Monday, November 3, 2025

Y SI EL JUSTO CON DIFICULTAD SE SALVA...



En 1 Pedro 4:1-19, Pedro exhorta a los creyentes a aceptar que el sufrimiento y las tribulaciones formarán siempre parte de nuestras vidas (1 P 4:12). Incluso en ese sufrimiento, debemos regocijarnos continuamente, porque un día Cristo se manifestará en gloria y nosotros con Él (1 P 4:13). En este contexto, Pedro dice: 

“... pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello. Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios? Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?” (1 P 4:16-18).

La cita de 1 Pedro 4:18 procede de la traducción de la Septuaginta de Proverbios 11:31, que dice: 

Ciertamente el justo será recompensado en la tierra; ¡Cuánto más el impío y el pecador! (Reina-Valera 1960). 

Pedro utiliza esta cita en el contexto de la preparación de los creyentes para sufrir por la causa de Cristo.

Merece la pena recordar que Pedro había intentado escapar de la posibilidad de sufrir por Cristo cuando Él fue arrestado. Antes que ser relacionado con su Maestro, Pedro negó conocerlo tres veces después de su arresto, tal como el Señor Jesús le había profetizado que lo haría (Mt 26:75). Cada negación fue más enfática que la anterior, comenzando con una negación simple y terminando con juramentos y maldiciones, y el evento se cumplió justo antes de que cantara el gallo.

En la primera negación, una criada se le acerca a Pedro y le dice que él también estaba con Jesús. Pedro lo niega diciendo: No sé lo que dices” [No sé de qué hablas] (Mt 26:70).

En la segunda negación, otra sirvienta lo reconoce y dice: “También este estaba con Jesús el nazareno” (Mt 26: 71). Pedro lo niega de nuevo, esta vez con juramento: “No conozco al hombre”.

En la tercera negación, los que estaban alrededor se acercan a Pedro y le dicen que su acento lo delata. “Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo”.  (Mt 26:74-75; Lc 22:61). 

En la época en que Pedro escribió sus epístolas,  ya había recorrido un largo camino en la fe y, de hecho, había sufrido por Cristo a lo largo de su ministerio. Finalmente moriría como mártir a causa de su predicación del evangelio de Cristo. 

Al animar a los creyentes a que se regocijen incluso en su sufrimiento por Cristo, Pedro nos exhorta a que no suframos por hacer el mal (1 P 4:15): los creyentes debemos tener cuidado de no hacer el mal. Debemos ser santos en nuestro comportamiento, porque nuestro Padre que está en los cielos es santo (1 P 1:15-16). Ahora bien, cuando los creyentes sufrimos por estar relacionados con Cristo, eso glorifica a Dios (1 P 4:16).

Cuando Pedro advierte que no debemos hacer el mal, recuerda que el juicio comienza en la casa de Dios. Pedro pregunta retóricamente: Si Dios se toma tan en serio la justicia que primero juzga a su propio pueblo, ¿cómo de serio será el juicio para los incrédulos? (1 P 4:17) 

“Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el pecador?” (1 P 4:18).

Pedro enfatiza que ya Dios ha proporcionado la gracia salvadora (1 P 1:3-5). Él conocía de primera mano lo que costaba esa provisión. La gracia de Dios es gratuita para todos los que la reciban creyendo en Jesús. Es gratuita para la humanidad, pero no fue gratuita para Dios (1 P 1:18-19). El Señor Jesús pagó un altísimo precio definitivo para proporcionarnos esa gracia, y las tres Personas de la Trinidad se esfuerzan por asegurar nuestra salvación. El Padre nos eligió para que estuviéramos en Cristo y fuéramos santos e irreprochables como Sus hijos adoptivos (Ef 1:4). El Hijo nos redimió derramando Su sangre como sustitución, muriendo en nuestro lugar (Ef 1:7). El Espíritu Santo nos sella como prenda o garantía de Dios de que hemos sido redimidos y tenemos vida eterna (Ef 1:13-14). Pero esto es sólo el inicio de la salvación, algunos ejemplos de lo que Dios ha hecho a nuestro favor; queda nuestra parte (Mt 10:22; Fil 2:12; 2 P 1:10). 

Aunque nada es imposible para Dios, Pedro quiere que recordemos y siempre tengamos presente que: “el justo con dificultad se salva” (1 P 4:18). O, como dice la NTV, los justos a duras penas se salvan. O, como es aún más certero: “el justo con dificultad se salvará”.

Si Dios ha hecho tanto para expresar Su bondad a quienes no la merecemos, ¿cómo de graves serán las cosas para quienes rechazan Su gracia y bondad? Sólo el Señor puede describir este destino de condenación: 

“mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mt 8:12).

“y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mt 13:42).

“y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mt 13:50).

“Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mt 22:13).

“y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mt 24:51).

“Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mt 25:30).

Y nótese que en al menos dos ocasiones en los pasajes citados el Señor identifica a quienes sufrirán “lloro y crujir de dientes como creyentes que perdieron su salvación: “los hijos del reino (Mt 8:12) ... “el siervo inútil (Mt 25:30). 

¿Eres salvo? 

El mismo Pedro nos da la una lista de “obras, sí, de obras, mediante las cuales podemos hacer firmes nuestra vocación y elección. Y nos asegura que haciendo estas cosas, no caeremos jamás (2 P 1:5-10). Y él sabe muy bien de lo que habla cuando dice:

 Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2 P 1:11).

¿Has creído otro evangelio? ¿Uno que dice que una vez salvo eres siempre salvo, que Cristo murió por tus pecados pasados, presentes y futuros, y que ahora no tienes que hacer nada excepto creer porque la salvación no es por obras? ¿Concuerda eso con los pasajes de la Escritura que acabas de leer? ¿Le vas a creer al Espíritu de Dios y a su Palabra, o a la multitud de profetas de la cristiandad apóstata que te rascan los oídos con lo que tú quieres escuchar? ¡La decisión es tuya!