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domingo, 28 de agosto de 2022

BIENAVENTURADOS LOS PACIFICADORES

“Ciertamente la soberbia concebirá contienda; mas con los avisados está la sabiduría” (Pr 13:10).

El orgullo causa peleas. Y es la causa principal de los conflictos entre las personas. Sin orgullo, las peleas y los conflictos terminarían rápidamente. Es la confianza arrogante y la presunción altiva lo que mantiene la contienda, los conflictos y las disputas. Pero los sabios son humildes y prudentes para escuchar otras opiniones, evitar a los hombres contenciosos y pasar por alto las ofensas. Son pacificadores.

Si hay conflicto en tu vida, familia, negocio o iglesia, es por orgullo. ¿Es el orgullo de tu adversario, tu orgullo o ambos? Un hombre sabio hará lo que pueda para acabar con la guerra y las disputas. Usará palabras suaves (Pr 15:1), regalos (Pr 21:14), amor (Pr 10:12) o respuestas cuidadosamente meditadas (Pr 15:18) para apaciguar la ira y ganar la paz. Prefiere ser defraudado u ofendido que pelear, pasando por alto las ofensas (Pr 19:11; 1 Cor 6:7).

Los hombres contienden y pelean por muchas razones, pero el orgullo es el detonante o el combustible que inicia, sostiene y escala el conflicto (Pr 28:25; 21:24). ¡Créelo! Salomón escribió esto acerca de los necios orgullosos: “¿Has visto hombre sabio en su propia opinión? Más esperanza hay del necio que de él” (Pr 26:12). Es imposible tratar con un hombre orgulloso, porque no hay forma de convencerlo de nada en contra de la presunción arrogante de sus propios pensamientos y deseos.

Santiago hizo estas preguntas: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (Stg 4:1) Luego replicó: “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Stg 4:5-6). La causa fundamental de la lucha es el orgullo. Salomón y Santiago escribieron lo mismo, inspirados por el mismo Autor.

Si la codicia, la envidia, la pasión y la venganza tienen un lugar en los conflictos, el orgullo tiene el papel principal. El orgullo vuelve a las personas impacientes, las hace enojarse por los desaires, resentirse por la contradicción, envidiar la ventaja, molestarse por la competencia, desdeñar la corrección; las hace vengativas por las ofensas recibidas, engreídas de su opinión, dominantes en la conversación, críticas de las debilidades y no dispuestas a otorgar perdón. El orgullo provoca estas y otras perversidades del alma humana. ¡Dios, ten misericordia y ayúdanos!

Un hombre bien aconsejado es sereno, sabio y prudente. Pide y recibe consejos, porque sabe que la seguridad está en los muchos consejeros (Pr 24:6). Es lento para responder, sabiendo que la prisa exalta la necedad y no produce verdadera justicia (Pr 14:29; Stg 1:20). Termina los conflictos pasando por alto las ofensas (Pr 19:11), huyendo de las personas airadas (Pr 22:24-25; 29:22) y cortando las lenguas calumniadoras (Pr 25:23). Odia el orgullo en sí mismo y en los demás (Pr 8:13). Sabe que humillarse es tanto sabio como cristiano (Pr 11:2; Ro 12:16).

Los pacificadores son los grandes en el reino de los cielos (Mt 5:9), porque el reino de Dios es un reino de paz (Ro 14:17-19). Debes usar todo tu poder hacia este fin (Ro 12:18; Ef 4:3). Si quieres prosperar con una vida larga y feliz, sé un pacificador (Sal 34:12-16). ¿Dónde puedes hacer la paz hoy? ¡Hazla! Que nada te estorbe.

Es la sabiduría infernal del diablo la que conduce a la amargura y a la contienda, y nunca debes pensar o decir que una disputa es buena o aceptable. Lleva a más confusión y corrupción en tu vida (Stg 3:14-16). “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Stg 3:17-18). Este pasaje de Santiago vale su peso en oro. Familiarízate con estos versículos y obedécelos siempre.

No hay lugar para el orgullo o la contienda entre los creyentes (1 Co 11:16). El orgullo no es del Padre, sino del mundo (1 Jn 2:16). El orgullo fue el pecado del diablo (1 Ti 3:6). Lector, humíllate bajo la poderosa mano de Dios, para que Él te exalte a su debido tiempo (1 P 5:6). Si hay algún conflicto, guerra fría, disputa o contienda en la que tú tengas algún papel, ponle fin de inmediato, para que no corrompa tu adoración a los ojos de Dios (Mt 5:21-26).

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