Buscar este blog

sábado, 26 de noviembre de 2022

LA PALABRA DE DIOS


Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He 4:12).

Este es uno de los versículos más conocidos de la Biblia. ¿Pero realmente se entiende? Para probar la debilidad del estudio bíblico moderno y la capacitación en seminarios, solo pregúntale a tu pastor: “¿Qué o Quién es la 'palabra de Dios' en Hebreos 4:12?”

La respuesta probablemente será: La Biblia, la palabra escrita de Dios.

La verdadera respuesta siempre ha sido Jesucristo, la Palabra viva de Dios.

Ambas respuestas no son correctas, porque el contexto demanda al Señor Jesucristo como la Persona de esta frase, y la Biblia no tiene las características descritas en el versículo.

¿Seguramente has escuchado este versículo como una descripción de la Biblia? Pero ni siquiera se trata indirectamente de la Biblia. Es acerca de glorificar al Señor Jesucristo, nuestro gran Sumo Sacerdote; y robar Su gloria aplicándola a la Biblia es una parodia de la predicación fiel.

Primero considera el contexto.

El siguiente versículo (He 4:13) continúa el pensamiento de Pablo con “Y no”, mostrando que los dos versículos están estrechamente conectados; porque él está añadiendo a la lista de rasgos de la Palabra de Dios. Pero mira los dos pronombres personales que usa en el siguiente versículo. Claramente, se está considerando una Persona, no una cosa.

“Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (He 2:13).

El siguiente versículo (He 4:14) concluye el pensamiento de los versículos anteriores con las palabras “Por tanto”, y claramente nombra a Jesús el Hijo de Dios como la Palabra de Dios bajo consideración. Pablo ha estado describiendo a nuestro gran sumo sacerdote, no a la Biblia.

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión” (He 4:14).

Dado que nuestro texto (He 4:12) comienza con “Porque”, sabemos que Pablo estaba dando una razón para su exhortación en el versículo anterior: “Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia” (He 4:11). Debemos esforzarnos por entrar en el reposo de Dios “por” el temor de Jesucristo, la Palabra de Dios (“para que”).

Habiendo descrito el juicio de Dios sobre Israel en el desierto por incredulidad (He 3:7-19), Pablo en nuestro texto advierte a los cristianos hebreos que Jesús, la poderosa Palabra de Dios, los juzgaría por incredulidad en el “reposo” del Nuevo Testamento (He 4:1 -10). Considera este tema de la advertencia (He 1:1-3; 2:1-3; 6:1-12; 10:23-31; 12:22-29).

En Hebreos 4:12-14, Pablo les advierte a sus lectores que retengan su profesión cristiana a la luz del Señor Jesucristo glorificado. No está dando una conferencia sobre la inspiración o el valor de la Biblia.

Esta sección de Hebreos fue introducida en Hebreos 3:1, identificando inequívocamente al Señor Jesucristo como el gran Apóstol y Sumo Sacerdote de su profesión. Él es la Persona del contexto.

Jesús, el Hijo de Dios, es el contexto.

Segundo, recuerda que a Jesús se le llama la Palabra de Dios en otras partes de las Escrituras. Por lo tanto, no deberíamos sorprendernos en absoluto de tal uso aquí.

“En el principio era el Verbo [la Palabra], y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1:1).

“Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo [la Palabra] y el Espíritu Santo; y estos tres son uno” (1 Jn 5:7).

“Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: EL VERBO [la Palabra] DE DIOS” (Ap 19:13).

Tercero, debemos analizar los términos en nuestro texto. No son verdades si se aplican a la Biblia; pero ciertamente lo son si se aplican al Señor Jesucristo.

¿Qué significa que la palabra sea “viva”? Quiere decir que está con vida, que tiene vida (2 Ti 4:1). La Biblia no está viva, aunque tiene palabras sobre la vida. Pero Jesús está vivo en el sentido más completo posible (Dt 32:40; 1 Ti 1:17; 6:16; Ap 1:17-18).

¿Qué significa “eficaz”? Significa que tiene la capacidad de lograr algo. La Biblia no es eficaz en sentido estricto, porque son palabras que describen el poder de Dios; pero Jesús es definitivamente eficaz como el Dios Fuerte (Ex 15:6; Sal 62:11; 1 Cr 29:12; Is 9:6; Jer 32:17; Mt 28:18; 1 Ti 6:15).

La Biblia es llamada en sentido figurado una espada (Ef 6:17); pero solo Jesús es más cortante que cualquier espada de dos filos y capaz de dividir entre el alma y el espíritu (Ap 1:16; Sal 139:14-17; 1 Ts 5:23-24).

¿Quién “discierne”? Sólo alguien que conoce las intenciones y motivos de otro. La Biblia puede identificar los problemas del hombre en general; pero solo Jesús conoce los pensamientos secretos de los hombres (1 Cr 28:9; Jer 17:9-10; Mt 9:4; Jn 2:24-25; Ap 2:23).

Por lo tanto, vemos en el mismo versículo que solo el Señor Jesucristo cumple adecuadamente los rasgos enumerados. Así que hemos probado por el contexto y los términos usados que el Señor Jesucristo es la Palabra de Dios mencionada aquí.

Pero algunos dirán: “¿Por qué no se escribe ‘palabra’ en mayúscula en este versículo, si se refiere a Jesucristo?” 

Aunque el contexto y el versículo han demostrado claramente que es Jesús el tema, algunos todavía querrán discutir sobre el uso de las mayúsculas. No están dispuestos a someterse a la fuerza obvia del contexto y los términos utilizados.

La falta de mayúsculas no prueba nada, ya que el idioma griego no tenía reglas estandarizadas de mayúsculas para la Deidad y los traductores evitaron las mayúsculas estrictas al referirse a nombres o pronombres de la Deidad que implicaban interpretación.

Considera Daniel 3:25. Vemos “hijo de los dioses” como una alusión clara al Señor Jesucristo, aunque Nabucodonosor solo vio un ángel (Dn 3:25).

Isaías 7:14 y Isaías 9:6, poderosas profecías acerca de Jesucristo, tampoco escriben “hijo” y “niño” con mayúsculas.

¿Qué pasa con el “Espíritu” en Apocalipsis 1:10 y Apocalipsis 4:2? En ambas instancias se escribe con mayúscula, ¿pero no parece ser que se habla del espíritu de Juan en la segunda cita?

Y además, vemos que “palabra” se usa en otras partes de la Biblia para Jesucristo sin mayúsculas.

“...como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra” (Lc 1:2).

“Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Stg 1:18).

“...siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P 1:23).

Lucas 1:2 nos habla de los que fueron testigos oculares y ministros de nuestro Señor. Ellos no vieron con sus ojos a la Biblia ni fueron ministros de ella. Santiago 1:18 habla de Jesucristo, porque describe un nacimiento por la voluntad de Dios quien se distingue de la “palabra implantada” en el versículo 21. 1 Pedro 1:23 es Jesucristo en virtud de Su incorruptibilidad, Su obra en el nuevo nacimiento, Su vida perpetua. Él es también la “palabra” mencionada dos veces en el versículo 25.

No podría ser más claro. Hebreos 4:12 describe al Señor Jesucristo, quien es la Palabra de Dios.

¿Por qué la mayoría de los predicadores de hoy usan Hebreos 4:12 para describir la Biblia? Porque son parte de la decadencia espiritual de los últimos días de la que Pablo profetizó. Pablo describió tiempos peligrosos para los últimos días, en los que el conocimiento carecería de verdad y los hombres preferirían las fábulas a la verdad (2 Ti 3:1-4:5).

Es más fácil predicar el SONIDO de un versículo que el SENTIDO de un versículo, aunque los ministros de Dios deben trazar correctamente la Escritura (2 Ti 2:15) y declarar su sentido correcto para el entendimiento de sus oyentes (Neh 8:8).

Este simple ejemplo es para darle al santo de Dios una herramienta para verificar la integridad espiritual de sus instructores bíblicos, y la suya propia. ¿Alterará o no el uso que hace de este texto para predicar la verdad y glorificar a Jesús, la Palabra de Dios? ¿Alterará o no alterará su comprensión de este texto para mantener su verdadero sentido?

¡Que el Señor Jesucristo, la Palabra de Dios, nuestro gran Sumo Sacerdote, sea alabado por los siglos de los siglos!

- - - - - - - - - - - - - - - - -






lunes, 21 de noviembre de 2022

¿ERES SALVO?


La Biblia enseña que todos nacemos en pecado e inclinados por naturaleza a hacer el mal. Por lo tanto, todos los seres humanos nacemos perdidos:

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Is 53:6). 

“Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Mr 7:21-22). 

“He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre” (Sal 51:5).

La Biblia enseña que Dios no quiere la muerte del pecador. Él no quiere que nadie perezca en sus pecados, sino que todos conozcan la verdad del evangelio y sean salvos:

“Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis...?” (Ez 33:11).

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit 2:11-13).

“Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Ti 2:3-4).

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P 3:9).

La Biblia enseña que el plan de salvación diseñado por Dios para la humanidad es sencillo y eficaz:

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt 11:28). 

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3:16). 

“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Ro 10:13). 

“Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hch 8:36-38). 

“Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (He 7:25).

La Biblia enseña que quien recibe la salvación puede saber que es salvo:

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Co 5:17). 

“Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída” (Is 55:12-13). 

“Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados? Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz” (Lc 7:47-50). 

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1 Jn 3:14). 

“...y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos. Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios” (Hch 16:30-34).

La Biblia enseña que una persona salva produce fruto como evidencia de su salvación:

“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gl 5:22-24). 

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn 13:35). 

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Ro 8:1). 

“Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt 25:37-40).

La Biblia enseña que una persona que ha recibido la salvación puede caer de ella (perderla) si se descuida en su lucha contra el pecado, pierde el primer amor por el Señor (Ap 2:4) o es engañada por falsas doctrinas:

“Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” (Mt 24:4-5). 

“Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt 24:13). 

“Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt 24:24). 

“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt 10:22). 

“Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Jn 15:10). 

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 P 5:8). 

“Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa” (Lc 12:39). 

“Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 P 2:22).

La Biblia enseña que Dios ha hecho provisión para que la persona salva preserve su salvación:

“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Jn 14:16-17). 

“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén” (Jud 1:24-25). 

“Y cómo nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas” (Hch 20:20). 

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado (Mr 16:16). 

“Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co 12:13). 

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col 3:16). 

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Ef 4:30). 

“Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Ti 1:12).

La Biblia enseña que una persona salva es activa, diligente y ferviente en mantener su relación con su Salvador, y quiere que otros lo conozcan también:

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch 1:8). 

“Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (Sal 51:12-13). 

“Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?” (Jn 4:29). 

“Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma” (Sal 66:16). 

“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana” (Is 1:18).

La Biblia enseña que el próximo evento en la historia de la humanidad es la aparición del Anticristo y la persecución de los salvos.

“Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel” (Mt 24:15).

 “El cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Ts 2: 4).

 “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt 24:9-13).

“Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt 24:21).

También se le dio boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y se le dio autoridad para actuar cuarenta y dos meses. Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo. Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Ap 13:5-8).

Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen (Ap 14:12-13).

La Biblia enseña que la victoria de los salvos sobre el Anticristo y la muerte eterna está asegurada:

“Hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo (Ap 12:7-12).

Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre (Lc 21:36).

Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias (Ap 3:10-13).

He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Ap 16:15).

La Biblia enseña que quienes desprecien el mensaje de la salvación (el Evangelio bosquejado aquí), sufrirán por toda la eternidad en lago de fuego y azufre:

Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Mr 9:43-48)

“...beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre (Ap 14:10-11).

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego (Ap 20:11-15).

La Biblia enseña que la elección es tuya, que tienes el poder de decidir tu destino eterno ahora mismo:

Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; porque yo te mando hoy que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y el Señor tu Dios te bendiga en la tierra... Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres, yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra... A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia; amando al Señor tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró el Señor les había de dar a Abraham, Isaac y Jacob (Dt 30:5-20).

“Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hch 20:26-27),

- - - - - - - - - - - 

NACER DE NUEVO 









lunes, 14 de noviembre de 2022

EL HIJO DE DIOS VERSUS LA RELIGIÓN


Muchos consideran que el Hijo de Dios (Jesús de Nazaret) y la religión son sinónimos. Pero, en verdad, hay una diferencia clara. No sólo el Hijo de Dios es diferente de la religión, sino que es totalmente opuesto a ella.

El Hijo de Dios

El Hijo de Dios es la manifestación de Dios. La Biblia dice: “Nadie ha visto jamás a Dios” (1 Jn 4:12). Dios, sin su Hijo, sería un misterio para nosotros. En cambio, a través de su encarnación, el Hijo trajo a Dios a los hombres y lo hizo conocido: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros”(Jn 1:14), y “la vida fue manifestada, y la hemos visto” (1 Jn 1:2). Ahora Dios ya no es un misterio para nosotros. Jesucristo, el Hijo de Dios, definió, expresó y declaró a Dios plenamente (Jn 1:18). Nosotros jamás podríamos alcanzar a Dios, así que Él nos alcanzó por medio de su Hijo.

El Hijo de Dios cumplió la redención. Como pecadores, necesitamos el perdón de Dios. Cristo, como el cordero de Dios, se presentó a sí mismo a Dios en la cruz como ofrenda por el pecado (1 P 1:19; He 10:12). Allí, como nuestro sustituto, Cristo satisfizo las exigencias de la ley de Dios y pagó totalmente la deuda que nosotros tenemos con Dios. Su muerte lavó nuestros pecados, de modo que ahora podemos acercarnos Dios sin temor (He 10:19). ¿Ya has recibido la purificación de tus pecados por fe en Cristo Jesús? Puedes recibirla ahora, creyendo en Cristo Jesús, porque su sangre nos limpia de todos nuestros pecados (1 Jn 1:7).

El Hijo de Dios también es vida para el ser humano. El ser humano no solo es pecador, sino que también está muerto espiritualmente y necesita vivir (Ef 2:1). A través de su muerte en la cruz, el Hijo de Dios llegó a ser nuestro Redentor, y a través de su resurrección de entre los muertos, llegó a ser el Espíritu que da vida (1 Co 15:45). Por creer en él y recibirlo, el ser humano es regenerado (nace de nuevo) por la vida eterna de Dios: su Espíritu (Jn1:12-13; 3:16; 10:10). El mismo Cristo Jesús viene a vivir dentro de nosotros en la persona de su Espíritu: el dador de vida en la resurrección (Gl 2:20; Fil 3:10).

El amor y el gozo de Dios se encarnan en el Hijo. Cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, Dios Padre habló desde los cielos diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3:17). Y cuando Jesús fue transfigurado en el monte, el Padre nuevamente proclamó: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mt 17:5). En todo el universo, la única persona que agrada a Dios es su Hijo. Por lo tanto, para que agrademos a Dios, debemos recibir a Cristo dentro de nosotros. Esto es lo que le agrada a Dios—“revelar a su Hijo en mí” (Gl 1:15,16).

Este es el Hijo de Dios—la propia manifestación y expresión de Dios; nuestro Redentor, que nos limpia de todo pecado; el Espíritu que da vida, que continuamente infunde su vida y naturaleza dentro de nosotros.

La Religión

¿Qué es la religión? La religión es cualquier adoración, servicio o actividad hecha para Dios aparte de la vida de Cristo. La religión puede tener una enseñanza “correcta”, una predicación elocuente y una actividad ferviente; pero carente del Espíritu—la vida—del Hijo de Dios. La religión puede exaltar la Biblia y enseñar sobre Cristo, pero su Espíritu, real y dador de vida, está totalmente ausente. La religión, por lo tanto, solo puede proporcionar conocimiento intelectual, pero no vida espiritual.

La religión puede enseñar, pero no iluminar; puede predicar contra el pecado, pero no puede librar de él; puede exhortar, pero no puede dar el poder de vivir una vida santa; puede excitar la emoción, pero no puede dar el Espíritu, porque no lo conoce. Tiene apariencia de piedad, pero al mismo tiempo niega su eficacia porque no puede experimentarla (2 Ti 3:5). No es real. No tiene dentro de sí el Espíritu. Es una cáscara, sin fruto fresco en el interior. Es una tumba, blanqueada y adornada con flores por fuera, mientras que en su interior se pudre el cadáver. 

Con esta descripción de la religión, podemos darnos cuenta que mucho de lo que es llamado “cristianismo” en el día de hoy, es, en realidad, sólo religión incapaz de dar vida. ¡No nos asombremos de que muchos no la quieran! Lo que el ser humano necesita no es más religión, sino LA VIDA—el Espíritu—del Hijo de Dios.

La religión—incluso la cristiana—no sólo carece del Hijo de Dios, sino que, incluso, se levanta para oponerse a los que intentan seguirlo. Podemos ver esto en los fariseos, a quienes Cristo les dice: “Cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando” (Mt 23:13). Desde la época en que Jesús estaba en la tierra hasta nuestros días, el modo de conocer a Cristo como una Persona viva y que da vida, ha sido contraria a la religión. Es espantoso darse cuenta que el mundo religioso, más que el mundo incrédulo, es el mayor antagonista de la experiencia de la vida de Cristo en los creyentes. Pero es así. Los fariseos y los saduceos todavía están a cargo de la religión, y tienen una multitud de sacerdotes e intérpretes de la ley haciendo su trabajo sucio.

Una Elección

El camino está ahora delante de ti. Puedes conocer al Cristo vivo, disfrutar del perdón de tus pecados y recibir Su vida eterna en la Persona de Su Espíritu. El Hijo de Dios vino, murió y resucitó de entre los muertos. Él está vivo esperando entrar en las personas por medio de Su Espíritu para llenarnos con la vida de Dios. Él es el camino, y nos asegura: “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn 14:6). ¿Quieres recibir la vida que el Hijo de Dios te ofrece? ¿Eliges tomar este Camino?

Recibir al Hijo de Dios dentro de ti es sencillo. Sólo ábrele tu corazón e invoca Su nombre. Dile que te arrepientes de tus pecados. Dile que quieres Su vida para que te libre de la muerte espiritual en la que estás. Dile que crees en Él y que lo necesitas. ¿No lo oyes decirte: “Al que a mí viene, no le echo fuera”? (Jn 6:37)

- - - - - - - - - - - - - - 

RECIBE EL ESPÍRITU SANTO

UNA ORACIÓN DESDE EL INFIERNO

LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN


















UNA ORACIÓN DESDE EL INFIERNO


Nuestro Salvador nos relata la historia de dos hombres como nadie más podría hacerlo. Primero, nos da un informe breve de sus vidas en la tierra. Uno es rico y disfruta los lujos de este mundo, mientras que el otro es muy pobre y tiene que mendigar para poder sobrevivir. Entonces nuestro Señor nos relata la muerte de ambos. El rico es sepultado, sin duda, con mucha pompa y no poca lamentación. El mendigo también muere y solo tuvo una fosa común. Hasta este punto, tal vez, cualquier persona podría contarnos una historia similar. Pero, ¡el Señor va más allá y nos muestra a estos mismos hombres en la eternidad! El Señor no podía ser forzado a parar en su relato como cualquier hombre, porque Él puede quitar el velo que separa la vida presente de la vida venidera y desplegar así el estado eterno de las personas ante nuestros ojos. 

Esta es una historia de dos hombres que tenían diferentes necesidades satisfechas.  

El mendigo tenía llagas que le lamían los perros, pedía limosnas, estaba desamparado por sus familiares, ansiaba comer las migajas que caían de la mesa del rico; no poseía nada de este mundo (Lc 16:20-21). Pero tenía a Dios en su corazón: la más grande fuente de satisfacción. El rico, en cambio, estaba satisfecho con todo de este mundo, pero sin Dios. Tan pronto como murieron, la satisfacción del rico desapareció completamente, y en angustia clama en oración desde el fuego eterno. La Santa Biblia contiene muchas oraciones. ¡Pero en este pasaje tenemos la única descripción de una oración desde el infierno! 

“Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama” (Lc 16:24).

Las circunstancias de esta oración son para nuestra instrucción 

Consideremos la oración del rico cuando miró desde lejos el reino de Dios: “Y en el Hades [infierno] alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio...” (Lc 16:23). Como muchas otras personas, él no se dio cuenta de las realidades espirituales durante su vida. Tal vez no las negó abiertamente, pero las despreció para ocuparse en cosas terrenales que él pensó eran las únicas que importaban. Por su menosprecio de la Palabra del Señor, nunca experimentó el nuevo nacimiento. El Señor Jesús dice: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn 3:3). En esta vida, una evidencia cierta del poder regenerador de Dios en la persona es el conocimiento de verdades espirituales que le llevan a clamar a Dios. 

Oró fervorosamente sintiendo su necesidad

“Estando en tormentos” (Lc 16:23). Durante el transcurso de su vida, no oró nunca o lo hizo sin fe (He 11:6; Stg 1:6). Siendo, como judío, un hombre religioso, estaba familiarizado con un tipo de oración fría y formal, tanto en público como en privado. Pero ahora este mismo hombre ora con toda su fuerza, sin ayuda de un libro de oraciones. ¡Si hubiera orado tan fervorosamente mientras vivió en la tierra, no habría llegado al lugar de tormento en el que estaba ahora! 

Oró con gran agonía del alma

“Dando voces...” (Lc 16:23-24). Nunca había experimentado tal agonía del alma antes, y por lo tanto, nunca había orado así. Algunos hemos sabido lo que es experimentar tal oración dolorosa en esta vida. Ciertamente algunos pueden decir como el salmista: “Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol; angustia y dolor había yo hallado” (Sal 116:3). ¡Oh que todos experimentaran tal angustia y tristeza de corazón MIENTRAS VIVEN AQUÍ! La mayoría o están muy satisfechos o están muy ocupados con sus planes para orar como el hombre rico lo hace ahora. ¡Qué triste es mirar a una persona no salva viviendo en paz y conforme sólo con las cosas de este mundo! Tristemente notamos que el hombre de nuestra historia...

¡Oró demasiado tarde! 

Anhelamos ver personas movidas por el conocimiento del reino de Dios, orando con fervor y dolor de alma. Esta oración deberá ser hecha mientras hay tiempo. Pues, tenemos que buscar “a Jehová mientras puede ser hallado” (Is 55:6). Si no lo hacemos mientras vivimos aquí, la nuestra también será una oración hecha demasiado tarde. 

Este hombre oró a la persona equivocada

“Padre Abraham” (Lc 16:24). Aun el que fue llamado “amigo de Dios” (Stg 2:23) y “padre de todos los creyentes” (Ro 4:11,16) no es el objeto correcto de la oración. ¡Esta es la única oración en las Escrituras dirigida a un santo! ¡No debes olvidar que esta oración fue hecha en el infierno! Sólo Dios puede contestar la oración y solamente a Él debe dirigirse. El Señor Jesús lo enseña así: “Vosotros, pues, orad de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos” (Mt 6:9-13). Que los que practican sus oraciones a “la madre de Dios” o a algún otro “santo” sean corregidos por esto con estas claras palabras de advertencia. ¡Los que no dirigen sus oraciones al Padre, en el nombre del Hijo, están ofreciendo una oración infernal! 

Este hombre pidió el libertador equivocado

“Envía a Lázaro” (Lc 16:24). Lázaro estaba ya entre los benditos, que habían llegado al fin de toda hambre, sed, lágrima, y de todo dolor (Ap 7:15-17); pero él no podía aliviar el sufrimiento del hombre rico. ¡Y tampoco pueden los demás santos que están en el cielo! Nadie puede cruzar la “gran sima” que hay entre los santos de Dios y los condenados (Lc 16:26). Dios envió, en el cumplimiento del tiempo, al único salvador, Jesús de Nazaret, Su Hijo. Él se extendió sobre la “gran sima” que hay también entre Dios y el hombre cuando se hizo de sangre y carne como nosotros. Él vivió una vida perfecta y satisfizo TODO lo que la ley de Dios demandaba de nosotros. Al ir al Calvario, Jesús cargó nuestros pecados en Su propio cuerpo, tendiéndose como un puente sobre la gran sima entre nuestro pecado y la justicia de Dios. ¡Habiéndole ignorado y rechazado, no existe más esperanza para este hombre, ni para ninguna otra persona! En vano busca un pecador consolación en cualquier otro santo, si no la busca en Cristo Jesús (Hch 4:12).

Este hombre deseaba beber el agua equivocada

“Envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua” (Lc 16:24). Aun si Lázaro hubiera podido cruzar y hacer lo que pedía el rico, ¿de qué le habría servido tal agua? ¿Cuánto beneficio habría obtenido al refrescarse momentáneamente en aquellas llamas? Sin tan solo hubiera pedido mientras vivía en la tierra el AGUA VIVA que sólo Jesucristo puede dar, no habría tenido sed jamás (Jn 7:37-39). ¡Entonces su alma habría sido refrescada y saciada eternamente mientras todavía estaba en esta tierra! 

¿Qué alma en tormentos puede recibir la respuesta que le es dada a este hombre? A veces una respuesta puede doler más que un silencio. La respuesta de Abraham parece una burla como la descrita por la personificación de la sabiduría en Proverbios.

“Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo quien atendiese, sino que desechasteis todo consejo mío y reprensión no quisisteis, también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis” (Pr 1:24-26). 

Fijémonos como cada parte de la respuesta de Abraham parece una burla. 

Abraham le llamó “hijo” (Lc 16:25). 

En el sentido hebreo, el rico era hijo por ser descendiente de Abraham en la carne, el padre de Israel. Era hijo de Abraham por el primer nacimiento, pero no hijo de Dios por nuevo nacimiento. Que Abraham mencionara esta relación natural ahora que el hombre estaba en las llamas del infierno era sin duda una burla. ¡Muchos de los miembros de las iglesias que han sido bautizados sin ser salvos, serán igualmente burlados un día! ¡Muchos de los pastores y predicadores que pasan por alto las advertencias del Señor para no ofender a sus oyentes por temor a perder sus ofrendas, también recibirán la burla del Señor! (Sal 2:4-6)

Abraham lo insta a recordar

“Acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males” (Lc 16:25). ¡Qué amargos recuerdos habrá en el infierno! Esto es algo que el rico no quería hacer, ni querrá hacerlo cualquiera que termine allí. Su estado presente era resultado de haber vendido su alma al precio de los “bienes” que disfrutó mientras vivía en la tierra. Aquellas cosas que le fueron tan preciadas: dinero, banquetes, vestidos finos y casas lujosas, ahora lo atormentan amargamente al recordarlas. 

Abraham lo instó a considerar lo que había perdido

“Ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado” (Lc 16:25). Ni una vez en la tierra había pensado ligeramente siquiera cambiar su posición con la del mendigo Lázaro. ¡Pero ahora daría todas sus riquezas por hacerlo! 

Abraham le confirma que el INFIERNO ES PARA SIEMPRE

“Una gran sima está constituida entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá” (Lc 16:26). ¡Ir al infierno es estar allí para siempre! Nunca habrá esperanza de un mejor día, o de alivio de los tormentos de aquella gran llama. Esta verdad terrible se burlará de los habitantes del infierno por la eternidad, como ellos se burlaron del tema cuando estaban en esta vida. 

Finalmente Abraham le enfatizó que los vivos deben oír la Palabra de Dios con corazón sumiso mientras puedan cambiar sus caminos

“A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (Lc 16:29). El rico pidió que Lázaro fuese enviado a sus hermanos vivos con un mensaje de advertencia. Mientras estaba en la tierra, no se preocupó jamás por el estado espiritual de sus familiares; pero ahora, en el infierno, se había convertido en un evangelista y misionero. ¡No hay incrédulos en el infierno! Pero Abraham respondió que ya tenían el Antiguo Testamento de las Sagradas Escrituras, y que la Palabra de Dios es el mensaje de advertencia enviado por Dios, y es suficiente para los que tienen oídos para oír (Mt 13:9-16).

La última protesta del rico

“No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán” (Lc 16:30). Típico. La Biblia está allí. Cualquiera puede extender la mano, tomarla y leerla. ¿Cuántos no la tienen hoy en su smart phone, en su tablet, en su notebook, y hasta en audio y en otros idiomas? ¡Pero no! Quieren algo sobrenatural, algo especial, algo que puedan llamar “espiritual”: una señal, una voz, un sueño, un éxtasis. ¡Algo especial! A estos, como al hombre rico de nuestra historia, la respuesta ya les ha sido dada: “Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lc 16:31).

Y que esta respuesta de Abraham es cierta lo prueba el hecho de que hay UNO que se levantó de los muertos para no volver a morir nunca más. Y no le han creído. Y tú que lees, no te apresures a decir que tú sí has creído. Creer, en la enseñanza del Señor Jesús, es obedecer Sus mandamientos (Lc 6:46).

“Arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr 1:15). 

“Los malos serán trasladados al infierno, todas las gentes que se olvidan de Dios” (Sal 9:17). 

“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt 16:26)

- - - - - - - - - - - - - - 

EL SEÑOR ME HABLÓ

LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN















 



sábado, 12 de noviembre de 2022

LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN


[Publicado por primera vez jueves 2 de agosto de 2012.]

El Señor Jesús dice: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda (cada) palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4). Si tomamos sólo un versículo de la Biblia sin compararlo con otros pasajes de la Escritura podemos llegar a conclusiones erróneas y terminar creyendo, y enseñando, una falsedad. Muchos expositores de la Biblia han engañado a una innumerable cantidad de personas al darle falsas esperanzas tras citarles un solo versículo de la Biblia, ignorando todos los otros pasajes sobre el mismo tema.

En el Salmo 119:160, el Señor nos dice que: “La suma de tu palabra es verdad”. Esto es así porque la verdad de Dios sobre un tema a menudo se encuentra diseminada por toda Su palabra. Esto nos lo dice el Señor en Isaías: “¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina?…La palabra, pues, de Jehová les será mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito allá” (Is 28:9,13).

Nuestra responsabilidad, como estudiosos de la Biblia, no solo es hacer todo lo posible por interpretar su lenguaje en el sentido más normal, natural y acostumbrado, sino también el de ser cuidadosos en examinar todos los otros pasajes que tratan el tema que estamos estudiando. No hemos encontrado la verdad hasta no haber encontrado el común denominador que hace que todos los pasajes concernientes al tema que nos ocupa armonicen entre sí, sin contradicción, tal como encajan las piezas de un rompecabezas cuando se las pone en el lugar correcto.

El equivocado entendimiento de las doctrinas bíblicas se produce, principalmente, por no comparar la Escritura con la Escritura. Cuando Satanás le citó la Escritura al Señor diciéndole: “Está escrito”, el Señor Jesús le replicó: “Escrito está también” (Mt 4: 6, 7), colocando en armonía la cita del Tentador con “la ley y el testimonio” (Is 8:20).

Dios creó al hombre con dos piernas para que se equilibre y pueda caminar recto. De igual manera, la verdad bíblica es perfecta en su equilibrio y recta en su dirección.

Al considerar la doctrina de la seguridad eterna del creyente, debemos buscar el equilibrio entre las dos grandes verdades de la soberanía de Dios, y el libre albedrío del hombre.

Dios le ha dado al hombre libre albedrío, y nunca fuerza a nadie a recibirlo como Señor y Salvador. Pero Él sabe desde la eternidad quién lo recibirá y quién no. Así que Su elección de algunas personas para convertirse en Sus hijos se basa en Su presciencia (como se nos dice en 1 P 1:1-2)–y no en alguna especie de arbitraria decisión Divina.

Dios creó a los planetas sin libre albedrío. Y, aunque ellos han obedecido implícitamente la ley Divina por miles de años, no pueden ser ni santos ni impíos, ni hijos de Dios. A los animales, sin embargo, Dios los creó con libre albedrío. Pero ellos no tienen consciencia, así que tampoco pueden ser ni santos ni impíos, ni hijos de Dios.

Solo el hombre fue creado por Dios con libre albedrío y consciencia. Por lo tanto, solo el hombre puede ser santo o impío, y puede escoger convertirse en hijo de Dios.

Si Dios nos quitara nuestra conciencia seríamos como los animales–incapaces de tomar alguna decisión moral, y por ende incapaces de ser santos o impíos.

Si Dios nos quitara nuestro libre albedrío, seríamos como robots–de nuevo incapaces de tomar alguna decisión moral, y por ende incapaces de ser santos o impíos. Por eso es que Dios nunca nos quita, ni nos quitará, nuestro libre albedrío. Incluso después de convertirnos en creyentes, continuamos siendo libres para tomar nuestras propias decisiones.

Debemos reconocer esta verdad para poder entender correctamente la doctrina de la seguridad eterna. La enseñanza de que es imposible que los creyentes caigan de la gracia de Dios nos reduce a robots que no tienen libertad para decidir por sí mismos, y contradice la misma Palabra de Dios que dice que los creyentes pueden caer de la gracia (Gál 5:2,4).

“Dios ama al dador alegre” (2 Co 9:7), en todos los aspectos, sobre todo en nuestra ofrenda de obediencia. Dios no desea una obediencia forzada. Por eso es que Dios nunca nos quita, ni nos quitará, nuestro libre albedrío. Podemos escoger obedecer a Cristo ahora; y después podemos escoger desobedecerlo, si así lo decidimos.

El perdón de nuestros pecados es un regalo maravilloso de parte de Dios, pero debemos decidir aceptarlo para que sea nuestro de manera efectiva. Dios no nos va a obligar a aceptar Su regalo. Si Dios impusiera Su perdón sobre las personas entonces cada ser humano en el mundo gozaría de perdón de pecados y sería salvo. Es lo mismo con la llenura del Espíritu Santo. Dios no obliga a los creyentes a ser llenos con Su Espíritu. Si lo queremos, los creyentes debemos pedir por Él (Mt 7:11; Jn 7:37-39).

Las promesas de Dios jamás se cumplen automáticamente. Sus promesas están todas a nuestro alcance en Cristo Jesús, pero debemos reclamarlas como nuestras ejerciendo nuestro libre albedrío si es que queremos a recibirlas y experimentarlas como una realidad en nuestras vidas (2 Co 1:20).

Dios les prometió a los antiguos israelitas en Egipto dos cosas:

(1) que los sacaría de la aflicción de Egipto; y
(2) que los llevaría a Canaán (Éx 3:17).

Pero solo la primera de estas dos promesas se hizo una realidad en la vida de aquellos israelitas, porque solo creyeron en la primera y no en la segunda (Nm 14:22-23).

Las promesas de Dios no se cumplirán automáticamente en nuestras vidas. Debemos creer en ellas, debemos quererlas ver hechas realidad en nuestras vidas, y debemos pedir que esto sea así; para que podamos recibirlas como respuestas, debemos reclamarlas en oración. Como dice Santiago: “Pero pida[mos] con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Stg 1:6-7).

Filipenses 2:12b-13 nos dice: “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

Aquí vemos que es el Señor quien primero pone en nosotros “el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Esta es una parte de la verdad. La otra parte es que nosotros debemos ocuparnos en nuestra salvación, para experimentarla como una realidad en nuestra vida. Algunos cristianos enfatizan una parte de esta verdad, y otros cristianos enfatizan la otra. Ninguno de los dos grupos tiene toda la verdad sobre el tema. Ambos grupos tienen sólo la mitad. Recuérdese: “La suma de tu palabra es verdad” (Sal 119:160). Para aprehender toda la verdad sobre el tema debemos aceptar las dos partes de la Escritura, de lo contrario no vamos a poder caminar equilibrada y rectamente en nuestra vida cristiana.

Podemos experimentar la realidad de la salvación, solo si nos ocupamos en ella.

En el siguiente versículo, se nos dice “Haced todo sin murmuraciones y contiendas” (Fil 2:14). ¿Cuántos cristianos pueden dar testimonio de que han sido salvados de toda murmuración y contienda? Si no podemos dar este testimonio, no es porque el Señor no esté trabajando en nosotros para salvarnos de estos pecados. Es porque no nos estamos ocupando en nuestra salvación (cooperando con Su Espíritu) para ser libres de estos pecados. El siguiente versículo nos dice que es solo cuando somos salvos de toda murmuración y contienda que demostramos ante el mundo que somos hijos de Dios (Fil 2:15).

Considérese otra área: Es el Señor quien nos concede a todos los seres humanos la capacidad de arrepentirnos (Hch 11:18). Y el Señor quiere que todos nos arrepintamos (2 P 3:9). Obviamente, Él está dispuesto a concedernos a todos el arrepentimiento. Pero la mayoría de los seres humanos (incluidos los creyentes) no responden al llamado al arrepentimiento que el Espíritu Santo está haciendo. No se ocupan en lo que el Señor se ocupa.

Otro ejemplo: El Señor puede salvarnos a todos. Él quiere que todos seamos salvos (1 Ti 2:4). Así que si las personas no se salvan es porque no quieren responder a la obra que Dios está tratando de hacer en sus vidas. Se resisten a recibir la gracia de Dios. No les preocupa lo que al Señor le preocupa: la salvación de sus almas.

Gran parte del mal entendimiento que abunda acerca de la seguridad de la salvación proviene de imaginar que vida eterna significa vivir por siempre. Pero de acuerdo a la Escritura la expresión vida eterna no se refiere a una vida que nunca termina, porque aquellos que se van al infierno también viven por siempre – y ciertamente ellos no tienen vida eterna. Fíjese el lector cómo define el Señor Jesús la vida eterna: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Jn 17:3). Puesto que la expresión vida eterna se refiere a una vida que no tiene ni principio ni fin, sólo puede referirse a la vida (existencia) de Dios. Nosotros, en esta vida, podemos comenzar a ser partícipes de esa vida divina en Cristo (2 P 1:4).

Esta vida eterna es ciertamente una dádiva de Dios (Ro 6:23). Pero el versículo anterior (Ro 6:22) nos dice que esta vida eterna la poseen (la conservan) solo aquellos que han “sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios”. De tal manera que, aunque la vida eterna es una dádiva, hay condiciones para conservarla. ¿Puede alguien creer que es salvo porque una vez recibió a Cristo como Salvador aunque ahora vive como esclavo del pecado (“practica el pecado”, según 1 Jn 3:8), y por lo tanto no es “siervo de Dios”? La cristiandad está llena de personas que dicen ser salvas, aun cuando son esclavas del pecado. El decir que se es cristiano, o el creer que se es salvo, porque se reconoce de labios que Jesús es el Señor, no hace a alguien poseedor de la vida eterna (véase Mt 7: 21-23; Lc 6:46-49; 13:25-27).

Los siguientes pasajes de la Escritura deben considerarse con cuidado y mucha oración para llegar a la conclusión correcta en cuanto al tema de la seguridad de la salvación. Es esencial, al estudiar estos pasajes, que dejemos de lado nuestras ideas preconcebidas. Estudiémoslos con una mente totalmente abierta, queriendo de veras saber lo que el Señor nos quiere decir a través de ellos, como verdaderos buscadores de la verdad, como bereanos genuinos (Hch 17:11).

1) Mateo 6:14-15: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. El Señor es muy exacto al escoger Sus palabras. El hecho de que dice “vuestro Padre celestial” indica que está dirigiéndose a los hijos del Padre y no a incrédulos. Todo el Sermón del Monte (de donde tomamos este versículo) está dirigido a los hijos de Dios. El Señor nos dice que no seremos perdonados si no perdonamos a otros. ¿Qué le pasa a una persona “salva” si muere sin ser perdonada por Dios porque no perdonó a otros? ¿Puede entrar a la presencia de Dios con pecado que no ha sido perdonado? ¿Puede recibir el perdón después de muerta? No hay perdón de pecados para nadie después de esta vida. Así que una persona que no ha sido perdonada por Dios en esta vida se perderá por toda la eternidad. Aunque una vez haya sido salva, perderá su salvación por negarse a perdonar a otros. El Señor deja esto claro como el cristal en la parábola de Mateo 18:23-35. Aquí vemos que la deuda entera que el rey le había perdonado a su siervo fue puesta de nuevo en vigencia porque este se negó a perdonar a su consiervo. El Señor concluye la parábola diciendo: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (Mt 18:35). Esta parábola nos demuestra que todos los pecados que nuestro Padre celestial nos ha perdonado serán puestos de nuevo en vigencia si nosotros no perdonamos a quien nos haya ofendido. Y si morimos en ese estado, sin perdón del Padre, estaremos perdidos por toda la eternidad.

2) Mateo 24:11-13: “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (comparar con Mt 10:22). El Señor nos dice aquí que para conservar nuestra salvación debemos perseverar en ella hasta el fin. Debemos tomar las palabras del Señor literalmente si es que queremos conocer la verdad sobre la salvación eterna. El hecho de que algunos no se conformen con la inequívoca enseñanza del Señor, y buscan “caprichosas interpretaciones”, demuestra que no están dispuestos a seguirlo hasta el fin.

3) Juan 10:27-29: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.  Al considerar la promesa en estos versículos, debemos recordar que hay algunas condiciones mencionadas aquí que se deben cumplir para que la promesa sea una realidad en la vida del creyente. La mayoría de los cristianos tienen por hábito pasar por alto e ignorar las condiciones: esta es la receta maestra de la falsa enseñanza, y de todas las falsas enseñanzas. La promesa de seguridad eterna es dada solo a aquellos que siguen al Señor hasta el fin.  Nadie puede cobrar un cheque si este no tiene su nombre en él; de igual manera nadie puede reclamar como suya una promesa si no cumple con las condiciones que se le imponen. Si seguimos al Señor hasta el fin de nuestras vidas, ciertamente podemos gozar de la seguridad eterna. Pero si no lo seguimos, entonces nos engañamos a nosotros mismos si creemos que estamos eternamente seguros. Nadie puede arrebatarnos de la mano del Señor… si lo seguimos hasta el fin. Pero hay quienes saltan, han saltado y saltarán de Su mano por sí mismos, voluntariamente, haciendo uso de su libre albedrío. Suena ilógico, pero el registro bíblico y la historia de la cristiandad a lo largo de los siglos dan pruebas de que esto es, ha sido, y será así.

4) Juan 15:1-6: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden”. Todos y cada uno de los creyentes en Cristo Jesús está incluido en esta ilustración. Si el creyente es fructífero, es limpiado para que lleve más fruto. Si no da fruto será 1) echado fuera, y 2) se secará; luego será 3) recogido para 4) ser  echado en el fuego, y allí 5) arderá. Todo esto lo hace el Padre. Si decimos que el Padre no puede hacerle esto a un creyente descrito como una rama que no da fruto, entonces limitamos a Dios, y hacemos a una rama sin fruto, muerta e inútil, más poderosa que el Todopoderoso. ¿No tiene el Labrador (el Padre, Dios mismo) ningún derecho para remover de la Vid (Cristo) a las ramas (cristianos) que no dan fruto? Es absurdo y contrario al espíritu de la parábola decir que las ramas (pámpanos) mencionadas aquí representan sólo a cristianos profesantes (creyentes que no han nacido de nuevo). En el versículo 3 de este pasaje el Señor se dirige a las ramas diciéndoles: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado”, una alusión en tiempo presente al nuevo nacimiento por fe en Cristo Jesús. Sólo el creyente que “permanece” en el Señor puede llevar fruto. ¿Permanecen todos los cristianos en el Señor? Estar en un estacionamiento no lo hace a uno un auto. El Señor demanda de Sus redimidos participación activa, ferviente, efectiva; el que estén totalmente identificados con Su Palabra (Persona) e involucrados en Su obra para que se pueda decir de ellos que permanecen en Él. ¿Se puede decir esto de todos los que se llaman cristianos? ¿No es más bien la tibieza, la neutralidad y la transigencia doctrinal, moral y espiritual la característica más evidente de los cristianos contemporáneos? ¿Y qué le dice el Señor al tibio en Apocalipsis 3:15, 16?

5) Romanos 8:12-13: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”. Esta advertencia es para los “hermanos”: creyentes en el Señor Jesucristo. El Espíritu Santo nos dice aquí a los creyentes (con términos bastante claros) que si vivimos conforme a la carne moriremos. Sin embargo, muchos predicadores les dicen a los creyentes que una vez que se es salvo siempre se será salvo, que nunca un verdadero creyente morirá espiritualmente. Dios le advirtió a Adán, en Génesis 2:17, que si desobedecía Sus órdenes: “ciertamente morirás”. Lo mismo nos dice este pasaje de Romanos: “si vivís conforme a la carne, moriréis”. Pero Satanás dijo: “No moriréis”, exactamente lo mismo que les dicen los predicadores actuales a sus seguidores. ¿Quién estaba en lo correcto en el Edén: Dios o Satanás? ¿Quién está en lo correcto hoy: Dios o estos falsos maestros?

6) Hebreos 3:12-14: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme (si retenemos firme) hasta el fin nuestra confianza del principio”. Aquí leemos que los “hermanos” (creyentes en Cristo Jesús) pueden terminar teniendo un “corazón malo de incredulidad” que los puede llevar a “apartarse del Dios vivo”.  También leemos que “somos hechos participantes de Cristo” solo si retenemos “firme hasta el fin nuestra confianza del principio”. Estas palabras no requieren interpretación para las mentes y los corazones sin prejuicios e ideas preconcebidas, que quieren conocer sólo la verdad de Dios.

7) Hebreos 6:4-6: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Los que han sido “iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo” son claramente creyentes. Y aquí se nos dice que estos creyentes pueden recaer (parapipto, según VINE, significa caer de la adhesión y hechos de la fe; apostatar). También se nos dice que es imposible que los tales sean “renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Todos quienes toman al pecado y el pecar como poca cosa porque dicen ser cristianos, desprecian en el fondo de sus corazones la crucifixión del Señor Jesucristo. Mientras tales “creyentes” tengan tal actitud, no pueden ser “renovados para arrepentimiento”. Y si permanecen en tal estado, se perderán eterna e irremediablemente. El pecado es un asunto serio, de vida o muerte eternas. No podemos andar por ahí pensando que podemos re-crucificar a Cristo para que nos salve de nuevo, cuando lo queramos. (Compárese con He 10:26-31)

8) 1 Juan 5:16-17: “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte”. Aquí el Señor nos demuestra que un “hermano” (un cristiano) puede cometer un “pecado de muerte”. En Mateo 12:31 el Señor nos dice que el pecado que jamás será perdonado es el de blasfemar contra el Espíritu Santo. Una blasfemia es una maldición o cualquier comentario insultante contra el Espíritu Santo, como también lo es el atribuirle a Satanás las obras del Espíritu Santo. Es imperdonable si es hecho con malicia y conocimiento, tal como en el pasaje en que el Señor menciona la advertencia y en Hebreos 6:4-6 y 10:26-31. No queda claro si este es el pecado del cual habla Juan en su epístola. Lo que sí queda claro es que un cristiano puede morir por pecar. Y la muerte referida aquí es la muerte espiritual, ya que la muerte física como consecuencia del pecado es más correctamente llamada juicio y “destrucción de la carne” (1 Co 5:3, 5).

9) Apocalipsis 3:5: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. Esto es lo que el Señor Jesús le dice al apóstol Juan que le escriba a la iglesia de Sardis. Es para todos los creyentes de esa y de todas las iglesias. ¿Puede aquí, el Señor Jesús, estar amenazando a los creyentes sólo como juego? Leamos esta advertencia del Señor con una mente abierta, y preguntémonos: “¿Puede ser borrado el nombre de una persona del libro de la vida?” El Señor Jesús sabe más del libro de la vida que todos los teólogos juntos. No vamos a ponernos a discutir con Él acerca de lo que puede o no puede hacer con los nombres que están escritos en el libro de la vida, ¿o sí? O aceptamos Sus palabras, o las rechazamos; eso es todo. Dios conoce el fin desde el comienzo: Él sabe quién vencerá y quién no. Pero aquí Él nos está hablando en términos humanos, de tal manera que sepamos que para Él es tan fácil escribir nuestros nombres en el libro de la vida, como borrarlos–así de fácil es que nos deslicemos y nos perdamos por no ser cuidadosos con nuestra salvación. Está escrito sobre el juicio ante el gran trono blanco: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap 20:15). Dios esconde los tesoros de la vida eterna de los teólogos y de los entendidos según la carne–es decir, de aquellos que quieren encasillar a Dios con sus doctrinas dispensacionalistas de “Esto puede hacer Dios, y esto no”–y se los da a los que están dispuestos a recibirlos con la sencilla actitud de los niños (Mt11:25).

Muchos dicen creer que la Biblia es la Palabra infalible de Dios. Pero escogen de antemano qué es lo que van a creer de ella, y qué no.  Prefieren creer en los razonamientos de sus falibles mentes, y no quieren aceptar lo que la Palabra enseña claramente. Demuestran, de esa manera, que son arrogantes y orgullos; y pierden así la oportunidad de recibir verdadera luz celestial en cuanto a los asuntos de la vida eterna.

Estos son temas de extrema importancia, debido a que tienen el poder de afectar para bien o para mal nuestro destino eterno. No podemos darnos el lujo de creer lo que los hombres enseñan, debemos investigarlos por nosotros mismos. Debemos creer solo lo que la Palabra de Dios enseña, y debemos creerle sólo a aquellos que nos presentan los pasajes referentes al tema sin intereses denominacionales ni fidelidades a grupos religiosos (aunque sean estos evangélicos o protestantes). Cualquier lectura que le demos a cualquier otro versículo del Nuevo Testamento, no puede cancelar las verdades evidentes presentadas en los pasajes citados aquí.

Una de las últimas promesas de las epístolas es la de que el Señor “es poderoso para guardarnos sin caída” (Jud 24). Esto es verdad–el Señor ciertamente puede guardarnos de caer. Pero si no nos sometemos completamente a Él, no podrá guardarnos de caer–porque no nos obligará a nada.

Una de las figuras que describen nuestra relación como creyentes con el Señor es la de una virgen comprometida en matrimonio (2 Co 11:2; Ap 19:7). En el siguiente versículo (2 Co11:3), Pablo dice que él teme que Satanás nos engañe y descuidemos nuestra devoción a Cristo, tal como Eva fue desviada. Eva estaba en el paraíso y fue engañada por Satanás; y por esto fue expulsada del paraíso por Dios mismo. Hoy, los que estamos comprometidos con Cristo nos encaminamos hacia el paraíso. Pero si de alguna manera Satanás nos engaña en el tema de la salvación, nunca entraremos al paraíso.

Si la novia se prostituye con el mundo y el pecado, Su novio no la tomará por esposa. Esto es lo que le pasa a la iglesia prostituida descrita en Apocalipsis 17:1-18 es rechazada por el Señor y destruida por el sistema con el cual se prostituyó.

Si amamos al Señor nos mantendremos puros en doctrina y vida para Él, aún si no encontramos muchos otros creyentes con los que nos podamos reunir. El Señor nos advierte diciéndonos que en los últimos días: “el amor de muchos se enfriará”. Este versículo tiene en mente a los cristianos, porque los cristianos somos el único pueblo en la tierra que ama al Señor. Y a continuación, el Señor añade: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt 24:11-13).

Satanás trata de engañarnos a todos nosotros, todo el tiempo. Y la Biblia nos advierte que Dios permitirá que seamos engañados para que creamos la mentira si no recibimos el amor de la verdad para ser salvos (2 Ts 2:10,11).

Si aceptamos la verdad tal y como está escrita en la Palabra de Dios, y aceptamos la verdad acerca de los pecados que hay en nuestras vidas, y colaboramos con el Espíritu Santo para ser salvos de esos pecados, nunca seremos engañados ni por Satanás ni por sus ministros.

Pero si no aceptamos la verdad tal y como está escrita en la Palabra de Dios, o si no deseamos ser libres de nuestros pecados, entonces Dios permitirá que seamos engañados y que creamos lo que queramos–no sólo en cuanto al tema de la seguridad de la salvación, si no en otros temas y doctrinas también.

Amamos al Señor porque Él nos amó primero y perdonó nuestros pecados. Por lo tanto, por Su gracia, mantendremos nuestras conciencias limpias siempre y lo seguiremos obedeciendo Su Palabra hasta el fin–así nuestra salvación estará segura. Cada discípulo del Señor Jesús que guarda Su Palabra tiene la seguridad de su salvación.

“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mt 7:13,14).

“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Co 10:12).

- - - - - - - - - - - - -