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DECLARACIÓN DE FE—LO QUE CREEMOS

Fundamentos de Nuestra Fe

[Publicado por primera vez en este blog el viernes, 1 de julio de 2011.]

Se ha dicho que lo más importante es lo que creemos acerca de Dios. Eso no es una exageración. Las creencias son la base de todo lo que hacemos. Esas creencias pueden no estar bien analizadas, ser ilógicas o estar ciegamente atadas a nuestros deseos. Pero constantemente estimulan y dan forma a todo lo que hacemos. Es por eso que debemos dar la más alta prioridad a lo que creemos y por qué. Nada puede moldear el carácter humano más que las mentes y los corazones decididos a pensar lo correcto acerca de nosotros mismos, de nuestro Dios, de nuestras vidas y de nuestras relaciones.

¿Nos separa la doctrina?

El argumento contra la doctrina es cada vez más fuerte. Un mayor número de personas está llegando a la conclusión de que la doctrina nos divide como cristianos, destruye la unidad y separa a miembros de una familia. Además hace difícil para los seguidores de Cristo dejar a un lado las diferencias y unirse en propósitos comunes como la evangelización, el discipulado y la preocupación por asuntos sociales. La doctrina es lo que distingue y divide a los seguidores de Cristo en denominaciones y subgrupos.

Por esa razón, muchos están diciendo que mientras la doctrina divide, el amor une. La implicación es que puesto que Cristo dijo que el amor sería la marca distintiva de su pueblo, no podemos darnos el lujo de permitir que la doctrina se interponga entre nosotros. Como dijo el apóstol Pablo, si no tenemos amor, somos como «címbalo que retiñe». Sin amor no somos nada y lo que hacemos no nos aprovecha (1 Co. 13:1-3). Sin embargo, no podemos olvidar que la doctrina también une. La aceptación de la doctrina de Cristo es lo que permite a los verdaderos creyentes en Cristo encontrar una «familia» en cualquier lugar del mundo. La aceptación de la doctrina de la gracia de Dios permite a hombres y a mujeres de todos los grupos étnicos y diferencias culturales reconocerse como hermanos y hermanas que son salvos por la gracia mediante la fe solamente, la fe en Cristo solamente. Por las mismas razones, el amor divide. Una vez conocemos la verdad acerca de quién es Cristo y de lo que ha hecho por nosotros sería egoísta que actuásemos como si todos “fuésemos uno”, independientemente de lo que creamos acerca de la doctrina de la gracia de Dios. No sería inteligente sacrificar la verdad por un falso sentido de unidad sólo para poder permanecer unidos en el consenso social o político.

Fue el amor junto con la verdad lo que hizo que el apóstol Pablo escribiese: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gá. 1:6-8).

Pablo sabía que el perdón de pecados, la vida eterna y la adopción en la familia de Dios vienen sólo por gracia mediante la fe en Cristo. Cualquier otra doctrina que añada mérito humano a lo que Cristo hizo por nosotros podría hacer la diferencia entre la vida eterna y la muerte. El evangelio de Cristo dice claramente que no se puede mezclar la fe con las obras cuando se confía en Dios para el perdón y la salvación, ni cuando confiamos en Él para que nos capacite para vivir como hijos suyos. La doctrina se puede definir como «los principios que creemos y enseñamos». Por definición, no podemos tener a Cristo sin abrazar una doctrina de Cristo. Necesitamos la doctrina para contestar preguntas como: ¿Quién es Dios? ¿Cómo es? ¿Responde a otros nombres como Mahoma y Buda? ¿Le importa lo que creemos acerca de Él? ¿Mandaría Él a alguien al infierno por creer algo diferente? Una vez que le conocemos, ¿cómo hemos de vivir?

Es por eso que Pablo, que era conocido por su amor, también escribió:

“Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Ti. 4:2-4).

Nuestra generación enfrenta el peligro sobre el cual escribió Pablo. El espíritu de este tiempo nos exhorta a aceptar a Cristo sin someternos al señorío de las doctrinas de Cristo. El resultado es una creciente falta de crecimiento que nos hace vulnerables a las “doctrinas de demonios” (1 Ti. 4:1). Por estas razones, necesitamos fundamentos de doctrina basados, no en la tradición, sino en las Escrituras.

DIEZ DOCTRINAS Y SU IMPORTANCIA

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1. LA DOCTRINA DE DIOS
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Dios es Jehová, el único (Dt. 6:4), máximo (Sal. 97:9; Is. 40:12-31) y eterno Ser (Sal. 90:2), que creó (Gn. 1:1) las leyes (Sal. 115:), y sostiene todo lo que existe (Job 38; Hch. 17:24-28).

Incontables sustitutos religiosos desvían la atención hacia sí mismos. Pero sólo existe un Creador y Salvador. Puesto que solo Él da vida, merece nuestra gratitud. Puesto que todo latido del corazón y circunstancia está bajo su control, sólo Él merece la confianza que normalmente colocamos en nosotros mismos, nuestra familia, o nuestras finanzas. Puesto que es eterno, nadie vivirá más que Él. Puesto que es el Señor de señores, es el único en el universo a quien debemos rendir cuentas.

¿Cómo sabemos que hay un Dios?

Las maravillas de la naturaleza testifican de su existencia como Creador (Sal. 19:1-4). La voz interior de nuestra conciencia testifica de su existencia como Dador de la ley y Juez (Ro. 1:18-32; 2:12-16).Y el amor de Cristo revela su existencia como Salvador y Amigo (Jn. 1:1-18; 15:15). Puesto que Dios se ha hecho a Sí mismo autoevidente, nuestro problema no es tanto probar su existencia sino dejar de ignorarla (Jn. 3:17-21).

¿Cómo podemos definir o describir a Dios?

Dios es el único (Is. 44:6), inmutable (Stg. 1:17), invisible (Col. 1:15), infinito ( 1 R. 8:27), y perfecto (Mt. 5:48) Ser Espíritu (Jn. 4:24). Es santo (1 P.1:15,16), amante (Jn.3:33). Ha vivido por toda la eternidad como un Dios en tres distintas personas (Mt.28:19), y en el transcurso del tiempo nos visitó como Dios hecho carne (Jn.1:1-14). Existe, ya sea que lo entendamos o no. Se le puede describir verdadera y aecuadeamente, pero nunca completamente. Es inifinitamente más, y nunca menos, de lo que lo hemos conocido.

¿De dónde sacamos la idea de que Dios es uno en tres personas?

La Biblia hace hincapié en la unidad de Dios (Dt.6:4 ; Gá.3:20; 1 Ti.2:5; Stg. 2:19), pero también lo describe como tres distintas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, los cuales son todos Dios completa e igualmente (Mt. 28:19; Hch. 5:3,4; 2 Co.13:14; He.1:8; 1P.1:2).

¿Qué queremos decir con que Dios es infinito?

Dios es infinito en cuanto que es ilimitado (Lc.1:37). No está restringido por el tiempo, el espacio ni las circunstancias. Siempre ha sido eterno (Sal. 90:2; Ap. 22:13), todopoderoso (Mt. 19:26), omnisciente (Job 37:16) y omnipresente (Sal. 139:7-12; Mt.28:20). No obstante, siempre permanece distinto de su creación (Is.4:18-26). Es limitado solamente en el sentido de que no puede hacer nada incoherente con su propia bondad (Tit.1:2; Stg. 1:13). Esto quiere decir que es sumamente diferente de los dioses de los místicos orientales o de los materialistas occidentales. Sus dioses son, o tan pequeños y contradictorios, o tan seculares e inclusivos que no pueden distinguirse de las vacas, los ratones, los escorpiones, las estatuas o el pensamiento humano.

¿Cuál es el consuelo de creer que este Dios triuno es el Creador y Sostenedor de todo?

Esta seguridad nos capacita para ser paciente en los problemas (Ro.5:3,4; Stg. 1:2- 4), agradecidos en la prosperidad (Fil. 4:10-13), y gozosos aún frente a la muerte (Ro. 8:28-39; 2 Co.4:7-5:9). Dios es a la larga, todo lo que necesitamos. Aunque nuestra tendencia es buscar satisfacción y significación en personas y metas menores, sólo Dios nos ofrece una esperanza y una vida duraderas.

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2. LA DOCTRINA DE CRISTO
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El Señor Jesucristo es el Dios-hombre que apareció en nuestro planeta para revelar a Dios (Jn. 1:1-14), para mostrarnos cómo vivir (1 Jn. 2:6), y rescatarnos de la culpa (Ro. 6:1-14). Es el Salvador (Hch. 4:12), la vida (Jn. 14:6), y el Señor (Ro. 10:9,13) de todos los que depositan su confianza en Él. Por ser quien es y por lo que ha hecho por nosotros, el Señor Jesús merece nuestro agradecimiento, nuestro más profundo afecto, nuestra total obediencia y nuestra lealtad incondicional.

El Nuevo Testamento afirma que el Señor Jesús es genuinamente humano

El Señor Jesús nació de una mujer (Gá. 4:4). Se desarrolló mental y físicamente como se desarrollan todos los niños (Lc. 2:40, 52). Se cansaba (4:6-8), le daba hambre (Mt. 4:2) y sed (Jn. 11:35). Dormía (Mt. 8:24), lloraba (Jn.). Fue probado (Mt. 4:1-11; He. 2:18; 4:15). Sintió ira y dolor (Mr. 3:5), compasión (Mt. 9:36), y agonía (Lc. 22:44). Puesto que soportó, no solo lo que nosotros soportamos sino mucho más, comprende y siente por lo que nosotros sentimos. Puesto que vivió como un hombre real nos mostró cómo depender del Espíritu Santo para toda necesidad y cómo podemos depender de Dios.

La Biblia enseña que el Señor Jesús era no sólo hombre sino también Dios

La Biblia muestra que el Señor Jesús es Dios (Jn. 1:1; Ro. 9:5; 1 Ti. 3:16; Tit. 2:13; He. 1:8). Posee atributos que sólo Dios puede tener: eternidad (Jn. 8:58), omnipresencia (Mt. 18:20), omnisciencia (Jn. 16:30), omnipotencia (Ap. 1:8), e inmutabilidad (He. 1:12). Hace lo que solo Dios puede hacer: perdona el pecado (Mr. 2:1-12), da vida (Jn. 5:21), resucita muertos (Jn. 6:39, 40,54; 11:38-44), y ejecuta juicio (Jn. 5:22,27). Recibió nombres y títulos que pertenecen a la Deidad: Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mt. 1-23); Rey de Reyes y Señor de señores (Ap. 19:16); e Hijo de Dios (Mt. 26:63-65). Él mismo afirmó ser Dios (Jn. 10:30; cp.v.33).

¿Por qué sufrió el Señor Jesús la muerte de un criminal en la cruz?

Puesto que la crucifixión era señal de máxima humillación, el Dios triuno decretó que Jesucristo muriese así para representar que cargó con la ira de Dios contra el pecado de toda la raza humana (1 Jn. 2:2). Por medio de esta humillante muerte, infinita en valor debido a la deidad de Cristo, nuestro Señor proveyó un sacrificio expiatorio (Is. 53:4,5; He. 9:26), satisfizo la justicia de Dios (Ro. 3:25), y compró nuestro perdón (Col. 1:14). ¿Cómo podemos pagarle? ¡No podemos! Estamos endeudados con Él eternamente. Lo único que podemos hacer es mostrarle amor y gratitud ofreciéndonos nosotros y nuestro servicio como sacrificio vivo (Ro. 12:1,2).

¿Cuán importante es la resurrección de Cristo?

Mediante la resurrección de nuestro Señor, Dios confirmó a Jesús su Hijo (Ro. 1:4), mostró su satisfacción con el sacrificio de Cristo a nuestro favor (Ro. 4:25), afirmó el poder de Cristo de dar vida a los que confían en Él (Ro. 8:11), y nos aseguró a los que creemos en Él que un día, nosotros también recibiremos cuerpos resucitados (1 Co. 15:20,21).

¿Dónde está Jesús ahora y que está haciendo?

Jesucristo ascendió a los cielos 40 días después de su resurrección donde ocupa un lugar de honor (Hch. 1:9; 2:33). Permanecerá allí hasta que regrese a “arrebatar” a la iglesia (1 Ts. 4:13-18) y para juzgar al mundo (Mt. 25:31-46) y gobernar por 1.000 años (Ap. 19:11-20:6). Mientras tanto está preparándonos lugar (Jn. 14:3), intercediendo por nosotros como nuestro Abogado (Ro. 8:34; 1 Jn. 2:1), respondiendo solidariamente a nuestras necesidades (He. 4:14-16), desempeñando el papel de Cabeza de la iglesia (Ef. 5:23; Col. 1:18). Mientras que una persona puede decir a otra: “¿Qué has hecho por mí últimamente?”, dicha pregunta reflejaría una estúpida ignorancia o ingratitud si se le expresa a Cristo. Él obra a favor nuestro constante y eficazmente como nuestro Intercesor, Substituto y Pastor de nuestras almas.

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3. EL ESPÍRITU SANTO
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¿Quién es el Espíritu Santo?

El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad, verdaderamente Dios y por lo tanto co-igual con el Padre y el Hijo (Mt. 28:19; Hch. 5:3,4; 2 Co. 13:14). Puesto que es un espíritu, no tiene que ser visto ni sentido para estar cerca de nosotros. Puesto que es santo, debemos acercarnos a Él «en tierra santa». Por eso, las personas que no se han apartado del pecado carecen de la conciencia de Su presencia.

¿Cuáles eran sus papeles como miembro de la Deidad en el Antiguo Testamento?

El Espíritu Santo con el Padre y el Hijo en la creación (Gn. 1:2), equipaba a las personas para el servicio para Dios (Éx. 31:1-5; Nm. 11:16, 17), renovó la naturaleza (Sal. 104:30), venia sobre los reyes de Israel (1 S. 16:13), inspiró a los profetas y hombres de Israel a escribir las Escrituras (1 P. 1:10-12; 2 P 1:21), y obró en los corazones de las personas para llevarlos a creer en Dios y hacer su voluntad (Hch. 7:51). Esto demuestra lo dispuesto que está Dios a dar fortaleza sobrenatural a aquellos que desean servirle. Los que quieren hacer la voluntad de Dios no tienen que hacerla en su propia fuerza.

¿Cuál es la relación del Espíritu Santo con la iglesia, el cuerpo de Cristo?

El Espíritu Santo dio a luz a la iglesia (Hch. 2:1-47), bautiza a los creyentes en la iglesia (I Co. 12:13), mora en la iglesia (I Co. 3:16), unifica a la iglesia (Ef. 2:22; 4:3-4), da dones a la iglesia (I Co. 12:4-11), proporciona líderes para la iglesia (Hch. 13:2), y usa la iglesia para refrenar e impedir el mal en el mundo (2 Ts. 2:7). Puesto que el Espíritu Santo ora en el pueblo de Dios tanto individual como colectivamente, no debe pensarse que la iglesia es simplemente una institución humana. No debería darse por sentada. No debería desecharse informalmente ni ignorarse. En muchas maneras, lo que le hacemos a la iglesia se lo hacemos a Dios (Hch. 5 1.-11).

¿Qué hace el Espíritu Santo por aquellos que no han hecho las paces con Dios?

Lleva la atención hacia Cristo (Jn. 16:13,14), da poder a los mensajeros (1 Ts. 1: 5), da convicción a los pecadores (Jn. 16:8 - 11), y produce el nuevo nacimiento (Jn. 3:5; Tit. 3:5). Por estas razones, no hay nadie que sea demasiado malo ni que este demasiado endurecido para convertirse a Cristo. No hay nadie que sea tan malo como para que no se pueda llegar a él ni que pueda ser salvo. El propósito de Dios nunca ha sido salvar a las personas buenas o librar sólo a aquellos que fueron dotados naturalmente con cualidades que los hicieran candidatos deseables para el reino de los cielos. Dios envió a su Espíritu al mundo para que viniera al rescate de toda clase de personas, incluso los peores y más detestables.

¿Qué hace el Espíritu Santo en las vidas de los creyentes?

Mora permanentemente en los creyentes para distinguirlos como posesión de Dios (Ro. 8: 9; 1 Co. 6:19). Nos sella para garantizar nuestra salvación (2 Co. 1:21, 22; Ef. 1:13, 14; 4:30). Nos llena cuando nos rendimos a Él dándonos poder para la vida y el ministerio (Hch. 6:3; 13:9-12; Ef. 5:18-21). Forja en nosotros el carácter cristiano (Gá 5:22,23). Nos enseña (1 Co. 2:10). Intercede por nosotros cuando no podemos orar (Ro. 8:26, 27). Nos capacita para discernir la enseñanza falsa respecto a Cristo (1 Jn. 2:20-27). Nos asegura que somos hijos de Dios (Ro. 8:16). Nos equipa para servirnos mutuamente (Ro. 12:3-8; Co 12:1-31). Nos guía (Ro. 8:14). Nos inclinamos a asumir que lo que vemos en el espejo es lo que cuenta. Pero lo que realmente cuenta es lo que el Espíritu Santo puede hacer en un corazón que se le entrega sin reservas.

¿De qué maneras podemos perjudicarnos pecando contra el Espíritu Santo?

Se nos advierte que no pequemos contra el Espíritu Santo contristándolo con nuestra desobediencia (Ef. 4:30), mintiéndole (Hch. 5:3), apagándolo con una actitud negativa (1 Ts. 5:19), resistiéndolo (Hch. 7:51), ni haciéndole afrenta (He. 10:29). Por esta razón, deberíamos estar muchísimo más preocupados por mantener una buena relación con el Espíritu que por mantener una buena relación con nuestro cónyuge, hijos, padres, jefe o amigos.
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4. LA BIBLIA
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¿Qué distingue a la Biblia de los demás libros?

La Biblia completa fue escrita por hombres que fueron inspirados por Dios (2 Ti. 3:16; 2 P. 1:21). Y puesto que es inspirada (literalmente, «exhalada») por Dios, los documentos originales no tienen error de ningún tipo (Jn. 17:17). Es autorizada en todos los asuntos de fe y practica (2 Ti. 3:16, 17). Este libro es como ningún otro en el mundo. Es un registro de la vida y la obra de la Persona más grande del universo. Detrás de las páginas, argumentos, acontecimientos y personas de Su libro, Él espera conocer personalmente a todo el que lo busque con honestidad. Aunque el mundo natural revela el poder, la majestad y la sabiduría de Dios, la Biblia revela su plan de salvación personal y eterna. Es el Autor de este libro y lo que ofrece a sus lectores los que hacen a la Biblia tan eterna e importante.

¿Cómo sabemos que la Biblia que tenemos en las manos representa con precisión los documentos originales que datan de más de 3.500 años?

La increíble similitud de miles de manuscritos bien preservados ofrece una fuerte evidencia de que reflejan con precisión los originales. Podemos tener la confianza de que si Dios inspiró un libro para revelarse a Sí mismo, Él mismo supervisaría la preservación de ese libro.

¿Qué evidencia podemos ofrecer para apoyar la afirmación de que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios?

Cristo expresó repetidamente su confianza en la Escrituras judías: los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento (Mt. 5:17, 18; Lc. 24:27, 44). En el siglo IV, los padres de la iglesia declararon que estos treinta y nueve libros más los veintisiete del Nuevo Testamento estaban divinamente inspirados y que eran autorizados y completos. Aunque la doctrina de que las Escrituras son la Palabra de Dios inspirada e inerrante es un asunto de fe, es una fe razonable. La unidad del mensaje de estos libros escritos aproximadamente en un periodo de 1.600 años es asombrosa. Su precisión en los detalles históricos, cabalidad de sus argumentos, sus sorprendentes profecías cumplidas, su beneficioso impacto en la sociedad y su poder transformador en las vidas de aquellos que la leen creyendo en ella son testimonios tan poderosos que es en realidad ilógico no creer que las Escrituras son inspiradas. La mejor razón para creer en la Biblia es que Cristo, el Dios-hombre perfecto, creyó en ella (Mt. 12:39-42; 19:4,5; Lc. 17:26-29). La razón más personal para creer la encuentra cada persona en la sabiduría, exactitud y fortaleza que viene de seguir lo que dice la Biblia.

¿Cómo podemos comprender la Biblia?

Solicitando la ayuda al divino Autor, buscando determinar lo que quisieron decir sus autores humanos, interpretándola literalmente y en su contexto como cualquier otro libro, y sometiéndonos humildemente a su mensaje.

¿Qué debemos hacer cuando nos encontramos un pasaje bíblico que no podemos entender o versículos que parecen contradecirse?

Si después de estudiar seriamente no podemos encontrar la respuesta o la solución, deberíamos pasar a otros pasajes en la seguridad de que el problema está en nosotros, y de que algún día, ya sea en la tierra o en el cielo, nuestra dificultad será eliminada.
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5. LA SALVACIÓN
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¿Qué es la salvación?

La salvación es la liberación de la pena, contaminación y poder del pecado (Ro. 6:14,23; Tit. 3:4-6). Es eternamente más importante que ser salvo del fuego, de aguas profundas, de enfermedad o de la soledad. Aunque la mayoría de las personas luchan para salvarse de la vergüenza social, de mala salud, de la pobreza o del desaliento personal, el asunto del bienestar eterno por lo general se pasa por alto o se minimiza.

¿Qué es el pecado?

El pecado es todo pensamiento, palabra u obra que viola o no se conforma completamente con las leyes santas de Dios (Ro. 3:23; 1 Jn. 3:4). En resumen, Jesús y sus apóstoles enseñaron que el pecado es cualquier cosa que no refleje un amor abnegado a Dios y a los demás.

¿Qué ha hecho Dios para proveer salvación?

Se hizo miembro de la raza humana en la persona de Jesucristo (Jn. 1:1,14), vivió sin pecado como sustituto nuestro para cumplir con las exigencias de justicia de Dios (2 Co. 5:21), sufrió y murió en la cruz para llevar la pena por nuestros pecados (Mt. 20:28; Ro. 4:23-25; 1 Co. 15:3,4), y resucitó de la tumba para romper el poder de la muerte y derrotar a Satanás (Hch. 2:24; He 2:14,15). En otras palabras, aceptó la plena responsabilidad de pagar el precio por las consecuencias de nuestro pecado. Aunque Cristo en realidad ocupó nuestro lugar, su sufrimiento fue compartido por el Padre y el Espíritu. Ellos ciertamente sintieron el dolor de ver a uno tan amado experimentar tan horrible humillación y agonía.

¿Por quien murió Cristo?

Cristo murió por todos, incluso por aquellos que no van a creer en Él (Jn. 3:16; 1 Ti. 2:4-6; He. 2:9; 2 P. 2:1; Jn. 2:2). Murió por aquellos que son pecadores por naturaleza (Sal. 51:5), desobedientes por elección (Ro. 3:23; Col. 2:21; Tit. 3:3), espiritualmente muertos (Ef. 2:1,5), incapaces de agradar a Dios (Ro. 8:8), y que están bajo la ira y la condenación (Jn. 3:36; Ro. 1:18; 3:19). Cristo murió por personas que no tienen nada que ofrecerle sino quebrantamiento y necesidad. Murió por personas que no han logrado el propósito original de conocerlo (Jn. 17:3), glorificarlo (1 Co. 10:31), y disfrutar de Él para siempre (Ap. 7:15-17; 21:1-4).

¿Quiénes serán salvos?

La salvación se ofrece legítimamente a todo el mundo y se otorga gratuitamente a todos los que creen en Jesucristo (Mt. 11:28; Jn. 1:12; 3:15, 16,36; 6:40,47; 11:25, 26; 20:31; Hch. 16:31; Ro. 10:9). Nuestra parte es aceptar con gratitud su amor inmerecido. Todos los que sinceramente deseen ser salvos, se arrepientan de sus pecados y acepten la invitación a creer en Cristo como su Señor y Salvador personal, nunca serán rechazados (Jn. 6:37).

¿Ha elegido (o predestinado) Dios a algunos para la salvación y a otros para la perdición?

La elección divina es condicional: Se basa en el conocimiento anticipado de Dios (presciencia) de aquellos que responderán positivamente a la gracia de Dios y recibirán a Cristo por medio de la fe (Ro. 8:29). Dios quiere que todos se salven (1 Ti. 2:3,4) y no ha predestinado a nadie a la perdición. Segunda de Pedro 3:9 nos dice que el Señor "es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento". La perdición la experimentan todos aquellos que rechazan la oferta de Dios haciendo uso de su libre albedrío, no porque Dios los eligiera para ello. Romanos 9 no enseña que algunos sean elegidos para la salvación y otros para la perdición, sino que Dios tiene un plan predeterminado tanto para judíos como para gentiles. Dios quiere que todos se salven, pero sólo aquellos que acepten al Señor Jesucristo como su Salvador y perseveren en la fe hasta el fin (Mt. 24:13), son los elegidos.

Es el plan de la salvación, por lo tanto, el que Dios ha predestinado, no a las personas. Todo aquél que se conforme a dicho plan será elegido para pasar la eternidad con el Señor y los otros elegidos. Cada uno decide su destino eterno con Dios o lejos de Él por medio de la fe en Cristo Jesús.

Para un estudio detallado sobre el tema de la salvación y elección condicional, véase aquí.

(Gn. 1: 26-28; 12: 1-3; Éx. 19: 6; Jer. 31: 31-33; Mt. 24:31; 25:34; Jn. 6:70; 15:16; Ro. 8: 29-30, 33; 9: 6-8; 11: 7; 1 Co. 1: 1-2; Ef. 1: 4-6; 2: 11-22; 3: 1-11; 4: 4-13; 1 Ti. 2: 3-4; 1 Pedro 1: 1-2; 1 P. 2: 9; 2 P. 3: 9; Ap. 7: 9-10).

¿Cómo recibimos la salvación?

Por fe solamente. Ni un compromiso ferviente con las buenas obras (Ef. 2:8-10; Ro. 4:1-12), ni una cuidadosa observación de los rituales religiosos (Gá. 3:1-9) tiene parte en obtener la salvación. La salvación no se halla en nuestros esfuerzos para con Dios, sino en confiar en los esfuerzos de Dios para con nosotros. A pesar de lo importante que es asistir a la iglesia, un registro de 50 años de asistencia perfecta no nos ayudará a calificar de ninguna forma para el cielo. Dios no requiere nuestro dinero, asistencia, oraciones ni nuestras canciones. Todo lo que requiere es que coloquemos nuestra confianza en Cristo. Sobre esa base ofrece salvación. Todo lo demás viene por añadidura.

¿Cuál es el arrepentimiento al que llama Juan el Bautista, Jesús, Pablo y Pedro? (Mt. 3:1, 2; 4:17; Hch. 2:38; 20:21).

El arrepentimiento es ese cambio de actitud acerca de uno mismo, el pecado de uno y de Dios que implica la personalidad completa: mente, emociones y voluntad. En diferentes grados, siempre acompaña a la verdadera fe. La tristeza por el pecado muchas veces lo acompaña también y contribuye a dar evidencia de que ha ocurrido un arrepentimiento genuino (2 Co. 7:9,10).

¿Qué es la fe salvadora?

Es una confianza personal en Dios. Es creer que Él, sobre la base de la muerte sustituidora de Cristo y su resurrección, perdona y acepta a todos los que confían en Jesucristo y se apoyan en El solamente (Ro. 3:21-26; 4:1-25; 5:1,2; Ef. 2:8-10). Es, por tanto, no lo que hago sino lo que creo lo que cuenta. Si lo que creo es correcto, de ahí seguirá que haré lo correcto. Las buenas obras son el fruto y la evidencia (Ef. 2:10; 1 Jn. 3:7-10), no el fundamento ni la causa.

¿A qué se refiere la Biblia cuando habla de nuestra justificación? (Ro. 5:1,2).

La palabra griega que se usa es un término legal que quiere decir “ser declarado justo”. Describe la acción de Dios como Juez. Cuando creemos Jesús, Él nos declara justos (Ro. 3:24-26), libres de la condenación (Hch. 13:38, 39; Ro. 4:8; 8:1), y restaurados a su favor (Ro. 5:9-11). No hay tribunal humano que haya ofrecido una decisión de misericordia, perdón ni absolución que merezca más celebración que la justificación que Dios ofrece a toda persona que cree en el Señor Jesús.

¿Qué es la santificación?

La santificación, que en el idioma griego significa “separación”. Comienza como un acto de Dios por el cual aparta para Sí a aquellos que confían en Cristo (1 Co. 6:11; 2 Ts. 2:13; 1 P. 1:2). Esta santificación posicional de parte de Dios exige que correspondamos con una santificación práctica, es decir, una separación cada vez mayor del pecado y un crecimiento continuo en santidad (2 Co. 7:1; 1 P. 1; 15,16; 2 P. 3:18). El mandamiento de Dios a ser santos es tan apropiado para un cristiano como lo es para una madre que requiere que sus hijos, el perro y el esposo no lleven lodo, brea, pintura ni grasa a la casa.

¿Qué es la redención?

La redención es nuestra salvación vista desde la perspectiva del precio que Jesús pagó para rescatarnos. El nos redimió de la ley (Ro. 7:6) y de su castigo (Gá. 3:13), de nuestro yugo con el pecado (Ro. 6:6.11.18.22; Tit. 2:14), y del dominio de Satanás (Col. 1:13,14). Lo hizo a través de su muerte en la cruz, el acto por el cual cumplió con las exigencias de la naturaleza santa de Dios (Mt. 20:28; Ef. 1:7; 1 P.1:18,19).

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6. LA VIDA CRISTIANA
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¿Qué es la vida cristiana?

Es una conducta controlada por el amor la cual está fundamentada en nuestra relación personal con Cristo y fluye de ella. A medida que aumenta nuestra comprensión de cuanto nos ama Él, aumentará también nuestra capacidad de amar a Dios por encima de todo y de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mt. 22:37-39; Jn. 13:34; Ro. 13:8-10: 1 Co. 13). Nada es tan importante como el amor cristiano: ni el conocimiento, ni la observancia religiosa, ni la capacidad, ni el cumplir con las reglas, ni la apariencia ni el sacrificio personal. Aunque puede que seamos ignorantes sin la verdad, no somos nada sin Cristo y sin su amor.

¿Cuáles son las evidencias de una relación con Cristo?

Los que saben lo que significa amar a Cristo y ser amado por El se caracterizarán por una profunda gratitud a Dios (Col. 3:12-17), conversaciones regulares con El (1 Ts. 5:17), confianza paciente en El (1 P. 1:6-9), humilde sumisión a El (Stg. 4:6-10) y cuidadosa atención a amar a los demás como El nos ha amado (1 Jn. 4:7,11). Es imposible que hagamos esto con nuestra propia fortaleza, pero es el resultado normal de dejar que Cristo, por su Espíritu, viva su vida a través de nosotros (Gá. 2:20; 5:16,22-25; Ef. 3:16-21; 5:18).

¿Cómo podemos comunicarnos con Dios?

Expresando regularmente en oración lo que hay en nuestros corazones a Dios (Mt. 6:5-15), y escuchándolo con atención hablarnos a través de su palabra escrita (Sal 119; 2 Ti. 3:16,17; He. 4:12).

¿Cuáles son las condiciones de la oración eficaz?

Dios contesta nuestra oraciones cuando oramos en fe (Mt. 17:20), conforme a su voluntad (1 Jn. 5:14), con un corazón puro (Sal. 66:18), con un espíritu perdonador (Mr. 11:25,26), en el Espíritu (Ef. 3:16-21; 5:18), y con absoluta sinceridad (Sal. 145; 118).

¿Por qué es la confianza paciente tan esencial para la vida cristiana?

Honramos a Dios y Él nos honra a nosotros cuando pacientemente confiamos en su sabiduría, poder y bondad, independientemente de lo difícil que sean las pruebas, de lo profundo de nuestra pena, de lo agudo de nuestro dolor, o de lo inexplicable que nos parezcan sus caminos (Job 1:20-22; 13:15; 19:25-27; 23:10; 2 Co. 4:16-18; Stg. 1:2-4; 1 P. 1:6-9; 4:12-19).

Si el amor cumple la ley, ¿por qué debemos guardar los mandamientos de Dios?

Los mandamientos de la Biblia son las directrices de Dios para mostrarnos cómo podemos vivir en la práctica diaria el amor que le tenemos a Dios y a nuestro prójimo (Mt. 22:37-40; Ro. 13:8-10; 1 Jn. 5:3). Los que no meditan en la Palabra de Dios pronto se distraen y llenan su mente de pensamientos, rutinas y detalles menos importantes. Se preocupan más por sus propios deseos que por las necesidades físicas, espirituales y eternas de los demás.

¿Por qué es hablar a otros de Jesús un elemento importante de la vida cristiana?

Cristo lo mandó (Mt. 28:19,20), y las necesidades eternas de los demás lo exigen (Ro. 1:16,17; 10:8-17). Es imposible amar a otros como ama a Cristo sin preocuparse por su profunda y eterna necesidad. Amar a otros como los ama Cristo podría involucrar algo más que preocuparse por su bienestar eterno y espiritual. Pero no puede involucrar menos.

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7. LA IGLESIA
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¿Qué es la iglesia?

La iglesia es el cuerpo de Cristo. El término iglesia en el Nuevo Testamento a veces se refiere al cuerpo completo de personas (pasadas, presentes y futuras) que mediante la fe en el Señor Jesús forman el organismo que se llama cuerpo de Cristo, la iglesia universal (Ef. 1:22,23; 5:23-32; He. 12:23). Otras veces, la misma palabra griega ekklesia (que significa “un grupo llamado”), se refiere a una asamblea local de creyentes (Ro. 16:5; 1 Co. 1:2; 16:19; Gá. 1:2; 1 Ts. 1:1). La iglesia debería ser tan importante para nosotros como lo es para Cristo. No es un edificio. Una reunión de creyentes constituye una iglesia. Para que un creyente llegue a formar parte del cuerpo de Cristo, y por lo tanto de Su iglesia, debe albergar el Espíritu de Cristo.

¿Cuándo comenzó la iglesia?

La iglesia nació el día de Pentecostés, cincuenta días después de la resurrección de nuestro Señor, cuando el Espíritu Santo descendió sobre un grupo pequeño de discípulos bautizándolos en un cuerpo y llenándolos con su poder (Hch. 2:1-13). Con este acto, Dios apartó temporalmente a la nación de Israel como medio primordial de revelarse a Sí mismo al mundo. En lugar de Israel, el Señor optó por obrar mediante un cuerpo internacional de personas que estaban unidas, no por afiliación nacional, sino por una fe personal en el Señor Jesucristo (Gá. 3:27-29; Ef. 2: 13-3:10).

¿Quiénes son las autoridades de la iglesia local?

Dos: los obispos (ancianos o pastores) y los diáconos. Sus calificaciones aparecen en 1 Timoteo 3:1-13. Como resultado de no tomar las calificaciones espirituales de los líderes de la iglesia tan en serio como se las tomaba Pablo, se producen disturbios, confusión y disensión espiritual. Su papel no es meramente administrativo, es decir, trabajar en comités y ejercer autoridad. Han de dar a la iglesia ejemplos de madurez espiritual y semejanza a Cristo

¿Cuál es el significado del bautismo de la iglesia?

El bautismo en el nombre del Dios triuno (Mt. 28:19) da testimonio de la fe del creyente (Hch. 2:38; 8:37,38), simboliza el lavamiento de sus pecados (Hch. 22:16), y expresa la identificación del creyente con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección, así como su intención de vivir una vida que exalte a Cristo (Ro. 6:1-23). Esto es mucho más que el ingreso en una fraternidad o un club. Ninguna otra ceremonia merece ser comparada con la importancia de este acto de identificación pública con Cristo y su pueblo.

¿Cuál es el significado de la Cena del Señor?

La Cena del Señor es una observancia de la iglesia en la cual los creyentes comparten el pan y la copa como recordatorio del cuerpo crucificado de Cristo y la sangre derramada (Mt. 26:26-29; 1 Co. 11:23-26). Al recordar vívidamente el precio que Jesús pagó para salvarnos, la Cena del Señor nos llama a examinarnos y a renovarnos espiritualmente. Aunque no tiene poder salvador, no ha de observarse descuidada ni indiferentemente (1 Co. 11:27-34).

¿Qué ha de hacer la iglesia local cuando un miembro continúa viviendo en pecado a pesar de repetidas advertencias?

La iglesia debe confrontar a esa persona en amor respecto a su pecado. Si resiste todos los intentos de corrección, la iglesia ha de separarse de ese miembro con la esperanza, y orando por eso, de que esa acción dé como resultado el arrepentimiento y regreso de esa persona (Mt. 18:15-20; 1 Co. 5:1-13). Si esto se hiciera más y en amor, los miembros individuales de la iglesia no pensarían que es algo ligero ni casual vivir en pecado al tiempo que se identifican con el Señor Jesucristo.

Para un estudio más comprensivo sobre este tema, leer los siguientes artículos:

LA IGLESIA NUEVOTESTAMENTARIA

IGLESIAS EN CASAS

LA APOSTASÍA ES UNA DOCTRINA BÍBLICA

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8. LA FAMILIA
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Género

Creemos, como se afirma en las Escrituras, que Dios crea cada nueva vida como hombre o mujer. El sexo de una persona está determinado al nacer y es el sexo biológico de esa persona que Dios quiso que él o ella tenga a lo largo de su vida.
(Gn. 2:24; Gn. 5: 2; Mt. 19: 4; Sal. 139: 13-16).

Matrimonio

Creemos que la única relación matrimonial legítima es la unión de un hombre y una mujer como esposos (marido y mujer) (Ro. 7: 2; I Co. 7:10; Ef. 5: 22,23).

Aborto

La vida humana comienza en la concepción, con un corazón que late. El niño al nacer es un ser humano vivo. El aborto constituye la toma injusta e injustificada de la vida humana no nacida y, por lo tanto, se considera un asesinato.
(Job 3:16; Sal. 51: 5; 139: 14-16; Is. 44:24; 49: 1,5; Jer. 1:5; 20:15-18; Lc. 1:44)

¿Qué es la familia?

Una familia es el bloque de construcción básico de la sociedad. Comienza cuando un hombre y una mujer se convierten en esposos, y normalmente crece a medida que les nacen hijos (Sal. 127; 128). Cuando se ignoran las reglas de Dios para la preservación de la familia, la sociedad se desmorona. El divorcio, las relaciones sexuales premaritales y extramaritales, las madres solteras, los maridos abusivos, las esposas negligentes y los hijos rebeldes se combinan en señal de la caída de la civilización.

¿Por qué instituyó Dios el matrimonio?

Dios ordenó el matrimonio como una unión de por vida y exclusiva de un hombre y una mujer para enriquecerse mutuamente (Gn. 2:18-24), para satisfacer anhelos mutuos de intimidad (1 Co. 7:1-5; He. 13:4), y para proporcionar un hogar piadoso como marco adecuado para procreación y crianza de los hijos (Sal. 127; 128). Cuando el matrimonio pierde el honor que Dios le dio, los esposos y los hijos experimentan las profundas heridas de la negligencia y el rechazo. Una relación diseñada para ayudar, consolar y alentar se convierte en fuente primera de dolor, insatisfacción e inseguridad.

¿Cuáles son las responsabilidades de un marido con su mujer?

Amarla hasta el sacrificio como Cristo amó a la iglesia (Gn. 2:24; Mt. 19:4-6), ser comprensivo con ella (1 P. 3:7), y cuidarla (Ef. 5:28-30). No es fácil ser la clase de marido que Dios quiere que seamos. Es ahí donde con más intensidad se prueba el carácter de un hombre, y donde más se necesitan la gracia y la fortaleza interior de Cristo.

¿Cuáles son las responsabilidades de la mujer hacia su marido?

Someterse a él como al Señor (Ef. 5:22-44), amarlo (Tit. 2:4,5), ser considerada respecto a su deseo de intimidad (1 Co. 7:3-5), ser sexualmente fiel (Tit. 2:5), y respetarlo como cabeza de la casa (Ef. 5:33). No es fácil ser la clase de esposa que Dios quiere que las mujeres sean. Es ahí donde con más intensidad se prueba el carácter de una mujer, y donde más se necesitan la gracia y la fortaleza interior de Cristo.

Para más información sobre el matrimonio, el divorcio y nuevo matrimonio, haz click aquí.

¿Cuáles son las responsabilidades de los padres con los hijos?

Con su ejemplo, así como por lo que dicen, los padres han de instruir a sus hijos en la verdad bíblica (Dt. 6:4-9) e infundirles el temor al mal y un deseo por la piedad (Pr. 1:8-10; 3:1-8; 4:1-9; 22:1-6). Deben hacerlo de una manera, delicada y apoyar su enseñanza con su propia conducta de manera que sus hijos se inclinen a seguirlos en lugar de ser provocados a ira (Ef. 6:4).

¿Cuál es la responsabilidad de los hijos con sus padres?

Pablo mandó a los hijos a obedecer y a honrar a sus padres (Ef. 6:1-3). También enseñó que lo hijos mayores tienen la responsabilidad económica de ayudar a sus padres si éstos llegan a ser incapaces de proveer par sí mismos (1 Ti. 5:4).

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9. EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS
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¿Qué es el mundo de los espíritus?

Es esa esfera invisible habitada por ángeles santos que sirven a Dios activamente para nuestro bien (He. 1:14) y por las fuerzas demoníacas de Satanás que se oponen a Dios y procuran hacernos daño (Ef. 6:2). El hecho de que existen es una de las principales razones porque las cosas en nuestro mundo no siempre son como parecen. Nuestro desafío es mucho mayor que simplemente lidiar con los detalles visibles de la vida. Nuestra principal lucha por el bienestar no depende sólo de nuestras relaciones con carne ni sangre, sino también de amigos y enemigos invisibles.

¿Qué son los ángeles?

Los ángeles son seres creados (Sal. 148:1-5), poderosos (Sal. 103:20), personales (Lc. 15:10), inmortales (Lc. 20:36), espíritus (He. 1:14) diseñados para adorar (He. 1:6) servir al Señor (Sal. 103:20), y ministrar a los creyentes (He. 1:14). Aunque la observación natural no revela la importancia que tienen para nosotros, la fe en la Palabra de Dios nos asegura muchas veces, que Dios utiliza a estos siervos invisibles para proveer soberanamente para nuestras vidas. Aún más asombrosa es la seguridad que nos dan las Escrituras de que ellos no siempre permanecen invisibles. Por esto, la carta a los Hebreos nos apremia: «No os olvidéis de la hospitalidad porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles» (He. 13.2).

¿Quién es Satanás?

Satanás es un ángel especialmente poderoso que se rebeló contra Dios. Su acto de rebeldía no se describe directamente en la Biblia, pero se alude a él en la descripción que hace Isaías del rey de Babilonia (14:12-15) y la referencia de Ezequiel al rey de Tiro (28:11-19). También se hace referencia a él como al diablo, Beelzebú, Belial, la serpiente, el dragón, el gobernador de este mundo, el dios de este siglo, el príncipe de la potestad del aire, ángel de luz, el acusador, el tentador, el acusador, el asesino, el mentiroso y el maligno. Debido a su constante actividad contra Dios y el pueblo de Dios, es una amenaza mucho mayor para nosotros que cualquier otro enemigo, personal o nacional.

¿Qué son los demonios?

Los demonios son ángeles caídos que aparentemente se unieron a Satanás en su rebeldía. Algunos son activos como miembros del ejército de Satanás (Ef. 6:12) mientras otros han sido encarcelados por Dios (2 P. 2:4; Jud. v. 6). Estos agentes personales del imperio de Satanás pueden estimular y despertar las peores habilidades y deseos dentro de nosotros. Nos hacen malos, pero dominan a voluntad de los que rehúsan rendir sus corazones a Dios.

¿Cuáles son las actividades de Satanás?

Con la ayuda de los demonios que lo siguen, planta falsos cristianos entre los verdaderos (Mt. 13:24-30; 2 Co. 11:13-15). Busca devorar al pueblo de Dios (1 P. 5:8). Acusa falsamente a los hijos de Dios (Job 1:6-12; 2:1-5; Zac. 3:1-10; Ap. 12:10). Gobierna al mundo inconverso (Jn. 12:31; 2 Co. 4:4; Ef. 2:2). Engaña a la gente con sus mentiras (Jn. 8:44) y sus sistemas de pensamiento astutamente diseñados (2 Co. 4:4; 11:14, 15; Col. 2:8, 20-23; 1 Ti. 4:1-3; 1Jn. 2 1:15-17; 5:19). Y puede poseer a los incrédulos (Mr. 5:1-13; 6:13; Hch. 5:16; 16:16-18; 19:11,12). Constantemente estamos interactuando con las obras de este malvado estratega. Muchas veces, como Pedro (Mt. 16:23), somos tan inconscientes de los caminos de Dios que hasta nuestras buenas intenciones pueden servir a los propósitos de Satanás. Por esa razón debemos depender continuamente de la capacidad del Señor para guiarnos

¿Qué hizo Cristo para asegurar la derrota final de Satanás?

Con su muerte y resurrección, el Señor Jesús quebrantó el poder de Satanás (Col. 2:14,15; He. 2:14, 15). Por lo tanto, el diablo y sus huestes operan hoy como enemigos derrotados que saben que están destinados al lago de fuego (Mt. 8:29; Stg. 2:19; Ap. 20:10). Es absolutamente esencial tener en cuenta que el resultado final de Satanás es una conclusión sacada de antemano. Su destino predeterminado es una terrible realidad que debería ayudarnos a evitar el descuido y la desesperación.

¿Cómo podemos derrotar a Satanás?

Los que hemos colocado nuestra confianza en Cristo podemos vencer a Satanás en nuestras vidas diarias sometiéndonos a Dios y resistiendo al diablo (Stg. 4:7; 1 P. 5:8,9); siendo conscientes de su estrategia y evitando los pecados que le dan pie en nuestras vidas (1 Co. 7:5; 2 Co. 2:10, 11; Ef. 4:26, 27; 1 Ti. 3:6, 7); poniéndonos toda la armadura de Dios (Ef. 6:11-18); y rechazando totalmente toda forma de actividad de las ciencias ocultas como la magia, el espiritismo y la brujería (Lv. 19:26, 31; 20:6, 27; Dt. 18:10-12; Is. 8:19; Mi. 5:12; Gá. 5:19-21; Ap. 21:8; 22:15).

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10. EL FUTURO
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¿Qué pasa cuando una persona muere?

El alma-espíritu de la persona deja su cuerpo y va, ya sea al infierno donde espera conscientemente la resurrección, el juicio y el castigo eterno, o al cielo, donde espera conscientemente la resurrección, el juicio y la recompensa eterna (Lc. 16:19-31; Jn. 5:28,29; Co. 5:8; Fil. 1:21-24; He. 9:27). Esta verdad universal y personal debería influir y moldear constantemente nuestra actitud hacia el presente. Cada uno de nosotros vive al borde de un futuro que está continuamente devorando el presente y sepultándolo en el pasado.

¿Quién es el Anticristo?

Por siglos no se ha podido lograr la unificación árabe (musulmana) en el Medio Oriente, pero en la actualidad una meta común está uniendo poco a poco a los pueblos árabes. Esta meta es acabar con Israel y sus principales aliados: los cristianos (Ap. 12). Esta alianza de países musulmanes es descrita alegóricamente en Apocalipsis 13:2, donde Juan ve a una bestia que es semejante a un leopardo, y sus pies como de oso, y su boca como boca de león. Esta bestia representa al Anticristo y a su alianza. Los tres animales que la componen son símbolos de tres imperios antiguotestamentarios (Dn. 7:4-6) que incluyeron en sus territorios a los países mencionados en el Salmo 83:1-18.

El relato bíblico nos informa que esta bestia o Anticristo controlará a los diez reyes que lideran las naciones que compondrán su alianza, y perpetrará en Jerusalén la abominación de desolación (Dn. 11:31). Este hombre de pecado (2 Ts 2:3) recibirá su autoridad para actuar de parte del mismo Satanás (Ap. 13:4). Aterrorizará al mundo con armas de destrucción masiva y el poder de su imperio se extenderá sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación (Ap. 13:7). Sus principales enemigos serán los israelitas y los cristianos que se nieguen a recibir la marca de su nombre en la mano derecha o en la frente. Jerusalén estará en el centro del conflicto (Zc. 12-14). Irak, la tierra ancestral de la antigua Babilonia, jugará un papel vital en el cumplimiento de los eventos proféticos (Ap. 18).

El mundo, sufriendo guerras y rumores de guerras (Mt. 24:6), y pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares (Mt. 24:7), no será capaz de discernir las verdaderas intenciones de este líder. Por eso hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo Dios; contra el Dios de los dioses hablará maravillas (Dn. 11:36). Exigirá que todos los pueblos de la tierra lo adoren y que todas las personas reciban su marca. Nadie podrá comprar ni vender, sino el que tenga la marca, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre (Ap. 13:17). Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos (Ap. 13:7).

¿Qué son los siete sellos del Apocalipsis?

En el Apocalipsis el apóstol Juan ve “en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos” (Ap. 5:1). Un ángel pregunta: “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? (Ap. 5:2). La respuestas es: “He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Ap. 5:5). Sólo el Señor Jesucristo, el León de Judá, es digno de abrir sus sellos porque Él es el único sin mancha (He. 9:14). Los sellos no son juicios de parte de Cristo, sino las condiciones que tienen que cumplirse antes que el castigo de los incrédulos comience.

A los tres primeros sellos el Señor Jesucristo los llama “comienzo de dolores” (Mt. 24:8). Los cuatro últimos sellos son los eventos más importantes. El primer sello es una descripción del falso cristo—el Anticristo. El Señor Jesús nos advierte acerca de muchos falsos cristos y falsos profetas: “Mirad que no seáis engañados” (Lc 21:8). El Anticristo será la culminación de estos impostores: el primer sello lo describe sólo a él y al evento que el Señor también llama: “la abominación desoladora” (Mt 24:15). 
Cuando se abre el segundo sello, las guerras comienzan a aumentar en el mundo. El tercer sello trae consigo “pestes, hambres, y terremotos” (Mt. 24:7). El cuarto sello marca el comienzo de la gran tribulación, es cuando el Anticristo comenzará a exterminar a todos los que se le opongan. El quinto sello representa el martirio de los santos que rehúsan adorar al Anticristo. El sexto sello es la señal del fin del mundo. Será un cambio cataclísmico en el sol, la luna y las estrellas. Refiriéndose a este evento, el Apocalipsis dice que “el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra” (Ap. 6:12-13). Esta será una señal aterradora para los incrédulos, porque sabrán que Dios va a juzgarlos. Pero, en contraposición, será una señal gloriosa para los creyentes; porque saben que Cristo viene por ellos. Y con la apertura del séptimo sello el libro se abre. Ahora la ira sobrenatural de Dios será derramada sobre los incrédulos. “Como fue en los días de Noé”, así también la ira de Dios comenzará a caer sobre los impíos el mismo día que el Señor Jesucristo salve a sus escogidos de la persecución del Anticristo (Lc. 17:26).

¿Qué es la gran tribulación?

Este será el tiempo de la intensa persecución que el Anticristo desata contra la nación de Israel y los escogidos de Dios, Su iglesia, “los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Ap. 12:17). Comenzará cuando el Anticristo “se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Ts. 2:4). El evento que el Señor también llama: “la abominación desoladora” (Mt 24:15).

La gran tribulación no es la ira de Dios, sino la ira de Satanás. El Apocalipsis nos cuenta que durante este período se cumplirá la profecía que dice: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Ap. 12:12). Satanás capacitará al Anticristo para que este último lidere el esfuerzo para raer de la faz de la tierra al remanente fiel de Dios. “Entonces el dragón [Satanás] se llenó de ira contra la mujer [Israel]; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo [los cristianos]” (Ap. 12:17).

Refiriéndose a este período, el Señor Jesucristo predijo que “por haberse multiplicado la maldad el amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12), y que “Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán” (Mt. 24:10). Dios permitirá este intenso período de prueba debido a que la iglesia en general habrá apostatado de la fe (2 Ts. 2:3). Esta prueba “depurará y limpiará” (Dn. 11:35) a la nación de Israel, y separará “el trigo [cristianos genuinos] de la cizaña [falsos cristianos]” en la iglesia profesante (Mt. 13:30). De esta forma Dios va a “purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tit. 2:14). Los cristianos genuinos no cederán ante las demandas del Anticristo. Este último grupo se subdivide a su vez entre los que habrán de sufrir el martirio por causa de Su nombre, y los que sobrevivirán a la gran tribulación y queden hasta la “venida del Señor” (1 Ts. 4:15). A los primeros el Señor Jesucristo los alienta diciéndoles: “No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt. 10:28). A los del segundo grupo el Señor Jesucristo les promete: “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para morar a los que moran sobre la tierra” (Ap. 3:10). Y a todos nos da la posibilidad de ejercer nuestra fe dándonos la orden y la advertencia más solemnes relacionadas con este terrible período: “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc 21:36). Y “Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt 24:13).

¿Qué es el arrebatamiento?

La Biblia enseña que “no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:9). En otras palabras, Dios quitará o arrebatará a Su pueblo de la tierra antes de derramar Su ira. En la Escritura, el arrebatamiento se refiere a la reunión de los santos con Cristo “en las nubes del cielo” al momento de Su venida (1 Ts. 4:17).

El Señor Jesucristo nos exhorta a los creyentes a vigilar, “porque no sabéis a qué hora a de venir vuestro Señor” (Mt. 24:42). Pero aunque no conocemos el día y la hora exactos, el Señor nos dio la secuencia de los eventos que formarán parte de Su venida.

Sabemos, por Su enseñanza y otros pasajes de la Escritura, que el arrebatamiento ocurrirá “inmediatamente después de la tribulación de aquellos días” (Mt. 24:29), después de la señal en el sol, la luna y las estrellas, durante los últimos tres años y medio de la era, cuando el Anticristo esté buscando destruir a los cristianos. Cristo dijo, refiriéndose a la gran tribulación, “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados” (Mt. 24:22).

La venida del Señor Jesucristo no será un evento secreto ni silencioso. “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Ts. 4:16). La señal en el sol, la luna y las estrellas, que aparecerá justo antes del arrebatamiento, será acompañada por “un gran terremoto… y todo monte y toda isla se removió de su lugar” (Ap. 6:12, 14). “Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mt. 24:27). El Señor Jesucristo nos dice que esta señal será vista por “todas las tribus de la tierra” (Mt. 24:30). Finalmente, Él “enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Mr. 13:27). Al momento de Su venida, el Señor Jesucristo detendrá visible y abruptamente la persecución realizada por el Anticristo removiendo de la escena a las víctimas de la ira de Satanás (los cristianos).

¿Qué es la ira de Dios?

El asombroso Día del Señor es ese acontecimiento culminante en la historia de la humanidad cuando Dios derramará Su ira como juicio sobre los que no Le conocieron, ni “obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Ts. 1:8). Comenzará repentinamente, después de la señal en el sol, la luna y las estrellas, y después que Cristo haya arrebatado a Sus escogidos. El Señor nos enseña que el arrebatamiento y el comienzo del Día del Señor ocurrirá el mismo día, “como fue en los días de Noé” (Lc. 17:26), “asimismo como sucedió en los días de Lot” (Lc. 17:28). Desde aquí en adelante, Satanás y el Anticristo no tendrán prácticamente ningún poder.

La Biblia relaciona en Día del Señor con fuego. Sofonías 1:18 declara: “Ni su plata ni su oro podrá librarlos en el día de la ira de Jehová, pues toda la tierra será consumida con el fuego de Su celo; porque ciertamente destrucción apresurada hará de todos los habitantes de la tierra”. Isaías, Joel y Pedro hacen declaraciones similares acerca del juicio divino.

La Biblia nos dice que aquellos que serán destruidos por el fuego de la ira de Dios “no se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera… y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos” (Ap. 9:20-21). De tal forma que la ira de Dios será consecuencia de la voluntaria rebeldía contra la santidad de Dios. Incluirá el juicio de siete trompetas y de siete copas, el cual finalizará en la batalla de Armagedón. Los juicios de las trompetas y las copas destruirán a la tierra, los ríos, los lagos y los mares. La humanidad será atormentada por atroces plagas de llagas en la piel, insectos gigantes, calor calcinante… Pero nada de esto causará que los hombres se arrepientan; por el contrario, está escrito que “blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria” (Ap. 16:9).

¿Qué es la batalla de Armagedón?

La famosa y totalmente incomprendida Batalla de Armagedón está entre los eventos que conforman en período llamado El Día del Señor. Es la confrontación final entre el Señor Jesucristo y Su ejército angelical, con el Anticristo y los ejércitos de su imperio. La Batalla de Armagedón es el vano intento por parte de Satanás de recuperar el gobierno del planeta tierra, gobierno que perdió cuando se tocó la séptima trompeta. Este devastador conflicto marcará el fin de la guerra entre Dios y Satanás.

Juan nos cuenta: “Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero... Y los ejércitos celestiales, vestido de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De Su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones…; y El pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en Su vestidura y en Su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap. 19:11-16). A esta batalla, el Anticristo y el falso profeta habrán traído “a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, y los habrá reunido para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra Su ejército” (Ap. 19:19). Esta reunión tomará lugar en los valles de Meguido, que está a poco menos de 100 kilómetros al norte de Jerusalén. El Anticristo y el falso profeta “serán lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre” (Ap. 19:20). Los reyes de la tierra y sus ejércitos serán “muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo” (Ap. 19:21).

¿Qué es el Milenio?

Es ese período de mil años literales en los que el Señor Jesucristo reinará sobre la tierra. Para los santos glorificados, el Milenio será el cumplimiento de algunas de las más maravillosas promesas de la Biblia. Habrá “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Is. 65:17; Ap. 21:1). Además, “descenderá del cielo de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Ap. 21:2), “la santa ciudad, la nueva Jerusalén” (Ap. 21:2), donde están el “río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal” (Ap. 22:1), y “el árbol de la vida” (Ap. 22:2, 14).

Santos glorificados habitarán la nueva Jerusalén que permanecerá suspendida sobre el Monte Sión. Esta es la ciudad gloriosa referente a la cual el Señor Jesucristo les dice a Sus discípulos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay” (Jn. 14:2); la casa en la cual Él ha preparado un lugar para nosotros. Cuando nosotros, los cristianos, meditamos en estas palabras, deberíamos inclinarnos en adoración y acción de gracias por la misericordia de nuestro Dios y Salvador. En Su reino disfrutaremos de la presencia de Cristo: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres”; Él morará con nosotros, seremos Su pueblo (Ap. 21:3). La nueva tierra será habitada por el Israel redimido y por los gentiles a los que el Señor Jesucristo llama: “benditos de mi Padre”, en el juicio de las ovejas y los cabritos (Mt. 25:31-46).

Sin amor no somos nada

Al concluir recordemos que la doctrina correcta no puede existir sin amor. No podemos pensar correctamente a menos que nuestros pensamientos estén motivados por el amor de Dios. Es fácil olvidar esto. Es difícil recordar que el conocimiento sin amor es como una cabeza sin cuerpo. Muchos veces, los que conocen su doctrina se caracterizan más por el egocentrismo y la arrogancia que por su amor. Pablo sabía que aunque el conocimiento envanece, el amor edifica (1 Co. 8.1). Sabía que todo el conocimiento del mundo menos amor equivale a nada. Pablo escribió: “Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia,… y no tengo amor, nada soy” (1 Co.13:2).

El apóstol siguió describiendo el amor que se nota, tengamos o no la clase correcta de pensamiento: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza en la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser, pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará” (1 Co. 13:4-8). Es el amor lo que nos motiva a corregir las creencias erróneas y a buscar la verdad de Dios.

Sin embargo, no debemos olvidar que el amor del cual habla la Biblia no es un sentimiento humano. El amor de Dios tiene como prioridad solucionar el problema del pecado de la humanidad. Si quieres saber más sobre el amor de Dios, lee el articulo: EL AMOR DE MUCHOS SE ENFRIARÁ

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