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viernes, 29 de octubre de 2021

SIETE VECES CAE EL JUSTO


“Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal” (Pr. 24:16). 

Vemos en Lucas 22:31-32 al Señor Jesús advirtiendo a Pedro de un peligro que le esperaba. Le dijo: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. 

Es sólo cuando somos quebrantados que podemos tener la suficiente virtud para bendecir a los demás. 

Fue con un propósito que Dios permitió que Pedro fallara. Ese propósito era purificar a Pedro. Lo que Satanás realmente quería era destruirlo por completo, pero Dios no se lo permitió. Dios no permite que seamos probados más allá de nuestra capacidad. Entonces a Satanás se le permitió zarandear” a Pedro; esto es, humillarlo. Como resultado de su fracaso, Pedro fue limpiado de una gran cantidad de basura en su vida. Este es el verdadero propósito con el que Dios nos permite fallar también. ¿No es bueno que la paja se elimine de nuestras vidas? ¡Ciertamente! Cuando un agricultor cosecha el trigo, tiene que “zarandearlo” antes de poder usarlo. Sólo cuando le ha quitado toda la paja y la basura inservible, lo puede utilizar para algo.

El Señor usa a Satanás para quitar la paja y la basura de nuestras vidas. Sorprendentemente, Dios logra este propósito al permitirnos fallar repetidamente. Dios usó a Satanás para cumplir este propósito en Pedro y también usará a Satanás para cumplir este propósito en nuestras vidas. Hay mucha paja y basura en todos nosotros: la paja del orgullo, la confianza en uno mismo y la justicia propia. Y Dios usa a Satanás para hacernos fallar repetidamente, a fin de quitarnos esa paja por completo.

Si el Señor está logrando cumplir este propósito en tu vida o no, sólo tú lo sabes. Pero si Él logra quitar de ti la paja, serás más humilde y con menos justicia propia. No despreciarás a los demás cuando fracasen. No te considerarás mejor que nadie.

Dios permite que Satanás nos quite la paja, permitiéndonos fallar repetidamente. Así que no te desanimes si fracasas. Todavía estás en la mano de Dios. Hay un propósito glorioso que se está cumpliendo a través de tus repetidos fracasos. Pero tu fe en el amor de Dios por ti no debe fallar en esos momentos. Eso fue lo que el Señor Jesús pidió por Pedro, y lo que está pidiendo al Padre por nosotros hoy. Él no está pidiendo para que nunca fallemos, sino para que cuando toquemos fondo, nuestra confianza en el amor de Dios siga siendo inquebrantable.

Sólo a través de muchas experiencias de fracaso llegamos finalmente al punto donde somos finalmente quebrantados. Fue cuando Pedro llegó a ese punto, que tuvo una segunda conversión (Lc. 22:32). La prueba de que la oración del Señor Jesús por Pedro fue respondida se ve en el hecho de que cuando Pedro tocó fondo, se dio la vuelta hacia el Señor y buscó Su perdón. No se quedó allí tumbado, desanimado. No perdió la fe. Él se levantó. Dios lo había dejado correr con una correa muy larga. Pero cuando Pedro llegó al final de esa correa, Dios tiró de él hacia atrás y lo trajo de nuevo cerca de Él.

¡Es maravilloso ser un hijo de Dios! Cuando Dios nos agarra, nos ciñe como con una correa para protegernos. Hay mucha holgura en esa correa, y puedes alejarte y caer miles de veces e incluso alejarte del Señor. Pero un día, llegarás al final de esa correa. Y es entonces que Dios te atraerá de regreso a Él. Por supuesto, puedes decidir en ese punto soltarte de la correa y huir. O puedes elegir ser quebrantado por la bondad de Dios, y llorar y regresar a Él. Eso es lo que hizo Pedro. Lloró y se volvió hacia el Señor. Pero Judas Iscariote no hizo eso. Cortó la correa en rebelión contra la autoridad de Dios sobre su vida, y se perdió. Pero confío en que tú harás lo que hizo Pedro.

Entonces el Señor Jesús le dijo a Pedro: “Una vez vuelto, confirma a tus hermanos”. Cuando vuelvas al Señor y seas fuerte una vez más, fortalece a tus hermanos. Sólo cuando estamos quebrantados podemos ser lo suficientemente fuertes para fortalecer a los demás. Fue sólo cuando Pedro estaba débil y quebrantado en su orgullo, que se volvió realmente fuerte, tan fuerte que pudo fortalecer a sus hermanos y hermanas. Podríamos decir que la preparación de Pedro para el servicio lleno del Espíritu se debió a su experiencia de fracaso. Si hubiera sido lleno del Espíritu Santo, sin esta experiencia de fracaso, se habría puesto de pie en el día de Pentecostés como un hombre orgulloso, como un hombre que nunca había fallado, que podía mirar con desprecio a los pobres perdidos pecadores que estaban delante de él. Y Dios se habría convertido en su enemigo, porque Dios resiste a los orgullosos. 

Pedro también tuvo que llegar a ese punto antes de que pudiera ser lo que Dios quería que fuera. Una vez que hemos tocado fondo, nunca podremos despreciar a los que todavía están allí. A partir de entonces, nunca podremos menospreciar a los pecadores, ni a los creyentes descarriados, ni siquiera a los líderes cristianos que caen. Nunca podremos estar orgullosos de nuestra victoria sobre el pecado, porque sabemos lo fracasados que fuimos nosotros mismos en algún momento. Es por eso que el mismo Pedro advirtió a otros cristianos diciendo: Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados (2 P. 1:9). Nunca olvides cómo tú mismo fuiste más de una vez limpiado de tus pecados. Pedro nos advierte que si olvidamos esto, nos volveremos miopes y ciegos. Nunca quiero ser miope ni quedar ciego. Quiero tener una visión a largo plazo, de valores celestiales y valores eternos, en todo momento. ¿Quieres tú lo mismo? 
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