lunes, 16 de junio de 2025

ÁNGELES, SERAFINES, QUERUBINES Y ARCÁNGELES



El estudio de los ángeles es una parte importante de la teología que a menudo se malinterpreta. Las películas, las creencias de la iglesia católica y la cultura popular han confundido lo que las Escrituras dicen sobre los ángeles y su función. No obstante, la Biblia otorga enseñanzas claves sobre los ángeles, serafines, querubines, Gabriel, el arcángel Miguel y Satanás.

Lo primero que leemos en la Biblia es que los ángeles son servidores de Dios (He 1:14). Su trabajo es ministrar y ayudar en los planes de Dios para la humanidad durante las diversas dispensaciones. A diferencia de cómo se les ilustra a menudo, la Biblia no los describe con alas, ya que normalmente aparecen como hombres comunes (Gn 19:1-5).



Su apariencia puede ser tan similar a la de un hombre promedio que el autor de Hebreos enseña que debemos ser hospitalarios con los extraños, porque podríamos estar recibiendo a un ángel sin saberlo.

De la hospitalidad no os olvidéis; porque por esta algunos hospedaron ángeles sin saberlo (He 13:2).

Entre todos los ángeles, Gabriel es el único que se nombra repetidamente en el Antiguo y Nuevo Testamentos. Su tarea principal es anunciar eventos que tienen que ver con la primera y segunda venida de Cristo (Dn 8-9). Él trae los mensajes sobre el nacimiento del Mesías y revela también las profecías sobre su regreso a la tierra. Es conocido por anunciar a María el nacimiento virginal de su hijo Jesucristo (Lc 1:26-28).

Los serafines son una clase de seres angelicales de los que se habla menos, solo se mencionan en Isaías 6:2-7. Su nombre, “los que queman”, los conecta con el fuego purificador que limpia el pecado, como se ve en la visión de Isaías. Se les describe con seis alas, dos para cubrir su rostro, dos para sus pies y dos para volar, evidenciando humildad ante Dios. No son agentes de juicio, como lo serían los ángeles de Apocalipsis, sino agentes de la santidad de Dios.

Los querubines son la clase de ángeles de los que recibimos más detalle en la Biblia. Aparecen en varios libros, como Ezequiel, Revelación y Génesis. Tienen cuatro caras león, becerro, hombre, águila (Ez 1:10; 10:14), y en algunas visiones, seis alas y “ojos por todas partes” (Ap 4:8; Ez 1:18). Su función principal aquí es de ser guardianes y asistentes del Señor, cuidando la entrada al Jardín del Edén (Gn 3:24), estando sobre el propiciatorio en el tabernáculo (Ex 25:18-20) y adorando sin cesar alrededor del trono de Dios.



Y la figura de sus rostros era rostro de hombre; y rostro de león á la parte derecha en los cuatro; y á la izquierda rostro de buey en los cuatro; asimismo había en los cuatro rostro de águila. Tales eran sus rostros; y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos. Y cada uno caminaba en derecho de su rostro: hacia donde el espíritu era que anduviesen, andaban; cuando andaban, no se volvían” (Ez 1:10-12).

Sin embargo, querubines y serafines comparten algunas características, como su relación con el fuego, múltiples alas y alabanza constante, pero son distintos en apariencia y función. Las cuatro caras de los querubines simbolizan su supervisión sobre toda la creación de Dios: los mamíferos, las aves y los humanos.

La ausencia de anfibios, reptiles y peces entre sus caras contiene una razón importante, estas clases están conectadas con Satanás, que ocupa un dominio separado y caído como el dragón marino. 

Existe la controversia entre las diferentes descripciones bíblicas de los querubines, como el número de alas o las caras entre Ezequiel y Apocalipsis, pero no son contradicciones. Más bien los textos muestran la capacidad de estos seres para transfigurarse de formas distintas en el plano físico. Al final se entiende que los habitantes celestiales son complejos y pueden revelarse de maneras variadas.

Si hablamos de los arcángeles, la Biblia solo habla de uno, el arcángel Miguel (1 Ts 4:16; Jud 9). Él es el “príncipe” asignado específicamente al pueblo de Israel y es el único que se registra luchando contra Satanás y sus ángeles (Dn 12:1; Ap 12:7-9). Debemos saber que cualquier otra afirmación de más arcángeles viene de textos que no son bíblicos. La autoridad de Miguel es grande como un líder militar y guerrero.

Lucifer es un ángel, un querubín. Las Escrituras aclaran que Satanás “se transfigura en ángel de luz” (2 Co 11:14). Esto significa que imita la luz, pero ya no es un ser angelical que sirva a Dios en el buen sentido de la palabra. Su imitación es un engaño, un timo que contrasta con la verdadera Estrella de la Mañana, que es el Señor Jesucristo (Ap 22:16). Entender esto será fundamental para no confundir a los ángeles con la naturaleza única y caída de Satanás: el querubín protector (Ez 28:14-19).



El origen de Satanás se remonta a su antiguo puesto como un “querubín ungido” (Ez 28:14), un puesto que perdió por orgullo. Por eso no está en la compañía de querubines que rodean el trono de Dios en Revelación 4. Satanás todavía está presente en el tercer cielo, y se dedica a levantarse en contra de Dios.

Ya se mencionó que se le asocia con criaturas de sangre fría como peces, anfibios y reptiles, siendo representado en la Biblia simbólicamente como un dragón o serpiente. Su identificación como “Beelzebú” o “señor de las moscas” (Mr3:22) lo coloca sobre las criaturas inmundas y demoníacas.

Tú, querubín grande, que cubre, y yo te puse: en el santo monte de Dios estuviste: en medio de piedras de fuego anduviste. Acabado eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló maldad en tí” (Ez 28:14-15).

Dentro de este análisis de ángeles no podemos ignorar la aparición de lo que la Biblia describe como el “Ángel del Señor” o el “ángel de Jehová” (Gn 16:7-13; Gn 22:11-18; Ex 3:2-6; Jue 13:3-21). Hablamos de intervenciones corporales del Señor Jesucristo en el Antiguo Testamento, muchos años antes de haber nacido del vientre de María. Un futuro artículo será publicado explorando este tema. 

Los diversos roles de los ángeles, tanto en el cielo como en la Tierra, amplían nuestra comprensión del conflicto cósmico y la importancia de la adoración a Dios. La postura de los querubines cubriendo sus rostros y pies es una evidente lección de reverencia y humildad ante la santidad del Señor. 

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