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miércoles, 17 de agosto de 2022

MEDICINA PARA EL ALMA


Los cananeos eran un grupo de antiguos pueblos que vivían en la tierra de Canaán (también llamada la Tierra Prometida), en la orilla oriental del mar Mediterráneo. Canaán se describe en la Biblia como la tierra que se extiende desde el Líbano hacia el arroyo de Egipto en el sur y el valle del río Jordán en el oriente. En la Biblia, especialmente en Génesis 10 y Números 34, se le llamó la “tierra de Canaán” y ocupa la misma área que está ocupada por Israel y el Líbano actual, más unas partes de Jordania y Siria. 

Los cananeos se mencionan más de 150 veces en la Biblia. Eran personas impías, idólatras, descendientes de Canaán, nieto de Noé, quien fue hijo de Cam (Gn 9:18). Canaán fue maldecido por su pecado y el pecado de su padre en contra de Noé (Gn 9:20-25). En algunos pasajes, cananeos se refiere específicamente a los habitantes de las tierras bajas y las llanuras de Canaán (Jos 11:3); en otros pasajes, cananeos se utiliza más ampliamente para referirse a todos los habitantes de la tierra, incluyendo los heteos, gergeseos, jebuseos, amorreos, hititas y ferezeos (Jue 1:9-10). 

La tierra de Canaán era la tierra que Dios prometió dar a los descendientes de Abraham (Gn 12:7). Los cananeos se describen en la Biblia como un pueblo grande y fuerte, que no eran fácilmente derrotados. Por lo tanto, los israelitas necesitarían la ayuda divina para ir contra ellos, derrotarlos y despojarlos de sus tierras. Dios prometió esa ayuda a Moisés y Josué (Jos 1:3). 

Después del éxodo, cuando el Señor le dijo a Moisés que invadieran Canaán, Moisés envió a un grupo de espías a la tierra de Canaán, para ver cómo eran las personas. Los espías regresaron con un informe que fue tanto alentador como abrumador. El fruto de la tierra era enorme: se necesitaba de dos hombres para llevar un racimo de uvas (Nm 13:23), y la tierra era abundante en muchos aspectos. Sin embargo, los cananeos eran fuertes, y las ciudades eran grandes y fortificadas. Además, los espías israelitas habían visto en ese lugar lo que describieron como gigantes y a los descendientes de Anac (Nm 13:28, 33). Al lado de este pueblo poderoso, los israelitas se veían a sí mismos como “langostas” (Nm 13: 33). Al final, los israelitas tenían tanto miedo de los cananeos que se negaron a entrar en la tierra que Dios les había prometido. Sólo Josué y Caleb estaban seguros de que Dios les ayudaría a derrotar a los cananeos. Debido a su negativa a confiar en Dios, a esa generación de israelitas se le negó la entrada a Canaán (Nm 14:30-35). 

Después de la muerte de Moisés, Dios llamó a Josué para conducir al pueblo de Israel a través del río Jordán hacia la tierra prometida. La primera ciudad a la que llegaron fue Jericó, una fuerte ciudad amurallada de los cananeos. Josué le creyó a Dios y le dijo al pueblo que Dios iba a expulsar a los cananeos de la tierra, de modo que Israel pudiera tomar la tierra de Canaán (Jos 3:10). La caída de Jericó fue un evento sobrenatural puesto que Dios derribó la ciudad (Jos 6). Esta victoria fue una señal para el pueblo de Israel y para el pueblo de Canaán de que Dios les había dado la tierra de Canaán a los israelitas. 

A pesar de una larga campaña contra los habitantes de Canaán, permanecieron varias zonas de los cananeos en Israel después de que la tierra había sido dividida entre las doce tribus (Jue 1:27-36). Algunos de los cananeos que permanecieron en Israel, fueron obligados a hacer trabajos forzados, pero muchas fortalezas permanecieron en pie por toda la tierra. La obediencia parcial de Israel, resultando en fortines de los cananeos, causó muchos problemas durante todo el tiempo de los jueces. 

El Exterminio de los Cananeos 

En 1 Samuel 15:2-3, Dios ordenó a Saúl y a los Israelitas, “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto. Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos”. Dios ordenó cosas similares cuando los Israelitas estaban invadiendo la Tierra Prometida (Dt 2:34; 3:6; 20:16-18). 

Dios sabía cuáles serían los resultados si Israel no eliminaba completamente a los amalecitas. Si Israel no llevaba a cabo las órdenes de Dios, los amalecitas volverían a perturbar a los Israelitas en el futuro. Saúl afirmó haber matado a todos excepto al rey de Amalec, Agag (1 S 15:20). Obviamente, Saúl estaba mintiendo– solo un par de décadas más tarde, hubo suficientes amalecitas para llevar cautivos a David y a las familias de sus hombres (1 S 30:1-2). Después que David y sus hombres atacaron a los amalecitas y rescataron a sus familias, 400 amalecitas escaparon. Si Saúl hubiera cumplido lo que Dios le había encomendado, esto nunca habría ocurrido. Cientos de años después, un descendiente de Agag, Amán, trató de exterminar al pueblo Judío en su totalidad (véase el libro de Ester). Así, la obediencia incompleta de Saúl resultó casi en la destrucción de Israel. Dios sabía que esto podría ocurrir, por lo tanto, Él ordenó el exterminio de los amalecitas antes de tiempo. 

En cuanto a los cananeos, Dios ordenó, “Pero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por heredad, ninguna persona dejarás con vida, sino que los destruirás completamente: al heteo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, como Jehová tu Dios te ha mandado; para que no os enseñen a hacer según todas sus abominaciones que ellos han hecho para sus dioses, y pequéis contra Jehová vuestro Dios” (Dt 20:16-18). Los israelitas también fracasaron en ésta misión y sucedió exactamente lo que Dios dijo que pasaría (Jue 2:1-3; 1 R 11:5; 14:24; 2 R 16:3-4). Dios no ordenó el exterminio de estas personas por ser cruel, sino para evitar incluso que en el futuro se repitiera un mal aún más grande. 

Hoy día, los creyentes a lo largo de muchas partes del mundo consideran a Canaán su Tierra Prometida, es decir, el Paraíso o cielo. Pero si esta alegoría fuera correcta desde el punto de vista bíblico, estaría indicando que en el cielo vamos a tener enemigos como los que tuvieron los antiguos israelitas, y que vamos a tener que pelear contra ellos igual que lo hicieron los israelitas del Antiguo Testamento. ¡Tal interpretación es absurda! 

Espiritualmente hablando, Canaán representa tanto el mundo como la carne. Ellos son nuestros enemigos. A ellos son a los que debemos que derrotar para poseer (entrar en) nuestra Tierra Prometida que es el Paraíso eterno. El apóstol Pablo, dos veces nos dice en 1 Corintios 10:6-13 que las cosas que sucedieron en el Antiguo Testamento han sido registradas como “ejemplos” para nosotros (1 Co 10:6,11). Es decir, como enseñanzas alegóricas. Incluso utiliza esta palabra “alegoría” (Gl 4:24), al explicarnos el significado de la historia de Sara y Agar, y de Isaac e Ismael (Gl 4:21-31). 

Y cuando define sus derechos como apóstol, Pablo nos dice: “Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto. Si nosotros sembramos entre vosotros lo espiritual, ¿es gran cosa si segáremos de vosotros lo material? Si otros participan de este derecho sobre vosotros, ¿cuánto más nosotros?” (1 Co 9:9-12) Aquí Pablo revela que cuando la ley de Moisés dice: “No pondrás bozal al buey que trilla”, no significa que Dios se esté preocupando por los bueyes literales, si no por “nosotros [que] sembramos entre vosotros lo espiritual”. Otra alegoría

Puesto que estamos en Canaán, y debemos entrar en batalla con nuestros enemigos y derrotarlos, es imprescindible que identifiquemos a estos enemigos. Este es el objetivo de este estudio titulado Medicina Para El Alma. Donde “medicina” se usa como sinónimo de la “batalla” descrita arriba. 

Escrito por una hermana en Cristo, el lector a menudo notará la delicada femineidad en la elección de las palabras e ideas. Pero esto no debe ser excusa para dejar de lado la lectura. Con toda honestidad delante del Señor, debemos reconocer que los “enemigos cananeos” mencionados en estos breves capítulos, batallan a diario contra nuestra alma, independientemente del género de nuestros cuerpos. 

Extracto de la contratapa:

“¿Puede la victoria sobre el pecado cambiar a una persona completamente?

“Una dama, que descubrió el secreto de esta victoria, cambió tanto que pensó que era mejor llevar una nueva fotografía para que la pusieran en su pasaporte en lugar a la antigua. Pero el jefe de la oficina de pasaportes le dijo que era imposible colocar la nueva fotografía para reemplazar la anterior, porque parecía que era una persona totalmente diferente. La dama tendría que hacer una solicitud de pasaportes en la que hubiera firmas de testigos que confirmaran que ella la misma persona.

“¿Puede la victoria sobre el pecado cambiar a una persona completamente? La respuesta es un rotundo .

“Pero, ¿cómo se pueden vencer los rasgos pecaminosos de nuestro carácter que desfiguran la verdadera vida cristiana? La respuesta es: uno por uno, hasta que la tarea esté completa.

“En este estudio, la autora (Basilea Schlink) propone los pecados más obvios que todas las personas tenemos, pero que quienes profesamos vida nueva en Cristo, deberíamos eliminar.

“Este libro no está destinado a ser leído de una sola vez. Los capítulos sobre los pecados específicos están diseñados más bien para ayudarnos cuando atravesamos ciertos períodos que nos hacen más conscientes de esos rasgos pecaminosos particulares en nuestro carácter. Así, el libro nos ayudará a sacar el mejor provecho de tales situaciones, ya que nos muestra cómo orar y pelear una batalla concreta de fe”.

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