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domingo, 1 de mayo de 2022

MIS OVEJAS OYEN MI VOZ

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10:27-28).

Una de las imágenes más indelebles del Señor Jesús es la de el Buen Pastor. Parte de esa imagen involucra su liderazgo o señorío del rebaño. El Señor expresa esta posición al decir: “Mis ovejas oyen mi voz”. Solo las verdaderas ovejas del Señor lo siguen y lo obedecen porque conocen y reconocen su voz. Él dice: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo los conozco y ellos me siguen” (Jn 10:27).

En Juan 10:1-30, a medida que el Señor se enfrenta a la creciente oposición de sus enemigos, se acerca cada vez más a sus seguidores al presentarles al líder amable y afectuoso que Él encarna: el Buen Pastor. El Señor quiere que sus discípulos reconozcan que Él no es como los líderes religiosos abusivos que estaban en constante conflicto con Él y su ministerio. Les muestra que deben seguirlo como las ovejas siguen a su pastor.

En esta ilustración, el redil representa un lugar de seguridad, un refugio protector de la familia de Dios. Nadie puede entrar en el redil sino a través del Buen Pastor (Jn 10:7-9). Solo Él determina quién puede entrar. Él protege a sus ovejas y las guía, e incluso da su vida por ellas (Jn 10:11). Solo las verdaderas ovejas siguen su liderazgo: “Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Jn 10:4). Cristo predica con el ejemplo. Su vida ilustra cómo debemos vivir. Él no tiene que empujarnos o tironearnos para que lo sigamos, sino que nos guía caminando delante de nosotros. Y sus ovejas oyen su voz; es decir, conocemos su voz y lo reconocemos como nuestro líder.

La simple declaración Mis ovejas oyen Mi voz está repleta de doctrina cristiana. Expresa la intimidad personal entre el Pastor y sus ovejas. En el primer siglo, un solo corral de ovejas albergaba múltiples rebaños pertenecientes a diferentes pastores, por lo que era esencial que las ovejas reconocieran la voz de su propio pastor. Tenía que haber una familiaridad inconfundible entre la oveja y el pastor para que la oveja se sintiera segura y supiera qué voz seguir. El Señor Jesús dice: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen” (Jn 10:14). Conocer la voz del Señor indica conocimiento experiencial a través de una relación con Él.

Mis ovejas oyen mi voz también destaca el llamado del Señor Jesucristo que lleva a los creyentes a una vida nueva y abundante de comunión con Él (Ro 8:28-30). Jesús, como el Buen Pastor, nos llama por nuestro verdadero nombre (Jn 10:3; Is 45:3-4), porque Él nos conoce por nuestro nombre íntimo (Éx 33:17).

Mis ovejas oyen habla de aquellos que escuchan con atención obediente—este tipo de audición espiritual resulta en fe. Pablo dice: “La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro 10:17). Una forma principal en que escuchamos la voz del Señor es a través de la Palabra de Dios. Al escuchar su voz en las Escrituras, llegamos a conocerlo, y conocerlo produce fe, y esa fe hace que lo sigamos y obedezcamos.

1 Juan 2:3-6 explica que conocer a Dios es obedecerle: “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en este verdaderamente el amor de Dios se ha  perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. Las verdaderas ovejas conocen la voz del Señor y lo prueban obedeciendo sus mandamientos. Viven como lo hizo el Señor Jesús.

Mis ovejas afirma que hay ovejas verdaderas y ovejas falsas. Las verdaderas ovejas conocen, reconocen, escuchan y obedecen la voz del Buen Pastor; las falsas ovejas lo ignoran. Mis ovejas también comunica la realidad de nuestra unión con Cristo: “Pero el que está unido al Señor, es uno con él en espíritu” (1 Co 6:17). Pertenecemos a nuestro Buen Pastor (Jn 17:6).

De sus ovejas, Jesús dice: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos” (Jn 10:28-30). Los que pertenecen al Buen Pastor le pertenecen a Dios Padre. Son suyos para siempre. Jesús dio su vida en la cruz para dar a sus seguidores vida eterna, y ellos están seguros en su redil por toda la eternidad, si perseveran en la fe hasta el fin (Mt 24:13).

El Buen Pastor dice: “Mis ovejas oyen mi voz”. Estas ovejas han escuchado el llamado de Cristo para entrar en el redil. Por gracia, el Buen Pastor los ha salvado mediante la fe, y ahora forman parte de la vid verdadera (Jn 15:1). Esta es otra poderosa ilustración cuya enseñanza completa la de Mis ovejas oyen mi voz. Añade esta verdad muchas veces pasada por alto:  “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará...” (Jn 15:1,2a). “El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn 15:6). 

Así que somos las ovejas del Buen Pastor, pero 

también somos ramas (pámpanos) en la Vid. Una ilustración complementa la otra. Haríamos bien en meditar en una, sin dejar de hacerlo en la otra.


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