen: “Deben obedecerme, deben someterse a la posición, al cargo que ocupo y represento”. Esas palabras son muy peligrosas. Aún si quien dice tal cosa y reclama tal obediencia es un buen hombre, ama al Señor y reúne los requisitos mencionados en 1 de Timoteo y Tito, la posición que ocupa no es bíblica. Está usándola para someter a los hermanos a su autoridad. La palabra “posición” significa rango o estatus, así que cuando alguien llama la atención hacia el cargo o posición que ocupa lo que está tratando de hacer es ponerse por encima de los demás; de esta actitud proviene el concepto de clero- y-laicos dentro de la iglesia. Pero el Señor Jesús dijo: “No queráis que os llamen Rabí (un líder spiritual; hoy en día se los llama Reverendo, Pastor, Doctor, o con algún otro título eclesiástico); porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos (Mt. 23:8). El Señor Jesús está diciendo que todos tenemos el mismo rango. Todos Sus discípulos eran hermanos, ninguno de ellos ocupaba una posición superior ni debían poner a nadie en tal posición. El Señor Jesús enseñó que el orden natural entre los gentiles era el de tener a alguien por autoridad sobre los demás, pero que no debía ser así entre Sus discípulos. “Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones [gobernantes de los gentiles] se enseñorean de ellas, y sus grandes [sus líderes] ejercen sobre ellas autoridad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos” (Mr. 10:42-44). Los gentiles (los paganos) quieren tener una autoridad sobre ellos; está en su naturaleza, dice el Señor. Pero un servidor o siervo no es un señor o gobernante, y un señor o gobernante no es un servidor o siervo. Estos son términos opuestos. Un servidor no ejerce la autoridad sobre aquellos a los que sirve. O sirve, o ejerce la autoridad. Si es el más grande (el más cercano al Señor, el más espiritual), entonces los demás deben reconocerlo como tal y aprender de él. Una persona puede estar más cerca del Señor que otros (como lo estaban Pedro y Juan); si esto es así, uno debiera reconocerlo y aprender más del Señor a través de él. Reconoces a, y aprendes de, la persona; pero no te sometes ante una posición o cargo.

(3) ¿El Sacerdote del Antiguo Testamento?

Hemos visto que los pastores de hoy de ninguna manera son iguales a los profetas o apóstoles. La posición de “pastor” se parece más a la de los sacerdotes del Antiguo Testamento. En el AT los sacerdotes provenían de la tribu de Levi. Debían cuidar el templo o “casa de Dios”; recibían diezmos de los israelitas y vivían de ellos. Eran los mediadores entre Dios y los hombres, y tenían a su cargo los sacrificios de los animales en el templo.

Como los levitas del AT, los pastores de hoy también se consideran una clase especial de líderes. También presiden sobre la “casa de Dios”, que es cualquier tipo de construcción dentro de la cual la iglesia se reúne. También reciben diezmos de parte del pueblo de Dios, también viven de ellos, y también actúan como mediadores entre Dios y el hombre (“Dios me guía para que yo los guíe a ustedes”).

El problema es que en ninguna parte del Nuevo Testamento se menciona el oficio de un hombre actuando como sacerdote en la iglesia de Dios. Como cristianos llenos del Espíritu Santo, cada uno de nosotros oficia como sacerdote, con Cristo como nuestro único mediador. “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo… Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 P. 2:5,9). La Palabra enseña claramente que todos los cristianos son sacerdotes. La Palabra enseña el sacerdocio de todos los creyentes, no el de unos pocos.

(4) ¿El Vicario de Cristo?

Muchos de los pastores de hoy en día ejercen la función del “vicario” o representante de Cristo en la iglesia. Esto es ir demasiado lejos. Lo que dicen, en realidad, es que ellos son pastores menores que representan al Pastor. Sin embargo, es el cargo o “posición” que han creado la que los hace representantes de Cristo, la cabeza. La palabra “vicario” proviene del latín vicarious, que significa sustituto (la persona que hace las veces de otra en el desempeño de un empleo, cargo, etc.). El Papa abiertamente proclama ser el Vicario de Cristo. Él proclama haber recibido autoridad de parte de Dios para hacer las veces de Cristo sobre la tierra y la iglesia. Él es el representante de Cristo. Esto es herejía. “Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo? Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mt. 24:3-5).

Es cierto que nadie ha dicho abiertamente que él es Cristo, pero hay muchos que ejercen tal cargo en la iglesia. Uno de ellos, a gran escala, es el Papa. Ya hemos dicho que él proclama ser el representante de Cristo en la tierra y en la iglesia. Y lo que un pastor dice, en otras palabras, es que como el Señor Jesús no puede estar aquí, “Me ha puesto a mí en Su lugar, para que lo sustituya, para que lo represente”.

La Enciclopedia Mundial dice que el Papa es “el jefe de la Iglesia Católica Romana, y que los miembros de esta lo consideran como la cabeza visible mientras que Cristo es la cabeza invisible de la iglesia”. De nuevo, ¡esto es herejía! El Nuevo Testamento en ninguna parte dice que Cristo escogió a alguien para que lo represente como cabeza de la iglesia. Cristo es la cabeza de la iglesia. La Biblia enseña esto muy claramente. Ahora, un pastor con toda seguridad no querría identificarse con esa clase de herejía, ¿no es cierto? Si es cierto, entonces ¿qué quiere decir el pastor cuando dice: “Deben obedecerme, deben someterse a la posición, al cargo que ocupo y represento?” O cuando dice: “Deben someterse al cargo de pastor que tengo”. O cuando dice: “Obedézcanme como yo obedezco a Cristo”, ¿qué es en realidad lo que está diciendo? ¿Qué quiere decir cuando aclara: “Cristo pastorea y dirige esta iglesia a través de mí?” ¿No está haciendo las veces de Cristo en la iglesia? Este tipo de pastor dice que él pastorea a la iglesia tal como el Espíritu Santo lo guía a hacerlo. ¿Dónde aparece tal cosa en la Biblia? Al decir cosas así, tal pastor se convierte en el nexo entre Cristo y el resto de la iglesia, se ha hace el Papa de la iglesia local. Él es el “clérigo” y todos los demás son laicos. A propósito, la palabra “Papa” significa papá. Al respecto, el Señor Jesús dice: “Y no llaméis padre vuestro [papa, papá] a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos (Mt. 23:9). El pastor de nuestros días está diciendo que él es nuestro papá spiritual, nuestro líder espiritual. Todo lo que han hecho las denominaciones es llamar “pastor” al que los católicos llaman “Papa” o “vicario de Cristo”.

Todo esto es propio de los cultos y las sectas fanáticas. Un culto se define como “una devoción obsesiva por una persona o idea”. La persona puede ser el pastor y la idea puede ser su posición. Nuestra devoción no debiera tener como objeto a una persona o una posición, sino al Señor. Deberíamos ser devotos del Señor Jesucristo, no de algún hombre o su cargo. Esa es la razón por la que Pablo reprendió a los corintios, porque estaban poniendo a los hombres como sus líderes. “Yo soy de Pablo; y yo de Apolos;  y yo de Cefas”. Estos buenos hombres no pretendieron jamás hacerse los jefes o líderes de otros. Como dijimos anteriormente, podemos aprender de buenos hombres, podemos imitar su ejemplo, pero el objeto de nuestra devoción y servicio es el Señor. Él es nuestra cabeza. Él es nuestra única autoridad espiritual. La Biblia nos alienta a imitar la fe y a seguir las enseñanzas de los hombres buenos que nos ayudan a seguir al Señor. Hemos de imitar lo bueno que hacen. “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e IMITAD SU FE” (He. 13:7). Nótese que este pasaje no dice que debemos imitar a los hombres, sino su fe; y debemos considerar su conducta, porque los hombres se pueden equivocar. Esto suena como que son ejemplos a seguir, más que autoridades ante las cuales debemos someternos. Debemos seguir el ejemplo de los hombres que caminan y caminaron cerca del Señor y reflejan Su carácter. Aprendamos de ellos cómo ser más como el Señor. Sigamos su ejemplo, carácter y conducta; pero no nos sometamos a, ni codiciemos, su posición de autoridad.

“No como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey(1 P. 5: 3). Debemos imitar su ejemplo, sí, pero no su señorío; porque no debiera existir ninguno. Los ancianos de la iglesia no son jefes. No están para ejercer señorío. No son señores. Están para dar el ejemplo según las Escrituras; y para que cuando otros noten su buen ejemplo, los imiten. Pero todos debemos asegurarnos que estamos actuando de acuerdo a las Escrituras. Cuando uno de los ancianos de la iglesia mencionada en 3 Juan se hizo preeminente e introdujo malos hábitos, Juan le dijo a Gayo que no lo imitara sino que imitara a los otros. Juan no podría haber hecho tal declaración si Diótrefes hubiera sido el pastor de dicha iglesia. Si un pastor ejerce la autoridad en la iglesia, entonces él está a cargo. Él es la autoridad. Es el jefe, la cabeza de esa iglesia. Puede que él niegue ser el señor allí, y que se llame un siervo. La posición que ocupa, sin embargo, lo coloca como autoridad por encima de otros en la iglesia, y lo hace el señor allí. De nuevo, la Biblia enseña claramente que sólo Cristo es la cabeza de la iglesia. No hay nada en el Nuevo Testamento que implique que el Señor puso a alguien a cargo de Su iglesia. ¿Por qué? Porque el Señor Jesús es la cabeza de la iglesia. “Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Ef. 5:23). “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” ( Col. 1:18).

Cristo la cabeza de la iglesia. ¿Cómo? Por las Escrituras y el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el Vicario de Cristo en la tierra, y las Escrituras son Su mente. El Espíritu Santo es el representante del Señor Jesucristo en Su iglesia y las Escrituras son Sus mandamientos. Ningún hombre puede ser el representante del Señor en Su iglesia, ya sea que se llame Papa o Pastor.

¿Qué es la “iglesia”? Es un grupo de hombres, mujeres, niños y niñas que son salvos. El Señor Jesús, cabeza de la iglesia, también es la cabeza de los hombres de la iglesia. Los hombres, a su vez, son las cabezas de sus esposas e hijos. El Señor Jesús es quien manda en la iglesia. ¿Cómo? Por el Espíritu Santo y por Su Palabra. Los hermanos mayores que cumplen con los requisitos para ello son los ancianos de la iglesia, y es su responsabilidad someterse a Cristo. Los ancianos que asumen su responsabilidad como supervisores en la iglesia deben apacentar al rebaño, actuando como protectores de la verdad y siendo ejemplos o modelos para que otros los imiten. Pero ellos no tienen ninguna autoridad sobre la vida espiritual de los demás miembros de la iglesia. Son obreros entre los hermanos, no sobre ellos. “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan” (1 Ts. 5:12). Hay una gran diferencia entre ancianos liderando con su ejemplo y trabajando entre los hermanos, y ancianos convirtiéndose en clérigos que trabajan ejerciendo su autoridad sobre los hermanos. Esto último prueba que hay una separación en la hermandad, entre el clero y los laicos. No se puede encontrar en el Nuevo Testamento la posición de autoridad para un solo hombre en una iglesia local. No está allí.

Adulterio Espiritual

El Señor Jesús asemejó Su relación con la iglesia a un matrimonio. Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y rebelión en contra de Dios, y nos sometemos a la autoridad del Señor Jesús y Su Palabra, somos salvos. Así nos casamos con Él. La Biblia enseña este hecho. “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.  Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Ef. 5:30-32). Cristo es el Novio, y la Iglesia es la novia. En el Antiguo Testamento Dios-Padre llamó a la nación de Israel su esposa. Pero los judíos se metieron en problemas al mezclar su fe en Dios con las religiones paganas que los rodeaban. La más popular era la adoración a Baal. Los judíos combinaron la adoración a Baal con la adoración a Dios, y Él entonces los asemejó a una esposa adúltera. “Ella vio que por haber fornicado la rebelde Israel, yo la había despedido y dado carta de repudio…” (Jer. 3:8). “Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová. Y dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y a Astarot” (Jue. 2:12,13). La palabra “Baal” significa señor, poseedor, o esposo. Sí, la “esposa”, Israel, dejó a su “esposo”, Dios, y se allegó a Baal. Y nosotros somos la novia de Cristo. Él es el Novio y esposo de la Iglesia. Deberíamos guardarnos puros para Él y no cometer ninguna clase de adulterio espiritual. “Para ser un buen cristiano, siempre me someto a la autoridad de mi iglesia, y obedezco las ordenanzas de la iglesia”. Quien actúa así está cometiendo adulterio espiritual contra Cristo. “Me someto a la autoridad de mi pastor, y lo sigo porque él es el hombre de Dios”. Está cometiendo adulterio espiritual contra Cristo. Debemos someter nuestra vida sólo al Señor Jesucristo. Hacemos esto sometiéndonos a las Escrituras. “Si me amáis, guardad mis mandamientos… El que tiene mis mandamientos [no las ordenanzas de la iglesia], y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre” (Jn. 14:15). ¿Qué tal: somos como una novia buena, virgen y casta para Cristo? “Ven acá, yo te mostraré la desposada, la esposa del Cordero” (Ap. 21:9). El Cordero aquí es el Señor Jesús, y nosotros, la iglesia, somos y seremos Su esposa. La última invitación en la Biblia es: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven” (Ap. 22:17).
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Un Vistazo a la Autoridad Según el Nuevo Testamento

El Señor Jesús dijo: “Ningún siervo puede servir a dos señores” (Lc. 16: 13). “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como CRISTO ES CABEZA DE LA IGLESIA, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como LA IGLESIA ESTÁ SUJETA A CRISTO, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Ef. 5: 23, 24). Aquí se mencionan las cabezas o autoridades principales. Dios sobre Cristo, Cristo sobre el hombre, y el hombre sobre la mujer. El pastor y los ancianos no son ni siquiera mencionados. Hay otras autoridades menores, como maestros, empleadores, oficiales de gobierno, etc. . Debemos obedecerlos a todos dentro de su esfera de influencia, pero cuando su autoridad entra en conflicto con nuestra Suprema Autoridad, entonces debemos obedecer sólo a esta última. Tenemos el orden mundano, el eclesiástico y el doméstico, cada uno tiene su propia autoridad limitada a su esfera de influencia. El hombre tiene sólo una autoridad sobre él: Cristo. La mujer tiene sólo una autoridad sobre ella: el hombre (su esposo, si es casada; su padre, si es soltera). La esposa debe obedecer a su esposo o padre, y el hombre debe obedecer al Señor. ¿A quién serviremos? “Yo y mi casa serviremos al señor” (Jos. 24:15). ¿Y cómo servimos al Señor? Obedeciendo las Escrituras. Sí, escuchemos a los hombres, pero obedezcamos a las Escrituras. Que las Escrituras sean nuestra Cabeza. Si nos sometemos a ellas, estaremos sometiéndonos a Cristo. Cada vez que sospechemos que un hombre quiere ser nuestra cabeza (autoridad) espiritual, o que quiere gobernar nuestra vida, alejémonos de él lo más pronto posible.

¿Significa esto que tenemos anarquía en la iglesia, y que cada uno hace lo que le parezca bien? No, hay líderes en la iglesia, y la hermandad debe escucharlos. “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (He. 13:17). Este es uno de los versículos favoritos usados por quienes quieren que la gente se someta al pastor. Sin embargo, nótese que la palabra pastor (en singular) no se menciona en este versículo. Aquí se habla de LOS PASTORES, es decir, de LOS ANCIANOS, no de un pastor. Si hubiera habido un hombre a la cabeza de cada iglesia, el versículo diría: “Obedeced a vuestro pastor y sujetaos a él; porque él vela por vuestras almas, como quien ha de dar cuenta; para que lo haga con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”. Pero no dice eso. La iglesia debe obedecer a los ancianos. Los ancianos deben liderar en los servicios y la iglesia debe obedecer su liderazgo en los servicios, pero los ancianos no son la Cabeza de la iglesia, el Señor Jesús lo es.

Hoy en día casi todas las cartas enviadas a las iglesias incluyen el nombre del pastor debido a su preeminencia en la iglesia. “Reverendo o Pastor Fulano de Tal, de la Iglesia X”. Pero ninguna de las cartas enviadas a las diferentes iglesias del Nuevo Testamento menciona que se esté dirigiendo a un pastor en particular; estas cartas ni siquiera mencionan a un pastor. Pablo era un caballero, ySI cada iglesia hubiera tenido un pastor, entonces él no lo habría ignorado. Pablo no menciona a un pastor en ninguna de sus cartas porque ninguna de las iglesias tenía un solo pastor o anciano a la cabeza. Las cartas comienzan de esta manera: “A todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos… a la iglesia de Dios que está en Corinto,  a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo... a las iglesias de Galacia… a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso… a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los OBISPOS y diáconos … a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas…”.

Si estas iglesias hubieran sido similares a las que existen hoy en día, Pablo habría tenido que mencionar al menos el nombre del pastor a quien le estaba dirigiendo la carta, pero no lo hace; ¿por qué? Porque cada una de esas iglesias tenía ancianos como líderes.

Algunos dicen que 1 y 2 Timoteo, las cuales son llamadas “Las Epístolas Pastorales”, están dirigidas al pastor de la iglesia de Éfeso, Timoteo. Si bien es cierto que estas cartas incluyen contenido que trata de los requisitos que deben reunir los líderes de las iglesias, Timoteo no era el pastor de la iglesia de Éfeso. Ya hemos visto que los líderes de la iglesia de Éfeso eran los ancianos (Hch. 20). El Nuevo Testamento no dice en ninguna parte que Timoteo era un pastor, ni siquiera un anciano; dice que era un evangelista. “Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Ti. 4:5). En el Nuevo Testamento cuando un evangelista iba a un área, él no realizaba sólo algunas reuniones evangelísticas por unas semanas. Se quedaba allí por meses, incluso años, evangelizando, disciplinando, y fortaleciendo a la iglesia. Timoteo y Tito, y muchos otros, eran ayudantes de Pablo, o emisarios, que viajaban de iglesia en iglesia para pasar tiempo con ellas ayudándolas a crecer. Pero cada iglesia, como ya ha sido dicho, era pastoreada por un grupo de ancianos que permanecían con ellas cuando los apóstoles o sus emisarios se iban.

Cómo deben Conducirse los Servicios en las Reuniones
Véase lo que le dice Pablo sobre cómo deben conducirse los servicios a la iglesia de Corinto. Téngase presente que él les escribe a causa del caos y la confusión que imperaba en ella. “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. [Suena como si las cosas se estuvieran escapando de las manos un poco.] Hágase todo para edificación. Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios. Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen.Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz. Como en todas las iglesias de los santos” (1 Co. 14: 26-33). ¿Podían estos “profetas” ser predicadores, obispos o ancianos? Sin duda. Eran hombres en las asambleas que eran movidos por el Espíritu Santo a pararse y hablar; tenían capacidad para instruir, consolar, alentar, amonestar, convencer y estimular a la audiencia. Hoy en día los llamamos pastores o predicadores. Pero véase el versículo 29 donde dice: “Los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”. Nótese que no dice “un” profeta, sino dos o tres. Tampoco dice dos o más, sino dos o tres. Puede haber varios hombres en la iglesia, pero dos o tres deben hablar en un servicio dirigido por el Espíritu Santo. Mientras uno habla, los otros juzgan. En la iglesia de hoy, el pastor es quien da el mensaje, pero Pablo dice que este debe ser entregado por dos o tres. Si la iglesia de Corinto hubiera tenido un sólo pastor, entonces ¿por qué no dijo Pablo que, para evitar la confusión durante el servicio, el pastor se hiciera cargo de todo y les dijera a los demás qué hacer? No dijo tal cosa porque no había un solo hombre a cargo. Pablo está sentando un precedente en la iglesia, está diciendo algo que debe servir de modelo posteriormente para todas las iglesias. Confirma esto cuando, en el último versículo del capítulo 14, dice: “Pero hágase todo decentemente y con orden”. Ya había dicho en el versículo 37: “Si alguno se cree profeta, o spiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor”. Estas instrucciones sobre cómo conducir el servicio en la iglesia no son sugerencias de parte de Pablo, son “MANDAMIENTOS del Señor”.

¿Habría caos en una iglesia si esta fuera pastoreada por un grupo de ancianos? ¿Cada uno trataría de tener la preeminencia y competirían entre sí por demostrar cuál es el que tiene más autoridad? ¿Es muchísimo más fácil que un solo hombre dirija a la iglesia? Eso sería cierto si la iglesia se dirigiera como una empresa o un negocio, que es en lo que la mayoría de las iglesias actuales se han convertido. Pero las iglesias no son empresas ni deberían funcionar como tales. Dios no las diseñó para eso. La iglesia es un cuerpo espiritual, y debería funcionar como tal. Las Escrituras enseñan claramente que la iglesia debería ser dirigida por el Espíritu Santo, quien guía a un grupo de hombres maduros de la misma iglesia, llamados ancianos, por medio de la Palabra de Dios. El Espíritu Santo los aparta para esta tarea de supervisar y alimentar al rebaño, y servirle como ejemplo. Debería haber libertad en la iglesia para que más de un hombre hable, enseñe, exhorte, amoneste, etc. . “Los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”. Este es un sistema de control y equilibrio que Dios ha puesto en la iglesia para que nadie se enseñoree sobre ella. Cuando un solo hombre dirige a una iglesia, lo que allí hay es un señor o dictador que, en la mayoría de las iglesias denominacionales, es generalmente el pastor; aunque en otras las iglesias puede ser el presidente de los diáconos o el hombre de negocios más importante. Lo que dice el hombre a cargo, se hace. No hay ni control ni equilibrio. Ahora, no todos los dictadores son malos (en algunos países, hasta parecen ser buenos); aún así, son dictadores. Pasa lo mismo en la iglesia; el hombre a cargo de ella puede parecer un buen hombre pero, aún así, es un señor o dictador. Cuando un solo hombre gobierna una iglesia, automáticamente se convierte en dictador. Puede ser bueno, o malo, pero es un dictador. Sin embargo, Dios dice que nadie se debe enseñorear de Su rebaño, porque sólo el Señor Jesús es el Buen Pastor y la Cabeza de la iglesia. De tal manera que debe haber libertad en la iglesia. Debe haber una pluralidad de ancianos en la iglesia. Para que no haya dictadura, debe haber control y equilibrio ejercidos por los demás. Este sentido común divino es imitado por la mayoría de los incrédulos en los gobiernos de países democráticos, donde hay control y equilibrio ejercidos por tres poderes diferentes: el Ejecutivo (con el Presidente), el Legislativo (el Congreso), y el Judicial (la Corte Suprema). Estos poderes se controlan y equilibran entre sí. El presidente no es la “cabeza” o señor de la nación. Él no gobierna solo. Cuando él habla, los otros dos poderes “juzgan” – actúan como supervisores. Todos deben estar en unanimidad para que haya gobierno; ningún poder puede gobernar al país solo. Esta forma de gobierno se basa en principios bíblicos, pues Dios ha ordenado que la iglesia sea pastoreada de la misma manera.

Puede haber varios ancianos en una iglesia, pero sólo dos o tres han de hablar en una reunión. Cada uno debe esperar por su turno (esto puede significar que deba esperar incluso hasta la próxima reunión), y los demás deben juzgar. “Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen” (1 Co. 14: 29). Este es un sistema sabio de control y equilibrio de parte del Señor que permite que haya libertad en la iglesia. “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Co. 2:17). Cuando un anciano se equivoca, es el deber de los otros ancianos corregir el error ante la iglesia. Eso puede pasar, y pasará, allí donde todos los ancianos tienen la misma autoridad. Sin embargo, tal cosa no puede pasar si un hombre, el pastor, el “hombre de Dios”, gobierna la iglesia. Es impensable que alguien lo corrija. Esta clase de hombres generalmente dice que él no le debe dar cuentas a nadie sino a Dios. Tal actitud no es bíblica. “Contra un anciano no admitas acusación sino con dos o tres testigos. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman. Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad” (1 Ti. 5:19-21).

Hemos visto que la posición del pastor en la iglesia de nuestros días no es bíblica. Pastorear, según la Biblia, es un don espiritual, no una posición de preeminencia espiritual ni una profesión. Pastorear significa apacentar, alimentar, cuidar. Es tarea de los ancianos de la iglesia local hacer esto. “Enviando, pues, desde Mileto a Éfeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia… Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre” (Hch. 20:17, 28). En la iglesia de Éfeso, ningún pastor mencionado porque Pablo “hizo llamar a los ancianos [plural], y les dijomirad [supervisar]…, apacentar [pastorear, cuidar] la iglesia del Señor”.
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Pensamientos Finales

La mayoría de las iglesias cristianas de hoy no se reúnen escrituralmente. Aunque muchos en una iglesia sean salvos, si no se reúnen como el Nuevo Testamento dice que deben hacerlo y siguen a los hombres y sus tradiciones en vez de seguir a Dios y a Su Palabra, más temprano que tarde se extraviarán de la verdad. El Señor dice que los hombres hacen esto porque prefieren el honor de los hombres en vez del honor que proviene de Dios. O, quieren ambos. Pero no se puede tener ambos. El Señor Jesús nos dice que sólo debemos buscar el honor que proviene de Dios. Cuando obedecemos a Dios y confiamos en Él, Dios a su vez nos honra a nosotros. Esto es caminar en el Espíritu.

La Biblia nos advierte que habrá una gran apostasía en los últimos días, tan grande, que será muy difícil encontrar un grupo de personas salvas que se reúnan escrituralmente. “Porque [el día del Señor], no vendrá sin que antes venga la apostasía” (2 Ts. 2:3). “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe…” (1 Ti. 4:1). “Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros[pastores] conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas [mentiras]” (2 Ti. 4:3-4). Sin embargo, no tiene que ser así entre los que amamos la Verdad. Podemos tener una iglesia nuevotestamentaria si seguimos el plan de Dios. Una iglesia nuevotestamentaria está compuesta sólo por personas salvas que obedecen a las Escrituras. Así de sencillo. La Biblia dice que debemos caminar en el Espíritu, y esto es obedecer a Dios, creerle y confiar en lo que Él dice. Las iglesias primitivas eran escriturales en el comienzo, pero aún ellas tuvieron que luchar por no volverse carnales. Pablo reprendió la carnalidad de la iglesias de Corinto, Galacia, Colosas, etc. . Las mismas represiones e instrucciones están registradas en el Nuevo Testamento para nosotros.

Con el transcurso del tiempo, y especialmente después de que el cristianismo fuera legalizado, las iglesias se apartaron más y más de la verdad, hasta convertirse en agrupaciones completamente gobernadas por las tradiciones y los métodos de los hombres. Está llegó a ser la norma, hasta ahora. A causa de esto, la forma nuevotestamentaria parece extraña, rara, a los ojos de aquellos que crecieron en una sociedad que sólo tenía para ofrecerles iglesias afectadas y saturadas con tradiciones y mandamientos humanos.

Cuando uno observa la iglesia de hoy, hecha por el hombre, la ve más parecida a un club que a una iglesia. Tal y como un club, tiene un libro de socios que pagan cuotas por su membresía. Tal y como un club, tiene oficiales que demandan obediencia a una constitución interna que regula las relaciones entre los miembros. Tal y como un club, se rige por un conjunto de leyes que establecen cómo se deben hacer las cosas, y que enfatizan la participación en actividades y programas preestablecidos. Tal y como un club, promueve su nombre con obras de beneficencia y se presenta como una entidad sin fines de lucro. La iglesia de hoy, además, se parece a una empresa burocrática subvencionada por el estado; tanto así que el estado le confiere personalidad jurídica. Esto significa que es considerada una organización que tiene que cumplir con ciertos requisitos estatales para poder recibir beneficios tales como quedar exenta de impuestos y otros. Sin embargo, no era el plan de Dios para Su iglesia que esta se asemejara a un negocio, a una burocracia, o a un club.

Su Palabra describe claramente cómo se debe reunir una iglesia. Él no nos deja a nosotros reunirnos como queramos. Las reuniones de la iglesia primitiva eran muy sencillas. No se parecían en nada a las iglesias-empresa ni a las iglesias-club que existen hoy. Los cristianos se reunían en el nombre del Señor Jesús para adorarlo a Él, tener comunión y exhortarse entre sí. Dios siempre ha trabajado de manera sencilla, y no ha cambiado. Él trabaja de manera sencilla para que el hombre no pueda gloriarse en sus obras. “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención;para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1 Co. 1:26-31).

El Señor Jesús fue puesto en un pesebre cuando eran un bebé y fue educado para trabajar como un carpintero. No tuvo hogar cuando era adulto. Y Él era el Hijo unigénito de Dios, Aquél a quien amaba. Dios le dijo a Gedeón que disminuyera el número de sus hombres, para que Dios fuera quien derrotara al enemigo. Dios le dijo a Israel que no la había escogido porque fuera la nación más grande sobre la tierra, sino porque era la más insignificante. Él siempre ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte. Así que, ¿no es lógico creer que Dios querría que Sus iglesias funcionaran de manera igual de sencilla en nuestra avanzada y compleja sociedad de hoy en día? Él las diseñó sencillamente hace 2.000 años para que Él pudiera trabajar poderosamente a través de ellas, y así lo hará si seguimos Su plan. Cuando los hombres buscan algo mejor, un mejor programa o método, Dios se busca mejores hombres.

¿Es importante cómo se conduce la iglesia cuando se reúne? Sí. Pablo redactó las reglas que debía seguir la iglesia primitiva cuando se reunía. Tras fundar una iglesia, Pablo se quedaba con ella por un tiempo y los ayudaba a conducirse en las reuniones. Más tarde, periódicamente les enviaba colaboradores como Timoteo o Tito para que estos ayudaran a los hermanos a consolidarse como una iglesia nuevo testamentaria. Las palabras de Pablo eran más que un simple consejo. Eran las Palabras de Dios. Eran los mandamientos de Dios en cuanto a cómo debía ser una iglesia nuevo testamentaria. Estos mandamientos se pueden encontrar en 1 y 2 de Corintios, especialmente el capítulo 14. Las reuniones se estaban conduciendo desordenadamente así que Pablo tuvo que corregir a los corintios acerca de varias cosas. Termina el capítulo diciéndoles a los corintios que su mensaje era el mandamiento de Dios, y que si alguien se consideraba a sí mismo espiritual, debía reconocer como tal lo que él les decía. Basados en estas Escrituras, lo siguiente tiene que ver con la manera en que la reunión de una iglesia típica debería conducirse. Todo era muy sencillo. El domingo, el primer día de la semana, los hermanos se reunían sólo en el nombre del Señor Jesús. Como la mayoría de las iglesias de aquel tiempo, lo hacían en la casa de alguno de los hermanos; luego, a medida que el número de los creyentes aumentaba, construían un lugar de reunión más apropiado. Pero era sólo un lugar donde la iglesia de reunía; no le daban un nombre o denominación, (ellos mismos no tenían ninguno); tampoco lo decoraban como un templo o santuario ni conducían en él servicios religiosos ceremoniales. Lo que hoy existe es influencia de la Iglesia Católica. También es un intento de asemejar el lugar de reunión al Templo del Antiguo Testamento, o “Casa de Dios”, como comúnmente muchos edificios eclesiásticos son llamados hoy. No estamos en contra de tener un lugar donde la iglesia se sienta cómoda. Estamos diciendo que las Escrituras indican que el énfasis de los cristianos debe estar puesto en que la iglesia sea santa, no en apartar como especiales ciertos días, lugares, edificios, etc.

Cuando era la hora de la reunión, cada uno se sentaba silenciosamente y oraba para que el Espíritu Santo dirigiera el servicio. No se paraba nadie en frente para dirigir a los demás. Se oraba, y se esperaba que el Espíritu Santo se moviera en el corazón de los hombres. Entonces alguno de ellos podía sentirse inspirado a testificar alguna cosa buena que Dios hubiera hecho por él durante la semana. Luego otro hombre podía sentirse inspirado a guiar a la iglesia a cantar un cántico, un himno, o a leer un Salmo. Uno de los ancianos, guiado por el Espíritu, se pondría de pie y predicaría el mensaje que el Espíritu le hubiera puesto en su corazón. Antes de dar por terminada la reunión, se cantaban otros cánticos y se daban otros testimonios, u otro anciano podía levantarse y compartir con los hermanos lo que el Espíritu le hubiera puesto en su corazón, ya fuera otro mensaje, una enseñanza, o una palabra de exhortación. El Nuevo Testamento limita estas intervenciones a no más de tres por reunión, tal vez por cuestiones de tiempo o para no cansar a nadie. No habría un orden específico para las intervenciones, pues el Señor debía tener libertad para guiar en cualquier orden: canciones, testimonios, enseñanza, exhortaciones, mensajes, etc., y para escoger quién lo haría. Dios ha dado ciertas pautas, pero hay libertad dentro de ellas. Por ejemplo, Él dice que las mujeres deben permanecer en silencio en la iglesia. Libertad no significa hacer lo que se quiera, sino que se les permite a los creyentes hacer cualquiera de las cosas que Dios nos dice en Su Palabra que debemos hacer. Él nos dice que no debe haber confusión y que todo debe hacerse decentemente y en orden. ¿Quiénes deben vigilar que todo se haga en la iglesia como Dios nos lo dice en Su Palabra? Los ancianos. Los cristianos maduros en la asamblea. Los que han aprendido a obedecer solamente al Pastor de nuestras almas a través de la Biblia y el Espíritu Santo.

El servicio en la iglesia primitiva era bastante sencillo, pero lo suficientemente ordenado como para que el Espíritu Santo tuviera libertad para operar durante la reunión. “… y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Co. 3:17). El Espíritu debe tener libertad en la iglesia para que pueda trabajar. Alguien podría decir: “Bueno, nuestro pastor permite que haya libertad. No impide el trabajo del Espíritu, ni que otros participen en los servicios”. Pero, ¿quién es el pastor para “permitir que haya libertad” en la iglesia? Él no tiene esa autoridad. O no debería tenerla, al menos que él sea el señor. Que un pastor permita que haya libertad significa que él dirige a la iglesia, que él es la cabeza. Él decide si debe permitir el que se haga algo o no. “Libertad” significa que no se está bajo control o esclavitud. Lo opuesto de la libertad es la esclavitud. La esclavitud se manifiesta allí a donde no se tiene libertad para obedecer a las Escrituras y ponerlas en práctica. Con toda seguridad a un pastor no le gustaría que lo compararan con aquellos mencionados en Gálatas 2:4, que trataban reducir a esclavitud a los demás. “Y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud”. ¿Quién es el pastor para permitir que haya libertad en la iglesia? Con toda seguridad a un pastor no le gustaría que lo compararán con aquellos mencionados en 2 Pedro 2:19? “Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció”. Debe entenderse que la libertad no es dada por el pastor. ¡Es dada por el Señor! Dios no ha dado libertad para hacer todo lo que Él nos dice en Su Palabra que podemos hacer. Dios nos dice en Su Palabra lo que debemos hacer, y Él es quien nos da libertad para hacerlo. El punto es que nuestra libertad proviene de Dios, no del hombre. Es el hombre quien tratará de impedir que obedezcamos la Palabra de Dios. Y si el hombre es quien está a cargo de darnos la libertad para obedecer los mandamientos de Dios, entonces él también puede quitarnos dicha libertad. Nunca debemos permitir que ningún hombre nos impida servir a Dios de acuerdo a las Escrituras. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gá. 5:1). “… y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Co. 3:17). Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Si creemos que el Señor está en la iglesia, entonces debemos tener libertad para servirle. Si no hay libertad en la iglesia, es porque alguien la ha quitado. Todos debieran tener libertad para participar en la iglesia de acuerdo a las pautas dadas en la Escritura. “¡Pero no se puede permitir eso. Las cosas se escaparían de las manos. Es necesario que alguien esté a cargo para mantener las cosas bajo control. Eso de la libertad en la iglesia con Cristo como la Cabeza, y con los ancianos liderando pero con igual autoridad entre ellos, es receta para el caos!” Palabras como estas evidencian falta de confianza en el Señor. Verdaderos cristianos no querrían causar problemas en una iglesia que obedece al Señor. Tendrían temor de hacerlo. Véase lo que les pasó a Ananías y a Safira por causar problemas en la iglesia primitiva. Si Cristo es la Cabeza de la iglesia, y la mayoría en ella está tratando de obedecerlo y seguirlo de acuerdo a las Escrituras, entonces Él se encargará de los problemáticos.

Alguien podría opinar que la premisa presentada en estas páginas es un muy radical y poco práctica, que nunca había oído nada semejante y que no cree que sea lo correcto. Pero, estamos en los últimos días, y la Palabra de Dios enseña inequívocamente que habrá una gran apostasía (un abandono masivo y voluntario de la Palabra de Dios). El Señor Jesús le dice a la iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío o caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo;  sé, pues, celoso, y arrepiéntete. He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo ” (Ap. 3:15-20). Esta es una descripción de las iglesias anémicas y sin poder de nuestros días. Sí, tienen edificios, dinero, programas, profesionales y métodos, pero no tienen a Dios. El Señor dice que estas iglesias lo enferman hasta el punto de hacerlo vomitar, y les ordena que se arrepientan y lo obedezcan.

¿Qué hay de nosotros? Ahora que ya sabemos que las cosas que hemos estado discutiendo en este escrito son ciertas, entonces nos queda por hacer una de dos cosas. O nos arrepentimos de nuestra transigencia y nos apartamos del error, o hacemos caso omiso de estas verdades y nos quedamos donde estamos. Pero nunca podremos escapar de estas verdades si somos salvos. Nunca seremos honestos delante de Dios ni tendremos paz en nuestra alma (Ro. 8:7). Nuestra sugerencia es que obedezcamos la Palabra del Señor al respecto (He. 13:13; 2 Co. 6:14-18; Ap. 18:4). El permanecer en una iglesia corrupta sólo nos hará más carnales. Es mejor que no asistir a ninguna iglesia en absoluto. Leamos nuestra Biblia en casa, oremos y adoremos al Señor en la privacidad de nuestros hogares. Convirtamos el estar ante el altar cada día en un hábito. Pidámosle a Dios que nos ayude a iniciar una iglesia en nuestro hogar. Así es como comenzaron las iglesias primitivas del Nuevo Testamento. Alguien podría exclamar: “Pero no puedo dejar de ir a la iglesia (ir a un templo). Eso sería un pecado”. Respondemos: El sustantivo “casa” aparece 37 veces en el NT a partir del libro de Romanos, y en cada una de esas ocasiones se trata de hogares particulares donde se reunían los creyentes. (En el libro de Hechos la palabra “casa” se menciona 40 veces, aunque con más de un significado.) La enseñanza nuevotestamentaria sobre un templo o lugar público de adoración es que “Dios… no habita en templos hechos por manos humanas” (Hch. 17:24).

Nos oponemos a la idea de no congregarnos en absoluto, tal como lo ordena el libro de Hebreos (He. 10: 25). Pero congregarse, no es “asistir” a una iglesia (un templo). Congregarse es reunirse con dos o tres cristianos en el nombre del Señor (Mt. 18:20) en cualquier lugar, cualquier día de la semana y a cualquier hora. Así que si todos aquellos con los que nos podemos congregar son solo los miembros de nuestra familia, no estamos violando esta Escritura. Debiera ser nuestro deseo que Dios uniera a otros a nuestra congregación, o que nos ayudara a encontrar otro grupo de creyentes con el cual nos podamos reunir con sencillez. Todo esto debiera ser tema de oración ante el Señor. Pero asistir a cualquier iglesia sólo porque se piensa que asistir a una es lo correcto, eso es una insensatez.

Sí, es la voluntad de Dios que seamos parte de una iglesia, pero de una iglesia correcta. Si no hay muchas, no debemos transigir y hacernos parte de una mala. Si todo el sistema eclesiástico de hoy en día está errado, y creemos que lo está, entonces debemos salir de él y permanecer fuera. “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Co. 6:17-18). Sí, todo es parte del sistema religioso del hombre. Casi la mayoría de las iglesias se han hecho parte de este falso sistema religioso de los últimos días, sistema que el Nuevo Testamento describe como la gran apostasía de la cristiandad. Satanás lo levantó justo después de que las primeras iglesias fueron fundadas. Este sistema satánico se conoció primero como la Iglesia Católica, luego se infiltró en todas las demás iglesias denominacionales que existen actualmente, conocidas por su clero, por sus títulos religiosos, por sus escuelas y hospitales con el nombre de su denominación, por su énfasis en el diezmo y los registros de membresía, por enseñar las tradiciones y los mandamientos de los hombres como doctrinas de Dios, por imponer observancia a sus estatutos internos, credos, santuarios, edificios y propiedades. Etcétera.

Es cierto que hay unas cuantas denominaciones que retienen alguna verdad y enseñan la doctrina correcta de la salvación, pero aún estas se han convertido en víctimas del sistema religioso falso que se ha infiltrado en las iglesias. Cuando el Señor Jesús dijo la verdad en las sinagogas enfureció a los religiosos de su tiempo, tanto que trataron de matarlo. Algunos, sin embargo, le creyeron, pero en secreto pues temían que los echaran de las sinagogas. “Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Jn. 12:42-43). ¿Qué hay de nosotros? ¿Qué haremos nosotros? (1) ¿Mantendremos estas verdades en secreto para no ofender a los fariseos de hoy y continuar recibiendo honores de los hombres en vez de Dios? (2) ¿Romperemos el silencio como lo hizo el Señor Jesús y otros, y aceptarás ser expulsado? O, (3) ¿nos separaremos de ellos y permaneceremos fiel a Cristo y a la Verdad? Sólo hacer lo tercero es obedecer a las Escrituras: salir completamente del sistema y hablar en contra de él desde afuera, no desde el interior. Los que lo hemos hecho hemos sido ricamente bendecidos por Dios, y lo hemos conocido como Padre y hemos llegado verdaderamente a ser Sus hijos e hijas. La comunión con Él crece en este camino. Sólo estando en él se puede decir que se ama más la gloria de Dios que la gloria de los hombres. Ahora estamos orando, estudiando nuestra Biblia y adorando a Dios en Espíritu y en Verdad en nuestro hogar. Estamos testificando y tratando de que otros sean salvos difundiendo el plan de salvación a cada familia en nuestra ciudad. Esperamos en Dios que reúna a un grupo de personas que quieran vivir por Él en la forma que Él nos ha mostrado.

Estamos firmemente convencidos que todo lo que hemos escrito en estas páginas es en verdad la Palabra de Dios. También sabemos que muchos cristianos a través de los siglos han practicado estas verdades, y que fueron perseguidos por el sistema religioso de su tiempo. Sabemos, además, que hay otros cristianos en nuestro país, y en otros, que se reúnen como Dios lo ha revelado, aunque no los conocemos personalmente.

No podemos terminar estas páginas sin invocar de nuevo la palabra del Señor respecto a lo que hemos esbozado aquí: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8).
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Léase también:

IGLESIAS EN CASAS

¿ES BÍBLICO EL SISTEMA UNIPASTORAL?

EL PASTOR: ENEMIGO DEL FUNCIONAMIENTO DE CADA MIEMBRO

Para profundizar aún más en el tema, el lector puede leer a continuación el libro CRISTO AMÓ A LA IGLESIA.