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35. MEZQUINDAD

La mezquindad es un pecado especialmente serio. La Biblia explica esto cuando dice: “Porque el amor al dinero es raíz de toda clase de males” (1 Timoteo 6:10). Está claro que todos los que tienen un amor exagerado hacia las cosas terrenales serán excluidos del reino de Dios, porque está escrito que no “heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:10, compárese con Efesios 5:5). Sí, el egoísmo como la mezquindad, es idolatría. “...por las que viene el terrible castigo de Dios sobre aquellos que no le obedecen” (Colosenses 3:5b, 6).

Por cuanto a los egoístas les espera un castigo serio y la ira de Dios está ahora mismo sobre ellos, tenemos que librarnos de la mezquindad a toda costa. Este pecado está más o menos en todas las personas aunque no es tan evidente en algunas. Puede aparecer con síntomas aparentemente inofensivos. La “economía”, o la “habilidad para planificar” el gasto de nuestros ingresos podrían ser disfraces para este pecado.

El egoísmo revela su verdadera faz cuando nos es difícil abandonar algo. Eso puede ocurrir en muchos aspectos, lo cual depende de a qué cosas nuestro corazón está aferrado. Así, una persona mezquina algunas veces “nadará” en la opulencia sin querer dar nada, hasta casi ahogarse en sus posesiones. A menudo rehúsa dar a los que le piden y nunca comparte voluntariamente dinero ni posesiones con nadie. Está atada a las cosas pasajeras de esta tierra y no comprende que también permanece atada al príncipe de este mundo, Satanás. Ha llegado a ser siervo de éste aquí y un día no heredará el reino de Dios aunque parezca que creyó en el Señor Jesús cuando estuvo en la tierra.

Frecuentemente los cristianos aparentamos no ser mezquinos, sin embargo, estamos apegados a nuestras posesiones. ¡Cuán frecuentemente constatamos esto en mi patria, Alemania, cuando se les pidió a algunos que aceptaran en sus hogares a refugiados y a personas que habían quedado sin hogar durante la Segunda Guerra Mundial y después de ella! Las personas trataban de convencerse de que estaban obligadas a mantener su hogar, los muebles y otras cosas intactas para el bien de sus hijos. Por amor a sus hijos, pensaron que no podían hacer otra cosa que negarse a recibir refugiados y personas sin hogar, o a lo sumo, les concedían la peor habitación y las peores cosas. Ni siquiera los cristianos comprendían su mezquindad y que estaban pecando contra su prójimo que se encontraba en necesidad.

Mientras no nos enfrentemos a situaciones tan extraordinarias como ésta, tenemos que aprovechar el tiempo para vencer este pecado. Porque el egoísmo es lo opuesto al amor, el cual da todo y eso nos hace felices a nosotros y a otros. La mezquindad nos hace pecar contra el amor, que es una característica de lo divino y puede convertir la vida en la tierra en un paraíso. Los egoístas siembran terribles semillas durante su corta vida en la tierra, las cuales cosecharán en el otro mundo. Su herencia será el reino de las tinieblas, donde la ira de Dios caerá sobre ellos.

¡Por tanto, declarémosle la guerra al egoísmo en nuestros corazones y vidas! Jesús nos advierte “Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas” (Lucas 12:15). Al mismo tiempo, Jesús nos revela la principal causa de la mezquindad. Estamos ciegos y no podemos ver lo que es el tesoro real, el “tesoro en el cielo”, lo cual es el mismo Dios. Si Dios es el gran amor de nuestras vidas entonces somos “ricos en Él” y no nos apegaremos a las riquezas de este mundo. Recibiremos de Él todo lo que necesitamos en esta vida. Sin embargo, si Dios no es el “tesoro” de nuestras vidas, si buscamos las cosas terrenales y pasajeras, permaneceremos cautivados por ellas y seremos esclavos de la mezquindad y de Satanás. Si no amamos verdaderamente a Jesús, ni estamos completamente entregados a Él, cada vez que se presente el caso cederemos a la mezquindad. Jesús no solo nos da tesoros eternos, imperecederos, sino que también nos da abundantemente todo lo que necesitemos en esta vida, si nosotros se lo permitimos y abandonamos el apego a las cosas por amor a Él.

La manera de deshacernos de la mezquindad consiste en “soltar”. El mismo Jesús nos dio este consejo: “Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo” (Mateo 10:8). ¿Pero quién puede hacer esto? Sólo los que han hallado completa abundancia en Jesús y al mismo tiempo con fe cuentan con las promesas de Él: “Den a otros, y Dios les dará a ustedes. Les dará en su bolsa una medida buena, apretada, sacudida y repleta” (Lucas 6:38). Tenemos que atrevernos a soltar y dar aquello a lo cual estamos más apegados. Si damos este paso por amor a Jesús, experimentaremos que Él actuará conforme a su promesa y nos dará cien veces más. Tales experiencias nos animarán a continuar dando cosas. Jesús nos redimió de nuestra manera vana de vivir heredada de nuestros padres (1 Pedro 1:18) y nos trasladó al reino donde impera el amor.