El tiempo pasó, y el niño continuó robando hasta cuando se hizo adulto. Entonces robaba cosas de mucho más valor. Finalmente, fue sorprendido en el acto, apresado, juzgado y, con las manos atadas fue conducido al lugar de ejecución pública.
Su madre lo seguía entre la multitud, y se golpeaba el pecho apesadumbrada por la vergonzosa muerte de su hijo. El joven la vio, y le dijo a sus guardias: “Quiero decirle algo a mi madre en su oído”.
La madre acercó su oído a su hijo, y él rápidamente le agarró el lóbulo de la oreja con los dientes y se lo arrancó de un mordisco. La madre gritó de dolor, y todos los presentes reprendieron al joven acusándolo de ser un hijo muy malo, antinatural.
El joven respondió: “Esta mujer es la causa de mi ruina. ¡Ah! Si me hubiera castigado la primera vez que robé y traje ese libro a la casa, no habría llegado a esto, ni habría tenido que sufrir una muerte tan humillante”.
Moraleja: Arranca el mal de raíz a tiempo, antes que sea demasiado tarde (Mateo 5:29-30).