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miércoles, 26 de octubre de 2022

LA ORACIÓN DEL PROFETA AGUR


Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera: Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios” (Pr 30:7-9).

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“Dos cosas te he demandado; no me las niegues antes que muera” (Pr 30:7).

¿Oras sabiamente? ¿Oras con fervor? Revelas tu corazón en tus oraciones. La vida es corta y agradar a Dios debe ser tu mayor ambición. Solo unos pocos hombres usan bien sus vidas para perseguir este fin último. Agur expresó claramente a Dios su deseo de vivir una vida para honrar a Dios. Admitiendo la brevedad de la vida y confesando su gran necesidad, oró fervientemente por estas dos cosas importantes.

Su oración no fue larga, porque el contenido y el fervor valen más que la extensión. Dios rechaza las vanas repeticiones y la naturaleza pagana del rosario (Mt 6:7-8). Aunque Agur tenía otras necesidades, conocía la suprema prioridad de las bendiciones espirituales. Su primera petición fue directamente espiritual, y la segunda fue someter a ella sus necesidades carnales. Si siempre buscas primero el reino y la justicia de Dios, Él se encargará del resto (Mt 6:33).

¿Qué pidió Agur? Primero le pidió a Dios que lo salvara de la vanidad y la mentira (Pr 30:8). Le rogó por la liberación de las ideas tontas y sin provecho de los hombres, y la vida vacía y sin valor que ofrece este mundo. Le pidió al Señor que le impidiera creer las mentiras engañosas de los hombres. Sabía que las opiniones y actividades mundanas son vanas y molestas (Sal 119:113; Ec 1:1-3; 12,8; Mt 6:24; 1 Ti 4:8; 2 Ti 3:1-5; Stg 4: 4; 1 Jn 2:15-17).

¿Qué más pidió Agur? Luego le pidió a Dios que le diera solo una vida humilde y sencilla (Pr 30:8). Quería evitar tanto la pobreza como la riqueza, sabiendo que cada una trae su propio conjunto de tentaciones y pruebas (Pr 30:9). Él no oró contra ambas por las dificultades carnales que cada una podría traer, sino por su efecto en su amor por Dios. Las riquezas podrían inflar su mente y alejarlo de Dios (Pr 18:11; 28:11; 1 Ti 6:6-10), y la pobreza podría llevarlo a robar y deshonrar el nombre de Dios (Pr 1:10-19; 6:30-31).

Estas dos peticiones son muy sabias y nobles. Agur no usó la oración para satisfacer sus deseos, como lo hacen la mayoría de las personas cuando oran (Stg 4:3). Buscó la gloria de Dios, la verdad y el bien espiritual de su alma, aunque eso significara sacrificar algún éxito material. Como en el caso de Salomón, obtener sabiduría para agradar a Dios era más importante para Agur que las riquezas (1 R 3:5-13). Al igual que con Moisés, el oprobio con el pueblo de Dios era mejor para Agur que los placeres pecaminosos del palacio (He 11:24-26).

Considera la ferviente oración de Agur. Primero, pidió específicamente. No se limitó a sugerir una idea o proponer un pensamiento; demandó la bendición, como Jacob mucho antes que él (Gn 32: 24-28). Se tomó muy en serio estas peticiones, porque sabía que eran peticiones santas. Luego confesó su mortalidad ineludible, apelando al Dios inmortal por una pronta respuesta antes de que terminara su corta vida (Sal 90:10-12). Su oración ciertamente funcionó, porque fue específica, ferviente en la aplicación y justa en el contenido (Stg 5:16).

¿Oras más por cosas carnales o por cosas espirituales? ¿Cuándo oraste por última vez por sabiduría? (Stg 1:5) ¿O por un corazón sencillo para temer a Dios? (Sal 86:11) ¿O por el Espíritu Santo? (Lc 11:13) ¿O para que Dios te haga que guardes sus preceptos? (Sal 119:35- 37). ¿O para que el Señor exponga tus errores? (Sal 139:23-24) Si amar y agradar a Dios es tu máxima prioridad, tendrás peticiones de oración espirituales. Si pones las peticiones espirituales primero, Dios en el cielo se encargará del resto.

¿Cuándo fue la última vez que luchaste con Dios por estas cosas, negándote a aceptar un no como respuesta? Las oraciones inoportunas y persistentes obtienen respuestas; las oraciones cómodas y rápidas, de conveniencia, no (Lc 11:5-13; 18:1-8; Ro 12:12; Ef 6:18). Que el Espíritu Santo de la oración te convenza a orar más y mejor, y te ayude en tu esfuerzo para hacerlo (Ro 8:26-27).

“Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí; no me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario” (Pr 30:8).

¿Qué tan sabio y prudente eres? ¿Le temes tanto a la prosperidad económica como a la pobreza? ¿Sabes que el éxito financiero es una mentira vana? Aquí hay dos de las oraciones más importantes que puedas hacer. Agur dio instrucciones inspiradas a sus dos alumnos (Pr 30:1) sobre el peligro y el engaño del dinero y las riquezas, y de prestarle atención depende tu futuro éxito y tranquilidad.

Agur nos enseña estas dos fervientes peticiones (Pr 30:7) porque conocía las peligrosas consecuencias de no obtener la respuesta del Señor (Pr 30:9). Comprendió la naturaleza engañosa y condenatoria tanto de la prosperidad económica como de la pobreza, por lo que le rogó a Dios que lo librara de la arrogancia de tener dinero y de las tentaciones de ser pobre. Pidió un ingreso moderado.

Agur oró por dos cosas: (1) ser salvado de la vanidad y la mentira, y (2) obtener solo un éxito moderado en la vida, evitando tanto la pobreza como la riqueza. ¿Qué vanidad y mentiras están a la vista aquí? ¡La vanidad y las mentiras de la prosperidad económica y el éxito financiero! ¿Cómo podemos estar seguros? Deja que la conexión, el contexto y el resto de la Biblia guíen la interpretación (1 Co 2:13), ya que no hay indicios en el pasaje de mentiras de la religión falsa, la evolución, dioses falsos, un cónyuge infiel, hipócritas, perjuros u otras mentiras similares.

La vanidad es cualquier cosa fútil, sin provecho, sin valor o vacía. Sabes lo que es una mentira. ¡Las riquezas son ambas! David escribió: “Por cierto, vanidad son los hijos de los hombres, mentira los hijos de varón; pesándolos a todos igualmente en la balanza, serán menos que nada” (Sal 62:9). Dios condena a los hombres y sus logros vacíos. Agur quería ser salvado de malgastar su vida persiguiendo la ilusión de la riqueza, la prosperidad económica, el éxito financiero (Pr 23: 4-5; Sal 119:136-137; 1 Ti 6: 6-10).

Piensa honesta y sabiamente acerca del dinero. No satisface, incluso cuando obtienes mucho; esto es vanidad (Ec 4:8; 5:10). Desaparece rápidamente (Pr 27:24; Ec 5:11). Corrompe la moral (Mr 10:23-25; 1 Ti 6:9-10; Tit 1:11). No lo puedes llevar contigo (Mt 6:19-21; Lc 12:13-21; 1 Ti 6:7). Asfixia y destruye la fecundidad espiritual (Mt 6:24;13:22). ¡Qué vanidad! ¿Eres lo suficientemente sabio como para creer estas advertencias y orar en contra de prosperidad económica?

Un hombre sabio ora por un ingreso y un patrimonio moderados, para poder evitar las tentaciones de pecar en cualquiera de los extremos del espectro financiero (Pr 30:9). Ora por contentamiento, y aprende el contentamiento, sabiendo que es la verdadera medida del éxito (1 Ti 6:6; Fil 4:10-13). Un hombre sabio maximiza la vida al caminar con Dios, sin que le importen ni los bienes ni los enemigos (He 13:5-6). Desprecia por completo la obsesión de las ganancias deshonestas (1 Ti 3:3,8; Tit 1:7; 1 P 5:2).

¡Lector! Este consejo está sólo en la Biblia. Este es el consejo de un sabio profeta aprobado por Salomón y sus editores que también fueron inspirados por Dios. No puedes obtener un mejor asesoramiento financiero en ningún otro lugar. Los tontos a tu alrededor adoran las riquezas. Han sacrificado tontamente sus vidas a la vanidad y la mentira. Debes agregar estas dos prudentes peticiones a tus oraciones.

“No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios” (Pr 30:9).

Tanto la prosperidad como la pobreza son peligrosas. Las riquezas conducen a la confianza en sí mismo y en la seguridad económica, lo que hace que la persona se olvide del Señor. La miseria conduce a la desesperación, lo que hace que se considere robar y difamar así el nombre de Dios. Una persona sabia pedirá una porción moderada de bienestar para evitar estos dos peligros extremos. ¡Señor, danos tal sabiduría!

Estamos viendo la exposición de la oración de Agur por dos cosas en la vida (Pr 30:7-9). Primero pidió la salvación de dos pecados: la vanidad y la mentira; luego pidió una medida de bienestar justa, ni pobreza ni riqueza. Aquí está la cuidadosa reflexión de un hombre sabio sobre lo que necesitas en la vida. Le rogó a Dios por estas dos cosas. Había aprendido la sabiduría espiritual de que el bienestar moderado es lo correcto.

Sólo temía una cosa: ¡el pecado! No temía los problemas de la riqueza, ni la dificultad y la vergüenza de la pobreza. Considera esto bien. Agur temía las tentaciones a pecar que tanto la prosperidad como la pobreza traen consigo. He aquí una santidad práctica que debe convencerte y provocar tu espíritu a imitarla. El nombre y el servicio a Dios era la principal preocupación de Agur, y por eso oró para ser liberado de ambos extremos financieros. Su relación con Dios era de mayor preocupación que cualquier condición económica. ¡Señor, que así sea!

Solo los necios piensan que las riquezas los ayudarían a servir a Dios. Toda la evidencia lo refuta. Faraón era el hombre más rico de su tiempo, y dijo despectivamente: “¿Quién es el Señor?” Cuando Dios bendijo a Israel, ellos se rebelaron y lo olvidaron. “Pero engordó Jesurún [Israel], y tiró coces (engordaste, te cubriste de grasa); entonces abandonó al Dios que lo hizo, y menospreció la Roca de su salvación” (Dt 32:15).

Las riquezas traen consigo tentaciones irresistibles y, a menudo, una maldición para los hombres que temen a Dios y aman la santidad (Dt 6:10-12; 8:10-14; 31: 20; Neh 9: 25-26; Job 31:24-28). El Señor Jesús advirtió claramente contra los afanes de este mundo y el engaño de las riquezas que ahogan la Palabra de Dios (Mt 13:22).

El joven rico se alejó del Señor cuando Él lo desafió a escoger entre su dinero o el servicio a Dios (Mt 19:16-22). ¡Qué lamentable decisión tomó! El Señor Jesús comentó luego que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja antes que un hombre rico entre en Su reino (Mt 19:23-24). Pídele a Dios que te enseñe el miedo a la prosperidad económica y a las riquezas materiales en general. Pídele que, en vez, te enseñe a amar y seguir al Señor Jesús sin tentaciones.

Tienes una vida económica. Pero cuando hagas transacciones comerciales, trátalas como si no tuvieras nada. Cuando debas hacer negocios con el mundo, limítalos a lo estrictamente necesario (1 Co 7: 29-31). Tu objetivo es vivir libre de estrés y afán económico para agradar y servir mejor al Señor (1 Co 7:32). No puedes servir a dos señores, por lo que la meta de algunos de ser un cristiano rico es una necedad (Mt 6:24; 1 Ti 6:6-10).

La verdadera prosperidad es la piedad acompañada de contentamiento (1 Ti 6:6). ¡Apréndela! Un hombre contento es siempre más feliz que un hombre rico. Y no tiene las preocupaciones del rico. El Señor prometió estar contigo, así que debes estar contento con cualquier cosa que Él te de (He 13:5). Con Él como tu Porción eterna, no hay nada más en la tierra o en el cielo que importe (Sal 73:25-26). Pablo aprendió este contentamiento. Él escribió: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil 4:11-13).

¿Estás satisfecho con lo que Dios te da o te ha dado hasta ahora? Jacob oró por comida y vestido (Gn 28:20-22). El Señor Jesús te enseña a orar por el pan de cada día (Mt 6:11). Y Pablo animó a Timoteo a contentarse con tener comida y qué ponerse (1 Ti 6:8). Es el hombre sabio que no busca las riquezas el que es bendecido con ellas (1 R 3:10-13). Establece bien tus prioridades; y deja que Dios haga el resto.

No pienses ni por un momento que has renunciado a mucho, como lo hizo Pedro una vez, al abandonar las cosas del mundo para ser un discípulo del Maestro. El Señor Jesús le respondió: “No hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros” (Mr 10:28-31). Ahora bien, esto es un intercambio y una recompensa por la cual vale la pena vivir y morir. El joven rico era un perdedor. Tú puedes ser un vencedor (Ap 2:7,11, 17, 26-29; 3:5,12,21).

La pobreza no es un gran temor en América. Pero también deseas que Dios te salve de este extremo de la balanza económica, para que no te veas tentado a pecar para satisfacer tus necesidades básicas. ¡Qué vergüenza ser conocido como cristiano profesante y terminar robando o cometiendo otros delitos financieros para sobrevivir! También está implícito el temor de ser acusado de robar y de mentir bajo juramento (Pr 29:24; Ex 22:10-12; Lv 5:1; 1 R 8:31-32).

Con suficientes medios de subsistencia, hay menos tentaciones de robar, codiciar, negar a los pobres, descuidar el dar u otros pecados financieros que traen reproche contra el nombre de Dios. Es sabiduría orar por un mínimo de misericordia para guardar a los justos de la tentación (Sal 125:3). Alimentos, ropa y otras necesidades básicas son todo lo que realmente necesitamos para evitar los pecados económicos.

Estimado lector, considera el peso espiritual de la oración de Agur. Muchos oran contra la pobreza, pero pocos oran contra la prosperidad. ¿Es posible en una era de avaricia y codicia que una persona ore contra la riqueza y la prosperidad? ¿Está tu afecto en las cosas de arriba? (Col 3:2) ¿O te importan más las cosas de abajo? (Fil 3:18-19) ¿Puede tu alma hacer la oración de Agur con sinceridad?

La persona sabia venderá todo lo que tiene para comprar los tesoros espirituales de Cristo (Mt 13:44-46). Esta persona sabe que el intercambio es enteramente a su favor. El mundo pierde al quitarle las malditas riquezas de sus manos. Y la persona gana su alma en la transacción (Mt 16:26). Vence, al obtener las verdaderas riquezas de gloria, “que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col 1:27).

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COMENTARIO DE PROVERBIOS

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I AM THANKFUL

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miércoles, 19 de octubre de 2022

MEDICINA PARA EL ALMA


¿Puede la victoria sobre el pecado cambiar a una persona completamente?

Una dama, que descubrió el secreto de esta victoria, cambió tanto que pensó que era mejor llevar una nueva fotografía para que la pusieran en su pasaporte en lugar de la antigua. Pero el jefe de la oficina de pasaportes le dijo que era imposible colocar la nueva fotografía para reemplazar la anterior, porque parecía que era una persona totalmente diferente. La dama tendría que hacer una solicitud de pasaportes en la que hubiera firmas de testigos que confirmaran que ella la misma persona.

¿Puede la victoria sobre el pecado cambiar a una persona completamente? La respuesta es un rotundo .

Pero, ¿cómo se pueden vencer los rasgos pecaminosos de nuestro carácter que desfiguran la verdadera vida cristiana? La respuesta es: uno por uno, hasta que la tarea esté completa.

En este estudio, la autora propone los pecados más obvios que todas las personas tenemos, pero que quienes profesamos vida nueva en Cristo, deberíamos eliminar.

Este libro no está destinado a ser leído de una sola vez. Los capítulos sobre los pecados específicos están diseñados más bien para ayudarnos cuando atravesamos ciertos períodos que nos hacen más conscientes de esos rasgos pecaminosos particulares en nuestro carácter. Así, el libro nos ayudará a sacar el mejor provecho de tales situaciones, ya que nos muestra cómo orar y pelear una batalla concreta de fe.












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