Eligió vivir en la ciudad impía de Sodoma (Gn 13:12-13). Ofreció a sus dos hijas vírgenes a una multitud airada de homosexuales para que las violaran (Gn 19:5-8). Luego se emborrachó y embarazó a sus hijas, aunque sin saberlo (Gn 19:30-36).
Cualquiera que está un poco familiarizado con la historia del Antiguo Testamento conoce los problemas de Lot. Por esta razón, para algunos es difícil entender que el Nuevo Testamento califique a Lot como “justo”. De hecho, Pedro usó el término “justo” tres veces para describir al patriarca Lot: “[Dios] libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)” (2 P 2:7-8).
¿Cómo es que Pedro llama “justo” repetidamente a Lot si muchos ven una descripción diferente de Lot en Génesis? ¿Fue Lot realmente justo? ¿Se auto-contradice la Biblia?
Primero, se debe tener en cuenta que el hecho que un escritor de la Biblia haya registrado los pecados y actos imprudentes específicos de una persona no significa que esa persona no pudo haber sido justa. Cristo fue el único hombre perfecto y justo que pisó la Tierra (2 Co 5:21; 1 P 2:22). Aunque Noé, Abraham, Moisés, David, etc. fueron considerados fieles (He 11:7-29), todos ellos ocasionalmente desobedecieron la voluntad de Dios (Nm 20:1-12) y actuaron imprudentemente, cobarde y hasta impíamente (Gn 9:21; 12:12-20; 20:1-18). Dios nunca bendijo la desobediencia de ellos, solamente su fidelidad. Considérese también a Rahab la ramera. Aunque Dios no aceptó su prostitución, ella “fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino” (Stg 2:25). “Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz” (He 11:31). El simple hecho que según Su gracia, Dios salvara a Rahab de la destrucción de Jericó, no significa que Dios aceptara livianamente sus pecados sexuales pasados. Similarmente, el hecho que Pedro llamara justo a Lot no significa que Lot fuera perfecto. Insistimos en recordar que el registro bíblico demuestra que Cristo fue el único hombre perfecto y justo que ha vivido y vivirá en la carne. Incluso el apóstol Pedro, quien también laboró como un destacado líder en la iglesia del Señor (1 P 5:1), fue culpable en algunas ocasiones de carecer de fe suficiente (Mt 14:31), negando que conocía al Señor (Mt 26:69-75) y apartándose hipócritamente de los gentiles (Gl 2:11-14).
Segundo, se deben considerar los comentarios de Pedro, en cuanto a la “justicia” de Lot, en el contexto adecuado. Así como Noé fue una “isla de rectitud” rodeada por un mar de iniquidad (2 P 2:5), Lot estaba rodeado de los ciudadanos “malvados” e “inicuos” de Sodoma y Gomorra (2 P 2:7-8). Aunque Lot no era perfecto, no era como los ciudadanos malvados o inicuos de Sodoma; él era justo. Lot se separaba de la injusticia de los habitantes de Sodoma, e incluso atormentaba “cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos” (2 P 2:8). La cita de Pedro indica que fue la oración de Lot la que gatilló la visita del Señor a Sodoma y su posterior destrucción:
“Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré” (Gn 18:20-21).
¿Quién era el que clamó contra Sodoma y Gomorra si no el justo Lot que atormentaba “cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos” (2 P 2:8)? Ellos recibieron la recompensa del justo.
Aunque no se puede excusar el hecho que Lot ofreciera a sus dos hijas a los sodomitas (como tampoco las acciones de Abraham en Egipto y Gerar cuando permitió que los reyes tomaran a Sara para preservar su vida [Gn 12:10-20; 20:1-18]), Génesis 19 claramente indica la diferencia entre la justicia de Lot y la impiedad de los habitantes de Sodoma. Los sodomitas incluso insinuaron esto cuando declararon que Lot actuaba entre ellos como juez (Gn 19:9). Esta fue la distinción que Pedro hizo—no que Lot fuera perfecto, sino que permaneció sin contaminarse con la iniquidad intensa que prevalecía en Sodoma y Gomorra. Como los cristianos de hoy que se esfuerzan por caminar en la luz, aunque somos imperfectos (1 Jn 1:5-10), Lot fue un hombre justo, que también pecó ocasionalmente.
La gente tiende a juzgar el carácter y el valor de los demás por la apariencia exterior. Si una persona es alta, atractiva, con buen cuerpo y bien vestida, entonces posee cualidades físicas que las personas generalmente admiran y respetan. A menudo estas son las cualidades físicas que buscamos en los cristianos de hoy. Pero Dios tiene la extraordinaria capacidad de ver lo que hay dentro de una persona. Dios conoce nuestro verdadero carácter, porque “mira el corazón” del ser humano.
Había llegado el momento de que Samuel fuera a la casa de Isaí en Belén para ungir al próximo rey de Israel. Mientras Samuel miraba al hijo mayor de Isaí, Eliab, Samuel quedó impresionado con lo que vio. “De cierto delante del Señor está su ungido”, dijo el profeta (1 S 16:6).
Pero Dios le dijo a Samuel: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el Señor no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (1 S 16:7).
Saúl, el primer rey de Israel, era alto y atractivo. Samuel pudo haber estado buscando a alguien como Saúl, y la apariencia de Eliab era bastante llamativa. Sin embargo, Dios tenía en mente a un hombre diferente para ungirlo como rey de Israel. El Señor le había revelado antes a Samuel que buscaba a un hombre según el corazón de Dios (1 S 13:14).
Samuel miró a los siete hijos mayores de Isaí, pero el Señor los rechazó a todos como su elección para el puesto de rey. Dios estaba buscando a uno que tuviera un corazón fiel, totalmente consagrado a Él. David, el hijo menor de Isaí, al que ni siquiera se habían molestado en llamar, estaba afuera cuidando las ovejas. Después de que Samuel hiciera pasar a los otros hijos, enviaron a buscar a David, y el Señor dijo: “Este es el elegido” (1 S 16:12).
David era la elección de Dios—imperfecto pero fiel, un hombre conforme al corazón de Dios. Aunque la Biblia dice que además era hermoso (1 S 16:12), David no era el joven que sus pares habrían escogido como líder sobre ellos. No obstante, David había desarrollado un corazón que buscaba a Dios. Cuando estaba solo en los campos, pastoreando los rebaños, David había llegado a conocer a Dios como su Pastor personalmente y sin que nadie se lo revelara (Sal 23:1-6).
Las apariencias a menudo son engañosas. La apariencia exterior o la vida pública no revelan lo que la gente realmente es. La apariencia física no nos muestra el valor o el carácter, la integridad o la fidelidad de una persona hacia Dios. Las cualidades externas son, por definición, superficiales. Los aspectos morales y espirituales son mucho más importantes para Dios.
Dios mira el corazón. El corazón, en las Escrituras, es el centro de la vida moral y espiritual interna de una persona. Este mini comentario de Proverbios 4 explica que todo lo que hacemos fluye de nuestros corazones. El corazón es el centro, la esencia interna de lo que somos como se explica aquí.
Según todos los que lo vieron, Judas Iscariote era un discípulo fiel, pero su apariencia era engañosa. Los otros discípulos no tenían ni idea de lo que estaba pasando dentro de Judas. El Señor Jesús era el único que conocía el corazón de Judas: “¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?” (Jn 6:70). La perspectiva espiritual de Dios es más alta, más profunda y más sabia que la nuestra (Is 55:8-9).
2 Crónicas 16:9 dice que los ojos de Dios continuamente contemplan toda la tierra para mostrar Su favor a las personas cuyos corazones son perfectos para con Él. Dios puede mirar en nuestros corazones, examinar nuestras motivaciones y saber todo lo que hay que saber de nosotros (Sal 139:1). Dios sabe si una persona le es y le será fiel. Dios ve lo que la gente no puede ver.
El rey David estaba muy lejos de ser perfecto. Cometió adulterio y asesinato (2 S 11:1-27). Pero Dios vio en David a un hombre de una fe profunda y duradera, que estaba totalmente comprometido con el Señor. Dios vio a un hombre que dependería del Señor para tener fortaleza y dirección (1 S 17:45, 47; 23:2). Dios vio a un hombre que reconocería su pecado y su fracaso y que se arrepentiría y pediría perdón al Señor (2 S 12:13; Sal 51:1-19). Dios vio en David a un hombre que amaba a su Señor; un hombre que adoraba a su Dios con todo su ser (2 S 6:14); un hombre que se sometería a la limpieza divina, a la disciplina y también al perdón de Dios (Sal 51:1-19), y que llegaría a comprender las profundidades del amor de Dios para con él (Sal 13:5-6;). Dios vio a un hombre que tenía una relación sincera y personal con su Creador y Redentor. Dios vio a un diamante en bruto, a un trabajo en progreso, a una rama en la Vid que daría buen fruto si era podada con cuidado por el Labrador (Jn 15:1-2). Cuando Dios miró el corazón de David, vio a un hombre conforme a Su propio corazón (Hch 13:22).
Al igual que Samuel, no podemos ver lo que el Señor ve, y debemos confiar en Él para que nos dé sabiduría en nuestro trato con los demás. Y podemos confiar en que, cuando Dios mira nuestros corazones, ve nuestra fidelidad, nuestro verdadero carácter y nuestro valor como adoradores de Su santidad.
Esto fue lo que Dios vio también en Lot: su corazón, y dice de él que era “justo”. Como tú y yo no podemos ver los corazones de las personas, a menudo consideramos justos a quienes no lo son a los ojos de Dios, y consideramos pecadores a quienes Dios ha justificado—porque somos prejuiciosos y juzgamos por las apariencias.
Por eso es que en vez de tratar de etiquetar a alguien por las meras apariencias, mejor haríamos en ocuparnos en poner nuestros propios corazones en sintonía con el corazón de Dios. Debido a que Samuel estaba en sintonía con Dios, fue que recibió de Él la revelación de quién era el verdadero escogido del Señor. Si se hubiera dejado guiar por las apariencias o su propia sabiduría, se habría equivocado tan grandemente que la historia bíblica entera habría tomado un curso totalmente diferente. ¡Gracias a Dios Samuel supo esperar en el Señor, confiar en Su guía, y obedecer!
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