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ANTES QUE LA CADENA DE PLATA SE QUIEBRE


Algunas preguntas son fáciles de responder, y otras nos dejan callados, pensando por largo tiempo.

En la vida podemos hacer planes para el futuro. Podemos soñar. Podemos cambiar el rumbo; podemos aprender. Sabemos lo que nos gusta hacer, y lo que no nos gusta hacer. Tenemos ciertas opciones.

La muerte interrumpe todo esto. Marca el fin de los planes, y de la capacidad de tomar decisiones. Miramos el rostro sin vida de nuestro ser querido que ya no responde. No tiene sonrisa. Sus ojos ya no ven. Sus labios no se abren. Sólo hay silencio.

¿Qué Es La Muerte? 

Los filósofos, los poetas, los místicos y los cínicos han tratado de responder esta pregunta por siglos. Pero antes que ellos, nuestro Creador habló de manera clara al respecto. 

El consuelo de un creyente proviene de la obra que realizó Cristo a nuestro favor. Los que tenemos fe, encontramos gran aliento en verdades como las siguientes:

Los que Mueren en el Señor, Obtienen Descanso de las Luchas de esta Vida

“Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Ap 14:13).

 “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios” (He 4:9).

Los que Creen en Jesús como su Salvador Pasaremos la Eternidad con Él

“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn 14:1-3).

Aquellos que Mueren en el Señor, Resucitarán cuando Él Regrese a la Tierra

“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts 4:16-17).

En la Resurrección, los Creyentes recibiremos Cuerpos glorificados, Eternos

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil 3:20-21).

En la Eternidad, no Habrá más Tristeza ni Enfermedad

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Ap 21:4).

Estas especiales promesas son para aquellos que confiamos en Jesús como nuestro Señor y Salvador. Este breve conjunto de promesas es lo que llamamos LA ESPERANZA DE LOS CREYENTES: la esperanza de vivir para siempre con Dios en la eternidad. 

Esta esperanza no es como desear un buen día sin tener la certidumbre de que nuestro deseo sea cumplido. La esperanza de los creyentes se basa en las promesas de Dios, las cuales son tan seguras y ciertas como Dios mismo.

Cuando el escritor de Hebreos nos habla de la esperanza que Dios a puesto delante de nosotros, nos asegura que es algo en lo cual podemos estar completamente confiados: “La cual tenemos como segura y firme ancla del alma” (He 6:19). 

También nos dice que la seguridad de nuestra esperanza se basa en la realidad que “es imposible que Dios mienta” (He 6:18). 

LA MUERTE ES UNA MAESTRA SABIA DE PARTE DE DIOS

El libro de Eclesiastés incluso nos asegura que la muerte de un ser querido puede tener un efecto positivo en el corazón de los que aún permanecemos en esta vida:

“Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón” (Ec 7:2).

La Muerte nos Enseña que la Vida es Corta

La Escritura describe la vida humana como un vaporuna floruna sombra; como la efímera hierba del campo (1 P 1:24-25). Mientras más años cumplimos, más nos sorprendemos de lo corta que ha sido nuestra vida: recién ayer éramos aún niños, y ahora ya somos viejos.

La Muerte nos Enseña lo que es Realmente Importante en la Vida

La muerte de un ser querido tiene el efecto de hacer que nos demos cuenta de que las cosas por las cuales trabajamos y tan ardientemente deseamos en nuestra vida no tienen, en verdad, ningún valor. Las casas, la carreras, los negocios, el dinero, valen tan poco en comparación con la vida misma, la familia que construimos, el amor de aquellos con quienes Dios nos permite compartir nuestros días.

La Muerte nos Enseña que Debemos tomar la Vida en Serio

Cada uno de nosotros tiene sólo una vida. Después de esta, seremos un vago e impreciso recuerdo en las memorias de aquellos que nos conocieron. ¿Qué recordarán de nosotros? Es sabio reconsiderar nuestras acciones e intenciones, lo que hicimos y dijimos, y lo que hacemos y decimos ahora. Tras la muerte, no hay vuelta atrás. “En el lugar en que el árbol cayere, allí quedará” (Ec 11:3). Esta vida no es un borrador que podamos re-escribir después de muertos, pero lo puede ser ahora si tenemos la suficiente humildad para reconocer que nos equivocamos. “Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto” (Ec 9:4). 

La Muerte nos Enseña que la Vida es un Tiempo de Preparación

En esta vida, todos vamos hacia la eternidad. Algún día, estaremos para siempre con el Señor o separados de Él. Podemos decir que la vida es la “escuela” de la eternidad. Un día egresaremos, y nos veremos en el paraíso o en el infierno. Dios nos ha prestado este tiempo para que aprendamos a tomar decisiones: para que enmendemos el rumbo y cambiemos aquellos que hicimos mal. Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría” (Ec 7:2-4).

La Muerte nos Enseña que Debemos aprender a Aprovechar las Oportunidades del Presente

El momento presente es nuestra oportunidad. Hoy podemos hacer lo que después de morir desearíamos haber hecho, pero no hicimos. Debemos tomar consciencia que Dios no nos garantiza más tiempo que el presente: Él no nos promete un día de mañana en esta tierra. La misericordia de Dios se hace patente en nuestras vidas cuando la muerte nos visita llevándose a un ser querido. Si algo de luz de Dios tenemos en nosotros, “el que vive lo pondrá en su corazón...con la tristeza del rostro se enmendará el corazón...El corazón de los sabios está en la casa del luto” (Ec 7:2-4).

En la intensidad de nuestra pena, tal vez son sintamos tentados a dudar de Dios. Es normal que se nos inunde la mente de “porqués”, pero lo peor que podemos hacer es victimizarnos y culpar a Dios o a alguien más. Las Escrituras nos enseñan que la muerte es el resultado natural del pecado: “Porque la paga del pecado es muerte” (Ro 6:23). Desde que Adán y Eva pecaron, todos los seres humanos hemos nacido con cuerpos mortales e inclinados al pecado, sujetos a la enfermedad y la muerte. “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro 5:12).

La buena noticia es que si creemos en Jesús como nuestro Señor y Salvador, podemos ser salvos del pecado y aún de la muerte. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6:23). Cuando Lázaro murió, Jesús le dijo a Marta (que se dolía por su hermano): “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá (Jn 11:25).

Los que somos discípulos del Maestro no tenemos que temer la muerte física, porque sabemos que no es más que un pasaje de aquí a la eternidad con Él. Paradójicamente, así es como vencemos a la muerte; no aferrándonos a la vida. Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre (He 2:14-15).

Por medio de nuestra fe en el Señor, tenemos la respuesta al misterio de la muerte.

Con el poder de Dios, la restauración del alma tras el dolor del fallecimiento de un ser querido es posible y hasta inevitable.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios (2 Co 1:3-4).

El libro de Eclesiastés nos da el último mensaje en relación con la muerte, la cual es descrita en lenguaje altamente poético de la siguiente manera:

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento; antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia; cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas; y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo; y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio (Ec 12:1-7).

En su contexto, la frase inicial de este poema, Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, significa: Presta atención a TODO lo que Dios te ha dicho que hagas mientras aún estás con vida sobre la tierra.

Tres veces el Espíritu de Dios nos advierte que lo que debemos hacer, debemos hacerlo a tiempo, Antes, que sea demasiado tarde, antes que la cadena de plata se quiebre...y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.

¿No es misericordioso el Señor? ¿Y no es la muerte de aquellos que nos han precedido una expresión de Su amor hacia nosotros que aún tenemos aliento en nuestros cuerpos? Ellos nos precedieron para que nosotros pongamos su muerte en nuestro corazón y adquiramos sabiduría (Ec 7:2-4). Podríamos haber sido nosotros los primeros en partir, y nuestro destino eterno ya estaría sellado; pero el Señor eligió dejarnos para que seamos perfeccionados por medio de la partida de nuestros seres queridos. ¡Cuán agradecidos debiéramos estar! ¡Y cuán diligentemente debiéramos volver a nuestro primer amor, y hacer las primeras obras! (Ap 2:4).

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