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LA PAGA DEL PECADO

“La paga del pecado es muerte (Ro 6:23)

En el fondo, el pecado es rebelión contra Dios. Nuestro pecado nos separa de Dios, el Creador y Sustentador de la vida. El Señor Jesús dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Jn 14:6). Dios es conocido como el gran YO SOY. La vida está en Dios. Cuando pecamos, nos separamos de Dios, nos deprendemos a nosotros mismos de la Vid verdadera (Jn 15:1-15), de la verdadera vida espiritual. Por lo tanto, inevitablemente, experimentamos la muerte. 

El pecado no necesariamente resulta inmediatamente en la muerte física. Pablo no nos dice que cuando pecamos morimos físicamente (Ro 6:23). Se refiere a la muerte espiritual.

Cuando somos salvos en Cristo, somos rescatados de la muerte espiritual y traídos a la vida eterna. El pasaje completo citado al inicio dice: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6:23).

Sólo estar en Cristo garantiza nuestra salvación y vida eterna. Y para estar en Él debemos guardar sus mandamientos (Jn 14:15,21; Jn 15:10).

Esto significa que si hay algún área de nuestra vida en la que estemos en abierta desobediencia a lo que Dios nos dice en Su palabra, entonces estamos más cerca de la muerte espiritual que de la vida eterna.

El pecado en el creyente da lugar a la muerte espiritual. Aunque hayamos sido rescatados en algún momento del pasado de la muerte, si en el presente vivimos en pecado estamos bajo el castigo del pecado (separación eterna de Dios), y no estamos exentos de las consecuencias naturales de una relación rota con el Padre. 

Cuando pecamos, experimentamos los síntomas de la muerte espiritual: Nos sentimos culpables, vacíos, confundidos y desconectados de Dios. La desconfianza se apodera de nuestro corazón, y esta puede dar paso a la turbación mental y emocional si no nos volvemos pronto a Dios en arrepentimiento y confesión. Actuamos como los impíos, en lugar de actuar como personas justificadas. Nuestro pecado, aun como creyentes, lastima el corazón de Dios y contrista su Espíritu (Ef 4:30). A pesar de lo que otros digan, el pecado anula nuestra relación con Dios, no solo pone una barrera entre nosotros y Él, sino que nos expulsa totalmente de Su presencia.

Cuando nos rebelamos contra las reglas (mandamientos) de Dios, nos rebelamos contra la Vida y, por lo tanto experimentamos la muerte (un quebranto que resulta en el dolor). 

Pero cuando nos volvemos a Dios, somos de nuevo restaurados a la vida espiritual, a la comunión con Dios, a un sentido de propósito, justicia y libertad. El padre alegre de la parábola del hijo pródigo lo dice mejor: Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado” (Lc 15:24).

El Señor deja muy en claro en Su palabra que así como el pecador puede ser perdonado por apartarse de su pecado en arrepentimiento y recibir la salvación eterna, el justo (el salvo) puede ser condenado por apartarse de la vida eterna.

“Mas el impío, si se apartare de todos sus pecados que hizo, y guardare todos mis estatutos e hiciere según el derecho y la justicia, de cierto vivirá; no morirá. Todas las transgresiones que cometió, no le serán recordadas; en su justicia que hizo vivirá. ¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos?  Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá” (Ez 18:21-24).

Y para que no haya duda en la mente de nadie respecto a esta clara advertencia del Dios Eterno, lo repite de  nuevo:

“La justicia del justo no lo librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia el día que pecare. Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo. Y cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia, si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá. No se le recordará ninguno de sus pecados que había cometido; hizo según el derecho y la justicia; vivirá ciertamente” (Ez 33:12-16).

Si el pecador se aparta de su pecado en arrepentimiento a Dios, vivirá espiritualmente. Y si el justo (salvo) se aparta de su justicia y peca, morirá espiritualmente. Este es el mensaje tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (He 12:14).

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