lunes, 16 de junio de 2025

LA LETRA CON SANGRE ENTRA



“Los azotes que hieren son medicina para el malo, Y el castigo purifica el corazón” (Pr 20:30).

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El castigo corporal funciona. El dolor es un disuasivo eficaz y un instructor eficiente. ¿Crees en ambas reglas a pesar de lo que digan hoy los necios afeminados y los bienhechores sociales?

¿Por qué tienes cuidado con el fuego? ¿Porque has estudiado las leyes y teorías del calor, la oxidación, la combustión y la termodinámica? ¿Porque has observado científicamente cómo el fuego hiere y destruye? ¿O porque sentiste la punzante quemadura del fuego cuando eras niño? ¡Sí, el fuego causa dolor!

Si quieres ser sabio (y Proverbios fue escrito para eso), entonces sométete a la palabra de Dios. Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso (Ro 3:4; Sal 119:128). Dios y Salomón tienen más sabiduría sobre la modificación del comportamiento humano que cualquier hombre, grupo de hombres, institución o teoría sobre la tierra. Dada libremente y sin cargo, la escribieron en Proverbios para tu gran beneficio y éxito.

La necedad y la maldad son rasgos humanos terribles, que causan mucho dolor y sufrimiento, incluyendo vidas y propiedades arruinadas, e incluso muerte. ¿Cómo se pueden reducir estos rasgos? El pecado es más que un mal hábito; es la reacción innata de los rebeldes engañados (Jer 17:9). La mayoría de los hombres deben ser castigados, azotados y heridos antes de que cambien o mejoren. Esta es la lección.

¿Castigas sabiamente a quienes lo necesitan? ¿Recibes bien el castigo cuando lo necesitas? No te resistas a la sabiduría que se enseña aquí. El castigo severo y sabio es mucho menos doloroso que la voluntad propia desenfrenada o la rebelión obstinada. Un necio que no es corregido le costará a sí mismo y a quienes lo rodean mucho más que el pasajero dolor de una azotaina. Esta es la aplicación del proverbio.

Los padres deben expulsar la necedad de los hijos con la vara (Pr 22:15; 23:13-14); Dios aleja por medio del castigo la necedad de sus hijos (Pr 3:11-12; He 12:5-11); los amigos se corrigen con duras palabras (Pr 27:6; Sal 141:5); y Jesús fue azotado y herido por nuestras iniquidades (Gn 3:15; Is 53:5,10). El castigo corporal reduce en gran medida los delitos. Este es el resultado incuestionable que ofrece la sabiduría de Dios.

Hasta estas últimas décadas de pensamiento perverso por parte de los ingenieros sociales, todo el mundo sabía que el castigo corporal funcionaba. Solían decir: La letra con la sangre entra. En una sociedad sabia, los magistrados azotaban a los criminales (Dt 25:2-3), y los amos azotaban a los siervos infractores (Pr 29:19; Ex 21:20-21).

Pero la sabiduría inspirada de Salomón es despreciada hoy. Los soñadores sociales y los educadores arrogantes enseñan que los mimos y la motivación funcionan mejor que el castigo corporal. Hacen todo lo que pueden para prohibir las nalgadas de los padres a los hijos, al igual que prohíben la vara para mantener el orden y la disciplina en las escuelas, el ejército y la sociedad. ¡Pero mira los resultados! ¡Han fracasado miserablemente!

¡Qué hermoso proverbio! Aquí se ve la naturaleza de los proverbios más claramente que en cualquier otro lugar. Las palabras se eligen y arreglan para crear la máxima belleza, fuerza y ritmo; pero el sentido está ligeramente escondido para que lo descubras y lo disfrutes. 

La primera parte del proverbio enseña que azotar adecuadamente con fines correctivos ahuyentará la insensatez del infractor. El castigo corporal es el medio ordenado por Dios para expiar el pecado (Pr 13:24; 19:18; 22:15; 23:13-14; 26:3; 29:15). El castigo corporal bien y oportunamente aplicado reforma el carácter.

En un niño, los “azotes” serán nalgadas dadas con una vara (Pr 17:10; 19:29; Sal 89:32; Dt 25:2-3). En un adulto, en la antigüedad, serían azotes literales aplicados con una vara o un látigo en el dorso de una persona, con el fin de corregir su conducta (Pr 17:10; 19:29; Sal 89:32; Dt 25:2-3).

Este hermoso y sabio proverbio enseña que Dios ha ordenado el castigo corporal para la corrección de los infractores de cualquier edad. Pero el mundo ilustrado de hoy prefiere la oscuridad de las especulaciones pervertidas de los psicólogos. ¡Succionarán a un millón de bebés en pedazos desde el útero de sus madres mientras protegen a los adolescentes y criminales de ser tocados! Estas personas perversas son los corruptores diabólicos de las naciones, y los resultados de sus políticas son visibles en todas partes.

Los caballos han sido sujetos y entrenados con dispositivos físicos durante varios miles de años (Pr 10:13; 26:3). ¿Qué jinete montaría un pura sangre de 500 kilos y esperaría controlarlo y ganar una carrera sin freno, riendas ni látigo? Si a estas bestias brutas se les puede enseñar maniobras cuidadosas y el máximo esfuerzo para lograr los objetivos deseados, ¿cuánto más las mentes racionales de los niños y los jóvenes? ¡Que Dios sea veraz!

Con solo unos pocos azotes dados apropiadamente con una vara en sus nalgas, un niño se convertirá en un adulto maduro y sabio (Pr 22:6,15). Aliméntalo durante 17 años sin esta práctica, y tendrás un hijo que te avergonzará, arruinará también su vida y será una carga para los que lo rodean (Pr 23:13-14; 29:15). El autocontrol necesario para prosperar y tener éxito en la vida es producido por la vara y la reprensión. Corrige a tu hijo cuando pequeño, y él te dará descanso y deleite cuando adulto (Pr 29:17).

Deja que los padres recuerden la regla: la vara funciona. Que los directores de escuela y los magistrados lo re-consideren: la vara funciona. Deja que los amigos lo recuerden: los azotes verbales funcionan. El uso sabio del castigo corregirá a los necios y pecadores y reformará el corazón. Este no es un consejo fantasioso de un ignorante: ¡son reglas inspiradas del hombre más sabio que haya existido! ¿Eres lo suficientemente sabio como para comprender quién tiene razón? ¿Dios y Salomón, o la UNICEF?

Que todo hombre reciba con gratitud y humildad los azotes de Dios y de los hombres, porque están destinados para su corrección (Pr 3:11-12; 9:7-9; 27: 5-6; Sal 141:5). Sin ellos, no hay evidencia de que ni Dios ni los hombres te amen, y no hay esperanza para tu mejoría o perfección. Debes buscar una iglesia donde te hieran semanalmente con la predicación de la Palabra de Dios.

Dios odia el pecado, pero ama a Sus elegidos, por lo que Él azotó e hirió duramente al Señor Jesús con los judíos y los romanos. Durante las horas que precedieron a Su muerte, se puso azul por los muchos moretones, heridas y las muchas llagas que cubrieron Su rostro. ¿Por qué? Porque Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades, castigado por nuestra paz, y por Su llaga fuimos nosotros curados (Is 53:5,10). ¡Sus moretones y los muchos latigazos que Él recibió nos limpiaron de todo mal! ¿Se lo agradeces todos los días en oración?

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