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¿LA IGLESIA SOBRE LA BIBLIA O LA BIBLIA SOBRE LA IGLESIA?

La pregunta perenne en el debate es si la iglesia está sobre la Biblia o si la Biblia está sobre la iglesia. 

Si tomas la última posición (la Biblia está sobre la iglesia), entonces eres un protestante o evangélico que cree que las Escrituras, y solo las Escrituras, son la única regla infalible y, por lo tanto, la autoridad suprema sobre la iglesia. Pero aquí está la ironía: los católicos romanos también afirman estar “bajo” la autoridad de la Biblia.

La iglesia católica romana insiste en que la Escritura es siempre superior al Magisterio (quienes tienen la función de enseñar la Escritura)Dei Verbum declara: “Este oficio de enseñar no está por encima de la Palabra de Dios, sino que está al servicio de ella” (2.10), y el Catecismo católico declara: “Sin embargo, este Magisterio no es superior a la palabra de Dios, sino su servidor” (86). Sin embargo, a pesar de estas definiciones, uno todavía se pregunta cómo pueden considerar que las Escrituras son la máxima autoridad si el Magisterio es capaz de definir, determinar e interpretar las Escrituras en primer lugar. Además, el Magisterio parece “descubrir doctrinas que no son consistentes con el significado original de la Escritura misma, por ejemplo, la inmaculada concepciónel purgatoriola infalibilidad papal, y similares. Por lo tanto, a pesar de estas declaraciones de Roma, quedan preocupaciones residuales sobre si el Magisterio tiene autoridad funcional sobre las Escrituras.

Una comparación con el sistema judicial de cualquier país nos podrá aportar más claridad sobre este problema. 

Sucede a menudo en la práctica judicial que los jueces van mucho más allá de la intención original de la constitución y, de hecho, crean nuevas leyes desde el estrado. 

Por ejemplo, lo que ha sucedido en el sistema de gobierno de los Estados Unidos es casi exactamente paralelo a lo que sucedió en el gobierno de la iglesia cristiana a lo largo de muchos siglos, un desarrollo que encuentra su máxima expresión en la Iglesia Católica Romana.

La Biblia sirve como la constitución de la fe cristiana. Es la documentación del pacto. Define la iglesia cristiana: qué constituye la iglesia, cuál es su misión, quién dirige la iglesia y cómo debe ser dirigida, cuáles son las responsabilidades de la iglesia, cuál es el alcance de su autoridad, qué leyes gobiernan la iglesia y su miembros, y así sucesivamente. Una vez que se ha escrito la constitución, la tarea de los jueces (los ancianos/supervisores de la iglesia) es interpretarla y aplicarla de acuerdo con su intención original. Su tarea no es crear nuevas leyes o llegar a interpretaciones que no se pueden encontrar en el texto mismo de la constitución (interpretado de acuerdo con la intención original) y que nunca habrían pasado por la mente de los padres fundadores (Ef 2:20).

Sin embargo, eso es exactamente lo que sucedió a lo largo del tiempo con el desarrollo del episcopado, el surgimiento del papado y el peso cada vez mayor que se le da a la tradición de la iglesia. Si la Biblia no decía algo que los obispos querían que dijera, o pensaban que debía decir, entonces “descubrían nuevas doctrinas en la Biblia: el purgatorio, las indulgencias, la sucesión apostólica, la infalibilidad papal, etc., y nadie tenía poder para oponérseles.

El católico romano de hoy bien podría expresarlo así: “Estamos bajo la Biblia, pero la Biblia es lo que el Papa dice que es”

De hecho, así es exactamente como están las cosas en la práctica. Funcionalmente, el Papa se ha convertido en la máxima autoridad de gobierno en su iglesia: superior incluso a la Biblia. La iglesia ha sido puesta a un lado a favor de la “práctica eclesiástica”.

Por lo tanto, aunque Roma afirma que la Biblia es su máxima autoridad, prácticamente hablando, la iglesia es la máxima autoridad. Roma está comprometida sólo con la iglesia. Tiene que haber una máxima autoridad. Esta será la Escritura, o la iglesia. Y Roma decidió que fuera la iglesia.

En el cristianismo evangélico de hoy la historia se repite. Las iglesias evangélicas (y sus innumerables denominaciones) también tienen sus Papas, sus episcopados, sus tradiciones. Las iglesias evangélicas también afirman que la Biblia es su máxima autoridad, pero en la práctica, la iglesia (representada por sus ministros) es la máxima autoridad. 

Una iglesia evangélica en particular (escoge cualquiera) está comprometida sólo con ella misma. Como mencionamos anteriormente, tiene que haber una máxima autoridad. Es la Escritura o la iglesia. Y la iglesia ha decidido que sea la iglesia.

¿A quién obedecer?

Hechos 5:29 relata la respuesta que dieron Pedro y otros apóstoles cuando el Sanedrín (la máxima autoridad religiosa de los judíos) les ordenó que dejaran de predicar. Las palabras de los apóstoles fueron directas y llenas de confianza: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5:29). Esta postura inquebrantable definió la postura de los apóstoles y de los primeros cristianos, quienes se mantuvieron firmes frente a la severa persecución.

Hechos 5 presenta un contraste entre el mandato directo dado por Dios a través de un ángel (Hch 5:19-20) y las órdenes del Sanedrín (Hch 5:28). En el capítulo anterior, los apóstoles tuvieron una confrontación inicial con el Sanedrín que resultó en que este les prohibiera severamente predicar (Hch 4:16-18). Esto fue después de que Pedro sanó al mendigo cojo (Hch 3:1-10). En respuesta, Pedro y Juan plantean una pregunta similar: “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hch 4:19).

Después del incidente con Ananías y Safira (Hch 5:1-11), la fama de los apóstoles creció (Hch 5:12-16). El sumo sacerdote y el Sanedrín estaban celosos de los apóstoles y los encarcelaron. Sin embargo, un ángel facilitó la fuga de la prisión de los apóstoles y les ordenó que siguieran predicando (Hch 5:20). El Sanedrín los confrontó una vez más, lo que llevó a la declaración de los apóstoles: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5:29).

En general, los cristianos estamos llamados a obedecer a las autoridades humanas (Ro 13:1-2;1 P 2:13-14; Tit 3:1; He 13:17). Los apóstoles incluso nos instruyen a orar por los que están en el poder (1 Ti 2:1-2; Ro 13:6-7). Dada la intensa persecución que enfrentaron los cristianos del primer siglo, esta directiva se presentó como un requisito desafiante y un ejemplo de amar a los enemigos (Mt 5:43-44). Debemos esforzarnos por evitar quebrantar las leyes o involucrarnos en una rebelión egoísta; debemos buscar la paz con todos los hombres (He 12:14; Ro 12:18; Mt 5:9; Stg 3:18).

Sin embargo, hay casos en que la ley humana contradice los claros mandatos de Dios en las Escrituras. A veces nos encontramos con presiones para afirmar lo que la Biblia condena. Los temas de género y sexualidad, por ejemplo, se han convertido en puntos de presión para los cristianos. La opinión del mundo sobre estos asuntos ha estado en oposición a la de la Biblia desde el advenimiento de la revolución sexual. Los debates actuales sobre si los niños pueden “elegir” su género ejemplifican la bancarrota moral de la sociedad moderna. Los contrastes entre el mundo y la Biblia también son evidentes en áreas como el matrimonio, el divorcio, el materialismo y el aborto. ¿Obedeceremos a Dios en estos asuntos, u obedeceremos a los hombres?

A través del apóstol Juan, Dios lo dejó claro: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Jn 2:15-17). Lamentablemente, muchos autoproclamados cristianos aceptan y hasta defienden acciones impías.

El llamado a obedecer a Dios antes que a los hombres sigue siendo una obligación urgente hoy, tal como lo fue cuando los apóstoles lo proclamaron por primera vez. Cuando te enfrentes a una elección entre obedecer a las autoridades humanas y Dios, no debes dudar. Dios es nuestra máxima autoridad y nuestros valores deben alinearse con su PALABRA YA REVELADA (Jud 1:4).

Ya sea en relación con el MUNDO o con la IGLESIA, esto es lo que un verdadero cristiano debe obedecer:

“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra (2 Ti 3:16-17).

La Palabra de Dios es nuestra ÚNICA autoridad.

Las palabras del Señor Jesús en Mateo 10:28 sirven como un recordatorio de que Dios está en control de TODO y TODOS: Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

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