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jueves, 23 de marzo de 2023

LA PERSEVERANCIA CONDICIONAL DE LOS CREYENTES (de John Wesley)

Mas si el justo se apartase de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó y por el pecado que cometió, por ello morirá (Ez 18:24).

“Hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás (2 P 1:10).

“El justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma. Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma (He 10:38-39).

“El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden (Jn 15:6).

INTRODUCCIÓN

El punto de debate es si la perseverancia de los creyentes es condicional o incondicional, o si es posible para los creyentes el caer totalmente de la fe. La idea de la perseverancia incondicional de los creyentes, o sea, “La Seguridad Eterna” no pude derivarse de la Escritura; pero es parte de una teoría general. El contenido de muchísimos pasajes Bíblicos está claramente en contra de esta doctrina y está a favor de que la perseverancia de los creyentes es condicional.

Sobre el tema no podemos hacer mejor que presentar para su debido estudio, el siguiente tratado escrito por John Wesley ofrecido, según el autor “a quienes Dios ha dotado de amor y sabia mansedumbre”.

Para las personas que desean un estudio más amplio, se les recomienda el artículo Una Vez Salvo, ¿Siempre Salvo? y los artículos citados al final de él, donde se presenta un examen detallado de esta doctrina de mucha importancia práctica.

PENSAMIENTOS SERIOS SOBRE LA

PERSERVERANCIA DE LOS SANTOS por  John Wesley

Muchos tomos se han escrito e impreso sobre este importante tema. Pero su dilatación viciosa los hace difíciles de entender y aun costosos para comprar. Un tratado corto y claro sobre este tema es lo que, hace tiempo, muchos han pedido y es lo que aquí ofrezco a quienes Dios ha bendecido con amor y mansedumbre de sabiduría.

Por “los santos” entiendo aquellos que son santos o justos según el criterio de Dios mismo; aquellos que han alcanzado la fe que purifica el corazón, que produce buena conciencia; son aquellos pámpanos de la vid verdadera, de la cual Cristo dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”; aquellos que por el conocimiento eficaz de Cristo han “escapado de las contaminaciones del mundo”; aquellos en cuyos corazones ha resplandecido la luz para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, y que han sido hechos partícipes del Espíritu Santo, de sus frutos y su testimonio; aquellos que viven con fe en el Hijo de Dios; aquellos que han sido santificados por la sangre del pacto. Por aquellos descritos por algunos o todos los detalles ya mencionados, yo doy a entender la palabra “santos”.

¿Pueden estos recaer? Por recaer, yo quiero decir “simplemente caer en pecado”.

Todos admitimos que esto es muy posible. Pero ¿pueden ellos recaer total y finalmente?

¿Pueden ellos caer de la gracia y perderse eternamente?

Tengo muy presente que los dos lados de esta pregunta encierran grandes dificultades, tales como la razón humana no los puede resolver. Por lo tanto, acudamos “a la ley y al testimonio”. Permitamos que los Oráculos Vivos decidan; y si ellos nos hablan, ni buscaremos ni desearemos otro testimonio.

Basándome en esta autoridad, yo creo que “un santo” puede caer totalmente; que uno que es santo y justo según el criterio de Dios mismo, no obstante puede caer de la gracia de tal manera que perezca eternamente.

I. Porque así dice el Señor: “Si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, por el pecado que cometió, por ello morirá” (Ez 18:24).

Que la muerte de que habla este versículo es la muerte eterna, se echa de ver del versículo 26: “Apartándose el justo de su justicia, y haciendo iniquidad, él morirá por ello (aquí es la muerte física); por la iniquidad que hizo, morirá” (aquí está la muerte eterna).

Además que la muerte mencionada es la muerte eterna, se deduce del capítulo entero cuyo fin es probar, “El alma que pecare, esa morirá” (versículo 20). Si dijere: “El alma significa el cuerpo”, respondo: El cuerpo de todas maneras, ha de morir, sea que peque o no.

Además, el Señor dice: “Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en sus justicias (o sea aún en alguna promesa absoluta e incondicional) e hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo” (Ez 33:13).

Además: “Cuando el justo se apartare de su justicia, e hiciere iniquidad, morirá por ello” (Ez 33:18). Por lo tanto uno que es santo y justo según el criterio de Dios mismo, puede recaer y perderse eternamente.

“Pero, ¿cómo concuerda esto con la que Dios en otras Escrituras ha declarado?: Si dejaren sus hijos mi ley, y no anduvieron en mis juicios, si profanaren mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades. Mas no quitaré de él mi misericordia, ni falsearé mi verdad. No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David” (Sal 89:30-35).

Yo respondo: No hay contradicción alguna entre las dos declaraciones. El profeta Ezequiel anuncia el juicio justo de Dios contra todo hombre justo que cae de su justicia.

El Salmista declara la misericordia que Dios prometió a David: “Hallé a David” dice Dios, “mi siervo; lo ungí con mi santa unción. Mi mano estará siempre con él, mi brazo también lo fortalecerá . . . y pondré su descendencia para siempre y su trono como los días de los cielos” (Sal 89:20-21,29). Pero sigue Dios diciendo: “Si dejaren sus hijos mi ley y no anduvieren en mis juicios, si profanaren mis estatutos, y no guardaren mis estatutos, y no guardaren mis mandamientos, entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades, mas no quitaré de él mi misericordia; ni falseare mi verdad. No olvidaré mi pacto . . . y no mentaré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mí” (Sal 89:30-36).

No cuesta ver que el pacto del cual aquí se habla, tiene que ver completa y únicamente con David y s u descendencia o hijos. ¿Dónde, entonces, está la contradicción entre la promesa incondicional y absoluta dada a una sola familia en particular, y la declaración hecha por Dios acerca de su modo de tratar con la humanidad en general?

Además, el mismo pacto mencionado en estas palabras, no es absoluto, es decir, sin restricción alguna. Es condicional. Que Dios se arrepentiría y el pacto quedaría nulo en el caso que Israel no guardara las leyes de Dios, aunque no es formalmente expresado, es claramente sobrentendido; con tanta claridad, que por el incumplimiento de parte de Israel, Dios rompió el pacto con David. Dios “mudó lo que había salido de sus labios” y eso sin ninguna imputación de mentira. Versículo 38 declara que él desechó y menospreció a su ungido; menospreció a los hijos de David, cuyo trono, si ellos se hubieran arrepentido, fuera como los días de los cielos. El, sí rompió el pacto con su siervo y profanó su corona hasta la tierra (versículo 39). Así es vano buscar alguna contradicción entre las palabras del Salmista y el testimonio claro del profeta Ezequiel.

Tampoco existe alguna contradicción entre el testimonio de Dios por boca del profeta Ezequie1 y las palabras que él mismo dijo por su profeta Jeremías: “Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” ¿No enseñan estas palabras que el justo jamás se apartará de su justicia? De ninguna manera. Ni tratan del mismo tema, sino simplemente declaran el amor de Dios para con la Iglesia de los Judíos. Para que se eche de ver con toda su claridad, se necesita solamente leer la oración completa: “En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellos me serán a mí por pueblo. Así a dicho Jehová: El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel iba en busca de reposo. Hace ya mucho tiempo, Jehová se manifestó a mí (dice el profeta hablando en la persona de Israel) diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.

Aún te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel” (Jer31:1-4).

Permítame de una vez por todas, notar la falacia de casi todos los autores que escriben sobre este punto. Casi siempre dan por admitido el punto que se discute por aplicar a personas, particulares o creyentes individuales las declaraciones y profecíasque se refieren expresa y únicamente a la Iglesia en general; y algunas de ellas que únicamente se aplican a la Iglesia y nación de los judíos, personas distintas de todas las demás gentes.

Hay quienes dicen: “Pero de todas maneras a mí me fue revelado en particular, que Dios me ha amado con un amor eterno”. A ellos yo les respondo: Supóngase que así fue (cosa que está lejos de ser sin disputa). Lo único y lo más que esta revelación prueba es que tú en particular perseverás hasta el fin; sin embargo esto no tiene nada que ver con la pregunta general de la perseverancia o la perdición de otros.

II. Es posible que uno que goza de la fe que purifica el corazón, produciendo una buena conciencia, puede caer finalmente y perderse eternamente.

Porque así ha dicho el apóstol inspirado: “Te encargo que . . . milites la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos" (1 Ti 1:18-19).

Observe, 1. Estos hombres (tales como Himeneo y Alejandro) una vez tuvieron la fe que purifica el corazón, es decir que producía o fructificaba en una buena conciencia, cosa que ellos una vez tenían, porque de otra manera les fuera imposible desecharla.

Observe, 2. Ellos “naufragaron en cuanto a la fe”, palabras que expresan su pérdida total y final porque se entiende que un barco naufragado jamás se puede recuperar. Su pérdida es total y final.

Y el apóstol mismo en su Segunda Epístola a Timoteo, menciona que uno de estos dos se perdió irremediablemente. Dice el Apóstol: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pagará conforme sus obras” (2 Ti 4:14 según los mejores manuscritos, varias versiones, y algunos de los padres griegos). Por lo tanto uno que tiene la fe que purifica el corazón, produciendo la buena conciencia, puede caer y perderse eternamente.

“Pero, ¿cómo pueden concordarse estas palabras con las de nuestro Señor: ‘El que creyere . . . será salvo’?”

¿Crees que estas palabras significan, “El que cree” en ese momento, seguro e inevitablemente “será salvo?” Si esta interpretación fuera buena, entonces de acuerdo con todas las reglas gramaticales, la otra parte de la misma oración, tendría que significar: “El que” en ese momento “no cree” seguro e inevitablemente será condenado. Por lo tanto esta, tu interpretación, no es correcta. El significado claro del texto completo es: “El que cree (si continua creyendo) será salvo; y el que no cree (es decir si persiste en su incredulidad) será condenado”.

“Pero ¿no dice Cristo en Juan 3:36: ‘El que cree . . . tiene vida eterna’ y: ‘El que cree al que me envió tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida’ (Jn 5:24)?”

Yo respondo, 1. El amor de Dios es “vida eterna” (“Y esta es la vida eterna: Que te conozcan a tí, el único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado” Jn 11:3).

El amor de Dios, o sea esta “vida eterna”, es en esencia la vida celestial. Y ahora en esta vida, todo hombre que cree, ama a Dios, y por lo tanto disfruta “la vida eterna”. 2 . El que cree, por lo tanto “ha pasado de muerte (la muerte espiritual) a vida. 3. “El no vendrá a condenación” si persevera en fe hasta el fin, de acuerdo con Las palabras del mismo Señor: “El que persevere hasta el fin será salvo” y “De cierto de cierto os digo, el que guarda mis palabras nunca verá muerte” (Jn 8:51).

III. El que ha sido injertado en el buen olivo o sea en la Iglesia invisible y espiritual, puede, no obstante, recaer y perderse eternamente. Porque, así dice el Apóstol: “Algunas de las ramas, fueran desgajadas, y tú has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó l a s ramas naturales, a títampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Ro 11:17, 20, 22).

Aquí podemos observar:

1. Las personas mencionadas fueron, en realidad, injertadas en el buen olivo.

2. El buen olivo no es simplemente la Iglesia visible, sino la invisible, compuesta de creyentes santos. Porque así dice el contexto: “Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas” (versículo 16). Y “Por su incredulidad, fueron desgajadas pero tú por la fe estás en pie” (versículo 20).

3. Estos creyentes santos todavía estaban expuestos a ser cortados o desgajados de la Iglesia invisible, en la cual, en aquel tiempo estaban injertados.

4. Aquí, ni se menciona la posibilidad de que los injertados, una vez cortados, volviesen a ser injertadas de nuevo. Por lo tanto aquellos que fueron njertados en el buen olivo o sea en la Iglesia invisible y espiritual, pueden, sin embargo, caer de la gracia y perderse eternalmente.

“Pero ¿concuerda esta interpretación con el versículo 29: ‘Irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios’?” “La elección”, (es decir la elección incondicional de la nación de los judíos) “son amados por causa de los padres” o sea por amor a sus ascendientes. Y se declara, en prueba de que todavía son amados por ese amor hacia su ascendencia, que Dios todavía tiene reservadas bendiciones para la nación de los judíos: “Porque irrevocable son los dones y el llamamiento de Dios”; porque Dios no se arrepiente de haberles bendecido, ni se negará darles privilegios prometidos. Las palabras que estamos considerando, fueron dichas originalmente respecto a esas bendiciones nacionales ofrecidas a la nación de los judíos. “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta” (Nm 23:19).

“Pero ¿no hace en esta forma que Dios sea variable porque ‘en él no hay mudanza, ni sombra de variación (Stg 1:17)’?” En ninguna manera. Dios es inmutablemente santo; y por lo tanto él siempre “ama la justicia, y aborrece la maldad”. El es inmutablemente bueno; y por lo tanto él perdona a todo aquel que se arrepienta y cree en el evangelio. Y él es inmutablemente justo; por lo tanto paga a cada hombre según sus obras. Pero todo eso no impide que resista, cuando se ensoberbeciesen, a aquellos a quienes les había dado gracia siendo ellos humildes.

A lo contrario, la misma inmutabilidad de Dios exige que a los que se ensoberbeciesen, él los destruya a fin de que no haya ningún cambio en todas las dispensaciones divinas hacia ellos.

“Pero ¿cómo entonces es Dios fiel?” Respondo: En cumplir cada promesa, a cada persona a quién él ha prometido, a cada persona que cumple las condiciones de tales promesas. Aclarando aún más, 

1. “Fiel es Dios, que no os dejará ser tentado más de lo que podéis resistir” (1 Co 10:13). 

2. (Si ponéis vuestra confianza en él) “Fiel es el Señor, que os afirmará y os guardará de todo el mal que de otra manera os sobrevendría departe de los hombres perversos y malos” (2 Ts 3:2-3). 

3. “No apaguéis el Espíritu . . . retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal . . . y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo será “guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”, “porque fiel es él que os llama, el cual también lo hará” (1 Ts 5: 19-24). 

4. No seáis desobedientes a la vocación Celestial; y “fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados, para confirmaros irreprensibles hasta el fin (véase 1 Co 1:8-9). Y a pesar de toda vuestra fidelidad; si vosotros no cumplís con l a s condiciones, no podréis obtener la promesa.

“Pero ¿no son todas las promesas de Dios en él Sí, en él Amén?” Yo contesto: Son tan firmes como lo son los mismos cimientos de los cielos. Cumplid las condiciones y las promesas son segurísimas. “Creed y seréis salvos”.

“Pero ¿no son muchas de las promesas absolutas e incondicionales?” En muchos casos la condición es expresada. Pero eso de ninguna manera prueba que ninguna cosa es sobrentendida. No es posible expresar en una forma más absoluta las promesas que acabamos de citar del Salmo 89. Aún en este caso vimos que la condición es sobrentendida, aun que no formalmente expresada.

“Pero, no existe ninguna condición, sea expresada o sobrentendida en las palabras del apóstol Pablo: ‘Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, . . . nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro’” (Ro 8:38-39).

Supongamos que así sea, (cosa que se puede disputar). ¿Qué cosa con esto se prueba? Solamente eso: Que el Apóstol en ese momento estaba persuadido de su propia perseverancia. Y no dudo de que muchos creyentes el día de hoy gozan de esta misma confianza llamada en la Escritura, “la plena certeza de la esperanza”.

Esta, sin embargo, no prueba que todo creyente persevera. Tampoco prueba que todo creyente- actualmente goza de la plena confianza de su perseverancia.

IV. Personas que ahora son pámpanos de la vid verdadera, de la cual Cristo dice:

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”, pueden caer de la gracia y perderse eternamente.

Porque así dice el mismo bendito Señor nuestro: “Yo soy la vid verdadera, y mi padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; . . . Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; . . . el que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (véase Jn 15:1-6).

Aquí podemos observar: 

1. Las personas de las cuales se hablan, están en Cristo – pámpanos de la vid verdadera: 

2. Algunos de los pámpanos no permanecen en Cristo, porque, el labrador, el mismo Padre, los quita. 

3. Los pámpanos que no permanecen, son quitados, separados de Cristo y su Iglesia. 

4. No solamente son echados fuera sino que se secan; y por lo tanto, no vuelven a ser injertados; a lo contrario, 

5. No solamente son echados fuera y se secan ; sino son echados en el fuego; y 

6. Arden. No es posible que palabras declaren más expresivamente, que aquellos que ahora son pámpanos pegados en la vid verdadera, pueden caer de tal modo que se pierden eternamente.

De acuerdo con esta declaración clara e indisputable de nuestro Señor, podemos interpretar otras palabras del divino Maestro que de otra manera admitirían disputa. Estemos seguros de una cosa: Sea lo que él quería decir, en ninguna manera él se contradice. Por ejemplo: “Esta es la voluntad del Padre . . . : Que de todo lo que él me diere, no pierda yo nada” (Jn 6:39). Seguramente de todo lo que Dios me diere o tal como se expresa en el versículo siguiente, que “todo aquel . . . que cree en é1” (es decir, continua creyendo hasta el fin, tal como el tiempo del verbo lo indica) “yo le resucitaré en el día postrero” para que reine conmigo para siempre.

Otra vez dice Cristo: “Yo soy el pan vivo . . . ; si alguno comiere de este pan”, (por fe) “vivirá para siempre” (Jn 6:51). Claro que sí, si continua comiendo ¿y quién lo puede dudar?

Otra vez dice Cristo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen, y yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10:27:28).

En el versículo anterior la condición es sobretendida; en este, es claramente expresada. Son mis ovejas aquellas “que oyen mi voz” (tiempo presente que indica acción continua) “y me siguen” en toda santidad. Y “haciendo estas cosas no caerán jamás”. Tampoco “nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.

Otra vez dice las Escritura: “Como había amado a los suyos que estaba en el mundo, les amó hasta el fin” (Jn 13:1). Habiendo “amado a los suyos” (es decir a los apóstoles, tal como aclaran las mismas palabras siguientes: los suyos que estaban en el mundo) “los amó hasta el fin” de su vida, y les manifestó ese amor hasta el fin.

Otra vez: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Jn 17:11).

Mucha importancia se ha dado a este texto; y de él se ha deducido que todas aquellos que el Padre le había dado a Cristo (frase frecuente en este capítulo) tenían que perseverar sin caída hasta el fin.

Sin embargo en el mismo versículo siguiente, nuestro Señor mismo declara que uno de aquellos que el Padre le había dada, no perseveró hasta el fin sino pereció eternamente. Las mismas palabras de Cristo son: “A los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición” (Jn 17:12). Así es que ¡Aún uno de los doce se perdió eternamente! He aquí la evidencia clara de la frase, “los que me diste” significa en este versículo y en la mayor parte de los otros versículos, a los doce apóstoles únicamente.

No puedo hacer más que notar otra equivocación muy corriente, la de dar, por admitido el punto que se discute: Corrientemente se enseña como verdad indisputable que todas las palabras dichas por nuestro Señor a sus apóstoles o acerca de ellos, sepuede aplicar a todo creyente. Pero de ninguna manera es aceptable este modo de interpretar las Escrituras para el hombre que las escudriña imparcialmente. Tales personas no admiten, excepto en casos probados clara y particularmente, que algunos de estos textos que hablan en primer lugar de los apóstoles, pueden aplicarse, a todo creyente.

V. Aquellos que por un, conocimiento eficaz de Cristo han escapado las contaminaciones del mundo, puede recaer en estas contaminaciones y perderse eternamente.

Porque así ha dicho el Apóstol Pedro: “Si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo,” (la única manera posible de escaparlas) “enredándose otra vez en ellas las son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado” (2 P 2:20-21).

Que el conocimiento del camino de la justicia que ellos habían logrado, fue un conocimiento personal y experimentado, se echa de ver por l a s palabras del versículo anterior “habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo” una expresión paralela a aquella en el capítulo anterior versículo 4, “habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo”. En ambos capítulos, el afecto se adscribe a la misma causa - llamada en el capítulo uno “El conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia”; y en el segundo capítulo, aún más expresivamente “El conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo”.

Y a pesar de todo, echaron a perder el conocimiento experimental de Cristo y del camino de justicia; se enredaron otra vez en las mismas contaminaciones que habían escapado y “enredándose otra vez en ellas, son vencidos”. Ellos volvieron atrás del santo mandamiento que les fue dado y así “su postrer estado viene a ser peor que el primero”. Por lo tanto es posible que aquellos, que por su conocimiento eficaz de Cristo han escapado las contaminaciones del mundo, puedan enredarse de nuevo en estas contaminaciones y perderse eternamente.

Y esto concuerda perfectamente con las palabras de San Pedro en el primer capitulo de su Epístola anterior: Que son “guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación”. Y sin duda alguna, así son todos los que logran la salvación eterna. Es el poder de Dios únicamente y no el nuestro que nos guarda, sea por un día o una sola hora.

VI. Aquellos que iluminados del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo y que han sido hechos “partícipes del Espíritu Santo”, de su testimonio y de los frutos suyos, pueden recaer y perecer eternamente. Porque así ha declarado el autor inspirado en su Epístola a los Hebreos: “Porque e s imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renopvardao s arrepentimiento crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (He 6:4-6).

Toda persona sin perjuicios, puede entender que el autor por sus palabras tanclaras y descriptivas, habla de creyentes verdaderos. Solamente con grande y palpable perversión pueden estas palabras aplicarse a gente no creyente.

“Una vez fueron iluminados” es una expresión frecuente del Apóstol que se refiere siempre y solamente a creyentes. Porque así dice: “El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación . . . alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de s u herencia en los santos” (Ef 1:17-18). Y en otro lugar: “Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese es él que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Co 4:6). Esta iluminación es una iluminación que ningún incrédulo conoce. Los incrédulos completamente desconocen tal iluminación. “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Co 4:4).

“Ellos gustaron del don celestial”, (claramente así llamado) “y fueron hechos participes del Espíritu Santo”. El mismo apóstol San Pedro une en una sola oración estas dos experiencias: “Bautícese cada uno de vosotros . . . para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch 2:38). Es por medio del Espíritu Santo que el amor de Dios es derramado en los corazones, juntamente con todos los demás frutos suyos. Y es muy notable que el mismo Señor nuestro en la gran comisión dada a San Pablo, (palabras que probablemente el autor tenía presente al escribir) comprende todos estos tres detalles: “Ahora te envío para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios;” frases expresadas por una sola expresión, “fueron iluminados”) “para que reciban, . . . perdón de pecados, (‘el don celestial’) y herencia entre los santificados” (Hch 26:18). Son estos “santificados” los que son “hechos partícipes por el Espíritu Santo”, es decir, de todas las influencias santificadoras del Espíritu.

La expresión: “Gustaron del don celestial” es prestada del Salmista: “Gustad y ved que es bueno Jehová” (Sal 34:8). Es como si hubiera dicho: “Estad tan seguros de su amor como estáis seguros de cualquier cosa que veis con vuestros ojos; y que tal confianza sea tan dulce para vuestra alma como la miel lo es para vuestro paladar”.

Y a pesar de que ellos “habían sido iluminados”, habían “gustado del don celestial”, y habían “sido partícipes del Espíritu Santo”, “recayeron” de tal modo que les fue “imposible renovarlos otra vez para arrepentimiento”.

Tal como se ve por el tiempo pasado de los cinco verbos principales aquí, el Apóstol no supone la posibilidad de una recaída, sino declara un hecho, positivo, “recayeron” y nos asegura que es imposible que “sean otra vez renovados para arrepentimiento”. Por lo tanto tales personas perecen eternamente.

“Pero, si es así, ¡Adiós todo mi consuelo!”

Entonces tu consuelo reposa sobre una base muy insegura. El consuelo mío no se basa sobre cualquier opinión, sea la que el creyente puede perderse o no puede perderse; no sobre la memoria de una obra que se efectuó en mí ayer; sino sobre lo que disfruto hoy; el conocimiento actual que Dios en Cristo me reconcilia consigo mismo; que en este momento estoy contemplando la luz de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo; que ando en la luz como é1 está en luz y tengo comunión con el Padre y con el Hijo. Mi consuelo es, que por la gracia ahora creo en el Señor Jesucristo, y que su Espíritu da testimonio a mi espíritu que soy hijo de Dios. Me consuelo únicamente en esto que yo veo a Jesús a la derecha de Dios; que yo personalmente, por mi mismo y por ningún otro, tengo una esperanza plena de inmortalidad; que yo siento el amor de Dios ya derramado en mi corazón, estando crucificado al mundo, y e l mundo me está crucificado a mí. Mi gloria es esta: El testimonio de mi conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, si no por la gracia de Dios, yo me he conducido en el mundo.

Anda, busca y ve si puedes encontrar un gozo más sólido y glorioso en todo el mundo. Este consuelo no se conmueve ni por la veracidad ni por la falsedad de la creencia que los hijos de Dios pueden caer o no caer. Si tu confianza es menor, tu confías en el báculo de caña cascada, que no te sostendrá y si te entrara por la mano, la traspasará.

VII. Los que en este momento viven por fe pueden caer de la gracia y perderse eternamente.

Porque así declara el mismo autor inspirado: “ El justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma” (He 10:38). “El justo” o sea la persona justificada, “vivirá por fe” aun ahora en esta vida; él vive la vida que está escondida con Cristo en Dios; y s i é l persevera hasta el fin, él vivirá con Dios para siempre. Pero retrocediendo dice Dios, “ no agradará mi alma”, es decir: “yo le echaré fuera” y de acuerdo con la palabra “retroceder” mencionada en el siguiente versículo, ese retroceso es “para perdición” (He 10:39).

“Pero la persona de quien se supone que retrocede no es la misma persona de quien se declara ‘vive por fe’”.

Contesto, 1. ¿Quién es él, pues? ¿Puede un hombre retroceder de la fe si jamás la hubiera alcanzado? 2. Si el texto inglés fuera traducido correctamente, no habría base de la suposición errada de que el Apóstol habla de dos personas. El original y la correcta traducción como aparece en la Versión 1960, dicen que “el justo que vive por fe es quien retrocede”. En el original, solamente aparece un solo sujeto en el caso nominativo. Es el justo quién retrocede, en quién el alma de Dios no hay agrado.

“Pero el Apóstol agrega: ‘Nosotros no somos de los que retroceden para perdición’”. ¿Y, qué es lo que quieres deducir de eso? Tan lejos es de contradecir lo que hemos dicho que lo confirma claramente. Es prueba que aquellos que retroceden, “retroceden para perdición” aunque el Apóstol no es uno de ellos. Por lo tanto los que ahora viven por fe pueden caer de la gracia y perderse eternamente.

VIII. Los que fueron santificados por la sangre del pacto, pueden caer de la gracia y perderse eternamente.

Porque así dice el mismo autor de la Epístola a los Hebreos: “Si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en el cual fue santificado, e hiciere afrente al Espíritu de gracia?” (He 10:26-29).

Es innegablemente claro, 1. Que la persona mencionada de estos versículos, una vez había sido santificada por la sangre del pacto. 2. Y que él, después por pecado conocido y voluntario, pisoteó al Hijo de Dios. 3. Y que por su pecado, merece un castigo mayor que la muerte física o sea la muerte eterna.

Así es que concluimos que personas santificadas por la sangre del pacto, puedan caer de la gracia y perderse eternamente.

“¡Qué! ¿Puede la sangre de Cristo arder en el infierno? 0 ¿puede lo comprado por su sangre llegar allá?” Yo contesto, 1. La sangre de Cristo no puede arder en el infierno, como tampoco se puede derramar en la tierra. El cielo mismo ha recibido, tanto su carne como su sangre, hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas. Sin embargo, 2. Si la Palabra de Dios es verídica, alguien que fue, comprado por la sangre de Cristo, sí, puede llegar al infierno. Porque el que fue santificado por la sangre de Cristo claramente fue comprado por la sangre de Cristo. No obstante, uno que fue santificado por la sangre de Cristo, puede llegar al infierno, es decir: Puede recaer y sufrir “el hervor de fuego que para siempre ha de devorar a los adversarios”.

“¿Entonces, puede un hijo de Dios llegar al infierno? ¿Puede un hombre ser hijo de Dios hoy e hijo del Diablo mañana? ¿Si Dios es su Padre una vez, no es siempre su Padre” Contesto, 1. Un hijo de Dios, es decir: Un creyente verdadero, (porque el que cree es nacido de Dios), mientras continua siendo creyente verdadero no puede llegar al infierno. 2. Si el creyente hace naufragio de su fe, él ya no es hijo de Dios; y entonces puede llegar al infierno y seguramente lo hará si persiste en su incredulidad. 3. Si es posible que un creyente haga naufragio de su fe, entonces uno que hoy cree puede llegar a ser incrédulo en el futuro; ¡bien!, muy posiblemente mañana mismo; si es así, el que es hijo de Dios hoy puede llegar a ser hijo del Diablo mañana. 4. Dios es Padre de los que creen en tanto que creen; pero el Diablo es padre de los que no creen, sea que una vez hayan creído o que nunca creyeron.

En resumen de todo lo que hemos dicho es: Si las Escrituras son veraces, aquellos que ahora son santos y justos según el criterio de Dios mismo; aquellos que ahora gozan de la fe que purifica el corazón, produciendo buena conciencia; aquellos que ahora son injertados en el buen olivo o sea injertados en la Iglesia invisible y espiritual; aquellos que son ahora pámpanos de la vid verdadera, de la cual Cristo dice, “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”; aquellos que ahora, por su conocimiento eficaz de Cristo, han escapado las contaminaciones del mundo; aquellos que han visto la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, y son hechos partícipes del Espíritu Santo, gozando de su testimonio y de los frutos suyos; aquellos que hoy viven por su fe en el Hijo de Dios; aquellos que son santificados por la sangre del pacto, pueden, a pesar de todo, caer de la gracia y perderse eternamente.

Advertencias del Nuevo Testamento que Enseñan que la Salvación Puede Perderse

Advertencias de Cristo:

1. “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mt 5:13: Mt 5:14-16).

2. “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt 10:22: Mt 24:13: Mr 13:13).

3. “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mt 12:30: Mt 12:31-33).

4. “Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mt 13:19-22/Lc 8:12-14).

5. “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt 16:24-26).

6. Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo... Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco” (Mt 25:1-13).

7. “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a este señaló Dios el Padre” (Jn 6:27).

8. “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” (Jn 8:31).

9. “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre” (Jn 8:34-35).

10. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn 10:27: Mt 10:38 [seguir]).

11. “ El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él... El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Jn 14:21-23).

12. “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn 15:4-6).

14. “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Jn15:10).

15. “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn 15:14).

Advertencias de Pablo:

1. “Y despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes hablándoles, les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios” (Hch 13:43 [perseverar]).

2. “confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hch 14:22 [permanecer]).

3. “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravíoY como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no solo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican” (Ro 1:21-32).

4.  “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?” (Ro 2:1-3).

5. “... el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios” (Ro 2:6-11).

6. “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6:16-23).

7. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6:23).

8. “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Ro 8:1-8).

9. “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Ro 8:12-14).

10. “Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado” (Ro 11:20-22).

11.  “ ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1 Co 3:16-17).

12. “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios” (1 Co 6:9-10).

13. “Y por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió” (1 Co 8:11).

14. “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado   ” (1 Co 9:24-27).

15. “... si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Co15:2).

16. “No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes” (2 Co 1:24).

17. “Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables” (2 Co 5:9).

18. “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios” (2 Co 6:1).

19. “ Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co 11:3).

20. “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Co 13:5).

21. “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gl 1:6-9).

22. “Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago” (Gl 2:18).

23. “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gl 2:21).

24. “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? ... Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gl 3:1; Gl 5:7-8).

25. “¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne? ...  Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gl 3:3; Gl 5:19-21).

26. “... mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años... Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros” (Gl 4:9-11).

27. “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros, quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros ” (Gl 4:19-20).

28. “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gl 5:1).

29. “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gl 5:4).

30. “Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gl 5:9; 1 Co 5:7-8).

31. “Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gl 5:15).

32. “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gl 5:16-18).

33. “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (Gl 6:7-8).

34. “... el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Ef 2:2).

35. “Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Ef 5:6).

36. “... para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo” (Fil 1:10).

37. “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Fil 2:12).

38. “Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor” (Fil 4:1).

39. “... si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído” (Col 1:23a).

40. “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; 7 arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Col 2:6-7).

41. “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col 2:8).

42. “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (Col 2:18-19).

43. “aced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia” (Col 3:5-6).

44. “Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas” (Col 3:25).

45. “ Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano” (1 Ts 3:5).

46. “... porque ahora vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor” (1 Ts 3:8).

47. “... en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Ts 1:8-9).

48. “Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros ... Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ese señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence” (2 Ts 3:6,14).

49. “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, de las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman” (1 Ti 1:5-7).

50. “Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, de los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendan a no blasfemar” (1 Ti 1:18-20).

51. “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios” (1 Ti 4:1).

52. “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Ti 4:16).

53. “... ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Ti 5:8).

54. “Pero viudas más jóvenes no admitas; porque cuando, impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse, incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe” (1 Ti 5:11-12).

55. “Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás” (1 Ti 5:15).

56. “... porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Ti 6:10).

57. “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos...  atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Ti 6:12,19).

58. “... la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo” (1 Ti 6:21).

59. “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Ti 1:6-7) .

60. “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él” (2 Ti 2:11).

61. “Si sufrimos, también reinaremos con él; si le negáremos, él también nos negará” (2 Ti 2:12).

62. “...  que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos” (2 Ti 2:18).

63. “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti 3:14-15).

Advertencias de Santiago:

1. “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg 1:13-15).

2. “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?” (Stg 2:22-25).

3. “... y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Stg 4:17).

4. “ Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Stg 5:19-20).

Advertencias de Pedro:

1. “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch 10:34-35).

2. “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal” (1 P 3:12).

3. “Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?” (1 P 4:18).

4. “Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados” (2 P 1:9).

5. “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 1:10-11).

6. “Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos), sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío” (1 P 2:4-10).

7.  “Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad” (2 P 2:15).

8. “Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció” (2 P 2:18-19).

9. “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 P 2:20-22).

10. “Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 P 3:14).

11. “ Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza” (2 P 3:17).

Advertencias de Juan:

1. “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad” (1 Jn 1:6).

2. “... pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Jn 1:7).

3. “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1 Jn 2:3).

4. “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Jn 2:4).

5. “ El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn 2:6).

6. “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas” (1 Jn 2:9).

7. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn 2:15-17).

8. “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna” (1 Jn 2:24-25).

9. “Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1 Jn 2:28).

10. “ Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Jn 3:3).

11. “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Jn 3:4; Ez 18:4; Gl 5:21).

12. “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido” (1 Jn 3:6).

13. “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Jn 3:8).

14. “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn 3:9).

15. “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios” (1 Jn 3:10).

16. “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte” (1 Jn 3:14).

17. “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (1 Jn 3:15). 

18. “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Jn 3:17-18).

19. “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Jn 4:7-8).

20. “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Jn 5:1-5).

21. “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte” (1 Jn 5:16-17). Esto prueba que cuando alguien peca incurre en la pena de muerte (Stg 5:19-20; Ez 18:4; Gl 5:21).

22. “Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese sí tiene al Padre y al Hijo” (2 Jn 1:9).

23. “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios” (3 Jn 1:11).

Advertencias de Judas:

1. “Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron” (Jud 1:5; 1 Co 10:1-33).

2. “Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Jud 1:6-7). Si Dios los condenó por pecar, también condenará a otros que pequen.

3. “... conservaos en el amor de Dios...” (Jud 1:21).

4. “... , esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”  (Jud 1:21).

Advertencias del Apocalipsis (Cristo y Juan):

1. “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Ap 2:4-5).

2. “ No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap 2:10).

3. “Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Ap 2:16-17).

4. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones” (Ap 2:26)-  

5. “El que venciere será vestido de vestiduras blancas...” (Ap 3:5a).

6. “... y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles” (Ap 3:5b; Ap 22:18-19; Ex 32:32-33; Sal 69:25-29).

7. “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Ap 3:11).

8. “ Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Ap 3:15-16).

9. “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Ap 16:15).

10. “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Ap 21:8).

11. “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap 21:27; Ap 22:15,19).

12. “El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía” (Ap 22:11).

13. “Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro” (Ap 22:18).

14. “Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Ap 22:19).

15. “Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Ap 22:19).

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A menos que el creyente comience a “andar en el Espíritu” (Ro 8:1, 8:4; Gl 5:16, 5:25) y complete con éxito “la carrera que tenemos por delante” (He 12:1) y obtenga el “premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil 3:14), NO tiene la Salvación.










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Una Vez Salvo, ¿Siempre Salvo?