¿Qué fue lo que Israel no conoció, y por qué esa falta de conocimiento le resultó fatal?
Es importante notar la estructura del versículo: “Por cuanto desechaste el conocimiento” es paralelo a “porque olvidaste la ley de tu Dios”.
Esto encaja con el contexto del inicio del capítulo, que afirma que Israel no reconoció al SEÑOR como su Dios:
“Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra” (Os 4:1).
El problema no era simplemente ignorancia de la Palabra del Señor: el pueblo de Dios había rechazado activamente el conocimiento de la Palabra del Señor. Fue una decisión que tomaron en sus corazones. Menospreciaron al Señor al menospreciar su Palabra.Otro paralelo da más claridad al pasaje. Debido a que Israel había “desechado” el conocimiento (la Palabra de Dios), Dios los rechazaría a ellos. Y porque habían olvidado la Palabra de Dios, Él también se olvidaría de ellos. Como resultado de que Dios los rechazara y olvidara, serían destruidos.
El Señor retiraría Su bendición sobre la nación y la dejaría a su propia suerte, para que cosechara el amargo fruto de su necia decisión.
El mensaje de Oseas está en línea con la advertencia que Moisés dio a la nación: que Dios retiraría Su bendición de su pueblo cuando lo desobedeciera. Las consecuencias de este retiro por parte del Señor dejaría a la nación expuesta a una serie de maldiciones, las que progresivamente se harían tan intolerables para los rebeldes, que asegurarían su destrucción total:
“Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán. Maldito serás tú en la ciudad, y maldito en el campo. Maldita tu canasta, y tu artesa de amasar. Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir. Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. Jehová traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. Jehová te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas. Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas. Jehová te entregará derrotado delante de tus enemigos; por un camino saldrás contra ellos, y por siete caminos huirás delante de ellos; y serás vejado por todos los reinos de la tierra. Y tus cadáveres servirán de comida a toda ave del cielo y fiera de la tierra, y no habrá quien las espante. Jehová te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado. Jehová te herirá con locura, ceguera y turbación de espíritu; y palparás a mediodía como palpa el ciego en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos; y no serás sino oprimido y robado todos los días, y no habrá quien te salve. Te desposarás con mujer, y otro varón dormirá con ella; edificarás casa, y no habitarás en ella; plantarás viña, y no la disfrutarás. Tu buey será matado delante de tus ojos, y tú no comerás de él; tu asno será arrebatado de delante de ti, y no te será devuelto; tus ovejas serán dadas a tus enemigos, y no tendrás quien te las rescate. Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo, y tus ojos lo verán, y desfallecerán por ellos todo el día; y no habrá fuerza en tu mano. El fruto de tu tierra y de todo tu trabajo comerá pueblo que no conociste; y no serás sino oprimido y quebrantado todos los días. Y enloquecerás a causa de lo que verás con tus ojos. Te herirá Jehová con maligna pústula en las rodillas y en las piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado. Jehová te llevará a ti, y al rey que hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres; y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra. Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará Jehová. Sacarás mucha semilla al campo, y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá. Plantarás viñas y labrarás, pero no beberás vino, ni recogerás uvas, porque el gusano se las comerá. Tendrás olivos en todo tu territorio, mas no te ungirás con el aceite, porque tu aceituna se caerá. Hijos e hijas engendrarás, y no serán para ti, porque irán en cautiverio. Toda tu arboleda y el fruto de tu tierra serán consumidos por la langosta. El extranjero que estará en medio de ti se elevará sobre ti muy alto, y tú descenderás muy abajo. Él te prestará a ti, y tú no le prestarás a él; él será por cabeza, y tú serás por cola. Y vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te perseguirán, y te alcanzarán hasta que perezcas; por cuanto no habrás atendido a la voz de Jehová tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos, que él te mandó; y serán en ti por señal y por maravilla, y en tu descendencia para siempre. Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte. Jehová traerá contra ti una nación de lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño; y comerá el fruto de tu bestia y el fruto de tu tierra, hasta que perezcas; y no te dejará grano, ni mosto, ni aceite, ni la cría de tus vacas, ni los rebaños de tus ovejas, hasta destruirte. Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú confías, en toda tu tierra; sitiará, pues, todas tus ciudades y toda la tierra que Jehová tu Dios te hubiere dado. Y comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas que Jehová tu Dios te dio, en el sitio y en el apuro con que te angustiará tu enemigo. El hombre tierno en medio de ti, y el muy delicado, mirará con malos ojos a su hermano, y a la mujer de su seno, y al resto de sus hijos que le quedaren; para no dar a alguno de ellos de la carne de sus hijos, que él comiere, por no haberle quedado nada, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en todas tus ciudades. La tierna y la delicada entre vosotros, que nunca la planta de su pie intentaría sentar sobre la tierra, de pura delicadeza y ternura, mirará con malos ojos al marido de su seno, a su hijo, a su hija, al recién nacido que sale de entre sus pies, y a sus hijos que diere a luz; pues los comerá ocultamente, por la carencia de todo, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en tus ciudades. Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS, entonces Jehová aumentará maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades malignas y duraderas; y traerá sobre ti todos los males de Egipto, delante de los cuales temiste, y no te dejarán. Asimismo toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley, Jehová la enviará sobre ti, hasta que seas destruido. Y quedaréis pocos en número, en lugar de haber sido como las estrellas del cielo en multitud, por cuanto no obedecisteis a la voz de Jehová tu Dios. Así como Jehová se gozaba en haceros bien y en multiplicaros, así se gozará Jehová en arruinaros y en destruiros; y seréis arrancados de sobre la tierra a la cual entráis para tomar posesión de ella. Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra. Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma; y tendrás tu vida como algo que pende delante de ti, y estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. Por la mañana dirás: ¡Quién diera que fuese la tarde! y a la tarde dirás: ¡Quién diera que fuese la mañana! por el miedo de tu corazón con que estarás amedrentado, y por lo que verán tus ojos. Y Jehová te hará volver a Egipto en naves, por el camino del cual te ha dicho: Nunca más volverás; y allí seréis vendidos a vuestros enemigos por esclavos y por esclavas, y no habrá quien os compre” (Dt 28:15-68).
Oseas 4:1-2 resalta que la falta de conocimiento de la Palabra de Dios por parte de Israel no era simple ignorancia, sino pecado deliberado contra Dios:
“No hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen, y homicidio tras homicidio se suceden” (Os 4:1-2).
El pueblo era ignorante de la Palabra del Señor solo porque voluntariamente había decidido ignorarla.
Las advertencias de Oseas no fueron escuchadas, e Israel fue conquistada por Asiria durante su ministerio. Las diez tribus norteñas fueron llevadas a la esclavitud y el destierro ( 722 a.C.), y de ahí a la extinción total en medio de sus enemigos, donde fueron asimiladas. Del antiguo Israel sólo quedó la parte del reino que fue dividido tras la muerte de Salomón: las tribus de Judá y Benjamín que se separaron de las 10 tribus mencionadas para formar el reino del sur, conocido como Judá.
A pesar del severo castigo de Dios sobre el reino del sur, el reino del norte (Judá y Benjamín) no aprendió la lección. Judá fue llevada cautiva a Babilonia por los mismos pecados de las 10 tribus. El rey Nabucodonosor de Babilonia, quien conquistó Jerusalén en varias ocasiones, fue el encargado de ejecutar este castigo. El cautiverio ocurrió en varias etapas, con la primera deportación en el 597 a.C. y la más conocida en el 587 a.C..
Nabucodonosor sitió Jerusalén, destruyó el templo judío y se llevó a miles de judíos cautivos a Babilonia, entre quienes se encontraban figuras como Daniel y sus compañeros. El cautiverio de Judá duró 70 años y terminó cuando Ciro el Grande, rey de Persia, permitió a los judíos regresar a Jerusalén para reconstruir la ciudad y el templo.
De 12 tribus iniciales, Dios tuvo misericordia de sólo una: Judá, porque escuchó el clamor de su gran intercesor (Dn 9:1-23) y le respondió como sólo Dios puede hacerlo: mostrando misericordia y abundante gracia.
Hoy en día, muchos grupos étnicos afirman ser descendientes de las 10 tribus de Israel. La idea de que estas tribus han completamente asimiladas es objeto de debate, y algunos grupos religiosos modernos argumentan que no todas están perdidas.
Esto es cierto. Aunque ningún grupo étnico puede hoy probar ser descendiente de alguna de las 10 tribus perdidas de Israel, el Señor no ha olvidado a Sus hijos. El mundo no los conoce, ni ellos mismos pueden asegurar que lo son, pero Dios los llama por su nombre. Tras la segunda venida del Señor Jesucristo, cuando miren al que traspasaron (Zac 12:10; Jn 19:37), Él redimirá a un número escogido de los descendientes de las 12 tribus, y llamará a ese grupo “primicias para Dios y para el Cordero” (Ap 14:4), serán “ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel” (Ap 7:4). Incluso en medio del juicio, Dios preserva a un remanente y restaura Su relación con ellos.
Las profecías de Oseas reflejan ese patrón: Israel decidió hacer caso omiso de la Palabra de Dios, fue juzgada con destierro y esclavitud, pero el Señor restauraría a un remanente, en el futuro.
La venida del Señor Jesucristo muestra el amor de Dios de forma suprema. Él murió por los pecados de toda la humanidad, ofreciendo a cada persona la oportunidad de poner su fe en Él (Jn 3:16; Ef 2:8-9). Para quienes creen, el Señor Jesús es “sabiduría de Dios” (1 Co 1:30). Gracias a Él, ya no hay razón para que nadie vuelva a ser “destruido por falta de conocimiento”.
Debemos conocer bien la Palabra del Señor y practicarla. No podemos decir solo que le amamos.
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Jn 14:21).
Si el Señor fue severo en Su juicio con aquellos en el pasado que no tenían acceso a internet en la palma de su mano para utilizarlo para conocer mejor su Palabra, ¿cuán severo será hoy con nosotros?
Y no digas que Dios es amor (1 Jn 4:8), porque Dios también es “fuego consumidor” (He 12:29). Y Él también “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (He 13:8).
Estos pasajes nos dicen que TODO lo que le aconteció al antiguo Israel, y que está registrado en el Antiguo Testamento, es un EJEMPLO para amonestarnos a nosotros, los creyentes de la era del Nuevo Testamento:
“Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (1 Co 10:6).
“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos” (1 Co 10:11).
“Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron. Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquellos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (Jud 5-7).
Si tú, que lees este artículo, estás dentro de aquellos creyentes que dicen que hoy el Señor no actuaría con Su pueblo (la iglesia) con la misma severidad con que actuó con el antiguo Israel, NO CONOCES EL NUEVO TESTAMENTO. Léelo todo, de principio a fin, incluido el libro de Apocalipsis. Presta, sobre todo, mucha atención a las advertencias de Pablo a los creyentes. Ni siquiera a su amado hijo en la fe, Timoteo, su más cercano discípulo y colaborador, se atreve a asegurarle la salvación en su última epístola dirigida a él, sino que le dice:
“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti 3:14-15).
Este es el verdadero evangelio. Este es el resumen de todo el consejo de Dios (Hch 20:27) que predicó Pablo. Esta es la verdadera gracia: El que persevere hasta el fin será salvo (Mt 10:22; 24:13; Mr 13:13). Y si alguno predica o enseña alguna otra cosa, sea maldito (Gl 1:8,9).LA PERSEVERANCIA CONDICIONAL DE LOS CREYENTES (de John Wesley)
ANTES QUE LA CADENA DE PLATA SE QUIEBRE