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40. REBELIÓN

La rebelión es el pecado que cometieron los seguidores de Coré (Números 16), los que murmuraron y protestaron contra sus dirigentes y contra los que tenían privilegios y bendiciones especiales que ellos no poseían. Este espíritu rebelde puede hallarse entre los piadosos. Dios castigó a los hijos de Coré de la manera más severa, tuvieron que pagar con la muerte su rebeldía.

El espíritu rebelde contiene el veneno del diablo, pues Satanás es el jefe de los rebeldes. Por el hecho de que Satanás no tenía la misma posición de Dios, se rebeló contra Él. Podemos constatar que el espíritu de rebelión se origina en la envidia y el orgullo. Satanás hace todo esfuerzo para llevar su veneno a los corazones de los creyentes cristianos y atraparlos en sus manos. Es una fuerza destructiva, así como el amor humilde que sirve es una fuerza constructiva. El amor construye el reino del amor, el espíritu de rebelión lo destruye, todo espíritu rebelde de crítica y protesta contra las órdenes tomadas por nuestros superiores, agrega algunos ladrillos al edificio del reino del infierno.

Pero lo extraño respecto a la rebelión es que constantemente se disfraza y por esta razón muchos son afectados por ella. Es muy contagiosa. Hoy en día podemos ver una gran manifestación de rebeldía. Se nos presenta con hábiles argumentos e ideas de reforma que aparentemente intentan mejorar las condiciones y pretenden brindar a los oprimidos una vida más humana, más libertad y otras cosas. Se cree que estas buenas intenciones justifican el uso de la violencia contra el orden establecido y la eliminación de toda clase de autoridades. Luego se tratan de anular los reglamentos y los mandamientos de Dios. Esto conduce a una violencia y un caos de importancia que comienza en la esfera de nuestra vida con un disfraz satánico. “¿Realmente Dios tiene ese propósito? ¿Realmente quiere que esté sometido a otros, que obedezca los reglamentos de otros? Fui creado con libre albedrío y no necesito sujetarme a nadie”.

Usualmente no tomamos en serio tales reacciones y no nos damos cuenta de que como pecado de hechicería es la rebeldía (ver 1 Samuel 15:23). Satanás, el rebelde, ha derramado su veneno en nuestro mundo pensante. Él sabe que este pecado traerá sobre nosotros la sentencia de muerte, así como la trajo sobre los hijos de Coré; es decir, por medio de la rebelión caeremos en las manos del príncipe del infierno y sufriremos “la segunda muerte” (Apocalipsis 20:14-15; 21:8). Pero aún aquí en este mundo tal juicio caerá sobre los rebeldes. Podemos ver esto en nuestros tiempos. Las almas de los que se rebelan mueren, sus vidas son vacías y no tienen significado. La consecuencia de esto es un creciente número de suicidios, porque los rebeldes están condenados a muerte.

Si no queremos ser siervos de Satanás, debemos adoptar una posición clara contra todo espíritu de rebelión que exista en nosotros. El primer paso consiste en rendir nuestras opiniones completamente a Dios. Tenemos que hacer todo el esfuerzo posible para amoldarnos a lo establecido, al orden en el cual Dios nos ha colocado y reconocer a las autoridades y sus decisiones. Como señal de nuestra disposición, debemos acercarnos a nuestros superiores, no importa quiénes sean, aún los que son difíciles de soportar (1 Pedro 2:18), con respeto y obediencia. Sin embargo, si vemos algo que debe cambiar, debemos pedirles con humildad que permitan el cambio y al mismo tiempo poner esta preocupación delante de Dios, el cual puede mover los corazones de las personas.

Pero lo importante, si no queremos llegar a estar en las garras de Satanás, el jefe de los rebeldes, es invocar el nombre de Jesús tan pronto como surja algún pensamiento rebelde en nuestro corazón. Jesús, el hijo de Dios, humildemente se sometió a las personas, tal como lo hizo con sus padres en Nazaret, “...vivió obedeciéndoles en todo” (Lucas 2:51). Aún en las horas más oscuras, cuando todo parecía no tener sentido, Él no se rebeló contra la incomprensible dirección de Dios, sino que confió en el Padre. Por medio de esta obediencia también nos redimió del espíritu de rebelión. Debemos decir esto siempre y orar:

¡Alabo el Nombre de Jesús que tiene el poder de hacer caer y derrotar las fuerzas de Satán!

En el nombre de Jesús hay gran poder. Ante Él el infierno tiembla y todos sus ataques tienen que cesar porque el nombre de Jesús es victorioso. En Él hay victoria contra todo poder del pecado. Por tanto, podemos apropiarnos de la promesa de Dios: “Todos los que invoquen el nombre del Señor, alcanzarán la salvación” (Romanos 10:13).

Si entramos en la batalla de fe contra el espíritu de rebelión con resolución completa, entonces Jesús, quien pagó con su muerte nuestra rebelión satánica, nos hará libres.