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miércoles, 28 de septiembre de 2022

PRACTICA TU INGLÉS CON LOS MANDAMIENTOS DEL SEÑOR JESÚS

 


De todas las cosas hermosas que el Señor Jesús dice en los 4 Evangelios, sus mandamientos directos se pasan por alto fácilmente. ¡Así que aquí están! En orden canónico. De los cuatro evangelios, (y el libro de los Hechos). Espero que te alienten.

No se incluyen órdenes implícitas, como las que comienzan con “Si tú...”, o las que comienzan con “Quien haga esto o aquello...”, ya que son más promesas que órdenes. Se incluyen solo aquellas cosas que Jesús dijo que son mandamientos inequívocos: “Haz esto, no hagas aquello”. Sin embargo, se incluye La paz sea contigo”, ya que no se podría decir si es una bendición o una orden. ¿Quizás son ambos?

Además, donde el Señor Jesús citó las escrituras del Antiguo Testamento o reprendió a Satanás no están incluidas, ya que comienza con “Habéis oído que fue dicho...”

Sin embargo, estos son los mandamientos del SEÑOR Jesús. 234 de ellos. En las propias palabras del SEÑOR Jesús.

Se incluye PDF en inglés.

Id por todo el mundo y proclamad la Buenas Nuevas a toda la humanidad (Mr 16:15). Haz tu parte. Aporta tu grano de arena. Comparte la Palabra de Dios todo lo que puedas. El Señor te ha dado medios.

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I AM THANKFUL






martes, 27 de septiembre de 2022

PACIENCIA Y LENGUA BLANDA

“Con larga paciencia se aplaca el príncipe, y la lengua blanda quebranta los huesos” (Pr 25:15).

¿Se puede ganar a una persona en autoridad? La mansedumbre vencerá al poder. ¿Qué funciona mejor con una persona dura o iracunda? La rendición sumisa deshacerá la dureza. Aquí hay una sabiduría preciosa para tener éxito en las relaciones. Las respuestas instintivas rara vez funcionan.

La sabiduría incluye la capacidad de persuadir a los que están en autoridad, lo cual es un conocimiento muy útil. Las principales autoridades en la vida son los padres, los maridos, los empleadores, el gobierno civil y los pastores. Les mueve más la reverencia paciente que el debate audaz. Aunque tu causa puede ser importante y justa, la sabiduría exige un acercamiento cuidadoso y respetuoso.

Aquí hay una gran sabiduría para tratar con los que están por encima de ti. Es posible que debas persuadir a un jefe para tu causa o disuadir a uno de castigarte. El proverbio aquí trata de la persuasión, pero la misma sabiduría sirve también para la disuasión (Ec 10:4). Esta regla, aprendida y recordada, te dará gran y pacífica habilidad para tratar con aquellos en puestos de autoridad.

El mundo enseña lo contrario de esta sabiduría, y los resultados son horribles. Exigir tus derechos y esperar que una autoridad considere tus opiniones o demandas es orgullosa rebelión y crea amargura. En lugar de mover al que tiene autoridad hacia tu causa, lo obligarás a consolidar su posición y castigar tu insolente insubordinación.

La naturaleza humana es orgullosa, rebelde y egoísta. Asume que todos los hombres son creados iguales y tienen los mismos derechos. Pero la Biblia rechaza tal presunción arrogante. No hay dos hombres creados iguales, y algunos son puestos en los cinco oficios ya mencionados que les dan poder sobre otras personas. Dios creó los oficios de autoridad, y respetarlos hace grande a una persona, a una familia y a una sociedad. La falta de respeto a la autoridad es un problema generalizado en un mundo profano y rebelde.

Salomón escribió como monarca, cuando el rey y los príncipes tenían gran autoridad. Tenían el poder de la vida y la muerte, y no había separación de poderes, amenaza de un jurado que no llega a un acuerdo, medios de comunicación entrometidos o cualquier otra limitación para gobernar. El ejemplo en el proverbio es un príncipe. Salomón te da sabiduría divina para ayudarte a persuadir a alguien en autoridad a considerar tu persona y tu causa. Gran parte de la vida consiste en convencer a los demás, por lo que ésta lección es clave.

Paciencia, es tolerar el desacuerdo o el mal trato. Es humilde longanimidad frente a la adversidad. Se utiliza aquí para describir un enfoque sumiso y perseverante al tratar con la autoridad. Si buscas persuadir a alguien en autoridad para que cambie, debes esperar a que considere tu causa con una actitud de mansedumbre. Exigir impacientemente su atención será totalmente en tu contra. Ni lo dudes.

Una lengua blanda es una metonimia que ilustra el hablar amable y respetuoso (Pr 15:1). Una lengua blanda es tan efectiva que se describe como capaz de romper los huesos de un príncipe. En lugar de discutir o debatir tu caso, date cuenta que una apelación sumisa y reverente funcionará mucho mejor para ti. Las palabras agresivas y duras faltan el respeto al cargo que el otro ostenta, y atacan la legitimidad de su autoridad. En lugar de considerar sobriamente tu causa, defenderá su posición y rango rechazándote por tu insolencia.

Cuanto más bajo llegues en humildad, y cuanto más alto eleves al otro por su posición sobre ti, mayor influencia tendrás sobre él. En la medida en que te proteges y diluyes este enfoque reverente, amable y paciente, pierdes influencia. La sabiduría es de hecho provechosa para dirigir.

David hábilmente usó esta sabiduría apelando al rey Saúl por misericordia (1 S 24:1-22; 26:1-25). Y Abigail, una mujer hermosa y de gran entendimiento, la usó para persuadir a David en contra de la venganza, cuando él estaba furibundo contra su marido (1 S 25:1-42). Lee estos tres capítulos y concéntrate en la elección de las palabras de David y Abigail.

Hijo, una carta respetuosa y amable a tu padre funcionará mucho más que discutir o hacer pucheros. Ambas acciones indican que eres un mocoso malcriado y no mereces nada. Agradécele a tu padre por su bondad hacia ti y declárale tu amor y obediencia hacia él. Humildemente expón tu petición. Recuerda esperar pacientemente su respuesta. No te debe nada.

Mujer, un acercamiento reverente y sumiso hacia tu marido, en el momento y lugar cuidadosamente elegidos, funcionará mucho más y mejor que las demandas altivas, las exigencias presumidas, las quejas o los reproches. Recuerda, él no te debe nada. Espera pacientemente a que considere tu solicitud. Sara y Betsabé llamaron señor a sus maridos, y obtuvieron grandes respuestas de estos hombres poderosos. Las mujeres piadosas renuncian a sus “derechos” para obtener privilegios.

Los empleadores y el gobierno deben ser tratados de la misma manera. Una queja por malas condiciones de trabajo o por un encargo indeseable se recibe mucho mejor cuando se hace con respeto y paciencia que con exigencias, insubordinaciones o amenazas. Todo el mundo sabe que los patrulleros policiales de carreteras responden mejor a las respuestas respetuosas que a las arrogantes.

La aplicación piadosa de esta sabiduría te traerá paz y prosperidad en la vida, y exaltará el fruto de la piedad en la tierra por tu cuidadoso y paciente respeto por aquellos en posiciones de autoridad. La lección aquí fue escrita por un rey brillante, para tu beneficio. Créela. Que al Señor Jesucristo, el Príncipe de los príncipes, le sea dado todo el honor debido.

Complementar esta lectura con el siguiente Comentario.

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jueves, 22 de septiembre de 2022

¿CUÁL ES LA EVIDENCIA DE QUE SOMOS VERDADERAMENTE HIJOS DE DIOS?

“La prudencia consiste en refrenar el enojo, y la honra, en pasar por alto la ofensa” (Pr 19:11).

Puedes ser glorioso hoy, porque alguien seguramente te ofenderá. Con la prudencia (que es la sabiduría de Dios) puedes refrenar tu enojo e ignorar la transgresión contra ti. Puedes dar la otra mejilla, pasar por alto la provocación y elegir la misericordia sobre el enojo. Pero solo aquellos que obedezcan al Señor Jesucristo y sean enseñados por el Espíritu Santo lo harán.

La prudencia es la capacidad de saber la reacción correcta para cada ocasión. Es un sinónimo de la sabiduría, que es ver la vida desde la perspectiva de Dios y responder en consecuencia. Refrenar es aplazar, retrasar o posponer algo. La prudencia piadosa elige retrasar y posponer el enojarse cuando alguien te ofende. Es la marca de un hombre sabio, un espíritu amable y gentil. Es una señal de madurez cristiana, porque sólo los malvados y los necios contraatacan rápidamente.

La mayoría de las personas, cuando se sienten ofendidas por otros, se enfurecen con hostilidad; eligen sentirse lastimadas, se indignan, crujen los dientes y traman venganza. No tienen prudencia ni dominio propio, porque los sentimientos gobiernan sus corazones. No conocen el autocontrol, porque primero reaccionan y luego piensan. Esta es la marca de un espíritu orgulloso y rebelde (Pr 16:28; 28:25), contrario a la sabiduría y la gracia de lo alto (Stg 3:17).

La ira es locura temporal; es ceder a las demandas acaloradas del orgullo herido y del resentimiento, lo que hará que juzgues mal una ofensa y tomes represalias desproporcionadas (Pr 14:17). Una vez que la ofensa se convierte en conflicto y contienda, entonces tienes una guerra que no termina fácilmente (Pr 17:14; 18:19). La prudencia es la sabia elección para recuperar la cordura antes de responder a una ofensa contra ti.

Debes aprender que la ira que no liberada se disipa; pronto se evapora. A menudo, al día siguiente apenas recordarás la ofensa del día anterior. Pero este beneficio requiere dos cosas: debes refrenar tu enojo en vez de expresarlo, y debes mantener un espíritu que se regocije en pasar por alto las ofensas. Aprende a refrenar tu ira (Pr 14:29).

Debes elegir un espíritu que se gloríe en perdonar a los que te hieren, eligiendo el camino de la sabiduría, la paz y el amor (Pr 17:9; 1 Co 13:4-7; Stg 3:17). El espíritu que se gloría en la venganza o retribución rápida es del infierno (Stg 3:14-16), y debes rechazarlo y someterlo. La inclinación natural del ser humano hace que se enorgullezca en detectar las ofensas y responder rápidamente contra ellas. Esto es maldad, es pecado. Escoge, en vez, la misericordia, la paz y el amor.

La ofensa aquí son trasgresiones de otros contra ti. Este proverbio no te está enseñando a pasar por alto o transigir con los pecados contra Dios o la autoridad legítima. La autoridad de los padres, el gobierno civil y los empleadores aún deben hacer cumplir las normas. La ofensa aquí son las transgresiones relativamente menores de otros que te irritan y te provocan.

Este es un proverbio maravilloso, uno de los mejores. Si se practicara de manera constante, las relaciones personales serían perfectas y las sociedades humanas serían alegres y productivas. Esto es amor fraternal verdadero. Los matrimonios que observen esta regla serán gloriosos. Las iglesias que practiquen esta prudencia serán felices y llenas del Espíritu. Si todos pasaran por alto las ofensas personales y se gloriaran en la oportunidad de perdonar, la vida sería maravillosa.

Pero el orgullo impide que el hombre postergue la manifestación del enojo. Debe devolver el golpe en rápida venganza para proteger su imaginada superioridad y sentimientos heridos. Al desear la preeminencia sobre los demás, debe proteger sus propios intereses. Aparecen rostros hoscos, se pronuncian palabras ásperas, se lanzan críticas injustas, e incluso se llega a los golpes. Este es un necio orgulloso reaccionando como un necio orgulloso.

La sabiduría de Dios no cambia. El Señor Jesús la enseña claramente en Mateo 5:38-48, donde nos ordena ofrecer la otra mejilla a nuestros enemigos personales. Nos ordena a no resistir al mal, cuando es una ofensa personal contra nosotros. Nos ordena a hacerle el bien a nuestros enemigos. Este es el camino de los pacificadores piadosos, y debemos volvernos buenos en esto. Debemos gloriarnos en el perdón que le damos a nuestros enemigos. Esto demuestra que somos verdaderos hijos de Dios.

Pedro, siempre impetuoso, le preguntó al Señor cuántas veces tenía que perdonar a un hermano que lo ofendiera. Quería el límite de siete, después de lo cual podía justificar la venganza. Pero el Señor Jesús elevó la marca a setenta veces siete, muy por encima de la prudencia natural de Pedro (Mt 18:21-35). Sin embargo, por la gracia de Cristo, podemos ser tan piadosos y justos (Fil 4:13).

El mundo no conoce la sabiduría de este proverbio. Honra a los hombres que no soportan las ofensas, a los hombres que devuelven el golpe rápidamente y más fuerte de lo que fueron golpeados. Glorifican a los hombres que se vengan violentamente y tienen la última palabra o dan el último golpe.

Pero los hombres poderosos de Dios son aquellos que aman la misericordia y pueden pasar por alto las ofensas personales e ignorar su propio daño o pérdida (Miq 6:8; 1 Co 6:1-8). Dios mostrará misericordia hacia tales hombres y los engrandecerá, como lo hizo con David en su trato con Saúl (Sal 18:19-26).

El cristianismo es la religión del perdón, porque es la piedra angular de tu relación con Dios y con los demás (Mt 6:14-15; Ef 4:31-32; Col 3:12-13). Se necesita mucha más gracia de Dios y carácter cristiano para pasar por alto una ofensa personal que para devolver el golpe con ira. La sabiduría y el poder de Dios es el deseo y la capacidad de gobernar un espíritu indignado (Pr 16:32; Stg 1:19-20). Aquellos que piensan que pasar por alto las ofensas es debilidad, miedo o cobardía, son necios.

El Señor Jehová reveló Su gloria a Moisés de esta manera: “Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad” (Ex 34:6). ¡Observa lo que constituye la gloria de Dios! ¡Su misericordia, gracia, longanimidad, bondad y verdad! ¿Qué tan piadoso eres?

Te ofenderás hoy por cómo te tratan los demás. Es una certeza en un mundo pecador que recibirás un mal trato. Tendrás numerosas oportunidades de practicar la sabiduría, la gracia y la gloria de Dios. ¿Qué vas a hacer? ¿Aplazarás la ira o el resentimiento y te gloriarás en una oportunidad de mostrar la gracia de Jesucristo en tu vida? ¿O devolverás el golpe verbal o corporalmente para protegerte?

Que la gracia y la fuerza del Señor Jesucristo te convenza por Su Espíritu a poner en práctica este proverbio. ¡Vencer el mal con el bien! Que el mundo vea tus buenas obras de misericordia y perdón y el reino de Dios exaltado y honrado por tus acciones.

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UN ASUNTO DE VIDA O MUERTE

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COMENTARIO DEL APOCALIPSIS

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martes, 20 de septiembre de 2022

UN ASUNTO DE VIDA O MUERTE

Pregunta a diez cristianos en qué se puede resumir toda la esencia de la (primera) venida de Cristo, y al menos nueve de esas diez personas te dirán: “¡Para el perdón de nuestros pecados!”

Es posible que hayas visto alguno de esos stickers cristianos que dicen: “Los cristianos no son perfectos, solo perdonados”. No sé a ti, pero a mí me entristecen esas calcomanías.

¿Es la única diferencia entre un santo y un pecador el hecho de que el santo fue perdonado por la borrachera de anoche y el pecador no lo ha sido? 

Cuando este pasaje se haga realidad: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mt 16:27), ¿la única diferencia entre los salvos y los perdidos será que los que serán salvos lo serán porque “sus obras” están cubiertas de rojo, y las de los perdidos no lo están?

¿O los salvos lo son porque vivieron de manera diferente a los perdidos? 

Una Religión Sangrienta

El cristianismo es una religión sangrienta, no hay duda al respecto. Sin embargo, la esencia misma y la razón por la que es sangrienta se malinterpretan gravemente. La percepción común acerca de la sangre de Cristo es que compra el perdón de los pecados de un Padre implacable que está airado contra los pecadores y solo puede ser satisfecho a través de un sacrificio que incluye sangre. Cuando este Dios airado ve sangre, entonces, y solo entonces, deja a un lado su ira para comprometerse a Sí mismo a tener comunión con los hasta ese momento intocables.

¿Es este escenario la verdadera razón de la sangre? ¿Es la ira de Dios incapaz de perdonar a uno, a menos que primero pueda descargar Su ira sobre alguien (que es una idea que muchos cristianos sostienen)? ¿Es Él, el Dios de eterna misericordia, un Dios que requiere que sus criaturas perdonen a su prójimo setenta veces siete en un día, pero Él mismo es incapaz de perdonar a menos que la sangre fluya de algún sacrificio? Él nos ordena que desechemos toda ira y enojo (Col 3:8), pero Él mismo no apacigüará Su ira hasta que haya encontrado a alguien con quien desquitarse, ¿incluso si eso significa matar a su propio Hijo en sustitución de el pecado de otro?

Tal vez haríamos bien en reconsiderar nuestra comprensión de la necesidad de la sangre en la religión cristiana.

¿Qué es la Sangre?

Esta parece una pregunta tonta. Sin embargo, parece que nos hemos perdido un punto importante al no detenernos a reflexionar sobre versículos como Deuteronomio 12:23:  

“Solamente que te mantengas firme en no comer sangre; porque la sangre es la vida, y no comerás la vida juntamente con su carne”.

La letra de este mandamiento es clara: el líquido rojo que corre por las venas de los humanos y animales no debe comerse. El punto es que la sangre contiene esa esencia o sustancia que llamamos vida. No es necesario que nos devanemos los sesos tratando de comprender qué es y en qué consiste la vida, porque todos sabemos que si drenas la sangre de un ser que tiene sangre, la vida cesa en ese ser. Por lo tanto, Dios nos explica que si una persona come sangre, está participando de la vida del animal o de la persona en la que una vez esta sangre fluyó.

Este punto es importante así que vale la pena repetirlo: quien come sangre está participando de la vida del animal o de la persona en la que fluyó esa sangre. ¡Esta es la clave que explica el misterio de nuestra religión sangrienta!

Situémosnos directamente en una escena del Nuevo Testamento. Estamos en Judea, Capernaum para ser exactos. Hay una gran multitud de personas escuchando a un Maestro de la ley que va mucho más allá de la letra de esta. La multitud está compuesta por judíos, a quienes se les ha prohibido estrictamente desde los tiempos de Moisés comer sangre; nunca lo han hecho, ni siquiera piensan en ello, y este es uno de los puntos clave de su ley, un punto que defienden enérgicamente. Sin embargo, escuchan a este Maestro mientras explica su enseñanza:

“De cierto, de cierto os digo, que si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6:22).

¡Imagina la conmoción! ¡La indignación! ¡Decirle a un montón de judíos que tenían que beber su sangre para tener vida! No es de extrañar que muchos de los oyentes dijeran “Dura palabra es esta...”, y que muchos de ellos se sintieran ofendidos, confundidos, escandalizados ante tal enseñanza.

Los que están entre la multitud se miran unos a otros y se dicen: “Este hombre blasfema. Es un falso maestro. Está poseído por Belcebú. ¿Decirnos que tenemos que beber sangre para vivir? Y más específicamente, ¿su sangre? ¡Yo me voy de aquí! ¡Está loco! ¡No hay nada más contrario a la Ley que eso! Hasta los niños lo saben.”

Está era una táctica del Señor: llamar la atención con un dicho que pareciera contradecir a Moisés, para luego dar el verdadero significado de la declaración: por qué Dios había prohibido comer sangre. 

Dios había prohibido comer cualquier otra sangre, por la sencilla razón de que quería que Su pueblo bebiera solo una sangre determinada... ¡la sangre del Mesías! ¡La única fuente de vida, la única vida de la que Dios quería que la humanidad participara, era ésta vida que está en Su Hijo unigénito! (1 Jn 5:11).

En esto reside el secreto de la sangre: la sangre es la vida. Si participamos de la sangre, estamos participando de la vida—del Espíritu—del dador de esa sangre. Y la prohibición mosaica queda clara ahora: ¡No participéis de ningún otro espíritu que no sea el Espíritu—la vida—del Mesías!

Sangre en el Santuario

En otra ley mosaica (Lv 16:1-34), vemos sangre una vez más, esta vez saliendo de machos cabríos y toros. La escena es la cámara interior del santuario, el lugar donde nadie podía entrar, excepto el sumo sacerdote. Resumiendo la secuencia de eventos, los animales eran asesinados, y el sumo sacerdote tomba su sangre, entraba al santuario y rociaba la sangre sobre el arca del pacto y su tapa, llamada “el propiciatorio”. Parte de este “propiciatorio” consistía en dos ángeles uno frente al otro, con las alas extendidas, ambos pares tocándose las puntas.

El tema expresado con esta acción, es que es solamente a través de la ofrenda de sangre que se puede quitar la condena de la ley y se pueden cubrir las violaciones de las leyes de Dios.

La palabra griega para “propiciatorio” (He 9:5) es hilasterion, que significa “el que hace la expiación” o “aplacamiento”. Conlleva la idea de la remoción del pecado. En Ezequiel 43:13-15, el altar de bronce del sacrificio también es llamado hilasterion (el propiciatorio) en la septuaginta (la traducción griega del antiguo testamento) debido a su asociación con el derramamiento de sangre por el pecado.

El “secreto” del santuario interior era que Dios, Jehová, habitaba ahí, entre esas dos alas extendidas sobre el arca del pacto. No había imagen de Dios en esa habitación, ya que la semejanza de Dios no podía ser representada por nada creado. Él simplemente tenía esa área entre esos querubines como “Su espacio”.

Ahora, detengámonos a considerar. ¿Qué representaba el tabernáculo, sino un ser humano? (1 Co 3:16) ¿Y qué significaba el santuario interior sino el mismo espíritu del hombre? En el espíritu del hombre estaba el arca del pacto, que contenía los símbolos de la existencia y la ley de Dios: la vara de Aarón que reverdeció, una vasija de maná y las piedras con los mandamientos. Esta arca simboliza la conciencia del hombre, en el espíritu del hombre. Justo encima de eso estaba el área donde se suponía que moraba la presencia de Dios.

Dios hizo el espíritu del hombre con un propósito; ¡debía de ser Su morada especial! Pero había un problema: ¡el pecado! Dios es puro (santo), y es completamente imposible para Él habitar donde existe el pecado voluntario.

La Raíz del Problema

Pero el problema es más profundo que nuestros pecados deliberados. Se remonta al primer hombre, Adán. Dios creó a Adán, dándole libre albedrío y una ley por la cual vivir. Dios, conociendo la posibilidad y la tentación de Adán de pecar, le advirtió a Adán: “El día que comas del árbol, morirás”.

Conocemos demasiado bien la triste y miserable historia. Adán desobedeció. Y ese día Adán murió. No, él no murió la muerte física en ese día, sino que murió en su espíritu: el Espíritu de Dios salió de ese santuario interior.

La muerte no es una sustancia o esencia como lo es la vida. La muerte es simplemente la ausencia de vida, del mismo modo que la oscuridad es la ausencia de luz. La única forma de crear oscuridad es eliminar la luz. Y la única forma de crear la muerte es eliminar la vida. Y cuando Dios, que es la Vida, salió del espíritu de Adán, Adán murió. El mismo día en que Adán pecó, el Espíritu de Dios salió de él, y Adán murió. Cuando el espíritu humano deja el cuerpo, el cuerpo muere. Cuando el Espíritu de Dios deja el espíritu humano, el espíritu humano muere; esto se llama muerte espiritual.

Como consecuencia de ese primer pecado, todos los descendientes de Adán nacemos espiritualmente muertos—el Espíritu de Dios no mora ahora automáticamente en el santuario interior, nuestro espíritu. Dios está con los bebés y los niños, pero no reina en ellos. El pecado no se imputa a los niños (o inocentes en general: piénsese, por ejemplo, en las personas que nacen con enfermedades mentales—Ro 5:13). El pecado no se imputa a los inocentes, pero están desprovistos del Espíritu Santo en el santuario interior. Así, por causa de Adán, toda la humanidad nace muerta espiritualmente (1 Co 15:22).

¡Ahora, las buenas noticias! Así como en Adán todos hemos muerto, así en Cristo todos podemos ser vivificados para vida eterna. ¿Cómo sucede esto? ¡Con la sangre de la expiación (o remoción del pecado)!

La sangre de los animales para la expiación se derramaba sobre un platillo de bronce, se llevaba al santuario interior y se rociaba sobre el arca. Ahora, el “secreto”, el núcleo mismo de la religión cristiana es: la sangre no—como muchos suponen—simplemente “compra” el perdón de Dios, sino que Dios ¡DA VIDA AL ESPÍRITU DEL HOMBRE a través de ella! 

La vida que estaba en el sacrificio de expiación era drenada del animal y transferida al santuario interior. Era—usando la terminología médica moderna—una “transfusión de sangre” celestial, un otorgamiento de la vida de uno al otro. 

¿Quién es nuestra “expiación”, nuestra propiciación? (Ro 3:25) Jesús, el Mesías, por supuesto. El Cordero de Dios. Él fue asesinado, y Su vida, Su sangre, fue sacada de él y puesta en nosotros, vivificando nuestro espíritu muerto. Fue un nuevo nacimiento de nuestro espíritu (Jn 3:6); un recibir de vida; una regeneración; una renovación. En una palabra, una salvación; la resurrección de un cadáver.

Lee atentamente los siguientes versículos:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga perdón de pecados” (Jn 3:16).

“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis perdón de pecados” (Jn 6:53).

“Este es el testimonio: que Dios nos ha dado perdón de pecados; y este perdón de pecados está en su Hijo” (1 Jn 5:11)

¿Leíste estos versículos, como te dije, atentamente? ¡No, no lo hiciste! Si lo hubieras hecho habrías notado que los cité mal, a propósito. De hecho, los cité porque mucha gente los entiende, o mejor dicho, los malinterpreta así como los escribí. El Señor Jesús no derramó su sangre en la cruz simplemente para comprar el perdón por nuestros pecados. 

¡Él murió para que Su sangre— Su vida, Su  espíritufuera transferida a nosotros! 

Ahora lee los versículos de nuevo, reemplazando la frase “perdón de pecados” con la palabra real: “¡VIDA!”

Salvados por la Sangre

¡Salvados por la sangre! Sí, ya lo sabía, te escucho decir.

Pero, ¿cómo nos salva esta sangre de manera práctica, en nuestro diario vivir? Porque si no traducimos esta salvación en obras, hay razón para dudar de nuestra salvación. Después de todo, la fe sin obras es muerta (Stg 2:14-17).

Imagínate a un hombre impaciente. ¿Qué puede vencer su impaciencia sino la paciencia? Pero él se da cuenta de que no tiene paciencia para expulsar su impaciencia. Entonces, llega Jesús y se ofrece a darle, como un regalo inmerecido, Su paciencia. Vierte en el hombre Su paciencia, y la impaciencia es vencida, ahuyentada. Es, ahora, un hombre paciente.

Imagínate a una mujer atormentada por la amargura. ¿Qué puede vencer esa amargura sino una gran dósis de perdón? Pero, ¡ay!, no tiene nada de perdón dentro de ella. Aquí viene un hombre, el hombre Cristo Jesús, y tiene mucho perdón para dar, de sobra. Así que toma un poco de ese perdón del que está lleno y lo rocía en el interior de ella. ¡Su perdón la  libera de su falta de perdón!

Imagínate que te das cuenta de que la causa subyacente de todos tus pecados es un espíritu débil. Sí, tu espíritu está dispuesto y deseoso de vivir recta y santamente, pero simplemente no puedes hacerlo, eres incapaz de hacer lo que deseas (Ro 7:15) . Dios no vive en tu espíritu; está muerto, desprovisto de esa “Vida-Que-Es-Eterna”. ¿Qué puede salvarte? ¡Nada más que la sangre—la vida, el Espíritu—de Jesús!

[Estos ejemplos dados son una simplificación, por supuesto. La realidad es más compleja: es un proceso, no es algo que ocurre de la noche a la mañana o que el Señor hace por nosotros sin nuestra participación.]

Con fe, te diriges al Señor Jesús. Por medio de la fe, recibes esa sangre que da vida. ¡Tu espíritu revive! ¡Eres libre! ¡Tu espíritu muerto ha resucitado a una vida nueva! ¡Alabado sea Dios por la sangre del Cordero!

Sí, el primer Adán fue hecho alma viviente, pero el segundo Adán, Jesucristo el Señor, fue hecho espíritu vivificante (que da vida) (1 Co 15:45). El núcleo mismo del cristianismo es la VIDA NUEVA, no el perdón de pecados.

El Nuevo Pacto es un Pacto de Vida Eterna, no de perdón de pecados solamente. El perdón de pecados lo obtenían hasta los israelitas del Antiguo Testamento por medio de la sangre de bueyes y carneros.

Pablo escribió a los Gálatas: “Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley” (Gl 3:21).

Nótese lo que él señala como la suprema debilidad de la ley Mosaica: no podía DAR VIDA. Anteriormente en el capítulo, les había hecho una pregunta sencilla: “Solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?” (Gl 3:2)

La pregunta es, en otras palabras, ¿qué hizo que recibieras el bautismo del Espíritu Santo: la fe, o la circuncisión y la observancia del sábado?

La respuesta es, la fe, por supuesto. 

Pablo equipara la salvación con eso de “recibir el Espíritu”. Fue el Espíritu de Dios viniendo al corazón del hombre lo que lo liberó del pecado. Este Espíritu es la sangre vital del cristianismo. Este Espíritu es el don, totalmente inmerecido, dado al hombre SÓLO por fe. En una palabra, el Espíritu es la gracia de Dios que da vida.

Nuestra expiación fue el sacrificio del Señor Jesús, y luego Su sangre fue rociada en nuestro santuario interior para traernos a la vida. Sí, fuimos perdonados... pero con esa sangre pasó mucho más que perdonarnos. ¡Nos hizo vivir por eso! Nos dio VIDA  eterna. 

¿Qué hace exactamente la vida de Cristo—su sangre—por nosotros cuando es rociada en nuestro espíritu?

  • Nos provee el perdón de los pecados cometidos (Ef 1:7)
  • Limpia nuestra conciencia de obras muertas (He 9:14)
  • Nos hace santos (He 13:11)
  • Nos hace rectos, justos (Ro 5:9)
  • Hace posible el reencuentro con Dios—después de todo, Dios, que es Vida, no puede morar con la muerte—(Ro 3:25)
  • Nos redime (compra) de Satanás, el pecado y la muerte espiritual (Hch 20:28, Col 1:14, Ef 1:7)
  • Limpia (purga) nuestro corazón del pecado (1 Jn 1:7)
  • Perfecciona nuestras buenas obras (He 13:21)
  • Nos da poder sobre Satanás (Ap 12:11).

En Resumen

Volviendo a ese sticker en el parabrisas mencionado al inicio: “Los cristianos no son perfectos, solo perdonados”. ¿Es eso cierto?

Como hemos visto, no es la verdad. Los cristianos son más que “simplemente perdonados”. ¡Hemos nacido de nuevo por el Espíritu de Cristo que vive en nosotros!

El verdadero cristianismo es más que un asunto de ser o no ser “perdonados”. El verdadero cristianismo es un asunto de estar vivos o muertos

Pablo dice:

“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Ef 2:1).

Allí estábamos, acostados en el vómito de nuestra propia miseria, esforzándonos por realizar obras de vida, pero sin vida ¡Imagina  un pájaro sin alas (las alas son símbolo de vida) tratando de hacer las obras de uno vivo, tratando de remontarse al cielo! Imagina un árbol muerto tratando de producir manzanas Golden Delicious. Imagina a una persona desprovista del Espíritu de Dios—espiritualmente muerta—tratando de producir los frutos del Espíritu.

Eso no sucederá. Y este hombre espiritualmente muerto puede pedir perdón 1000 veces al día, pero eso no producirá el fruto deseado. ¿Qué puede salvarlo de su muerte?

¡La sangre del Cordero de Dios! La vida del Mesías Crucificado! ¡Solo la Vida puede vencer a la muerte!

El verdadero cristianismo es una cuestión de vida o muerte. 

¿Has bebido la sangre de Cristo? ¿Lo haces a menudo? ¿Estás vivo o muerto? ¿Estás viva o muerta?

Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Co 13:5).

Dentro del cristianismo evangélico tradicional se enseña que cuando alguien recibe al Señor Jesucristo como su Señor y Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en esa persona y esa persona es sellada para siempre con Él. (Recibir el Espíritu Santo es beber la sangre de Cristo.) Pero no se enseña que el Espíritu puede abandonar a esa persona debido al pecado, como le sucedió a Adán. Decir esto, provoca la misma reacción de los judíos mencionados arriba en este artículo, a los que el Señor les dice: 

“De cierto, de cierto os digo, que si no coméis la carne del Hijo del hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6:22).

Pero quien conoce al Señor sabe que estas palabras se pueden parafrasear de esta manera sin alterar para nada el significado del mensaje:

“De cierto, de cierto os digo, que si no obedecéis las palabras del Hijo del hombre, y recibís su Espíritu, no tenéis vida en vosotros”.

De nuevo, las buenas noticias son:

Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lc 11:13).

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jueves, 15 de septiembre de 2022

LA BATALLA ARRECIA


Los hombres sanguinarios aborrecen al perfecto, mas los rectos buscan su contentamiento” (Pr 29:10).

Estás en una guerra. ¿De qué lado estás? Estás en una guerra. ¿Estás preparado para la batalla? Es aquí; y se pondrá peor. Los malvados de este mundo odian a los justos y quieren deshacerse de ellos, pero los hombres buenos aman a los justos y buscan su prosperidad y amistad.

Desde el principio, en la primera familia sobre la tierra, este violento conflicto fue rápidamente visible, pues Caín asesinó a su hermano menor Abel. ¿Por qué Caín hizo algo tan malo y terrible? Porque amaba el pecado y odiaba a Abel por ser mejor que él (1 Jn 3:12).

Por difícil que sea para algunos comprender un odio tan violento, el espíritu asesino de Satanás todavía controla los corazones de la raza humana (Jn 8:44; Ef 2:1-3). Solo la mano restrictiva de Dios evita que Satanás use a los malvados contra los creyentes hoy (Sal 76:10). El odio está ardiendo con saña, pero Dios todavía restringe a Su enemigo de la mayoría de los actos extremos. Sin embargo, el tiempo de expulsar a Satanás del cielo y permitirle derramar la sangre de los creyentes está acercándose rápidamente (Ap 12:12-17; 20:7-9).

Este antagonismo profundo y depravado sorprende a la mayoría, porque no lo han oído predicar ni lo han visto en acción. Su religión carnal, con sólo una forma de piedad y mayor amor por los placeres que por Dios, no atrae el odio violento de Satanás o los malvados. El proverbio dice que los sanguinarios odian a “los rectos”. Las iglesias contemporáneas y los cristianos carnales que componen el 99% del cristianismo de hoy no califican. Satanás no necesita odiarlos ni perseguirlos; ya están haciendo un buen trabajo destruyendo el reino de Dios desde adentro.

Pero el odio feroz contra los verdaderos santos nunca ha disminuido y va en aumento. El conflicto entre el bien y el mal está subiendo su temperatura, mientras se acerca a la batalla final. Los justos odian a los impíos, y los impíos odian a los justos (Pr 29:27; Sal 139:19-22). Los hombres buenos abominan a los escarnecedores, y los escarnecedores los odian a ellos (Pr 24:9; 9:8). Los malvados acechan, traman, rechinan los dientes y conspiran para matar a los justos (Sal 37:12,32). Créelo, ¡pero Jesús gana!

Bajo el trono de Dios está la congregación más gloriosa y preciosa jamás reunida: los mártires de Dios (Ap 6:9-11). Los que odiaban a los rectos los asesinaron, como dice el proverbio. Muchos de ellos sufrieron tormentos y torturas indecibles antes de que se les permitiera morir. Hombres sabios leen y reflexionan sobre algunas de las historias de estas brutales campañas contra los hijos de Dios. Puedes leer sobre ellos en El Libro de los Mártires de Fox o en El Espejo de los Mártires. Estos mártires debieran ser tus héroes más dignos (He 11:35-38), porque Dios los ama.

Considera al Señor Jesucristo. Sanó a un hombre, y los líderes religiosos inmediatamente conspiraron para asesinarlo (Mt 12:13-14). Hay un espíritu en este mundo, el príncipe de la potestad del aire, Satanás es su nombre, que agita y dirige a los malvados en su violenta ira y odio contra los justos. Nunca fue más obvio que contra Jesucristo. Si dudas de la animosidad que indica este proverbio, piensa en Jesús de Nazaret.

Los líderes religiosos de su propia nación estaban envenenados contra Él, aunque Él era inocente de cualquier crimen, aunque sólo hizo el bien, y cumplió todas las profecías acerca de su Mesías en las Escrituras que ellos besaban en sus sinagogas. Usaron la típica táctica mundana de calumniar a Jesús y extorsionar a Pilato para que lo crucificara al insinuar que Jesús era un enemigo del estado. Como Pilato temía a los mundanos, ordenó su muerte.

El Señor Jesús les dijo a sus discípulos que el mundo los odiaría porque su forma de vida es mala (Jn 7:7). Les dijo, además, que el mundo también los odiaría porque Él los había escogido del mundo y ya no eran parte de él (Jn 15:18-19). ¿No deberías esperar tú lo mismo? “No os asombréis si el mundo os aborrece” (1 Jn 3:13). Si le dices claramente a una persona mundana que su estilo de vida está mal, querrá matarte.

Este mundo odia a cualquier hombre o mujer que tome partido por la justicia y la santidad. Si vives piadosamente en Cristo Jesús, sufrirás persecución (2 Ti 3:12). Estos tiempos peligrosos de los últimos días están llenos de los llamados cristianos que son aborrecedores de lo(s) bueno(s) (2 Ti 3:3). ¿Por qué odian a una persona solo porque es buena? Piensa en Satanás. Piensa en Caín. Piensa en los fariseos. Son los engañados por el diablo, y les encanta que ser así.

Si tú y tu iglesia no son despreciados y odiados por el mundo, entonces tú y ellos están viviendo mal. Es así de simple. Si tu iglesia está explotando en crecimiento en esta generación malvada, es una iglesia corrupta. El Señor Jesús no vino a traer paz a sus discípulos; vino a traer espada, y los enemigos del hombre serán los de su propia familia (Mt 10:34-36). Estás en una guerra. ¿Estás preparado para la batalla? Es aquí; se pondrá peor. ¡Se valiente!

En este proverbio, entiéndase “mas los rectos buscan su contentamiento” como buscando el fortalecimiento espiritual de los rectos, no el agradar a los sanguinarios. Haces esta elección en interpretación por tres razones: Porque los justos sí buscan el alma de los rectos, no buscan el alma de los sanguinarios, y es el antecedente más cercano al pronombre “su”. La lección es la diferencia entre cómo los hombres malvados y los hombres piadosos tratan a las personas que son rectas en su carácter y conducta.

Si amas al David de la Biblia, considera. Buscó a todos los que temían a Dios para que fueran sus amigos (Sal 119:63,79), pero no tenía tiempo ni deseo para los malvados (Sal 26:5;119:115). No podía soportar a los hombres malos a la vista, en su presencia o en casa (Sal 15:4; 101:3-8). Odiaba a los enemigos de Dios y los consideraba sus enemigos (Sal 31:6; 139:21-22). Aquí hay un buen ejemplo de un hombre justo para que lo sigas, si quieres ser un hombre o una mujer conforme al corazón de Dios.

Los justos buscan el alma de los rectos. Los justos se aman unos a otros y buscan el bienestar espiritual en común (Jn 13:35). Los verdaderos ministros de Dios deben ser amantes de los hombres buenos (Tit 1:8), y lo son (2 Ti 1:3-4; 2 Jn 1:1; 3 Jn 1:1). Revisa tu corazón con esta medida. ¿Te encantan los rectos, los justos, los santos? ¿Tus mejores amigos son las personas más santas que conoces? ¿Anhelas su justa comunión y deseas servirles bien? ¿Saben que pueden contar contigo para cualquier cosa cuando el odio y la persecución los amenazan?

Saúl trató de matar a David, pero Jonatán lo buscó y lo protegió. Jezabel trató de matar a los profetas de Dios, pero Abdías escondió a cien de ellos en cuevas y los alimentó (1 R 18:3-4). Los obstinados judíos conspiraron para destruir a Jeremías, pero Ebed-melec lo rescató (Jer 38:1-13). Herodías odió a Juan por condenar su adulterio e hizo que lo mataran, pero sus discípulos buscaron incluso su cuerpo decapitado para darle un entierro apropiado (Mr 6:16-29).

Los judíos sedientos de sangre odiaron al Señor Jesucristo, y lo traicionaron y asesinaron violentamente, aunque no había ningún pecado en su vida (Is 53:9). Él era impecable e inmaculadamente perfecto, así que lo odiaron y lo crucificaron cruelmente por medio de los soldados romanos. Sin embargo, hubo hombres justos de todas las naciones que lo buscaron como a ningún otro (Jn 12: 20-22; Lc 10: 38-42), y todavía hoy hay unos pocos dispersos que buscan el alma del Señor Jesucristo (Is. 1:9), a pesar del odio feroz del mundo hacia ellos y su Señor.

¿Qué debes hacer? Comprende la lección y prepárate para sufrir por la piedad. Ora por los que hoy sufren el martirio. Encuentra y únete a creyentes que estén buscando los caminos antiguos de la Palabra de Dios sin importar el número o la popularidad. Odia a los impíos como enemigos de Dios y de Jesucristo (Sal 15:4; 139:21-22). Ama y ayuda a los hombres piadosos que puedas encontrar. Regocíjate y salta de alegría cuando te alcance la persecución, tal como enseñó el Señor Jesús (Lc 6:22-23). Recuerda que estás en buena compañía, porque Él y sus apóstoles la sufrieron primero.

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miércoles, 7 de septiembre de 2022

EL FAVOR O LA CONDENACIÓN DEL SEÑOR

“El bueno alcanzará favor de Jehová; mas él condenará al hombre de malos pensamientos” (Pr 12:2).

Dios puede sacar a los mendigos de una cloaca y ponerlos en el trono de gloria, y puede poner a pastar al monarca más grande de la historia del mundo, literalmente (2 S 7:8; Dn 4:27-33). El verdadero Dios recompensa tu conducta en esta vida: piensa en David y Nabucodonosor; y Él te recompensará en la próxima vida también: piensa en Lázaro y el hombre rico (Lc 16:19-31).

Te haría bien leer la oración de alabanza de Ana (1 S 2:1-10). Ella sabía que el Señor Dios lo escudriña todo, y que pesa las acciones de los hombres. Ella lo alabó por Su gran obra de poner a una persona en alto y humillar a otra. El Señor hizo una gran diferencia entre ella y su rival (1 S 1:4-8,17-20; 2:18-21,26).

El favor del Señor es algo maravilloso. Es mejor que el toque mítico de Midas, mejor que la amistad con Bill Gates, y mejor que la Medalla Presidencial de la Libertad con distinción. No hay nada igual en este mundo ni en el venidero (Sal 4:6-8; 16:11). ¿Cómo puedes medir tener al Señor como tu Amigo, Consolador, Benefactor y Protector?

Su favor puede hacer toda la diferencia del mundo en la vida de una persona. ¿Lo comprendes? ¿Puedes verlo? ¿Cómo puedes describirlo? Si Él bendice tu alma, tu cuerpo, tu matrimonio, tus hijos, la obra de tus manos y tu destino eterno, ¿qué más hay? (Sal 1:1-6; 73:23-27; 128:1-6; 144:11-15) 

Pero Su condenación es algo horrible. Supera con creces cualquier desastre personal o natural, porque el Dios Creador se convierte en tu enemigo y te atormentará en esta vida y en la próxima. Él puede atormentar tu alma con temor y temblor indescriptibles (Dt 28:65-68). El cáncer terminal y la aniquilación son un alivio en comparación a lo que Él puede hacerte. ¿Cómo puedes medir el horror del Señor Dios persiguiéndote hasta la eternidad? (Sal 35:5-6)

El Señor Jesús les dijo a Sus discípulos que el dolor y la muerte no eran nada en absoluto. ¿Por qué temer a los hombres, preguntó? No pueden hacer nada grave o duradero. Él les enseñó que la única Persona digna de temer era Su Padre, quien podía matar el cuerpo en esta vida y luego enviar tanto el cuerpo como el alma al infierno para el tormento eterno. Deben temerle a Él, advirtió el Señor Jesús (Lc 12:4-5).

¿Qué hace esta diferencia: la gran distancia entre las dos respuestas de Dios? Tus elecciones, hoy. ¡Así es! Tus elecciones de hoy serán buenas a Sus ojos, o serán malas. ¿Crees que puedes hacer lo que quieras? ¿Crees que tienes derecho a tu propia vida? ¿Crees que puedes protegerte de Él? ¿Crees que puedes evitar el castigo por tu pecado? ¿Crees que Él no ve, no oye, no siente, no discierne aún las intenciones de tu corazón? ¿Crees que no le importa: que no tiene una opinión? ¡Adivina otra vez, persona necia!

Una persona buena es hecha buena por la gracia de Dios (Sal 14:1-3; Gl 5:22-23), pero la gracia de Dios debe ser usada para ser la clase de persona buena que Dios quiere aquí y ahora (1 Co 15:10; 2 Co 6:1). Una persona buena encuentra el favor del gran Dios echando mano de la sabiduría y obedeciéndola (Pr 8:35). La persona necia rechaza la sabiduría, y al hacerlo daña su propia alma y elige en su lugar la muerte (Pr 8:36).

La diferencia entre las dos personas es cómo tratan la sabiduría de Dios: las instrucciones de Dios para vivir que se encuentran en la Biblia. ¿Tiemblas ante la Palabra de Dios? ¿Te tomarás el tiempo suficiente para leer y considerar la advertencia de este proverbio? ¿Harás algo al respecto? ¿Qué harás para obedecer mejor a Dios hoy? 

¡Rechaza la sabiduría y Dios te hará pedazos y no habrá quien te salve! (Sal 50:22; Os 5:14; 13:8) Él pondrá tu vida de cabeza y te trastornará (Sal 146:9). Te aplastará la cara y te romperá los dientes (Sal 3:7; 58, 6). Si piensas por un segundo que Dios ha cambiado, lee Hebreos 10:26-31 y Hebreos 12:28-29 y Hebreos 13:8. Cuando Dios está airado, los hombres ruegan que los montes caigan sobre ellos y los oculten (Ap 6:16-17). ¡No seas necia, mujer! ¡No seas necio, muchacho!

Cuidado, no sea que pienses que es tu idea y medida lo que hace a una persona buena ante Dios. No dejes que nadie, ni siquiera tu querida madre, te halague pensando que eres una buena persona. El Dios santo no tiene en cuenta tales pensamientos necios. Sólo favorecerá a quien tiemble ante Su Palabra y guarde Sus mandamientos con un corazón humilde (Sal 112:1-4; Is 66:2).

La diferencia entre Sus dos posibles respuestas sobre tu vida es enorme, inconmensurable. ¿Lo ves claro ahora? Él puede bendecir abundante y amablemente, pero también  puede destruir horrible y dolorosamente de maneras que no te puedes imaginar.

¿Hizo el favor de Jehová una gran diferencia en la vida de José? ¡Una diferencia increíble! ¿Qué hay de Abraham? ¿Rut? ¿Ester? ¿Job? ¿David? ¿Daniel? ¿María Magdalena?

¿Hizo la condenación de Jehová una gran diferencia en la vida de Saúl? ¡Qué miseria atormentadora! ¿Y qué hay de Caín? ¿Lot? ¿Rebeca? ¿Raquel? ¿Eli? ¿Nabal? ¿Mical? ¿Joram? ¿Uzías? ¿Judas? ¿Herodes?

Humíllate ante del Señor, y El te exaltará (Stg 4:10). Puedes obtener un favor precioso del Señor Dios. Algunos hombres caminaron con Él como su Amigo, otros caminaron directamente al cielo sin morir, y aún otros tenían Su benévolo cuidado y protección a su alrededor y sobre ellos dondequiera que fueran y hicieran lo que hicieran. ¡Haz el bien, haz Su voluntad hoy, y demostrarás que amas la vida y verás días buenos! (1 P 3:10-12)

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sábado, 3 de septiembre de 2022

CHILE SEPTIEMBRE 4 2022—¡RECHAZO!

 8 Millones de chilenos RECHAZAN la constitución de los progres y comunistas


“El corazón del sabio está a su mano derecha, mas el corazón del necio a su mano izquierda” (Ec. 10:2). 

Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por las autoridades y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Ti 2:1-4).

“...procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz (Jer 29:7).