La obra de Satanás en nuestro mundo
“…El dios de este siglo cegó el
entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio
de la gloria de Cristo…” (2 Corintios 4:4).
Ahora que hemos visto que Satanás es un ser
real con poderes reales, necesitamos entender cómo usa esos poderes. Debemos
también entender sus intenciones y su meta principal.
En el artículo anterior vimos que Satanás
guió a otros ángeles en su perverso intento por derrocar la autoridad de Dios.
Su vanidad, orgullo y codicia por el poder lo condujeron a una guerra contra el
Gobernante absoluto del universo. Al fallar en su intento, Satanás trató de
obstaculizar y malograr la relación de Dios con los seres humanos. No perdió
tiempo para empezar a interferir en ella. Génesis 3 describe cómo Satanás
apareció en escena poco después de la creación de Adán y Eva.
La primera cosa que trató de hacer fue
destruir la relación de Dios con los primeros seres humanos. Sutilmente le
preguntó a Eva: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”
(v. 1). Astutamente evitó mencionar todo lo que Dios les había dado a ella y a
Adán: todas las demás plantas, árboles y frutos del huerto, con lo que logró
que ella se concentrara sólo en el fruto del único
árbol que Dios les había prohibido comer.
Con su astucia, fue engañando a Eva poco a
poco. Su primera mentira fue decirle que ella no moriría si tomaba del fruto
prohibido (v. 4). A continuación mintió otra vez, calumniando a Dios al acusarlo
de ocultarle a Eva un conocimiento valioso (v. 5). Así la sedujo con su hábil
persuasión, y Eva tomó del fruto y le dio también a Adán.
Eva fue engañada por Satanás (2 Corintios
11:3). Adán no lo fue (1 Timoteo 2:14); él simplemente se dejó llevar y siguió
a su esposa en la desobediencia de las claras instrucciones que Dios les había
dado. Vemos, pues, cómo la presión adversa de otras personas —la cual siempre
nos incita para que cedamos ante lo que sabemos es erróneo— ha estado entre
nosotros desde hace mucho tiempo.
La meta principal de Satanás
Este relato nos ayuda a entender que la meta
principal de Satanás es desbaratar el plan que Dios tiene de cultivar una
relación familiar con la humanidad. Desde el principio, Dios ha tenido en mente
un plan espectacular para los seres humanos: darles el don de la vida eterna.
Uno de los pasajes más conocidos de las Escrituras lo dice claramente: “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
El plan de Dios es tener una inmensa familia.
En estos momentos Su familia está formada por dos seres, Dios mismo y
Jesucristo su Hijo (Lucas 10:22). El propósito de Dios para la humanidad —vida
eterna en su familia— es el foco central de toda la creación: “Porque el anhelo
ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios”
(Romanos 8:19). Esta relación familiar tan entrañable es el ferviente deseo que
Dios tiene con la humanidad. Pablo llama al Señor Jesús “el primogénito entre
muchos hermanos” (Romanos 8:29). Como primogénito de Dios, es el primero entre
muchos hijos que finalmente serán parte de la familia de Dios. Por eso “no se
avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:11).
Dios prometió: “El que venciere heredará
todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:7). “Y
seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor
Todopoderoso” (2 Corintios 6:18). Dios quiere darnos inmortalidad a fin de que
podamos vivir con Él para siempre, y desde ahora quiere empezar a cultivar una
estrecha relación familiar con nosotros (Juan 14:23). Pero Satanás quiere
entorpecer el plan de Dios a toda costa. Quiere impedir que desarrollemos una
relación íntima con Dios. No quiere que alcancemos nuestro potencial como
verdaderos hijos de Dios.
El gran engaño de Satanás
Como dijimos anteriormente, Satanás es un ser
muy poderoso e inteligente, al que nada detendrá de sus propósitos. Como el
gran manipulador de la humanidad, tiene muchos métodos y recursos a su
disposición. En cierta forma, su propósito inmediato —mantener a la humanidad
separada de Dios— es relativamente fácil. Como humanos, estamos naturalmente
inclinados a enfocarnos en nuestros deseos egoístas. Pablo lo expresó muy
acertadamente: “Los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero
los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5). Se den
cuenta o no, aquellos cuyas mentes están enfocadas en sí mismos guardan “enemistad
contra Dios” (v. 7).
Al hacer una recopilación de varias citas de
los Salmos, Pablo resume la condición espiritual de la mayor parte de la
humanidad: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda,
no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no
hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno… su boca está llena de
maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto
y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de
Dios delante de sus ojos” (Romanos 3:10-18).
Siendo el experto de la persuasión, Satanás
engaña a la humanidad al hacer que ésta se concentre en todo menos en Dios. Por
ejemplo, por medio de la teoría de la evolución ha convencido a millones de
personas que Dios no existe.
Por medio de centenares de religiones
corruptas, ha convencido a miles de millones de seres humanos para que adoren
al sol, la luna y las estrellas, los animales, la naturaleza, los antepasados
muertos, dioses imaginarios y una tremenda variedad de muchas cosas más, o
simplemente que no adoren nada. Aun entre las muchas variantes del cristianismo
tradicional encontramos divisiones; las personas discuten acerca de qué y quién
es Dios, Su propósito para nosotros, lo que Él quiere para nosotros y cómo
debemos vivir. El diablo ha hecho una labor muy efectiva al confundir a las personas acerca de lo que la Biblia
dice realmente.
A Satanás no le importa a qué grupo
pertenezcan las personas, ya sea que crean o no en Dios, acepten y adoren
dioses falsos o estén engañados en cuanto a la perspectiva del verdadero Dios y
de Su plan para nosotros. Los tiene como quiere tenerlos, con “el entendimiento
entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay,
por la dureza de su corazón” (Efesios 4:18). Tal vez esto nos ayude a entender
mejor lo que quiere decir Dios cuando nos dice que el diablo “engaña al mundo
entero” (Apocalipsis 12:9).
Pablo explica que “el dios de este siglo cegó
el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del
evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen
de Dios” (2 Corintios 4:4).
En una de sus parábolas, el Señor Jesús
explica que tan pronto como algunas personas escuchan la verdad de Dios, “viene
el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven”
(Lucas 8:12). Satanás no se detendrá en su lucha por mantener a las personas
cegadas a la verdad de Dios. El resultado, tal como el Señor Jesús lo explicó,
es que “ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha
es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13-14).
La causas de los males de la humanidad
Cuando entendemos la magnitud del engaño de
Satanás, podemos entender mejor las raíces de tantos males que afronta la
humanidad. Colectivamente, llevamos miles de años experimentando con gobiernos,
filosofías y formas de vida. ¿Por qué entonces no hemos podido resolver nuestros
problemas? ¿Por qué persisten año tras año, siglo tras siglo, tantas
dificultades?
Los gobiernos y otros esfuerzos humanos no
han tenido éxito porque, a fin de cuentas, simplemente no conocemos la forma correcta de vivir. Salomón, antiguo rey de Israel, lo dijo escuetamente: “Hay camino
que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios
14:12; 16:25).
El profeta Jeremías declaró: “Conozco, oh Señor,
que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar
sus pasos” (Jeremías 10:23).
Desgraciadamente, durante muchas generaciones
la humanidad ha comprobado la verdad de estas palabras. Bajo el gobierno
humano, e influenciado por la actitud egoísta de Satanás de tratar de obtenerlo
todo para nosotros mismos, el mundo nunca ha conocido una época libre de
sufrimiento, dificultades y guerra.
El mundo sufre de problemas crónicos,
insuperables, porque hemos rechazado a Dios. Por inspiración divina David escribió: “El Señor miró desde los
cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara
a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno” (Salmos 14:2-3).
Jeremías también observó que las personas
eran cegadas en gran parte por sus propios motivos e intenciones perversos.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo
conocerá?” (Jeremías 17:9).
El hombre está separado de Dios
El profeta Isaías añade: “He aquí que no se
ha acortado la mano del Señor para salvar, ni se ha agravado su oído para oír;
pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y
vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque
vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad;
vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua… No conocieron
camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas;
cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz” (Isaías 59:1-8).
Los caminos de Dios son completamente
diferentes de los del hombre. Él nos dice: “Porque mis pensamientos no son
vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Señor. Como son
más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros
caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).
Satanás ha logrado engañar a la humanidad a
lo largo de su historia al influenciar a los seres humanos para que se aparten
de la guía de Dios. Nos lleva a hacer las cosas a nuestra manera, a confiar en
nosotros mismos en lugar de en Dios como la autoridad suprema.
Pablo describe los resultados de rechazar a
Dios: “Como no quieren reconocer a Dios, él los ha abandonado a sus perversos
pensamientos, para que hagan lo que no deben. Están llenos de toda clase de
injusticia, perversidad, avaricia y maldad. Son envidiosos, asesinos,
pendencieros, engañadores, perversos y chismosos. Hablan mal de los demás, son
enemigos de Dios, insolentes, vanidosos y orgullosos; inventan maldades,
desobedecen a sus padres, no quieren entender, no cumplen su palabra, no
sienten cariño por nadie, no sienten compasión. Saben muy bien que Dios ha
decretado que quienes hacen estas cosas merecen la muerte; y, sin embargo, las
siguen haciendo, y hasta ven con gusto que otros las hagan” (Romanos 1:28-32, VP).
Las palabras de Pablo resuenan ahora más que
nunca. Los medios de comunicación y de entretenimiento condonan y alaban todos
los estilos de vida y prácticas degeneradas y pecaminosas, en tanto que
censuran a las personas que respaldan los preceptos bíblicos y las señalan como
personas de mentes estrechas que tratan de imponer sus principios a otros.
Semejante tergiversación de valores es el resultado inevitable de una mente que
rechaza el conocimiento y los mandamientos de Dios.
Este no es el mundo de Dios
Aunque Dios está siempre en control de todas
las cosas, las Escrituras dicen claramente que Él no es la causa de los
problemas crónicos y la miseria que imperan en el mundo. Como dijo el Señor Jesús
en Juan 18:36: “Mi reino no es de este mundo”.
Satanás el diablo es el verdadero “príncipe
de este mundo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11). Juan nos dice que “el mundo entero
está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Satanás es “el dios de este siglo” (2 Corintios
4:4). Aunque no podemos ver a Satanás, su influencia es poderosa y penetrante.
Pablo entendía esto, puesto que les recordó a
los cristianos que, anteriormente, ellos habían seguido “la corriente de este
mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios
2:2). El resultado de la influencia del diablo es que, antes de la conversión, todos
vivimos “en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de
los pensamientos” (v. 3).
Con muy justificada razón Pablo llama a
Satanás “el príncipe de la potestad del aire”. Influye espiritualmente en la
humanidad para que rechace a Dios y su ley. Bajo la influencia de Satanás, “los
designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley
de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7).
Al estar separado de Dios el hombre escoge
seguir su propio camino, y los resultados son catastróficos. Bajo la influencia
de Satanás la humanidad ha rechazado la revelación de Dios y su guía, para
construir sociedades y civilizaciones con fundamentos erróneos. Pero esto no
será así para siempre. En los próximos dos artículos de esta serie describiremos
cómo van a cambiar las cosas.
------------
Continuar leyendo VUESTRO ADVERSARIO EL DIABLO IV