Buscar este blog

domingo, 8 de mayo de 2022

¡VENGANZA!

La Biblia tiene mucho que decir acerca de la venganza. Tanto en el hebreo como en el griego, las palabras que se traducen como “venganza”, “revancha”, y “desquite”, tienen como su significado principal la idea de castigo. Esto es vital para entender por qué Dios se reserva para Sí mismo el derecho a vengarse.

El versículo clave acerca de esta verdad se encuentra en el Antiguo Testamento y se menciona dos veces en el Nuevo Testamento. Dios dice: “Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo su pie resbalará, porque el día de su aflicción está cercano, y lo que les está preparado se apresura” (Dt 32:35; Ro 12:19; He 10:30). En Deuteronomio, Dios habla de los israelitas obstinados, rebeldes e idólatras que lo rechazaron y provocaron Su ira con su maldad. Promete a Sí mismo vengarse de ellos en Su tiempo y según Sus propias motivaciones puras y perfectas. Los dos pasajes del Nuevo Testamento se refieren al comportamiento del cristiano, quien no debe usurpar la autoridad de Dios. Más bien, debemos permitirle que juzgue rectamente y derrame Su castigo divino contra sus enemigos a Su antojo.

A diferencia de nosotros, Dios nunca toma venganza por motivos impuros. Su venganza es con el propósito de castigar a quienes lo han ofendido y rechazado. Sin embargo, podemos orar a Dios para que se vengue en perfección y santidad contra Sus enemigos y que se vengue de aquellos que son oprimidos por el mal. En el Salmo 94:1, el salmista ora a Dios para vengar a los justos, no por un sentido de venganza descontrolada, sino como el resultado de un justo castigo del Juez Eterno cuyos juicios son perfectos. Incluso, cuando los inocentes sufren y los impíos parecen prosperar, solo Dios es el que castiga. “El Señor es Dios celoso y vengador; el Señor es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos” (Nah 1:2).

Hay sólo dos instancias en la Biblia cuando Dios le da permiso a los hombres para vengarse en Su nombre. En primer lugar, después que los madianitas cometieron hechos horribles y violentos contra los israelitas, la copa de la ira de Dios contra los madianitas se llenó, y le ordenó a Moisés que condujera al pueblo a una guerra santa contra ellos. “Jehová habló a Moisés, diciendo: Haz la venganza de los hijos de Israel contra los madianitas; después serás recogido a tu pueblo” (Nm 31:1-2). Aquí, de nuevo, Moisés no actuó por iniciativa propia; él simplemente fue un instrumento para llevar a cabo el plan perfecto de Dios bajo Su guía e instrucción. Segundo, los cristianos debemos estar sujetos a los gobernadores que Dios ha puesto sobre nosotros, porque son Sus instrumentos para “castigo de los malhechores” (1 P 2:13-14). Como en el caso de Moisés, estos gobernantes no deben actuar por su propia cuenta, sino que están para llevar a cabo la voluntad de Dios para el castigo de los impíos.

Es tentador tratar de asumir el papel de Dios y castigar a quienes creemos que lo merecen. Pero como somos criaturas pecaminosas, es imposible para nosotros el vengarnos con motivos puros. Esta es la razón por la que la ley mosaica tiene el mandamiento de “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo el Señor” (Lv 19:18). Incluso David, un “hombre conforme al corazón de Dios” (1 S 13:14), se negó a tomar venganza sobre Saúl, aunque David era el inocente que había sido agraviado. David se sujetó a la orden que Dios le dio de renunciar a la venganza y confiar en Él: “Juzgue el Señor entre tú y yo, y véngueme de ti el Señor; pero mi mano no será contra ti” (1 S 24:12).

Como cristianos, tenemos que seguir el mandato del Señor Jesús “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen” (Mt 5:44), dejando la venganza a Dios.

Pero no importa cuánto se repita este ABC de la vida cristiana normal, cada vez que sucede algo indeseable en la vida de un hijo o una hija de Dios ellos se sienten con el derecho” de pasar por alto los mandamientos del Señor y transformarse en el “látigo” en la mano de Dios sobre quien los lastimó, justificando sus acciones contra su enemigo con frases como: Asume las consecuencias de tus acciones”, Te lo mereces por lo que me hiciste”, y/o Ahora vas a saber lo que se siente”.

Tal vez sea conveniente buscar en la Biblia qué paga le da el Señor a la persona que se ofrece para ser el “látigo” en la mano de Dios para castigar a (vengarse de) quien lo hirió.

La Persona Exacta Para Cada Trabajo

“Y Jehová dijo: ¿Quién inducirá a Acab, para que suba y caiga en Ramot de Galaad? Y uno decía de una manera, y otro decía de otra. Y salió un espíritu y se puso delante de Jehová, y dijo: Yo le induciré. Y Jehová le dijo: ¿De qué manera? Él dijo: Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas. Y él dijo: Le inducirás, y aun lo conseguirás; ve, pues, y hazlo así” (1 R 22:20-22).

Lo que tenemos aquí, es al Dios Todopoderoso enviando un espíritu maligno para engañar a 400 profetas, para que el impío rey Acab vaya a pelear una batalla en la que será asesinado.

“El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová” (1 S 16:14).

Y lo que tenemos aquí, es otra instancia en la que el Señor envía un espíritu maligno para atormentar al rey Saúl.

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera” (2 Co 12:7).

Y, lo que tenemos aquí, es al Señor enviando un ángel de Satanás para acosar y humillar al apóstol Pablo, para que no se exalte sobremanera.

La pregunta es: Si el Señor quería que Acab fuera engañado, y si quería que el rey Saúl fuera acosado, y si el Señor quería que el apóstol Pablo fuera humillado: ¿Por qué el Señor no envió un ángel santo para hacer estas cosas en estos hombres? Y la respuesta es:  porque el “trabajo” que estos espíritus malignos realizan está totalmente fuera de carácter  para uno de los santos ángeles de Dios. En otras palabras, Dios no quiere que ninguno de Sus ángeles santos se ensucie las manos con un trabajo sucio: para los “trabajos sucios”, están Satanás y sus ángeles.

Esto plantea una pregunta más grande: ¿Tiene el Dios Todopoderoso el derecho de hacer lo que nos prohíbe hacer? La respuesta es, . Hemos recibido el mandamiento “No matarás”, pero Dios se reserva el derecho de matar, Y ENVIAR AL INFIERNO, a quien Él quiera.

“Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; yo hago morir, y yo hago vivir; yo hiero, y yo sano; y no hay quien pueda librar de mi mano” (Dt 32:39).

Consideremos esto ahora, los ejércitos del Sacro Imperio Romano echaron, eliminaron y/o esclavizaron a todos los que no se convirtieran al cristianismo. Dios tenía el derecho de matar a cualquiera de estas personas en cualquier momento que quisiera, y especialmente si se negaban a aceptar y reconocer a Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. De hecho, es prerrogativa justa de nuestro Dios Santo y sin pecado eliminar poblaciones y culturas enteras si así lo desea. Lo ha hecho por desastres naturales, y lo ha hecho por las manos de personas malvadas. No hay sabiduría, ni entendimiento, ni consejo contra el Señor (Pr 21:30). Incluso cuando el impío sale corriendo en su furor impío para obrar el mal, es restringido y dirigido, de modo que su obra impía no puede frustrar el plan de Dios. Hay algo que tiene el carácter de “trabajo sucio” en el plan de Dios, y Dios siempre envía a los impíos y malvados a hacer el trabajo sucio. Considera esta oración del rey David:

“Libra mi alma de los malos con tu espada, de los hombres que son tu mano, oh Jehová” (Sal 17:13,14).

Incluso la observación de nuestra propia sociedad lo revelará. Generalmente, los criminales son asesinados por otros criminales. La mente carnal verá todo tipo de supuestas “injusticias” cometidas por los malvados contra los llamados “inocentes”: pero recuerda, nadie es inocente a menos que haya creído y se haya sometido al Señor Jesucristo ante los ojos de Dios. Esa profesión vaga que pasa por fe en nuestros días NO ES, y NO SERÁ contada como una “fe salvadora” a los ojos de Dios. No necesitas estar confundido, o encontrar fallas en Dios en estos asuntos, a menos que tú lo quieras. Aquellos que son verdaderamente justos a los ojos de Dios, que deben dar su vida como testimonio de la verdad y sufrir el abuso de los malvados para mostrar al mundo la realidad de la fe verdadera, siempre reciben suficiente consuelo y fuerza de Dios para compensarlos en la hora de presentarse ante el juicio de los impíos (Hch 7:54-60).

Que Dios usará tanto a los malvados como a los justos para lograr sus propósitos se ilustra claramente a lo largo de la Biblia.

Por ejemplo, en el libro de 2 Reyes, capítulos 9 y 10, está la historia de un hombre llamado Jehú. Un profeta es enviado por Dios a Jehú, ordenándole que elimine a toda la familia del malvado rey Acab. Jehú no sólo hace esto, sino que también mata a todos los amigos de Acab y a todos los sacerdotes de Baal, el dios falso introducido en Israel por Jezabel, la esposa de Acab. Jehú logra todo esto con una furia implacable y despiadada, y luego se convierte él mismo en el rey de Israel. Jehú cumple fielmente todo este “trabajo sucio” para Dios; pero al final, Jehú es culpable de los mismos pecados que cometió el rey Acab (2 Reyes 10:31). Lee esta historia en 2 Reyes capítulos 9 y 10.

Fíjate que fue enviado por Dios a derramar toda esa sangre. Jehú escuchó y obedeció a Dios en lo que fue enviado a hacer. Y Jehú fue pagado por sus servicios al llegar a ser el rey de Israel por 28 años. Pero es muy poco probable que a Jehú le vaya  mejor que a Acab en el juicio de Dios, porque él cometió los mismos pecados que Dios lo envío a purgar. Hay muchos ejemplos de este tipo en la Biblia que podríamos usar para llamar tu atención sobre el tema de la venganza; pero en lugar de ahondar en el punto, presumiremos que hemos probado que Dios usa impíos y malvados para cumplir esa parte de Su voluntad que tiene que ver con la venganza y la retribución. El problema para estos “vengadores de Dios” es que después les toca el turno a ellos: tienen que recibir, por así decirlo, la paga de Dios por “sus servicios”.

Piensa en Hitler. En los registros de la historia secular consta que Hitler se creyó el “látigo” en la mano de Dios en su cruzada contra los judíos. Hitler era católico y protestante (en diferentes épocas de su vida fue tanto lo uno como lo otro), y recibió el apoyo de estos poderes religiosos de su tiempo para destruir a los judíos porque eran los asesinos de Cristo, y se lo merecían. Moisés había profetizado que Dios enviaría un holocausto sobre el pueblo judío cuando este estuviera lejos de la Tierra Santa por su rebelión contra Él (léase Deuteronomio 28:15-64). Así que Hitler sirvió a Dios como Su vengador tal como Jehú lo había hecho en su tiempo. Y, cuando le llegó su turno, Dios le dio su merecido pago.

Ofrecerse como el “látigo” de Dios denota que la persona tiene un corazón envilecido, es por eso que Dios utiliza a esa persona para un “trabajo sucio”, para una “tarea vil”; como lo demuestran los casos bíblicos ya mencionados. La orden de Dios a Su pueblo de que no se vengue, es porque Su pueblo es santo, ha sido llamado a ofrecer sacrificios de alabanza, fruto de labios que confiesen Su nombre (He 13:15). Él nos hizo reyes y sacerdotes [reinas y sacerdotisas] para Dios, su Padre; y nos ha destinado para reinar junto a Él sobre la tierra. A Él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos (Ap 1:6; 5:10). Amén.

Dejemos, pues, que el Señor siga utilizando a los viles y malvados para el “trabajo sucio” de vengarse. A nosotros nos ha sido encargado este trabajo:

“Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran. Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Ro 12:14-21).

- - - - - - - - - 

Principales publicaciones período 2020-2022 (al final del artículo).


Principales publicaciones período 2011-2019