Hay un anhelo en el corazón de todo aquel que
sinceramente ama al Señor - un deseo por aquel día cuando todo lo torcido será
enderezado, cuando toda lágrima será enjugada, cuando no habrá más duelo, ni
clamor, ni dolor, ni muerte (Ap 21:4). Anhelamos ser
rescatados de los terribles efectos del pecado. Aun la creación
misma gime en anticipación del día cuando será liberada del dominio de Satanás
y de la esclavitud de la corrupción (Ro 8:19-22). El clamor de
Pablo es, en un sentido, el de todo creyente: ¡Miserable de mí! ¿Quién me
libertará de este cuerpo de muerte? (Ro 7:24).
PREGUNTAS ETERNAS
“¿Hasta cuándo, oh Señor?" "¿Cuándo
regresarás?" Incluso antes de los últimos días, estas preguntas arden en
los pensamientos de todo cristiano genuino. Cuánto más no arderán en
los corazones y mentes de la iglesia de el Señor Jesucristo durante la gran
tribulación del anticristo en la última mitad de la Semana Septuagésima.
Efectivamente estas preguntas fueron hechas por los
discípulos, incluso cuando el Señor Jesucristo estaba aquí en la tierra durante
su primera venida: ¿Cuándo serán estas cosas…?, preguntaron ellos. ¿…y qué
señal habrá de tu venida y del fin del siglo? (Mt 24:3). Fue en la tarde del
tercer día de la semana de la Pascua. El Señor Jesucristo moriría
tres días después a manos del gobierno romano con la aprobación de la multitud
de judíos. El había acabado de decir a la multitud: Porque os digo que desde
ahora no me veréis hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del
Señor (Mt 23:39). Los discípulos empezaban a darse cuenta de que
el Señor los iba a dejar, pero también de que regresaría otra vez para juzgar a
las naciones (Lc 17:22-37). Lo más dominante en sus mentes era la
pregunta: ¿…qué señal habrá de tu venida y del fin del siglo? Ellos sabían, por
las mismas palabras del Señor Jesucristo, que así como se arranca , y se quema
en el fuego, así será en el fin de este siglo [el fin del mundo] (Mt 13:40). Ellos sabían que el fin del siglo es el día del juicio de
Dios contra los impíos, aquel día profético del que se habla una y otra vez en
el Antiguo Testamento, el día del Señor, el día cuando el Señor regresará. De
manera que los discípulos querían saber las respuestas a sus dos preguntas
candentes:
1. ¿Qué
señal habrá de tu venida…?
2. ¿Qué
señal habrá del ... fin del siglo?
Es interesante notar que los discípulos hicieron
sus preguntas en el orden específico en que estos eventos ocurrirán, esto es,
primero el Señor Jesucristo regresará, y entonces Dios llevará a cabo el
juicio. Asimismo, en Mateo 24:1-29 el Señor Jesucristo responde a
estas preguntas en el orden en que los discípulos las formularon. Pero en el
versículo 30, él pone en claro que las señales ocurrirán en la sucesión
contraria a la de los eventos; o sea, de hecho la señal del fin del siglo
precederá a la señal de la venida del Señor Jesucristo. Es esencial entender el
orden de esta sucesión según cómo el Señor Jesucristo enseñó que acontecerá.
Por lo tanto, examinaremos estas preguntas en el orden que ocurrirán según la
enseñanza de nuestro Señor. Consideraremos primero en este estudio,
Cuál será la señal del fin del siglo [fin del mundo]. Y en el estudio siguiente
la segunda pregunta: Qué señal habrá de la venida del Señor Jesucristo.
Las respuestas del Señor Jesucristo a las preguntas
de los discípulos son dadas junto con una de las más fuertes advertencias de
nuestro Señor - una amonestación a la cual todo cristiano que entre a la Semana
Septuagésima necesita prestarle atención con la más absoluta seriedad. Esta
advertencia se da al finalizar la explicación acerca de las cosas que sucederán
antes de que la señal del fin del mundo se manifieste en los cielos, y está
dirigida especialmente a aquellos cristianos que nos habremos escondido antes
del inicio de la Gran Tribulación del Anticristo, poniéndonos fuera del alcance
de su control demoníaco sobre la tierra.
Procurando arteramente persuadirnos a salir de
nuestros escondites, el Anticristo enviará a muchos falsos Cristos y profetas
que ostentarán señales y prodigios tan aparentemente divinos que si Dios no nos
fortaleciera en la fe, ni nos preparara mediante su Palabra para saber qué
hacer, muchos de los escogidos seríamos engañados. El Señor Jesús
advirtió acerca de estos días, diciéndonos: Así que, si os dijeren: Mirad, está
en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. (Mt 24:26).
La advertencia del Señor es muy específica. Es un
aviso a la iglesia para que no sea engañada por las "grandes señales y
prodigios" que harán los cristos y profetas falsos durante la Gran
Tribulación del Anticristo. Estas serán, sin duda alguna, impresionantes
exhibiciones de poder; tan tremendas que incluso los elegidos nos sentiremos
tentados a salir de nuestros escondites para contemplarlas. Por esta razón el
Señor Jesucristo manda a los suyos con las palabras más enfáticas: No
salgáis... no lo creáis (v. 26). En otras palabras, no sean engañados por
ninguna de estas señales falsas, por impresionantes que sean. En vez
de eso, esperen la verdadera señal del fin del mundo. Entonces,
y sólo entonces, veremos la señal de la venida del Señor Jesucristo.
El Señor Jesucristo había acabado de explicar a sus
discípulos lo siguiente: cuando veáis en el lugar santo la ABOMINACIÓN
DE LA DESOLACIÓN, de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda)...
porque habrá entonces GRAN TRIBULACIÓN, cual no la ha habido desde el principio
del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fueran
acortados, nadie [de los que se oponen al Anticristo] sería salvo (Mt 24:15,21, 22a). Junto con la advertencia: No salgáis... no lo
creáis, el Señor nos da también una promesa llena de significado: …por causa de
los escogidos, aquellos días serán acortados (Mt 24:22b). Si el Señor
permitiera que la persecución del Anticristo se desarrollara plenamente durante
los cuarenta y dos meses que le son asignados (Ap 13:5), nadie
escaparía (Mt 24:22a). Sin embargo, el Señor Jesucristo promete que aquellos
días serán acortados; esto es, los días de la Gran Tribulación del Anticristo -
no su asignación de cuarenta y dos meses, sino más bien su persecución de los
escogidos de Dios, incluyendo tanto la línea espiritual como la natural de
Abraham. La palabra griega significa literalmente "amputar" [1]. Por
eso la promesa del Señor Jesucristo es que no será permitido que la Gran
Tribulación del anticristo alcance los límites que le fueron establecidos. Por
el contrario, será amputada, será acortada, a pesar de que el Anticristo mismo
continuará hasta que venga la consumación [una destrucción completa], y lo que
está determinado [la destrucción que está decretada], se derrame sobre el
desolador (Dn 9:27b).
¿CUÁL SERÁ LA SEÑAL?
Si las señales ficticias creadas por los cristos y
profetas falsos serán pasmosas e impresionantes, ¿cómo será la verdadera señal
que marcará el fin del siglo? Al describirla, el Señor Jesucristo explica que
ésta ocurrirá inmediatamente después de la tribulación de esos días
(Mt 24:29a). Entonces él cita el pasaje clásico del día del Señor
en Isaías, el cual señala que en aquel espantoso día el sol se oscurecerá, la
luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias
de los cielos serán conmovidas (Mt 24:29b; Is 13:10). Esta
descripción es idéntica al pasaje clásico de Joel, en el cual el Señor proclama
por medio del profeta que el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en
sangre, antes que venga el día grande y espantoso del Señor (Joel 2:31).
En otras palabras, mediante estos pasajes vemos que la señal del fin del mundo
[siglo] es la misma que el Señor dio a Joel, la misma que le fue dada a Isaías,
y la misma también que el Señor Jesucristo dio a sus discípulos, a fin de que
ellos supieran cuándo estaría a punto de ocurrir "el fin del mundo
[siglo]"; es decir, cuándo él regresaría para el juicio de los habitantes
del reino terrenal de Satanás. Veremos que esta es también la misma señal que
el Señor Jesucristo le dio a Juan en el libro del Apocalipsis, para anunciar el
día del Señor con el sexto sello. De forma que hay completo acuerdo
en las Escrituras en cuanto a qué será la señal y cuándo tendrá lugar. Esto es,
inmediatamente después de la tribulación de esos días (Mt 24:29a); y, antes
que venga el día grande y espantoso del Señor (Joel 2:31). Por tanto
el Señor Jesucristo entrelaza explícitamente la señal del fin del siglo, que
ocurre inmediatamente después de la tribulación (Mt 24:29a), con la señal
profetizada en el Antiguo Testamento que anuncia el día del Señor, el cual
tendrá lugar sólo cuando la Gran Tribulación del Anticristo “sea acortada”.
Entonces en el versículo siguiente el Señor Jesucristo explica que la segunda
señal - la del Hijo del Hombre que aparecerá… en el cielo (v. 30)- seguirá en
sucesión inmediata a la señal del fin del siglo. El pasaje continúa
explicando que después de que se manifiesten estas dos señales una tras otra,
entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre
viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria (Mt24:30b).
Basado en esto podemos sacar tres conclusiones: La
primera, el día del Señor estará precedido por dos sucesivas señales
imponentes, la señal del fin del siglo y la de la venida del Señor Jesucristo.
La segunda, ambas señales (y los eventos que ellas anuncian) sucederán después
de la tribulación o más bien, cuando la tribulación sea acortada (Mt 24:22). Y la tercera, estas dos señales aparecerán antes de la venida del Hijo
del Hombre en las nubes del cielo. Esta última conclusión es de mayor significación
teológica porque muestra claramente que el arrebatamiento no ocurrirá hasta
después de la tribulación, en el momento cuando la Gran Tribulación del
Anticristo sea acortada en algún instante durante la segunda mitad de la última
"semana" de Daniel.
Teniendo ya clara en nuestra mente la relación
entre estas dos señales cataclísmicas, consideraremos ahora más extensamente la
primera señal y examinaremos la segunda en el siguiente estudio.
LA SEÑAL DEL FIN DEL MUNDO
Es difícil imaginar el pasmoso efecto de esta
primera señal. La Biblia usa el lenguaje más dramático en numerosos
pasajes para describir esta señal que es, en efecto, un presagio de que el día
del Señor está cerca. El Señor le habló repetidas veces a su pueblo de una
señal que anunciaría aquel terrible día de venganza, un espectáculo en los
cielos que hará palidecer todo lo que los ojos humanos jamás hayan visto. Será
de tal magnitud y pavor que el ateo más acérrimo reconocerá su origen divino e
intentará huir aterrorizado.
Todos en la tierra en ese momento verán que se
estremecen los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas
retraerán su resplandor (Joel 2:10). Y daré prodigios en el cielo y
en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se
convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día
grande y espantoso del Señor (Joel 2:30,31). El tema principal del libro de
Joel –-ya se habrán dado cuenta-- es el día del Señor. Isaías también predice
que "el día del Señor viene, terrible, y de indignación y ardor de ira,
para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo
cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se
oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor" (Is 13:9,10).
Lo asombroso es que estos eventos cataclísmicos no
son meras metáforas sino que de verdad ocurrirán. No es de extrañar que sea
esta señal la que acorte la Gran Tribulación del Anticristo. En
esencia, la señal del fin del siglo extinguirá simultáneamente todas las luces
naturales del cielo, hundiendo a la tierra en la oscuridad total. Esta
oscuridad estará acompañada con tremendos terremotos en el mundo entero, de
manera que todo monte e isla serán removidos de su lugar (Ap 6:14).
Cuando ese evento desconcertante ocurra, la humanidad incrédula se llenará de
pánico y buscará desesperadamente ocultarse entre las rocas y las cuevas porque
todos sabrán entonces con escalofriante certeza que la ira de Dios, acerca de
la cual habían sido advertidos tan frecuente y compasivamente, está a punto de
derramarse (Ap 6:15-17). El Evangelio de Lucas también nos
lo retrata vívidamente: Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las
estrellas, y en la tierra angustia [entre las naciones], confundidas a causa
del bramido del mar y de las olas, desfalleciendo los hombres por el temor y la
expectación de las cosas que sobrevendrán [la ira del Señor que será derramada]
en la tierra (Lc 21:25,26).
Sin embargo, por contraste notable, los que
pertenezcamos al Reino de Dios, los vencedores, levantaremos nuestros los ojos
con gran gozo y expectación, sabiendo que cuando estas cosas empiecen a suceder
... nuestra redención está cerca (Lc 21:28).
AL ACERCARSE "AQUEL DÍA"
El mundo incrédulo habrá sido advertido por el
tercer ángel de su desastre ¡nminente si adora a la bestia o a su imagen. A
estos inconversos se les habrá dicho que beberá[n] del vino de la ira de Dios,
que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira (Ap 14:10). Y con todo,
esa advertencia será pasada por alto hasta que sea demasiado tarde, en parte
debido al engaño de iniquidad [de Satanás] para los que se pierden (2 Ts
2:10), y en parte a causa de que Dios les envía un poder engañoso, para que
crean en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron en
la verdad, sino que se complacieron en la injusticia (2 Ts
2:11,12). De hecho, por estas razones la mayoría de la gente no
tendrá a Dios en cuenta para nada. Como el Señor lo describió en el Discurso
del Monte de los Olivos, así será: Mas como en los días de Noé, así será la
venida del Hijo del Hombre. Porque así como en aquellos días antes del diluvio
estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día que
Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó
a todos; así será también la venida del Hijo del Hombre (Mt 24:37-39). De
igual modo, Pablo nos informa que el día del Señor vendrá así como un ladrón en
la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción
repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán (1 Ts
5:2b,3).
Pero los creyentes que pasemos por la Gran
Tribulación, anhelando el regreso del Señor Jesucristo y esperando las señales,
debemos recordar que no conocemos el tiempo exacto del día del Señor, ni
siquiera lo saben los santos más piadosos y perspicaces. Incluso no lo sabía el
Señor Jesús durante el tiempo de su encarnación en la tierra, y es desconocido
hasta para los ángeles del cielo. Pero del día y la hora nadie
sabe", dijo Jesús, "ni aún los ángeles del cielo, sino sólo mi Padre
(Mt 24:36). El Señor Jesucristo explicó a los discípulos que
vendrían días [durante la Gran Tribulación del Anticristo] cuando desearéis ver
uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis. Y os dirán:
Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis. Porque como el relámpago que
al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro extremo, así
también será el Hijo del Hombre en su día (Lc 17:22-24).
Mediante una parábola, el Señor les dijo después a
sus discípulos que durante el tiempo de la gran persecución debían orar en todo
tiempo, y no desfallecer (Lc 18:1). Porque si el juez injusto de la parábola
al final prestó atención a los clamores de la viuda que buscaba emprender
acciones judiciales contra su adversario, ¿no hará Dios justicia a sus
escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en
responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero
cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lc 18:7,8). En
otras palabras, el regreso de el Señor Jesucristo no puede ser inminente hasta
que no existan dos condiciones. La primera, es la Gran Tribulación del
Anticristo. La segunda, es el comienzo de una segunda campaña
militar contra la nación de Israel iniciada por las naciones gentiles de
alrededor.
LA CAMPAÑA DE JOSAFAT
El mayor evento que los creyentes verán justo antes
de la aparición de la señal del fin de siglo será lo que a falta de un mejor
nombre hemos denominado la "Campaña de Josafat". Esta campaña se
refiere a la reunión de las naciones en el valle de Josafat en preparación para
un segundo ataque militar contra Jerusalén, siendo la primera la Campaña de
Jerusalén que tuvo lugar cuando el Anticristo se manifestó y ocupó el trono en
el templo, demandando la adoración del mundo [3]. Como se profetizó
en el libro de Joel, Dios reunirá de nuevo a las naciones circunvecinas de
Israel en el valle de Josafat justo antes de que el día del Señor
empiece. Así lo declaró el Señor por medio del profeta Joel:
"Porque he aquí que en aquellos días, y en
aquel tiempo en que haré volver la cautividad de Judá y Jerusalén, reuniré a
todas las naciones, y las haré bajar al valle de Josafat, y allí entraré en
juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel mi heredad, a
quien ellas esparcieron entre las naciones, y repartieron mi tierra" (Joel
3:1,2; cf. Zac 14:2).
Unos pocos versículos después Joel continúa:
"Proclamad esto entre las naciones, proclamad
guerra, despertad a los valientes, acérquense, vengan todos los hombres de
guerra… Despiértense las naciones, y suban al valle de Josafat; porque allí me
sentaré a juzgar a todas las naciones de alrededor. Echad la hoz, que la mies
está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno; rebosan las
cubas; porque mucha es la maldad de ellos. Muchos pueblos en el valle de la
decisión; porque cercano está el día del Señor en el valle de la
decisión. El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán
su resplandor. El Señor rugirá desde Sión y dará su voz desde Jerusalén, y
temblarán los cielos y la tierra; pero el Señor será la esperanza de su pueblo,
y la fortaleza de los hijos de Israel" (Joel 3:9,12-16).
Como se ve en estos versículos, la Campaña de
Josafat empezará cuando "esté cerca el día del Señor" (v. 14), y esto
es lo que distingue a esta batalla de las otras dos campañas militares que
tendrán lugar en diferentes ocasiones durante los últimos tiempos. La primera
de ellas, es la Campaña de Jerusalén que ocurrirá en el punto medio de la
Semana cuando el Anticristo mueva sus tropas contra Jerusalén, establezca su
trono en el templo, y demande la adoración de todo el mundo.
La segunda es la Campaña de Josafat misma, un
precursor del día del Señor y del regreso de el Señor Jesucristo. Esta campaña
involucrará a las naciones gentiles que rodean a la nación de Israel (Zac12:6;
Joel 3:11,12).
Como fue profetizado por Joel, Dios juntará a estas
naciones en el Valle de Josafat justo antes del día del Señor. Esta campaña
tendrá lugar en algún momento durante la segunda mitad de la Semana
Septuagésima, poco antes de que la Gran Tribulación del Anticristo sea acortada
por la ira del día del Señor. La tercera campaña será la Campaña de Armagedón
que ocurrirá después de que se complete la Semana Septuagésima, al final del
día del Señor. Esto involucrará primariamente los ejércitos impíos del Octavo
Imperio Bestial y su batalla contra las fuerzas justas de el Señor Jesucristo.
Estas tres campañas militares sucederán en tres
oportunidades diferentes en los últimos tiempos, y deben distinguirse y
comprenderse cuidadosamente para que se evite seria confusión. En consecuencia,
por motivo de claridad, a estas tres campañas le han sido dados nombres
diferentes basados en sus descripciones bíblicas.
La mayoría de los eruditos consideran el valle de
Josafat como el lugar conocido en los evangelios como el valle de Cedrón, que
confina la ciudad de Jerusalén por el lado este. Josafat significa "Yahveh
(o Jehová) juzga" y es por lo tanto una designación especialmente
apropiada. Sin embargo, en los tiempos antiguotestamentarios ningún valle se
llamaba Josafat, de manera que Joel pudiera haberse referido al valle de Beraca
ubicado a unos diez kilómetros al suroeste de Belén donde el rey Josafat de
Judá luchó con éxito contra las fuerzas de Amón, Moab y el monte de Seir (2
Cr 20:20-26). Cualquiera que sea la ubicación exacta, el Señor
se opondrá ferozmente a las arrogantes e impías naciones que él mismo juntará
allí.
Como Zacarías revela: Aquel día, dice el Señor,
heriré con pánico a todo caballo, y con locura al jinete; más sobre la casa de
Judá abriré mis ojos, y a todo caballo de los pueblos heriré con ceguera... En
aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre leña, y
como antorcha ardiendo entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra a
todos los pueblos alrededor; y Jerusalén será otra vez habitada en su lugar, en
Jerusalén (Zac 12:4,6).
Para nuestro propósito, en este momento lo más
importante es recordar que la Campaña de Josafat empezará poco antes del día
del Señor, y esa será una indicación más de que este pavoroso día está a punto
de llegar. Este es el último evento profético dado en las Escrituras
que debe ocurrir antes del regreso del Señor Jesucristo en el día del
Señor. Y por esa razón la señal del fin del siglo, la cual será
seguida por la señal de la venida de el Señor Jesucristo, no puede suceder
hasta que haya sido iniciada la Campaña de Josafat contra Jerusalén. Sólo
entonces será "inminente" el regreso de el Señor
Jesucristo.
EL SEXTO SELLO
El libro del Apocalipsis nos da un resumen perfecto
de la señal del fin del siglo -esto es, la que "acortará" la Gran
Tribulación del Anticristo y que precederá inmediatamente al día del Señor, el
fin del siglo. Dicha señal se ajustará perfectamente con "la señal de la
venida de el Señor Jesucristo". Inmediatamente antes de que el
Señor arrebate a sus santos para que estemos con él, el mundo incrédulo vivirá
en paz y seguridad bajo la protección del Anticristo. Repentinamente
y sin aviso, una asombrosa señal aparecerá en los cielos, anunciando el día de
la ira de Dios y causando terror en el corazón de toda persona excepto en el de
los elegidos de Dios. En ese momento ningún ser humano, no importa
cuán impío o escéptico sea, errará en darse cuenta de que el Dios Todopoderoso
está a punto de tomar el control completo de su creación y derramar el juicio
final contra el mal. Esta será la señal del fin del siglo, descrita vívidamente
en el Apocalipsis cuando se abre el sexto sello:
"Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí
hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna
toda se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la
tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte
viento. Y el cielo desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y
toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra, y los
grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre,
se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los
montes y a las peñas: Caed sobre nosotros y escondednos del rostro de aquel que
está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su
ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?" (Ap 6:12-17).
Los inicuos de la tierra reconocerán inmediatamente
el terrible significado de las señales celestiales, porque habrán sido
advertidos por el tercer ángel en la mitad de la Semana Septuagésima. Por esto,
Juan explica más tarde: Y el tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si
alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su
mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en
el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos
ángeles y en presencia del Cordero (Ap 14:9,10).
Es acerca de esa "hora de su juicio",
pregonada a todo el mundo por el primer ángel (Ap 14:7), de la cual
Isaías profetizó hace mucho tiempo: "Aquel día arrojará el hombre a los topos
y murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que se hizo para
adorarlos; y se meterán en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las
peñas, por la presencia formidable del Señor, y por el esplendor de
su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra" (Is 2:20,21).
Habrá gran espanto para los inicuos de la tierra,
quienes habrán sido avisados repetidas veces de las consecuencias de adorar a
la imagen y de recibir la marca del Anticristo. Como dijo el Señor
Jesús: Desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas
que sobrevendrán en la tierra (Lc 21:26).
Mas para el vencedor, el creyente genuino que haya
sobrevivido el feroz ataque del Anticristo y que haya vigilado cuidadosamente
por la aparición de las señales del retorno del Señor Jesucristo habrá
esperanza bienaventurada, gran expectación y una reacción completamente
diferente. Cuando estas cosas empiecen a suceder, dijo Jesús,
erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca (Lc 21:28). Y así como el fin del siglo será anunciado por esta primera señal
cataclísmica en los cielos, así una señal aun más pasmosa seguirá
inmediatamente a la venida del Señor Jesucristo para consumar la redención de
los escogidos. Esta señal es la que consideraremos a continuación.
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NOTAS
[1] El Señor dice en su Discurso del Monte de los
Olivos: “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por
causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mt 24:22). El
contexto de este pasaje es la persecución de los escogidos de Dios por parte
del Anticristo durante un período al cual el Señor acaba de referirse como La
Gran Tribulación (v.21). La Palabra es inequívoca en afirmar que Satanás,
mediante el Anticristo, dispondrá de cuarenta y dos meses para actuar con casi
total libertad y autoridad contra los santos (Dnl 9:27; 12:6,7; Ap 11:2; 12: 6,14; 13:4,5). Por lo tanto no es este período de 42 meses el que
será acortado, sino que es la persecución o tribulación de los escogidos de
Dios a manos del Anticristo, la cual ocurre dentro del mismo período, la que
será acortada. La palabra griega traducida “acortados” (Mt 24:22) es ekolobothesan, de la palabra radical koloboo, la cual se usa en griego como
un término médico para describir la amputación de una pierna u otra parte del
cuerpo. De uso corriente, significa abreviar o acortar (Ver acortar, Dic.
Expositivo de palabras del NT, Vine, pág. 16., 1999 Edit. Caribe) Por lo tanto,
el tiempo originalmente permitido a Satanás para perseguir de manera directa a
los santos será amputado por la señal del día del Señor, la cual será vista por
todo el mundo en el sol, la luna y las estrellas, tal como lo predijo Isaías
(Is13:10; 24:23), Joel (Jl 2:10, 31; 3:15), y el mismo Señor Jesucristo (Mt 24.29). ¿No esto, también, lo que el apóstol Pablo dice a su manera
a los tesalonicenses en el siguiente pasaje?: "Porque es justo delante de
Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois
atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús
desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar
retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro
Señor Jesucristo”…(2 Ts 1:6-8).