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33. MARÍA—LA MADRE DEL SEÑOR

Primera parte 

Esta es la primera parte de nuestro estudio de María, la madre del Señor. A través de estas lecciones, trataremos acerca de los antecedentes de María, el modo que Dios la eligió para ser la madre del Señor, su respuesta a la elección divina, su sumisión, su servicio y su dolor. Es mi oración que juntas aprendamos a vivir nuestra vida diaria con el mismo espíritu piadoso que tenía María. 

El nombre “María” es uno de los más comunes que se da a las niñas alrededor del mundo. Toma diversas formas tales como Mary, Miriam o Marie. Una forma del nombre aparece en el Antiguo Testamento. Noemi se cambió el nombre a “Mara” para describir su dolor y amarga aflicción. María, la madre del Señor Jesús también conoció el dolor profundo en su vida.

Los antecedentes de la vida de María

Aparte de su prima Elisabet, no se hace ninguna mención en la Biblia respecto a la familia de María. Sabemos que se convirtió en la esposa de José, un hombre de Nazaret, que era hijo de Jacob. Las Escrituras nos dicen que tanto José como María pertenecían a la tribu de Judá y eran descendientes de David. Esto se nos dice en Lucas 2:3-5 donde se explica por qué las personas tenían que regresar a su propia ciudad para ser registrados en un censo. José y María viajaron a Belén para ser empadronados. En Romanos 1:23, se habla del Señor Jesús como “el linaje de David según la carne”. Su único contacto con la carne humana es a través de María, descendiente del Rey David.

Al observar el ministerio terrenal del Señor Jesús, se puede notar que a través del mismo se considera a Nazaret como su pueblo de origen. El Señor Jesús vivía en el hogar de un carpintero, sin lugar a dudas sería un hogar humilde en un poblado pobre. Esta no es la clase de lugar donde uno desearía que se críe el Hijo de Dios. En Juan 1:46 Natanael pregunta: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”

El vaso escogido de Dios

Nos resulta muy difícil de comprender por qué Dios escogió a María para ser la madre de su único hijo amado, como también nos resulta difícil comprender la concepción del Señor por el Espíritu Santo en su vientre virginal. María había nacido igual que el resto de los seres humanos. Tenía una naturaleza pecaminosa. Tenía limitaciones humanas y culpas. Necesitaba un Salvador igual que cualquier otra persona. No era físicamente diferente a nosotras. Sin embargo, fue la elegida por Dios para dar a luz al Señor Jesucristo. Fue la elegida para amamantarlo y cuidarlo durante su infancia, guiarlo con amor durante su adolescencia, y prepararlo con sabiduría materna para su vida de adulto.

El carácter de María

Aunque es cierto que María fue una mujer como nosotras, tenemos que reconocer que ella tenía cualidades que haríamos bien en cultivar en nuestras vidas. En Lucas 1:26-31 leemos acerca de la visita del ángel Gabriel a María, cuando su prima Elisabet tenía un embarazo de seis meses de gestación.

26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,

27 A una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. 

28 Y entrando el ángel en donde ella estaba dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; Bendita tú entre las mujeres. 

29 Mas ella, cuando le vio, se turbó por sus palabras, y pensaba que salutación sería esta.

30 Entonces el ángel le dijo: María no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.

Las Sagradas Escrituras claramente indican que María era virgen. Esto nos muestra que llevaba una vida moralmente pura. 

Gabriel honra a María al dirigirse a ella con la salutación “¡Salve muy favorecida! El Señor es contigo”. María demostró humildad porque la Biblia dice que se turbó ante estas palabras de alabanza. No tenía idea de por qué se dirigían a ella en esos términos. El relato sigue en Lucas 1:34-35, 38:

34 Entonces María dijo al ángel: ¿cómo será esto? pues no conozco varón. 

35 Respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios, 

38 Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.

No sólo demostró María pureza y humildad; estos versículos muestran su fe y confianza en Dios. Ponte tú en el lugar de María; imagina de qué manera las palabras del ángel afectarían tu vida. María le hizo a Gabriel una pregunta inteligente: ¿Cómo podría concebir un hijo siendo virgen?

Luego de las explicaciones acerca de cómo se realizaría este milagro—y aun cuando no lo comprendía—María, por fe, entregó voluntariamente su cuerpo para ser usado por el Señor. Dijo: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). 

Al decir esas palabras, María no solo demostró tener fe sino también una sumisión a la voluntad de Dios. No podemos comprender cómo el Espíritu Santo fusionó la Deidad y la humanidad en el vientre de María. Pero lo hizo, todas las Escrituras se cumplieron con exactitud en el nacimiento virginal del Señor Jesucristo. El hecho de que Él nació de una virgen es un fundamento de la fe cristiana.

La fe que demostramos en nuestras vidas es medida por nuestra aceptación de que Jesucristo es Dios y hombre a la vez. El apóstol Pablo lo dice claramente: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer...” (Gálatas 4:4) y en 1 Timoteo 3:16 dice: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad; Dios fue manifestado en carne...”

Pensamientos finales

El Padre honró a María más que a cualquier otra mujer de la historia al elegirla para ser la madre de su hijo, el Señor Jesucristo. Pero debemos tener mucho cuidado y no darle a María más honor que a Dios mismo revelado en su hijo Jesucristo.

María fue un instrumento, una persona por medio de la cual Dios consumó su perfecta voluntad. María demostró pureza, humildad, fe y sumisión completa al plan de Dios para ella. Fue obediente al punto de no detenerse a pensar hasta qué punto todo esto afectaría su reputación. ¡Imagina la reacción de la gente del pueblo cuando se corrió la noticia que María iba a ser una madre soltera!

Necesitamos recordar que Dios por medio del Espíritu Santo reside en nuestros cuerpos y desea usarnos también. No seremos usadas de la misma manera que María, pero Dios tiene un plan perfecto para cada una de nosotras. ¿Qué respuesta le damos a Dios cuando el nos quiere usar para su gloria? 1 Corintios 6:19-20 nos provee algunas verdades para considerar.

19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 

20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

Temas de discusión

  • Conversa acerca de lo que se conoce sobre los antecedentes de María
  • ¿Qué responsabilidades tuvo María como madre terrenal del Señor Jesús?
  • Enumera cuatro cualidades evidentes de la vida de María que debiéramos imitar. 
  • Explica por qué María fue solo un canal a quien Dios usó y que no se le debe rendir culto. 
  • ¿Cómo puedes permitir que Dios te use para cumplir su plan eterno?

Segunda parte

La Biblia registra las palabras “Bendita... entre las mujeres”. María debe ser honrada, pero ella era solamente una mujer. No debemos adorarla como a Dios, aunque debemos seguir el ejemplo de su vida de obediencia a Dios.

La vida de María

Dar a luz al Señor Jesús fue el comienzo de la tarea de María como madre y no el fin. Ella fue su madre. Jesús estuvo en casa con ella durante 30 años antes de comenzar su ministerio público. Nunca olvidemos esto: aun cuando Jesús era hombre, Él era también Dios. Esto significa que era perfecto. María no podía perfeccionarlo más de lo que ya era. Pero la Biblia dice en Lucas 2:51 que el Señor crecía del modo que lo hacen todos los niños en el hogar, y se sujetó a María y a José mientras vivió con ellos.

Debido a su condición humilde, José y María no le pudieron dar bienestar material al Señor Jesús. Ni lo podían presentar ante gente influyente o de las clases más altas de la sociedad. Probablemente no podían afrontar el costo de la mejor educación del momento. ¿Qué le dio pues María a su hijo?

En primer lugar, le dio su nacimiento. Al no haber habido ningún otro ser humano implicado en su concepción, el señor Jesús debe haberse parecido físicamente a ella. Ella debe haberle transmitido sus características físicas.

En segundo lugar, María fue una fiel esposa y madre que le dio a Jesús un hogar de padres amorosos. Se casó con José, que trabajaba duro para proveer sustento para su familia. María y José tuvieron sus propios hijos después del nacimiento virginal del Señor. De los versículos de Mateo 13:55-56, sabemos que Jesús vivía con cuatro medio hermanos y al menos dos medio hermanas. Jesús tenía un hogar seguro lleno de amor maternal.

El servicio de María para su Hijo, quien también era su Salvador, es similar al servicio que presta una madre a su familia hoy día. María fue una buena madre, más aún fue una madre piadosa. La pregunta para todas aquellas que somos madres es la siguiente: ¿Qué deseamos para nuestros hijos? A veces, la preocupación por las cosas materiales supera a las características que debiéramos estar inculcándoles a nuestros hijos.

El dolor de María

Es muy difícil pensar que María haya tenido una vida triste. Después de todo fue la elegida de Dios para ser la madre del Señor. Pudo oír el testimonio de los pastores en la noche del nacimiento de Jesús. Vio a los magos del oriente ofrecerle regalos preciosos a Jesús y adorarle. Cuando el Señor crecía, María pudo ver con qué perfección se desarrollaba física y espiritualmente. Lucas 2:40 dice: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”.

¿De dónde provenía su sufrimiento? Su dolor era el cumplimiento de la profecía que le fue hecha a José y María cuando llevaron a Jesús al templo para presentárselo a Dios de acuerdo a la ley, como lo cuenta Lucas 2:27, 34-35.

27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley, 

34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha. 

35 (Y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.

La primera puñalada que María experimentó en su corazón fue cuando Jesús tenía doce años. Los versículos de Lucas 2:43, 46, 49 narran que Jesús se quedó en el templo cuando María y José ya habían iniciado el regreso a casa:

43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre

46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles 

49 Entonces él les dijo: ¿porque me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi padre me es necesario estar?

Podemos apreciar la angustia que tiene que haber sentido María cuando se dio cuenta de que Jesús había desaparecido. Por tres días sus padres lo buscaron. Cuando finalmente lo encontraron, debe haber sido duro oírle decir frente a todos en el templo que Él estaba ocupado con los asuntos de su Padre. Jesús regresó con sus padres a Nazaret, pero aun así, debe haber sido triste para María percatarse de que Jesús estaba poniendo cierta distancia entre Él y sus padres terrenales, al referirse a Dios como su Padre celestial.

Luego llegó el día que Jesús dejó su hogar terrenal para comenzar su ministerio público. Sólo podemos imaginar que esta separación física debe haber sido un sablazo para María.

A María se le exigió un sufrimiento aún mayor. El dolor más profundo que debe haberla perforado como una daga fue cuando Jesús murió en la cruz. La Biblia dice en Juan 19:25 que María estaba junto a la cruz. Ella vio su cara desfigurada por los golpes, vio a su hijo ser clavado en una cruz entre dos ladrones, escuchó a la multitud burlarse de Él, y también vio la lanza atravesando su costado.

Aunque Jesús tuvo que abandonar su hogar para cumplir con su ministerio público durante los tres últimos años de su vida en la tierra, María nunca lo abandono. Él por su parte no se olvidó de su madre. En sus instantes finales en la cruz, en medio de su profundo dolor, el Señor Jesús se aseguró que su madre fuera cuidada. Esto lo leemos en Juan 19:26-27:

26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 

27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

La necesidad de María de un Salvador

A María se la menciona nuevamente en Hechos 1:12-14:

12 Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.

13 Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.

14 Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

María estuvo presente en el aposento alto con los discípulos y las otras mujeres fieles, esperando la llegada del Espíritu Santo. Ella sabía que su hijo estaba vivo, pero más importante aún es que sabía que era el Salvador. María perteneció al primer grupo de creyentes, lista para vivir para Dios como devota seguidora de Cristo. Es interesante que su nombre no se mencione en primer lugar sino al final de una larga lista de gente reunida. Esto nos enseña que María nunca debe recibir un lugar de preeminencia ni rendírsele culto. El nombre de María no vuelve a mencionarse en el Nuevo Testamento, que sí menciona a los apóstoles que fueron los líderes de la Iglesia primitiva.

María no estuvo libre de pecado. Ella misma reconoció su necesidad de ser liberada del pecado cuando dijo en Lucas 1:47: “Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”.

Pensamientos finales

Antes de concluir nuestro estudio de la vida de María, debemos considerar las palabras que ella dijo en la fiesta de las bodas de Caná. Cuando el anfitrión se encontró en la apremiante posición de no tener suficiente vino para la fiesta, María habló con el Señor Jesús acerca del problema. También instruyó a los sirvientes con palabras que creemos que son válidas para nosotras hoy: “Haced todo lo que os dijere” (Juan 2:5).

María reconoció que Jesús era el hijo de Dios y que su poder venía de Dios cuando le dijo a los sirvientes que hicieran todo aquello que Él les dijera. Ella demostró su fe, sabiendo y creyendo que solamente Jesús podía solucionar ese problema. Aun cuando María es la madre humana de nuestro Señor Jesucristo, es evidente por los acontecimientos de esta boda, que ella no tenía ningún poder especial o capacidad para hacer milagros. El poder le pertenece solo a Dios. Quien convirtió el agua en vino fue el Señor Jesús, no María.

De algún modo Jesús reprendió a María cuando le dijo que su hora aún no había llegado. Si María hubiera sido sobrenatural o parte de la conducción divina, como algunos proclaman, Jesús no le habría hablado en esos términos. Al hablarle así a su madre, Jesús muestra que su autoridad está muy por encima de la de María.

Debemos tener cuidado de honrar a María como una mujer elegida bendita por Dios, pero no darle más autoridad de la que le da Dios mismo. Hagamos lo que María les dijo sobre Jesús a los sirvientes en la boda: “Haced todo lo que [Él] os dijere”. Pidámosle a Dios que nos ayude a ser obedientes y para que hagamos lo que Él nos dice.

Temas de discusión

  • Describe la vida hogareña que habrá tenido el Señor Jesús con María como su madre.
  • ¿Cuál es la más importante responsabilidad de las madres hacia sus hijos?
  • Menciona dos formas en que la vida de Jesús le produjo dolor a María. 
  • ¿De qué modo probó María su amor por Jesús aún después que Él dejó el hogar?
  • ¿Qué lecciones has aprendido tú de la vida de María?
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