En estas cartas del Señor Jesús a las siete iglesias
de Apocalipsis (capítulos 2 y 3), Él exhorta seriamente a una iglesia sin amor,
a una perseguida, a otra transigente, a una corrupta, a otra tibia, a otra
muerta y a una fiel. A cinco de estas iglesias, les ordena que se arrepientan y
venzan, de lo contrario serán arrojadas a un juicio de fuego. A una le
dice que permanezca siendo fiel a pesar de la terrible persecución que está a
punto de comenzar a sufrir. Y a otra, a la iglesia de
Filadelfia, le promete que será guardada de la hora de la prueba.
El contexto de estas cartas es la segunda parte semana septuagésima (los últimos tres años y medio de nuestra era),
y el juicio de fuego es o la gran tribulación, o la ira de Dios. La idea de que
la iglesia estará presente durante la gran tribulación y que Dios guardará a
sólo un grupo de creyentes es muy desagradable para la mayoría de los
cristianos; ni hablar del hecho de que algunos que profesan ser cristianos
experimentarán la ira de Dios. Por esta razón, muchos pretribulacionistas
redefinen las cartas a las sietes iglesias de forma tal que la iglesia de
Filadelfia, a la cual el Señor Jesús le dice: “te guardaré de la hora de la
prueba”, termina aplicándose a todos los creyentes modernos.
Los defensores de esta posición usan al
menos uno de estos tres argumentos:
1.
Las siete iglesias son siete iglesias literales que
existieron cuando se escribió el Apocalipsis. Esto hace que el pasaje sea
irrelevante para nosotros hoy.
2.
Las siete iglesias no son siete iglesias literales.
Ellas representan siete “épocas” (o “períodos”) de la iglesia que van desde el
primer siglo hasta el fin de la semana septuagésima. La iglesia de la época
actual es Filadelfia; lo que hace que las otras cartas sean irrelevantes para
la iglesia de hoy.
3.
Las siete iglesias no son siete iglesias literales.
Ellas representan seis tipos de iglesias incrédulas (o falsas) y una iglesia
verdadera, la iglesia de Filadelfia; lo que hace que las otras seis cartas sean
irrelevantes para la iglesia de hoy.
Los últimos dos argumentos
echan mano del dispensacionalismo, el fundamento
sobre el que se ha edificado el pretribulacionismo. El dispensacionalismo es
una estructura teológica inventada por el hombre para interpretar las
Escrituras. En la práctica, el dispensacionalismo hace que ciertos pasajes
bíblicos sean relevantes sólo para ciertos períodos
de la historia bíblica, y no para todos los creyentes de todas las épocas. El
dispensacionalismo, como su hijo el pretribulacionismo, descansa en la
inferencia, no en el soporte bíblico directo, y puede llevar a interpretar
erróneamente pasajes que aceptados en su significado más obvio serían fáciles
de entender por todo creyente.
En términos generales,
el
dispensacionalismo es dividido en siete períodos. Este es el dispensacionalismo
que aquí llamamos “una estructura teológica inventada por el hombre”. Hay, sin
embargo, un dispensacionalismo bíblico que se divide de forma natural en cuatro
períodos. El primero es “desde Adán hasta Moisés” (Ro. 5:14). El segundo es
“todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan” (Mt. 11:13; Lc. 16:16).
El tercero es desde la primera venida de Cristo hasta su segunda venida (Hch.
15:14-18; Ef. 3:1-12). El cuarto período es desde la venida de Cristo hasta el
fin del reino (1 Co. 15:24-26; Ap. 20). A este dispensacionalismo bíblico sí
nos adherimos porque es el único que es mencionado explícitamente en las
Escrituras.
¿Son
iglesias literales?
Con respecto al primer punto,
es cierto que las siete iglesias son siete iglesias literales que existieron
cuando se escribió el Apocalipsis. Pero este no es argumento para desechar la relevancia
que las cartas tienen para nuestros días. Si siguiéramos esa lógica, bien
podríamos desechar todos los libros del Nuevo Testamento, puesto que estos
también fueron escritos como cartas a individuos, grupos o iglesias específicas
del primer siglo. Pablo escribió “a los Corintios,” por ejemplo, o “a los
Gálatas”. Los libros de 1 y 2 Timoteo fueron escritos para este joven hombre de
Dios con el fin de prepararlo para una posición de liderazgo. El evangelio de
Lucas fue escrito para edificar a un creyente llamado Teófilo.
El escritor del Apocalipsis es
llamado repetidamente un profeta, y los profetas no solo escribieron acerca de
las condiciones y eventos que les eran contemporáneos si no que además tendrán
un cumplimiento total al final de la era. Este es el caso de la profanación del
templo en Jerusalén a manos de Antíoco Epifanes, por ejemplo, y es el caso
aquí. Aunque estas iglesias fueron contemporáneas de Juan, reflejan o anuncian condiciones
que tendrán un cumplimiento total durante la semana septuagésima. Por esta
razón, también discrepamos con aquellos que citan Apocalipsis 1:19 (“Escribe
las cosas que has visto [aceptado comúnmente como refiriéndose a Apocalipsis 1],
y las que son [aceptado comúnmente como refiriéndose a Apocalipsis 2 y 3], y
las que han de ser después de estas [Apocalipsis 4 en adelante]”) para
sustentar su postura preterista, o de eventos cumplidos en la historia pasada.
Otra razón por la que no
podemos pasar por alto estos pasajes es porque ello requeriría que los
tomáramos fuera de contexto. Por definición, el Apocalipsis describe los
eventos de la semana septuagésima. En los versículos iniciales, el Señor Jesús aclara esto
al decirle a Juan que escriba “las cosas que deben suceder pronto”. Esta es la
forma bíblica de referirse a la segunda venida de Cristo. El Señor Jesús le está
dando esta revelación a Juan como un mensaje para Sus siervos sobre los últimos
tiempos. Esta revelación es seguida por advertencias e instrucciones específicas
para las siete iglesias, con órdenes severas a cinco de estas para que
despierten, a una para que se prepare para enfrentar la tribulación, más la
promesa para una de ellas de que será guardada de la hora de la prueba.
Las preguntas obvias que surgen
de la lectura de estas cartas debieran ser “¿Vencer qué?” y “¿Qué prueba?” El Señor Jesús responde
inmediatamente estas preguntas al describir los juicios de los sellos. Si el
Cuerpo de Cristo no experimentará estos juicios, ¿qué sentido tiene el mensaje
del Señor? Claramente, estas cartas han sido escritas con la intención de
alentar y advertir a los creyentes durante este período de prueba severa. Sacar estas
cartas de su contexto para aplicarlas sólo a las siete iglesias de Asia Menor
que existieron durante el primer siglo no es meritorio.
Juan conocía a estas iglesias.
Era contemporáneo de ellas. De hecho, había estado ministrando en la iglesia de
Efeso [la iglesia sin amor]. Así que a través de estas cartas, Juan se estaba
dirigiendo a sus contemporáneos al mencionar los problemas específicos que
estos tenían. Sin embargo, estas siete iglesias estaban también siendo
señaladas porque reflejaban con precisión los problemas que padecería la
Cristiandad al fin de la era. Por lo tanto, esta es una advertencia al
cristianismo profesante que se verá dentro de la semana septuagésima. Si en
verdad nos estamos acercando al fin de la era, no se nos puede ocurrir una
verdad más relevante para los creyentes que el contenido de estas cartas a las
siete iglesias, registrada en Apocalipsis 2 y 3.
¿Qué
hay de las épocas de la iglesia?
El segundo argumento esgrimido
para remover a la iglesia moderna de las advertencias contenidas en estas
cartas dice que las siete iglesias no son siete iglesias literales, sino que
representan siete “épocas” (o “períodos”) de la iglesia durante las que la iglesia
en general se caracterizará por ser como las iglesias mencionadas en las
cartas. Según esta posición, todos los creyentes modernos forman parte de la
iglesia de Filadelfia; lo que hace que las otras cartas sean irrelevantes para
la iglesia de hoy.
Las siete “épocas” serían las
siguientes:
1. Efeso (Ap.
2:1–7): la iglesia sin amor al final de la era apostólica, durante el primer
siglo.
2. Esmirna (Ap.
2:8–11): la iglesia perseguida a comienzos del segundo siglo.
3. Pérgamo (Ap.
2:12–17): la iglesia transigente que reinó cuando el emperador Constantino hizo
del Cristianismo la religión nacional en el tercer siglo.
4. Tiatira (Ap.
2:18–29): la iglesia corrupta del papado Católico Romano que comenzó en el
cuarto siglo.
5. Sardis (Ap.
3:1–6): la iglesia muerta que produjo la Reforma a comienzos del 1500.
6. Filadelfia
(Ap. 3:7–13): la iglesia ferviente producida por el “avivamiento de los últimos
días”, presente hoy día.
7. Laodicea
(Ap. 3:14–22): la iglesia tibia que estará presente al final de la era.
Aunque hay ciertos paralelos interesantes
entre la historia de la iglesia y estas cartas, las épocas mencionadas arriba
fueron creadas para encajar en estos pasajes, y no a la inversa. El Apocalipsis contiene descripciones muy precisas de
personas, lugares y eventos, y el Señor Jesús nos dice que su propósito es
preparar a los creyentes para el período de gran juicio y dificultad de
precederá Su retorno. Sugerir que estas descripciones se refieren a “épocas” de
la iglesia, y no a iglesias vivas durante los últimos tiempos, requiere que el
lector abandone la lectura normal del texto y la cambie por una lectura
alegórica. La alegorización es un vicio muy peligroso, pues le permite al
lector interpretar el pasaje como le dé la gana, lo cual es exactamente lo que
hacen los pretribulacionistas.
Esta lectura enfrenta además el mismo problema
mencionado antes: el contexto del Apocalipsis es la semana septuagésima.
Sugerir que sólo dos de las siete iglesias descritas en estas cartas entrarán a
la semana septuagésima saca a todas las cartas fuera de contexto.
Además, la teoría de las “épocas de la iglesia”
pinta un cuadro falso de la iglesia actual. Si esta interpretación es correcta
y estamos viviendo en la época de la iglesia de Filadelfia, entonces la iglesia
moderna debería caracterizarse por ser una iglesia ferviente, amante,
purificada, lista para ser arrebatada al cielo. Esta es la posición tomada por
John Walvoord, uno de los más famosos defensores del pretribulacionismo:
“Eventualmente, como las Escrituras lo anticipan, Él se presentará a Sí mismo
una Novia sin mancha, una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga, sino santa y
sin tacha. Este propósito divino está en proceso de cumplirse”.
Es esta falsedad la que permitirá que surja la iglesia
falsa, la Ramera de Apocalipsis 17. En su libro, Un Evangelio Diferente, D. R. McConnell discute sobre el peligro de
la falsa enseñanza que está penetrando a la iglesia actual: “Es extraño que aquellos cristianos que son más
obstinados que nosotros y que forman parte de la generación que verá el retorno
del Señor — y el engaño de los últimos tiempos, y la apostasía asociada con Su
retorno — busquen señales de este engaño fuera
de la iglesia, en conspiraciones tales como la Nueva Era y en cultos como el
Mormonismo, los Testigos de Jehová y la Ciencia Cristiana. Admitimos que estos
movimientos son amenazas potenciales para la iglesia, pero sería mejor buscar
el engaño de los últimos tiempos donde el Señor Jesús y el Apocalipsis predicen
que ocurrirá: dentro de la iglesia;
dentro de grupos que se llaman a sí mismos cristianos, pero que en realidad
predican un evangelio diferente” (Un
Evangelio Diferente – [A Different
Gospel, Hendrickson Publishers, 1988, p. 15]).
La iglesia no está ahora con menos manchas y arrugas
que en cualquier otro período de su historia. Las características fundamentales
de las iglesias descritas por el Señor Jesús —sin amor, perseguida,
transigente, corrupta, muerta, tibia y ferviente— han estado presentes en cada época de la historia de la iglesia
y en cada iglesia local desde la
ascensión de Cristo. Como un todo, el Cuerpo de Cristo está lleno de amor,
fidelidad y gracia; pero también está lleno de hipocresía, transigencia y
pecado. Como en cualquier otro período de la historia de la iglesia, hay
creyentes en todos los niveles de desarrollo espiritual. Algunos caminan en
bendita comunión con el Salvador; otros son bebés en Cristo que están recién
aprendiendo a andar. Algunos son tibios, pues no han sometido verdaderamente
sus corazones y voluntades al Señor Jesucristo; otros son reincidentes que
luchan con los pecados de su carne. Corrupción y falsas doctrinas se pueden encontrar aún dentro de
los líderes de todas las iglesias.
La posición de “las épocas de la iglesia” también
falla en su consideración de la iglesia de Laodicea, la iglesia tibia, la cual
los dispensacionalistas dicen que existirá después del arrebatamiento. Es
dudoso que después de este evento se pueda encontrar en la tierra un cuerpo
tibio de creyentes. Más bien la Escritura enseña que aquellos que vivan durante
la última parte de la semana septuagésima -bajo la persecución del Anticristo-
serán todo lo contrario de tibios, pues se estarán asiendo con fuerza y fe de
la promesa de eterna salvación en Cristo.
¿Seis
Iglesias Falsas y Una iglesia Verdadera?
El tercer intento por hacer que estas cartas no se
apliquen a todo el Cuerpo de Cristo de hoy en día dice que las cartas mencionan
seis iglesias “falsas” y una verdadera,
la iglesia de Filadelfia. Esta posición no se puede mantener mucho más tiempo
que las otras.
Los pretribulacionistas que identifican a la iglesia
de Laodicea como la iglesia apóstata de la semana septuagésima, la Ramera de Apocalipsis
17, parecen no tomar en cuenta que el dispensacionalismo usado para justificar su pretribulacionismo
demanda que la iglesia ya no exista
durante este período. El dispensacionalismo identifica a aquellos que reciben a
Cristo durante este período como “santos de la tribulación” o “santos de la semana
septuagésima”, términos que no aparecen en la
Biblia. Si la iglesia ya no existe, entonces la iglesia de Laodicea no
es realmente una iglesia en el sentido que el Apocalipsis y todo el resto del
Nuevo Testamento le da a la palabra. El Señor Jesús no distingue entre las
primeras seis iglesias y esta última iglesia apóstata de los últimos tiempos.
Lo que hace que la lectura pretribulacionista del texto sea totalmente
inadmisible.
El Señor Jesús nunca dice que estas sean falsas
iglesias. De hecho, a la iglesia perseguida el Señor no le ordena que se
arrepienta, sino que venza; esto inmediatamente la califica como una iglesia
verdadera. E incluso entre aquellas iglesias que son llamadas a arrepentirse
hay signos de verdadera vida espiritual. La iglesia de Efeso (la iglesia sin
amor), por ejemplo, es alabada por sus obras de fe, paciencia y discernimiento
ante las doctrinas falsas:
“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia;
y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que dicen ser
apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos: y has sufrido, y has
tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has
desmayado” (Ap. 2:2–3).
La iglesia de Pérgamo (la iglesia transigente) recibe
una alabanza semejante:
“Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el
trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los
días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora
Satanás” (Ap. 2:13).
Es imposible demostrar que estas son falsas iglesias.
Obras, paciencia, trabajo arduo por amor al nombre del Señor Jesús son las
características de los creyentes, aun si resisten la enseñanza de Dios en otras
áreas de sus vidas. Además, en Apocalipsis 1:12–13, Juan ve siete candeleros de
oro, los cuales simbolizan a las siete iglesias, y al Señor Jesús, “uno
semejante al Hijo del Hombre”, de pie en medio de ellos. El Señor Jesús no
estaría en medio de iglesias falsas.
Segundo, la posición de “seis iglesias falsas y una
verdadera” pondría de nuevo a todo el Cuerpo de Cristo dentro de la iglesia de
Filadelfia, lo que crea la falsa impresión de que esa es la iglesia de hoy; es
decir, que todos los creyentes han
guardado la palabra de Su paciencia y caminan con el Señor en sabiduría, verdad
y amor. Por muy bonito que sea este cuadro, no es verdad. Un cuadro honesto es
el descrito en estas cartas: un cuerpo eclesiástico compuesto por creyentes en
todos los diferentes niveles que existen en la senda espiritual. Y como en un
ramo escolar, en el que sólo los estudiantes que han mantenido el promedio más
alto durante todo el semestre son eximidos de rendir el examen final, sólo la
iglesia de Filadelfia (aquellos creyentes que han alcanzado un nivel de madurez
espiritual en Cristo) será protegida (“guardada”) durante esta hora de prueba.
Debiera ser nuestra esperanza y deseo que, cuando
venga el Señor Jesús, seamos encontrados formando parte de la iglesia de
Filadelfia.
Mientras leemos estas páginas, las cartas a las siete
iglesias debieran hacernos meditar en nuestras propias vidas. Si reflexionamos,
por ejemplo, sobre la iglesia sin amor, debiéramos admitir honestamente que
algunas de sus características también son las nuestras. Nótese cómo esta
iglesia ha trabajado por el evangelio, cómo ha probado a los falsos apóstoles,
cómo ha mostrado discernimiento para rechazar las doctrinas falsas. Pero
pensemos también si muchas de las críticas que hemos hecho contra iglesias,
organizaciones e individuos por apartarse de “todo el consejo de Dios” (Hch.
20:27), si todas las condenas que hemos dirigido por permitir falsas doctrinas
y transigir con el mundo y las denominaciones provienen verdaderamente de un
deseo de obedecer a la Palabra o sólo es intolerancia –no hacia el pecado– sino
hacia las personas. Podemos entusiasmarnos tanto en probar a los falsos
maestros y en rechazar las falsas doctrinas que terminemos perdiendo nuestro
“primer amor”. Por otro lado, la corriente puede comenzar a arrastrarnos tan
imperceptiblemente que por causa de la unidad dejemos de probar a los falsos
maestros y a sus enseñanzas y terminemos transigiendo con el error.
Este es el corazón, creemos, del mensaje del Señor
Jesús a las iglesias: que usemos Sus cartas a ellas para reflexionar seria y
profundamente sobre nuestra relación con Él. Estas advertencias son para los creyentes —no para falsas iglesias.
Son banderas rojas en la autopista, señales en el camino; han sido puestas ahí
para traernos de vuelta a la senda correcta y para ayudarnos a encontrar el
rastro que nos traerá de regreso al punto de partida, si es que nos hemos
extraviado por culpa de tomar un atajo en algún punto. Negar la relevancia de
estos mensajes para nosotros, los creyentes de hoy, es despreciar el propósito
fundamental por el que fueron dados.
¿Por qué no
se Usa la Palabra “iglesia”?
Uno de los argumentos más usados por los
pretribulacionistas es que la palabra “iglesia” no aparece en el Apocalipsis
después del cuarto capítulo. Esto, dicen los pretribulacionistas, demuestra que
el arrebatamiento ocurre antes de la apertura de los sellos. Esta forma de
debatir es llamada comúnmente “argumentando desde el silencio”; esto significa
que se argumenta usando la falta de información que existe en vez de hacerlo
con la información dada.
El hecho de que la palabra “iglesia” no se
use en la parte central del libro sólo convalida una vez más el hecho de que no
será la iglesia en general la que experimente la persecución del Anticristo. Al
contrario, será un remanente dentro de ella el que permanecerá fiel a Cristo
durante estos tiempos difíciles.
También es interesante y significativo
destacar que Juan, el encargado de registrar el libro de Apocalipsis, redactó
también su evangelio y tres epístolas que llevan su nombre. El no emplea la
palabra “iglesia” en ninguno de esos libros. Tampoco se usa la palabra
“iglesia” en ninguno de los tres pasajes clásicos del arrebatamiento a los que
se refieren los pretribulacionistas: 1 Tesalonicenses 4:13-17; 1 Corintios
15:51-53; Juan 14:1-3. Tampoco, salvo por las referencias generales de los
primeros versículos de 1 y 2 Tesalonicenses, ninguno de estos dos grandes
libros proféticos usa la palabra “iglesia”.
Cuando comiencen los verdaderos problemas,
ea “trabajo de parto”, la iglesia en general tropezará y caerá de la fe – “la
apostasía” – cuando el amor de muchos por Cristo se enfriará. En aquél
entonces, no será la iglesia en general la que siga fielmente a Cristo, sino
sólo los verdaderos creyentes (que son llamados: santos, vencedores, siervos,
escogidos de Dios) quienes perseverarán
“hasta el fin” en medio de los difíciles acontecimientos -que se detallan en la
parte medular del libro del Apocalipsis-
hasta que la señal en el sol, la luna y las estrellas acorte la gran
tribulación del Anticristo.
Por esta razón Juan usa la palabra santos 13 veces en la parte central de
su registro (véase Apocalipsis 5:8; 8:3-4; 11:18; 13:7, 10; 14:12; 16:6;
17:6;18:20,24; 19:8; 20:9) mientras que la palabra iglesia no se menciona en lo absoluto. De
hecho, el Apocalipsis ni siquiera se dirige a la iglesia en general, sino a los
verdaderos siervos de Cristo. Es “la revelación de Jesucristo, que Dios le dio,
para manifestar [mostrar] a sus siervos”
(Ap. 1:1). Aunque el Apocalipsis contiene severas advertencias para siete
iglesias específicas acerca de lo que les pasará en los momentos de adversidad,
en cada caso, Cristo separa al que “tiene oído” – su siervo genuino que escucha
con cuidado lo que el Espíritu le dice – de la iglesia en general que Él se
está dirigiendo.
Para más detalles sobre el mismo tema, leer UNA ADVERTENCIA A LA CRISTIANDAD.