Hace un par de cientos de años comenzó un movimiento en America para restaurar el cristianismo del Nuevo Testamento. En este período, los hombres descartaron los credos y las iglesias de los hombres para volver al modelo que se encuentra en el Nuevo Testamento. En 2 Reyes 22, comenzó una restauración similar. El objetivo era volver al modelo que se encuentra en la Ley de Moisés. Los principios de este capítulo muestran cómo se puede restaurar y mantener el servicio fiel a Dios. Estos principios fueron sostenidos por aquellos que trabajaron para restaurar el cristianismo del Nuevo Testamento en el movimiento ya mencionado. Los mismos principios pueden ayudarnos hoy a restaurar y mantener un servicio fiel a Dios, tanto congregacional como personalmente. Examinemos algunas lecciones de la restauración en los días del rey Josías.
La Palabra de Dios es Nuestro Estándar
En el año dieciocho del reinado de Josías, se comenzó a trabajar para reparar el templo. Mientras los obreros trabajaban allí, hicieron un descubrimiento. Encontraron el libro de la ley, la ley de Dios para Israel. “Entonces dijo el sumo sacerdote Hilcías al escriba Safán: He hallado el libro de la ley en la casa de Jehová. E Hilcías dio el libro a Safán, y lo leyó. Viniendo luego el escriba Safán al rey, dio cuenta al rey y dijo: Tus siervos han recogido el dinero que se halló en el templo, y lo han entregado en poder de los que hacen la obra, que tienen a su cargo el arreglo de la casa de Jehová. Asimismo el escriba Safán declaró al rey, diciendo: El sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y lo leyó Safán delante del rey” (2 R. 22: 8-10).
El siguiente capítulo continúa describiendo los cambios que Josías hizo en Israel como resultado de escuchar las enseñanzas de la Ley de Dios. Estos cambios no se habrían producido si no hubiera vuelto a la Palabra de Dios. Este era el estándar que debían seguir los israelitas.
La Palabra de Dios es el único lugar lógico para buscar autoridad sobre nuestras vidas. Si queremos saber lo que debemos hacer, debemos buscar en la Biblia. La razón de esto es que el juicio se hará de acuerdo con este estándar. En los días de Josías, su estándar era la Ley de Moisés. De modo que Israel debía “observar y cumplir todos sus mandamientos” (Dt. 28:1). Si lo hacían, serían bendecidos (Dt. 28:2). Si fallaban en seguir este estándar, serían castigados (maldecidos—Dt. 28:15).
Hoy vivimos bajo el Nuevo Pacto, diferente del pacto que gobernaba a Israel en los días de Josías. Pero el hecho es que la Palabra de Dios continúa siendo nuestro estándar. Su Ley ha cambiado externamente, pero el principio subyacente no. Seremos juzgados de acuerdo a cómo hemos vivido bajo Su nueva ley: el evangelio. El Señor Jesús te dice: La palabra que he hablado es la que te juzgará en el día postrero (Jn. 12:48). Pablo dijo que seríamos juzgados según su evangelio (Ro. 2:16). El mensaje que Pablo describió como “mi evangelio” no fue un mensaje que se originó en él. Fue el mensaje de Cristo que enseñó Pablo. El evangelio es el estándar por el cual seremos juzgados. Por lo tanto, es el estándar por el cual debemos medir todo lo que hacemos.
Debemos Tener un Corazón Humilde Ante el Señor
Después de escuchar la Palabra del Señor, Josías se dio cuenta de que Israel había transgredido la Ley de Dios (2 R. 22:13). Así que le dijo a Hilcías, y Ahicam, Acbor, Safán y Asaías: “Id y preguntad a Jehová por mí, y por el pueblo, y por todo Judá, acerca de las palabras de este libro que se ha hallado”. Entonces estos hombres fueron a ver a la profetisa Hulda (2 R. 22:14). El Señor le dio este mensaje a Josías a través de ella: “Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrán a ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová” (2 R. 22:19). El corazón humilde y tierno de Josías hizo que deseara hacer la voluntad de Dios, y que Dios lo escuchara.
Lo opuesto a esto es el orgullo y un corazón duro, que harán que uno rechace la Palabra de Dios. “Antes del quebrantamiento es la soberbia y antes de la caída la altivez de espíritu” (Pr. 16:18). “Y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu” (Sal. 78:8). En cambio, debemos tener un corazón tierno, como lo tenía Josías. Después de escuchar la Palabra de Dios, rasgó sus ropas (2 R. 22:11). Esta era una señal de duelo. Comprendió que la nación había pecado y no había estado a la altura de la norma de Dios. Es necesario lamentar el pecado y el error.
Pablo abordó el problema en Corinto de un hombre que vivía con la esposa de su padre. Él les dijo: “Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (1 Co. 5:2). El duelo es necesario cuando el pecado existe porque el pecado causa la separación de Dios (Is 59:2).
En el Sermón del Monte, el Señor comenzó diciendo: “Bienaventurados los pobres de espíritu [los humildes], porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:3). La humildad es necesaria porque lleva al duelo por el pecado (Mt. 5:4) y, finalmente, a la obediencia. Vemos cómo el duelo llevó a la obediencia en el día de Pentecostés (Hch. 2). Pedro explicó a la audiencia quién era el Señor Jesús, que Él era el Cristo y que ellos eran culpables de crucificarlo. Muchos entendieron su punto y se entristecieron por lo que habían hecho: “Al oír esto, se compungieron de corazón” (Hch. 2:37). Este duelo por el pecado los llevó a hacer la pregunta: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro les dijo lo que era necesario: “Arrepentíos” (Hch. 2:38). Tres mil de ellos recibieron su palabra y fueron bautizados ese día (Hch. 2:41). Sus corazones eran lo suficientemente humildes y tiernos como para llorar por su pecado. Su duelo resultó en obediencia.
Necesitamos tener un corazón humilde y tierno hoy cuando nos acercamos a la Palabra de Dios. Este tipo de corazón hace que uno se dé cuenta de que la Palabra de Dios es correcta pase lo que pase. Si lo que creo y/o hago es diferente de lo que enseña la Palabra, entonces estoy equivocado. Necesitamos ser lo suficientemente humildes para darnos cuenta y admitir cuando estamos equivocados. Siempre debemos estudiar la Biblia con una mente abierta y un corazón humilde y adaptar nuestro pensamiento y nuestra vida a ella.
Reconoce la Actitud de Dios Hacia el Pecado y la Desobediencia
Cuando Josías escuchó las palabras de la Ley de Dios, estas lo hicieron llorar, y envió a algunos a consultar al Señor en busca de guía. Él entendió por la Ley que “grande es la ira de Jehová que se ha encendido contra nosotros, por cuanto nuestros padres no escucharon las palabras de este libro, para hacer conforme a todo lo que nos fue escrito” (2 R. 22:13). Josías entendió la actitud de Dios hacia el pecado y la desobediencia. Iban a encontrarse con Su ira. Ese fue el motivo de su duelo. Transgredir la Ley de Dios es un asunto serio.
¿Cuánto mayor es la ira de Dios hoy?
El escritor hebreo habló del castigo por el pecado en el Antiguo Testamento. “El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente” (He. 10:28). Esto parece bastante duro. Menos mal que no estamos bajo esa ley, ¿verdad? Hoy estamos bajo la gracia y la libertad. Obsérvese el siguiente versículo: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (He. 10:29).
¿Qué significa pisotear al Hijo de Dios? En contexto, está hablando de “pecar voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad” (He. 10:26). La actitud de Dios hacia el pecado y la desobediencia no se ha suavizado desde que entró en vigor el Nuevo Pacto.
Romanos 2: 3-8 también nos muestra la actitud de Dios hacia el pecado. Pablo pregunta a aquellos a quienes les escribía si pensaban que escaparían del juicio de Dios debido a Su bondad, tolerancia y paciencia; sin entender que “la benignidad [bondad] de Dios os guía al arrepentimiento” (Ro. 2:3-4). “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras [acumulas] para ti mismo[a] ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Ro. 2:5).
¿Podemos siquiera comprender este concepto? La ira de Dios crece y crece hasta que finalmente culmina en nuestra destrucción y condenación. Esto es lo que nos espera si “no obedecemos a la verdad [la Palabra de Dios], sino a la injusticia [nuestra voluntad]” (Ro. 2:8).
Alguien puede decir, “Pero Dios es un Dios de amor”. Ciertamente lo es. Él nos amó lo suficiente como para enviar al Señor Jesús (Jn. 3:16) y hacer que muriera por nosotros, incluso cuando todavía éramos pecadores (Ro. 5:8). Pero el amor de Dios no anula nuestra necesidad de obedecerle. Recuérdese, “la benignidad [bondad] de Dios os guía al arrepentimiento” (Ro. 2:4). Nuestra respuesta al amor de Dios debe ser nuestra obediencia a Él. Necesitamos darnos cuenta de la actitud de Dios hacia el pecado y la desobediencia y trabajar para eliminar estas cosas de nuestras vidas.
Decide Ser Obediente a la Verdad
Después de escuchar la revelación de Dios a la profetisa Hulda, Josías reunió a los ancianos y al pueblo y les leyó la Palabra del Señor (2 R. 23:1-2). Después de esto, “hizo pacto delante de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto”(2 R. 23:3). Josías estaba decidido a obedecer al Señor. La gente allí presente en ese momento también entró en el pacto.
Necesitamos tener esta misma determinación. Cualquier cosa que diga la Palabra de Dios, la creeremos y la practicaremos. Está registrado que Josías “hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en todo el camino de David su padre, sin apartarse a derecha ni a izquierda” (2 R. 22:2). No se apartó de los mandamientos de Dios. Necesitamos ser de la misma manera. No hay lugar para la desviación en nuestra vida delante del Señor.
Los hombres del movimiento de restauración mencionado al inicio tenían como lema “Hablar donde habla la Biblia, callar donde la Biblia calla”. Con una adherencia tan estricta a la Palabra de Dios, desviarse de la Palabra está fuera de discusión. Este concepto ciertamente se enseña en las Escrituras. “No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso” (Pr. 30: 6). Pablo advirtió sobre aquellos que distorsionaban el evangelio, convirtiéndolo en un evangelio diferente. Estos hombres serían malditos (Gl. 1:6-9). Apocalipsis 22:18-19 habla de las consecuencias existentes si uno agrega a la Palabra de Dios o quita algo de ella. No debemos “apartarnos a derecha ni a izquierda”, sino continuar por el camino estrecho y angosto de ser obedientes a Dios (Mt. 7:13-14).
Pon Tu Fe En Acción
Una vez que escuchamos la Palabra de Dios, la entendemos y la creemos, ¿qué sigue? Primero tenemos que arrepentirnos, renunciar a la vida indiferente a la Palabra y a las prácticas pecaminosas en las que estábamos involucrados anteriormente. Entonces debemos ser obedientes, hacer lo que Dios nos ha mandado y andar en Sus caminos. Esto es lo que hizo Josías. Se arrepintió del pecado, corrigió el rumbo e hizo lo que la Palabra de Dios instruía. Como resultado, vemos varias reformas instituidas por Josías.
Primero, lo vemos eliminando todos los componentes de la adoración no autorizada (2 R. 23:4-6, 11-15). Destruyó los ídolos y todo lo demás asociado con la religión falsa. Luego lo vemos removiendo a los sacerdotes idólatras y a otros que contribuyeron a la corrupción religiosa de Israel (2 R. 23:5-9, 19-24). El texto incluso dice, “Mató además sobre los altares a todos los sacerdotes de los lugares altos que allí estaban, y quemó sobre ellos huesos de hombres” (2 R. 23:20). Esto no quiere decir que los líderes y maestros religiosos que alejan a las personas del Señor hoy deban ser asesinados—el juicio es del Señor. Pero ciertamente no debemos tener la actitud de tolerar e ignorar las falsas enseñanzas. Se deben eliminar las enseñanzas falsas (incluidos los que la difunden) y las prácticas falsas.
Además de eliminar las prácticas pecaminosas y los sacerdotes idólatras, Josías también recuperó lo que se había descuidado. Re-instituyó la celebración Pascua. Al hacer esto, no tomó simplemente el nombre de la Pascua y lo adjuntó a otra práctica que ya estaban haciendo. Le dijo a la gente: “Celebra la Pascua al Señor tu Dios, como está escrito en el libro del pacto” (2 R. 23:21). No iban a hacer cualquier cosa y llamarla Pascua. Debían hacerlo “como está escrito”. Es importante hacer las cosas de acuerdo con el modelo que Dios ha dado en Su Palabra. Bajo la Ley, Él instruyó que ciertas cosas se hicieran de cierta manera. Lo mismo es cierto bajo el Nuevo Pacto. Necesitamos hacer las cosas de acuerdo con el modelo del Nuevo Testamento. Así es como ponemos nuestra fe en acción: repudiamos aquellas cosas que son contrarias a la voluntad de Dios y practicamos aquellas cosas que Él nos ha instruido.
Sirve a Dios de Todo Corazón
Josías es exaltado en la Biblia por su actitud y obediencia. “No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés; ni después de él nació otro igual” (2 R. 23:25). Josías sirvió a Dios de todo corazón. Estaba completamente dedicado a Dios y a hacer lo que se le pedía. Necesitamos actuar de la misma manera.
¿Cómo sabemos si estamos sirviendo a Dios con todo el corazón? Cuando surja un conflicto, nos pondremos del lado de Dios y Su Palabra. Pondremos nuestro servicio a Él por encima de nuestra familia (Mt. 10:34-37) y por encima todos los demás (Gl. 1:10). Le obedeceremos incluso si eso significa ir contra el gobierno (Hch. 5:29) o algún otro grupo (Jn.12:42). Mucha gente sigue a Cristo cuando las cosas van bien. Pero cuando surgen conflictos y controversias, o transigen o simplemente se alejan por completo de Él. Necesitamos estar completamente dedicados a Cristo y no preocuparnos tanto por lo que piensan los demás.
Conclusión
¿Estamos interesados en restaurar el cristianismo del Nuevo Testamento hoy en nuestra vida? ¡Debemos hacerlo! El Nuevo Testamento nos dice cómo debemos vivir nuestras vidas para glorificar al Señor. Debemos vivirla como el Señor nos dice que debemos vivirla. El Nuevo Testamento también nos muestra el carácter que debemos desarrollar como creyentes en Cristo Jesús. Debemos hacer esas cosas si somos salvos.
Hemos visto la restauración que tuvo lugar bajo el rey Josías. Los principios que encontramos allí nos ayudarán a restaurar y mantener el modelo del Nuevo Testamento en nuestras vidas. Necesitamos recordar que la Palabra de Dios es el estándar por el cual seremos juzgados. Debemos ser lo suficientemente humildes y abiertos para escuchar y aceptar lo que enseña la Palabra. Dios castigará a los que no obedezcan, por lo que debemos decidirnos a hacer exactamente lo que dice la Biblia. Una vez que hemos tomado esta determinación, no debemos posponerla, sino mostrar nuestra fe por medio de la obediencia y entregar nuestra completa devoción y lealtad a Cristo.
María, la madre de nuestro Señor, no es citada mucho por los predicadores ni expositores la Biblia. Lo que los Evangelios nos dicen de ella la pone en un nivel muy alto—como simple mujer, no como mediadora ni nada semejante, como enseña el romanismo. En este tiempo donde el feminismo se ha infiltrado aún por los poros de las mujeres que se llaman cristianas, el ejemplo y las palabras de María deben ser destacados. El contexto y la historia en la que ella pronuncia estas palabras están al alcance de todos los interesados. Aquí sólo citaremos lo que ella ordenó que debíamos hacer: “Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que [Él] os dijere” (Jn. 2:5).
¿Decimos que servimos al Señor? Demostremos que hacemos todo lo que Él dice en Su Palabra para que nos bendiga.
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