Thursday, November 13, 2025

LA LENGUA BLANDA QUEBRANTA LOS HUESOS




“Con larga paciencia se aplaca el príncipe, y la lengua blanda quebranta los huesos” (Pr 25:15).

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¿Se puede ganar a una persona en autoridad? La mansedumbre vencerá al poder. ¿Qué funciona mejor con una persona dura o iracunda? La blandura deshará la dureza. Aquí hay sabiduría preciosa para tener éxito en las relaciones interpersonales. Las respuestas instintivas rara vez funcionan.

La sabiduría incluye la capacidad de persuadir a los que están en autoridad, lo cual es un conocimiento muy útil. Las principales autoridades en la vida son los padres, los maridos, los empleadores, el gobierno civil y los ministros de toda clase. Con ellos, la actitud afable, apacible, dócil, flexible, dulce, mansa y tierna gana. El debate audaz y la confrontación aseguran la pérdida. Aunque tu causa pueda ser importante y justa, la sabiduría te exige un acercamiento blando y respetuoso ante quien está en autoridad.

Aquí hay gran sabiduría para tratar con las personas influyentes o en autoridad en algún ámbito. Es posible que debas persuadir a un jefe para tu causa o disuadir a uno de castigarte. El proverbio aquí trata de la persuasión, pero la misma sabiduría sirve también para la disuasión (Ec 10:4). Esta regla, aprendida y practicada, te dará gran y pacífica habilidad para tratar con aquellos en puestos de autoridad.

El mundo enseña lo contrario de esta sabiduría, y los resultados son horribles. Exigir tus derechos y esperar que una autoridad considere tus opiniones o demandas es orgullosa rebelión y crea confrontación. En lugar de inclinar hacia tu causa al que tiene autoridad, lo obligas a consolidar su posición y castigar tu insolente insubordinación.

La naturaleza humana es orgullosa, rebelde y egoísta. Asume que todos los hombres son creados iguales y tienen los mismos derechos. Pero la Biblia rechaza tal presunción arrogante. No hay dos hombres creados iguales, y algunos son puestos en oficios de autoridad que les dan poder sobre otras personas. Dios creó los oficios de autoridad, y respetarlos hace grande a una persona, a una familia y a una sociedad. La falta de respeto a la autoridad es un problema generalizado en un mundo profano y rebelde.

Salomón escribió como monarca, cuando el rey tenía autoridad absoluta. Tenía el poder de la vida y la muerte sobre todos los súbditos, y no había separación de poderes, amenaza de un jurado que no llegara a un acuerdo, medios de comunicación entrometidos o cualquier otra limitación para regir. 

El ejemplo en el proverbio es un príncipe, palabra que significa el primero, refiriéndose a un líder como el jefe de familia, cabeza de una tribu, funcionario importante, etc. Salomón te da sabiduría divina para ayudarte a persuadir a alguien en autoridad a que considere tu persona y tu causa. Gran parte de la vida consiste en convencer a los demás que nos consideren, por lo que ésta lección es clave.

Paciencia, es tolerar el desacuerdo o el mal trato. Es humilde longanimidad frente a la adversidad. Se utiliza aquí para describir un enfoque sumiso y perseverante al tratar con la autoridad. Si buscas persuadir a alguien en autoridad para que cambie con respecto a ti o tu causa, debes acercártele con una actitud de mansedumbre. Exigir impacientemente su atención te perjudicará más temprano que tarde. No lo dudes.

La lengua blanda es una metonimia que ilustra el hablar amable y respetuoso (Pr 15:1). Una lengua blanda es tan efectiva que se describe como capaz de romper los huesos de un príncipe. En lugar de discutir o debatir tu caso, date cuenta que una apelación sumisa y reverente funcionará mucho mejor para ti. Las palabras agresivas y duras faltan el respeto a la posición que el otro ostenta, y atacan la legitimidad de su autoridad. En lugar de considerar sobriamente tu causa, defenderá su posición y rango rechazándote por tu insolencia.

Cuanto más bajo llegues en humildad, y cuanto más alto eleves al otro sobre ti, mayor influencia tendrás sobre él. En la medida en que te proteges y diluyes este enfoque reverente, amable y paciente, pierdes influencia. Considera cómo Ester se acercó a Asuero (Est 5:1-9; 7:1-10), cómo Abigail se dirigió a David (1 S 25:1-31), y compara sus suertes con la de la insolente Mical (2 S 6:16-23).

David hábilmente usó esta sabiduría apelando al rey Saúl por misericordia (1 S 24:1-22; 26:1-25). Lee estas historias inspiradas y concéntrate en la elección de las palabras de David y Abigail.

Hijo, una carta respetuosa y amable a tu padre funcionará mucho mejor que discutir con él, o rebelarte en silencio obstinado contra él. Ambas acciones indican que todavía eres un infante consentido y no mereces nada de su parte. Agradécele a tu padre por su bondad hacia ti y declárale tu amor y obediencia. Humildemente expón tu petición. Recuerda esperar pacientemente su respuesta. No te debe nada después de cómo le has pagado la amorosa instrucción del Señor que te dispensó.

Mujer, un acercamiento reverente y sumiso hacia tu marido, en el momento y lugar cuidadosamente elegidos, funcionará mucho más y mejor que las demandas altivas, las exigencias presumidas, las quejas y los reproches. Recuerda, él no te debe nada. Espera pacientemente a que considere tu solicitud. Sara y Betsabé llamaron señor a sus maridos, y obtuvieron grandes respuestas de estos varones de Dios. Las mujeres piadosas renuncian a sus “derechos” para obtener privilegios.

Los empleadores y el gobierno deben ser tratados de la misma manera. Una queja por malas condiciones de trabajo o por un encargo indeseable se recibe mucho mejor cuando se hace con respeto y sumisión que con exigencias, insubordinaciones o amenazas. Todo el mundo sabe que los patrulleros policiales de las carreteras responden mejor a las palabras respetuosas que a las arrogantes.

La aplicación piadosa de esta sabiduría te traerá paz y prosperidad en la vida, y exaltará el fruto de la piedad en la tierra por tu cuidadoso y paciente respeto por aquellos en posiciones de autoridad. La lección aquí fue escrita por un rey brillante, para tu beneficio. Créela. Que al Señor Jesucristo, el Príncipe de Paz (Is 9:6), le sea dado todo el honor debido.

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