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44. TRABAJO EXCESIVO—EL ACTIVISMO

¡El activismo! ¿Imaginamos algunas veces que es algo bueno? ¿Imaginamos que la energía y el espíritu de industria están detrás de él? ¿O por lo menos que es necesario para poder realizar algo? No. El trabajo excesivo nos separa de Jesús. Es un pecado y tiene su efecto negativo sobre la vida de fe.

Todo depende de si yo estoy unido con Jesús, o no. Él dice: “El que permanece unido a mí, y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:5). Sólo lo que hacemos en unión con Jesús, que es Vida, tiene la vida divina y nunca perece. Sólo eso hallaremos como fruto en la eternidad.

Pero sabemos que Satanás se esfuerza para robarnos este fruto eterno. Él quiere evitar, a cualquier precio, que pasemos el día unidos con nuestro Señor Jesús, porque él sabe que esta unión con Cristo nos fortalece. Porque entonces estamos unidos con el Señor del cielo y de la tierra, el que tiene poder sobre todo nombre. Es entonces cuando su poder es nuestro y trae bendición para nuestro trabajo. Por otra parte, si nosotros pobres pecadores estamos separados de Jesús, sólo realizaremos cosas que no tengan valor, que se irán como pelusa que arrebata el viento, sin importar cuán buenas puedan parecer al principio.

Esa es la razón por la cual Satanás utiliza todas las artimañas posibles para hacer que el trabajo nos cautive completamente y nos separe de Jesús. El trabajo nos puede encadenar porque nos interesa demasiado, porque satisface nuestros deseos humanos y porque en él hallamos satisfacción. El trabajo puede alimentar nuestra ambición. Queremos lograr muchas cosas y obtener éxito y reconocimiento. Algunos simplemente aman el trabajo. Les gusta ver lo que hacen. O el trabajo puede ser un escape, un modo de apaciguar nuestras conciencias, por cuanto no manejamos nuestras vidas correctamente. En estas situaciones, nuestros períodos de oración se nos hacen insoportables. Algunas personas que tienen demasiadas opciones caen en la prisa alocada. Permanecen tensas y por tanto no pueden orar mientras trabajan.

De modo que Satanás nos llega de varias direcciones y trata de llevarnos al trabajo excesivo, a una vida sin Jesús, pues Satanás es el espíritu malicioso de la agitación. Jesús, en cambio, es el Príncipe de paz. El que hace su trabajo junto a Él está en paz y no tiene agitación. Es entonces cuando nuestro trabajo no es una loca premura. Entonces no estamos esclavizados por el trabajo ni manejados por él, sino que trabajamos conjuntamente con Dios, sacando la fortaleza que necesitamos de nuestros períodos de oración. Entonces el trabajo está lleno de vida divina, de celo y de gozo.

Aunque no queramos estar separados de Jesús y ser infelices, hay cadenas que nos atan de forma negativa a nuestro trabajo. Vez tras vez tenemos que lamentar el hecho de perder nuestra comunión con Jesús durante el transcurso del día. En realidad, cuando permanecemos absortos en nuestras diversas tareas, tendemos a olvidarnos de Él durante horas. ¡Pero este activismo no puede ser tolerado en nuestras vidas! No es una simple prisa inofensiva, ni un simple “perderse uno en el trabajo”, sino un pecado que nos traerá el más severo castigo. ¿Quién ha aplicado alguna vez en serio las palabras de Jesús a su propia ocupación? “El que no permanece unido a mí, será echado fuera y se secará como las ramas que se recogen y se queman en el fuego” (Juan 15:6).

El destino de quien está demasiado ocupado es el de ser “echado fuera”. Serán echados fuera de la presencia de Jesús y de su reino, porque a la vista de Él, no trabajaron para Dios ni por amor personal hacia Él. No sólo se quemarán sus obras, sino la misma persona que no tuvo tiempo para Dios. De modo que tenemos que ser redimidos del trabajo excesivo, no importa lo que nos cueste.

¿Pero cómo ser libres? Permaneciendo en Él, haciendo todo conjuntamente con Jesús; es una práctica. Debemos pronunciar el nombre de JESÚS vez tras vez en nuestros corazones, dirigiéndonos a Él con amor. Mientras trabajamos, debemos decir: “Esto lo hago para TI, para TI”. Antes de ir a dormir, preguntémonos si permanecimos con Jesús durante el día. Pidámosle al Espíritu de Dios que el día siguiente nos amoneste a pensar en Jesús. En la oración de la mañana, antes de ir al trabajo, pongamos esta petición ante Él. Y si estamos sufriendo especialmente bajo el pecado del activismo, debemos pedirle que nos ayude a recordar el hacer una oración cada hora durante este tiempo.

No dejemos de rogarle al Señor que nos ayude a “permanecer en Cristo”, aunque experimentemos muchas derrotas. Cada vez que perdamos el contacto con Él en el trabajo, debemos establecer de nuevo la conexión, aunque sea necesario hacerlo cien veces por día. De esto depende el fruto de nuestra labor para la eternidad. Debemos establecernos una meta definida de fe. Pidámosle a Jesús todos los días:

Permíteme estar inmerso en TI, más y más profundo, hasta que ya no pueda perderte. Por el poder de tu sangre, líbrame de la esclavitud al trabajo.

Dios contestará esta oración y experimentaremos que Jesús es el Redentor que nos libra de las cadenas que nos atan a nuestro trabajo. Entonces estaremos unidos a Él y daremos frutos eternos para su gloria.

Jesús, ¡Tú eres todo para mí! ¡Hablaré y trabajaré contigo! Quiero planificar, considerar y tomar todas mis decisiones contigo. No deseo hacer nada sin TI, no deseo excluirte de mi vida. Átame fuertemente a TI, de modo que nada pueda separarnos durante el día; ni el trabajo, ni la carga, ni otro interés, ni el gozo. Que para siempre viva en Tu santa presencia. ¡Porque Tú estás aquí!