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lunes, 18 de octubre de 2021

NO OS CONOZCO



El Señor Jesús enseñó acerca de la salvación final en al menos siete parábolas diferentes; la parábola de las diez vírgenes es sólo una. Ya hemos visto ésta parábola anteriormente, pero su importancia la hace merecedora de un acercamiento. 

La parábola de las diez vírgenes muestra, entre otras cosas, la necesidad de estar preparados de antemano para la venida del Señor, incluso cuando otros no lo están. Reflexionemos detenidamente sobre el mensaje de la salvación del Señor y aprendamos tanto de las vírgenes prudentes como de las insensatas. Aquí está Su enseñanza:

“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas” (Mt. 25:1,2)

Claramente, esta parábola trata acerca de creyentes reales y genuinos, siendo el número diez 
símbolo de la la perfección del orden divino y de la responsabilidad de los hombres hacia Dios

Si bien ninguna de las vírgenes fue considerada falsa por el Señor, cinco fueron consideradas insensatas. Una vez más, no es que estas cinco vírgenes nunca fueran realmente vírgenes (creyentes genuinos), sino que eran vírgenes insensatas (creyentes no preparados espiritual y doctrinalmente). Es por eso que las cosas terminaron trágicamente para ellas. Con respecto al término virgen, veamos cuidadosamente sobre lo que Pablo escribe a los cristianos:

“Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo (2 Co. 11:2).

Ante el Señor Jesús (el esposo), se presentarán sólo vírgenes espirituales puras para que sean Su esposa. Este es el tipo de creyentes a los que el Señor se refiere en Su enseñanza sobre las diez vírgenes. Anteriormente, el Señor Jesús también habló de los prudentes (sabios) y los insensatos (necios). En ese caso, eran edificadores:

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina” (Mt. 7:24).

Santiago también escribió sobre los prudentes (sabios y entendidos):

“¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre
 (Stg. 3:13).

En todos los casos, los prudentes son siempre fieles y obedientes seguidores de la Palabra del Señor.

Volviendo a Mateo 25:1-13, obsérvese que las diez vírgenes salieron al encuentro del esposo (el Señor Jesús). Esta es más evidencia de que todas poseían la salvación en ese momento.

“Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas” (Mt 25:3,4)

Este es un pasaje clave que muestra lo que hizo sabias a las vírgenes prudentes y lo que hizo necias a las vírgenes insensatas. Si bien ambos grupos tenían sus lámparas encendidas, sólo las prudentes trajeron aceite adicional para mantener sus lámparas encendidas mientras esperaban la llegada del esposo.

En otro lugar el Señor Jesús enseñó a los cristianos: Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas (Lc. 12:35).

Si bien el Señor Jesús nos ordena a todos los santos que mantengamos encendidas nuestras lámparas, es responsabilidad nuestra mantenerlas encendidas. Si esto se dejara únicamente en manos de Dios, ninguna lámpara espiritual dejaría de arder. Sólo las vírgenes prudentes, al traer aceite adicional en un frasco, pudieron mantener sus lámparas encendidas.

“Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron (Mt. 25:5)

Aquí y en otros lugares el Señor enseña que Su venida va a ser tardía para quienes lo estén esperando, lo que implica un arrebatamiento posterior a la tribulación (Mt. 24:29). Las diez vírgenes se cansaron y se quedaron dormidas mientras esperaban al esposo, incluso las prudentes.

“Y a la medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle!” (Mt. 25:6).

En el momento más oscuro de la noche (medianoche) llegó el esposo. Era entonces cuando las vírgenes necesitaban estar listas más que nunca antes

“Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas” (Mt. 25: 7-9).

Las vírgenes insensatas tenían una lámpara encendida para Dios al principio, pero ahora se estaba apagando. Este es un peligro real que pocos parecen reconocer. Las vírgenes necesitaban aceite extra para mantener encendidas sus lámparas, pero tendrían que ir a comprarlo porque, debido a su negligencia, no tenían aceite adicional. El aceite extra no es dado gratuitamente, ni siquiera a las vírgenes prudentes. Hay que pagar un precio para obtener este aceite extra que nos permite mantener nuestras lámparas encendidas como Dios quiere que estén. Las vírgenes prudentes, que pensaron oportunamente en el futuro y sabían que tendrían que aguantar hasta la hora más oscura, ya habían pagado ese precio y estaban listas en ese momento crucial.

“Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta
 (Mt. 25:10).

La negligencia de las vírgenes insensatas las alcanzó. Ya no estaban listas para encontrarse con el esposo. Sólo las prudentes, que todavía tenían sus lámparas encendidas, estaban listas. Ellas solas entraron al banquete de bodas.

“Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco” (Mt. 25:11-12).

Las insensatas regresaron, pero la puerta ya estaba cerrada. Aparentemente, las insensatas no sabían que una vez que la puerta se cierra, no se abre para los que lleguen tarde, para quienes no están listos a tiempo—esta figura de la puerta que se cierra alude a la puerta del arca de Noé (Gn. 7:16b). El Señor ya había dicho que los días finales de la era serán “como fue en los días de Noé” (Lc.17:26).

La respuesta del Señor Jesús a las cinco vírgenes insensatas es muy reveladora sobre la necesidad vital de estar preparados de antemano. A diferencia de las vírgenes prudentes, el Señor Jesús les dice 
a las vírgenes insensatas que ya no las conoce .

Nótese que Él no les dijo a estas vírgenes insensatas, nunca las conocí, como le dice a un grupo diferente de personas:

“Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mt. 7:23).

El Señor Jesús ya no tenía una relación con las cinco vírgenes insensatas como la tuvo en un momento anterior, cuando sus lámparas estaban encendidas y listas para encontrarse con el esposo. Esa relación terminó debido a la negligencia de estas cinco vírgenes. El Señor termina Su enseñanza sobre las diez vírgenes con una advertencia para todos Sus seguidores:

“Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir
  (Mt. 25:13)

Esta es la segunda vez que el Señor da tal advertencia en el mismo discurso. La primera es unos versículos antes:

“Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor
 (Mt. 24:42)

En otras palabras, si eres creyente hoy, cuídate de no terminar como las cinco vírgenes insensatas mañana. Lo que les pasó a ellas nos puede pasar a nosotros. Cuida la vida espiritual que el Señor adquirió para ti a un precio tan alto. No dejes que tu lámpara se apague. Hubo otro en la historia de la salvación que se creyó seguro de su salvación, y “no sabía que el Señor ya se había apartado de él” (Jue. 16:20). Su caída física en manos de sus enemigos es una ilustración de una verdad espiritual mucho más terrible, eterna, irreversible.

La parábola de las diez vírgenes es acerca de la salvación final de los creyentes, en los difíciles días del fin de la era: ¡Que nadie te enseñe otra cosa! 

¿Estás ahora, en este momento, vigilando tu propia alma? ¿Estás procurando el aceite extra que te permitirá esperar hasta el fin sin que tu lámpara corra el riesgo de apagarse? 

Si has recibido la salvación, ¿está tu lámpara encendida o se está apagando? ¿Todavía te conoce el Señor Jesús? ¿Tienes aceite extra para tu lámpara? ¿Sabes, siquiera, lo que esto es?

El Señor Jesús y Sus apóstoles predijeron que habrá una gran apostasía antes de Su regreso (2 Ts. 2: 3; Mt. 24:10), y que el amor de Sus discípulos se enfriará. La Biblia no enseña que habrá un gran avivamiento en la cristiandad en los últimos días, como algunos declaran. Cinco de cada diez— el 50% de los creyentes—se apartará del Señor y perderá su salvación. La parábola de las diez vírgenes se aplica directamente a esta era, en la que el regreso del Señor se acerca.

Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.
 Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,
¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?
(He 2:1-3a)

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