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30. LA INGRATITUD

¡La ingratitud es un rasgo horrible! Especialmente cuando se dirige contra alguien que ha hecho sacrificios por nosotros y otras cosas buenas. Nuestra ingratitud puede herir profundamente a las personas. ¡Qué tristeza hay en las palabras de Jesús, cuando sólo uno de los diez leprosos que fueron sanados regresó a darle las gracias! ¿Acaso no eran diez los que quedaron limpios de su enfermedad? ¿Únicamente este extranjero ha vuelto para alabar a Dios?” (Lucas 17:17-18).

Pero hoy nuestra ingratitud es aún más seria porque no apreciamos el don que sobrepasa todo entendimiento: el perdón de Jesús y su expiación vicaria por nosotros. Su sacrificio a nuestro favor revela que como pecadores necesitamos la redención y que de ningún modo merecemos el amor de Dios. Porque no hemos ganado lo que recibimos de Él, ni tampoco lo que nos brindan otras personas, debería ser natural el darle gracias a Dios. Pero si no le agradecemos por su gracia y sus dones que no merecemos, somos como parásitos y no debemos sorprendernos cuando la ira de Dios venga sobre nosotros.

La ingratitud es un pecado serio. Las Sagradas Escrituras dicen que es una de las características del espíritu anticristiano de los últimos tiempos (2 Timoteo 3:2). Será juzgado severamente por Dios. Por tanto, debemos vencer la ingratitud que exista en nuestros corazones, si queremos pertenecer a Jesús en la eternidad. Debemos comprender lo horrible que es este rasgo. Tenemos que permanecer firmes y no tolerarlo más por cuanto hiere el corazón del Padre tan profundamente.

¿Cómo podemos vencer la ingratitud? En este caso debemos identificar la raíz. Así como muchos otros pecados, éste tiene sus bases en el orgullo. Los orgullosos dan por entendido que la gente tiene que darles cosas. Consciente o inconscientemente, piensan que tienen el derecho de recibir regalos, por eso no se admiran cuando reciben cosas buenas. Sus ojos están ciegos a todo lo bueno que el Padre celestial les da. En su orgullo ellos piensan, aun cuando no están conscientes de esto, que merecen recibir suficiente, o más que suficiente alimento, ropa y todo lo demás que necesitan para su cuerpo y alma en esta vida. Pero si no tienen lo necesario, de repente se acuerdan de Dios y lo acusan de no darles lo que ellos esperan. Su actitud hacia Dios es como la de una persona que tiene un derecho legal sobre otra. La persona ingrata no comprende lo que es gracia cuando Dios le da lo que necesita. De modo que debemos humillarnos delante de Dios y pedirle que perdone nuestro orgullo, que es el que no nos permite agradecerle. Y tenemos que pedirle que nos conceda un arrepentimiento más profundo por nuestra orgullosa ingratitud.

El siguiente paso consiste en recordar todas las buenas cosas que recibimos, ya sea diariamente o semanalmente. Esto no sólo significa comprenderlo en nuestros corazones sino elevar al Padre un canto u oración en acción de gracias. También ayuda el tener un "cuaderno de agradecimiento", en el cual se escribe todo lo que recibimos. Luego, al finalizar el día o la semana, a solas o con la familia, podemos agradecer a Dios. De este modo, nuestros corazones practican en ver lo que hemos recibido, tanto de otras personas, como de Dios.

El recordar la bondad de Dios y la amabilidad de otros es el primer paso hacia la gratitud. De esta forma comprenderemos más profundamente que Dios es un Padre lleno de amor que se regocija en hacernos el bien (Jeremías 32:41). Sobrecogidos por este amor, nuestros corazones se llenarán cada vez más de gratitud y gozo. Porque la gente agradecida tiene buenas razones para regocijarse por las pruebas de amor de Dios, en tanto que la desagradecida permanece insatisfecha y trastornada. Este es un símbolo típico del orgullo. Pero mientras más nos muestre el Señor nuestra miseria y pecaminosidad, más se regocijarán nuestros corazones cuando el Padre que está en el cielo, a pesar de todos nuestros pecados, nos dé buenas dádivas y las demás personas también nos ofrezcan regalos. Más y más aprenderemos a dar gracias por habernos guiado por caminos difíciles, porque habremos llegado a entender que su corazón de amor estaba detrás de esos caminos. Este es el corazón que se le revela al que es agradecido. "Den gracias a Dios por todo, porque esto es lo que Él quiere de ustedes como creyentes en Cristo Jesús"(1Tesalonicenses 5:18).

¡Dios quiere cambiarnos para convertirnos en personas agradecidas! Dios puede hacer existir cosas que no existen, entre ellas la gratitud. Él formará en nosotros nuevas creaciones, corazones agradecidos que sean humildes, gozosos y amorosos. El agradecido quiere pagar de algún modo a los que han hecho buenas cosas por ellos y hacerlos felices. ¡Qué fulgor divino hay en el que es agradecido: el fulgor del reino de los cielos! Porque arriba le daremos gracias a Dios y lo adoraremos continuamente por todo lo bueno que Él ha hecho por nosotros. Pero sólo llegaremos allí si hemos aprendido a agradecer aquí.

¿Habrá alguno que quiera cerrar la puerta del cielo para sí mismo por ser ingrato? Si usted no lo quiere, pelee la buena batalla de la fe contra la ingratitud, y el cielo, donde reinan el gozo y el amor, se abrirá para usted aquí en la tierra.