Buscar este blog

lunes, 8 de agosto de 2022

OBRAS MUERTAS

El Nuevo Testamento habla de las obras de la carne (Gl 5:19-21), y todos estamos familiarizados con esas obras: inmoralidad, contiendas, celos, arrebatos de ira, hechicería y muchas cosas como las mencionadas en esos versículos. Entendemos que un verdadero cristiano, como persona espiritual, nunca puede permitirse estos pecados. Estas obras malas se conocen como pecados: estas obras son tan obviamente pecaminosas que sería difícil para un creyente practicar cualquiera de ellas sin haber caído totalmente de la gracia (Gl 5:4). 

Pero lo bueno es que, cuando caemos en alguna de estas obras, y somos conscientes de ello porque nuestra conciencia nos lo dice inmediatamente, podemos ser perdonados si nos arrepentimos y confesamos nuestro pecado (1 Jn 1:9). 

Pero las obras muertas son más engañosas, más difíciles de definir. El Nuevo Testamento habla de obras muertas en Hebreos 6:1. Dice que debemos arrepentirnos de las obras muertas. Ahora bien, en el Antiguo Testamento no hay tal cosa como obras muertas. Allí únicamente se habla de buenas obras o de malas obras; nada más hay el bien y el mal. Pero en el Nuevo Testamento tenemos buenas obras, malas obras y obras muertas

Las buenas obras son las obras que agradan a Dios, y el Nuevo Testamento abunda en la descripción de estas. Las malas obras son obras que se mencionan en Gálatas 5:19-21, también conocidas como las obras de la carne. Pero, ¿qué son las obras muertas?

Las obras muertas son obras que parecen buenas externamente, pero que surgen de un motivo corrupto o se hacen por una razón equivocada. Por lo tanto, son como trapos de inmundicia a los ojos de Dios. Es como una persona que está llena de lepra y te ofrece a comer una manzana de primera calidad con su mano leprosa. ¿La tomarías y te la comerías? La manzana es excelente, pero está contaminada con los gérmenes de la lepra de las manos de esa persona que te la ofrece. Es igual  cuando le ofrecemos algo bueno a Dios pero que está contaminado con el motivo equivocado. Podría ser una oración, podrías cantar un solo en una reunión cristiana y tu objetivo podría ser obtener honor para ti misma. ¿Qué es eso, una buena obra o una mala obra? Es una obra muerta.

Es importante que entendamos esto. Es bien sabido entre los creyentes que La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado (1 Jn 1:7), pero lo que no es tan conocido es: ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (He 9:14). ¿De qué nos limpia la sangre de Cristo? No sólo de nuestros pecados. También debe limpiarnos de las obras muertas. Y por lo tanto, es muy, muy importante para nosotros tener una comprensión clara de lo que son las obras muertas.

Veamos algunos de los tipos de obras que podríamos llamar obras muertas. En primer lugar, las obras muertas son obras realizadas sin ningún gozo. En otras palabras, estas son obras hechas por compulsión, o necesidad, u obligación, o por miedo al castigo, o algo por el estilo. Es como cuando un padre consigue que su hijo lo obedezca para hacer sus deberes escolares cuando quiere seguir jugando afuera con sus amigos. El padre lo obliga a entrar con la amenaza de castigarlo si no lo obedece de inmediato, y a veces solo basta con expresar esta amenaza con la expresión del rostro o la mirada. El niño se sienta tratando de disimular su cara de mal humor a la mesa y hace su tarea. No la está haciendo con alegría, pero la está haciendo. La tarea es una buena obra, pero la hace por obligación.

Es de la misma manera que mucha gente da ofrendas hoy en día. No las dan con alegría sino por obligación. Las dan porque un pastor les dice que si no lo hacen serán castigados, que Dios los castigará, que se enfermarán y luego tendrán que darle el dinero al médico. Entonces, por miedo, estos “creyentes” le dan su ofrenda al pastor.

¿Crees que Dios está interesado en todas estas técnicas psicológicas mediante las cuales las personas se ven obligadas a dar su dinero? Estas son las técnicas de los manipuladores entre los cristianos que Dios condena. La Biblia dice acerca de dar: Dios ama al dador alegre (2 Co 9:7). En todo Dios quiere alegría de nuestra parte. La Biblia dice, en un versículo no tan conocido: Saliste al encuentro del que con alegría hacía justicia, de los que se acordaban de ti en tus caminos (Is 64:5). En este pasaje, Dios no sale al encuentro de los que solo hacen justicia, sino de los que la hacen con alegría. Otro versículo en el que el Señor les dice a los israelitas por qué estaban siendo castigados o por qué serían castigados en el futuro es este: Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas,  servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte” (Dt. 28:47-48). 

¿Por qué envió el Señor a los israelitas a convertirse en esclavos en diferentes momentos de su historia? Porque no sirvieron al Señor con alegría. El Reino de Dios no es solo justicia: Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro 14:17). Este versículo deja muy, muy claro que el Reino de Dios consiste en justicia junto con paz y gozo en el Espíritu Santo. En otras palabras, si solo haces justicia sin el gozo del Espíritu Santo, realmente no estás sirviendo al Reino de Dios; solo estás cumpliendo con un requisito legalista, débil, egoísta y mezquino. 

Se puede ser creyente, pero no espiritual. Un cristiano espiritual es alguien que ha discernido las obras muertas y se ha arrepentido de esas obras muertas y ha limpiado su corazón de las obras muertas por medio de la sangre de Cristo. Los únicos que pueden traer alegría y deleite al corazón de Dios son aquellos que hacen todo lo que hacen con alegría, con un corazón alegre.

Tomemos como ejemplo este asunto de la ofrenda que acabamos de mencionar. Este era un mandato bajo el Antiguo Pacto. De hecho, en el Antiguo Pacto, además de los diezmos, los judíos tenían que dar otras ofrendas y sacrificios obligatorios y voluntarios. En última instancia, el judío promedio terminaba dando alrededor del 20% o más de sus ingresos a Dios: y esto sólo en lo que respecta a las ofrendas y sacrificios obligatorios. Pero es interesante ver que el Señor Jesús nunca lo ordenó. La única vez que lo mencionó fue en Mateo 23:23 cuando se dirigió a los fariseos. Ese fue el tiempo cuando la gente todavía estaba bajo la Ley. Él les dijo: Esto (diezmar) os era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello”. Diezmar no es un mandamiento que el Señor Jesús dio a las personas que se han adherido al Nuevo Pacto. Por eso, después de Hechos 2, nunca encuentras ningún mandato para diezmar. La única referencia, después de eso, está en Hebreos 7:2 donde habla de Abraham diezmando y dando su dinero a Melquisedec. (Ver El Diezmo).

¿Por qué no hay mandamiento de diezmar en el Nuevo Pacto? Porque, en el Antiguo Testamento, la cantidad que le dabas a Dios era importante para la mantención del sistema mosaico: sacerdotes y levitas, y todo lo asociado con la mantención material del tabernáculo primero y el templo después. El diezmo, en el AT, era el impuesto que cada judío debía pagar al “estado”. En el AT todo está asociado con la cantidad que se debía dar. En el Nuevo Testamento, la calidad de lo que das es lo más importante: no cuánto das, sino cómo das.

En el Antiguo Testamento, si no dabas el 10% mínimo requerido por la Ley, desobedecías. Y era una desobediencia que tenía graves consecuencias. En la última página del Antiguo Testamento el Señor le dice a Israel: Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Mal 3:9-10). 

Pero una vez que se termina el AT con Malaquías, se termina con el tema del diezmo para el nuevo pueblo de Dios: la iglesia.

En el Nuevo Pacto, leemos: Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre (2 Co 9:7)

Que el Señor está interesado en que demos con alegría es claro como el cristal. Entonces, ¿por qué tantas personas se ven obligadas hoy también a pagar sus ofrendas (y diezmos) de mala gana? Es por los líderes cristianos codiciosos que los quieren tener como sus cajeros automáticos. La gente les da ofrendas y les paga el diezmo, pero sin ninguna alegría. Esto no es dar espontáneamente. Es dar a regañadientes, por obligación, como el niño que se sienta a hacer la tarea porque o si no... Los “pastores” que recogen el diezmo de “sus” iglesias pueden estar felices, pero Dios no lo está. Dios no está contento porque Él no quiere que a nadie se le obligue a dar en el Reino de los Cielos. Lo que se da con engaño y manipulación, y no voluntariamente y con alegría, es una abominación para Dios: una obra muerta.

Si una persona se dice a sí misma; “Bueno, si no me disciplino, no daré nada”, y comienza a dar el 10% todos los meses, entonces eso es una buena obra. Esta dando algo que no es obligatorio en el NT, lo está haciendo voluntaria y alegremente. Pero no creas que Dios va a estar feliz si das ese dinero de mala gana. Los “pastores” cristianos muy a menudo aman a los que dan mucho, pero Dios ama SOLO a los que dan con alegría y voluntariamente. Hay mucha diferencia. 

El principio del Nuevo Pacto no es dar tanto como puedas dar. No, el principio del Nuevo Pacto es dar tanto como quieras dar con alegría, y detenerte allí. Dios ama al dador alegre (2 Co 9:7)Dios quiere gente feliz. Quiere hijos que sean felices con lo que hacen en Su nombre y para Su reino. Cuando haces negocios con Dios pensando que si das más recibirás más, esa es una obra muerta. Así que incluso el dar dinero para la obra de Dios es algo de lo que debes arrepentirte si lo haces de mala gana o como motivos materialistas. Está muy claro en 2 Corintios 9:7 que no se debe dar de mala gana. 

Nadie debe obligar a otra persona a dar porque Dios ama al dador alegre. Los líderes cristianos que no son honestos en esta enseñanza están bajo la condenación de Dios, y lo pagarán caro (eso es lo único caro que obtendrán en la eternidad).

Este es un tipo de obras muertas: hacer cosas sin gozo, alegría, voluntariamente

Un segundo tipo de obras muertas son las obras hechas sin amor

Ya sabes cómo en el hogar de una pareja que se acaba de casar, la esposa sirve y trabaja. Todo lo que hace por su marido es por amor. Ella cocina la comida canturreando, lava la ropa feliz y mantiene limpia la casa con una sonrisa; todo hecho sólo por amor. Veintisiete años después vas a la misma casa, y la misma esposa sigue cocinando la comida, sigue limpiando la casa, sigue lavando la ropa, pero ya no canturrea ni sonríe. Ya no es por amor: es por obligación y costumbre, está harta de hacerlo y se nota hasta en el sabor de lo que cocina. El Señor Jesús dice: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente (Mt 22:37). Este es el primer mandamiento. Si no lo guardas, todas tus otras obras serán inútiles, serán en vano: serán obras muertas.

Piensa en lo que el Señor le dice a la iglesia en Éfeso: Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor (Ap 2:4)Todas las demás obras son inútiles si has dejado tu primer amor. Piensa también en lo que el Señor le dice a Pedro en Juan capítulo 21:15-17, cuando lo comisionó para que fuera Su apóstol una vez más después de que Pedro lo había negado tres veces. ¿Qué le preguntó el Señor a Pedro tres veces? Sólo una pregunta: “¿Me amas?” Él nos dice: “Si me amas, guarda mis mandamientos”, no si le tememos. Lo que se hace por temor es una obra muerta. Lo que se hace con amor es una buena obra. Puedes hacer un buen trabajo y, sin embargo, si lo haces por temor al juicio o con la esperanza de que recibirás una recompensa de Dios, no tiene valor para Dios. Él quiere que le amemos y que de nuestro amor proceda nuestra obediencia, de nuestro amor debe venir el servicio a Él.

Hasta aquí hemos visto dos tipos de obras muertas: las que se hacen sin gozo, y las que se hacen sin amor. Veamos ahora otros tipos.

La diferencia entre ser religioso y ser espiritual, entre ser fariseo y discípulo del Maestro es conocer qué dice la Biblia sobre las obras muertas en oposición a las buenas y malas obras. Ya sabemos que hay una diferencia entre las obras de la carne (cosas malas que son tan obvias que hasta nuestro inconsciente nos reprende acerca de ellas) y las obras muertas, que podrían ser buenas obras, pero que brotan de una intención o actitud corrupta. Hemos considerado dos de ellas: obras que se hacen de mala gana y/o sin gozo, y obras que no se hacen por amor a Dios.

El tercer tipo de obras muertas son las obras hechas sin celo. Leemos en Apocalipsis 3:15-16 acerca del Señor hablando a la iglesia en Laodicea y diciendo: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.

 Ahora en el mundo, hay un dicho: “Algo es mejor que nada”, pero el Señor no cree en eso. Él dice: “¡Ojalá fueses frío o caliente!” Más adelante añade: “Sé, pues, celoso” (Ap 3:19).  Las obras hechas a medias son obras muertas. El Señor nos quiere totalmente compenetrados con la obra del Reino. Quiere que Su obra sea nuestra obra y viceversa. Y quiere que nosotros la sintamos tan nuestra como Él la siente. Nada menos que eso es aceptable para Él.

Citando un mandamiento del Antiguo Testamento, el Señor Jesús dice: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Mr 12:30). Dice que este es el primer mandamiento. En otras palabras, todo nuestro ser debe estar ocupado en el amor a Dios. Por ejemplo, cuando adoras a Dios, hay mucha diferencia entre una adoración de todo corazón y una adoración a medias. Cuando alabas al Señor, puedes decir Aleluya, y otra persona al lado tuyo puede decir Aleluya también, pero puede haber mucha diferencia entre los dos aleluyas. Uno puede brotar desde el fondo del corazón de quien está realmente agradecido con Dios y alaba al Señor con todo el corazón. El otro puede estar cumpliendo sólo con un el ritual. Has dicho las palabras adecuadas en el contexto correcto, pero no significa nada realmente. No es pecado decir aleluya, pero es una obra muerta si no proviene de lo más profundo del tu corazón; si está sin vida. Nuestra adoración y nuestra alabanza deben ser de todo corazón.

Si escuchas a algunas personas orar, puedes ver la diferencia. (Y no estamos hablando de dar gracias antes de una comida, que debiera ser sólo eso. Decir: “Gracias Señor por estos alimentos.) No piden nada pecaminoso en su oración, pero todo está muerto. Las palabras son las correctas, pero hay algo en el tono de su voz que los traiciona. Oran por cosas buenas, que suenan bien a los oídos de los presentes, cosas que se espera que se digan en una oración, pero se dicen sólo para quedar bien con los oyentes. Se está orando para quedar bien con ellos. Esa actitud es muy fácil percibirla; por eso es que el Señor dice que la verdadera oración es la que se ofrece a solas ante el Padre solamente, a puerta cerrada en tu cuarto, para que no caigas en la trampa de preocuparte cómo suena tu oración ante los demás (Mt 6:6). Obras, oración, alabanza: cualquier actividad realizada sin celo es una obra muerta.

“Fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Ro 12:11). Fervientes en espíritu significa ardiendo en el Espíritu en todo momento; actuando con celo. Hay una ley en el Antiguo Testamento que dice: “El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará” (Lv. 6:13). Esta es la idea detrás de “Fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”. Pablo le dice a Timoteo: Aviva la llama de ese don que hay en ti (2 Ti 1:6). Existe el peligro de que se extinga si no avivamos la llama. ¿Has encendido fuego en alguna ocasión? Si lo has hecho, sabes que cualquier fuego puede extinguirse si no se lo alimenta. Así es con el Espíritu de Dios en nosotros (el don que hay en ti). Debemos avivar la llama incluso de los dones del Espíritu que Dios nos da. Esto quiere decir que debemos usarlos, que debemos hacerlos trabajar y producir fruto. Debemos buscar la manera y la oportunidad (esto es demostrar celo), porque si no los avivamos se extinguirán.

Muchos cristianos, hoy en día, probablemente no estén viviendo en pecado grave, pero están sin vida, sin el fuego ardiente del Espíritu Santo. No son fríos, pero tampoco son calientes. Y el Señor le dice a toda la iglesia en Laodicea: “Porque eres tibio, te vomitaré (escupiré) de mi boca”. ¿Ves cómo las obras muertas pueden conducir a un tipo de cristianismo sin vida que, finalmente, el Señor rechaza? Necesitamos arrepentirnos de las obras hechas sin celo.

Y luego, en cuarto lugar, las obras muertas son obras hechas sin fe. En el Antiguo Testamento no existe tal frase como “La obediencia de la fe”. En el AT la orden divina era solo obediencia: obedeces lo que el Señor te dice que obedezcas. Pero, cuando llegamos al Nuevo Testamento, nos encontramos con “la obediencia a la fe” dos veces en la misma epístola (Ro 1:5; 16:26). Santiago dice que la fe sin obras es muerta. También diría, las obras sin fe también están muertas, porque sin fe es imposible agradar a Dios.

Si haces una buena obra, y no es con fe, es una obra muerta. Por ejemplo, oras por media hora, y oras por muchas cosas importantes pero no crees que Dios vaya a hacer ninguna de esas cosas, ¿de qué sirve ese tipo de oración? ¿De qué sirve una reunión de oración de una hora en la que no crees que Dios vaya a hacer algo de lo que se le pide? ¿No es eso una obra muerta? Puedes tener una reunión de oración de toda la noche que es una obra muerta porque la gente no cree. Orar sin fe es una obra muerta. De hecho, un minuto de oración, con fe, es mucho más aceptable para Dios que una reunión de oración de toda la noche que es solo un ritual, sin fe.

Las obras hechas sin fe son obras muertas. No estamos en contra de las oraciones largas: el Señor Jesús solía orar toda la noche y puede haber momentos en los que necesitemos hacer eso. Pero el Señor Jesús orando toda la noche no fue una obra muerta: Él oró con fe. “La obediencia a la fe” significa tener convicción personal: estar convencido de que lo que estás haciendo es lo que debes hacer. Leemos en Romanos: “¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios” (Ro 14:22). Es decir, la fe que tienes, tenla con convicción delante de Dios . Debemos tener una convicción personal acerca de las verdades de las Escrituras. La fe que tenemos, dice aquí, debe ser nuestra convicción ante Dios. Cuando haces algo simplemente para imitar lo que otro está haciendo, o simplemente porque algún hombre de Dios lo enseña, sin convicción personal, es una obra muerta. Tal vez sea una buena obra, y tal vez ese gran hombre de Dios enseña esa particular doctrina y te dice que tú también la enseñes. Y tú, de alguna manera, lo imitas; pero eso no te va a servir de nada porque tú no lo crees en realidad; no estás convencido; sólo estás imitando lo que otro hace, lo que otro cree. La imitación siempre trae la muerte.

Por ejemplo, leemos en Hebreos 11:29 que los israelitas, por fe, cruzaron el Mar Rojo. Y luego dice que los egipcios los imitaron. ¿Qué les pasó a los egipcios? Se ahogaron. ¿Qué les significó la imitación a los egipcios? Muerte. Ahora bien, los israelitas atravesaron por fe. Los egipcios no tenían fe. Simplemente imitaron lo que hicieron los israelitas. Fue una obra muerta. Eso está escrito para nuestra advertencia. Puede que veas a otro hermano haciendo algo con fe, un ministerio, por ejemplo. Él lo hace con fe, y tú lo imitas. ¿Cuál será el resultado para ti? Una obra muerta. Dios nunca te llamó a hacer eso. Así como cada uno de nosotros es único, así también lo es nuestro ministerio. Dios tiene una tarea para cada uno de aquellos a los que llama a Su servicio. Lo que es para uno, no es para otro.

Así que no debemos imitar el ministerio de otro hombre, o el énfasis que otro hombre tiene en su ministerio. Pablo dice: “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe” (Ro 12:6). Ejerce tu servicio a Dios conforme a la proporción de tu fe. Dios no quiere que seamos imitadores; como loros, repitiendo lo que alguien más dice. Él quiere que tengamos convicciones personales, y lo que haces sin convicciones personales es una obra muerta, aunque sea una buena obra. Dios no le asigna ningún valor a eso, porque no surge de tu relación personal con Él.

Dios no quiere que seas como alguien más. Él quiere que seas tú mismo. Él te hizo para que fueras tú mismo con una personalidad particular y un trasfondo y educación particulares. Solo sé agradecido y haz lo que puedas: lo que esté a tu alcance. Y eso será mucho más aceptable para Dios que si tratas de imitar a alguien más.

Una quinta forma en la que podemos hacer obras muertas es cuando hacemos cosas que pueden ser buenas obras, obras cristianas, pero que se hacen para beneficio u honor personal. El Señor le dice a la iglesia en Sardis: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives”, pero estás muerta (Ap 3:1). “Tienes nombre de que vives”. A veces podemos hacer trabajo cristiano para obtener un nombre de que estamos vivos y construir una reputación. Y para continuar con esa reputación seguimos haciendo ciertas cosas. Se ven muy espirituales a los ojos de los demás, pero Dios ve el motivo subyacente en todo: quieres obtener un nombre de que estás vivo. ¿Y cuál es el resultado? Todas tus obras son obras muertas. Cualquier cosa que hagamos para impresionar a otro hombre es una obra muerta.

Una obra viva, por otro lado, es aquella que se hace para impresionar a Dios. Las obras vivas se hacen en secreto, solo ante el rostro de Dios donde tu mano izquierda no sabe lo que hace tu derecha. Oras, pero no dejas que nadie sepa que oras. Ayunas, y no le dices a nadie que ayunas. Esas son obras vivas. Pero las obras muertas son obras hechas para impresionar a la gente, y no las ocultas a los ojos de los hombres. “Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres” (Mt 23:5) “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 6:1). ¡Obras muertas! ¡Obras muertas! ¡Obras muertas! ¡Madera, heno, hojarasca! (1 Co 3:12-13).

Esteban mencionó que los israelitas: “en las obras de sus manos se regocijaron” (Hch 7:41). Esto es hacer algo, y luego mirar tu trabajo y decir: 'Vaya, vaya: qué gran cosa es esto que he hecho'. Como cuando Nabucodonosor caminó sobre el techo del palacio en Babilonia y se dijo a sí mismo: “¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” (Dn 4:30). En otras palabras:  'Este es un reino tremendo que he edificado, un palacio enorme con sus jardines colgantes y todo eso. ¿La gente estará pensando en todo esto? ¿Me estarán alabando por lo que he hecho? Después de todo, me lo merezco. ¿Qué otro rey, aparte de mí, ha hecho algo tan grandioso? ¡Ninguno!' 

Esto es como cuando sirves al Señor y haces algún trabajo para Él. Tal vez Dios te ha usado para construir un gran ministerio para el Señor, y luego lo miras, como lo hizo Nabucodonosor, y dices: 'Es grandioso lo que he hecho', y piensas en la opinión que tienen los demás sobre tu trabajo. Eso, amigo mío, amiga mía, es una obra muerta. Tienes que tomar todos esos pensamientos y tirarlos a la basura. Es Babilonia. Lo que construyó Nabucodonosor fue Babilonia, y lo que estás haciendo también está construyendo Babilonia. Nuestros actos justos, a los ojos humanos, son una abominación digna de ser arrojados al sistema de alcantarillado a la vista de Dios. Todo lo que es grandioso a los ojos del hombre es abominación para Dios (Lc. 16:15). Si no crees esto, mejor hazte vegetariano(a) de inmediato porque la próxima vez que alguien te vea puede ser que estés pastando en el campo por siete años como lo hizo Nabucodonosor hasta que recuperó la razón y le dio la gloria a Dios (Dn 4:28-37).

Si no vas a ser radical en eliminar las obras muertas de tu vida, nunca serás un(a) creyente espiritual. Si haces la obra de Dios, por ejemplo, por un salario, un sueldo, como si fueras un ministro profesional: es una obra muerta. Dios puede proveerte lo necesario para atender tus necesidades, pero si sirves al Señor solo porque te pagan, ¿qué es eso? Eres un asalariado (Jn 10:12-13). Puedes llamarlo trabajo cristiano, pero en realidad no es servir a Dios: es servirse del nombre del Señor a cambio de dinero: es una obra muerta. El verdadero servicio al Señor es una vocación, un llamado del Cielo, una capacitación de lo Alto. Allí donde Él llama, Él provee. O eres siervo de Dios, o lo eres de los hombres. Lee 1 Corintios 9:1-27, y escoge tu camino en el Señor.

Que Dios nos abra los ojos bien abiertos, para que seamos libres de obras muertas.

- - - - - - - - - - - - - - - - -

Principales publicaciones período 2020-2022 (al final del artículo).


Principales publicaciones período 2011-2019.

- - - - - - - - -