“Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal” (Pr. 24:16).
Vemos en Lucas al Señor Jesús advirtiendo a Pedro de un peligro que le esperaba. Le dijo:
“Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc 22:31-32).
Es sólo cuando somos quebrantados que podemos tener la suficiente virtud para bendecir a los demás.
Fue con es propósito que Dios permitió que Pedro fallara. El propósito era purificar a Pedro. Lo que Satanás realmente quería era destruirlo por completo, pero Dios no se lo permitió. Dios no permite que seamos probados más allá de lo que podemos resistir (1 Co 10:13). Entonces Dios le permitió a Satanás “zarandear” a Pedro; esto es, quebrantarlo por medio del fracaso. Como resultado de su fracaso, Pedro fue limpiado de una gran cantidad de basura en su vida. Este es el verdadero propósito con el que Dios nos permite fracasar a nosotros también. ¿No es bueno que la paja se elimine de nuestras vidas? ¡Ciertamente! Cuando un agricultor cosecha el trigo, tiene que “zarandearlo” antes de poder usarlo. Sólo cuando le ha quitado toda la paja y la basura inservible, lo puede utilizar para algo.
El Señor usa a Satanás para quitar la paja y la basura de nuestras vidas. Sorprendentemente, Dios logra este propósito al permitirnos fracasar repetidamente. Dios usó a Satanás para cumplir este propósito en Pedro y también usará a Satanás para cumplir este propósito en nuestras vidas. Hay mucha paja y basura en todos nosotros: la paja del orgullo, la confianza en uno mismo y la justicia propia. Y Dios usa a Satanás para hacernos fracasar repetidamente, a fin de quitarnos esa paja por completo.
Si el Señor está logrando cumplir este propósito en tu vida o no, sólo tú lo sabes. Pero si Él logra quitar de ti la paja, serás más humilde y con menos justicia propia. No despreciarás a los demás cuando fracasen. No te considerarás mejor que nadie.
Dios permite que Satanás nos quite la paja, permitiéndonos fracasar repetidamente. Así que no te desanimes si fracasas. Todavía estás en la mano de Dios. Hay un propósito glorioso que se está cumpliendo a través de tus repetidos fracasos. Pero tu fe en el amor de Dios por ti no debe fallar en esos momentos. Eso fue lo que el Señor Jesús pidió por Pedro, y lo que pide al Padre por nosotros hoy. Él no pide que nunca caigamos, sino que pide que cuando toquemos fondo después de caer, nuestra confianza en el amor de Dios siga siendo inquebrantable.
Sólo a través de muchas experiencias de fracaso llegamos finalmente al punto donde somos finalmente quebrantados. Fue cuando Pedro llegó a ese punto, que tuvo una “segunda conversión” (Lc 22:32). La prueba de que la oración del Señor Jesús por Pedro fue respondida se ve en el hecho de que cuando Pedro tocó fondo, se dio la vuelta hacia el Señor y buscó Su perdón. No se quedó allí tumbado, derrotado, destruido. No perdió la fe. Se levantó. Dios lo había dejado avanzar por sus propios medios, con su propia fuerza y confianza en sí mismo. Pero cuando Pedro se quedó sin fuerzas ni recursos propios, Dios lo trajo de nuevo hacia Él en busca de Su ayuda, como cuando anduvo sobre las aguas y comenzó a hundirse. ¿Qué había clamado entonces Pedro? “¡Señor, sálvame!” (Mt 14:30). “Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él” (Mt 14:31)
¡Es maravilloso ser un hijo de Dios! Cuando Dios nos ase, nos dice: “Yo soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” (Is 41:13).
A veces el Señor nos suelta de la mano, y nos alejamos de Él, y nos caemos hasta siete veces (Pr 24:16). Es entonces que Dios viene a nuestro rescate para traernos de regreso a Él. Por supuesto, puedes decidir en ese punto no volver asirte de Su mano, y huir, alejándote aun más de Él. O puedes elegir ser quebrantado por la bondad de Dios, y llorar, y volver a tomar Su mano. Eso es lo que hizo Pedro. Lloró y se volvió hacia el Señor. Pero Judas Iscariote no hizo eso. Se alejó aun más en rebelión contra la autoridad de Dios sobre su vida, y se perdió. Pero confío en que tú harás lo que hizo Pedro.
Entonces el Señor Jesús le dijo a Pedro: “Una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc 22:32). Cuando vuelvas al Señor y seas fuerte una vez más, fortalece a tus hermanos. Sólo cuando somos quebrantados podemos ser lo suficientemente fuertes para fortalecer a los demás. Fue sólo cuando Pedro estaba débil y quebrantado en su orgullo, que se volvió realmente fuerte, tan fuerte que pudo fortalecer a sus hermanos y hermanas. Podríamos decir que la preparación de Pedro para el servicio lleno del Espíritu se debió a su experiencia de fracaso. Si hubiera sido lleno del Espíritu Santo, sin esta experiencia de fracaso, se habría puesto de pie en el día de Pentecostés como un hombre orgulloso, como un hombre que nunca había caído, que podía mirar con desprecio a los pobres perdidos pecadores que estaban delante de él. Y Dios se habría convertido en su enemigo, porque Dios resiste a los orgullosos (Stg 4:6).
Pedro tuvo que llegar a ese punto antes de que pudiera ser lo que Dios quería que fuera. Una vez que hemos tocado fondo, nunca despreciaremos a los que todavía están allí. A partir de entonces, nunca menospreciaremos a los pecadores no arrepentidos, ni a los creyentes descarriados, ni siquiera a los líderes cristianos que caen. Nunca podremos estar orgullosos de nuestra victoria sobre el pecado, porque sabemos lo fracasados que estuvimos nosotros mismos en algún momento. Es por eso que el mismo Pedro advirtió a otros cristianos diciendo:
“Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados” (2 P 1:9).
Nunca olvides cómo tú mismo fuiste más de una vez limpiado de tus pecados, y todavía lo estás siendo. Pedro nos advierte que si olvidamos esto, nos volveremos miopes y ciegos. No quiero ser miope ni quedar ciego. Quiero tener una visión de largo alcance, de valores celestiales y valores eternos, en todo momento. ¿Quieres tú lo mismo?