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CHIVO EXPIATORIO

En la Biblia

“Azazel” o el “chivo expiatorio” se menciona en Levítico 16:1-34 como parte de las instrucciones de Dios a los israelitas con respecto al Día de la Expiación o Yom Kippur. En ese día, el sumo sacerdote ofrecería primero un sacrificio por sus pecados y los de su casa; entonces realizaría sacrificios por la nación. “Y de la congregación de los hijos de Israel tomará dos machos cabríos para expiación, y un carnero para holocausto” (Lv 16:5).  El sacerdote llevaba los animales ante el Señor y echaba suertes entre los dos machos cabríos, uno para el sacrificio y el otro para ser el chivo expiatorio. El primer macho cabrío era sacrificado por los pecados del pueblo y su sangre se usaba para limpiar el Lugar Santísimo, la tienda de reunión y el altar (Lv 16:20). Después de la purificación, el macho cabrío vivo era llevado al desierto por el sumo sacerdote. “Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto. Y aquel macho cabrío llevará sobre sí todas las iniquidades de ellos a tierra inhabitada; y dejará ir al macho cabrío por el desierto” (Lv 16:21-22). Simbólicamente, el chivo expiatorio tomaba los pecados de los israelitas y los quitaba (Lv 16:10). Para los cristianos, esto es un presagio de Cristo.

Cristo es la expiación completa por nuestros pecados. De muchas maneras, encarna cada aspecto del Día de la Expiación. Se nos dice que Él es nuestro gran Sumo Sacerdote (He 4:14). Él es también el “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Ap 13:8) como sacrificio por nuestros pecados. Y Él es nuestro chivo expiatorio. 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Nuestros pecados fueron puestos sobre Cristo – Él cargó con nuestros pecados así como el chivo expiatorio cargaba con los pecados de los israelitas. Isaías 53:6 profetiza la aceptación de Cristo de la carga del pecado: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. Después de que los pecados fueran puestos sobre el chivo expiatorio, se lo consideraba impuro y se lo arrojaba al desierto. En esencia, el chivo era expulsado al desierto para morir a la intemperie. Lo mismo le sucedió al Señor Jesús. Fue crucificado fuera de la ciudad. “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos… derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (Is 53:3a, 12). 

Jesús encarnó lo que representaba el chivo 

expiatorio: la eliminación de los pecados de los perpetradores.

Verdaderamente, los rituales del Antiguo Testamento tienen una profundidad y riqueza que solo Dios podría crear. El Día de la Expiación presagiaba la máxima expiación que Cristo proporciona. Ya no necesitamos sacrificar animales para cubrir nuestros pecados, ni necesitamos imputar nuestros pecados a un chivo expiatorio para que se los lleve. Jesús ha sido sacrificado y convertido en el “chivo expiatorio” por nosotros. Nuestros pecados han sido expiados y eliminados. “La ley es solo una sombra de los bienes venideros, no las realidades mismas”, se nos dice en Hebreos 10:1. “Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados … Esos sacrificios son un recordatorio anual de los pecados, porque es imposible que la sangre de toros y machos cabríos quite los pecados. … En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre” (He 10:3-4, 10).

En el Judaísmo

Como nota al margen, el nombre “Azazel” aparece en la mitología judía. Si bien hay diferentes versiones en el Libro de Enoc, el Libro de los Gigantes y otros libros pseudoepígrafos, la historia es esencialmente que Azazel era el nombre de uno de los ángeles caídos que pecó en Génesis 6. Como una maldición por su pecado , Azazel se vio obligado a tomar la forma de un demonio parecido a una cabra. Este mito no está registrado en la Biblia y carece, por lo tanto, de credibilidad. Independientemente de la identidad de Azazel, la Biblia enfatiza la suficiencia y la integridad del sacrificio de Cristo tanto para eliminar nuestro pecado como para reconciliarnos con Dios.

En la Cultura Popular Contemporánea


En nuestr
a cultura, el chivo expiatorio es una persona o cosa que es culpada para excusar el mal que otros han perpetrado. 

Un ejemplo sencillo: una mujer que acaba de tener una pelea con su novio al llegar a casa patea a su perro por un mal comportamiento menor de él que ella exagera. El perro, en este caso, se convierte en el chivo expiatorio y paga el precio de la pelea que ella tuvo con su novio.

El chivo expiatorio implica la acusación y el castigo de un substituto. La expresión se usa para indicar que alguien está siendo culpado y castigado por algo que a menudo no puede ser probado por quien lo acusa.

Otro ejemplo. Una mujer casada se siente superada por la toma de plena conciencia de que su vida carece de sentido. No es que su vida sea dolorosa ni una tragedia, si no que es una rutina interminable de tareas nimias que la desgastan y envejecen día a día. En vez de aceptar con sensatez que esta es la realidad básica que toda persona inteligente experimenta en la vida (Ec 1:3,8,15), ella se traga la carnada, el anzuelo y la línea de la psicología en cuanto a que es una víctima, y que el culpable de su infelicidad es su marido. Bajo este pernicioso influjo, decide hacer una larga lista de las faltas de su marido y de los supuestos “daños” que él le ha infligido durante los años de matrimonio, supuestamente “a propósito”. Exagera eventos negativos, tergiversa recuerdos, despierta rencillas, exhuma decepciones remotas, se centra únicamente en lo que le puede servir para quejarse y reprochar: se victimiza histéricamente; y racionaliza hasta hacer cómplices a otros (convencerlos) de lo justificada que está de abandonar a su marido para vivir una vida plena sin él. 

Este proceso de racionalización se define como uno de los mecanismos inconscientes de defensa que tenemos las personas. Este mecanismo se pone en marcha cuando un individuo pretende justificar, desde un plano lógico, alguna acción o emoción que, sin la correspondiente justificación racional o moral (o espiritual), le provocaría algún conflicto (culpa, incertidumbre, castigo, etc.).

Con la racionalización, la persona se autoconvence de su justificación. Miente a los demás y se miente a sí misma, imagina excusas burdas, desarrolla un mecanismo de exageración que le permite racionalizar lo decidido de antemano, lo hecho y lo que la mantiene conforme (en parte, si es que consigue cauterizar su consciencia y seguir adelante en contra de la voluntad revelada del Señor: 2 Co 10:5-6).

El chivo expiatorio, en este ejemplo, es el marido que no puede comparecer ante quienes su mujer lo ha acusado (injuriado, denigrado). El chivo expiatorio es un acusado al que no se le permite defenderse ante sus acusadores, quienes a menudo son jueces y partes parciales, asimismo como verdugos aliados de su mujer.

La victimización y la racionalización son evidencias de culpa que prueban, en realidad, la elección voluntaria de endurecer el corazón (Mapa del Corazón Humano). A las mujeres atrapadas por esta cuerda de tres nudos (victimización, racionalización y culpa), sólo se les puede recomendar el arrepentimiento, aprender a orar al Señor por el fruto del Espíritu (Gl 5:22-23), y la lectura de Medicina para el Alma, junto a los estudios sobre las Mujeres de la Biblia, que se encuentran en este blog.

  Derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,  y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta (2 Co 10:5-6).

“Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co 5:10; Ro 14:10-13).

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él... y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras... y fueron juzgados cada uno según sus obras” (Ap 20:11-13).

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JUSTAMENTE PADECEMOS

¿LA IGLESIA SOBRE LA BIBLIA O LA BIBLIA SOBRE LA IGLESIA?

EL DÍA DE LA EXPIACIÓN (Yom Kippur)