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lunes, 29 de noviembre de 2021

LA ORDEN DADA POR MARÍA—LA MADRE DEL SEÑOR

Hace un par de cientos de años comenzó un movimiento en America para restaurar el cristianismo del Nuevo Testamento. En este período, los hombres descartaron los credos y las iglesias de los hombres para volver al modelo que se encuentra en el Nuevo Testamento. En 2 Reyes 22, comenzó una restauración similar. El objetivo era volver al modelo que se encuentra en la Ley de Moisés. Los principios de este capítulo muestran cómo se puede restaurar y mantener el servicio fiel a Dios. Estos principios fueron sostenidos por aquellos que trabajaron para restaurar el cristianismo del Nuevo Testamento en el movimiento ya mencionado. Los mismos principios pueden ayudarnos hoy a restaurar y mantener un servicio fiel a Dios, tanto congregacional como personalmente. Examinemos algunas lecciones de la restauración en los días del rey Josías.

La Palabra de Dios es Nuestro Estándar

En el año dieciocho del reinado de Josías, se comenzó a trabajar para reparar el templo. Mientras los obreros trabajaban allí, hicieron un descubrimiento. Encontraron el libro de la ley, la ley de Dios para Israel. “Entonces dijo el sumo sacerdote Hilcías al escriba Safán: He hallado el libro de la ley en la casa de Jehová. E Hilcías dio el libro a Safán, y lo leyó. Viniendo luego el escriba Safán al rey, dio cuenta al rey y dijo: Tus siervos han recogido el dinero que se halló en el templo, y lo han entregado en poder de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová. Asimismo el escriba Safán declaró al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y lo leyó Safán delante del rey (2 R. 22: 8-10). 

El siguiente capítulo continúa describiendo los cambios que Josías hizo en Israel como resultado de escuchar las enseñanzas de la Ley de Dios. Estos cambios no se habrían producido si no hubiera vuelto a la Palabra de Dios. Este era el estándar que debían seguir los israelitas.

La Palabra de Dios es el único lugar lógico para buscar autoridad sobre nuestras vidas. Si queremos saber lo que debemos hacer, debemos buscar en la Biblia. La razón de esto es que el juicio se hará de acuerdo con este estándar. En los días de Josías, su estándar era la Ley de Moisés. De modo que Israel debía “observar y cumplir todos sus mandamientos” (Dt. 28:1). Si lo hacían, serían bendecidos (Dt. 28:2). Si fallaban en seguir este estándar, serían castigados (maldecidosDt. 28:15).

Hoy vivimos bajo el Nuevo Pacto, diferente del pacto que gobernaba a Israel en los días de Josías. Pero el hecho es que la Palabra de Dios continúa siendo nuestro estándar. Su Ley ha cambiado externamente, pero el principio subyacente no. Seremos juzgados de acuerdo a cómo hemos vivido bajo Su nueva ley: el evangelio. El Señor Jesús te dice: La palabra que he hablado es la que te juzgará en el día postrero (Jn. 12:48). Pablo dijo que seríamos juzgados según su evangelio (Ro. 2:16). El mensaje que Pablo describió como “mi evangelio no fue un mensaje que se originó en él. Fue el mensaje de Cristo que enseñó Pablo. El evangelio es el estándar por el cual seremos juzgados. Por lo tanto, es el estándar por el cual debemos medir todo lo que hacemos.

Debemos Tener un Corazón Humilde Ante el Señor

Después de escuchar la Palabra del Señor, Josías se dio cuenta de que Israel había transgredido la Ley de Dios (2 R. 22:13). Así que le dijo a Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías: Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado. Entonces estos hombres fueron a ver a la profetisa Hulda (2 R. 22:14). El Señor le dio este mensaje a Josías a través de ella: “Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová” (2 R. 22:19). El corazón humilde y tierno de Josías hizo que deseara hacer la voluntad de Dios, y que Dios lo escuchara.

Lo opuesto a esto es el orgullo y un corazón duro, que harán que uno rechace la Palabra de Dios. “Antes del quebrantamiento es la soberbia y antes de la caída la altivez de espíritu” (Pr. 16:18). “Y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu” (Sal. 78:8). En cambio, debemos tener un corazón tierno, como lo tenía Josías. Después de escuchar la Palabra de Dios, rasgó sus ropas (2 R. 22:11). Esta era una señal de duelo. Comprendió que la nación había pecado y no había estado a la altura de la norma de Dios. Es necesario lamentar el pecado y el error.

Pablo abordó el problema en Corinto de un hombre que vivía con la esposa de su padre. Él les dijo: “Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (1 Co. 5:2). El duelo es necesario cuando el pecado existe porque el pecado causa la separación de Dios (Is 59:2).

En el Sermón del Monte, el Señor comenzó diciendo: “Bienaventurados los pobres de espíritu [los humildes], porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:3). La humildad es necesaria porque lleva al duelo por el pecado (Mt. 5:4) y, finalmente, a la obediencia. Vemos cómo el duelo llevó a la obediencia en el día de Pentecostés (Hch. 2). Pedro explicó a la audiencia quién era el Señor Jesús, que Él era el Cristo y que ellos eran culpables de crucificarlo. Muchos entendieron su punto y se entristecieron por lo que habían hecho: “Al oír esto, se compungieron de corazón” (Hch. 2:37). Este duelo por el pecado los llevó a hacer la pregunta: “Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo lo que era necesario: “Arrepentíos” (Hch. 2:38). Tres mil de ellos recibieron su palabra y fueron bautizados ese día (Hch. 2:41). Sus corazones eran lo suficientemente humildes y tiernos como para llorar por su pecado. Su duelo resultó en obediencia.

Necesitamos tener un corazón humilde y tierno hoy cuando nos acercamos a la Palabra de Dios. Este tipo de corazón hace que uno se dé cuenta de que la Palabra de Dios es correcta pase lo que pase. Si lo que creo y/o hago es diferente de lo que enseña la Palabra, entonces estoy equivocado. Necesitamos ser lo suficientemente humildes para darnos cuenta y admitir cuando estamos equivocados. Siempre debemos estudiar la Biblia con una mente abierta y un corazón humilde y adaptar nuestro pensamiento y nuestra vida a ella.

Reconoce la Actitud de Dios Hacia el Pecado y la Desobediencia

Cuando Josías escuchó las palabras de la Ley de Dios, estas lo hicieron llorar, y envió a algunos a consultar al Señor en busca de guía. Él entendió por la Ley que grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito” (2 R. 22:13). Josías entendió la actitud de Dios hacia el pecado y la desobediencia. Iban a encontrarse con Su ira. Ese fue el motivo de su duelo. Transgredir la Ley de Dios es un asunto serio.

¿Cuánto mayor es la ira de Dios hoy? 

El escritor hebreo habló del castigo por el pecado en el Antiguo Testamento. “El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente” (He. 10:28). Esto parece bastante duro. Menos mal que no estamos bajo esa ley, ¿verdad? Hoy estamos bajo la gracia y la libertad. Obsérvese el siguiente versículo: ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (He. 10:29). 

¿Qué significa pisotear al Hijo de Dios? En contexto, está hablando de pecar voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad” (He. 10:26). La actitud de Dios hacia el pecado y la desobediencia no se ha suavizado desde que entró en vigor el Nuevo Pacto.

Romanos 2: 3-8 también nos muestra la actitud de Dios hacia el pecado. Pablo pregunta a aquellos a quienes les escribía si pensaban que escaparían del juicio de Dios debido a Su bondad, tolerancia y paciencia; sin entender que “la benignidad [bondad] de Dios os guía al arrepentimiento” (Ro. 2:3-4). Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras [acumulas] para ti mismo[a] ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Ro. 2:5). 

¿Podemos siquiera comprender este concepto? La ira de Dios crece y crece hasta que finalmente culmina en nuestra destrucción y condenación. Esto es lo que nos espera si “no obedecemos a la verdad [la Palabra de Dios], sino a la injusticia [nuestra voluntad]” (Ro. 2:8).

Alguien puede decir, “Pero Dios es un Dios de amor. Ciertamente lo es. Él nos amó lo suficiente como para enviar al Señor Jesús (Jn. 3:16) y hacer que muriera por nosotros, incluso cuando todavía éramos pecadores (Ro. 5:8). Pero el amor de Dios no anula nuestra necesidad de obedecerle. Recuérdese, “la benignidad [bondad] de Dios os guía al arrepentimiento” (Ro. 2:4). Nuestra respuesta al amor de Dios debe ser nuestra obediencia a Él. Necesitamos darnos cuenta de la actitud de Dios hacia el pecado y la desobediencia y trabajar para eliminar estas cosas de nuestras vidas.

Decide Ser Obediente a la Verdad

Después de escuchar la revelación de Dios a la profetisa Hulda, Josías reunió a los ancianos y al pueblo y les leyó la Palabra del Señor (2 R. 23:1-2). Después de esto, “hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto”(2 R. 23:3). Josías estaba decidido a obedecer al Señor. La gente allí presente en ese momento también entró en el pacto.

Necesitamos tener esta misma determinación. Cualquier cosa que diga la Palabra de Dios, la creeremos y la practicaremos. Está registrado que Josías “hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda” (2 R. 22:2). No se apartó de los mandamientos de Dios. Necesitamos ser de la misma manera. No hay lugar para la desviación en nuestra vida delante del Señor.

Los hombres del movimiento de restauración mencionado al inicio tenían como lema “Hablar donde habla la Biblia, callar donde la Biblia calla”. Con una adherencia tan estricta a la Palabra de Dios, desviarse de la Palabra está fuera de discusión. Este concepto ciertamente se enseña en las Escrituras. “No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso” (Pr. 30: 6). Pablo advirtió sobre aquellos que distorsionaban el evangelio, convirtiéndolo en un evangelio diferente. Estos hombres serían malditos (Gl. 1:6-9). Apocalipsis 22:18-19 habla de las consecuencias existentes si uno agrega a la Palabra de Dios o quita algo de ella. No debemos “apartarnos a derecha ni a izquierda”, sino continuar por el camino estrecho y angosto de ser obedientes a Dios (Mt. 7:13-14).

Pon Tu Fe En Acción

Una vez que escuchamos la Palabra de Dios, la entendemos y la creemos, ¿qué sigue? Primero tenemos que arrepentirnos, renunciar a la vida indiferente a la Palabra y a las prácticas pecaminosas en las que estábamos involucrados anteriormente. Entonces debemos ser obedientes, hacer lo que Dios nos ha mandado y andar en Sus caminos. Esto es lo que hizo Josías. Se arrepintió del pecado, corrigió el rumbo e hizo lo que la Palabra de Dios instruía. Como resultado, vemos varias reformas instituidas por Josías.

Primero, lo vemos eliminando todos los componentes de la adoración no autorizada (2 R. 23:4-6, 11-15). Destruyó los ídolos y todo lo demás asociado con la religión falsa. Luego lo vemos removiendo a los sacerdotes idólatras y a otros que contribuyeron a la corrupción religiosa de Israel (2 R. 23:5-9, 19-24). El texto incluso dice, “Mató además sobre los altares a todos los sacerdotes de los lugares altos que allí estaban, y quemó sobre ellos huesos de hombres” (2 R. 23:20). Esto no quiere decir que los líderes y maestros religiosos que alejan a las personas del Señor hoy deban ser asesinados—el juicio es del Señor. Pero ciertamente no debemos tener la actitud de tolerar e ignorar las falsas enseñanzas. Se deben eliminar las enseñanzas falsas (incluidos los que la difunden) y las prácticas falsas.

Además de eliminar las prácticas pecaminosas y los sacerdotes idólatras, Josías también recuperó lo que se había descuidado. Re-instituyó la celebración Pascua. Al hacer esto, no tomó simplemente el nombre de la Pascua y lo adjuntó a otra práctica que ya estaban haciendo. Le dijo a la gente: “Celebra la Pascua al Señor tu Dios, como está escrito en el libro del pacto” (2 R. 23:21). No iban a hacer cualquier cosa y llamarla Pascua. Debían hacerlo como está escrito. Es importante hacer las cosas de acuerdo con el modelo que Dios ha dado en Su Palabra. Bajo la Ley, Él instruyó que ciertas cosas se hicieran de cierta manera. Lo mismo es cierto bajo el Nuevo Pacto. Necesitamos hacer las cosas de acuerdo con el modelo del Nuevo Testamento. Así es como ponemos nuestra fe en acción: repudiamos aquellas cosas que son contrarias a la voluntad de Dios y practicamos aquellas cosas que Él nos ha instruido.

Sirve a Dios de Todo Corazón

Josías es exaltado en la Biblia por su actitud y obediencia. “No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual” (2 R. 23:25). Josías sirvió a Dios de todo corazón. Estaba completamente dedicado a Dios y a hacer lo que se le pedía. Necesitamos actuar de la misma manera.

¿Cómo sabemos si estamos sirviendo a Dios con todo el corazón? Cuando surja un conflicto, nos pondremos del lado de Dios y Su Palabra. Pondremos nuestro servicio a Él por encima de nuestra familia (Mt. 10:34-37) y por encima todos los demás (Gl. 1:10). Le obedeceremos incluso si eso significa ir contra el gobierno (Hch. 5:29) o algún otro grupo (Jn.12:42). Mucha gente sigue a Cristo cuando las cosas van bien. Pero cuando surgen conflictos y controversias, o transigen o simplemente se alejan por completo de Él. Necesitamos estar completamente dedicados a Cristo y no preocuparnos tanto por lo que piensan los demás.

Conclusión

¿Estamos interesados ​​en restaurar el cristianismo del Nuevo Testamento hoy en nuestra vida? ¡Debemos hacerlo! El Nuevo Testamento nos dice cómo debemos vivir nuestras vidas para glorificar al Señor. Debemos vivirla como el Señor nos dice que debemos vivirla. El Nuevo Testamento también nos muestra el carácter que debemos desarrollar como creyentes en Cristo Jesús. Debemos hacer esas cosas si somos salvos.

Hemos visto la restauración que tuvo lugar bajo el rey Josías. Los principios que encontramos allí nos ayudarán a restaurar y mantener el modelo del Nuevo Testamento en nuestras vidas. Necesitamos recordar que la Palabra de Dios es el estándar por el cual seremos juzgados. Debemos ser lo suficientemente humildes y abiertos para escuchar y aceptar lo que enseña la Palabra. Dios castigará a los que no obedezcan, por lo que debemos decidirnos a hacer exactamente lo que dice la Biblia. Una vez que hemos tomado esta determinación, no debemos posponerla, sino mostrar nuestra fe por medio de la obediencia y entregar nuestra completa devoción y lealtad a Cristo.

María, la madre de nuestro Señor, no es citada mucho por los predicadores ni expositores la Biblia. Lo que los Evangelios nos dicen de ella la pone en un nivel muy altocomo simple mujer, no como mediadora ni nada semejante, como enseña el romanismo. En este tiempo donde el feminismo se ha infiltrado aún por los poros de las mujeres que se llaman cristianas, el ejemplo y las palabras de María deben ser destacados. El contexto y la historia en la que ella pronuncia estas palabras están al alcance de todos los interesados. Aquí sólo citaremos lo que ella ordenó que debíamos hacer: “Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que [Él] os dijere” (Jn. 2:5). 

¿Decimos que servimos al Señor? Demostremos que hacemos todo lo que Él dice en Su Palabra para que nos bendiga.

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sábado, 27 de noviembre de 2021

EL AYUNO

¿Cómo nos instruyen las Escrituras que ayunemos? Aparte de los dos ayunos de cuarenta días cada uno efectuados por Moisés (Ex. 34:28; Dt. 9:9), la práctica del ayuno aparece explícitamente en la Palabra por primera vez en Jueces 20:26: Entonces subieron todos los hijos de Israel, y todo el pueblo, y vinieron a la casa de Dios; y lloraron, y se sentaron allí en presencia de Jehová, y ayunaron aquel día hasta la noche; y ofrecieron holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová.

El significado aquí indica claramente el arrepentimiento. Israel estaba siendo derrotado porque nadie estaba tomando en serio los mandamientos del Señor. Después de este día de ayuno y adoración, el Señor los bendijo con la victoria.

En 1 Samuel 7:6 se da un modelo similar de ayuno y arrepentimiento, como también vemos en Nehemías (Neh. 1:4), Esdras (Esd.8:21) y Ester (Est. 4:15-16). La palabra hebrea que se usa en estos pasajes para referirse al ayuno es tsuwm.  Se deriva de una palabra que significa cubrir la boca. Otro término utilizado refleja la actitud necesaria durante el Día de la Expiación: Anah Nephesh (Lv. 16:29). Esto significa afligir el alma. Esta es una referencia anterior en la que el ayuno está implícito, pero no se menciona explícitamente. También vemos en el Salmo 69:10 que el ayuno puede usarse para afligir el alma como penitencia por el pecado. El sentido aquí es de disciplinar nuestras almas afligiéndolas. De aquí es probablemente de donde surgió la práctica de “afligir  nuestras almas” por el ayuno en Yom Kippur (el Día de la Expiación—Lv. 16:28-30).  Debido a que el cuerpo se debilita un poco por el ayuno ( Sal.109:24 ), la relación del alma con el Espíritu Santo se vuelve más aguda y consciente. Por supuesto sería  contrario a las Escrituras ayunar hasta el punto de la muerte o cualquier cosa semejante. 

En la Biblia y en la antigüedad, vemos el ayuno asociado con actos de piedad personal, o el  reconocimiento de eventos desastrosos. Se practicó en tiempos de duelo y arrepentimiento. Incluso hoy en día, en la sociedad secular, las personas que están de luto a menudo no comen por algunos días, ya sea voluntariamente o porque no sienten deseos de hacerlo. 

Como creyentes, debemos reconocer el ayuno como un componente crítico de la vida espiritual y la batalla contra las fuerzas de las tinieblas que operan en nuestras vidas y alrededor de ellas. Muchos están familiarizados con el pasaje de Isaías 58:6 que presenta la idea de afligir el alma junto con la guerra espiritual en un enfoque nítido.

Ayudar a los oprimidos a obtener la liberación es una de las principales razones para ayunar. Esta es una verdadera herramienta de poder en nuestro  arsenal de guerra espiritual. El evangelio de Mateo 17:21 hace eco fuertemente de esto cuando el Señor dice: “Pero este género no sale sino con oración y ayuno”, vinculando así el ayuno con la liberación espiritual.

Si alguien está tratando de liberar a otro de lo que cree pueden ser poderes malignos en su vida y nada pasa, lo primero que debe hacer es ayunar por el oprimido. El ayuno y la oración es el arma que el Señor nos dice liberará al oprimido por el diablo.  

La NVI y otras Biblias actuales omiten las palabras “y ayuno” porque el diablo no quiere que los creyentes conozcan la poderosa parte que el ayuno tiene en la liberación. ¿No es totalmente perverso por parte de un comité de traducción de la Biblia dejar algo así fuera?  

El ayuno también se puede utilizar para abrir nuestros ojos espirituales a verdades más profundas. Esto es lo que hizo Cornelio en Hechos 10:30. Como resultado, tuvo una gran visitación angelical que lo condujo a su salvación personal y la de su familia, y energizó la difusión del Evangelio a los gentiles. 

Otros ejemplos incluyen el ayuno ante decisiones espirituales importantes. Los apóstoles hicieron esto antes de llamar y comisionar a Bernabé y Saulo (Hch. 13:2-4). 

¿Cómo funciona exactamente el ayuno? La Biblia no dice cómo funciona, sólo nos dice que debemos ayunar

Algunas ideas que nos animarán a practicar esta poderosa modalidad de guerra espiritual, podrían ser las siguientes consideraciones:

La parte más práctica del ayuno es que libera tiempo. Preparar comidas, comprar los alimentos o incluso salir a comer a un restaurante consume tiempo, dinero y energía, más si haces esto varias veces a la semana. El tiempo que se invierte en preparar comidas, comer, lavar los trastos y comprar los alimentos, se puede usar para ESTUDIAR la Biblia (no sólo leerla), orar y/o comenzar un plan de memorización de la Palabra, etc. La hora del almuerzo se puede utilizar para caminar en oración por un parque, interceder o simplemente leer la Biblia u otra literatura devocional edificante. 

En segundo lugar, el ayuno te acerca al cielo: te  purifica al hacerte ver cuán indigno eres de ser un hijo del Padre de nuestro Señor Jesucristo. Muchos informan que se sienten espiritualmente más ligeros o más en sintonía con la voz del Espíritu Santo durante y después de un ayuno. El ayuno parece acallar la constante charla mental entre las partes que componen nuestro ser (1 Ts. 5:23) para que podamos escuchar mejor esa voz suave y apacible del Padre en el interior. 

En tercer lugar, es muy importante que no te importe qué tipo de ayuno estás haciendo o cuánto tiempo ayunas. Si ayunas, una cosa es segura: tu cuerpo quemará algo de grasa. ¿Por qué es esto tan importante?  Si haces un estudio más profundo del Antiguo Testamento, descubrirás algunas cosas interesantes sobre la grasa. 

La grasa es parte de las mejores ofrendas. Es por eso que el Señor aprobó la ofrenda de Abel (Gn. 4:4). Esta es la primera mención de la grasa en las Escrituras. [La palabra gordo en Gn 4:4, literalmente significa grasa.] Como sabrás, la ley de la primera mención es muy importante porque sienta un precedente de doctrina y práctica. La grasa, por alguna razón, es  importante en la economía divina del cielo. En las Escrituras vemos que la grasa de una ofrenda se usaba en los ritos más sagrados del sacerdocio, así como en la consagración de Aarón como sumo sacerdote ( Éx. 29:13, 22 ) y la  ofrenda de paz (Lv. 3:3), así como en la ofrenda de la expiación por el pecado de un sacerdote ( Lv. 4:1-9), por  nombrar sólo algunos ejemplos bíblicos. 

Pero, ¿cómo influye esto en los creyentes hoy?

Nosotros, si somos verdaderos discípulos del Señor Jesús, somos templos del Espíritu Santo. Cuando comemos, “quemamos” las calorías de nuestra comida para mantener nuestro cuerpo funcionando. Una porción de grasa es una unidad de caloría,  científicamente. Cuando ayunamos, quemamos la grasa: una ofrenda muy agradable a Dios realizada en el “altar” de nuestro templo. Este es un símbolo poderoso y, sin embargo, es mucho MÁS que un símbolo. Hablando científicamente por un momento, la grasa es la forma más densa de energía alimenticia, la que contiene más calorías por porción. Cuando “quemamos grasa” ayunando en el altar de nuestros templos y ORANDO,  se liberan enormes cantidades de energía espiritual enfocada al Todopoderoso para que las almas se salven  y sean puestas en libertad. 

¿Cómo funciona? Todas las emociones que tenemos se almacenan esencialmente en nuestros cuerpos como sustancias químicas. Estas emociones son en parte espirituales y en parte físicas. La ira y el miedo, por ejemplo, están relacionados con el estrés y por lo tanto con hormonas como la adrenalina y el cortisol. El amor está relacionado con la feniletilamina, la anfetamina, así como la dopamina y la norepinefrina. Estos químicos circulan a través de nosotros y si no los eliminamos mediante el ejercicio, se mantienen en nuestro cuerpo circulando a través del trabajo de nuestro hígado. El trabajo del hígado es procesar todas estas sustancias químicas, pero hoy en día la mayoría las personas tienen un hígado graso, porque tenemos que procesar pesadas toxinas que nuestros antepasados ​​nunca imaginaron que existirían. Debido a que el hígado no puede manejar toda esta sobrecarga,  produce células grasas y almacena los químicos emocionales tóxicos en ellas. 

¿Qué tiene todo esto que ver con la oración y el ayuno? 

Cuando ayunas, le das a tu hígado un gran descanso. Como no tiene que procesar comida, puede concentrarse en comenzar a descargar todos estos químicos relacionados con el estrés; así es como se queman nuestras células grasas. Mientras ayunas, la fragancia de tu ofrenda de grasa se eleva al cielo y dejas a un lado todas tus emociones tóxicas (tensiones) en el altar de la Cruz. Es una forma de morir a tu antiguo yo. La carne, en este caso representada por tu grasa corporal, literalmente muere como ofrenda al Señor.  

Esta es al menos una manera poderosa (y bíblica) de arrojar todas tus preocupaciones sobre el Señor (1 P. 5:7). Debido a que la grasa es (biológicamente) una forma pura y bastante intensa de energía, cuando la quemamos a través del ayuno la Biblia indica que el Padre huele un aroma grato (Lv. 3:16) y libera  fuerzas celestiales que pueden liberar a la gente y romper las cadenas de la servidumbre y pesar espiritual. 

El ayuno enfoca las partes superiores del alma hacia el cielo. El cuerpo se libera brevemente de su trabajo de digerir los alimentos y todo el trabajo asociado con la mente (parte del alma) se libera para concentrarse mejor en las cosas del cielo. Trae un claridad relajante para el alma que es invaluable para nuestra oración y vida de intercesión. 

La Biblia no es específica sobre todos los detalles del ayuno. Pero una manera de efectuar un ayuno bíblico sería comenzar un ayuno al atardecer de un día cualquiera, y extenderlo hasta el atardecer del día siguiente. En el ayuno, si tu salud lo permite, no debes permitirte ingerir más que agua (sin ninguna clase de azúcares, aunque tomar algún tipo de té puede ser aconsejable en casos de debilidad). En el judaísmo, incluso hasta el día de hoy, la mayoría de los judíos devotos ni siquiera beben agua en un día de ayuno como Yom Kipur.  Esto se ve corroborado por la traducción de la palabra mencionada anteriormente [tsuwmcubrir la boca]. 

No sabemos cuán saludable sería esto para la mayoría de las personas debido a la acumulación de toxinas en el cuerpo y a la falta de nutrición de hoy en día, pero muchas personas podrían probarlo por un día. No es aconsejable más que esto para comenzar. Muchas personas no pueden ayunar solo con agua por razones médicas y NO hay condenación en eso. Haz lo que puedas. El Padre en el cielo contempla la intención del corazón. Las mujeres embarazadas, las madres lactantes y los niños pequeños no deben ayunar. Los ancianos podrían probar una forma menos severa de ayuno que sería simplemente beber agua, jugos de frutas o vegetales; o tal vez un caldo de vegetales en vez de ingerir comida de alta cocina (como lo hizo Daniel 1:8-15; 10:3). Las personas con problemas de azúcar en la sangre podrían intentarlo por un día, o una mañana, teniendo en cuenta sus niveles de glucosa durante el ayuno. Los jugos de frutas y verduras deben proporcionar la glucosa necesaria. Pero si tienes problemas con el azúcar en la sangre, debes hablar con tu médico antes de iniciar cualquier tipo de ayuno. 

Algunos practicantes de esta disciplina espiritual promueven ayunos más largos (de 3 a 7 días, etc.), y si realmente te sientes guiado a hacerlo deberías intentarlo teniendo en cuenta que puedes “romper" el ayuno en cualquier momento que te sientas mareado, debilitado o con mucho dolor de cabeza (síntomas comunes cuando el ayuno no es un hábito todavía). 

En esta época, la mayoría de la gente no está en una condición de salud en la que tolerarían muy bien un ayuno prolongado, incluso si parece espiritualmente más eficaz. Ya no estamos tan sanos como la gente en los días de los apóstoles. Esta práctica debería ser un asunto entre tú y el Señor, solamente (si no tienes ningún tipo de patologías).

Es probable que baste comenzar con lo que se llama el ayuno de Daniel. Esto es lo que el joven  profeta hace en Daniel 1:8-15. Él y sus compañeros hebreos rechazaron la comida del rey, sabiendo que no era kosher. Entonces, comieron sólo legumbres (algo así como sopa de verduras o lentejas). Comer sólo verduras durante unos días es un ayuno menos severo, pero sigue siendo muy poderoso porque tiene un precedente bíblico. 

Otra alternativa que es beneficiosa y espiritualmente muy útil para la mayoría, es comenzar a ayunar después de la cena de un día hasta el almuerzo del día siguiente. Este tipo de ayuno es llamado ayuno intermitente, y es practicado diariamente por meses e incluso años por quienes lo han hecho un hábito en sus vidas. Esto sería desde las 7 de la tarde de un día hasta el mediodía del día siguiente. Este sería un ayuno de 17 horas y podría ser una forma más fácil de comenzar la práctica del ayuno. Sugerimos comenzar este tipo de ayuno un día a la semana, y aumentar a dos días a la segunda semana, a tres la tercera semana y así hasta completar los siete días.  Puede que te sorprendas de cómo este simple acto de obediencia a la Palabra y ejemplo bíblico puede impulsar tu vida de oración o ministerio. El ayuno garantiza que aumentará el fuego del Espíritu Santo dentro de tu corazón y aumentará tu celo por la santidad y la pureza delante del Señor.  

Las bendiciones de una comunión más profunda e íntima con el Padre a través de Su Hijo y el  Espíritu Santo también puede traer discernimiento, milagros, salvaciones y liberaciones a tu vida y la vida de los demás. Durante estos últimos tiempos, cuando enfrentamos tantos desafíos, el ayuno proporciona una manera de aumentar el poder espiritual en tu vida, tu familia y comunidad. ¿Quién no necesita más de esto? Si alguna vez hubo un tiempo para la oración y el ayuno, ¡este es!  

A continuación presentamos alrededor de 40 pasajes bíblicos que tratan sobre el ayuno y demuestran cuán importante es a los ojos del Señor:

Nehemías 1:3-4; Salmo 35:13-14; Mateo 4:2; Esdras 8:21-23; Hechos 14:23; Daniel 10:3; 2 Crónicas 20:3-4; Joel 1:13-14; 1 Samuel 14:24-30; Marcos 9:29; 2 Samuel 12:15-17; 1 Samuel 7:6; Mateo 4:4; Joel 2:12-15; Lucas 4:1-2; Zacarías 7:4-7; Mateo 6:16-18; 1 Reyes 21:12; Mateo 9:14-17; 1 Samuel 31:13; Hechos 13:3-4; Jeremías 14:11-12; Éxodo 34:28; Daniel 9:3-5; 2 Samuel 1:12; Ester 4:16; Salmos 109:24; Nehemías 9:1-3; Jonás 3:5-9; Isaías 58:1-7; 1 Reyes 21:25-29; Hechos 13:2; Lucas 5:33-35; Lucas 2:37; Salmo 69:10; Marcos 2:18-20. 

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PREGUNTAS BÍBLICAS PARA CATÓLICOS  

LO QUE TODO CATÓLICO DEBE SABER  

EL CATOLICISMO: LA TRADICIÓN HUMANA VERSUS LA BIBLIA

ROMA LA GRAN MENTIRA (E-BOOK)

CUAL LA MADRE, TAL LA HIJA 

EL ADVENTISMO DEL SÉPTIMO DÍA 

LOS MORMONES 

LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ 

NUEVA ERA - PARTE I 

OCULTISMO Y SECTAS - PARTE I 

LA CIENCIOLOGÍA 

NO HAY NADA GAY EN SER GAY 

C. S. LEWIS - EL SANTO PATRÓN DE LOS NEOEVANGÉLICOS

SIETE VECES CAE EL JUSTO 

NO OS CONOZCO

NUNCA OS CONOCÍ

EL JUICIO COMIENZA POR LA CASA DE DIOS

COMAMOS Y BEBAMOS QUE MAÑANA MORIREMOS 

SANSÓN Y LOS CRISTIANOS DE HOY

LA VERDAD SOBRE EL DIVORCIO—Y CÓMO EVITARLO 

DURA COSA TE ES DAR COCES CONTRA EL AGUIJÓN

UN PASEO GUIADO POR LA BIBLIA

EL AMOR DE MUCHOS SE ENFRIARÁ

LO QUE DICE EL SEÑOR SOBRE EL INFIERNO

VUESTRO ADVERSARIO EL DIABLO 

UNA ADVERTENCIA A LA CRISTIANDAD

¿JUZGAR O NO JUZGAR A OTROS?

MATRIMONIOS DE LA BIBLIA 

(Estudio devocional de 13 matrimonios de la Palabra)








jueves, 25 de noviembre de 2021

JONATÁN

El primogénito del rey Saúl (1 S. 14:49;20:31), fue un hombre valiente y de fe destacable. De manera sobresaliente dio muerte a la guarnición filistea en Geba (1 S. 13:2-3). Los filisteos habían reunido sus ejércitos, y Jonatán fue solo con su escudero, confiando en el Señor, y se enfrentó con ellos derrotándolos completamente.

Ignorando la maldición pronunciada por su padre contra aquel que comiera algo antes de anochecer, Jonatán comió un poco de miel silvestre. Deseando continuar la victoria, Saúl inquirió de Jehová, pero sin recibir respuesta. Por ello se echaron suertes para saber por qué el Señor no respondía. La suerte cayó sobre Jonatán, y Saúl sentenció que este debía morir por desobedecerlo. Pero el ejército de Israel, que reconocía en Jonatán a un hombre y soldado notable, lo impidió (1 S. 14:1-46).

A la muerte de Goliat a manos de David, Jonatán hizo pacto con él porque lo amó como a sí mismo” (1 S. 18:1), y le dio de sus ropas y sus armas (1 S. 18:3-4). Protegió a David de la ira de Saúl. Y aunque él mismo era el heredero del trono, aceptó de buen modo que David fuera el rey y él fuera el segundo en el reino de Israel, después de David (1 S. 19:1-7; 20:1-42; 23:16-18).

Jonatán se sometió humildemente a la voluntad de Dios, incluso cuando significó renunciar a su reino futuro (1 S. 20:31, 42; 1 S. 23:17), y no persiguió sus propios intereses ni presionó por su propio camino. Cuando supo que Dios quería a David como rey, él humildemente se apartó del cuadro y se sometió a la voluntad de Dios.

Sin embargo, no se apartó de su padre. A pesar de que conocía la sentencia de Dios en contra de Saúl, no le dio una adhesión incondicional y pública a David, el elegido de Dios. Este error lo pagó con su vida. Con su padre murió en el campo de batalla (1 S. 30:2).

A pesar de sus virtudes, Jonatán es tipo del cristiano de doble ánimo (Stg. 1:6-8), y nos enseña el peligro de no tomar el lado correcto cuando el Señor ya ha revelado su voluntad (1 S. 20:42;23:16-18). En el Nuevo Testamento, Jonatán habría sido uno de los tantos discípulos encubiertos del Señor—quienes creían en Él, pero no lo suficiente como para identificarse con Él siguiéndolo a plena luz del día.

Jonatán fue como un hombre parado sobre dos botes en medio del mar: con un pie en un bote y el otro pie en otro bote—en cuestión de tiempo, caería. Reconoció a David como el elegido de Dios; y aceptó ser el segundo en el reino, pero cuando David tuviera el reino. Mientras eso todavía no fuera una realidad, seguiría sirviendo a su padre, quien por sus acciones de desobediencia en contra de Dios, había sido condenado por Él. Su fe en la Palabra del Señor no fue suficiente como para dejar el reino de su padre ahora y convertirse en un forajido con los hombres que seguían a David.

Bien dice Santiago: “No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg. 1:7).

Leer EL HOMBRE DE DOBLE ÁNIMO

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domingo, 21 de noviembre de 2021

QUÉ ES EL ÉXITO

 

¿Cómo define la Biblia el éxito?

Cuando el Rey David estaba a punto de morir, le dio a su hijo Salomón el siguiente consejo: Guarda los preceptos del Señor tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas (1 R. 2:3). 

Obsérvese que David no le dijo a su hijo que construyera su reino con grandes ejércitos, o que recogiera la riqueza de otras tierras, o que derrotara a sus enemigos en la batalla. En lugar de eso, su fórmula para el éxito era seguir a Dios y obedecerle. 

Cuando Salomón se convirtió en rey, él no le pidió al Señor riqueza o poder, sino sabiduría y discernimiento para conducir al pueblo de Dios. Dios se complació con esta petición y se la otorgó, dándole a Salomón un corazón sabio y entendido, más de lo que algún otro hombre haya tenido antes. Dios también le dio a Salomón cosas que él no pidió, tales como riquezas y honra entre los hombres (1 R. 3:1-14). Salomón tomó muy en serio los consejos de su padre, al menos al inicio de su reinado, y lo reflejó escribiéndolo en los Proverbios: Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán. Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres (Pr. 3:1-4).

Cristo Jesús reiteró esta enseñanza en el Nuevo Testamento, cuando declaró cuál es el mayor de los mandamientos: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Mr. 12:30-31). Amar a Dios significa obedecerle y guardar Sus mandamientos (Jn. 14:15, 23-24). El primer paso en este proceso es aceptar el regalo de la vida eterna que el Señor Jesucristo ofrece (Jn. 3:16). Este es el principio del verdadero éxito bíblico. Cuando se recibe el don, empieza la transformación. El proceso se lleva a cabo entre la colaboración de voluntad humana y el Espíritu Santo de Dios (1 Co. 3:9). 

¿Cómo puede suceder esto y cuál es el resultado? Primero sucede a través de la confianza y la obediencia al Señor. Cuando le obedecemos, Él nos transforma, nos da una nueva naturaleza (1 Co. 5:17). A medida que avanzamos y surgen problemas y tiempos difíciles, lo que la Biblia llama “pruebas”, somos capaces de soportar con gran paz y la dirección del Señor, y empezamos a comprender que Dios usa esas mismas pruebas para fortalecer nuestro hombre interior (Jn. 16:33; Stg. 1:2). En otras palabras, las luchas en la vida no nos hacen fracasar, sino que nos permiten caminar a través de los problemas con la gracia y la sabiduría de Dios. 

Al obedecer a Dios, somos libres de las maldiciones de este mundo: el odio, los celos, las adicciones, la confusión, los complejos de inferioridad, la ira, la amargura, la falta de perdón, el egoísmo y mucho más.

Además, los seguidores de Cristo (cristianos) poseen y muestran el fruto del Espíritu de Dios que habita en sus corazones: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gl. 5:22-23). Tenemos a nuestra disposición el conocimiento para saber qué hacer y a dónde acudir (Pr. 3:5-6), sabiduría sin límite (Stg. 1:5), y la paz que sobrepasa todo entendimiento (Fil. 4:7). A medida que crecemos y maduramos en Cristo, comenzamos a pensar, no sólo en nosotros mismos sino en los demás. Nuestro mayor gozo se convierte en lo que podemos hacer y dar a los demás, y cómo podemos ayudarles a crecer y prosperar espiritualmente. Este es el verdadero éxito, porque una persona puede tener todo el poder, el dinero, la popularidad y el prestigio que el mundo tiene para ofrecer, pero si su alma está vacía y resentida, el éxito del mundo es realmente un fracaso. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt. 16:26).

Mientras que la transformación de nuestra vida interior es la meta de Dios para nosotros, Él también provee de manera abundante buenos dones materiales a Sus hijos (alimento, ropa, vivienda, etc.), y le encanta hacerlo (Mt. 6:25-33). Sin embargo, la mayoría de nosotros, en algún momento, nos centramos en los dones más que en el Dador. Ahí es cuando retrocedemos en nuestra satisfacción y gozo, y apagamos la obra transformadora del Espíritu en nosotros, porque nos enfocamos en las cosas equivocadas. Quizás la razón por la que el Señor a veces limita el entregarnos Sus dones es para que no tropecemos con los dones y nos alejemos de Él.

Imagínate dos manos. En la mano derecha hay: el ofrecimiento del verdadero contentamiento, la habilidad para manejar los problemas de la vida sin dejarse vencer por ellos, una increíble paz que nos permite ver a través de todas las circunstancias, la sabiduría de saber qué hacer, el conocimiento y la constante orientación para la vida, el amor a los demás, la aceptación de nosotros mismos, el gozo pase lo que pase; y al final de ésta vida, gozaremos de una eternidad con el Dios que da libremente todos estos dones. La otra mano sostiene todo el dinero, el poder y el “éxito” que el mundo tiene para ofrecer, sin nada de lo que la mano derecha sostiene. ¿Cuál elegirás? El Señor dice, “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21). 

Lo que está en la mano derecha es la definición bíblica de éxito (Ec. 10:2).
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