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viernes, 25 de agosto de 2023

LA GRAN TRIBULACIÓN



Hemos mencionado la gran tribulación frecuentemente en este blog a lo largo de los años, pero debido a la importancia que tiene el tema para todo cristiano, todo judío y, en efecto, para todos aquellos que estemos vivos cuando esta se desate; procederemos ahora a una consideración cuidadosa de este período. ¿Qué es, exactamente, la gran tribulación? ¿Quiénes pasarán por ella? ¿Qué les ocurrirá? ¿Qué estará detrás de todo esto? ¿Por qué permitirá Dios que ocurra?

TRIBULACIÓN SIN IGUAL

El término gran tribulación se deriva del discurso del Señor Jesucristo en el Monte de los Olivos, en el cual Él nos advierte “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mt 24:21; Lc 21:22,23). 

Jeremías se refiere a este período de intenso sufrimiento como el tiempo de angustia para Jacob: “¡Ah, cuán grande es aquél día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jer 30:7).

Daniel dice de él: “Tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces” (Dn 12:1).

Para muchos estas palabras han llegado a ser tan familiares que se nos pierde la magnitud de lo que realmente significan. Por eso haríamos bien en reflexionar de nuevo sobre ellas.

Se nos dice que será un tiempo de persecución y angustia mayor que cualquiera que Israel y/o la iglesia hayan sufrido antes—superior a la masiva persecución de los cristianos en Roma bajo Nerón; más inhumana y brutal que el exterminio de seis millones de judíos en el holocausto de Hitler; más letal que la matanza de veinte millones de rusos a manos de Stalin. Debiéramos estremecernos ante la idea de una crueldad tan inimaginable, ante la expectación de una exhibición de maldad tan desenfrenada. Pero es aún más aterrador el comprobar que la gran tribulación sobrepasará todo lo malo y terrible que ha acontecido a la humanidad “desde el principio del mundo hasta ahora” (Mt 24:21), y que el blanco de esta persecución seremos todos aquellos que nos neguemos a adorar a la Bestia (el Anticristo) o a su imagen.

Satanás debe desatar su ira sobre la tierra de esta forma sin precedentes y en este tiempo en particular. En Apocalipsis 12:12 se nos muestra que Satanás será arrojado de los lugares celestiales a la tierra: “¡Ay de los moradores de la tierra y el mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo

“Poco tiempo”, ¿para qué? Para evitar que Israel reciba a Cristo como su verdadero Mesías y Rey, porque cuando esto suceda se consumará el misterio de Dios (Ap 10:7; Ro11:25-26) y se completará el reino espiritual de Dios (Dn 9:24; Ap 11:15), lo que marcará el fin del reinado de Satanás como “dios de este siglo” (2 Co 4:4; cf. Dn 2:44). 

Sabiendo que todos los que lo obedezcan perderán para siempre su oportunidad de recibir salvación eterna, Satanás debe jugar su última carta y exigir la adoración de toda la humanidad mediante su títere, el Anticristo. Simbólicamente, la visión de Juan lo describe así: “Y cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo… Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Ap 12:13-14, 17).


DESCIFRANDO SIGNOS

El dragón es, o representa, a Satanás. La mujer es, o representa, al remanente piadoso de Israel del cual proviene el “hijo varón”, Cristo. Los verdaderos creyentes en Cristo estamos claramente descritos como “el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.

LA MUJER 
La Mujer de este pasaje representa a ese grupo de 144.000 judíos temerosos de Dios que rehusará recibir la marca del Anticristo, y por eso presta atención a la advertencia del Señor en cuanto a huir de Jerusalén al desierto (Mt 24:15-21). Estos piadosos judíos—12.000 de cada una de las tribus de Israel (Ap 7:4)—serán divinamente protegidos de las garras del Anticristo. Para cumplir este objetivo es que son “sellados en sus frentes” (Ap 7:3). Serán sustentados milagrosamente en el desierto “por mil doscientos sesenta días” (Ap 12:6); o, tres años y medio, exactamente la duración de la gran tribulación. Sólo ellos, y posteriormente la porción fiel de los escogidos de Dios, representados por la iglesia de Filadelfia (Ap 3:7-13) gozarán de la protección milagrosa de Dios durante este tiempo de intensa persecución. Durante su estadía en el desierto, estos 144.000 judíos recibirán además la salvación espiritual de parte del Señor Jesucristo, su verdadero Mesías y Rey (Ez 20:33-39), convirtiéndose así en las primicias para Dios y para el Cordero (Ap 14:4). Estos judíos serán los primeros de la línea natural de Abraham que el Señor hará “entrar en los vínculos del pacto” (Ez 20:37).

EL RESTO DE LA DESCENDENCIA DE ELLA

Después de asolar Jerusalén y de demandar y recibir la adoración del mundo, después de comenzar la persecución de aquellos judíos—la mujer, los 144.000—el Anticristo iniciará entonces la implacable persecución de los cristianos que queden a su alcance. Esta persecución se dirigirá contra todos aquellos que rehúsen recibir su marca, “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Ap 12:17). Satanás, enfurecido por la protección divina otorgada a la mujer, utilizará al Anticristo para “hacer guerra contra los santos, y vencerlos” (Ap 13:7). El Falso Profeta (el Anticristo) “hace que la tierra y los moradores de ella lo adoren” (Ap 13:12), y  recibirá “autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación” (Ap 13:7b), y ningún esfuerzo humano será capaz de resistirle.

¿Cómo afectará a la iglesia en general la impía persecución y matanza que llevará a cabo el Anticristo? Eso dependerá directamente de cuán preparada esté para el violento ataque; es decir, de cuánto entendimiento tenga acerca de lo que en realidad está pasando y de si está viviendo una vida de genuina obediencia al Señor. Este pasaje: “Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos” (Ap 13:7), debiera ser objeto de gran meditación y oración por parte de todos los que nos consideramos cristianos genuinos (santos). En general, la iglesia organizada (las denominaciones) será desgarrada por la disensión y sumida en el caos porque los cristianos profesantes rendirán homenaje privado a la imagen del Anticristo e incluso aceptarán su marca a fin de poder comprar y vender para satisfacer sus necesidades diarias. Estos son aquellos acerca de los que Pablo se refirió en su carta a Timoteo, diciendo: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos [últimos días] algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Ti 4:1). La mayoría de estos cristianos profesantes “escaparán” de la persecución a manos del Anticristo, porque se someterán a él, pero el precio por ese alivio temporal será demasiado alto cuando se enfrenten al Día del Señor, y descubran que se han condenado eternamente por el acto aparentemente superficial que haber recibido una marca en su mano o en su frente para continuar los quehaceres y afanes de la vida secular.

Por otro lado, los verdaderos hijos de Dios, aquellos que estamos dedicados a adorar y a servir a Cristo con nuestros espíritus, nuestras almas y nuestros cuerpos (1 Ts 5:23), rechazaremos adorar la imagen de la bestia y recibir su marca, aunque ello nos cueste la vida. Porque aunque el precio de la fidelidad a Dios siempre ha sido costoso, lo será aún más en los días del Anticristo. Habiendo imágenes poseídas por demonios por todas partes con facultad para hablar y para ordenar la ejecución de los rebeldes (Ap 13:14-15), y con el requerimiento gubernamental de que sólo los que exhiban la marca puedan comprar y vender, nuestras vidas no valdrán ni un céntimo.

Dios proporcionará protección a los creyentes fieles a Él en esta hora de la prueba (Ap 3:7-13). En los capítulos 2 y 3 del libro de Apocalipsis se nos presentan 7 iglesias , que aunque son históricas representan a la totalidad de la iglesia en los últimos días. Esto lo sabemos porque el libro mencionado es profético (Ap 1:3), no histórico, y porque el número 7 representa la plenitud divina (Ap 1:4). De estas 7 iglesias, sólo una, la iglesia de Filadelfia, recibe la promesa: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Ap 3:10). Las seis iglesias restantes reciben diversos grados de represión, pero ni una sola de ellas la promesa de ser librada de la hora de la prueba. Asegúrate de estar formando parte de la membresía de la iglesia de Filadelfia.

Los cristianos genuinos que forman parte de las otras seis iglesias se verán en medio de la gran tribulación ni saber cómo, ni qué ni por qué está pasando lo que está pasando. Al igual que aquellos de la nación de Israel que inicialmente aceptarán al Anticristo, pero que después rehusarán rendirle homenaje, se darán cuenta demasiado tarde de que su escatología no tiene piso sobre el cual sostenerse. Rehusarán recibir la marca, sin duda alguna, pero desprevenidos ante el poder destructivo de las imágenes poseídas por demonios (Ap 13:14-15), pagarán con su vida el haber vivido una vida cristiana frívola y transigente y el no haber procurado siquiera escudriñar por sí mismos la Palabra de Dios cuando tuvieron tiempo para hacerlo. Será un precio alto e innecesario, tomando en cuenta la preciosa promesa del Señor a la iglesia de Filadelfia. Muchos serán entregados en las manos sangrientas del Anticristo por los mismos falsos cristos a los que habrán estado siguiendo y escuchando, haciendo caso omiso de la advertencia del Señor Jesús, el único y verdadero Cristo (Lc 21:8; Mt 24:24). Los que tengan más suerte morirán sólo por falta de alimentos, al no poder comprar ni vender nada por no tener la marca. Muchos otros sufrirán el martirio al ser persuadidos arteramente a salir de sus escondites (Mt 24:26), creyendo que la Segunda Venida ya ha ocurrido.


Nos faltan palabras e imaginación para describir lo terrible que este período será para todos aquellos que pasemos por él. ¿Cómo podemos enfatizar más, sin caer en el sensacionalismo, que nos corresponde hacer todo lo posible, confiando en la gracia de Dios, para estar preparados para cuando estos días comiencen?

¿CUÁNDO OCURRIRÁ LA GRAN TRIBULACIÓN? 

Como ya lo hemos visto, comenzará cuando el Anticristo se presente en Jerusalén, y demande la adoración debida sólo a Dios (La Abominación de Desolación). Sabemos exactamente cuánto tiempo durará la gran tribulación: se extenderá durante tres años y medio, hasta que la venida de Cristo la acorte abruptamente. “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados” (Mt 24:22). Nótese que “aquellos días” se refiere a la gran tribulación, no al período de tiempo de tres años y medio asignado al Anticristo.

No obstante la claridad y sencillez de la enseñanza del Señor en cuanto a su regreso, gran parte de la iglesia evangélica enseña que la iglesia será arrebatada antes de la gran tribulación. Enseñan el regreso inminente de Cristo aún cuando Él detalló un número específico de señales que tienen que suceder antes de que regrese por sus escogidos. Una de esas señales es la gran tribulación. Esta no es la ira de Dios sobre un mundo impío, esta es la ira de Satanás desencadenada por medio de su vasallo, el Anticristo. Satanás será echado de los lugares celestiales donde aún tiene su morada (Ap 12:7-9), intentará destruir el remanente fiel de Israel —la mujer—y fracasará (Ap 12:6), y entonces perseguirá al resto de la descendencia de ella, “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Ap 12:17). “Y fue lanzado fuera [del cielo] el gran dragón… Y ha descendido a vosotros [habitantes de la tierra] con ira, sabiendo que tiene poco tiempo… Y el dragón le dio su poder su trono y grande autoridad [al Anticristo]” (Ap 12:9,12: 13:2).

Cuando no se tienen escuelas ni denominaciones ni tradiciones teológicas que defender ni malos líderes a los que seguir, y se deja hablar a la Palabra de Dios sin prejuicios, la enseñanza resulta clara, y la escatología, sencilla.
       
EL CUARTO SELLO 

Al mirar cuidadosamente los eventos asociados con el cuarto sello—los cuales están en conformidad con la enseñanza de Cristo dada en el Discurso del Monte de los Olivos, específicamente en Mateo 24:8-10—obtenemos más información acerca de cómo y por qué ocurre la gran tribulación.

“Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira. Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra” (Ap 6:7-8).

El cuarto jinete que Juan ve se llama Muerte. Juan da una descripción espeluznante del caballo. Si bien muchas traducciones al español utilizan términos como “amarillo” o “pálido”, el idioma original describe el color de este caballo como chlōros, de donde se deriva la palabra cloro. El vocablo chlōros significa verde amarillento, el verde claro de una planta o la palidez de una persona enferma en contraste con la apariencia de alguien saludable. Este verde teñido de amarillo es la misma palabra que se usa para describir el color de la hierba sobre la que se sentaron los 5.000 para ser alimentados por Jesús (Mr 6:39). Este mismo vocablo aparece también en Apocalipsis 8:7 y 9:4. Aplicado a un caballo, este color sugiere carne en descomposición. 

La muerte y el Hades, el mundo invisible, siguen a este cuarto jinete, cobrando sus víctimas. El daño que causa este jinete es asombroso. Una cuarta parte de la población mundial muere en este juicio. Son víctimas de la espada, es decir, de las guerras, hambrunas, pestilencias y heridas asociadas a todo lo mencionado. Según la población mundial actual, esta cifra de muertos sería de casi dos mil millones. Los creyentes debemos estar agradecidos de que Dios nos haya librado de la ira venidera (1 Ts 1:10), que será un período terrible de juicio sobre los malvados: mucho peor que la gran tribulación (Ap 16:1-21). 

Este es un pasaje crucial, que tiene gran impacto en lo que estamos estudiando y que, por lo tanto, debe ser entendido por todo creyente genuino que aspira a estar preparado para los últimos días.

LA MUERTE Y EL HADES

El cuarto caballo viene montado por un jinete cuyo nombre es Muerte, y se añade que el Hades o el Infierno le sigue. Estos dos destinos: Muerte e Infierno son las dos alternativas que todo cristiano profesante enfrentará durante la gran tribulación. Por una parte, el negarse a adorar la imagen de la Bestia (el Anticristo) trae como consecuencia la muerte. “Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús… Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Ap 14:12, 13). Por otra parte, adorar a la Bestia o a su imagen significa pasar la eternidad en el infierno. “Si alguno adora a la bestia, y a su imagen, y recibe la marca en su frente y en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero” (Ap 14:9,10).

La opción es la muerte o el infierno—opción por la que cada uno dentro de la cristiandad tendrá que decidirse durante la gran tribulación.

AUTORIDAD SOBRE LA CUARTA PARTE DE LA TIERRA

El pasaje establece claramente que el cuarto jinete recibirá autoridad sobre la cuarta parte de la población de la tierra. En otras palabras, la elección Muerte-o-Infierno afectará, en particular, a una cuarta parte del mundo. Es interesante notar que actualmente más de mil millones de habitantes de la tierra profesan ser cristianos. Con la población de la tierra estimada en 8.000 millones, la cifra de cristianos profesantes es del alrededor del 28%. La mayoría de los que conforman esta cuarta parte encaja perfectamente con la descripción que el Señor Jesucristo hace de la iglesia de Sardis: “Tienes nombre de que vives, y estás muerto” (Ap 3:1). Otros caen de plano en la descripción de la iglesia de Laodicea: “Dices: Soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que eres un desventurado, miserables, pobre, ciego y desnudo” (Ap 3:17). Muchos otros se encuentran en alguna otra etapa ilustrada por las iglesias de Éfeso, Esmirna, Pérgamo y Tiatira. Sólo un remanente forma parte de la iglesia de Filadelfia: “Aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Ap 3:8). Por esta razón, cuando los millones de cristianos profesantes que hay en el mundo se encuentren frente a la elección de Muerte-o-Infierno durante la gran tribulación: “Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mt 24:10-12).

ESPADA (GUERRA) 

En Apocalipsis 6:8 se nos dice cómo controlará el Anticristo al mundo. El primer medio de control será “la espada”. En Apocalipsis 13:7a se nos dice: “Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos”. En Romanos leemos el gobierno de cada país es el que lleva “la espada” (Ro 13:4b). En el Discurso del Monte de los Olivos registrado por Marcos, el Señor dice: “Pero cuando os trajeren para entregaros, nos os preocupéis por lo que habéis de decir” (Mr 13:11a). Al comparar estos pasajes entre sí, pronto se ve que el Anticristo amenazará a los que profesamos ser cristianos usando a las autoridades gubernamentales de cada país. Durante tiempos normales, tiempos pasados, el gobierno de cada país era “servidor de Dios” (Ro 13:4a). Pero en estos últimos días la Biblia nos muestra que las autoridades de los países se alinearán en torno al Anticristo, para llevar a cabo los malignos propósitos de Satanás. Sea por medio de los ejércitos, la policía o las autoridades civiles, la disyuntiva Muerte-o-Infierno será reforzada mediante la espada; es decir, por funcionarios públicos totalmente sometidos a la autoridad del Anticristo. “También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron [a la Bestia] todos los moradores de la tierra” (Ap 13:7b). De ninguna otra forma se puede cumplir este pasaje clave del Apocalipsis. Ser cristiano será ilegal, y representará un peligro para el estado.

HAMBRUNAS

Al cuarto jinete, además, se le da autoridad para que mate mediante el hambre. El tercer sello representa el hambre mundial (Ap 6:5-6) y el cuarto sello, muerte (Ap 6:7-8). Como ya se ha mencionado anteriormente, sin la marca del Anticristo no se podrá comprar ni vender. Por lo tanto si el verdadero cristiano no ha efectuado un almacenamiento anticipado de alimentos no perecibles, morirá de hambre. Esta mortandad alcanzará su punto culminante durante el período del quinto sello (Ap 6:9-11). Este tiempo será una de las grandes oportunidades que el remanente fiel representado por la iglesia de Filadelfia tendrá para experimentar milagros de multiplicación de alimentos como el de los panes y los peces, y otros semejantes registrados en el Antiguo Testamento. La fe y la oración jugarán un papel fundamental en los días que nos esperan. Empecemos ahora a ejercitarnos en la piedad y en la dependencia en Dios.

LAS FIERAS DE LA TIERRA

No hay duda de que el mundo entero adorará al Anticristo cuando él logre el control de la tierra. Como la Palabra de Dios nos lo dice: “…y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia [el Anticristo]” (Ap 13:3b). Por medio de Juan el Señor nos dice que el Anticristo hace “que la tierra y los moradores de ella adoren a la primera bestia [el Anticristo]”. (Ap 13:12b). Esto está en concordancia con la declaración del apóstol Pablo en cuanto a que el Anticristo “se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Ts 2:4). Estas palabras, además, tienen su paralelo perfecto en lo que el profeta Daniel predijo acerca del Anticristo: “Y el rey hará su voluntad y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo Dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará hasta que sea consumada la ira; porque lo determinado se cumplirá” (Dn 11:36).

Pero mientras el Anticristo recibe la adoración de los hombres, estos estarán también adorando demonios e ídolos. Cuando un tercio de la humanidad sea destruida durante el juicio de la sexta trompeta del Día del Señor, en el mismo período en que el Anticristo está recibiendo la adoración mundial, Juan nos informa: “Y los otros hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aún así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír, ni andar” (Ap 9:20). El profeta Isaías usa un lenguaje notablemente similar cuando describe este mismo período de idolatría mundial—durante el reino del Anticristo, justo antes del Día del Señor:

“Porque el día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido… La altivez de los hombres será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y sólo Jehová será exaltado en aquél día. Y quitará totalmente los ídolos. Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la presencia temible de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante a castigar la tierra. Aquél día arrojará el hombre a los topos y a los murciélagos sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase” (Is 2:12, 17-20).

Cuando el Día del Señor es anunciado en el sexto sello  (Ap 6:12-17), y el universo entero es cubierto por las tinieblas, se cumple esta profecía. Lo que salta a la vista en ella es que cuando el mundo entero esté adorando solamente al Anticristo, las mismas Escrituras nos dicen que estarán también adorando a demonios e ídolos. ¿Le parece al lector que hay alguna contradicción aquí? ¿Cómo puede el mundo estar adorando al Anticristo y a la vez a los demonios y a los ídolos?

La respuesta bíblica para este aparente dilema, aunque atemorizante, es bastante sencilla. Juan nos dice que la Bestia (Ap 13:11—el Anticristo), “engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia… Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase” (Ap 13: 14-15). La interpretación más común de este pasaje es que la Bestia les ordena a los habitantes de la tierra que hagan “una” imagen de ella. Pero dado que el término griego para “imagen” es un sustantivo colectivo (plural), queda claro que lo que la Bestia en realidad está ordenando es que cada persona haga o se procure su propia imagen de la Bestia.

El griego para la palabra imagen [eikon], es también correctamente traducido por la palabra estatua. Estas imágenes que la Bestia ordena que los habitantes de la tierra se hagan son los ídolos que estarán adorando cuando comience el Día del Señor. Tales imágenes proliferarán hasta el último rincón de la tierra y estarán en posesión de todos los que hayan aceptado al Anticristo como su ídolo supremo, o dios. El Anticristo será adorado por medio de esas imágenes, que serán fieles reproducciones de la suya hechas de “oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera” (Ap 9:20); según el alcance del bolsillo o de la devoción de sus adherentes. ¿Es esto difícil de concebir? En lo absoluto. Ya es cosa común que tras cada película éxito de taquilla (o que se pronostica que lo será), la industria hollywoodense saca al mercado las “imágenes” de los héroes, heroínas y demás protagonistas de la cinta. Y, ¿quiénes son los principales objetivos del mercado? Los más jóvenes y los niños.

El entender el significado y las implicaciones de la segunda palabra clave del texto, aliento, debería causar a toda persona en la faz de la tierra—en especial a aquellos que de antemano nos neguemos a adorar a la Bestia o a su imagen—tremenda preocupación e incluso temor. Juan nos dice que a la Bestia “se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase” (Ap 13:15). En griego que aquí se traduce como aliento [pneuma], rara vez se hace así, generalmente se traduce como espíritu (incluso como Espíritu Santo, o espíritu inmundo) y algunas veces hasta como vida. Por lo tanto, el significado de este pasaje es que después que se le ordene al mundo que haga y/o se procure imágenes del Anticristo, estas recibirán alguna forma de vida. En pocas palabras, serán poseídas por demonios. Por eso es que podrán hablar, y mandar que todo aquél que no las adore sea asesinado. Aquí está la conexión de la Inteligencia Artificial (IA) con la llamada Ciencia Negra: la posesión de la tecnología por espíritus demoníacos.

Estos ídolos de Apocalipsis 9:20 y estas imágenes de Apocalipsis 13:14-15, formarán un sistema mundial de monitoreo y control de la humanidad más efectivo que cualquier artefacto hasta ahora creado por el hombre para conseguir este objetivo. Los que se crean lejos de las cámaras de los satélites que a diario son enviados al espacio, y de las que vigilan en los estadios, las calles, las plazas y los paseos públicos del centro de las ciudades, no escaparán a las imágenes del Anticristo. Autos, dormitorios, livings, comedores, baños, cocinas, oficinas, cubículos, taxis, dondequiera que alguien vaya o esté, allí habrá una imagen del Anticristo. La telefonía, la Internet, el E-mail, la Realidad Virtual, la IA, los medios de comunicación y de entretención en general, la tecnología entera ya está a merced del Anticristo; sólo faltan él y sus imágenes poseídas por  demonios. El Hermano Mayor de la novela “1984” de George Orwell , ya está en medio nuestro.

EL QUINTO SELLO 

“Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos” (Ap 6:9-11).

Hay dos detalles interesantes en este pasaje del quinto sello. El primero es el clamor de los mártires, considerando que este sello es abierto durante la gran tribulación. Los mártires claman: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” Es decir, preguntan: ¿Cuándo comenzará el día de tu ira, Señor? ¿Cuándo derramarás tu justicia divina sobre los inicuos de la tierra en pago por la aflicción causada a nosotros, tus elegidos? Al referirse acerca de los últimos días, el Señor Jesús dio con anticipación una respuesta apropiada a la pregunta de los mártires: “¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc 18:7-8).

El segundo detalle interesante es la respuesta que se les dan en el mismo pasaje. Se les dice que esperen Hasta que se complete el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos. El Señor nos dice en Mateo 24:21-22 que Dios va a acortar la persecución a manos del Anticristo. El quinto sello nos muestra la condición necesaria para ese acortamiento. Cuando el número de los que han de morir se complete.

La mayoría de estos mártires son los mártires a los que el Señor aludió en su Discurso del Monte de los Olivos (Mt 24:9). Todos podrían haber reclamado la protección prometida a la iglesia de Filadelfia—la iglesia fiel—pero, por alguna razón, morirán durante la gran tribulación, tal vez asistiendo a sus hermanos y hermanas más pequeños en Cristo Jesús.

Contrario a la opinión popular, creemos que este grupo no incluye a las multitudes de creyentes que conforman la iglesia transigente, los que morirán por su falta de conocimiento para la gran tribulación. Aunque estos creyentes infieles sufrirán también el martirio, no será a “causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían”, sino más bien debido a la palabra de Dios que no guardaron y por el testimonio que no mantuvieron desde mucho antes de que la gran tribulación comenzara. Los mártires del quinto sello son “sus consiervos y sus hermanos, que también han de ser muertos como ellos”. A la luz del tratamiento especial que reciben estos mártires (se les dieron vestiduras blancas), pareciera ser que ellos son los decapitados que no reciben la resurrección de sus cuerpos sino hasta el primer día del Milenio, los que reinarán con Cristo por mil años.

“Y vi las almas de los decapitados por causa de testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Ap 20:4b).

Daniel se refiere a ellos cuando escribe: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dn 12:3). Este versículo no es dado sólo a Israel, no  se refiere sólo a los judíos convertidos al Mesías, sino a todos los creyentes. No debemos olvidar que los creyentes gentiles hemos sido injertados en el olivo cultivado que es Israel. (Ro 11:13-25). Esta cita, por lo tanto, se refiere al Israel espiritual de Dios: “En aquél tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de tu pueblo [Israel]; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo” (Dn 12: 1).

PALABRAS FINALES

Durante los primeros 300 años del cristianismo, casi todos los cristianos vivieron bajo gobernantes anticristianos que a menudo los persiguieron y que mataron a muchos de ellos. Dios, en Su gran sabiduría (para darnos un ejemplo a seguir a nosotros), permitió que los paganos perdidos persiguieran a Sus hijos y los martirizaran. Incluso hoy, Dios permite que algunos de sus mejores hijos vivan bajo gobiernos que los persiguen. La iglesia siempre ha florecido bajo persecución. Pero dondequiera que la iglesia experimente comodidad y prosperidad material, en la mayoría de los casos, se vuelve mundana. Mientras estemos en el mundo, enfrentaremos tribulación, persecución y pruebas. Por lo tanto, no debemos esperar tiempos fáciles, ya sea en nuestro lugar de trabajo o en nuestra vida personal, a medida que nos acercamos al final de esta era.

Vienen días de dificultades financieras. Por lo tanto, debemos aprender a vivir con sencillez y austeridad incluso ahora. Quienes viven hoy en la comodidad encontrarán las cosas muy difíciles en los próximos días. Debemos ser prudentes al ahorrar lo que podamos para los días que se avecinan, de modo que no tengamos que depender de otros. 

Pero nuestra confianza no debe estar ni en lo que hemos almacenado ni en ahorros, sino sólo en el Señor. Dios es un Dios celoso y nunca nos permitirá confiar en nada de lo creado. Dios sacudirá los sistemas financieros del mundo, de modo que aquellos que confían en las cosas creadas serán trastornados. Como dijo el Señor Jesús, veremos a hermanos traicionar a otros hermanos, y a nuestros familiares convertirse en nuestros enemigos (Mt 10:21).

Habrá persecución activa de los creyentes en las oficinas y en las fábricas. Todo esto nos purificará y nos hará mejores cristianos. 1 Pedro 3:13 dice que nadie puede hacernos daño si siempre buscamos hacer el bien. Entonces, debemos determinar, por la gracia de Dios, hacer el bien a todos. Debemos amar a quienes nos odian, bendecir a quienes nos maldicen y orar por el perdón de quienes nos persiguen. Entonces nadie podrá hacernos daño. Satanás y sus agentes pueden molestarnos, acosarnos, robarnos, herirnos, encarcelarnos e incluso matarnos físicamente. Pero nunca podrán dañarnos espiritual, eternamente.

Debemos preparar a los cristianos de todo el mundo para enfrentar la persecución por su fe en los próximos días. Son cuatro los mandamientos que nuestro Señor nos ha dado para tales días:

1. “Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10:16).

No debemos ser descuidados al testificar, sino sabios. Nuestras vidas deben hablar por Cristo, donde vivimos y donde trabajamos. En nuestro testimonio del Señor, debemos dejar claro que estamos hablando de una Persona (Jn 6:68)—el Señor Jesucristo—y no de que la religión cristiana sea superior a otras religiones, o de que esta denominación es mejor que esa otra. El Señor Jesús atraerá a la gente hacia Sí mismo cuando sea exaltado (Jn 12:32). También debemos estar alertas para discernir a espías no cristianos que pretenderán estar interesados en el cristianismo, cuando su verdadero motivo puede ser acusarnos de alguna palabra que usemos para llevarnos a los tribunales por “intentar convertirlos por la fuerza”. Así que debemos ser sabios además de amables, como lo fue Jesús:

(a) “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Jn 2:23-25). Debemos orar pidiendo discernimiento para tratar con todos.

  (b) “Jesús no quería andar en Judea, porque los judíos que estaban allí procuraban matarlo” (Jn 7:1). Debemos evitar peligros innecesarios.

(c) “Orad por los que os ultrajan y persiguen” (Mt 5:44). Sé bueno con la gente. No te vuelvas malo porque otros son malos.

2. “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4).

En tiempos de persecución, el requisito más importante es ser sensibles a la Palabra que Dios está hablando a nuestro corazón. Debemos desarrollar el hábito de una actitud de escuchar a Dios durante todo el día. Entonces debemos creer y obedecer la Palabra que escuchamos de Dios. De lo contrario, no venceremos. Debemos meditar más en la Palabra de Dios (especialmente el Nuevo Testamento), porque sólo así podremos discernir la voz de Dios. Y luego debemos “confiar y obedecer” lo que el Espíritu de Dios nos traiga a la memoria o nos resalte cuando estudiamos las Escrituras.

3. “Amaos unos a otros como yo os he amado. En esto sabrán que sois mis discípulos, cuando os améis unos a otros” (Jn 13:34-35).

Tanto en nuestro hogar como en nuestras relaciones interpersonales, debemos dejar de condenarnos y calumniarnos unos a otros. El discernimiento es una cualidad divina, pero la sospecha envidiosa y la maledicencia son una cualidades satánicas. Ahora es el momento de concentrarnos en luchar contra el pecado y Satanás en nuestras vidas (Stg 4:7). Ahora es el momento de buscar activamente perdonar a nuestros cónyuges y amar a nuestros hermanos en Cristo.

4. “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn 16:33).

Dios está en el trono y nunca abandonará a los Suyos. Satanás fue derrotado hace 2.000 años. Somos la niña de los ojos de Dios, y por eso Él será un muro de fuego a nuestro alrededor (Zac 2:5,8). Ningún arma forjada contra nosotros prosperará jamás (Is 54:17). Así que estemos “contentos con lo que tenemos, porque Dios mismo ha dicho: 'Nunca te dejaré ni te desampararé'. Para que podamos decir con valentía: 'El Señor es mi Ayudador'. No tendré miedo. ¿Qué me hará el hombre?'” (He13:5-6).

OREMOS SIN CESAR 

“Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc 21:36).

“E inmediatamente DESPUÉS de la tribulación de aquellos días... Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mt 24:29-30).

“Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt 24:13).

 “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 P 5:6-7).

“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Stg 4:7-10).

El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús (Ap 22:20).

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THE VITAL DISTINCTION BETWEEN THE GREAT TRIBULATION AND GODS WRATH


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Aparte de la Biblia, no tiene sentido que una de las naciones más pequeñas del mundo sea constantemente mencionada en las noticias internacionales. Una vez se desafió a un hombre sabio a dar evidencia en una palabra de que la Biblia es divinamente inspirada, y él respondió: “Israel”. Dios creó a Israel y la puso en medio de las naciones para que fuera una luz en un mundo oscuro. Fue un acto del amor y favor inmerecido de Dios. “Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella” (Ez 5:5). A través de Israel, Dios dio al mundo las Sagradas Escrituras y a Cristo, el Salvador; dones de infinito valor. Israel es la nación de Dios incluso en su rebelión contra Dios, que es su condición actual. Los últimos 2.000 años de la historia de Israel fueron profetizados en detalle en Deuteronomio 28:1-68 hace más de 3.400 años, incluso antes de que las 12 tribus entraran en la Tierra Prometida. Deuteronomio 30:1-20 y muchas otras Escrituras profetizan la conversión espiritual de Israel, que aún no ha ocurrido, pero ocurrirá como se describe en Zacarías 12:1-10.


Ahora que el mundo se cuadra a favor de “la causa palestina” y en contra de Israel, podemos ver cómo no se inmutará cuando la Iglesia sea decapitada por no tomar la marca de la Bestia y adorar su imagen (Ap 20:4).

Aplaudirán las decapitaciones de aquellos que pertenecen a la Iglesia porque el mundo dará su lealtad a quien creen que es su Salvador (el Anticristo).

¿Estás listo para convertirte en un vencedor

Un vencedor no es alguien que será arrebatado de aquí antes de la gran tribulación. Es alguien que será leal a Jesús hasta el punto de morir bajo la espada del Anticristo.

Pastores, dejen de ser COBARDES y comiencen a preparar al rebaño para el Anticristo, y adopten una postura sobre lo que las Escrituras enseñan sobre este punto en lugar de evitarlo para no ofender a alguien en sus iglesias.

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¿Considerando dar un ofrenda a CRISTIANOS en necesidad en Israel? / Considering giving an offering to CHRISTIANS in need in Israel?

Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt 25:40).



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viernes, 16 de junio de 2023

JOHN BUNYAN & EL PEREGRINO—Primera Parte

 


Puede ser bueno, antes de que consideremos la historia de El Progreso del PeregrinoViaje de Cristiano a la Ciudad Celestial bajo el símil de un sueño, dedicar un poco de tiempo a la historia del hombre que escribió este libro, que ha sido clasificado, por aquellos bien calificados para juzgar, como el segundo mejor libro después de la Biblia. Su biografía es tan interesante como su libro, y veremos más tarde cuánto de la historia de su propia vida se ha entretejido en la textura de su alegoría inmortal.

En algún momento durante el año 1628 John Bunyan nació en la pequeña aldea de Elstow, cerca de la ciudad de Bedford, en Bedfordshire, Inglaterra.

Sabemos muy poco de sus progenitores excepto que su padre era un hojalatero de oficio y extremadamente pobre. John Bunyan, en años posteriores escribió “Mis progenitores eran de una clase baja e insignificante. El oficio de mi padre era la más despreciada ocupación de esos días”.

Podemos estar agradecidos de que “Dios no hace acepción de personas”, y que Él ha declarado en Su palabra: “Mirad, pues, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Co 1:26-27).

No importa cuán pobre sea un hombre, o cuán humilde sea su posición en la vida; en el momento en que ese hombre se vuelve un hijo de Dios, es hecho heredero de Dios y coheredero con el Señor Jesucristo. “Él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo” (Sal. 113:7-8).

Su educación fue tal como la gente pobre de ese día podía permitirse. Apenas había captado los principios básicos de la lectura y la escritura cuando fue sacado de la escuela para trabajar con su padre reparando ollas y sartenes, y así ayudar a mantener al siempre presente lobo del hambre alejado de la casa. 

Pronto olvidó lo poco que había aprendido en la escuela, y rápidamente se volvió un muchacho ocioso, que para jurar, mentir y blasfemar tenía pocos competidores en el barrio. Era unos de los cabecillas en Pueblo Impío. No le importaba nada la palabra de Dios ni el amado Hijo de Dios; ni pensaba jamás en su estado eterno ante Dios, o dónde pasaría la eternidad. Deseaba seguir su propio camino, y nada le complacía más que cuando se entregaba a todo tipo de placeres pecaminosos. 

Esta es una descripción gráfica de la condición natural de todos. Podemos no haber llegado a los mismos extremos en el pecado como lo hizo John Bunyan, pero nada cambia el hecho de que Dios en Su palabra ha declarado: “No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro 3:10-12).

En su juventud, Bunyan se enlistó como soldado y participó en la Guerra civil que entonces se estaba librando entre el Parlamento y el Rey. En el sitio de Leicester estuvo entre los que recibieron la orden de dar un asalto, pero otro hombre obtuvo permiso para ir en lugar de él, y en la primera parte de la batalla fue acribillado. Esto le hizo pensar seriamente en las cosas eternas, pero como muchos otros trató de desechar estos pensamientos sumergiéndose más profundamente en los placeres del pecado, hasta que se hizo notorio en el campo de batalla por su impiedad y vicio. Una y otra vez Dios lo llamó. Fue rescatado de morir ahogado muchas veces y en otras ocasiones fue librado de la muerte de una manera maravillosa; pero a pesar de todas estas señales del amor, la paciencia, la bondad y la longanimidad de Dios, no se arrepintió (Ro 2:4). Parecía decidido a ir por su cuenta y convertirse en “el amo de su destino y el capitán de su alma”.

A la temprana edad de diecinueve años, John Bunyan se casó. Toda la dote que su mujer aportó al matrimonio fueron dos buenos libros que su padre, un hombre muy pobre pero piadoso, le dio. Estos libros eran El Camino Sencillo al Cielo, del puritano Arthur Dent y La Práctica de la Piedad, de Lewis Bayly. Para entonces, Bunyan ya había perdido prácticamente la facultad de leer; así que su mujer comenzó a leérselos con frecuencia, aprovechando la oportunidad para explicarle la vida santa que su padre había llevado. Más adelante ella lo animó y ayudó a leer estos dos excelentes libros por sí mismo, y lo convenció a que diera vuelta la página de su vida y adoptara una vida religiosa. A Bunyan esto le pareció una muy buena idea, y comenzó a asistir cada domingo dos veces a la iglesia, repitiendo en voz alta los pasajes de la Biblia que se recitaban en los servicios y cantando lo mejor que podía los himnos. Pero continuó aferrándose a sus pecados. Tuvo que aprender, como todos los que esperamos estar en el cielo un día, que reformarse y profesar la religión no son sustitutos del nuevo nacimiento o la regeneración espiritual. Las palabras de nuestro Señor Jesús, dirigidas al más moral y religioso hombre de su tiempo, necesitan ser cuidadosamente ponderadas por nosotros: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn 3:3).

Apenas tomó su bate para jugar un juego llamado “gato”, cuando de repente le pareció oír una voz del cielo que le decía: “¿Quieres dejar tus pecados e ir al cielo; o retener tus pecados e ir al infierno?” Le pareció que Cristo estaba de pie frente a él, y estaba a punto de sentenciarlo a su bien merecido castigo eterno. Dejó el juego por un unos momentos, y reflexionó sobre esto. Finalmente concluyó: “Si ya estoy condenado, es lo mismo que sea condenado por muchos pecados como por unos pocos”. Tras su temeraria decisión, volvió a su juego otra vez, y ninguno de sus amigos adivinó ni por un momento qué horrible transacción había tomado lugar en su corazón. Así Bunyan volvió a rechazar la graciosa oportunidad del Dios que lo amaba. Antes de juzgarlo por esto, preguntémonos a nosotros mismos: “¿He rechazado alguna vez el mensaje de Dios para mí?” Piensa en las muchas veces que Dios te ha hablado a través de alguna predica, o por medio de algún tratado del evangelio, o por la muerte de algún pariente y amigo. ¿Hemos prestado atención al mensaje y nos hemos vuelto hacia el Salvador?¿O, como Bunyan, hemos endurecido nuestros corazones y hemos vuelto en vez a apartar nuestros oídos de la verdad? Presta atención a la voz de Dios que te habla diciendo: “Por lo cual teme, no sea que en su ira te quite con golpe, el cual no puedas apartar de ti ni con gran rescate” (Job 36:18).

Sin embargo, la conciencia de Bunyan no estaba tranquila. A pesar de su rechazo a las advertencias celestiales, Dios misericordiosamente continuó tratando con él, y trató de llevarlo al arrepentimiento. Un día mientras maldecía y juraba con algunos de sus impíos amigotes, una de las peores mujeres del pueblo pasó por su lado, y al oír su lenguaje aterrador y vulgar lo reprendió con estas palabras: “¡Miserable impío! Nunca escuché tal
vulgaridad en mi vida! Eres suficiente para arruinar toda la juventud del pueblo con tu sucia boca”. Esta reprensión lo avergonzó, viniendo como lo hizo de una mujer de mala reputación. Una vez más, decidió convertirse en un hombre mejor y dejar esa conducta vil. Esta vez persistió hasta el punto en que todos se maravillaban del cambio y hablaban bien de él. Esto le complació considerablemente, y se volvió bastante orgulloso de su logro. Practicó la abnegación, pensando que al hacerlo ganaría más favor con Dios. Dejó de frecuentar salones de baile y juegos, por mucho que anhelara continuar visitándolos en secreto. Era muy aficionado al juego de hacer sonar la campana, pero esto también se negó a continuar haciéndolo, pensando que al negarse él ganaría el favor de Dios. A menudo se paraba fuera del salón de juego y miraba con anhelo hacia adentro dentro mientras sus amigos tocaban las campanas; pero él tenía miedo de entrar, no sea que en el juicio de Dios se hiciese venir sobre él y una de las campanas cayera de su lugar y lo matara.

Su decisión de renunciar a los salones finalmente lo tranquilizó, y se mantuvo alejado de esos lugares por completo, y a los ojos de los vecinos se convirtió en el modelo de lo que debe ser un cristiano.

¡Ay de John Bunyan! Estaba cometiendo el error que muchos, tanto antes y como desde su día, han cometido. Él estaba tratando de salvarse a sí mismo sobre la base de sus propias buenas obras, resoluciones y ejercicios religiosos; mientras que Dios clara y detalladamente ha declarado en Su palabra: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Ef 2:8-9). 

Y de nuevo: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tit 3:5). 

Dios no salva a los pecadores por las buenas obras que han hecho o alguna vez harán; si no debido a la obra que Su Hijo amado ha realizado en la cruz del Calvario, cuando cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, y murió en lugar de nosotros, cumpliendo así el juicio de Dios contra el culpable pecador. El que busca ser justificado por sus propias obras, por lo tanto, ignora y rechaza la única provisión que Dios en Su gracia ofrece a los hijos perdidos y culpables de hombres: Cristo Jesús y su sacrifico en la cruz.

De hecho, el mismo John Bunyan luego describió su condición durante este período con estas palabras: “Yo no era más que un pobre hipócrita. Hice todo lo que hice, ya sea para ser visto o para que los demás hablaran bien de mí. No conocía yo ni a Cristo, ni la gracia, ni la fe, ni la esperanza”.

No caigamos nosotros en este mismo error, sino que dándonos por perdidos para siempre a causa de nuestros pecados, y reconociendo tan miserable condición, confiemos en la obra acabada del amado Hijo de Dios, y recibámoslo con fe sencilla para que sea nuestro Salvador personal, y podamos declarar: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro 5:1).

Sin embargo, se avecinaban tiempos mejores para Bunyan porque un día, mientras caminaba por las calles de Bedford, gritando como su oficio lo exigía: “¡Ollas y sartenes reparooo...!”, vio a algunas mujeres pobres sentadas a la puerta de una casa que hablaban entre sí de tal una manera como Bunyan nunca había oído antes. Hablaban con convicción de la salvación de su alma; de lo precioso del Señor Jesús; de su conocimiento de Él como su Salvador personal; y al mismo tiempo, de la miseria de su estado, por naturaleza pecaminoso, de sus corazones. Todo esto era nuevo para él, y las escuchó con gran atención, y luego se acercó a ellas para obtener su consejo en cuanto a su propio estado ante Dios.

Ellas le mostraron ante todo su necesidad del Salvador. Allí se le reveló por primera vez en su vida que todas sus propias justicias, en las cuales había estado confiando, eran a los ojos de Dios como trapo de inmundicia (Is 64:6); que a pesar de todos sus esfuerzos por agradar a Dios esto era algo completamente imposible de lograr, porque “los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Ro 8:8). Le señalaron que esto es así “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Ro 10:3). En otras palabras, Bunyan vio su verdadero estado a los ojos de Dios: el de un pecador condenado, indefenso, perdido y culpable.

A continuación, le señalaron el maravilloso amor de Dios al dar a su único Hijo, quien vino del cielo para buscar y salvar a los perdidos y quien, en la cruz del calvario sufrió el justo juicio de Dios que debería caer sobre nosotros, los injustos. Él murió por nosotros para poder llevarnos a Dios sólo por aceptar su muerte a nuestro favor. La Biblia muestra que toda la obra necesaria para la salvación de los pecadores perdidos y arruinados, el Señor Jesús la había hecho a través del sacrificio de Él mismo. Luego le señalaron el plan fácil, sencillo y sin trabas de la salvación por medio de la fe en la obra terminada de Cristo y la aceptación de Él como Salvador, y la confesión de Él como Señor: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro 10:9-10).

Así John Bunyan, por primera vez en su vida, escuchó el evangelio de la gracia de Dios, quien usó el testimonio de estas mujeres sencillas pero piadosas para despertarlo a la conciencia de su profunda necesidad de salvación. Ahora comenzó a leer la Biblia por sí mismo, y se confirmó en su creencia de que lo que las mujeres le habían dicho era verdad. El resultado de esta lectura de las Escrituras fue producir en él un profundo sentido de culpa y pecado. Al ver cuánto el Dios santo, justo y recto odiaba el pecado, y cuán gravemente había él pecado contra Dios, comenzó a darse cuenta de que sus pecados eran en verdad una carga, y que a los ojos de Dios solo merecía Su justa ira, la condenación y destierro de Su presencia por toda la eternidad. Me pregunto cuántos de mis lectores han descubierto esto por sí mismos. Tal vez algunos estén tratando, como Bunyan, de hacerse aptos para la salvación mediante sus buenas obras y observancias religiosas, e ignorando que Dios ha dicho: “Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él” (Ro 3:20). Recuerda eso: Nunca podrás saber que eres salvo, hasta que reconozcas que estás completamente perdido.

Bunyan luego comenzó a hacer preguntas a estas mujeres cristianas que ellas no pudieron responder. Estaba poseído por inquietudes muy apremiantes, y lo que habría satisfecho a la mayoría de la gente fracasó por completo en darle la paz que estaba buscando. Tan pronto como se resolvía una dificultad, otra tomaba su lugar, hasta que perdió la esperanza de encontrar alguna vez la paz que buscaba. Las mujeres le aconsejaron que acudiera al pastor de ellas, un hombre llamado Sr. Gifford, que conocía las Escrituras mucho mejor que ellas, y él probablemente resolvería todas sus inquietudes. Así aconsejado, Bunyan fue a ver al Sr. Gifford, y este fue de gran ayuda por su juicio sobrio y su excelente comprensión de la palabra de Dios. Se le dijo que estudiara la Biblia más detenidamente y que descansara con la fe de un niño en lo que encontrara registrado en ella; porque sólo entonces podría tener un fundamento seguro sobre el cual descansar para la convicción de su salvación eterna.

El resultado de este estudio adicional de las Sagradas Escrituras fue impresionarlo más profundamente con el sentido de su culpa; a menudo se retiraba a la privacidad de su pequeño ático y clamaba a Dios por misericordia. Le parecía que cuanto más se esforzaba por obtener la paz, más profunda se volvía su angustia; y cuanto más buscaba llegar a Dios, más Dios parecía apartarse de él. Tenía que aprender, como todo el que se salva, que no nos salvamos por intentarlo; de nosotros mismos no puede venir ninguna ayuda. Debemos hacer lo que nos dice la Escritura inspirada: “No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí. Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más” (Is 45:21-22).

A menudo vagaba por los campos al anochecer, para estar a solas con Dios y clamar desde lo más profundo de su corazón: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hch 16:30). A veces pensaba que estaba poseído por un demonio. Habría cambiado gustosamente su vida por la de un perro. Lamentó el día en que había nacido y fue el más miserable de todos los hombres. A veces estuvo tentado a quitarse la vida, pero tenía miedo de hacerlo, porque sabía que esto no haría más que sellar su destino eterno. Verdaderamente, no hay mayor angustia que la angustia del alma: “Un espíritu herido, ¿quién puede soportarlo?” (Pr 18:14). Sin embargo, podemos dar gracias a Dios por la profunda experiencia por la que pasó Bunyan, porque cuando llegó la liberación, pudo de una manera peculiar entrar en las dificultades del alma de otros, y así ser de gran ayuda para ellos.

En una ocasión, cuando estaba particularmente deprimido, le vino a la mente el pensamiento de que había cometido el pecado imperdonable y, en consecuencia, no podía ser salvado, por mucho que lo deseara. En este estado de ánimo consultó a un anciano cristiano y le confió esta nueva inquietud. Para su consternación, este cristiano, que debería haber sabido mejor, le dijo que probablemente tenía razón, que probablemente había cometido el pecado imperdonable. Así Bunyan probó la verdad de la Escritura que dice: “Vana es la ayuda del hombre” (Sal 108:12). El efecto de esta experiencia fue llevarlo más y más a la infalible palabra de Dios que es la única que puede hacer al pecador “sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti 3:15).

Quizás Dios esté tratando contigo, lector, en este mismo momento. Quizás está mostrándote tu necesidad de regeneración, y también tu impotencia para salvarte a ti mismo. Dios hace esto para que puedas ser llevado al final de ti mismo, y llevado a ver que tu única esperanza para el tiempo y la eternidad está en la obra que el Señor Jesús realizó en la cruz cuando quitó el pecado por el sacrificio de sí mismo (He 9:26). Un hombre dijo una vez que le tomó cuarenta años aprender tres cosas: Primero, que no podía hacer nada para salvarse a sí mismo. Segundo, que Dios no quería que él hiciera nada para salvarse a sí mismo. Tercero, que el Señor Jesús había terminado, total y completamente, a entera satisfacción de Dios, toda la obra necesaria para salvar al pecador perdido y culpable que simplemente confiara en Él.

Fue mientras Bunyan pasaba por este período de profundo examen de su alma, que llegó a su posesión un libro que fue de gran ayuda para a él. Era el Comentario Sobre la Epístola de Pablo a los Gálatas de Lutero. ¡Este libro describía tan de cerca su condición, dificultades, dudas y temores que pensó que Lutero debió haber escrito este libro para su beneficio personal! Puso este libro al lado de su Biblia, y pasó horas leyéndolo y comparándolo muy diligentemente con la Biblia. No es de extrañar que cuando Bunyan fue salvo por la gracia de Dios, Dios lo usó poderosamente para ayudar a otros en el camino de la salvación. Dios ha dicho: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros” (Jer 29:13-14). Si Dios está tratando contigo ahora, no te des descanso ni paz hasta que llegues a la convicción de la salvación revelada en la preciosa palabra de Dios a través de la fe en el Hijo de Dios crucificado y resucitado.

Es difícil decir cuándo la verdad salvadora del alma irrumpió en el corazón oscurecido de John Bunyan, porque el diablo con sus dardos de fuego de duda siempre estaba listo para apagar cualquier pequeña luz que recibiera de la palabra de Dios. Su libro, Abundante Gracia Para El Más Grande De Los Pecadores, registra sus experiencias y debe ser leído por todos los que deseen un conocimiento más completo de su conversión. En esta autobiografía, habla de una ocasión en la que le preguntó a su mujer si recordaba un pasaje de las Escrituras que contenía las palabras “Sino que os habéis acercado a Jesús”. Ella no podía recordarlo, así que él comenzó a leer su Nuevo Testamento hasta que llegó a esas palabras: “Sino que os habéis acercado...  a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (He 12:22-24). 

Al leer estas palabras, un torrente de luz divina pareció llenar su alma al darse cuenta de que el Señor Jesucristo era el único Salvador y Mediador, y que la salvación, plena, gratuita y eterna, es posesión de todos los que confían en Él y descansan en Su obra terminada. Creyó en el alegre mensaje, y esa noche apenas pudo dormir por el gozo que lo llenó en el sentido consciente del perdón de los pecados. Sin embargo, después de esta maravillosa experiencia, estaba de nuevo plagado por muchas dudas y, a menudo, se encontraba en lo más profundo de la desesperación.

La liberación llegó completa y finalmente un día mientras pasaba por un campo. Mientras meditaba, esta frase cayó sobre su alma: “Tu justicia está en los cielos”. Con el ojo de su alma vio que el Señor Jesucristo a la diestra de Dios era su Justificador. Percibió que Su obra en la cruz había satisfecho a Dios completamente en su nombre, en señal de lo cual Él había sido resucitado de entre los muertos y exaltado para ser Príncipe y Salvador. Vio por primera vez la gloriosa verdad de 2 Corintios 5:21: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Descubrió que su buen estado de ánimo no mejora su justificación ante Dios, ni tampoco su mal estado de ánimo lo empeora. Su justicia, su justificación, es una Persona, aquél que lo había amado y se había entregado por él y quien era el mismo ayer, hoy y siempre.

Todas las dudas de Bunyan ahora se disolvieron como la niebla al salir el sol del amanecer. Fue total y finalmente liberado de sus miedos viles, y trasladado a la gloriosa libertad de los hijos de Dios. De ahora en adelante dejó de estar ocupado con sus propias preocupaciones, miedos, dudas, e inquietudes, y desvió la mirada de sí mismo hacia la Persona y la obra del Señor Jesús. ¡Quiera Dios que esta sea la experiencia de cada lector! Necesitamos que recuerdes, sin embargo, que no todas las personas tienen las mismas dificultades, dudas y temores, ni la misma profundidad de convicción de pecado que Bunyan experimentó. Pero todos los que son real y verdaderamente salvos han reconocido su lugar ante Dios como pecadores perdidos y culpables; y como tal han creído que Cristo murió por sus pecados, tomó su lugar en el Calvario y sufrió en su lugar. Lo han aceptado como su Salvador personal, y tienen la confianza de la palabra de Dios de que son salvos. 

Estimado lector, lee estas Escrituras por ti mismo (Ro 10:9-10; Jn 3:16; 5:24; Hch 16:30-31; Ef. 2:8-9) y no descanses hasta que estés seguro que el Señor ha lavado tus pecados con Su sangre.

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